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La palabra oreja
Cómo se escribe

la palabra oreja

La palabra Oreja ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
La llamada de la selva de Jack London
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece oreja.

Estadisticas de la palabra oreja

Oreja es una de las palabras más utilizadas del castellano ya que se encuentra en el Top 5000, en el puesto 3183 según la RAE.

Oreja tienen una frecuencia media de 29.64 veces en cada libro en castellano

Esta clasificación se basa en la frecuencia de aparición de la oreja en 150 obras del castellano contandose 4506 apariciones en total.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Oreja

Cómo se escribe oreja o horeja?
Cómo se escribe oreja o orreja?
Cómo se escribe oreja o orega?

Más información sobre la palabra Oreja en internet

Oreja en la RAE.
Oreja en Word Reference.
Oreja en la wikipedia.
Sinonimos de Oreja.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece oreja

La palabra oreja puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1349
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... -¡Lladres! ¡Lladres! Y, lanzándoles este insulto, les tiraban de la oreja y se alejaban trotando, para retroceder un poco más allá y repetir las mismas palabras. ...

En la línea 1423
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... No sacó más que tres raspaduras y un corte en la oreja. ...

En la línea 2217
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y apenas se dijo esto, salió de entre las cañas una recta y fugaz lengua de fuego, una flecha roja, que, al disolverse, produjo un estampido, y algo pasó silbando junto a una oreja de Batiste. ...

En la línea 1437
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Fermín; paece que un demonio me sopla a la oreja las mayores barbaridades. Si tu padre no fuese mi padrino, y si tú, no fueses tú, hace días que habría matao a tu hermana, a María de la Lú. Te lo juro por esta, por mi mejor compañera, por la única herencia de mi padre. ...

En la línea 1721
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pero los hermanos eran duros de oreja, y seguían tirando. De pronto se inició en la turba el pavor de la fuga. Corrieron todos cuesta abajo, cobardes y valientes, empujándose unos a otros, atropellándose, como si les azotasen las espaldas aquellos disparos que seguían conmoviendo la plaza desierta. ...

En la línea 3130
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... D'Artagnan levantó las tres o cuatro baldosas que hacían de su ha bitación otra oreja de Dionisio, extendió un tapiz en el suelo, se puso de rodillas a hizo señas a la señora Bonacieux de inclinarse, como él hacía, hacia la abertura. ...

En la línea 4617
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Y además -continuó Aramis pellizcándose la oreja p ara volver la roja, de igual modo que agitaba las manos para volverlas blancas-, además he hecho cierto rondel que le comuniqué al señor Voiture el año pasado, y sobre el cual ese gran hombre me hizo mil cumplidos. ...

En la línea 7848
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Athos cogió de su cintura una pistola, miró si estaba bien cargada, la armó y acercó el cañón a la oreja de Grimaud. ...

En la línea 2933
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Apenas me sintió sobre las costillas, el animalito, que hasta entonces había estado inmóvil como una piedra, sin mostrar el menor deseo de cambiar de postura ni dar más señales de vida que revolver los ojos y enderezar una oreja, arrancó al galope tendido como un caballo de carreras. ...

En la línea 512
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y el primero que fue a descargar el golpe fue el colérico vizcaíno, el cual fue dado con tanta fuerza y tanta furia que, a no volvérsele la espada en el camino, aquel solo golpe fuera bastante para dar fin a su rigurosa contienda y a todas las aventuras de nuestro caballero; mas la buena suerte, que para mayores cosas le tenía guardado, torció la espada de su contrario, de modo que, aunque le acertó en el hombro izquierdo, no le hizo otro daño que desarmarle todo aquel lado, llevándole de camino gran parte de la celada, con la mitad de la oreja; que todo ello con espantosa ruina vino al suelo, dejándole muy maltrecho. ...

En la línea 521
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... A lo cual respondió don Quijote: -Advertid, hermano Sancho, que esta aventura y las a ésta semejantes no son aventuras de ínsulas, sino de encrucijadas, en las cuales no se gana otra cosa que sacar rota la cabeza o una oreja menos. ...

En la línea 529
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Lo que le ruego a vuestra merced es que se cure, que le va mucha sangre de esa oreja; que aquí traigo hilas y un poco de ungüento blanco en las alforjas. ...

En la línea 538
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... ¿Pues a qué aguarda vuestra merced a hacelle y a enseñármele? -Calla, amigo -respondió don Quijote-, que mayores secretos pienso enseñarte y mayores mercedes hacerte; y, por agora, curémonos, que la oreja me duele más de lo que yo quisiera. ...

En la línea 2264
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... enen, sin embargo, costumbres muy bonitas; por ejemplo: la de llevar una flor blanca o roja en la parte posterior de la cabeza, o en agujerito hecho en cada oreja ...

En la línea 397
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Tenía la boca muy grande, y al sonreír con propósito de agradar, los labios iban de oreja a oreja. ...

En la línea 477
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —No señor; ¡qué ahumado! —respondió el sabio, sonriendo de oreja a oreja —. ...

En la línea 477
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —No señor; ¡qué ahumado! —respondió el sabio, sonriendo de oreja a oreja —. ...

En la línea 619
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Encontrábase en la calle, por ejemplo, con Trifón Cármenes, el poeta de más alientos de Vetusta, el eterno vencedor en las justas incruentas, de la gaya ciencia; le llamaba con un dedo, acercaba su corva nariz a la ancha oreja del vate y decíale: —He visto aquello. ...

En la línea 671
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Durante tan larga espera se entretuvo escuchando, gracias a su aparato auditivo, los gritos y las canciones de los servidores, que se movían como insectos en el fondo de la Galería. Después que toda esta gente hubo comido cerca de las cocinas, el estrépito fue en aumento, cortándose de vez en cuando el vocerío de los pigmeos con las órdenes que gritaban sus diversos jefes. Al fin se cansó de este zumbido de colmena en desorden, y sacándose de la oreja el microfonito aparato, quedó envuelto en un dulce silencio, estremecido apenas por lejanos e indefinibles murmullos. ...

En la línea 773
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Viendo que Flimnap callaba, el gigante indicó con un gesto su deseo de saber algo más; pero el universitario se negó a seguir hablando si no se colocaba antes en una oreja aquel aparato que permitía oír las voces mas tenues. Temía contar a gritos la historia de las desgracias familiares de su poderoso jefe. Una indiscreción de tal clase aumentaría la frialdad que le mostraba Momaren después de lo ocurrido en la tarde anterior. ...

En la línea 1272
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Inclinándose hacia una oreja del gigante, murmuró los secretos del partido masculista con el fervor de un neófito convencido hasta el fanatismo de la bondad de la causa que acaba de abrazar. ...

En la línea 1905
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pero una de aquellas señoras creía que era pecado mortal no indicar algo a doña Lupe, porque esta al fin lo tenía que saber, y más valía prepararla para tan tremendo golpe. ¡Pobre señora! Era un dolor verla con aquella tranquilidad, tan ajena a la deshonra que la amenazaba. Total, que la noticia llegó a la sutil oreja de doña Lupe a los tres días de haber salido del labio tímido de Rubinius vulgaris. ...

En la línea 2325
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —¿No te acuerdas? El día que estuviste tú, el día en que te conocí… Paices boba. Yo me lié con la Visitación, que me robó un pañuelo, la muy ladrona sinvergüenza. Le metí mano, y… ¡ras!, le trinqué la oreja y me quedé con el pendiente en la mano, partiéndole el pulpejo… por poco me traigo media cara. Ella me mordió un brazo, mira… todavía está aquí la señal; pero yo le dejé sellaíto un ojo… todavía no lo ha abierto, y le saqué una tira de pellejo ¡ras!, desde semejante parte, aquí por la sien… hasta la barba. Si no nos apartan, si no me coges tú a mí por la cintura, y Paca a ella, la reviento… creételo. ...

En la línea 2700
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Doña Lupe dejó las ociosas plumas a las cinco de la mañana cuando aún no era de día, y arrancó de la cama a Papitos, tirándole de una oreja, para que encendiera la lumbre. ¡Flojita tarea la de aquel día; un almuerzo para doce personas! Llamó a Fortunata para que se fuera arreglando, y acordaron dejar dormir a Maxi hasta la hora precisa, porque los madrugones le sentaban mal. Dio varias disposiciones a la novia para que trabajara en la cocina, y se fue a la compra con Papitos, llevando el cesto más grande que en la casa había. ...

En la línea 3147
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Feijoo se arrimaba a él y le daba conversación, por lástima, animándole y procurando distraerle de su tema; pero Ramsés II, cuyo verdadero nombre era Villaamil, no tenía más consuelo que aplicar su oreja seca y amarilla a la conversación, por si escuchaba algo de crisis o de trifulca próxima que diese patas arriba con todo. Lo que él quería era que se armase gorda, pero muy gorda, a ver si… ...

En la línea 788
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –A algunos, sí. Sobre todo a los recién llegados, tales como mendigos hambrientos y sin hogar, que vagaban por el mundo porque les quitaron las tierras para convertirlas en dehesas para ovejas. Se dedicaron a pedir limosna y fueron azotados, amarrándolos a una carreta, desnudos de la cintura arriba, hasta manarles la sangre. Luego volvieron a mendigar, los azotaron otra vez y les cortaron una oreja. Mendigaron por tercera vez –¿qué iban a hacer los pobres diablos? y fueron marcados en las mejillas con hierro candente y luego vendidos como esclavos. Se escaparon, los pescaron y los ahorcaron. La historia terminó pronto. Otros han escapado, menos mal. Venid aquí, Yokel, Burns y Hodge… ., enseñad vuestros adornos. ...

En la línea 789
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Avanzaron los aludidos, se quitaron los harapos y dejaron al descubierto las espaldas, cruzadas de antiguas costuras dejadas por el látigo. Uno se levantó el pelo y enseñó en donde antaño tuvo la oreja izquierda; otro enseñó una marca en el hombro, la letra V, y una oreja mutilada. El tercero dijo: ...

En la línea 789
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Avanzaron los aludidos, se quitaron los harapos y dejaron al descubierto las espaldas, cruzadas de antiguas costuras dejadas por el látigo. Uno se levantó el pelo y enseñó en donde antaño tuvo la oreja izquierda; otro enseñó una marca en el hombro, la letra V, y una oreja mutilada. El tercero dijo: ...

En la línea 2290
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Regresé a mi camarote. Me vestí con la casaca de biso forrada de piel de foca y el gorro de piel de nutria y me puse las botas de mar. Ya dispuesto, esperé. Tan sólo el rumor de la hélice rompía el profundo silencio que reinaba a bordo. Yo tendía la oreja, a la escucha, al acecho de alguna voz que pudiera indicar el descubrimiento del plan de evasión de Ned Land. Me sobrecogía una inquietud mortal. En vano trataba de recuperar mi sangre fría. ...

En la línea 4789
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Ya comprendo. He oído decir que eran ustedes amigos. Pues bien, ya no está aquí. Desde anteayer nos vemos privados de sus servicios. Discutió con nosotros y estuvo bastante grosero. Habíamos fundado ciertas esperanzas en él, pero ¡vaya usted a entenderse con nuestra brillante juventud! Se le ha metido en la cabeza presentarse a unos exámenes sólo para poder darse importancia. No tiene nada en común con usted ni con su amigo el señor Rasumikhine. Ustedes viven para la ciencia, y los reveses no pueden abatirlos. Las diversiones no son nada para ustedes. Nihil esi, como dicen. Ustedes llevan una vida austera, monástica, y un libro, una pluma en la oreja, una indagación científica, bastan para hacerlos felices. Incluso yo, hasta cierto punto… ¿Ha leído usted las Memorias de Livingstone? ...

En la línea 281
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Thornton se arrodilló al lado de Buck. Le cogió la cabeza con ambas manos y arrimó su mejilla a la del animal. No se la sacudió juguetonamente, como solía, ni murmuró en su oreja palabrotas de afecto, sino que susurró: ...


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