La palabra Hacerme ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece hacerme.
Estadisticas de la palabra hacerme
Hacerme es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 6880 según la RAE.
Hacerme aparece de media 12.47 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la hacerme en las obras de referencia de la RAE contandose 1895 apariciones .
Errores Ortográficos típicos con la palabra Hacerme
Cómo se escribe hacerme o hacerrme?
Cómo se escribe hacerme o acerme?

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece hacerme
La palabra hacerme puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1018
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Tú aquí--ordenó la hija del marqués,--a hacerme compañía. Deja que se divierta esa gentuza... ¡Pero no me huyas, mala sombra!: parece que te doy miedo. ...
En la línea 515
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Tréville se decía aparte para sí:«Si el cardenal me ha despachado a este joven zorro, a buen se guro, él, que sabe hasta qué punto lo execro, no habrá dejado de decir a su espía que el mejor medio de hacerme la corte es echar pestes de él; así, pese a mis protestas, el astuto compadre va a responderme con toda seguridad que siente horror por Su Eminencia. ...
En la línea 562
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Tratad de no hacerme esperar, porque a las doce y cuarto os prevengo que seré yo quien coma tras vos y quien os corte las orejas a la camera. ...
En la línea 1919
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¿No conocéis al hombre a cuyo postigo vais a llamar? Vamos, señora, ¿no me creéisdemasiado crédulo?-Confesad que habéis inventado esa historia para hacerme hablar, y que vos mismo habéis creado ese personaje. ...
En la línea 2040
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Milord, madame, perdón, cien veces perdón; pero yo la amaba, milord, y estaba celoso; vos sabéis lo que es amar, milord; perdonad me y decidme cómo puedo hacerme matar por vuestra gracia. ...
En la línea 693
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Los vapores del alcohol comenzaron a disiparse en el cerebro del cochero; entonces, cruzando las manos, exclamó: «Virgen bendita, ¿qué va a ser de mí? ¿Cómo voy a ganarme la vida? ¿Dónde podré hacerme con otra mula? Mi mula, mi mejor mula, se ha matado; se ha caído al suelo y se ha muerto de repente. ...
En la línea 1058
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... A mi llegada a la puerta de Elvas un oficial salió de una especie de cuerpo de guardia, y después de hacerme varias preguntas, me envió, acompañado de un soldado, a la oficina de policía, donde mi pasaporte había de ser _visé_, porque en la frontera son muy exigentes en ese particular. ...
En la línea 1589
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Yo estaba el primero, y la loba me pasó tan cerca, que me rozó con el pelo las piernas; no me hizo caso, sin embargo, y siguió adelante, sin mirar a derecha ni izquierda, y todos los demás lobos pasaron trotando junto a mí, sin hacerme el menor daño y sin mirarme siquiera. ...
En la línea 1708
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... «Y si quiere usted hacerme caso—añadió—, no debe usted ir más lejos de ese modo. ...
En la línea 1153
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Así que, aprieta un poco las cinchas a Rocinante y quédate a Dios, y espérame aquí hasta tres días no más, en los cuales, si no volviere, puedes tú volverte a nuestra aldea, y desde allí, por hacerme merced y buena obra, irás al Toboso, donde dirás a la incomparable señora mía Dulcinea que su cautivo caballero murió por acometer cosas que le hiciesen digno de poder llamarse suyo. ...
En la línea 1353
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Quédese eso del barbero a mi cargo -dijo Sancho-, y al de vuestra merced se quede el procurar venir a ser rey y el hacerme conde. ...
En la línea 1579
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Fui dél tan bien recebido y tratado, que desde luego comenzó la envidia a hacer su oficio, teniéndomela los criados antiguos, pareciéndoles que las muestras que el duque daba de hacerme merced habían de ser en perjuicio suyo. ...
En la línea 1664
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Porque quien oyere decir a vuestra merced que una bacía de barbero es el yelmo de Mambrino, y que no salga de este error en más de cuatro días, ¿qué ha de pensar, sino que quien tal dice y afirma debe de tener güero el juicio? La bacía yo la llevo en el costal, toda abollada, y llévola para aderezarla en mi casa y hacerme la barba en ella, si Dios me diere tanta gracia que algún día me vea con mi mujer y hijos. ...
En la línea 493
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Sin embargo, ¡han oído hablar de un país donde el día y la noche duran cada uno seis meses seguidos, país poblado de habitantes altos y flacos! Me hacen muchas preguntas acerca de ganadería y precio de los ganados en Inglaterra. Cuando le digo que nosotros no cogemos con lazo a nuestros animales, exclaman: «¡Cómo! Entonces, ¿no emplean ustedes más que las bolas?» No tenían ni la menor idea de que pudiese cercarse un terreno. El capitán me dice que tiene que hacerme una pregunta, pero importantísima, a la cual me apremia para que responda con toda la verdad. Casi temblé ante la idea de la profundidad científica que iba a tener esa pregunta. Hela aquí: - «Las mujeres de Buenos Aires ¿no son las más hermosas del mundo?» Le contesté como un verdadero renegado: - «Ciertamente que sí». Añadió él: - «Otra pregunta tengo que hacerle a usted: ¿hay en alguna otra parte del mundo mujeres que gasten unas peinetas como las que éstas llevan?» Le afirmé solemnemente que nunca había encontrado otras mayores. ...
En la línea 2472
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... r las tardes juegan a los caballitos con los hijos de los misioneros, lo que no deja de hacerme reír pensando en lo que se moteja a los misioneros de llevar su austeridad hasta el absurdo. aspecto de las muchachas que sirven de criadas en el interior de las casas me choca todavía más ...
En la línea 2614
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... n cuando no falta nada de lo necesario, no resulta agradable esta residencia; tal vez porque no hay en ella ni un! mujer. tarde de un día hermoso, suele dar a todo el que está en el campo cierto aire de felicidad apacible; pero en esta hacienda aislada, ni los más brillantes matices de los árboles que nos rodean pueden hacerme olvidar que me encuentro entre cuarenta malvados ...
En la línea 7915
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En estas primeras conferencias, se decía el Magistral no se trata aún de estudiarla bien a ella, sino de hacerme agradable, de imponerme por la grandeza de alma; debo hacerla mía por obra del espíritu y después. ...
En la línea 10332
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Yo no puedo bañarme y el médico me ha dicho que el aire del mar más podría hacerme daño que provecho por ahora. ...
En la línea 10430
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y para decirlo todo, sepa que en mucho, en mucho, debo al afán de no ser ingrata esta voluntad firme de hacerme buena. ...
En la línea 1494
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Agárrese con fuerza a un mechón -dijo Gillespie-. No tema hacerme daño. Todo lo que venga de usted es para mí una caricia. ...
En la línea 767
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Mientras su mujer comía, ni un momento dejó de importunarla: «Tú no comes, tú estás desganada; a ti te pasa algo; tú disimulas algo… A mí no me la das tú. Francamente, nunca está uno tranquilo… pensando siempre si te nos pondrás mala. Pues es preciso comer; haz un esfuerzo… ¿Es que no comes para hacerme rabiar?… Ven acá, tontuela, echa la cabecita aquí. Si no me enfado, si te quiero más que a mi vida, si por verte contenta, firmaba yo ahora un contrato de catarro vitalicio… Dame un poquito de esa camuesa… ¡Qué buena está! Déjame que te chupe el dedo… ». ...
En la línea 3348
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Indulgencia, señora. He venido volando por no hacerme esperar». ...
En la línea 3375
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «¿Quién duda—seguía pensando—, que es prudente evitar el escándalo? Yo no puedo parecerme a este y el otro y el de más allá, que viven en la anarquía, señalados de todo el mundo. Hay otra razón, y es que se me está volviendo antipática, lo mismo que la otra vez. La pobrecilla no aprende, no adelanta un solo paso en el arte de agradar; no tiene instintos de seducción, desconoce las gaterías que embelesan. Nació para hacer la felicidad de un apreciable albañil, y no ve nada más allá de su nariz bonita. ¿Pues no le ha dado ahora por hacerme camisas? ¡Buenas estarían!… Habla con sinceridad; pero sin gracia ni esprit. ¡Qué diferente de Sofía la Ferrolana, que, cuando Pepito Trastamara la trajo del primer viaje a París, era una verdadera Dubarry españolizada! Para todas las artes se necesitan facultades de asimilación, y esta marmotona que me ha caído a mí es siempre igual a sí misma. Con decir que hace días le dio por estar rezando toda la tarde… ¿y para qué?… para pedirle a Dios chiquillos… ...
En la línea 3384
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Ha venido a visitarme, y esta es la tercera vez… Es un señor muy bueno y muy fino. ¿Qué te crees, que viene a hacerme el amor? ¡Qué tontito! Pero en resumidas cuentas, si te parece que no debo recibirle, no lo haré más. Y aquí paz… ...
En la línea 2053
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –¿Cómo? –exclamó Augusto sobresaltado–, ¿que me va usted a dejar morir, a hacerme morir, a matarme? ...
En la línea 494
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¿Se ha marchado sin haberme dicho nada anoche? —murmuró—. ¿Se estará tramando alguna traición en mi contra? ¿Y si esta noche volviera como enemigo? ¿Qué debo hacer con ese hombre que me ha cuidado como un padre y que es el tío de la mujer a quien adoro? ¡Ah, qué bella estaba Mariana la tarde en que intenté huir! ¡Y yo trataba de alejarme para siempre de ti, cuando tú me amabas ya! ¡Extraño destino! ¿Quién hubiera dicho que yo amaría a esa mujer? ¡Y cómo la amo! ¡Por esa mujer sería capaz de hacerme inglés, me vendería como esclavo, dejaría para siempre la borrascosa vida de aventurero, maldeciría a mis tigrecillos y a ese mar que domino y que considero como la sangre de mis venas! ...
En la línea 812
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡No me digas nada, Yáñez! ¡Amo a esa mujer hasta tal extremo, que si me pidiera que renegara de mi nacionalidad para hacerme inglés, lo haría sin vacilar! ¡Siento un fuego que corre por mis venas, que me abrasa! ¡Creo que estoy delirando siempre, que tengo un volcán dentro del pecho, que me vuelve loco! En este estado deplorable me encuentro desde el día que vi a esa muchacha, Yáñez. ...
En la línea 816
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Olvidarla! ¡Es imposible, Yáñez, es imposible!¡Ni las batallas, ni las grandes emociones de la vida de pirata, ni la más espantosa venganza serán capaces de hacerme olvidarla! ¡Su imagen se interpondrá siempre entre todo eso y yo, y apagará la antigua energía y el valor del Tigre! ¡No, no la olvidaré! ¡Será mi mujer, aunque me cueste todo lo que soy y todo lo que tengo! ...
En la línea 1361
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Al diablo el que tuvo la idea de hacerme meter la nariz en ese humo negro! —exclamó furioso. ...
En la línea 3240
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Señor -le dije-, hablar por segunda vez de este asunto no puede ser de su agrado ni del mío, pero puesto que lo hemos abordado vayamos hasta el fin. Se lo repito, no se trata tan sólo de mi persona. Para mí, el estudio es una ayuda, una poderosa diversión, un gran aliciente, una pasión que puede hacerme olvidar todo. Como usted, soy un hombre capaz de vivir ignorado, oscuramente, en la frágil esperanza de legar un día al futuro el resultado de mis trabajos, por medio de un aparato hipotético confiado al azar de las olas y los vientos. En una palabra, yo puedo admirarle, seguirle a gusto en un destino que comprendo en algunos puntos… , aunque hay otros aspectos de su vida que me la hacen entrever rodeada de complicaciones y de misterios de los que, mis compañeros y yo, somos los únicos de aquí que estamos excluidos. Incluso cuando nuestros corazones han podido latir por usted, emocionados por sus dolores o conmovidos por sus actos de genio o de valor, hemos debido sofocar en nosotros hasta el más mínimo testimonio de esa simpatía que hace nacer la vista de lo que es bueno y noble, ya provenga del amigo o del enemigo. Pues bien, es este sentimiento de ser ext-años a todo lo que le concierne a usted lo que hace de nuestra situación algo inaceptable, imposible, incluso para mí, pero sobre todo para Ned Land. Todo hombre, por el solo y mero hecho de serlo, merece consideración. ¿Ha considerado usted los proyectos de venganza que el amor por la libertad y el odio a la esclavitud pueden engendrar en un carácter como el del canadiense? ¿Se ha preguntado usted lo que él puede pensar, intentar, llevar a cabo-… ? ...
En la línea 51
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... La forja de Joe estaba inmediata a nuestra casa, que era de madera, así como la mayoría de las viviendas de aquella región en aquel tiempo. Cuando iba a casa desde el cementerio, la forja estaba cerrada, y Joe, sentado y solo en la cocina. Como él y yo éramos compañeros de sufrimientos y nos hacíamos las confidencias propias de nuestro caso, Joe se dispuso a hacerme una en el momento en que levanté el picaporte de la puerta y me asomé, viéndole frente a ella y junto al rincón de la chimenea. ...
En la línea 255
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — ¿Quiere usted hacerme el favor de decirme qué hora es? - preguntó el sargento dirigiéndose al señor Pumblechook, como si se hubiera dado cuenta de que era hombre tan exacto como el mismo reloj. ...
En la línea 565
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Se echó a reír con burla, me dio un empujón para hacerme salir y cerró la puerta a mi espalda. Yo me marché directamente a casa del señor Pumblechook, y me satisfizo mucho no encontrarle en casa. Por consiguiente, después de decirle al empleado el día en que tenía que volver a casa de la señorita Havisham, emprendí el camino para recorrer las cuatro millas que me separaban de nuestra fragua. Mientras andaba iba reflexionando en todo lo que había visto, rebelándome con toda mi alma por el hecho de ser un aldeano ordinariote, lamentando que mis manos fuesen tan bastas y mis zapatos tan groseros. También me censuraba por la vergonzosa costumbre de llamar «mozos» a las sotas y por ser mucho más ignorante de lo que me figuraba la noche anterior, así como porque mi vida era peor y más baja de lo que había supuesto. ...
En la línea 885
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Sentí el mayor respeto por su valor. Me pareció que no tenía fuerza, pues ni siquiera una vez me pegó con dureza, y él, en cambio, siempre caía derribado al suelo; pero se ponía en pie inmediatamente, limpiándose con la esponja o bebiendo agua de la botella y auxiliándose a sí mismo según las reglas del arte. Y luego venía contra mí con una expresión tal que habría podido hacerme creer que, finalmente, iba a acabar conmigo. Salió del lance bastante acardenalado, pues lamento recordar que cuanto más le pegaba, con más dureza lo hacía; pero se ponía en pie una y otra vez, hasta que por fin dio una mala caída, pues se golpeó contra la parte posterior de la cabeza. Pero, aun después de esta crisis en nuestro asunto, se levantó y confusamente dio algunas vueltas en torno de sí mismo, sin saber dónde estaba yo; finalmente se dirigió de rodillas hacia la esponja, al mismo tiempo que decía, jadeante: ...
En la línea 3203
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Porfirio Petrovitch ‑dijo en un tono resuelto que dejaba traslucir una viva irritación‑. Usted manifestó ayer el deseo de someterme a interrogatorio -subrayó con energía esta palabra‑, y he venido a ponerme a su disposición. Si tiene usted que hacerme alguna pregunta, hágamela. En caso contrario, permítame que me retire. No puedo perder el tiempo; tengo cierto compromiso; me esperan para asistir al entierro de ese funcionario que murió atropellado por un coche y del cual ya ha oído usted hablar. ...
En la línea 3412
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Pues verá ‑dijo el peletero‑. En vista de que los porteros no querían ir a dar parte a la policía, con el pretexto de que era tarde y les pondrían de vuelta y media por haber ido a molestarlos a hora tan intempestiva, me indigné de tal modo, que no pude dormir, y ayer empecé a informarme acerca de usted. Hoy, ya debidamente informado, he ido a ver al juez de instrucción. La primera vez que he preguntado por él, estaba ausente. He vuelto una hora después y no me ha recibido. Al fin, a la tercera vez, me han hecho pasar a su despacho. Se lo he contado todo exactamente como ocurrió. Mientras me escuchaba, Porfirio Petrovitch iba y venía apresuradamente por el despacho, golpeándose el pecho con el puño. «¡Qué cosas he de hacer por vuestra culpa, cretinos! ‑exclamó‑. Si hubiera sabido esto antes, lo habría hecho detener.» En seguida salió precipitadamente del despacho, llamó a alguien y se puso a hablar con él en un rincón. Después volvió a mi lado y de nuevo empezó a hacerme preguntas y a insultarme. Mientras él me dirigía reproche tras reproche, yo se lo he contado todo. Le he dicho que usted se había callado cuando yo le acusé de asesino y que no me reconoció. Él ha vuelto a sus idas y venidas precipitadas y a darse golpes en el pecho, y cuando le han anunciado a usted, ha venido hacia mí y me ha dicho: «Pasa detrás de esa puerta y, oigas lo que oigas, no te muevas de ahí.» Me ha traído una silla, me ha encerrado y me ha advertido: «Tal vez te llame.» Pero cuando ha llegado Nicolás y le ha despedido a usted, en seguida me ha dicho a mí que me marchase, advirtiéndome que tal vez me llamaría para interrogarme de nuevo. ...
En la línea 3743
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Ya sabía yo que iba a hacerme una pregunta extraña ‑dijo la joven dirigiéndole una mirada penetrante. ...
En la línea 3763
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Nada, Sonia. No te asustes… Es una tontería… Sí, basta pensar en ello un instante para ver que es una tontería ‑murmuró como delirando‑. No sé por qué he venido a atormentarte ‑añadió, mirándola‑. En verdad, no lo sé. ¿Por qué? ¿Por qué? No ceso de hacerme esta pregunta, Sonia. ...
En la línea 35
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¡Cómo! ¡En el preciso momento que está hablando con un Cardenal! —exclamó el cura, retrocediendo asustado hacia la puerta y extendiendo los brazos como para hacerme comprender que estaba dispuesto a morir antes de dejarme pasar. ...
En la línea 65
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Estaba seguro de que iba usted a hacerme esta pregunta. ...
En la línea 125
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Estaban todos paseando por el parque y no pude verla hasta después de cenar. Aquella vez el francés estaba ausente y el general se despachó a su gusto. Entre otras cosas juzgó oportuno hacerme observar de nuevo que no deseaba verme en la mesa de juego. Según él, se vería muy comprometido si yo sufría una pérdida importante. ...
En la línea 460
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... No tenía para qué prevenirle, pues usted no hubiera podido hacer nada —replicó, flemáticamente, Mr. Astley—. ¿Prevenirle de qué? El general sabe, tal vez, mucho más que yo sobre la señorita Blanche y sin embargo se pasea con ella y con miss Paulina. El general… es un pobre hombre. Vi ayer a la señorita Blanche que galopaba en un hermoso caballo al lado de Des Grieux y ese principillo ruso. El general los seguía sobre un alazán. Por la mañana se había lamentado de que le dolían las piernas, y no obstante, a caballo, sabía mantenerse bien. En aquel momento tuve la idea de que era hombre irremisiblemente perdido. En fin, eso no me afecta, y hace muy poco tiempo que conozco a la señorita Paulina. Por otra parte —terminó bruscamente Mr. Astley—, ya le dije a usted que no puedo admitir su derecho a hacerme ciertas preguntas, a pesar del afecto que por usted siento. ...
En la línea 1037
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - ¡Pero no! -gritó-. Hasta ahora sólo he pensado en mí, si me conviene callarme o denunciarme, ocultar mi persona o salvar mi alma. Pero es puro egoísmo. Aquí hay un pueblo, fábricas, obreros, ancianos, niños desvalidos. Yo lo he creado todo, le he dado vida; donde hay una chimenea que humea yo he puesto la leña. Si desaparezco todo muere. ¿Y esa mujer que ha padecido tanto? Si yo no estoy, ¿qué pasará? Ella morirá y la niña sabe Dios qué será de ella. ¿Y si no me presento? ¿Qué sucederá si no me presento? Ese hombre irá a presidio, pero ¡qué diablos!, es un ladrón, ¿no? No puedo hacerme la ilusión de que no ha robado: ha robado. Si me quedo aquí, en diez años ganaré diez millones; los reparto en el pueblo, yo no tengo nada mío, no trabajo para mí. Esa pobre mujer educa a su hija, y hay todo un pueblo rico y honrado. ¡Estaba loco cuando pensé en denunciarme! Debo meditarlo bien y no precipitarme. ¿Qué escrúpulos son estos que salvan a un culpable y sacrifican inocentes; que salvan a un viejo vagabundo a quien sólo le quedan unos pocos años de vida y que no será más desgraciado en el presidio que en su casa, y sacrifican a toda una población? ¡Esa pobre Cosette que no tiene más que a mí en el mundo, y que estará en este momento tiritando de frío en el tugurio de los Thenardier! Ahora sí que estoy en la verdad; tengo la solución. Debía decidirme, y ya me he decidido. Esperemos. No retrocedamos, porque es mejor para el interés general. Soy Magdalena, seguiré siendo Magdalena. ...

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Hacerme en Word Reference.
Hacerme en la wikipedia.
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