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La palabra pintores
Cómo se escribe

la palabra pintores

La palabra Pintores ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece pintores.

Estadisticas de la palabra pintores

Pintores es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 5281 según la RAE.

Pintores aparece de media 17.21 veces en cada libro en castellano.

Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la pintores en las obras de referencia de la RAE contandose 2616 apariciones .

Errores Ortográficos típicos con la palabra Pintores

Cómo se escribe pintores o pintorres?
Cómo se escribe pintores o pintorez?

Más información sobre la palabra Pintores en internet

Pintores en la RAE.
Pintores en Word Reference.
Pintores en la wikipedia.
Sinonimos de Pintores.

Algunas Frases de libros en las que aparece pintores

La palabra pintores puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 525
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Cerca de la puerta había algunos cuadros nuevos que eran copias no mal entendidas de pintores célebres. ...

En la línea 3532
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... También ellos eran pintores. ...

En la línea 5620
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Le faltaba el gusto de las artes plásticas; y, sin atreverse a decirlo, opinaba que los cuadros, aunque fuesen de grandes pintores, profanaban las iglesias. ...

En la línea 298
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Falto de dinero, licenciaba a cuantos escritores y artistas vivían a sueldo del Pontificado, y si retenía a algunos de los últimos, era para que trabajasen en cosas de la guerra. A los pintores y bordadores les encargaba estandartes. Los escultores tallaban pelotas de piedra para las bombardas. Enviaba exhortaciones a los reyes cristianos para que tomaran la cruz y marchasen contra los turcos. Exigía de los cleros de todos los países una contribución para el sostenimiento de dicha campaña… ...

En la línea 493
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Todas las piezas de la casa parecían salones de museo. No quedaba un palmo de pared limpio de adornos, y había que avanzar por los recovecos que formaban los muebles, excesivamente abundantes, casi aglomerados al azar de compras favorables. El comedor parecía revestido de escamas metálicas: tantos eran los platos dorados de Valencia y de Sevilla que ornaban sus muros. El gran salón recordaba al visitante los estudios de ciertos pintores románticos que hace medio siglo fabricaron enormes cuadros de Historia. El mismo amontonamiento híbrido de objetos vistosos e incoherentes. Hasta del techo pendían, como solemnes guiñapos, banderas agujereadas y polvorientas. ...

En la línea 640
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Rodrigo de Borja, uno de los más jóvenes, tenía delante a otros príncipes eclesiásticos de mayor edad, que le superaban en opulencia. El más famoso, Scarampo, almirante pontificio, era apodado el cardenal Lúculo por los derroches de su mesa. Al mismo tiempo que mantenía numerosos palacios y costosas amantes, daba protección al célebre francés Mantegna. Otro cardenal, el francés Guillermo de Estouteville, poseedor de incalculables rentas, vivía Igualmente como un príncipe seglar, con numerosos hijos, sin miedo a los escándalos que provocaba su vida licenciosa y pensionando también a pintores y escultores. ...

En la línea 650
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Solo comía en vajilla de oro; montaba los más valiosos corceles; su servidumbre vestía de seda y púrpura; iba a todas partes llevando un cortejo de poetas y pintores; daba la importancia de negocios de Estado a la organización en sus palacios y jardines de funciones teatrales y representaciones bélicas. «Quiso competir—dijo Platina, el humanista protegido por él y nombrado por Sixto IV bibliotecario del Vaticano—con todos los personajes antiguos en grandiosidad y magnificencia… , lo mismo en las cosas buenas que en los vicios.» ...

En la línea 1144
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La vanidad aumentó la turbación en que el bueno de Izquierdo estaba. Presunciones de gloria le pasaron con ráfagas de hoguera por la frente… Entrevió un porvenir brillante… ¡Él, retratado por los pintores!… ¡Y eso se pagaba! Y se ganaban cuartos por vestirse, ponerse y ¡ah!… Platón se miró en el vidrio del cuadro de las trenzas; pero no se veía bien… ...

En la línea 5374
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Con el cambio de vida y domicilio, reanudó la señora de Rubín algunas relaciones de familia que estaban absolutamente quebrantadas, siendo de notar entre ellas la de José Izquierdo, que, empezando por ir a cenar con su hermana y sobrina algunas noches, acabó, conforme a su genial parasitario, por estar allí todo el tiempo que tenía libre. Fortunata encontró a su tío transfigurado moralmente, con un reposo espiritual que nunca viera en él, suelto de palabra, curado de su loca ambición y de aquel negro pesimismo que le hacía renegar de su suerte a cada instante. El bueno de Platón, encontrando al fin el descanso de su vida vagabunda, se había sentado en una piedra del camino, a la sombra de frondoso árbol cargado de fruto (valga la figura) sin que nadie le disputase el hartarse de ella. No existía por aquel entonces en Madrid un modelo mejor, y los pintores se lo disputaban. Veíase Izquierdo acosado, requerido; recibía esquelas y recados a toda hora, y le desconsolaba el no tener tres o cuatro cuerpos para servir con ellos al arte. Ni había oficio en el mundo que más le cuadrase, porque aquello no era trabajar ¡qué demonio!, era retratarse, y el que trabajaba era el pintor, poniendo en él sus cinco sentidos y mirándole como se mira a una novia. En aquellos días de Febrero del 76, como se pusiera a hablar con su hermana y sobrina de las muchas obras que traía entre manos, no acababa. En tal estudio hacía de Pae Eterno, en el momento de estar fabricando la luz; en otro de Rey D. Jaime, a caballo, entrando en Valencia. Allí de Nabucodonosor andando a cuatro patas; aquí de un tío en pelota que le llaman Eneas, con su padre a la pela. «Pero lo mejor que estamos pintando ahora… y que lo vamos sacando de lo fino… , es aquel paso de Hernán-Cortés cuando manda dar fuego a las judías naves… ». Ganaba mi hombre todo lo que necesitaba, y era venturoso, y la sujeción del día la compensaba con las largas expansiones de charla y copas que se daba de noche en algún café, convidando a los amigos. A su sobrina le prestaba servicios, haciéndole cuantos encargos eran compatibles con sus tareas artísticas. Solía ella enviarle con algún mensaje a casa de su costurera, o se valía de él para recados y compras. Más de una vez le mandó a la gran tienda de Samaniego por tela o encajes para el ajuar que estaba haciendo; pero siempre le encargaba que no la descubriese allí, pues ya que Aurora no había ido a verla, lo que propiamente era una falta de educación, y hablando mal y pronto, una cochinada, no quería ella tampoco aparentar que solicitaba su amistad; y si razones tenía la Samaniega para retraerse, también ella las tenía para no rebajarse. «A fina me ganará; pero a orgullosa no». ...

En la línea 5490
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Rubín vio la cara del director como la del Padre Eterno que los pintores ponen entre nubes, esmaltadas de angelitos. ...

En la línea 644
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El encuentro parecía inevitable. Ya sólo les separaba un piso. Pero, de pronto… , ¡la salvación! Unos escalones más abajo, a su derecha, vio un piso abierto y vacío. Era el departamento del segundo, donde trabajaban los pintores. Como si lo hubiesen hecho adrede, acababan de salir. Seguramente fueron ellos los que bajaron la escalera corriendo y alborotando. Los techos estaban recién pintados. En medio de una de las habitaciones había todavía una cubeta, un bote de pintura y un pincel. Raskolnikof se introdujo en el piso furtivamente y se escondió en un rincón. Tuvo el tiempo justo. Los hombres estaban ya en el descansillo. No se detuvieron: siguieron subiendo hacia el cuarto sin dejar de hablar a voces. Raskolnikof esperó un momento. Después salió de puntillas y se lanzó velozmente escaleras abajo. ...

En la línea 1173
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »El departamento donde trabajaban los dos pintores está en el segundo piso y da a la misma escalera que las habitaciones de las victimas. ...

En la línea 1242
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Oye, escúchame con atención. El portero, Koch, Pestriakof, el segundo portero, la mujer del primero, otra mujer que estaba en aquel momento en la portería con la portera, el consejero Krukof, que acababa de bajar de un coche y entraba en la casa con una dama cogida a su brazo; todas estas personas, es decir, ocho, afirman que Nicolás tiró a Mitri al suelo y lo mantuvo debajo de él, golpeándole, mientras Mitri cogía a su camarada por el pelo y le devolvía los golpes con creces. Están ante la puerta y dificultan el paso. Se les insulta desde todas partes, y ellos, como dos chiquillos (éstas son las palabras de los testigos), gritan, disputan, lanzan carcajadas, se hacen guiños y se persiguen por la calle. Como verdaderos chiquillos, ¿comprendes? Ten en cuenta que arriba hay dos cadáveres que todavía conservan calor en el cuerpo; sí, calor; no estaban todavía fríos cuando los encontraron… Supongamos que los autores del crimen son los dos pintores, o que sólo lo ha cometido Nicolás, y que han robado, forzando la cerradura del arca, o simplemente participado en el robo. Ahora, admitido esto, permíteme una pregunta. ¿Se puede concebir la indiferencia, la tranquilidad de espíritu que demuestran esos gritos, esas risas, esa riña infantil en personas que acaban de cometer un crimen y están ante la misma casa en que lo han cometido? ¿Es esta conducta compatible con el hacha, la sangre, la astucia criminal y la prudencia que forzosamente han de acompañar a semejante acto? Cinco o diez minutos después de haber cometido el asesinato (no puede haber transcurrido más tiempo, ya que los cuerpos no se han enfriado todavía), salen del piso, dejando la puerta abierta y, aun sabiendo que sube gente a casa de la vieja, se ponen a juguetear ante la puerta de la casa, en vez de huir a toda prisa, y ríen y llaman la atención de la gente, cosa que confirman ocho testigos… ¡Qué absurdo! ...

En la línea 1248
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Desgraciadamente, nadie lo vio ‑repuso Rasumikhine, malhumorado‑. Ni siquiera Koch y Pestriakof los vieron al subir. Claro que su testimonio no valdría ya gran cosa. «Vimos ‑dicen‑ que el piso estaba abierto y nos pareció que trabajaban en él, pero no prestamos atención a este detalle y no podríamos decir si los pintores estaban o no allí en aquel momento.» ...


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