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La palabra muchachas
Cómo se escribe

la palabra muchachas

La palabra Muchachas ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece muchachas.

Estadisticas de la palabra muchachas

Muchachas es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 6762 según la RAE.

Muchachas aparece de media 12.76 veces en cada libro en castellano.

Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la muchachas en las obras de referencia de la RAE contandose 1939 apariciones .

Errores Ortográficos típicos con la palabra Muchachas

Cómo se escribe muchachas o muchachaz?
Cómo se escribe muchachas o mucacas?


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece muchachas

La palabra muchachas puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 293
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La mujer estaba enferma; para pagar los gastos había vendido el oro del casamiento, las venerables arracadas y el collar de perlas, que eran el tesoro de la familia, y cuya futura posesión provocaba discusiones entre las cuatro muchachas. ...

En la línea 634
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Desde el día siguiente, Roseta formaría parte del rosario de muchachas que, despertando con la aurora, iban por todas las sendas con falda ondeante y la cestita al brazo camino de la ciudad, para hilar el sedoso capullo entre sus gruesos dedos de hijas de la huerta. ...

En la línea 833
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Venian hacia él por los bordes del camino los veloces rosarios de muchachas, cesta al brazo y falda revoloteante, de regreso de las fábricas de la ciudad. ...

En la línea 836
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Batiste vió venir a su hija, separada de las otras muchachas, caminando con paso perezoso. ...

En la línea 237
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El señor Fermín era de estos admiradores. ¡Un personaje de tantos pergaminos, que podía, sin desdoro, hacer el amor a una princesa, encaprichándose de muchachas del pueblo o de gitanas; escogiendo sus amigos entre caballistas, toreros y ganaderos y bebiéndose una copa de vino con el primer pobre que se aproximaba a pedirle algo! ¡Esto era democracia pura!... Y al entusiasmo por los gustos plebeyos del prócer que parecía querer resarcir a la gente de la altivez y el orgullo de sus empingorotados abuelos, uníase la admiración casi religiosa que la fuerza, el vigor físico, inspira siempre a la gente del campo. ...

En la línea 407
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Los hombres empezaban de pequeños el aprendizaje de la fatiga aplastante, del hambre engañada. A la edad en que otros niños más felices iban a la escuela, ellos eran zagales de labranza por un real y los tres gazpachos. En verano servían de _rempujeros_, marchando tras las carretas, cargadas de mies, como los mastines que caminan a la zaga de los carros, recogiendo las espigas que se derramaban en el camino y esquivando los latigazos de los carreteros que los trataban como a las bestias. Después eran gañanes, trabajaban la tierra, entregándose a la faena con el entusiasmo de la juventud, con la necesidad de movimiento y el alarde fanfarrón de fuerza, propios del exceso de vida. Derrochaban su vigor con una generosidad que aprovechaban los amos. Estos preferían siempre para sus labores la inexperiencia de los mozos y de las muchachas. Y cuando aún no habían llegado a los treinta y cinco años se sentían viejos, agrietados por dentro, como si se desplomase su vida, y comenzaban a ver rechazados sus brazos en los cortijos. ...

En la línea 422
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Y esta tierra nuestro, Rafaé, es como las muchachas que bajan de la sierra con el _manijero_. Van plagadas de la miseria que recogen en la gañanía; no se lavan la cara, comen mal; pero si las adecentasen, ya se vería lo bonitas que son. ...

En la línea 425
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Ahora, las cuadrillas de muchachas y de gañanes se dedicaban a escardar los campos de cereales. Aún podían sostener el combate con el escardillo contra las hierbas parásitas. Después, cuando el trigo creciese, tendrían que arrancarlas a mano, encorvados durante el día, con los riñones quebrantados por el dolor. ...

En la línea 4764
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Dices que tu amo está abajo; ruégale de mi parte que se espere hasta mañana; mandaremos llamar a las muchachas del pueblo, buscaremos un violín y una gaita, y bailaremos para olvidar nuestros cuidados un momento.» Entonces me dijo unas palabras en griego viejo; apenas las entendí, pero creo que significan algo así como: «Bebamos y comamos y alegrémonos, que mañana moriremos.» »_Eh bien, mon maître_: le dije que usted es un señor muy serio, que no se divierte nunca y que estaba de prisa. ...

En la línea 2472
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... r las tardes juegan a los caballitos con los hijos de los misioneros, lo que no deja de hacerme reír pensando en lo que se moteja a los misioneros de llevar su austeridad hasta el absurdo. aspecto de las muchachas que sirven de criadas en el interior de las casas me choca todavía más ...

En la línea 1814
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El bello ideal de doña Anuncia había sido siempre un viaje a Venecia con un amante; pero una vez que el siglo estaba metalizado y las muchachas no sabían enamorarse, ella quería utilizar, si era posible, la hermosura de Ana, que si se alimentaba bien sería guapa como su padre y todos los Ozores, pues lo traían de raza. ...

En la línea 2293
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En Vetusta la juventud pobre no sabe ganarse la vida, a lo sumo se gana la miseria; muchachos y muchachas se comen a miradas, se quieren, hasta se lo dicen. ...

En la línea 2294
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... pero lo dejan; falta una posición; las muchachas pierden su hermosura y acaban en beatas; los muchachos dejan el luciente sombrero de copa, se embozan en la capa y se hacen jugadores. ...

En la línea 3262
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Las muchachas animaban por algunas semanas con el ruido de mejores días aquellas salas y pasillos, alcobas y gabinetes, demasiado grandes y tristes cuando estaban desiertos. ...

En la línea 193
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Vio además Gillespie que la mayor parte de los jinetes que mantenían en respeto a la muchedumbre eran hombres igualmente; hombres enormes y barbudos, con una expresión de estupidez disciplinada, de brutalidad automática, reveladora de su situación inferior. A pesar de que iban armados con grandes cimitarras, su traje era una túnica igual a la de las mujeres. Todos ellos parecían simples soldados. Varias muchachas de bélica elegancia, llevando sobre sus cortas melenas el casquete alado, hacían caracolear sus caballos entre las de estos guerreros inferiores, dándoles órdenes con un laconismo de jefes. ...

En la línea 209
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La doctora le hizo ver con un gesto que estaba dispuesta a escucharle. El americano mostró con un dedo los automóviles que le rodeaban, después las maquinas aéreas inmóviles en el espacio, y finalmente las esbeltas muchachas del casquete alado, armadas con lanzas, arcos y sables. ...

En la línea 235
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Los tripulantes de las máquinas voladoras se unieron a esta ovación haciendo evolucionar sus quiméricas bestias en torno del rostro de Gillespie. Pasaban tan cerca, que este tuvo que echar atrás su cabeza por dos veces, temiendo que le cortase la nariz una de aquellas alas escamosas con sus puntas agudas como cuchillos. Las muchachas del casquete dorado y larga pluma saludaban con risas los movimientos inquietos del gigante. Pero una orden venida de abajo acabo con estos juegos, restableciendo el silencio. Todavía la traductora rugió su última orden, antes de partir. ...

En la línea 300
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Entraron en el patio los tambores, que eran unos treinta, y detrás de ellos igual número de trompeteros. A continuación desfiló una tropa del ejército de línea, o sea de aquellas muchachas con casco de aletas que Gillespie había visto al despertar. Los soldados iban armados, unos con arcos y otros con alabardas. Después pasaron los guardias porta-espada, llevando con la punta en alto y sostenidos por sus dos manos cerradas sobre el pecho unos mandobles enormes que brillaban lo mismo que si fuesen de plata. ...

En la línea 1771
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Lo mejorcito que aquella mujer tenía era su ingenuidad. Repetidas veces sacó Maximiliano a relucir el caso de la deshonra de ella, por ser muy importante este punto en el plan de regeneración. El inspirado y entusiasta mancebo hacía hincapié en lo malos que son los señoritos y en la necesidad de una ley a la inglesa que proteja a las muchachas inocentes contra los seductores. Fortunata no entendía palotada de estas leyes. Lo único que sostenía era que el tal Juanito Santa Cruz era el único hombre a quien había querido de verdad, y que le amaba siempre. ¿Por qué decir otra cosa? Reconociendo el otro con caballeresca lealtad que esta consecuencia era laudable, sentía en su alma punzada de celos, que trastornaba por un instante sus planes de redención. ...

En la línea 2186
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Pues es preciso que se nos someta usted a la siguiente prueba—dijo el cura, tapándose un bostezo, porque eran ya las cuatro y no habría tenido inconveniente en tomar una friolera—. Hay en Madrid una institución religiosa de las más útiles, la cual tiene por objeto recoger a las muchachas extraviadas y convertirlas a la verdad por medio de la oración, del trabajo y del recogimiento. Unas, desengañadas de la poca sustancia que se saca al deleite, se quedan allí para siempre; otras salen ya edificadas, bien para casarse, bien para servir en casas de personas respetabilísimas. Son muy pocas las que salen para volver a la perdición. También entran allí señoras decentes a expiar sus pecados, esposas ligeras de cascos que han hecho alguna trastada a sus maridos, y otras que buscan en la soledad la dicha que no tuvieron en el bullicio del mundo. ...

En la línea 2401
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pero lo que produjo en su alma inmenso trastorno fue el ver a la propia Jacinta, viva, de carne y hueso. Ni la conocía ni vio nunca su retrato; pero de tanto pensar en ella había llegado a formarse una imagen que, ante la realidad, resultó completamente mentirosa. Las señoras que protegían la casa sosteniéndola con cuotas en metálico o donativos, eran admitidas a visitar el interior del convento cuando quisieren; y en ciertos días solemnes se hacía limpieza general y se ponía toda la casa como una plata, sin desfigurarla ni ocultar las necesidades de ella, para que las protectoras vieran bien a qué orden de cosas debían aplicar su generosidad. El día de Corpus, después de misa mayor, empezaron las visitas que duraron casi toda la tarde. Marquesas y duquesas, que habían venido en coches blasonados, y otras que no tenían título pero sí mucho dinero, desfilaron por aquellas salas y pasillos, en los cuales la dirección fanática de Sor Natividad y las manos rudas de las recogidas habían hecho tales prodigios de limpieza que, según frase vulgar, se podía comer en el suelo sin necesidad de manteles. Las labores de bordado de las Filomenas, las planas de las Josefinas y otros primores de ambas estaban expuestos en una sala, y todo era plácemes y felicitaciones. Las señoras entraban y salían, dejando en el ambiente de la casa un perfume mundano que algunas narices de reclusas aspiraban con avidez. Despertaban curiosidad en los grupos de muchachas los vestidos y sombreros de toda aquella muchedumbre elegante, libre, en la cual había algunas, justo es decirlo, que habían pecado mucho más, pero muchísimo más que la peor de las que allí estaban encerradas. Manolita no dejó de hacer al oído de su amiga esta observación picante. En medio de aquel desfile vio Fortunata a Jacinta, y Manolita (marcando esta sola excepción en su crítica social), cuidó de hacerle notar la gracia de la señora de Santa Cruz, la elegancia y sencillez de su traje, y aquel aire de modestia que se ganaba todos los corazones. Desde que Jacinta apareció al extremo del corredor, Fortunata no quitó de ella sus ojos, examinándole con atención ansiosa el rostro y el andar, los modales y el vestido. Confundida con otras compañeras en un grupo que estaba a la puerta del comedor, la siguió con sus miradas, y se puso en acecho junto a la escalera para verla de cerca cuando bajase, y se le quedó, por fin, aquella simpática imagen vivamente estampada en la memoria. ...

En la línea 2434
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Y llegaba a creerse la muy tonta que la forma, la idea blanca, le decía con familiar lenguaje semejante al suyo: «No mires tanto este cerco de oro y piedras que me rodea, y mírame a mí que soy la verdad. Yo te he dado el único bien que puedes esperar. Con ser poco, es más de lo que te mereces. Acéptalo y no me pidas imposibles. ¿Crees que estamos aquí para mandar, verbi gracia, que se altere la ley de la sociedad sólo porque a una marmotona como tú se le antoja? El hombre que me pides es un señor de muchas campanillas y tú una pobre muchacha. ¿Te parece fácil que Yo haga casar a los señoritos con las criadas o que a las muchachas del pueblo las convierta en señoras? ¡Qué cosas se os ocurren, hijas! Y además, tonta, ¿no ves que es casado, casado por mi religión y en mis altares?, ¡y con quién!, con uno de mis ángeles hembras. ¿Te parece que no hay más que enviudar a un hombre para satisfacer el antojito de una corrida como tú? Cierto que lo que a mí me conviene, como tú has dicho, es traerme acá a Jacinta. Pero eso no es cuenta tuya. Y supón que la traigo, supón que se queda viudo. ¡Bah! ¿Crees que se va a casar contigo? Sí, para ti estaba. ¡Pues no se casaría si te hubieras conservado honrada, cuanti más, sosona, habiéndote echado tan a perder! Si es lo que Yo digo: parece que estáis locas rematadas, y que el vicio os ha secado la mollera. Me pedís unos disparates que no sé cómo los oigo. Lo que importa es dirigirse a Mí con el corazón limpio y la intención recta, como os ha dicho ayer vuestro capellán, que no habrá inventado la pólvora; pero, en fin, es buen hombre y sabe su obligación. A ti, Fortunata, te miré con indilugencia entre las descarriadas, porque volvías a Mí tus ojos alguna vez, y Yo vi en ti deseos de enmienda; pero ahora, hija, me sales con que sí, serás honrada, todo lo honrada que Yo quiera, siempre y cuando que te dé el hombre de tu gusto… ¡Vaya una gracia!… Pero en fin, no me quiero enfadar. Lo dicho, dicho: soy infinitamente misericordioso contigo, dándote un bien que no mereces, deparándote un marido honrado y que te adora, y todavía refunfuñas y pides más, más, más… Ved aquí por qué se cansa Uno de decir que sí a todo… No calculan, no se hacen cargo estas desgraciadas. Dispone Uno que a tal o cual hombre se le meta en la cabeza la idea de regenerarlas, y luego vienen ellas poniendo peros. Ya salen con que ha de ser bonito, ya con que ha de ser Fulano y si no, no. Hijas de mi alma, Yo no puedo alterar mis obras ni hacer mangas y capirotes de mis propias leyes. ¡Para hombres bonitos está el tiempo! Con que resignarse, hijas mías, que por ser cabras no ha de abandonaros vuestro pastor; tomad ejemplo de las ovejas con quien vivís; y tú, Fortunata, agradéceme sinceramente el bien inmenso que te doy y que no te mereces, y déjate de hacer melindres y de pedir gollerías, porque entonces no te doy nada y tirarás otra vez al monte. Con que, cuidadito… ». ...

En la línea 326
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Continuó esto con una grosera carcajada. Las muchachas empezaron a suplicar tímidamente por su hermano, y Nan dijo: ...

En la línea 333
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Un recio golpe, de la ancha palma de Canty en el hombro del niño lo mandó tambaleándose a los brazos de la buena mujer de Canty, quien lo estrechó contra su seno, y lo defendió de una violenta lluvia de puñetazos y bofetadas, interponiendo su propia persona. Las asustadas muchachas se retiraron a su rincón, pero la abuela avanzó muy solícita para asistir a su hijo. El príncipe se separó de la señora Canty exclamando: ...

En la línea 337
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Apagóse la vela y se acostó la familia. En cuanto los ronquidos del jefe de la casa y de su madre mostraron que estaban dormidos, las muchachas se deslizaron adonde yacía el príncipe y lo resguardaron tiernamente del frío con paja y andrajos; y su madre también se deslizó hacia él, y le alisó el pelo, y lloró sobre él, mientras susurraba en sus oídos entrecortadas palabras de consuelo y compasión. Había guardado además un bocado para que lo comiera, mas los dolores del niño le habían quitado todo apetito, por lo menos de mendrugos negros e insípidos. Estaba conmovido por la brava y costosa defensa que había hecha de él, y por su conmiseración, y le dio las gracias con palabras muy nobles y principescas y le rogó que se fuera a dormir y tratase de olvidar sus penas. Y añadió que el rey, su padre, no dejaría sin recompensa su leal benevolencia y devoción. Este retorno a su 'locura' desgarró de nuevo el corazón de ella, que lo volvió a estrechar una y otra vez contra su pecho, y luego se volvió a su cama, ahogada en lágrimas. ...

En la línea 3591
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Catalina Ivanovna, con alegre entusiasmo, habló de otras mil cosas insignificantes, y de improviso anunció que tan pronto como obtuviera la pensión se retiraría a T***, su ciudad natal, para abrir un centro de enseñanza que se dedicaría a la educación de muchachas nobles. Aún no había hablado de este proyecto a Raskolnikof, y se lo expuso con todo detalle. Como por arte de magia, exhibió aquel diploma de que Marmeladof había hablado a Raskolnikof cuando le contó en una taberna que Catalina Ivanovna, al salir del pensionado, había bailado en presencia del gobernador y de otras personalidades la danza del chal. Podría creerse que Catalina Ivanovna utilizaba este diploma para demostrar su derecho a abrir un pensionado, pero su verdadero fin había sido otro: había pensado utilizarlo para confundir a aquellas provincianas endomingadas en el caso de que hubieran asistido a la comida de funerales, demostrándoles así que ella pertenecía a una de las familias más nobles, que era hija de un coronel y, en fin, que valía mil veces más que todas las advenedizas que en los últimos tiempos se habían multiplicado de un modo exorbitante. ...

En la línea 3594
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Entonces Amalia Ivanovna, molesta por el hecho de no haber podido pronunciar una sola palabra en la conversación precedente, y también al ver que nadie le prestaba atención, decidió arriesgarse nuevamente y, aunque dominada por cierta inquietud, hizo a Catalina Ivanovna la sabia observación de que debería prestar atención especialísima a la ropa interior de las alumnas (die Wasche) y de contratar una mujer para que se cuidara exclusivamente de ello (die Dame), y, en fin, que sería una medida prudente vigilar a las muchachas, de modo que no pudieran leer novelas por las noches. Catalina Ivanovna, que se hallaba bajo los efectos estimulantes de la animada ceremonia, le respondió ásperamente que sus observaciones eran desatinadas y que no entendía nada, que el cuidado de la Wasche incumbía al ama de llaves y no a la directora de un pensionado de muchachas nobles. En cuanto a la observación relacionada con la lectura de novelas, le parecía simplemente una inconveniencia. Todo esto equivalía a decirle que se callase. ...

En la línea 3594
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Entonces Amalia Ivanovna, molesta por el hecho de no haber podido pronunciar una sola palabra en la conversación precedente, y también al ver que nadie le prestaba atención, decidió arriesgarse nuevamente y, aunque dominada por cierta inquietud, hizo a Catalina Ivanovna la sabia observación de que debería prestar atención especialísima a la ropa interior de las alumnas (die Wasche) y de contratar una mujer para que se cuidara exclusivamente de ello (die Dame), y, en fin, que sería una medida prudente vigilar a las muchachas, de modo que no pudieran leer novelas por las noches. Catalina Ivanovna, que se hallaba bajo los efectos estimulantes de la animada ceremonia, le respondió ásperamente que sus observaciones eran desatinadas y que no entendía nada, que el cuidado de la Wasche incumbía al ama de llaves y no a la directora de un pensionado de muchachas nobles. En cuanto a la observación relacionada con la lectura de novelas, le parecía simplemente una inconveniencia. Todo esto equivalía a decirle que se callase. ...

En la línea 3976
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El joven intentó convencerla de que volviera a su habitación, diciéndole (creía que levantaría su amor propio) que no debía ir por las calles como los organilleros, cuando estaba en vísperas de ser directora de un pensionado para muchachas nobles. ...

En la línea 372
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raramente amable por naturaleza, el francés lo es siempre por encargo o por cálculo. Si, por ejemplo, ve la necesidad de mostrarse fantástico, original, sus fantasías más absurdas y más barrocas revisten formas convencidas de antemano y desde hace mucho tiempo intrascendentes. La naturaleza del francés es producto del “positivismo” más burgués, más meticuloso, más rutinario… En una palabra, son las criaturas más aburridas que puede imaginarse. Según mi opinión, los franceses no pueden interesar más que a las jovencitas y sobre todo a las muchachas rusas que se desviven por ellos. Cualquier persona de mediano juicio descubre inmediatamente esa frívola mezcla de amabilidad de salón, de desenvoltura y jovialidad. ...


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Más información sobre la palabra Muchachas en internet

Muchachas en la RAE.
Muchachas en Word Reference.
Muchachas en la wikipedia.
Sinonimos de Muchachas.

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