La palabra Mostrando ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
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Estadisticas de la palabra mostrando
Mostrando es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 6820 según la RAE.
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Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la mostrando en las obras de referencia de la RAE contandose 1919 apariciones .
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El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece mostrando
La palabra mostrando puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1985
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... En platos cóncavos de loza servían las criadas de la taberna las negras y aceitosas morcillas, el queso fresco, las aceitunas partidas, con su caldo, en el que flotaban olorosas hierbas; y sobre las mesas veíase el pan de trigo nuevo, los rollos de rubia corteza, mostrando en su interior la miga morena y suculenta de la gruesa harina de la huerta. ...
En la línea 526
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El gitano dio un salto, mostrando su cómica indignación con un desbordamiento de palabras. ...
En la línea 1111
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La asfixia le hacía abrir, con temblores de angustia, su andrajoso corpiño, mostrando un pecho de muchacho tísico, de una blancura de papel mascado, sin más señales del sexo que dos granos morenos hundidos entre las costillas. Respiraba moviendo la cabeza a un lado y a otro, como si pretendiese absorber todo el aire. En ciertos momentos sus ojos agrandábanse con expresión de espanto, como si sintiera el contacto de algo frió e invisible en las manos crispadas que tendía ante ella. ...
En la línea 1141
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pero la gitana sólo contestaba con estertores roncos, sin abrir apenas los ojos, mostrando por entre los párpados inmóviles las córneas de un color de vidrio empañado. En uno de sus estremecimientos sacó de la envoltura de harapos un pie descarnado y pequeño, completamente negro. ...
En la línea 1145
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Salvatierra hizo callar a la vieja. La moribunda ya no veía: su respiración cavernosa era cada vez más pausada, pero el oído aún conservaba su poder. Era la última resistencia de la sensibilidad ante la muerte; prolongábase mientras el cuerpo iba cayendo en el abismo negro de la inconsciencia. Sólo restaban en ella los últimos y trabajosos estremecimientos de la vida vegetativa. Cesaron lentamente las contorsiones, el hervor del mísero cuerpo: los párpados se abrieron con el escalofrío final, mostrando las pupilas dilatadas con un reflejo vidrioso y mate. ...
En la línea 3560
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¿Qué es este desgarrón? -dijo mostrando a D'Artagnan un lu gar en el que se hallabaatravesada de parte a parte. ...
En la línea 7213
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -En cuanto al hombre seguro, lo tengo a mano, Monsieur -dijo el señor Des Essarts, mostrando a D'Artagnan-; y en c uanto a los cuatro o cinco voluntarios, Monsieur no tiene más que dar a conocer su intenciones, y no le faltarán hombres. ...
En la línea 3508
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Llegan allí en alas del ensueño, ponen sus cajas en el suelo y van mostrando a los honrados campesinos, a sus mujeres e hijas, espejillos y otras chucherías, y como antaño, las venden entre regateos y chuscadas. ...
En la línea 5184
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... —Entonces—replicó mostrando un papel que tenía en la mano—, _señor_, su excelencia el _corregidor_ manda que le llevemos a usted a la cárcel sin tardanza. ...
En la línea 2516
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, al tiempo cuando el sol se va mostrando por las rosadas puertas orientales, con suspiros y acentos desiguales, voy la antigua querella renovando. ...
En la línea 5647
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Sancho, mostrando las llagas a la duquesa de su roto vestido, dijo: -Si esta caza fuera de liebres o de pajarillos, seguro estuviera mi sayo de verse en este estremo. ...
En la línea 7599
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Oyendo lo cual Altisidora, mostrando enojarse y alterarse, le dijo: -¡Vive el Señor, don bacallao, alma de almirez, cuesco de dátil, más terco y duro que villano rogado cuando tiene la suya sobre el hito, que si arremeto a vos, que os tengo de sacar los ojos! ¿Pensáis por ventura, don vencido y don molido a palos, que yo me he muerto por vos? Todo lo que habéis visto esta noche ha sido fingido; que no soy yo mujer que por semejantes camellos había de dejar que me doliese un negro de la uña, cuanto más morirme. ...
En la línea 7724
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Se figuraba la tienda vacía, los anaqueles desiertos, mostrando su fondo de color de chocolate, como nichos preparados para sus muertos. ...
En la línea 12887
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Oh, Mesía era más noble, luchaba sin visera, mostrando el pecho, anunciando el golpe. ...
En la línea 13620
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En la calle estrecha, de casas obscuras, se anticipaba el crepúsculo; las largas filas de hachas encendidas, se perdían a lo lejos hacia arriba, mostrando la luz amarillenta de los pábilos, como un rosario de cuenta, doradas, roto a trechos. ...
En la línea 15282
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... A don Álvaro se le ocurría que sin tener de su parte a una criada, a la doncella mejor, era todo sino imposible muy difícil; pero ni siquiera se atrevió a proponer a Anita su idea; la vio siempre desconfiada, mostrando antipatía mal oculta hacia Petra, y comprendió además que era muy nueva la Regenta en esta clase de aventuras, para llegar al cinismo de ampararse de domésticas, y menos sabiendo de ellas que eran solicitadas por su marido. ...
En la línea 736
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... A Claudio Borja considerábalo interesante a pesar de su gravedad melancólica y poco expresiva. Incluíalo entre los que tienen novela. Y al español le agradaba que Enciso aludiese en sus conversaciones a la hermosa viuda, mostrando gran aprecio por su persona. ...
En la línea 847
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Estos Borgias jóvenes—dijo el diplomático—fueron de asombrosa precocidad, a juzgar por las cartas que poseemos de ellos, en las cuales el padre y los hijos tratan de los asuntos públicos. Un hombre de tan gran talento político como Alejandro Sexto consulta a Lucrecia cuando ésta tiene catorce años. El mayor, Juan de Borgia, hermoso, bravucón y vano, así como Jofre, el más insignificante de todos, sólo piensan en vivir y en brillar, mostrando una deplorable inferioridad mental comparados con César y Lucrecia ...
En la línea 1221
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Después de estos extremos ruidosos de pena se entregó al desaliento, mostrando una humildad que hizo dudar a muchos de su razón. Habló de renunciar a la tiara para dedicarse en absoluto a la penitencia, llevando una vida de asceta. Dejó estupefactos a sus cardenales con un discurso en el que se acusó a sí mismo de ser un objeto de escándalo, pidiendo perdón a Dios y a los hombres, jurando emprender inmediatamente una reforma completa de las costumbres eclesiásticas, purificación que prometían todos los papas y ninguno osaba realizar. ...
En la línea 1349
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Recordaba la breve y oscura historia de la duquesa del Valentinado. También ella escribía al Pontífice mostrando gran entusiasmo por las asiduidades de su esposo. Un matrimonio que empezaba tan generosamente no podía reservarle desilusiones en lo futuro ...
En la línea 601
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Gillespie seguía mostrando la misma curiosidad en sus ojos, pues las palabras del pigmeo no llegaban a satisfacerlo. ...
En la línea 657
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El profesor dijo las últimas palabras mostrando una timidez de muchacha, lo que dio a su respetable persona cierto aspecto grotesco. Pero tuvo que abandonar pronto esta actitud para ocuparse de un asunto más importante que motivaba su visita matinal. Si lo había olvidado al principio, era a causa de la emoción que sentía siempre al hablar a solas con el gigante. ...
En la línea 794
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... A pesar de las grandes muestras de escándalo que provocaba en Flimnap la audacia de los dos amantes, se notó en su voz cierta admiración. Unos días antes su protesta hubiese sido sincera, pero después de conocer a Edwin pensaba de distinto modo, mostrando veneración por todos los que sacrificaban la seguridad y las comodidades de su existencia en pro de un amor. ...
En la línea 1326
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Transcurrieron varios días de trabajo, de cansancio y de hambre, sin que el coloso recibiese nuevas visitas. Un anochecer, estando sentado en la arena, vio que un hombre saltaba ágilmente sobre una de sus rodillas, corriendo después a lo largo del muslo. Este no llevaba falda ni toca mujeriles. Iba casi desnudo, como los hombres condenados al trabajo, con una tela arrollada a los riñones por toda vestidura y mostrando los musculosos relieves de un cuerpo armoniosamente formado. ...
En la línea 704
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Yo haré justicia, se lo juro a usted… Espero cogerlos in fraganti otra vez, in fraganti, Sr. D. Juan. Entonces aparecerán los dos cadáveres atravesados por una sola espada… Esta es la venganza, esta es la ley… por una sola espada… Y me quedaré tan fresco, como si tal cosa. Y podré salir por ahí mostrando mis manos manchadas con la sangre de los adúlteros y decir a gritos: 'Aprended de mí, maridos, a defender vuestro honor. Ved estas manos justicieras, vedlas y besadlas… '. Y vendrán todos… toditos a besarme las manos. Y será un besamanos, porque hay tantos, tantísimos… ». ...
En la línea 808
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Iba Jacinta tan pensativa, que la bulla de la calle de Toledo no la distrajo de la atención que a su propio interior prestaba. Los puestos a medio armar en toda la acera desde los portales a San Isidro, las baratijas, las panderetas, la loza ordinaria, las puntillas, el cobre de Alcaraz y los veinte mil cachivaches que aparecían dentro de aquellos nichos de mal clavadas tablas y de lienzos peor dispuestos, pasaban ante su vista sin determinar una apreciación exacta de lo que eran. Recibía tan sólo la imagen borrosa de los objetivos diversos que iban pasando, y lo digo así, porque era como si ella estuviese parada y la pintoresca vía se corriese delante de ella como un telón. En aquel telón había racimos de dátiles colgados de una percha; puntillas blancas que caían de un palo largo, en ondas, como los vástagos de una trepadora, pelmazos de higos pasados, en bloques, turrón en trozos como sillares que parecían acabados de traer de una cantera; aceitunas en barriles rezumados; una mujer puesta sobre una silla y delante de una jaula, mostrando dos pajarillos amaestrados, y luego montones de oro, naranjas en seretas o hacinadas en el arroyo. El suelo intransitable ponía obstáculos sin fin, pilas de cántaros y vasijas, ante los pies del gentío presuroso, y la vibración de los adoquines al paso de los carros parecía hacer bailar a personas y cacharros. Hombres con sartas de pañuelos de diferentes colores se ponían delante del transeúnte como si fueran a capearlo. Mujeres chillonas taladraban el oído con pregones enfáticos, acosando al público y poniéndole en la alternativa de comprar o morir. Jacinta veía las piezas de tela desenvueltas en ondas a lo largo de todas las paredes, percales azules, rojos y verdes, tendidos de puerta en puerta, y su mareada vista le exageraba las curvas de aquellas rúbricas de trapo. De ellas colgaban, prendidas con alfileres, toquillas de los colores vivos y elementales que agradan a los salvajes. En algunos huecos brillaba el naranjado que chilla como los ejes sin grasa; el bermellón nativo, que parece rasguñar los ojos; el carmín, que tiene la acidez del vinagre; el cobalto, que infunde ideas de envenenamiento; el verde de panza de lagarto, y ese amarillo tila, que tiene cierto aire de poesía mezclado con la tisis, como en la Traviatta. Las bocas de las tiendas, abiertas entre tanto colgajo, dejaban ver el interior de ellas tan abigarrado como la parte externa, los horteras de bruces en el mostrador, o vareando telas, o charlando. Algunos braceaban, como si nadasen en un mar de pañuelos. El sentimiento pintoresco de aquellos tenderos se revela en todo. Si hay una columna en la tienda la revisten de corsés encarnados, negros y blancos, y con los refajos hacen graciosas combinaciones decorativas. ...
En la línea 810
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Cuando se halló cerca del fin de su viaje, la Delfina fijaba exclusivamente su atención en los chicos que iba encontrando. Pasmábase la señora de Santa Cruz de que hubiera tantísima madre por aquellos barrios, pues a cada paso tropezaba con una, con su crío en brazos, muy bien agasajado bajo el ala del mantón. A todos estos ciudadanos del porvenir no se les veía más que la cabeza por encima del hombro de su madre. Algunos iban vueltos hacia atrás, mostrando la carita redonda dentro del círculo del gorro y los ojuelos vivos, y se reían con los transeúntes. Otros tenían el semblante mal humorado, como personas que se llaman a engaño en los comienzos de la vida humana. También vio Jacinta no uno, sino dos y hasta tres, camino del cementerio. Suponíales muy tranquilos y de color de cera dentro de aquella caja que llevaba un tío cualquiera al hombro, como se lleva una escopeta. ...
En la línea 841
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Los dos aludidos, mostrando al sonreír sus dientes blancos como la leche y sus labios más rojos que cerezas entre el negro que los rodeaba, contestaron que sí con sus cabezas de salvaje. Empezaban a sentirse avergonzados y no sabían por dónde tirar. En el mismo instante salió una mujeraza de la puerta más próxima, y agarrando a una de las niñas embadurnadas, le levantó las enaguas y empezó a darle tal solfa en salva la parte, que los castañetazos se oían desde el primer patio. No tardó en aparecer otra madre furiosa, que más que mujer parecía una loba, y la emprendió con otro de los mandingas a bofetada sucia, sin miedo a mancharse ella también. «Canallas, cafres, ¡cómo se han puesto!». Y al punto fueron saliendo más madres irritadas. ¡La que se armó! Pronto se vieron lágrimas resbalando sobre el betún, llanto que al punto se volvía negro. «Te voy a matar, grandísimo pillo, ladrón… ». Estos son los condenados charoles que usa la señá Nicanora. Pero, ¡re—Dios!, señá Nicanora, ¿para qué deja usté que las criaturas… ?». ...
En la línea 523
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... En lugar de obedecer, Sandokán cogió a la joven y la levantó en los brazos. Su rostro tenía ahora otra expresión: le brillaban los ojos, las sienes le latían con furia y sus labios se entreabrían mostrando los dientes. ...
En la línea 641
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -¿Y estos músicos? -pregunté, mostrando unas partituras de Weber, de Rossini, de Mozart, de Beethoven, de Haydn, de Meyerbeer, de Herold, de Wagner, de Auber y de Gounod, y otras muchas, esparcidas sobre un piano órgano de grandes dimensiones, que ocupaba uno de los paneles del salón. ...
En la línea 1775
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Ésta -dijo Consed, mostrando una magnífica perla en la vitrina. ...
En la línea 230
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Ya te he dicho que Piotr Petrovitch se trasladará muy pronto a Petersburgo, adonde le llaman intereses importantísimos, pues quiere establecerse allí como abogado. Hace ya mucho tiempo que ejerce y acaba de ganar una causa importante. Si ha de trasladarse inmediatamente a Petersburgo es porque ha de seguir atendiendo en el senado a cierto trascendental asunto. Por todo esto, querido Rodia, este señor será para ti sumamente útil, y Dunia y yo hemos pensado que puedes comenzar en seguida tu carrera y considerar tu porvenir asegurado. ¡Oh, si esto llegara a realizarse! Sería una felicidad tan grande, que sólo la podríamos atribuir a un favor especial de la Providencia. Dunia sólo piensa en esto. Ya hemos insinuado algo a Piotr Petrovitch. Él, mostrando una prudente reserva, ha dicho que, no pudiendo estar sin secretario, preferiría, naturalmente, confiar este empleo a un pariente que a un extraño, siempre y cuando aquél fuera capaz de desempeñarlo. (¿Cómo no has de ser capaz de desempeñarlo tú?) Sin embargo, manifestó al mismo tiempo el temor de que, debido a tus estudios, no dispusieras del tiempo necesario para trabajar en su bufete. Así quedó la cosa por el momento, pero Dunia sólo piensa en este asunto. Vive desde hace algunos días en un estado febril y ha forjado ya sus planes para el futuro. Te ve trabajando con Piotr Petrovitch e incluso llegando a ser su socio, y eso sin dejar tus estudios de Derecho. Yo estoy de acuerdo en todo con ella, Rodia, y comparto sus proyectos y sus esperanzas, pues la cosa me parece perfectamente realizable, a pesar de las evasivas de Piotr Petrovitch, muy explicables, ya que él todavía no te conoce. ...
En la línea 1534
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Toma. Y veinte de propina. ¡Mire, mire cuánto dinero! ‑continuó, mostrando a Zamiotof su temblorosa mano, llena de billetes‑. Billetes rojos y azules, veinticinco rublos en billetes. ¿De dónde los he sacado? Y estas ropas nuevas, ¿cómo han llegado a mi poder? Usted sabe muy bien que yo no tenía un kopek. Lo sabe porque ha interrogado a la patrona. De esto no me cabe duda. ¿Verdad que la ha interrogado… ? En fin, basta de charla… ¡Hasta más ver… ! ¡Encantado! ...
En la línea 3882
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Bueno, ¿qué debo hacer? Habla ‑dijo el joven, levantando la cabeza y mostrando su rostro horriblemente descompuesto. ...

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Errores Ortográficos típicos con la palabra Mostrando
Cómo se escribe mostrando o mostrrando?
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