La palabra Joya ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
Memoria De Las Islas Filipinas. de Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece joya.
Estadisticas de la palabra joya
Joya es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 11360 según la RAE.
Joya aparece de media 0.01 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la joya en las obras de referencia de la RAE contandose 1 apariciones .
Errores Ortográficos típicos con la palabra Joya
Cómo se escribe joya o jolla?
Cómo se escribe joya o goya?
Más información sobre la palabra Joya en internet
Joya en la RAE.
Joya en Word Reference.
Joya en la wikipedia.
Sinonimos de Joya.

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece joya
La palabra joya puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1494
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¿Batiste? ¡Ah! Pues mire usted, señor Bautista: para que vea que le quiero y deseo que esa joya sea suya, voy a hacer lo que no haría por nadie. ...
En la línea 1521
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... -Se lleva usted la joya del mercado. ...
En la línea 6343
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Sí -dijo Athos-, me recuerda una joya de familia. ...
En la línea 6371
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Como os digo, es una antigua joya. ...
En la línea 471
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Esto no es creible, y por eso nos aventuramos á decir, que solo la mas completa ignorancia de lo que son nuestras Islas Filipinas, pudo ser la única causa y móvil que impulsó á sentar aquella proposicion, nada reparable para emitida en una conversacion particular por quien no haya visitado aquellos paises; pero de mucho bulto y trascendencia en quien escribiendo para el público, entra en comparaciones siempre odiosas, y se atreve á indicar la desmembracion de la monarquía, proponiendo se enajene una tan preciosa parte de ella como son las Islas Filipinas, que sin aventurar nada, se las puede hoy llamar la joya mas preciosa que adorna la corona de España. ...
En la línea 2244
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pero dime: ¿qué joya fue la que te dio, al despedirte, por las nuevas que de mí le llevaste? Porque es usada y antigua costumbre entre los caballeros y damas andantes dar a los escuderos, doncellas o enanos que les llevan nuevas, de sus damas a ellos, a ellas de sus andantes, alguna rica joya en albricias, en agradecimiento de su recado. ...
En la línea 2244
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pero dime: ¿qué joya fue la que te dio, al despedirte, por las nuevas que de mí le llevaste? Porque es usada y antigua costumbre entre los caballeros y damas andantes dar a los escuderos, doncellas o enanos que les llevan nuevas, de sus damas a ellos, a ellas de sus andantes, alguna rica joya en albricias, en agradecimiento de su recado. ...
En la línea 2246
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Es liberal en estremo -dijo don Quijote-, y si no te dio joya de oro, sin duda debió de ser porque no la tendría allí a la mano para dártela; pero buenas son mangas después de Pascua: yo la veré, y se satisfará todo. ...
En la línea 2402
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Mira que no hay joya en el mundo que tanto valga como la mujer casta y honrada, y que todo el honor de las mujeres consiste en la opinión buena que dellas se tiene; y, pues la de tu esposa es tal que llega al estremo de bondad que sabes, ¿para qué quieres poner esta verdad en duda? Mira, amigo, que la mujer es animal imperfecto, y que no se le han de poner embarazos donde tropiece y caiga, sino quitárselos y despejalle el camino de cualquier inconveniente, para que sin pesadumbre corra ligera a alcanzar la perfeción que le falta, que consiste en el ser virtuosa. ...
En la línea 4741
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El pobre don Cayetano era hombre de algún talento para ciertas cosas, para lo formal, para las superficialidades de la vida mundana; pero ¿qué sabía él de dirigir un alma como la de aquella señora? Don Fermín no perdonaba al Arcipreste el no haberle entregado mucho antes aquella joya que él, Ripamilán, no sabía apreciar en todo su valor. ...
En la línea 9191
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Paco admiraba en silencio la hermosura de Ana, cuya cabeza hundida en la blancura blanda de las almohadas le parecía una joya en su estuche. ...
En la línea 14988
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¡Qué contento estaba con la vida Quintanar! Su mujer era una joya; la más hermosa de la provincia, como había sido siempre, pero además ahora suya, completamente suya, y de un humor nuevo, alegre, activo, como el que Dios le había otorgado a él. ...
En la línea 1407
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... En cambio él, deseoso de llamar la atención por el contraste, iba a la española, su traje favorito, vestido de terciopelo y satén negros, con elegante modestia, pero llevando al cuello el gran collar de San Miguel, presente de Luis XII, distintivo reservado a los príncipes de sangre regia. Además, cada una de sus armas era una joya artística. ...
En la línea 2390
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pero lo mejor fue que en la conversación salió de repente una cosa interesantísima. Manolita conocía a los de Santa Cruz. ¡Vaya!, si su marido, Pepe Reoyos, era íntimo, pero íntimo, de D. Baldomero. Y ella, la propia Manolita, visitaba mucho a doña Bárbara. De aquí saltó la conversación a hablar de Jacinta. ¡Ah! Jacinta era una mujer muy mona: lo tenía todo, bondad, belleza, talento y virtud. El danzante de Juan no merecía tal joya, por ser muy dado a picos pardos. Pero fuera de esto, era un excelente chico, y muy simpático, pero mucho. ...
En la línea 2433
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Despidiéronse muy gozosos, y Fortunata se retiró con la mente hecha a aquel orden de ideas. ¡Un hogar honrado y tranquilo!… ¡Si era lo que ella había deseado toda su vida!… ¡Si jamás tuvo afición al lujo ni a la vida de aparato y perdición!… ¡Si su gusto fue siempre la oscuridad y la paz, y su maldito destino la llevaba a la publicidad y a la inquietud!… ¡Si ella había soñado siempre con verse rodeada de un corro chiquito de personas queridas, y vivir como Dios manda, queriendo bien a los suyos y bien querida de ellos, pasando la vida sin afanes!… ¡Si fue lanzada a la vida mala por despecho y contra su voluntad, y no le gustaba, no señor, no le gustaba!… Después de pensar mucho en esto hizo examen de conciencia, y se preguntó qué había obtenido de la religión en aquella casa. Si en lo tocante a prendarse de las guapezas del alma había adelantado poco, en otro orden algo iba ganando. Gozaba de cierta paz espiritual, desconocida para ella en épocas anteriores, paz que sólo turbaba Mauricia arrojando en sus oídos una maligna frase. Y no fue esto la única conquista, pues también prendió en ella la idea de la resignación y el convencimiento de que debemos tomar las cosas de la vida como vienen, recibir con alegría lo que se nos da, y no aspirar a la realización cumplida y total de nuestros deseos. Esto se lo decía aquella misma claridad esencial, aquella idea blanca que salía de la custodia. Lo malo era que en aquellas largas horas, a veces aburridas, que pasaba de rodillas ante el Sacramento, la faz envuelta en un gran velo al modo de mosquitero, la pecadora solía fijarse más en la custodia, marco y continente de la sagrada forma, que en la forma misma, por las asociaciones de ideas que aquella joya despertaba en su mente. ...
En la línea 4698
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... En Agosto ocurrió algo que no estaba en los papeles, y fue del modo siguiente. Una mañana fue Torquemada a ver a doña Lupe para tratar de negocios. Con su traje de verano, tenía el buen D. Francisco aspecto semejante al de los militares que vienen de Cuba, pues a más del trajecito azul, se había encasquetado un sombrero de paja de ala ancha. Su camisa, de rayas coloradas, parecía la bandera de los Estados Unidos; y para recalcar más su facha americana, llevaba una joya en la corbata y una cadena de reloj interminable, que le daba muchas vueltas de una parte a otra del pecho. Los pantalones eran tan cortos, que al sentarse se le veía media pierna. Allí venía bien decir que el difunto era más chico. Todo ello parecía prendas heredadas, o venidas a su poder por embargo judicial, o cogidas a algún filibustero. Servíale el sombrero de abanico, cuando estaba en visita, con la ventaja de que las personas circunstantes participaban de la ventilación que daba aquella prenda tropical tan bien manejada. ...
En la línea 4977
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Se agitó tanto, que tuvo que levantarse y ponerse a pasear. «Vaya que este mundo es una cosa divertida. Yo desgraciado; ella desgraciada, porque su marido es un ciego y desconoce la joya que posee. De estas dos desgracias podríamos hacer una felicidad, si el mundo no fuera lo que es, esclavitud de esclavitudes y toda esclavitud… Me parece que la estoy viendo cuando le dije aquello… ¡Qué risita, qué serenidad, y qué contestación tan admirable! Me dejó pegado a la pared. Tan pegado estoy, que no he vuelto por otra, y cuando preparo algo para decírselo, ¡anda valiente!… le digo todo lo contrario. Que se vuelva uno tan estúpido, es cosa que no me cabía en la cabeza. ¡Ay! Dios, si me muero, y el pensamiento vive más allá de la muerte, estaré viendo toda la eternidad esta carita graciosa, con su expresión celestial, estos ojos serenos y risueños, esta cabellera oscura con ráfagas blancas que le hacen tanta gracia… esta boca, que no habla sin que me duela el alma. ¡Pobre ángel!, su única pasión es la maternidad, sed no satisfecha, desconsuelo inmenso. Su pasión se me comunica y me abrasa; yo también quiero tener un hijo, yo también. ¡Si me parece que le estoy viendo!, si está aquí, en los linderos de la vida, mirándome, diciéndome que le traiga, y no falta más que traerlo. Vendría si ella quisiera. Tengo la seguridad de que vendría; es una idea que se me ha clavado aquí. Y yo le digo: 'Por un niño, bien se podría dar la virtud… '. ¡Ah!, no tener valor para decirle esto… ¿Pero cómo?, ¡si no hay palabra que se preste a decirlo!… ». ...
En la línea 1739
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Amigo Ned, para el poeta, la perla es una lágrima del mar; para los orientales, es una gota de rocío solidificada; para las damas, es una joya de forma oblonga, de brillo hialino, de una materia nacarada, que ellas llevan en los dedos, en el cuello o en las orejas; para el químico, es una mezcla de fosfato y de carbonato cálcico con un poco de gelatina, y, por último, para el naturalista, es una simple secreción enfermiza del órgano que produce el nácar en algunos bivalvos. ...
En la línea 1850
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Las dos valvas del molusco estaban entreabiertas. El capitán se aproximó e introdujo su puñal entre las conchas para impedir que se cerraran; luego, con la mano, levantó la túnica membranosa con franjas en los bordes que formaban el manto del animal. Entre los pliegues foliáceos vi una perla libre del tamaño de un coco. Su forma globular, su perfecta limpidez, su admirable oriente hacían de ella una joya de un precio inestimable. Llevado de la curiosidad, extendí la mano para cogerla, para sopesarla, para palparla. Pero el capitán Nemo me contuvo con un gesto negativo, y retirando su cuchillo con un rápido gesto dejó que las valvas se cerraran súbitamente. ...
En la línea 1851
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Comprendí entonces que el designio del capitán Nemo al dejar la perla era la de permitirle aumentar su tamaño. Cada año, la secreción del molusco añadía nuevas capas concéntricas. Sólo el capitán Nemo conocía la gruta en la que «maduraba» ese admirable fruto de la naturaleza. El capitán Nemo la criaba, por así decirlo, a fin de trasladarla un día a su precioso museo. Tal vez, incluso, siguiendo el ejemplo de los chinos y de los indios, había determinado él la producción de esa perla introduciendo bajo los pliegues del molusco algún trozo de vidrio o de metal recubierto poco a poco por la materia nacarada. En todo caso, la comparación de esa perla con las que yo conocía, y con las que brillaban en la colección del capitán, me daba un valor no inferior a diez millones de francos. Soberbia curiosidad natural y no joya de lujo, pues no había orejas femeninas que pudieran con ella. ...
En la línea 527
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Entonces fue cuando comprendí que todo lo que había en la estancia, a semejanza del reloj, se había parado e interrumpido hacía ya mucho tiempo. Noté que la señorita Havisham dejó la joya exactamente en el mismo lugar de donde la tomara. Y mientras Estella repartía los naipes, yo miré otra vez a la mesa del tocador, y allí vi el zapato que un día fue blanco y ahora estaba amarillento, pero sin la menor señal de haber sido usado. Miré al pie cuyo zapato faltaba y observé que la media de seda, que también fue blanca y que ahora era de color de hueso, quedó destrozada a fuerza de andar; y aun sin aquella interrupción de todo y sin la inmóvil presencia de los pálidos objetos ya marchitos, el traje nupcial sobre el cuerpo inmóvil no podría haberse parecido más a una vestidura propia de la tumba, ni el largo velo más semejante a un sudario. ...
En la línea 1168
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Él me contestó que se los había encontrado en la calle, y yo no le hice más preguntas. Le di un rublo. Pensé que si yo no hacia la operación, se aprovecharía otro, que Nicolás se bebería el dinero de todas formas y que era preferible que la joya quedara en mis manos, pues estaba decidido a entregarla a la policía si me enteraba de que era un objeto robado, al venir alguien a reclamarla.» ...
En la línea 1246
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Sí ‑repuso Rasumikhine frunciendo las cejas‑. Koch reconoció la joya y dijo quién la había empeñado. Esta persona confirmó que los pendientes le pertenecían. ...
En la línea 1250
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¿Que cómo puedo explicarlo? Del modo más sencillo. La cosa está perfectamente clara. Por lo menos, el camino que hay que seguir para llegar a la verdad se nos muestra con toda claridad, y es precisamente esa joya la que lo indica. Los pendientes se le cayeron al verdadero culpable. Éste estaba arriba, en el piso de la vieja, mientras Koch y Pestriakof llamaban a la puerta. Koch cometió la tontería de bajar a la entrada poco después que su compañero. Entonces el asesino sale del piso y empieza a bajar la escalera, ya que no tiene otro camino para huir. A fin de no encontrarse con el portero, Koch y Pestriakof, ha de esconderse en el piso vacío que Nicolás y Mitri acaban de abandonar. Permanece oculto detrás de la puerta mientras los otros suben al piso de las víctimas, y, cuando el ruido de los pasos se aleja, sale de su escondite y baja tranquilamente. Es el momento en que Mitri y Nicolás echan a correr por la calle. Todos los que estaban ante la puerta se han dispersado. Tal vez alguien le viera, pero nadie se fijó en él. ¡Entraba y salía tanta gente por aquella puerta! El estuche se le cayó del bolsillo cuando estaba oculto detrás de la puerta, y él no lo advirtió porque tenía otras muchas cosas en que pensar en aquel momento. Que el estuche estuviera allí demuestra que el asesino se escondió en el piso vacío. He aquí explicado todo el misterio. ...
En la línea 2015
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Lo mejor, mamá, será que vayamos ahora mismo a casa de Rodia. Allí veremos lo que conviene hacer. Además, ya es hora de que nos marchemos. ¡Más de las diez! ‑exclamó la joven después de echar una ojeada al precioso reloj de oro guarnecido de esmaltes que pendía de su cuello, prendido a una fina cadena de estilo veneciano. Esta joya contrastaba singularmente con el resto de su atavío. «Un regalo de su prometido», pensó Rasumikhine. ...

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