La palabra Plato ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece plato.
Estadisticas de la palabra plato
Plato es una de las palabras más utilizadas del castellano ya que se encuentra en el Top 5000, en el puesto 3098 según la RAE.
Plato tienen una frecuencia media de 30.53 veces en cada libro en castellano
Esta clasificación se basa en la frecuencia de aparición de la plato en 150 obras del castellano contandose 4641 apariciones en total.
Más información sobre la palabra Plato en internet
Plato en la RAE.
Plato en Word Reference.
Plato en la wikipedia.
Sinonimos de Plato.
Algunas Frases de libros en las que aparece plato
La palabra plato puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 5861
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... El primero en ser servido fue maese Coquenard, luego Porthos; después la señora Coquenard llenó su plato y distribuyó las cortezas sin caldo a los pasantes impacientes. ...
En la línea 5870
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... La señora Coquenard atrajo la fuente para sí, separó hábilmente las dos grandes patas negras, que puso en el plato de su marido; cortó el cuello, que se puso, dejando a un lado la cabeza, para ella; cortó el ala para Porthos y devolvió a la criada que acababa de traerlo el animal, que volvió casi intacto, y que había desaparecido antes de que el mosquetero tuviera tiempo de examinar las variaciones que el de sencanto pone en los rostros, según los caracteres ytemperamentos de quienes lo experimentan. ...
En la línea 5892
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Miró si aún estaba allí el plato de habas; el plato de habas había desaparecido. ...
En la línea 5892
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Miró si aún estaba allí el plato de habas; el plato de habas había desaparecido. ...
En la línea 1078
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Por deferencia al superior entendimiento de usted—continué, dirigiéndome al oficial—, quisiera creer que la prolongación indefinida de la guerra reporta grandes provechos a mi país; pero me haría usted un favor insigne explicándome el proceso químico en virtud del que la sangre vertida en las montañas españolas va a parar al tesoro inglés convertida en monedas de oro.» Como tardara en contestarme, tomé de sobre la mesa un plato con fruta, y pregunté: «¿Cómo se llaman estas frutas?» «Granadas y _bolotas_»—respondió—. ...
En la línea 6907
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El _haji_ y sus negros manifestaron su repuesto y se regalaron con pollos asados; los judíos comieron uvas y pan, y yo, pan y queso, en tanto que la tripulación preparaba un plato de boquerones. ...
En la línea 4721
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Todos los caballeros tienen sus particulares ejercicios: sirva a las damas el cortesano; autorice la corte de su rey con libreas; sustente los caballeros pobres con el espléndido plato de su mesa; concierte justas, mantenga torneos y muéstrese grande, liberal y magnífico, y buen cristiano, sobre todo, y desta manera cumplirá con sus precisas obligaciones. ...
En la línea 5550
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Sospiró don Quijote, oyendo lo que la duquesa le mandaba, y dijo: -Si yo pudiera sacar mi corazón y ponerle ante los ojos de vuestra grandeza, aquí, sobre esta mesa y en un plato, quitara el trabajo a mi lengua de decir lo que apenas se puede pensar, porque Vuestra Excelencia la viera en él toda retratada; pero, ¿para qué es ponerme yo ahora a delinear y describir punto por punto y parte por parte la hermosura de la sin par Dulcinea, siendo carga digna de otros hombros que de los míos, empresa en quien se debían ocupar los pinceles de Parrasio, de Timantes y de Apeles, y los buriles de Lisipo, para pintarla y grabarla en tablas, en mármoles y en bronces, y la retórica ciceroniana y demostina para alabarla? -¿Qué quiere decir demostina, señor don Quijote -preguntó la duquesa-, que es vocablo que no le he oído en todos los días de mi vida? -Retórica demostina -respondió don Quijote- es lo mismo que decir retórica de Demóstenes, como ciceroniana, de Cicerón, que fueron los dos mayores retóricos del mundo. ...
En la línea 6227
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Levantaron una riquísima y blanca toalla con que estaban cubiertas las frutas y mucha diversidad de platos de diversos manjares; uno que parecía estudiante echó la bendición, y un paje puso un babador randado a Sancho; otro que hacía el oficio de maestresala, llegó un plato de fruta delante; pero, apenas hubo comido un bocado, cuando el de la varilla tocando con ella en el plato, se le quitaron de delante con grandísima celeridad; pero el maestresala le llegó otro de otro manjar. ...
En la línea 6227
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Levantaron una riquísima y blanca toalla con que estaban cubiertas las frutas y mucha diversidad de platos de diversos manjares; uno que parecía estudiante echó la bendición, y un paje puso un babador randado a Sancho; otro que hacía el oficio de maestresala, llegó un plato de fruta delante; pero, apenas hubo comido un bocado, cuando el de la varilla tocando con ella en el plato, se le quitaron de delante con grandísima celeridad; pero el maestresala le llegó otro de otro manjar. ...
En la línea 2300
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... s guías se proporcionaron un plato de peces y cangrejos pequeños, porque iban provistos de una redecilla extendida en un círculo y donde quiera que el agua estaba bastante profunda se sumergían, siguiendo al pez por todos los agujeros donde iba a refugiarse y le cogían con la red. ...
En la línea 1874
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El artista y su obra se dedicaban mutuas sonrisas entre plato y plato. ...
En la línea 3321
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... No llegas al plato y te quieres comer las tajadas. ...
En la línea 6340
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El Marqués, antes que los demás comiesen la sopa se sirvió un gran plato de sardinas, mientras hablaba con doña Petronila del derribo de San Pedro, que a la dama le parecía ignominioso. ...
En la línea 6347
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y su esposo contestó con una inclinación de cabeza que quería decir: —¡Perfectamente! —y en tanto se servía un buen plato de sopa de tortuga. ...
En la línea 653
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... A una princesa de la dinastía Aragón de Nápoles la obsequiaba con un banquete que duró seis horas, sirviéndose en el transcurso cuarenta y cuatro platos: ciervos enteros asados con su piel, cabras, liebres, terneros, grullas, pavos y faisanes conservar do su plumaje. El plato más enorme, llevado en hombros por una docena de servidores vestidos de seda, tenía la apariencia de un oso de tamaño natural, con un palo en la boca. El pan había sido dorado, y los peces, así como otros manjares, llegaban a la mesa cubiertos de plata. En las obras de confitería intervenían los mejores escultores de Roma. Los doce trabajos de Hércules, todos ellos con personajes de dimensiones ordinarias, estaban esculpidos en materias azucaradas. Otro plato era una montaña con una sierpe gigantesca que se movía lo mismo que un reptil viviente. ...
En la línea 664
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La gula resultaba, según sus enemigos, el solo vicio ignorado por él. Le gustaba comer un plato único, pero abundante, y cuando fue Papa, los cardenales temían como una desgracia que los Invitase a su mesa. Tampoco mostraba afición al vino, condición de muchos hombres del Mediterráneo, enérgicos y ardorosos, y cuando lo bebía era mezclado con agua. ...
En la línea 804
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Para ordenar la hacienda de la Iglesia dio ejemplos de economía, dedicando a los gastos de su casa, todos los meses, setecientos ducados nada más (unos tres mil quinientos francos). Su mesa era de tal simplicidad, que los cardenales, acostumbrados a suntuosos banquetes, consideraban una desgracia recibir convites del Pontífice, especialmente su amigo Ascanio Sforza. El cardenal Juan de Borja, sobrino del Papa, y su mismo hijo César procuraban también evitar estas comidas de un solo plato. ...
En la línea 1449
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Una de sus Sociedades en Florencia, titulada La Cazuela, obligaba a cada uno de sus individuos a asistir a los banquetes comunes, aportando un plato diferente al que llevasen los demás, imponiéndoles multas o penitencias grotescas cuando resultaba igual al de otro socio más antiguo. ...
En la línea 367
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... En cada viaje solo llevaba un plato. Al llegar, su motor lanzaba tres rugidos, e inmediatamente descendía de lo alto un cable con dos ganchos que sujetaban automáticamente el plato. Una grúa fija en el borde de la mesa subía el enorme redondel de metal repleto de viandas humeantes. Varios hombres de fuerza se agarraban a sus bordes al verlo aparecer, empujándolo hasta las manos del coloso. Gillespie tuvo la esperanza de que esta alimentación abundante sería acompañada con algún vino del país; pero en las tres comidas que llevaba hechas, la grúa solo subió un tonel, que podía servirle de vaso, lleno de agua. Al ver su gesto de extrañeza, la mujer que prestaba servicios de mayordomo hizo subir un segundo tonel, pero solo contenía leche. ...
En la línea 367
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... En cada viaje solo llevaba un plato. Al llegar, su motor lanzaba tres rugidos, e inmediatamente descendía de lo alto un cable con dos ganchos que sujetaban automáticamente el plato. Una grúa fija en el borde de la mesa subía el enorme redondel de metal repleto de viandas humeantes. Varios hombres de fuerza se agarraban a sus bordes al verlo aparecer, empujándolo hasta las manos del coloso. Gillespie tuvo la esperanza de que esta alimentación abundante sería acompañada con algún vino del país; pero en las tres comidas que llevaba hechas, la grúa solo subió un tonel, que podía servirle de vaso, lleno de agua. Al ver su gesto de extrañeza, la mujer que prestaba servicios de mayordomo hizo subir un segundo tonel, pero solo contenía leche. ...
En la línea 378
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Al fin se decidió a emplear en sus visitas la grúa montadora de alimentos. Silbaba desde abajo para que los trabajadores hiciesen descender el cable, y sentándose en uno de los platos más pequeños empleados en el servicio, subía sin fatiga hasta la gran planicie donde apoyaba sus codos el gigante amigo. Este la vio llegar en la mañana del segundo día de su instalación acompañada de varios objetos, que los siervos masculinos fueron sacando del plato-ascensor. ...
En la línea 523
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Y el profesor, al decir esto, se ruborizaba, bajando los ojos. Al fin, una tarde, al salir del plato-ascensor, recomendó a dos servidores que cargasen con un disco de cristal llegado con ella. Era del tamaño de una rueda de carreta, y había sido labrado en el Palacio de Ciencias Físicas de la Universidad Central. Flimnap se excusó de traer con retraso esta lente, que había prometido para el día anterior. ...
En la línea 632
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Y no tardó en volver, trayendo un plato de pescado. ...
En la línea 670
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Jacinta entró con un plato en la mano. Tras ella vino Blas con el mismo velador en que había almorzado el señorito, un cubierto, servilleta, panecillo, copa y botella de vino. Miró estas cosas Ido con estupor famélico, no bien disimulado por la cortesía, y le entró una risa nerviosa, señal de hallarse próximo a la plenitud de aquel estado que llamaba eléctrico. La Delfina se volvió a sentar junto a su marido y miraba entre espantada y compasiva al desgraciado D. José. Este dejó en el suelo las carteras y el claque, que no se cerraba nunca, y cayó sobre las chuletas como un tigre… Entre los mascullones salían de su boca palabras y frases desordenadas: «Agradecidísimo… Francamente, habría sido falta de educación desairar… No es que tenga apetito, naturalmente… He almorzado fuerte… ¿pero cómo desairar? Agradecidísimo… ». ...
En la línea 680
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Don José no había dejado nada en el plato más que el hueso. Después exhaló un hondísimo suspiro, y llevándose la mano al pecho, dejó escapar con bronca voz estas palabras: ...
En la línea 1881
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Aquel día la compra duró algo más, pues habiéndole anunciado Maximiliano que almorzaría con ella, pensaba hacerle un plato que a entrambos les gustaba mucho, y que era la especialidad culinaria de Fortunata, el arroz con menudillos. Lo hacía tan ricamente, que era para chuparse los dedos. Lástima que no fuera tiempo de alcachofas, porque las hubiera traído para el arroz. Pero trajo un poco de cordero que le daba mucho aquel. Compró chuletas de ternera, dos reales de menudillos y unas sardinas escabechadas para segundo plato. ...
En la línea 731
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... 'Un caballero entra en el aposento con una vara, y tras él otro, que trae un mantel; después de haberse arrodillado ambos tres veces con la mayor veneración, tienden el mantel sobre la mesa, y se retiran ambos tras una nueva genuflexión. Vienen luego otros dos, uno también con vara y otro con un salero, un plato y pan. Cuando han hecho sus genuflexiones como los dos anteriores, y colocado dichos objetos sobre la mesa, se retiran con las mismas ceremonias realizadas por los primeros. Por fin, vienen dos nobles ricamente vestidos, uno de ellos con un trinchante, y después de haberse postrado tres veces de la manera más reverente, se acercan y frotan la mesa con pan y sal, dando muestras de tanto respeto como si el rey estuviera presente.' ...
En la línea 737
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... 'Entraron los alabarderos de palacio, desnuda la cabeza, vestidos de escarlata con rosas de oro en la espalda, y éstos fueron y vinieron trayendo cada vez una serie de manjares, servidos en vajilla de plata. Estos manjares eran recibidos por un caballero, en el mismo orden en que los traían, y colocados sobre la mesa, en tanto que el catador daba a comer a cada guardia un bocado del plato que había traído, por temor al veneno.' ...
En la línea 1290
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Sí, Augusto, es la fatalidad la que nos ha traído a esto. Ni… ni tú ni yo podemos ser infieles, desleales a nosotros mismos; ni tú puedes aparecer queriéndome comprar como yo en un momento de ofuscación te dije, ni yo puedo aparecer haciendo de ti un sustituto, un vice, un plato de segunda mesa, como a mi tía le dijiste, y queriendo no más que premiar tu generosidad… ...
En la línea 604
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -¿Y eso? -pregunté, mostrando un plato en el que había aún algunos trozos de filete. ...
En la línea 1076
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Tras haber dejado aquellas encantadoras islas bajo pabellón francés, el Nautilus recorrió unas dos mil millas, del 4 al 11 de diciembre, sin más hecho mencionable que el encuentro de una inmensa cantidad de calamares, curiosos moluscos muy semejantes a la jibia. Los pescadores franceses los designan con el nombre de encornets. Los calamares pertenecen a la clase de los cefalópodos y a la familia de los dibranquios que incluye con ellos a las jibias y a los argonautas. Estos animales fueron particularmente estudiados por los naturalistas de la Antigüedad, y, de creer a Ateneo, médico griego que vivió antes que Galeno, proveyeron de numerosas metáforas a los oradores del Ágora, a la vez que de un plato excelente a la mesa de los ricos ciudadanos. ...
En la línea 1226
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -No tema, señor Aronnax -respondió el canadiense-, y reme con fuerza. No pido más de media hora para ofrecerle un plato a mi manera. ...
En la línea 1838
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... A nuestro paso, como una bandada de chochas en una laguna, levantaban el «vuelo» unos curiosos peces del género de los monópteros, sin otra aleta que la de la cola. Reconocí al javanés, verdadera serpiente de unos ocho decímetros de longitud, de vientre lívido, al que se le confundiría fácilmente con el congrio de no ser por las rayas doradas de sus flancos. En el género de los estromateos, cuyo cuerpo es ovalado y muy comprimido, vi fiatolas de brillantes colores y con una aleta dorsal como una hoz, peces comestibles que una vez secos y puestos en adobo sirven para la preparación de un plato excelente llamado karawade; «tranquebars», pertenecientes al género de los apsiforoides, con el cuerpo recubierto de una coraza escamosa dividida en ocho partes longitudinales. ...
En la línea 200
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... La situación y la influencia de Joe eran más débiles todavía, si tal cosa era posible, cuando había invitados que cuando estábamos solos. Pero a su modo, y siempre que le era dable, me consolaba y me ayudaba, y así lo hizo a la hora de comer, dándome salsa cuando la había. Y como aquel día abundaba, Joe me echó en el plato casi medio litro. ...
En la línea 213
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Por lo menos, en esta forma - dijo el señor Wopsle señalando el plato. ...
En la línea 1320
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Entonces Biddy me preguntó, mientras sostenía el plato de mi hermana: ...
En la línea 1394
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... - ¡Ah, pollo, poco te figurabas - dijo el señor Pumblechook apostrofando al ave que estaba en el plato -, poco te figurabas, cuando ibas por el corral, lo que te esperaba! Poco pensaste que llegarías a servir de alimento, bajo este humilde techo, a una persona que… , tal vez sea una debilidad-añadió el señor Pumblechook poniéndose en pie otra vez -, pero ¿me permite… ? ...
En la línea 336
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... En medio del cementerio se alzaba una iglesia de piedra, de cúpula verde. El niño la visitaba dos veces al año en compañía de su padre y de su madre para oír la misa que se celebraba por el descanso de su abuela, muerta hacía ya mucho tiempo y a la que no había conocido. La familia llevaba siempre, en un plato envuelto con una servilleta, el pastel de los muertos, sobre el que había una cruz formada con pasas. Raskolnikof adoraba esta iglesia, sus viejas imágenes desprovistas de adornos, y también a su viejo sacerdote de cabeza temblorosa. Cerca de la lápida de su abuela había una pequeña tumba, la de su hermano menor, muerto a los seis meses y del que no podía acordarse porque no lo había conocido. Si sabía que había tenido un hermano era porque se lo habían dicho. Y cada vez que iba al cementerio, se santiguaba piadosamente ante la pequeña tumba, se inclinaba con respeto y la besaba. ...
En la línea 571
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Sin embargo, poco a poco iban acudiendo a su mente otros pensamientos. Incluso llegó a caer en una especie de delirio. A veces se olvidaba de las cosas esenciales y fijaba su atención en los detalles más superfluos. Sin embargo, como dirigiera una mirada a la cocina y viese que debajo de un banco había un cubo con agua, se le ocurrió lavarse las manos y limpiar el hacha. Sus manos estaban manchadas de sangre, pegajosas. Introdujo el hacha en el cubo; después cogió un trozo de jabón que había en un plato agrietado sobre el alféizar de la ventana y se lavó. ...
En la línea 943
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raskolnikof, extenuado, volvió a echarse en el diván. Pero no consiguió dormirse. Habría transcurrido una media hora, y era presa de un horror que no había experimentado jamás, cuando, de pronto, se abrió la puerta y una luz iluminó el aposento. Apareció Nastasia con una bujía y un plato de sopa en las manos. La sirvienta lo miró atentamente y, una vez segura de que no estaba dormido, depositó la bujía en la mesa y luego fue dejando todo lo demás: el pan, la sal, la cuchara, el plato. ...
En la línea 943
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raskolnikof, extenuado, volvió a echarse en el diván. Pero no consiguió dormirse. Habría transcurrido una media hora, y era presa de un horror que no había experimentado jamás, cuando, de pronto, se abrió la puerta y una luz iluminó el aposento. Apareció Nastasia con una bujía y un plato de sopa en las manos. La sirvienta lo miró atentamente y, una vez segura de que no estaba dormido, depositó la bujía en la mesa y luego fue dejando todo lo demás: el pan, la sal, la cuchara, el plato. ...
En la línea 280
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Por la noche volvía cansado a la casa y comía su sopa sin decir una palabra. Mientras comía, su hermana a menudo le sacaba de su plato lo mejor de la comida, el pedazo de carne, la lonja de tocino, el cogollo de la col, para dárselo a alguno de sus hijos. El, sin dejar de comer, inclinado sobre la mesa, con la cabeza casi metida en la sopa, con sus largos cabellos esparcidos alrededor del plato, parecía que nada observaba; y la dejaba hacer. ...
En la línea 187
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Sentáronse a la mesa dispuesta para los viajeros, mesa trivial, sellada por la vulgar promiscuidad que en ella se establecía a todas horas; muy larga y cubierta de hule, y cercada como la gallina de sus polluelos, de otras mesitas chicas, con servicios de té, de café, de chocolate. Las tazas, vueltas boca abajo sobre los platillos, parecían esperar pacientes la mano piadosa que les restituyese su natural postura; los terrones de azúcar empilados en las salvillas de metal, remedaban materiales de construcción, bloques de mármol blanco desbastados para algún palacio liliputiense. Las teteras presentaban su vientre reluciente y las jarras de la leche sacaban el hocico como niños mal criados. La monotonía del prolongado salón abrumaba. Tarifas, mapas y anuncios, pendientes de las paredes, prestaban al lugar no sé qué perfiles de oficina. El fondo de la pieza ocupábalo un alto mostrador atestado de rimeros de platos, de grupos de cristalería recién lavada, de fruteros donde las pirámides de manzanas y peras pardeaban ante el verde fuerte del musgo. En la mesa principal, en dos floreros de azul porcelana, acababan de mustiarse lacias flores, rosas tardías, girasoles inodoros. Iban llegando y ocupando sus puestos los viajeros, contraído de tedio y de sueño el semblante, caladas las gorras de camino hasta las cejas los hombres, rebujadas las mujeres en toquillas de estambre, oculta la gentileza del talle por grises y largos impermeables, descompuesto el peinado, ajados los puños y cuellos. Lucía, risueña, con su ajustado casaquín, natural y sonrosada la color del semblante, descollaba entre todos, y dijérase que la luz amarillenta y cruda de los mecheros de gas se concentraba, proyectándose únicamente sobre su cabeza y dejando en turbia media tinta las de los demás comensales. Les trajeron la comida invariable de los fondines: sopa de hierbas, chuletas esparrilladas, secos alones de pollo, algún pescado recaliente, jamón frío en magrísimas lonjas, queso y frutas. Hizo Miranda poco gasto de manjares, despreciando cuanto le servían, y pidiendo imperativo y en voz bastante alta una botella de Jerez y otra de Burdeos, de que escanció a Lucía, explicándole las cualidades especiales de cada vino. Lucía comió vorazmente, soltando la rienda a su apetito impetuoso de niño en día de asueto. A cada nuevo plato, renovabásele el goce que los estómagos no estragados y hechos a alimentos sencillos hallan en la más leve novedad culinaria. Paladeó el Burdeos, dando con la lengua en el cielo de la boca, y jurando que olía y sabía como las violetas que le traía Vélez de Rada a veces. Miró al trasluz el líquido topacio del Jerez, y cerró los ojos al beberlo, afirmando que le cosquilleaba en la garganta. Pero su gran orgía, su fruto prohibido, fue el café. No acertaremos jamás los mínimos y escrupulosos cronistas del señor Joaquín el Leonés, cuál fuese la razón secreta y potísima que le llevó a vedar siempre a su hija el uso del café, cual si fuese emponzoñada droga o pernicioso filtro: caso tanto más extraño cuanto que ya sabemos la afición desmedida, el amor que al café profesaba nuestro buen colmenarista. Privada Lucía de gustar de la negra infusión, y no ignorante de los tragos que de ella se echaba su padre al cuerpo todos los días, dio en concebir que el tal brebaje era el mismo néctar, la propia ambrosía de los dioses, y sucedíale a veces decir a Rosarito o a Carmela: ...
En la línea 665
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Encogiose Artegui de hombros como aquel que se resigna, y tiró del cordón de la campanilla. Cuando un cuarto de hora después entró el camarero con la bandeja, ardía el fuego más que nunca claro y regocijado, y las dos butacas, colocadas a ambos lados de la chimenea, y el velador cubierto de níveo mantel, convidaban a la dulce intimidad del almuerzo. Brillaban las limpias copas, las garrafas, la salvilla, las vinagreras, el aro de plata del mostacero: los rábanos, nadando en fina concha de porcelana, parecían capullos de rosa; el lenguado frito presentaba su dorado lomo, donde se destacaba el oro pálido de las ruedas de limón, y el verde chamuscado de las ramas de perejil; los bisteques reposaban sangrientos en lago de liquida manteca; y en las transparentes copas de muselina destellaba el intenso granate del Borgoña y el rubio topacio del Chateau-Iquem. Al entrar y salir; al dejar cada plato, o recogerlo, reíase el camarero, para su sayo, de la enamorada pareja española, que quería habitación aparte, para luego almorzar así, mano a mano, al halago de la lumbre. A fuer de francés de raza, el sirviente aprovechaba la situación, subiendo el gasto. Había presentado a Artegui la lista de los vinos, y se permitía indicaciones y consejos. ...
En la línea 894
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Yo la miro poco -contestó Pilar-. No le doy ese plato de gusto. Sólo adopta esos ademanes teatrales para llamar la atención! ...
En la línea 916
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Era el Casino para Perico y Miranda, como para todos los ociosos de la colonia, casa y hogar durante la temporada termal. En conjunto el gran edificio se asemejaba a un concierto de voces que convidasen a la existencia rápida y fácil de nuestro siglo. El espacioso peristilo, la fachada principal con su vasta azotea, su jardinete reservado, donde vegetan en graciosas canastillas exóticas plantas, y sus ricos y caprichosos adornos renacientes de blanquísima sillería; las altas columnas de bruñido pórfido que el interior sustentan; las muelles butacas y los anchos divanes; los cupidillos traviesos (símbolo artístico de efímeros amores que suelen vivir el espacio de una quincena de aguas) que corren por la cornisa del gran salón de baile, o revolotean en el azul de los anchos recuadros del teatro; el oro prodigado en toques hábiles, como puntos de luz, o en luengos listones, como rayos de sol; las grandes ventanas de límpidos cristales, todo, en suma, ayudaba a la fantasía a representarse un templo ateniense, corregido y aumentado con los beneficios y goces de la civilización actual. Quien mirase el Casino por su fachada sur, podía ver desde luego el numen que allí recibía culto y sacrificios: la Ninfa de las aguas, inclinando la urna con graciosa actitud, mientras salen a sus pies de entre un cañaveral dos amorcillos, y uno de ellos, alzando una valva, recoge la sacra linfa que de la urna copiosamente fluye. Sacerdotes y flamines del templo de la Ninfa son los mozos del Casino, que a la menor señal, a un movimiento de labios, acuden tácitos y prontos con lo que se desea: cigarros, periódicos, papel, refrescos, hasta las aguas, que traen a escape, en un tanque vuelto boca abajo sobre un plato, a fin de que no pierdan su preciosa temperatura ni sus gases. ...

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