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La palabra monta
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la palabra monta

La palabra Monta ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece monta.

Estadisticas de la palabra monta

Monta es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 11587 según la RAE.

Monta aparece de media 6.43 veces en cada libro en castellano.

Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la monta en las obras de referencia de la RAE contandose 977 apariciones .

Errores Ortográficos típicos con la palabra Monta

Más información sobre la palabra Monta en internet

Monta en la RAE.
Monta en Word Reference.
Monta en la wikipedia.
Sinonimos de Monta.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece monta

La palabra monta puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 6964
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Planchet y Grimaud aparecieron entonces llevando de la mano las monturas de sus amos; D'Artagnan y Athos descendieron, monta ron junto a sus compañeros y los cuatro se pusieron en marcha: Athos en el caballo que debía a su mujer, Aramis en el caballo que debía a su amante, Porthos en el caballo que debía a su procuradora, y D'Artagnan en el caballo que debía a su buena fortuna, la mejor de las amantes. ...

En la línea 1441
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... «¡Monta, hermano, monta!»—dijo mostrándome el caballo—. ...

En la línea 1443
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Monta, hermano, monta, o en un abrir y cerrar de ojos tendremos aquí a toda la _canaille_ rústica.» Una autoridad. ...

En la línea 1827
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... ¿Quién puede rivalizar con el aristócrata inglés en prestancia, fuerza y valentía? ¿Quién monta mejores caballos? ¿Quién goza de posición más sólida? ¿Quién más amable que su esposa, su hermana o su hija? Pero tratándose de la aristocracia española, así de las _señoras_ como de los caballeros, cuanto menos se diga en cada uno de los puntos aludidos, será mejor. ...

En la línea 2259
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Los caballos conocen en seguida las facultades de quien los monta, y el del genovés resolvió aprovecharse de la timidez y debilidad del pobre viejo. ...

En la línea 2174
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -¡Eso juro yo -dijo Sancho- para el puto que no se casare en abriendo el gaznatico al señor Pandahilado! Pues, ¡monta que es mala la reina! ¡Así se me vuelvan las pulgas de la cama! Y, diciendo esto, dio dos zapatetas en el aire, con muestras de grandísimo contento, y luego fue a tomar las riendas de la mula de Dorotea, y, haciéndola detener, se hincó de rodillas ante ella, suplicándole le diese las manos para besárselas, en señal que la recibía por su reina y señora. ...

En la línea 2529
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... »-No te dé pena eso, señora mía -respondió Leonela-, que no está la monta, ni es causa para menguar la estimación, darse lo que se da presto, si, en efecto, lo que se da es bueno, y ello por sí digno de estimarse. ...

En la línea 3406
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Tanto monta -dijo el criado-, que el caso no consiste en eso, sino en si es o no es albarda, como vuestras mercedes dicen. ...

En la línea 3778
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Finis Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha TASA Yo, Hernando de Vallejo, escribano de Cámara del Rey nuestro señor, de los que residen en su Consejo, doy fe que, habiéndose visto por los señores dél un libro que compuso Miguel de Cervantes Saavedra, intitulado Don Quijote de la Mancha, Segunda parte, que con licencia de Su Majestad fue impreso, le tasaron a cuatro maravedís cada pliego en papel, el cual tiene setenta y tres pliegos, que al dicho respeto suma y monta docientos y noventa y dos maravedís, y mandaron que esta tasa se ponga al principio de cada volumen del dicho libro, para que se sepa y entienda lo que por él se ha de pedir y llevar, sin que se exceda en ello en manera alguna, como consta y parece por el auto y decreto original sobre ello dado, y que queda en mi poder, a que me refiero; y de mandamiento de los dichos señores del Consejo y de pedimiento de la parte del dicho Miguel de Cervantes, di esta fee en Madrid, a veinte y uno días del mes de otubre del mil y seiscientos y quince años. ...

En la línea 1657
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... ad, de las expresiones diferentes que emplean los que han pasado y los que están a punto de intentar el paso; pero, en fin, yo no he oído decir que ningún hombre se haya precipitado, aunque pase con frecuencia con los mulos cargados. arriero aconseja que se le enseñe el mejor camino a la mula que se monta, pero que se la deje hacer lo que le parezca; la mula cargada escoge, por lo común, el peor punto y se pierde. ...

En la línea 1084
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Fue para Flimnap una gran desgracia que los atletas de la servidumbre hubiesen abandonado la grúa monta-platos, pues se vio obligado a ascender por una de aquellas terribles rampas que le infundían pavor. Para mayor infortunio suyo, el gigante, al levantarse y empuñar su garrote contra la policía, había hecho esto con tal violencia, que una de sus rodillas, chocando contra una pata de la mesa, dejo medio rota y casi colgante la espiral arrollada en torno de ella. ...

En la línea 5251
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Rubín se sentaba y se levantaba, dando botes en el asiento, como un jinete que monta a la inglesa. ...

En la línea 803
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Alto, alto! –dijo él vigoroso jefe de la cuadrilla, interponiéndose – a tiempo de salvar al rey, y recalcando esta ayuda con unos puñetazos que derribaron a Hobbs por tierra–. ¿No tienes respeto ni a los reyes ni a los que usan puños de encajes? Si vuelves a ofender mi presencia, te estrangularé con mis propias manos. –Y agregó dirigiéndose a Su Majestad–: Haces mal en dirigir amenazas a tus camaradas, muchacho, y debes guardar la lengua para hablar mal de ellos en parte alguna. Sé rey enhorabuena, si eso satisface tu locura, pero que no sea ello un mal para nadie. No vuelvas a decir lo que has dicho, esto es traición. Seremos malos en cosas de poca monta, pero no tanto que hagamos traición a nuestro rey. En esto somos corazones amantes y leales. Repara si digo la verdad. Ahora, todos juntos: '¡Tenga larga vida Eduardo, rey de Inglaterra!' ...

En la línea 909
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Eso le salió bastante mal, con gran sorpresa suya, porque lavar las cucharas de palo y los cuchillos le había parecido fácil. Era una tarea tediosa y molesta, pero al fin la termino. Empezaba a sentir impaciencia por proseguir su viaje; no obstante, no había que perder tan fácilmente la compañía de aquella generosa mujer. Ésta le procuró diferentes ocupaciones de poca monta, que el rey desempeñó con gran lentitud y con regular lucimiento. Luego lo puso en compañía de las niñas a mondar manzanas, pero el rey se mostró tan torpe que la mujer le dio, en cambio, a afilar una chaira de carnicero. Después lo tuvo cardando lana tanto rato que el niño empezó a sentir que había dejado muy por debajo al buen rey Alfredo en cuanto a heroísmos, que estarían muy en su punto en los libros de cuentos y de historias, y se sintió medio inclinado a renunciar. Y, en efecto, así lo hizo cuando después de la comida del medio día la buena mujer le dio una canasta con unos gatitos para que los ahogara. Finalmente estaba a punto de renunciar –porque se dijo que si había de encontrar el momento oportuno sería éste en que le ordenaban ahogar los gatos– cuando sobrevino una interrupción. ¡La tal interrupción eran John Canty, con una caja de buhonero a la espalda, y Hugo! ...

En la línea 1011
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Una vez más, el rey Fu-Fu I anduvo con los vagabundos y los forajidos como blanco de sus groseras burlas y de sus torpes ultrajes, y a veces víctima del despecho de Canty y de Hugo, cuando el jefe volvía la espalda. No le detestaban más que Hugo y Canty. Algunos de los demás le querían, y todos admiraban su valor y su ánimo. Durante dos o tres días, Hugo, a cuyo cargo y custodia se hallaba el rey, hizo tortuosamente cuanto pudo para molestar al niño, y de noche, durante las orgías acostumbradas, divirtió a los reunidos haciéndole pequeñas perrerías, siempre como por casualidad. Dos veces pisó los pies del rey, como sin querer, y el rey, según convenía a su realeza, despectivamente, fingió no darse cuenta de ello; pero a la tercera vez que Hugo se permitió la misma broma, Eduardo lo derribó al suelo de un garrotazo, con inmenso júbilo de la tribu. Hugo, lleno de ira y de vergüenza, dio un salto, tomó a su vez un garrote y se lanzó con furia contra su pequeño adversario. Al momento se formó un ruedo en torno de los gladiadores y comenzaron las apuestas y los vítores. Pero el pobre Hugo estaba de mala suerte. Su torpe e inadecuada esgrima no podía servirle de nada frente a un brazo que había sido educado por los primeros maestros de Europa con las paradas, ataques y toda clase de estocadas y cintarazos. El reyecito, alerta pero con graciosa soltura, desviaba y paraba la espesa lluvia de golpes con tal facilidad y precisión que tenía admirados a los espectadores; y de cuando en cuando, no bien sus expertos ojos descubrían la ocasión, caía un golpe como un relámpago en la cabeza de Hugo, con lo cual la tormenta de aplausos y risas que despertaba era cosa de maravilla. Al cabo de quince minutos, Hugo, apaleado, contuso y blanco de un implacable bombardeo de burlas, abandonó el campo, y el ileso héroe de la lucha fue acogido y subido en hombros de la alegre chusma hasta el lugar de honor, al lado del jefe, donde con gran ceremonia fue coronado Rey de los Gallos de Pelea, declarándose al mismo tiempo solemnemente cancelado y abolido su anterior título de menos monta, y dictándose un decreto de destierro de la cuadrilla contra todo el que en adelante lo insultase. ...


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