La palabra Locos ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece locos.
Estadisticas de la palabra locos
Locos es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 5737 según la RAE.
Locos aparece de media 15.53 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la locos en las obras de referencia de la RAE contandose 2361 apariciones .
Errores Ortográficos típicos con la palabra Locos
Cómo se escribe locos o locoz?
Más información sobre la palabra Locos en internet
Locos en la RAE.
Locos en Word Reference.
Locos en la wikipedia.
Sinonimos de Locos.

la Ortografía es divertida

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece locos
La palabra locos puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1199
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Salvatierra, bajo la presión de sus pensamientos, sintió la necesidad de confesarse con alguien, de hablar a aquel ser sencillo de su debilidad y sus vacilaciones ante el misterio de la muerte. Era un deseo, de volcar su pensamiento con la certeza de no ser comprendido, de sacar a luz su alma, semejante al que había visto en los grandes personajes shakesperianos, reyes en desgracia, caudillos perseguidos por el destino, que confían fraternalmente sus ideas a bufones y a locos. ...
En la línea 1245
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Contestaban a esto los rebeldes que la caridad no era bastante, y que, a pesar de ello, mucha gente vivía en la miseria. ¿Y qué podían hacer los amos para remediar lo que era irremediable? Siempre existirían ricos y pobres, hambrientos y ahítos; sólo los locos o los criminales podían soñar con la igualdad. ...
En la línea 1265
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --No--siguió diciendo el señorito;--para Salvatierra una camisa de fuerza, y que vaya a propagar sus doctrinas en una casa de locos lo que le quede de vida. ...
En la línea 1472
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Lo que tú le digas que haga, eso hará... Ferminillo, no me abandones, protégeme. Tú eres mi patrón; quisiera ponerte en un altar y encenderte velas y rezarte una letanía. Fermín; santito mío: no me dejes, defiéndeme. Ablanda aquel peñasco, de corazón; agárrame, porque si no, me caigo y voy a presidio o a la casa de los locos. ...
En la línea 4606
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... D'Artagnan creía volverse idiota; le parecía estar en una casa de locos y que iba a terminar loco como los que veía. ...
En la línea 7880
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Os he hecho dar un paseo encantador; aquí tenemos un desayuno de los más suculentos, y quinientas p ersonas allá abajo, co mo podéis verles a través de las troneras, que nos toman por locos o por héroes, dos clases de imbéciles que se parecen bastante. ...
En la línea 3958
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... —¿Estoy rodeado de locos?—grité, y arrojando sobre la mesa una _peseta_ desaté el caballo e intenté ponerle el bocado, pero no lo conseguí. ...
En la línea 4214
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... ¡Qué locos! A dos de ellos los eché a rodar entre las peñas con dos tiros de este fusil, y al tercero le rompí la cabeza de un culatazo. ...
En la línea 5164
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Parecen medio locos; y como no le pueden encontrar a usted, están registrando los papeles, en la creencia, supongo yo, de que está usted escondido entre ellos. ...
En la línea 1631
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pues, ¡montas que no se librara Cardenio por loco! -Contra cuerdos y contra locos está obligado cualquier caballero andante a volver por la honra de las mujeres, cualesquiera que sean, cuanto más por las reinas de tan alta guisa y pro como fue la reina Madásima, a quien yo tengo particular afición por sus buenas partes; porque, fuera de haber sido fermosa, además fue muy prudente y muy sufrida en sus calamidades, que las tuvo muchas; y los consejos y compañía del maestro Elisabat le fue y le fueron de mucho provecho y alivio para poder llevar sus trabajos con prudencia y paciencia. ...
En la línea 3436
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... En efeto, tanto les supo el cura decir, y tantas locuras supo don Quijote hacer, que más locos fueran que no él los cuadrilleros si no conocieran la falta de don Quijote; y así, tuvieron por bien de apaciguarse, y aun de ser medianeros de hacer las paces entre el barbero y Sancho Panza, que todavía asistían con gran rancor a su pendencia. ...
En la línea 3855
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Dio la licencia don Quijote, y el cura y los demás le prestaron atención, y él comenzó desta manera: -«En la casa de los locos de Sevilla estaba un hombre a quien sus parientes habían puesto allí por falto de juicio. ...
En la línea 3863
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... No sirvieron de nada para con el capellán las prevenciones y advertimientos del retor para que dejase de llevarle; obedeció el retor, viendo ser orden del arzobispo; pusieron al licenciado sus vestidos, que eran nuevos y decentes, y, como él se vio vestido de cuerdo y desnudo de loco, suplicó al capellán que por caridad le diese licencia para ir a despedirse de sus compañeros los locos. ...
En la línea 725
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 6 de febrero.- Hemos llegado a Woollya, y se queja tanto Matthews de la conducta de los fueguenses, que el capitán se decide a volverlo a bordo del Beagle; más tarde lo dejamos en Nueva-Zelanda, donde su hermano era misionero. En cuanto nos separamos comenzaron los indígenas a despojarlo de todo lo que tenía; todos los días llegaban nuevos grupos de fueguenses; York y Jemmy habían perdido muchas cosas y Matthews todo lo que no había tenido la precaución de enterrar. Se creía que los indígenas habían roto o desgarrado todo cuanto habían cogido, distribuyéndose los pedazos. Matthews estaba destrozado de cansancio; de día y de noche le rodeaban los indígenas, haciendo, para que no durmiese, un ruido horrible junto a su cabeza. Un día le mandó a un viejo que se marchase de su choza, pero volvió a poco con una piedra tremenda en la mano. Otro día acudió un pelotón armado de piedras y palos y Matthews tuvo que aplacarlos a fuerza de regalos. Otros quisieron despojarlo de las ropas y pelarlo enteramente. Creo que llegamos a tiempo justo de salvarle la vida. Los parientes de Jemmy habían sido lo bastante vanos y lo bastante locos para enseñarles a sus vecinos de otras tribus todo lo que habían adquirido y para decirles cómo se lo habían proporcionado. Bien triste era tener que dejar a nuestros tres fueguenses en medio de sus salvajes compatriotas, pero como ellos no sentían ningún temor, este pensamiento nos servía de gran consuelo. York, hombre fuerte y resuelto, estaba casi seguro de salir sano y salvo, lo mismo que Fuegía, su mujer, de las emboscadas que pudieran tenderle. ...
En la línea 3387
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —¿Por qué no les da usted una luz, Visita? —Señores, porque esos locos son capaces de quemar la casa. ...
En la línea 5474
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Por esto habían valido poco las amonestaciones de don Fermín para que Fortunato se abstuviese de adornar los balcones con jaulas pobres, pero alegres, en que saltaban y alborotaban aturdiendo al mundo, jilgueros y canarios, que en honor de la verdad, parecían locos. ...
En la línea 5633
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Describiendo a veces los Consistorios de Berlín hacía pensar al auditorio: ¡Pero aquellos desgraciados están locos!. ...
En la línea 6360
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¿Por qué no alegrarse? ¿por qué no reír y disparatar? Todo era contento: allá en la huerta rumores de agua y de árboles que mecía el viento, cánticos locos de pájaros dicharacheros; de las ventanas del patio venían perfumes traídos por el airecillo que hacía sonajas de las hojas de las plantas. ...
En la línea 1403
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... En el Senado, el público lloró de emoción escuchando a Gurdilo el más desinteresado y sublime de sus discursos. Todo lo olvidaba ante la inminencia del peligro común. Besó y abrazó a los señores del Consejo Ejecutivo, odiados por él hasta un día antes. Ya no resultaban oportunos los rencores políticos; todos eran mujeres y tenían el deber de morir defendiendo el orden social, puesto en peligro por las utopías anárquicas de unos cuantos varones ambiciosos o locos, olvidados de las virtudes, respetos y jerarquías que forman la base de un país solidamente constituido. ...
En la línea 1522
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Es que se me pegaron tus ilusiones —replicó la suegra esforzándose en disculpar su error—. Dice Juan que es manía; yo lo llamo ilusión, y las ilusiones se pegan como las viruelas. Las ideas fijas son contagiosas. Por eso, mira tú, por eso tengo yo tanto miedo a los locos y me asusto tanto de verme a su lado. Es que cuando alguno está cerca de mí y se pone a hacer visajes, me pongo también yo a hacer lo mismo. Somos monos de imitación… Pues sí, convéncete, lo del parecido es ilusión, y las dos… lo diré muy bajito, las dos hemos hecho una soberbia plancha. ¿Y ahora, qué hacer? No se te pase por la cabeza traerle aquí. Baldomero no lo consiente, y tiene mucha razón. Yo… si he de decirte la verdad, le he tomado cariño. ¡Ay!, sus salvajadas me divierten. ¡Es tan mono! ¡Qué ojitos aquellos!, ¿pues y los plieguecitos de la nariz?… y aquella boca, aquellos labios, el piquito que hace con los labios, sobre todo. Ven acá y verás el nacimiento que le compré. ...
En la línea 3059
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Don Evaristo González Feijoo merece algo más que una mención en este relato. Era hombre de edad, solterón, y vivía desahogadamente de sus rentas y de su retiro de coronel del ejército. A poco de la guerra de África, abandonó el servicio activo. Era el único individuo de la tertulia que no tenía trampas ni apuros de dinero. Su existencia plácida y ordenada, reflejábase en su persona pulcra, robusta y simpática. Su facha denunciaba su profesión militar y su natural hidalgo; tenía bigote blanco y marcial arrogancia, continente reposado, ojos vivos, sonrisa entre picaresca y bondadosa; vestía con mucho esmero y limpieza, y su palabra era sumamente instructiva, porque había viajado y servido en Cuba y en Filipinas; había tenido muchas aventuras y visto muchas y muy extrañas cosas. No se alteraba cuando oía expresar las ideas más exageradas y disolventes. Lo mismo al partidario de la inquisición que al petrolero más rabioso, les escuchaba Feijoo con frialdad benévola. Era indulgente con los entusiasmos, sin duda porque él también los había padecido. Cuando alguno se expresaba ante él con fe y calor, oíale con la paciencia compasiva con que se oye a los locos. También él había sido loco; pero ya había recobrado la razón, y la razón en política era, según él, la ausencia completa de fe. ...
En la línea 3661
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «¿Que no? ¡Ay, chulita!, tú no conoces la naturaleza humana. Cree lo que te he dicho. Maximiliano te abrirá los brazos. ¿No ves que es como tú, un apasionado, un sentimental? Te idolatra, y los que aman así, con esa locura, se pirran por perdonar. ¡Ah, perdonar! Todo lo que sea rasgos les vuelve locos de gusto. Tú déjate querer, grandísima tonta, y hazte cargo de que se te presenta un ancho horizonte de vida… si lo sabes aprovechar». ...
En la línea 5117
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... El reloj de la Puerta del Sol dio la hora. Después Moreno advirtió el profundísimo silencio que le envolvía, y la idea de la soledad sucedió en su mente a las impresiones musicales. Figurábase que no existía nadie a su lado, que la casa estaba desierta, el barrio desierto, Madrid desierto. Miró un rato la luz, y bebiéndola con los ojos, otras ideas le asaltaron. Eran las ideas principales, como si dijéramos las ideas inquilinas, palomas que regresaban al palomar después de pasearse un poco por los aires. «Ella se lo pierde… —se dijo con cierta convicción enfática—. Y en el desdén se lleva la penitencia, porque no tendrá nunca el consuelo que desea… Yo me consolaré con mi soledad, que es el mejor de los amigos. ¿Y quién me asegura que el año que viene, cuando vuelva, no la encontraré en otra disposición? Vamos a ver… ¿por qué no había de ser así? Se habrá convencido de que amar a un marido como el que tiene es contrario a la naturaleza; y su Dios, aquel buen Señor que está acostado en la urna de cristal, con su sábana de holanda finísima, aquel mismo Dios, amigo de Estupiñá, le ha de aconsejar que me quiera. ¡Oh!, sí, el año que viene vuelvo… en Abril ya estoy andando para acá. Ya verá mi tía si me hago yo místico, y tan místico, que dejaré tamañitos a los de aquí… ¡Oh!… mi niña adorada bien vale una misa. Y entonces gastaré un millón, dos millones, seis millones, en construir un asilo benéfico. ¿Para qué dijo Guillermina? ¡Ah!, para locos; sí, es lo que hace más falta… y me llamarán la Providencia de los desgraciados, y pasmaré al mundo con mi devoción… Tendremos uno, dos, muchos hijos, y seré el más feliz de los hombres… Le compraré al Cristo aquel tan lleno de cardenales una urna de plata… y… ». ...
En la línea 3931
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Permítame. Desde luego, Catalina Ivanovna no comprendería fácilmente lo que le voy a decir. Pero usted… ¿No sabe que en Paris se han realizado serios experimentos sobre el sistema de curar a los locos sólo por medio de la lógica? Un doctor francés, un gran sabio que ha muerto hace poco, afirmaba que esto es posible. Su idea fundamental era que la locura no implica lesiones orgánicas importantes, que sólo es, por decirlo así, un error de lógica, una falta de juicio, un punto de vista equivocado de las cosas. Contradecía progresivamente a sus enfermos, refutaba sus opiniones, y obtuvo excelentes resultados. Pero como al mismo tiempo utilizaba las duchas, no ha quedado plenamente demostrada la eficacia de su método… Por lo menos, esto es lo que opino yo. ...
En la línea 4084
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Hace un rato. ¿Y tú? ¿Desde cuándo no las has visto? Dime, te lo ruego: ¿dónde has pasado el día? He estado tres veces aquí y no he conseguido verte. Tu madre está muy enferma desde ayer. Quería verte, y aunque tu hermana ha hecho todo lo posible por retenerla, ella no ha querido escucharla. Ha dicho que si estabas enfermo, si perdías la razón, sólo tu madre podía venir en tu ayuda. Por lo tanto, nos hemos venido hacia aquí los tres, pues, como comprenderás, no podíamos dejarla venir sola, y por el camino no hemos cesado de tratar de calmarla. Cuando hemos llegado aquí, tú no estabas. Mira, aquí se ha sentado, y sentada ha estado diez minutos, mientras nosotros permanecíamos de pie ante ella. Al fin se ha levantado y ha dicho: « Si sale, no puede estar enfermo. La razón es que me ha olvidado. No me parece bien que una madre vaya a buscar a su hijo para mendigar sus caricias.» Cuando ha vuelto a su casa, ha tenido que acostarse. Ahora tiene fiebre. «Para su amiga sí que tiene tiempo», ha dicho. Se refería a Sonia Simonovna, de la que supone que es tu prometida o tu amante. No sabe si es una cosa a otra, y como yo tampoco lo sé, amigo mío, y deseaba salir de dudas, he ido en seguida a casa de esa joven… Al entrar, veo un ataúd, niños que lloran y a Sonia Simonovna probándoles vestidos de luto. Tú no estabas allí. Después de buscarte con los ojos, me he excusado, he salido y he ido a contar a Avdotia Romanovna los resultados de mis pesquisas. O sea que las suposiciones de tu madre han resultado inexactas, y puesto que no se trata de una aventura amorosa, la hipótesis más plausible es la de la locura. Pero ahora te encuentro comiendo con tanta avidez como si llevaras tres días en ayunas. Verdad es que los locos también comen, y que, además, no me has dicho ni una palabra; pero estoy seguro de que no estás loco. Eso es para mí tan indiscutible, que lo juraría a ojos cerrados. Así, que el diablo se os lleve a todos. Aquí hay un misterio, un secreto, y no estoy dispuesto a romperme la cabeza para resolver este enigma. Sólo he venido aquí ‑terminó, levantándose‑ para decirte lo que te he dicho y descargar mi conciencia. Ahora ya sé lo que tengo que hacer. ...
En la línea 1124
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Atropelláronse en su mente mil pensamientos. De seguro que ya habrían preguntado en la fonda por ella. Puede que estuviese de vuelta el Padre Arrigoitia; y se volverían locos buscándola en el jardín, en su cuarto, en todas partes. No sabía ella misma por qué se acordaba antes del Padre Arrigoitia que de Miranda; pero es lo cierto que su temor principal era darse de manos a boca con el afable jesuita, que le diría sonriendo: «¿De dónde bueno, hija?» Hostigada por tales imaginaciones, se levantó tambaleándose, y diciendo entre dientes: ...
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