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La palabra muerto
Cómo se escribe

la palabra muerto

La palabra Muerto ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
El cuervo de Leopoldo Alias Clarín
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
La llamada de la selva de Jack London
Amnesia de Amado Nervo
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece muerto.

Estadisticas de la palabra muerto

La palabra muerto es una de las palabras más comunes del idioma Español, estando en la posición 929 según la RAE.

Muerto es una palabra muy común y se encuentra en el Top 500 con una frecuencia media de 97.47 veces en cada obra en castellano

El puesto de esta palabra se basa en la frecuencia de aparición de la muerto en 150 obras del castellano contandose 14816 apariciones en total.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Muerto

Cómo se escribe muerto o muerrto?

Más información sobre la palabra Muerto en internet

Muerto en la RAE.
Muerto en Word Reference.
Muerto en la wikipedia.
Sinonimos de Muerto.


El Español es una gran familia

Algunas Frases de libros en las que aparece muerto

La palabra muerto puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1134
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Era un infeliz, un muerto de hambre; pero muy honrado e incapaz de emparentar con una familia de ladrones. ...

En la línea 1275
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Yo tenía dieciocho años, un morrión con un águila de cobre, que le quité a un muerto, y un fusil más grande que yo. ...

En la línea 1411
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¡Señor, que le engañasen sus presentimientos de madre dolorosa; que fuese sólo este sufrido animal el que se iba; que no se llevase sobre sus lomos al pobre chiquitín camino del Cielo, como en otros tiempos le llevaba por las sendas de la huerta agarrado a sus crines, a paso lento, para no derribarlo! Y el pobre Batiste, con el pensamiento ocupado por tantas desgracias, barajando en su imaginación el niño enfermo, el caballo muerto, el hijo descalabrado y la hija con su reconcentrado pesar, llegó a los arrabales de la ciudad y pasó el puente de Serranos. ...

En la línea 1546
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Decididamente, gustaba a todos este nuevo individuo de la familia, que hocicaba el pesebre con extrañeza, como si encontrase en él algún lejano olor de compañero muerto. ...

En la línea 130
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --¡Tu padre!--exclamó don Pablo.--¡Un bobalicón que nunca aprenderá a vivir!... ¡Que nadie le toque a su antiguo cabecilla! Y yo le preguntaría qué sacó de ir por los montes y por las calles de Cádiz disparando tiros por su República Federal y su don Fernando. Si mi padre no le hubiese apreciado por su sencillez y hombría de bien, seguramente que habría muerto de hambre, y tú, en vez de ser un señorito, estarías cavando en las viñas. ...

En la línea 210
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Al recobrar la libertad, la vida le pareció en Jerez más triste y desesperada que en el presidio. La _pobre mártir_ había muerto durante su ausencia, dejando en poder de unos parientes sus dos hijos, Ferminillo y María de la Luz. El trabajo escaseaba; había sobra de brazos, era reciente la indignación contra los _petroleros_ perturbadores del país; los Borbones acababan de volver, y los ricos temían dar entrada en sus fincas a los que habían visto antes con el fusil en la mano, tratándoles de igual a igual, con gestos amenazadores. ...

En la línea 211
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El señor Fermín, para que no le viesen llegar con las manos vacías los parientes pobres que cuidaban de sus pequeñuelos, se dedicó al contrabando. Su compadre Paco el de Algar, que había ido con él en las partidas, conocía el oficio. Entre los dos existía el parentesco de la pila bautismal, el compadrazgo, más sagrado entre la gente del campo que la comunidad de sangre. Fermín era el padrino de Rafaelillo, único hijo del señor Paco, al cual también se le había muerto la mujer durante la época de persecuciones y presidio. ...

En la línea 215
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Temblaban de miedo al entrar en ciertas gargantas en cuya oscuridad brillaba el fogonazo y silbaba la bala, al no obedecer ellos al ¡boca abajo! de los guardias emboscados. Algunos compañeros habían muerto en estos malos pasos. Además, los enemigos se vengaban de las largas esperas al acecho y de la inquietud que les inspiraban los caballistas, dando tremendas palizas a los de a pie. Más de una vez se rasgaba el silencio nocturno de la sierra con los alaridos de dolor que arrancaban los bárbaros culatazos dados al azar, en la oscuridad, lejos de toda vivienda, lejos de toda ley, en una soledad salvaje... ...

En la línea 184
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... El secreto está en moverlos como si fueran cuerpo muerto, en cuanto a lo de no contar con su ayuda, y en cuanto a lo de moverlos con cierto respetillo que inspira la muerte. ...

En la línea 218
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Los del dolor físico, los que se separaban a la fuerza del muerto, eran pedazos de las entrañas arrancados recientemente del difunto; padres, hijos, esposos, llevaban todavía en el cuerpo señales de la fractura, parecían cachos del otro, daban tristeza; no, no era ésta todavía ocasión de estar a su lado, tranquilo. ...

En la línea 223
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Y la levita y el chal, por esta parte, y las paletadas de cal y tierra, por la parte del muerto, los iba separando, separando. ...

En la línea 256
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... La viuda joven y de buen ver era el caso que Cuervo prefería para ir presentando la guerra al muerto. ...

En la línea 410
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... En cuanto a Athos, lo creyeron muerto, y lo dejaron tranquilamente en el campo de batalla, pensando que no valía la pena llevarlo. ...

En la línea 432
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... En el mismo instante, Athos, que había reunido todas sus fuerzas para luchar contra el dolor, vencido al fin por él, cayó al suelo co mo si estuviese muerto. ...

En la línea 669
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Los dos jóvenes se saludaron, l uego Aramis se alejó remontando la calle que subía alLuxemburgo, mientras D'Artagnan, viendo que la hora avanzaba, tomaba el camino de los Carmelitas Descalzos, di ciendo para sí:-Decididamente, no puedo librarme; pero por lo menos, si soy muerto, seré muerto por un mosquetero. ...

En la línea 669
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Los dos jóvenes se saludaron, l uego Aramis se alejó remontando la calle que subía alLuxemburgo, mientras D'Artagnan, viendo que la hora avanzaba, tomaba el camino de los Carmelitas Descalzos, di ciendo para sí:-Decididamente, no puedo librarme; pero por lo menos, si soy muerto, seré muerto por un mosquetero. ...

En la línea 167
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Cuando volvieron, a las pocas horas, se lo encontraron muerto. ...

En la línea 693
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Los vapores del alcohol comenzaron a disiparse en el cerebro del cochero; entonces, cruzando las manos, exclamó: «Virgen bendita, ¿qué va a ser de mí? ¿Cómo voy a ganarme la vida? ¿Dónde podré hacerme con otra mula? Mi mula, mi mejor mula, se ha matado; se ha caído al suelo y se ha muerto de repente. ...

En la línea 694
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... He visto muchos animales en los países donde he vivido, pero una mula como ésta, no la he visto nunca; ¡y se ha matado! ¡Mi mula se ha matado! Se ha caído y se ha muerto de repente.» En este tono continuó durante mucho rato, y sus lamentaciones tenían siempre el mismo estribillo: «Mi mula se ha matado; se ha caído y se ha muerto de repente.» Al cabo, quitó la collera a la mula muerta y se la puso a la otra, metiéndola con algún trabajo en varas. ...

En la línea 694
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... He visto muchos animales en los países donde he vivido, pero una mula como ésta, no la he visto nunca; ¡y se ha matado! ¡Mi mula se ha matado! Se ha caído y se ha muerto de repente.» En este tono continuó durante mucho rato, y sus lamentaciones tenían siempre el mismo estribillo: «Mi mula se ha matado; se ha caído y se ha muerto de repente.» Al cabo, quitó la collera a la mula muerta y se la puso a la otra, metiéndola con algún trabajo en varas. ...

En la línea 213
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... El labrador, que vio sobre sí aquella figura llena de armas blandiendo la lanza sobre su rostro, túvose por muerto, y con buenas palabras respondió: -Señor caballero, este muchacho que estoy castigando es un mi criado, que me sirve de guardar una manada de ovejas que tengo en estos contornos, el cual es tan descuidado, que cada día me falta una; y, porque castigo su descuido, o bellaquería, dice que lo hago de miserable, por no pagalle la soldada que le debo, y en Dios y en mi ánima que miente. ...

En la línea 234
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, asiéndole del brazo, le tornó a atar a la encina, donde le dio tantos azotes, que le dejó por muerto. ...

En la línea 275
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... La sobrina decía lo mesmo, y aun decía más: -Sepa, señor maese Nicolás -que éste era el nombre del barbero-, que muchas veces le aconteció a mi señor tío estarse leyendo en estos desalmados libros de desventuras dos días con sus noches, al cabo de los cuales, arrojaba el libro de las manos, y ponía mano a la espada y andaba a cuchilladas con las paredes; y cuando estaba muy cansado, decía que había muerto a cuatro gigantes como cuatro torres, y el sudor que sudaba del cansancio decía que era sangre de las feridas que había recebido en la batalla; y bebíase luego un gran jarro de agua fría, y quedaba sano y sosegado, diciendo que aquella agua era una preciosísima bebida que le había traído el sabio Esquife, un grande encantador y amigo suyo. ...

En la línea 462
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, sin esperar más respuesta, picó a Rocinante y, la lanza baja, arremetió contra el primero fraile, con tanta furia y denuedo que, si el fraile no se dejara caer de la mula, él le hiciera venir al suelo mal de su grado, y aun malferido, si no cayera muerto. ...

En la línea 192
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Estas ranuras provienen evidentemente de la compresión ejercida por la arena circundante sobre el tubo, mientras éste se hallaba aún blando, a consecuencia de los efectos del calor intenso. A juzgar por los fragmentos no comprimidos, la chispa debía tener un diámetro (si así puede decirse) de 1/4 pulgada. Los señores Hachette y 10 Geolog. Trans., tomo II, pág. 528. El Dr. Prietsley descubrió en las Philosoph. Tran . (1790, pág. 294) algunos tubos silíceos imperfectos y una piedra de cuarzo fundido encontrados en el suelo, debajo de un árbol, donde un hombre había sido muerto por el rayo. ...

En la línea 240
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Empleando estos medios, adoptando el traje y las maneras de los gauchos, es como el general Rosas ha adquirido una popularidad sin límites en el país y luego un poder despótico. Un negociante inglés me ha asegurado que un hombre detenido por haber muerto a otro, cuando le interrogaron acerca del móvil de su crimen, respondió: «Le he matado porque habló con insolencia del general Rosas». Al cabo de una semana pusieron en libertad al asesino. Quiero suponer que este sobreseimiento fue ordenado por los amigos del general y no por el mismo Rosas. ...

En la línea 248
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... La parte del puerto donde el Beagle debía anclar estaba a 25 millas de distancia; el comandante de la plaza me concede un guía y caballos para ir a ver si ha llegado. Al abandonar la llanura de verde césped que se extiende por las márgenes de un riachuelo, entramos bien pronto en un vasto llano donde sólo vemos arenas, charcas saladas o barro. Algunos matorrales achaparrados brotan acá y allá; en otros sitios el suelo está cubierto de esas plantas vigorosas que sólo alcanzan todo su desarrollo donde abunda la sal. Por árido que sea el país, hallamos bastantes avestruces, ciervos, agutís y armadillos. Mi guía me refiere que dos meses antes estuvo a punto de ser muerto. ...

En la línea 281
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 5 El peso de un elefante muerto en Exeter-Change se estimó (sólo fue pesada una parte de él) en 5 1/2 toneladas (5.582 kg). La hembra del elefante me han dicho que pesaba una tonelada (1.015 kilos) menos. Por lo tanto, debemos inferir de esto, que un elefante llegado a su completo crecimiento pesa, por término medio, 5 toneladas (5.075 kilos). En los Surreg Gardens me han dicho que un hipopótamo remitido a Inglátera pesaba, después de descuartizado, 3 1/2 toneladas (3.552 kilos); pongamos 3 toneladas (3.045 kilos). Asentado esto, podemos atribuir un peso de 3 1/2 toneladas a cada uno de los cinco rinocerontes (3.552 kilos); una tonelada (1.105 kilos) a la jirafa, y media tonelada (507 kilos) al Bos cofer, así como al danta. Con arreglo a esta estimación, se llega a 2 7/10 (2.740 kilos) como peso medio para cada uno de los diez mayores animales herbívoros de Africa meridional. En cuanto a la América del Sur, si se conceden 1.200 libras (544 kilos) a los tapires tomados en junto, 550 libras (249 kilos) al guanaco y a la vicuña, 500 libras (227 kilos) a tres ciervos, 300 libras (135 kilos) al capibara, al pecán y a un mono, se llega a un promedio de 250 libras (113 kilos), lo cual es exagerado. Por tanto, la proporción sería como 6.048 = 250 ó 24 = 1, para los diez animales más grandes de ambos continentes. ...

En la línea 1313
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La nobleza vetustense opinó que muerto el perro no se acabase la rabia; que la muerte providencial de la modista no era motivo suficiente para hacer las paces con el infame don Carlos ni para enterarse de la suerte de su hija. ...

En la línea 1582
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y muerto de risa decía: —Pero hombre, buena Batrania te dé Dios; ¿dónde ha leído eso el señor Ozores? El capellán no era un San Agustín —pensaba Anita —; no, porque San Agustín no bebería sidra ni refutaría tan mal argumentos como los de su padre. ...

En la línea 1663
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Había muerto don Carlos de repente, de noche, sin confesión, sin ningún sacramento. ...

En la línea 2721
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —¿Pero qué cuestión? —¡Esa! Joaquinito volvió a encogerse de hombros, pálido como un muerto. ...

En la línea 42
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Rosaura, más tenaz en sus desvíos, lo trataba fríamente, esforzándose por hacer ver a todos que este hombre sólo era ya para ella uno de tantos visitantes. El pasado estaba muerto y bien muerto. Borja, en cambio, sentíase atraído por el irresistible agradador. Si su nombre le infundía celos, su presencia real no despertaba en su ánimo ninguna desconfianza, y hasta le inspiraba cierta conmiseración simpática. ...

En la línea 135
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Don Baltasar ponía la cara triste. Ramona había muerto ocho años antes. Las dos mujeres que ahora cuidaban de él no habían conocido a Claudio. Eran a modo de extranjeras dentro de aquella casa de tres siglos, con un escudo sobre su puerta cuyos cuarteles estaban borrosos por las roeduras del tiempo y semejaban una piedra informe extraída del fondo de un río. ...

En la línea 280
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Para el populacho de Roma, la elección de un Pontífice era pretexto de motines, diversiones brutales y saqueos, Entre dos Papados, la ciudad vivía un período anárquico, negando obediencia a las autoridades del Pontífice muerto y aprovechándose de la incertidumbre y desorientación de las autoridades recién nombradas. ...

En la línea 346
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Durante el Pontificado de su tío dio poco que hablar el futuro Alejandro VI por sus malas costumbres. Esto lo reconocen sus más enconados enemigos- Se dedicó únicamente a los asuntos públicos, con una gravedad Impropia de sus pocos años. Fue después de muerto Calixto III cuando Pío II (el célebre humanista Eneas Silvio) tuvo que reprenderle bondadosamente por primera vez, a causa de las fiestas que dio a las damas de Siena en los jardines de un amigo. ...

En la línea 407
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El emperador murió a los pocos años en este destierro de un modo oscuro. Aun vivían las familias de los catorce o quince millones de seres que habían muerto a causa de sus guerras y sus ambiciones. Luego, con el transcurso de los años, el vulgo, que necesita para vivir el culto de los héroes y cuando no los tiene los inventa, ha glorificado a Eulame, convirtiendo sus matanzas en hazañas gloriosas y dando un carácter casi divino a su recuerdo. ...

En la línea 451
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Gracias a los 'rayos negros', en unas cuantas horas se cambio el orden de la vida, y el Comité vencedor se instaló en el antiguo palacio imperial, decretando que había muerto para siempre el gobierno de los varones. ...

En la línea 512
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Hasta hay jóvenes que escriben, usurpando la pluma a las mujeres. Esto indigna a nuestros venerables personajes del tiempo de la Verdadera Revolución que aún no han muerto, los cuales son partidarios del método antiguo y proclaman la necesidad de que el hombre, para ser virtuoso, debe vivir metido en su casa y no saber leer. ...

En la línea 780
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Debe haber muerto hace tiempo; nadie ha sabido más de el. Pero el ilustre Momaren quedó herido para siempre después de esta traición, y muy pocos le han visto sonreír. ...

En la línea 349
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «¡Y yo tan estúpido que no conocí tu mérito!, ¡yo que te estaba mirando todos los días, como mira el burro la flor sin atreverse a comérsela! ¡Y me comí el cardo!… ¡Oh!, perdón, perdón… Estaba ciego, encanallado; era yo muy cañí… esto quiere decir gitano, vida mía. El vicio y la grosería habían puesto una costra en mi corazón… llamémosle garlochín… Jacintilla, no me mires así. Esto que te digo es la pura verdad. Si te miento, que me quede muerto ahora mismo. Todas mis faltas las veo claras esta noche. No sé lo que me pasa; estoy como inspirado… tengo más espíritu, créetelo… te quiero más, cielito, paloma, y te voy a hacer un altar de oro para adorarte». ...

En la línea 424
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... El comedor era interior, con tres ventanas al patio, su gran mesa y aparadores de nogal llenos de finísima loza de China, la consabida sillería de cuero claveteado, y en las paredes papel imitando roble, listones claveteados también, y los bodegones al óleo, no malos, con la invariable raja de sandía, el conejo muerto y unas ruedas de merluza que de tan bien pintadas parecía que olían mal. Asimismo era interior el despacho de D. Baldomero. ...

En la línea 919
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Es la que se dice: 'no se acuerdan del judío escalón dimpués que están parriba… '. Dimpués me casé y juimos viviendo tal cual. Pero cuando vino la judía Repóblica, se me había muerto mi Dimetria, y yo no tenía que comer; me jui a ver al señor de Pi, y le dije, digo: 'Señor de Pi, aquí vengo sobre una colocación… '. ¡Pa chasco! A cuenta de que el hombre me debía de tener tirria, porque se remontó y dijo que él no tenía colocaciones. ¡Y un judío portero me puso en la calle! ¡Re-contra-hostia!, ¡si viviera Calvo Asensio!, aquel sí era un endivido que sabía las comenencias, y el tratamiento de las personas verídicas. ¡Vaya un amigo que me perdí! Toda la Inclusa era nuestra, y en tiempo leitoral, ni Dios nos tosía, ni Dios, ¡hostia!… ¡Aquél sí, aquél sí!… A cuenta que me cogía del brazo y nos entrábamos en un café, o en la taberna a tomar una angelita… porque era muy llano y más liberal que la Virgen Santísima. ¿Pero estos de ahora?… es la que dice; ni liberales ni repoblicanos, ni na. Mirosté a ese Pi… un mequetrefe. ¿Y Castelar?, otro mequetrefe. ¿Y Salmerón?, otro mequetrefe. ¿Roque Barcia?, mismamente. Luego, si es caso, vendrán a pedir que les ayudemos, ¿pero yo… ? No me pienso menear; basta de yeciones. Si se junde la Repóblica que se junda, y si se junde el judío pueblo, que se junda también». ...

En la línea 953
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Así, así… muertos los dos… charco de sangre… yo vengado, mi honra la… la… vadita» murmuraba él dando golpes cada vez más flojos, y al fin se desplomó sobre el jergón boca abajo. Las piernas colgaban fuera, la cara se oprimía contra la almohada, y en tal postura rumiaba expresiones oscuras que se apagaban resolviéndose en ronquidos. Nicanora le volvió cara arriba para que respirase bien, le puso las piernas dentro de la cama, manejándole como a un muerto, y le quitó de la mano el palo. Arreglole las almohadas y le aflojó la ropa. Había entrado en el segundo periodo, que era el comático, y aunque seguía delirando, no movía ni un dedo, y apretaba fuertemente los párpados, temeroso de la luz. Dormía la mona de carne. ...

En la línea 405
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Tan pronto Miles Hendon y el príncipe niño se vieron lejos de la turba, se encaminaron hacia el río por callejuelas y veredas angostas. No hallaron obstáculo en su camino hasta que llegaron cerca del Puente de Londres; pero entonces se toparon de nuevo con la muchedumbre, sin haber soltado aún Hendon la muñeca del príncipe, es decir, del rey. Ya había trascendido la terrible noticia, que Eduardo supo a un tiempo por miles de voces: 'El rey ha muerto.' Esta nueva estremeció el corazón del pobre niño abandonado y le hizo temblar de pies a cabeza. Comprendiendo la enormidad de su pérdida, se sintió invadido por amargo dolor, porque el inflexible tirano que tanto terror ocasionaba a los demás había sido siempre dulce con él. Asomaron las lágrimas a sus ojos y le borraron la visión de todos los objetos. Por un instante se sintió la más infeliz, abandonada y desamparada de las criaturas de Dios. Después otro grito estremeció la noche en muchas millas a la redonda: '¡Viva el rey Eduardo VI!', y esto hizo centellear los ojos del niño y le estremeció de orgullo hasta las yemas de los dedos. ...

En la línea 523
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... ¡El rey ha muerto! ¡Viva el rey! ...

En la línea 742
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Corrió Miles Hendon hacia el final del puente por el lado de Southwark, con los ojos muy vivos en busca de las personas que perseguía, con la esperanza de alcanzarlas de un momento a otro; pero en esto se llevó un chasco. A fuerza de preguntar, pudo seguir sus huellas parte del camino al través de Southwark, pero allí cesaba toda traza, y el soldado quedó perplejo en cuanto a lo que debía de hacer. No obstante, continuó lo mejor que pudo sus esfuerzos durante el resto del día. Al caer la noche se encontró rendido de piernas, medio muerto de hambre y con su deseo más lejos que nunca de verse realizado. Así pues, cenó en la posada del Tabardo y se fue a la cama, resuelto a salir muy de mañana y registrar de arriba abajo la ciudad. Cuando estaba acostado pensando y planeando, comenzó de pronto a razonar de la siguiente manera: ...

En la línea 759
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –No me perturbes con esos acertijos. Mi madre ha muerto. Mis hermanas están en palacio. ...

En la línea 608
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Bueno, las cosas más fríamente. Nunca me pude imaginar que le daría tan fuerte, porque me dio usted miedo cuando entré aquí; parecía un muerto. ...

En la línea 609
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Y más muerto que vivo estaba, créamelo. ...

En la línea 858
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –En efecto, porque no hay solterón más solterón y recalcitrante que el casado sin hijos. Una vez, para suplir la falta de hijos, que al fin y al cabo ni en mí había muerto el sentimiento de la paternidad ni menos el de la maternidad en ella, adoptamos, o si quieres prohijamos, un perro; pero al verle un día morir a nuestra vista, porque se le atravesó un hueso en la garganta, y ver aquellos ojos húmedos que parecían suplicarnos vida, nos entró una pena y un horror tal que no quisimos más perros ni cosa viva. Y nos contentamos con unas muñecas, unas grandes peponas, que son las que has visto en casa, y que mi Elena viste y desnuda. ...

En la línea 1059
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –¡Valiente carcamal se lleva la que haya cargado con él! –Pero lo estupendo es su manera de casarse. Entérate y vé tomando notas. Ya sabrás que don Eloíno Rodríguez de Alburquerque y Álvarez de Castro, a pesar de sus apellidos, apenas si tiene sobre qué caerse muerto ni más que su sueldo en Hacienda, y que está, además, completamente averiado de salud. ...

En la línea 151
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Sabau! —llamó en seguida Sandokán—. Como fuiste el primero en saltar al junco detrás de mí, cuando haya muerto Patán tú le sucederás en el mando. ...

En la línea 220
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Patán y Giro Batol han muerto —le dijo—. Ahora a ti te corresponde el mando y yo te lo doy. ...

En la línea 276
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Corrió por diez o quince minutos, despertando con sus gritos los ecos de los bosques tenebrosos, pero al cabo se detuvo anhelante y medio muerto. Cayó, rodando por el suelo. Por todas partes veía enemigos. Presa de un espantoso delirio, Sandokán caía y se levantaba, y volvía a caer. ...

En la línea 378
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... ¿Qué le importaba que en Mompracem lo lloraran por muerto? ¿Qué le importaba su fiel Yáñez, cuando Mariana comenzaba a corresponderle? ¿Qué le importaba no experimentar las emociones terribles de las batallas, si ella le hacía sentir emociones mucho más sublimes? ¿Qué le importaba que lo descubrieran y que lo mataran, si todavía respiraba el mismo aire que respiraba Mariana? ...

En la línea 525
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... La ira del canadiense fue creciendo durante las dos horas siguientes. Ned Land llamaba y gritaba, pero en vano. Sordas eran las paredes de acero. Yo no oía el menor ruido en el interior del barco, que parecía muerto. No se movía, pues de hacerlo hubiera sentido los estremecimientos del casco bajo la impulsión de la hélice. Sumergido sin duda en los abismos de las aguas, no pertenecía ya a la tierra. El silencio era espantoso. No me atrevía a estimar la duración de nuestro abandono, de nuestro aislamiento en el fondo de aquella celda. Las esperanzas que me había hecho concebir nuestra entrevista con el comandante iban disipándose poco a poco. La dulzura de la mirada de aquel hombre, la expresión generosa de su fisonomía, la nobleza de su porte, iban desapareciendo de mi memoria. Volvía a ver al enigmático personaje, sí, pero tal como debía ser, necesariamente implacable y cruel. Me lo imaginaba fuera de la humanidad, inaccesible a todo sentimiento de piedad, un implacable enemigo de sus semejantes, a los que debía profesar un odio imperecedero. ...

En la línea 640
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Un aficionado, nada más, señor. En otro tiempo gustaba yo de coleccionar estas bellas obras creadas por la mano del hombre. Era yo un ávido coleccionista, un infatigable buscador, y así pude reunir algunos objetos inapreciables. Estos son mis últimos recuerdos de esta tierra que ha muerto para mí. A mis ojos, sus artistas modernos ya son antiguos, ya tienen dos o tres mil años de existencia, y los confundo en mi mente. Los maestros no tienen edad. ...

En la línea 642
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Estos músicos -respondió el capitán Nemo -son contemporáneos de Orfeo, pues las diferencias cronológicas se borran en la memoria de los muertos, y yo estoy muerto, señor profesor, tan muerto como aquéllos de sus amigos que descansan a seis pies bajo tierra. ...

En la línea 642
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Estos músicos -respondió el capitán Nemo -son contemporáneos de Orfeo, pues las diferencias cronológicas se borran en la memoria de los muertos, y yo estoy muerto, señor profesor, tan muerto como aquéllos de sus amigos que descansan a seis pies bajo tierra. ...

En la línea 302
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Mire - dijo mi penado al sargento -. Yo solo, sin ayuda de nadie, me escapé del pontón. De igual modo podía haber huido por este marjal… Mire mi pierna. Ya no verá usted ninguna argolla de hierro. Y me habría marchado de no haber descubierto que también él estaba aquí. ¿Dejarlo libre? ¿Dejarle que se aprovechara de los medios que me permitieron huir? ¿Permitirle que otra vez me hiciera servir de instrumento? No; de ningún modo. Si me hubiese muerto en el fondo de esta zanja - añadió señalándola enfáticamente con sus esposadas manos , si me hubiese muerto ahí, a pesar de todo le habría sujetado, para que ustedes lo encontrasen todavía agarrado por mis manos. ...

En la línea 302
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Mire - dijo mi penado al sargento -. Yo solo, sin ayuda de nadie, me escapé del pontón. De igual modo podía haber huido por este marjal… Mire mi pierna. Ya no verá usted ninguna argolla de hierro. Y me habría marchado de no haber descubierto que también él estaba aquí. ¿Dejarlo libre? ¿Dejarle que se aprovechara de los medios que me permitieron huir? ¿Permitirle que otra vez me hiciera servir de instrumento? No; de ningún modo. Si me hubiese muerto en el fondo de esta zanja - añadió señalándola enfáticamente con sus esposadas manos , si me hubiese muerto ahí, a pesar de todo le habría sujetado, para que ustedes lo encontrasen todavía agarrado por mis manos. ...

En la línea 304
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Quiso… asesinarme. Y si no llegan ustedes en el momento crítico, a estas horas estaría muerto. ...

En la línea 492
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Desde luego, no lo vi todo en los primeros momentos, aunque sí pude notar mucho más de lo que se creería, y advertí también que todo lo que tenía delante, y que debía de haber sido blanco, lo fue, tal vez, mucho tiempo atrás, porque había perdido su brillo, tomando tonos amarillentos. Además, noté que la novia, vestida con traje de desposada, había perdido el color, como el traje y las flores, y que en ella no brillaba nada más que sus hundidos ojos. Al mismo tiempo, observé que aquel traje cubrió un día la redondeada figura de una mujer joven y que ahora se hallaba sobre un cuerpo reducido a la piel y a los huesos. Una vez me llevaron a ver unas horrorosas figuras de cera en la feria, que representaban no sé a quién, aunque, desde luego, a un personaje, que yacía muerto y vestido con traje de ceremonia. Otra vez, también visité una de las iglesias situadas en nuestros marjales, y allí vi a un esqueleto reducido a cenizas, cubierto por un rico traje y al que desenterraron de una bóveda que había en el pavimento de la iglesia. Pero en aquel momento la figura de cera y el esqueleto parecían haber adquirido unos ojos oscuros que se movían y que me miraban. Y tanto fue mi susto, que, de haber sido posible, me hubiese echado a llorar. ...

En la línea 336
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... En medio del cementerio se alzaba una iglesia de piedra, de cúpula verde. El niño la visitaba dos veces al año en compañía de su padre y de su madre para oír la misa que se celebraba por el descanso de su abuela, muerta hacía ya mucho tiempo y a la que no había conocido. La familia llevaba siempre, en un plato envuelto con una servilleta, el pastel de los muertos, sobre el que había una cruz formada con pasas. Raskolnikof adoraba esta iglesia, sus viejas imágenes desprovistas de adornos, y también a su viejo sacerdote de cabeza temblorosa. Cerca de la lápida de su abuela había una pequeña tumba, la de su hermano menor, muerto a los seis meses y del que no podía acordarse porque no lo había conocido. Si sabía que había tenido un hermano era porque se lo habían dicho. Y cada vez que iba al cementerio, se santiguaba piadosamente ante la pequeña tumba, se inclinaba con respeto y la besaba. ...

En la línea 368
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... De súbito, un coro de carcajadas ahoga la voz de Mikolka. El animal, aunque medio muerto por la lluvia de golpes, ha perdido la paciencia y ha empezado a cocear. Hasta el viejo, sin poder contenerse, participa de la alegría general. En verdad, la cosa no es para menos: ¡dar coces un caballo que apenas se sostiene sobre sus patas… ! ...

En la línea 395
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El pobre niño está fuera de sí. Lanzando un grito, se abre paso entre la gente y se acerca al caballo muerto. Coge el hocico inmóvil y ensangrentado y lo besa; besa sus labios, sus ojos. Luego da un salto y corre hacia Mikolka blandiendo los puños. En este momento lo encuentra su padre, que lo estaba buscando, y se lo lleva. ...

En la línea 556
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Corrió con las llaves al dormitorio. Era una pieza de medianas dimensiones. A un lado había una gran vitrina llena de figuras de santos; al otro, un gran lecho, perfectamente limpio y protegido por una cubierta acolchada confeccionada con trozos de seda de tamaño y color diferentes. Adosada a otra pared había una cómoda. Al acercarse a ella le ocurrió algo extraño: apenas empezó a probar las llaves para intentar abrir los cajones experimentó una sacudida. La tentación de dejarlo todo y marcharse le asaltó de súbito. Pero estas vacilaciones sólo duraron unos instantes. Era demasiado tarde para retroceder. Y cuando sonreía, extrañado de haber tenido semejante ocurrencia, otro pensamiento, una idea realmente inquietante, se apoderó de su imaginación. Se dijo que acaso la vieja no hubiese muerto, que tal vez volviese en sí… Dejó las llaves y la cómoda y corrió hacia el cuerpo yaciente. Cogió el hacha, la levantó… , pero no llegó a dejarla caer: era indudable que la vieja estaba muerta. ...

En la línea 116
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Por otra parte, yo estoy aquí observando y fijándome; estas notas y observaciones no tienen por objeto describir simplemente la ruleta. Me pongo al corriente para saber cómo habré de comportarme en lo sucesivo. He notado especialmente que, a menudo, resbala entre los jugadores de la primera fila una mano que se apropia de la postura ajena. Resulta de esto un altercado, con protestas y gritos. ¡E id a probar, con la ayuda de testigos, que se trata de vuestra postura! ¡Que os han levantado un muerto, como se dice en el argot del juego! ...

En la línea 163
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... En resumen, todo depende ahora de nuestra situación, es decir, de la mayor o menor cantidad de dinero que el general pueda ofrecerle. Si, por ejemplo, se afirmase que la abuela no había muerto, estoy seguro de que la señorita Blanche se apresuraría a desaparecer. Para mí mismo es un motivo de extrañeza y de risa el ver que me he vuelto tan entrometido. ¡Cómo me repugna todo eso! ¡Con qué placer lo abandonaría todo y a todos! Pero, ¿puedo alejarme de Paulina? ¿Puedo dejar de realizar el espionaje en torno de ella? El espionaje es seguramente una cosa vil, pero ¿a mí qué me importa? ...

En la línea 228
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¡Perfectamente! —exclamé—. Imposible es demostrar de un modo más claro que ella no consiente en casarse más que por dinero. No se han guardado siquiera las apariencias, se ha hecho todo sin pudor. ¡Magnífico! Por lo que respecta a la abuela, nada tan grotesco ni tan vil como enviar telegrama tras telegrama y preguntar: “¿Se ha muerto? ¿Se ha muerto ya?” ¿Qué le parece a usted, Paulina Alexandrovna?… ...

En la línea 228
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¡Perfectamente! —exclamé—. Imposible es demostrar de un modo más claro que ella no consiente en casarse más que por dinero. No se han guardado siquiera las apariencias, se ha hecho todo sin pudor. ¡Magnífico! Por lo que respecta a la abuela, nada tan grotesco ni tan vil como enviar telegrama tras telegrama y preguntar: “¿Se ha muerto? ¿Se ha muerto ya?” ¿Qué le parece a usted, Paulina Alexandrovna?… ...

En la línea 751
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Fauchelevent se había dislocado la rótula en la caída. El señor Magdalena lo hizo llevar a la enfermería que tenía para sus trabajadores en el edificio de su fábrica y que estaba atendida por dos Hermanas de la Caridad. A la mañana siguiente, muy temprano, el anciano halló un billete de mil francos sobre la mesa de noche, con esta línea escrita por mano del señor Magdalena: 'Os compro vuestro carro y vuestro caballo'. El carro estaba destrozado y el caballo muerto. ...

En la línea 786
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Cierto día recibió una nueva carta de los Thenardier: 'Cosette está muy enferma. Tiene fiebre miliar. Necesita medicamentos caros, lo cual nos arruina, y ya no podemos pagar más. Si no nos enviáis cuarenta francos antes de ocho días, la niña habrá muerto'. ...

En la línea 1124
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Sí, tengo que decir algo. Yo he sido reparador de carretones en París y trabajé en casa del señor Baloup. Es duro mi oficio; trabajamos siempre al aire libre en patios o bajo cobertizos en los buenos talleres; pero nunca en sitios cerrados porque se necesita mucho espacio. En el invierno pasamos tanto frío que tiene uno que golpearse los brazos para calentarse, pero eso no le gusta a los patrones, porque dicen que se pierde tiempo. Trabajar el hierro cuando están escarchadas las calles es muy duro. Así se acaban pronto los hombres, y se hace uno viejo cuando aún es joven. A los cuarenta ya está uno acabado. Yo tenía cincuenta y tres y no ganaba más que treinta sueldos al día, me pagaban lo menos que podían; se aprovechaban de mi edad. Además, yo tenía una hija que era lavandera en el río. Ganaba poco, pero los dos íbamos tirando. Ella trabajaba duro también. Pasaba todo el día metida en una cubeta hasta la cintura, con lluvia y con nieve. Cuando helaba era lo mismo, tenía que lavar porque hay mucha gente que no tiene bastante ropa; y si no lavaba perdía a los clientes. Se le mojaban los vestidos por arriba y por abajo. Volvía la pobre a las siete de la noche y se acostaba porque estaba rendida. Su marido le pegaba. Ha muerto ya. Era una joven muy buena, que no iba a los bailes, era muy tranquila, no tenéis más que preguntar. Pero, qué tonto soy. París es un remolino. ¿Quién conoce al viejo Champmathieu? Ya os dije que me conoce el señor Baloup. Preguntadle a él. No sé qué más queréis de mí. ...

En la línea 1178
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Sor Simplicia no tenía espejo; le pasó el vidrio que usaba el médico para constatar si un paciente estaba muerto y ya no respiraba. El señor Magdalena se miró y sólo dijo, con profunda indiferencia: ...

En la línea 99
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Las patas de Buck no eran tan resistentes y duras como las de los huskies. Las suyas se habían ablandado a lo largo de muchas generaciones a partir del día en que su último antepasado salvaje fue domesticado por un cavernícola o un hombre del río. Durante todo el día cojeaba con dolor y, una vez armado el campamento, se dejaba caer como muerto. A pesar del hambre, ni se movía para ir a buscar su ración de pescado, y François tenía que llevársela. También todas las noches después de la cena, dedicaba media hora a frotarle a Buck las plantas de los pies, y hasta sacrificó la parte más alta de sus mocasines para hacerle unos a Buck. Aquello le supuso un gran alivio y provocó incluso una mueca parecida a una sonrisa en el rostro curtido de Perrault una mañana en que, habiendo François olvidado los mocasines, Buck se tumbó de espaldas, agitando las cuatro patas en el aire, y se negó en redondo a moverse sin ellos. Con el tiempo, las patas se le endurecieron y aquel tosco calzado fue olvidado para siempre. ...

En la línea 161
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Con la mirada suplicaba que lo dejasen allí. El conductor estaba perplejo. Sus colegas comentaron que a un perro se le podía romper el corazón cuando se le negaba la posibilidad de hacer el trabajo que lo estaba matando, y recordaron a otros perros que habían conocido, demasiado viejos para el trabajo o heridos, que habían muerto al ser excluidos del tiro. Y pensaron que, puesto que de todas formas Dave iba a morir, sería mejor que muriera enganchado, feliz y contento. De modo que le colocaron los arreos y él se puso a tirar con orgullo como antes, aunque más de una vez gimiera sin poder evitar el penetrante dolor de sus entrañas. Muchas veces se desplomó y fue arrastrado por los demás, y en una ocasión el trineo se lo llevó por delante, y a partir de aquel momento se quedó cojeando de una de las patas traseras. ...

En la línea 332
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Por fin, al anochecer del cuarto día, logró abatir al gran alce. Un día y una noche enteros permaneció al lado del animal muerto, comiendo y durmiendo. Después, sintiéndose descansado, fresco y fuerte, giró la cabeza en dirección al campamento y a John Thornton. Comenzó a trotar y anduvo por aquel territorio desconocido hora tras hora, sin que lo desorientase la maraña de sendas, siguiendo el rumbo con una certeza que no habría superado el hombre con su aguja magnética. ...

En la línea 335
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Mientras se deslizaba silencioso como una sombra, su hocico giró bruscamente a un lado, como si una fuerza se lo hubiera agarrado y hubiese tirado de él. Siguiendo el inesperado olor hasta el interior de unos matorrales, Buck encontró a Nig. Yacía de costado, muerto en el lugar donde se había arrastrado, con la flecha que lo había atravesado saliendo por el cuerpo. ...

En la línea 243
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... «En cualquier accidente que te acaezca, no digas nunca: “He perdido tal o cual objeto”; di más bien: “Lo he devuelto”. ¿Acaba de morir tu hijo?: “Fue devuelto”. ¿Ha muerto tu mujer?: “Fue devuelta”. “Me han despojado de mi herencia”, dices. Pues bien; tu herencia también ha sido devuelta. “Pero el que me ha despojado es un mal hombre”. ¿Y qué te importan las manos por las cuales tu heredad vuelve a Aquél de quien tú la tenías y que la reclama? Mientras que te la confía, mírala como bien de otro y ten cuidado de ella como los viajeros tienen cuidado de la fonda en que se alojan» ...

En la línea 601
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -No, señor -declaró Lucía ofendida-; le entiendo a usted muy bien, y en prueba de ello voy a adivinar eso que se calló. ¡Verá usted que sí! -gritó, cuando Artegui hubo meneado sonriendo la cabeza-. Usted se aburrió menos en esa temporada en que fue médico de afición; pero en cambio… con ver tanto muerto, y tanta sangre, y tanta barbaridad, aún se volvió usted más… más judío que antes. ¿No es así? ¿Di o no di en ello? ...

En la línea 667
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Y fueron viniendo botellas, aumentándose copas a la ya formidable batería que cada convidado tenía ante sí; anchas y planas, como las de los relieves antiguos, para el espumante Champagne; verdes y angostas, finísimas, para el Rhin; cortas como dedales, sostenidas en breve pie, para el Málaga meridional. Apenas llegó Lucía a catar dos dedos de cada vino; pero los iba probando todos por curiosidad golosa; y, un tanto pesada ya la cabeza, olvidando deliciosamente las peripecias del paseo matinal, se recostaba en la butaca, proyectando el busto, enseñando al sonreír los blancos dientes entre los labios húmedos, con risa de bacante inocente aún, que por vez primera prueba el zumo de las vides. La atmósfera de la cerrada habitación era de estufa: flotaban en ella espirituosos efluvios de bebidas, vaho de suculentos manjares, y el calor uniforme, apacible de la chimenea, y el leve aroma resinoso de los ardidos leños. Lindo asunto para una anacreóntica moderna, aquella mujer que alzaba la copa, aquel vino claro que al caer formaba una cascada ligera y brillante, aquel hombre pensativo, que alternativamente consideraba la mesa en desorden, y la risueña ninfa, de mejillas encendidas y chispeantes ojos. Sentíase Artegui tan dueño de la hora, del instante presente, que, desdeñoso y melancólico, contemplaba a Lucía como el viajero a la flor de la cual aparta su pie. Ni vinos, ni licores, ni blando calor de llama, eran ya bastantes para sacar de su apático sueño al pesimista: circulaba lenta en sus venas la sangre, y en las de Lucía giraba pronta, generosa y juvenil. Hermoso era, sin embargo, para los dos el momento, de concordia suprema, de dulce olvido; la vida pasada se borraba, la presente era como una tranquila eternidad, entre cuatro paredes, en el adormecimiento beato de la silenciosa cámara. Lucía dejó pender ambos brazos sobre los del sillón; sus dedos, aflojándose, soltaron la copa, que rodó al suelo, quebrándose con cristalino retintín en el bronce del guardafuego. Riose la niña de la fractura, y, entreabiertos los ojos y clavados en el techo, se sintió anonadada, invadida por un sopor, un recogimiento profundo de todo su ser. Artegui, en tanto, mudo y sereno, permanecía enhiesto en su butaca, orgulloso como el estoico antiguo: acre placer le penetraba todo, el goce de sentirse bien muerto, y cerciorarse de que en vano la traidora Naturaleza había intentado resucitarle. ...

En la línea 862
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Sí, en el teatro. El otro, penado y muerto como de costumbre… a las diez hizo su entrada en el palco, presentándole el ramo consabido de camelias y azaleas blancas… dicen que le cuesta sus setenta franquillos por noche… Es un aditamento regular al coste de la pensión en el hotel… ...

En la línea 1018
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... «Querido Padre Urtazu: Las rabietillas que usted me anunció van empezando a venir, y más pronto y más a montones de lo que yo creía. Lo peor del caso es que, ahora que lo reflexiono bien, me parece que alguna culpa tengo. No se ría usted de mí, por Dios, porque yo me estoy sorbiendo las lágrimas al mojar la pluma, y hasta ese borrón, que usted dispensará, es porque se me cayó una sobre el papel. Voy a contárselo a usted todo, como si estuviera en esa a sus pies en el confesonario. Se ha muerto la madre del Sr. de Artegui. Ya sabe usted por mis cartas anteriores que esto es una desgracia terrible, porque tal vez traiga consigo otras… ni imaginarlas quiero, padre. En fin, yo pensé que el Sr. de Artegui estaría muy triste, muy triste, y que acaso nadie se acordase de decirle cosas cariñosas, y, sobre todo, de hablarle de Dios nuestro Señor, en quien él no puede menos de creer, ¿verdad, padre? pero de quien se olvidará quizás en estos momentos tan crueles… Llevada de estas consideraciones le escribí una carta, consolándole allá a mi modo… ¡si viera usted! me parece que se me ocurrieron cosas muy buenas y eficaces… le hablé de que Dios nos manda las penas para convertirnos a él; de que son visitas que nos hace; en resumen, todo lo que usted me ha enseñado… además le decía que bien podía creer que no era el único en sentir a aquella pobre señora, aquella santa; que yo la lloraba con él, aunque sabía que estaba gozando ahora de la gloria… y que la envidiaba… ¡ay, eso si que es verdad, Padre! ¡quién como ella! morirse, ir al cielo… ¡Cuándo lograré yo tal ventura! ...

En la línea 646
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Creyeron que el viejo rajá no había muerto, puesto que lo vieron de repente levantarse, tomara la joven mujer en sus brazos y bajar de la hoguera en medio de torbellinos de humo que le daban una apariencia de espectro. ...

En la línea 1194
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Al día siguiente, Picaporte, derrengado y hambriento, dijo para sí que era necesario comer a toda costa, y que lo más pronto sería mejor. Bien tenía el recurso de vender el reloj, pero antes hubiera muerto de hambre. Entonces o nunca, era ocasión para aquel buen muchacho de utilizar la voz fuerte, si no melodiosa, de que le había dotado la naturaleza. ...

En la línea 1579
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Tres viajeros, incluso Picaporte, habían desaparecido. ¿Los habían muerto en la lucha? ¿Estarían prisioneros de los sioux? No podía saberse todavía. ...

En la línea 1584
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Lo encontraré vivo o muerto - dijo sencillamente a mistress Aouida. ...


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