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La palabra genial
Cómo se escribe

la palabra genial

La palabra Genial ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece genial.

Estadisticas de la palabra genial

Genial es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 7995 según la RAE.

Genial aparece de media 10.3 veces en cada libro en castellano.

Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la genial en las obras de referencia de la RAE contandose 1566 apariciones .

Más información sobre la palabra Genial en internet

Genial en la RAE.
Genial en Word Reference.
Genial en la wikipedia.
Sinonimos de Genial.

Algunas Frases de libros en las que aparece genial

La palabra genial puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1875
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Don Baltasar piensa como nosotros dos. ¿Se extraña usted y quiere saber quién es el otro?… Me refiero a don Arístides. Mi ilustre amigo le quiere como siempre. Lamenta un poco lo que ocurrió aquella noche en mi casa; pero ahora, gracias al tiempo transcurrido, lo ve con frialdad lo mismo que lo vi yo desde el primer momento. Una humorada un poco fuera de tono; un capricho genial de poeta, como digo a todos… Las cosas se arreglarán, amigo Claudio. Déjese llevar por las exigencias sociales como si fuesen olas dulces. Después ya se saldrá de la corriente, cuando lo juzgue oportuno, para hacer sus gustos, pero siempre sin escándalo… Siga los consejos de nosotros tres, que le queremos. ...

En la línea 5374
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Con el cambio de vida y domicilio, reanudó la señora de Rubín algunas relaciones de familia que estaban absolutamente quebrantadas, siendo de notar entre ellas la de José Izquierdo, que, empezando por ir a cenar con su hermana y sobrina algunas noches, acabó, conforme a su genial parasitario, por estar allí todo el tiempo que tenía libre. Fortunata encontró a su tío transfigurado moralmente, con un reposo espiritual que nunca viera en él, suelto de palabra, curado de su loca ambición y de aquel negro pesimismo que le hacía renegar de su suerte a cada instante. El bueno de Platón, encontrando al fin el descanso de su vida vagabunda, se había sentado en una piedra del camino, a la sombra de frondoso árbol cargado de fruto (valga la figura) sin que nadie le disputase el hartarse de ella. No existía por aquel entonces en Madrid un modelo mejor, y los pintores se lo disputaban. Veíase Izquierdo acosado, requerido; recibía esquelas y recados a toda hora, y le desconsolaba el no tener tres o cuatro cuerpos para servir con ellos al arte. Ni había oficio en el mundo que más le cuadrase, porque aquello no era trabajar ¡qué demonio!, era retratarse, y el que trabajaba era el pintor, poniendo en él sus cinco sentidos y mirándole como se mira a una novia. En aquellos días de Febrero del 76, como se pusiera a hablar con su hermana y sobrina de las muchas obras que traía entre manos, no acababa. En tal estudio hacía de Pae Eterno, en el momento de estar fabricando la luz; en otro de Rey D. Jaime, a caballo, entrando en Valencia. Allí de Nabucodonosor andando a cuatro patas; aquí de un tío en pelota que le llaman Eneas, con su padre a la pela. «Pero lo mejor que estamos pintando ahora… y que lo vamos sacando de lo fino… , es aquel paso de Hernán-Cortés cuando manda dar fuego a las judías naves… ». Ganaba mi hombre todo lo que necesitaba, y era venturoso, y la sujeción del día la compensaba con las largas expansiones de charla y copas que se daba de noche en algún café, convidando a los amigos. A su sobrina le prestaba servicios, haciéndole cuantos encargos eran compatibles con sus tareas artísticas. Solía ella enviarle con algún mensaje a casa de su costurera, o se valía de él para recados y compras. Más de una vez le mandó a la gran tienda de Samaniego por tela o encajes para el ajuar que estaba haciendo; pero siempre le encargaba que no la descubriese allí, pues ya que Aurora no había ido a verla, lo que propiamente era una falta de educación, y hablando mal y pronto, una cochinada, no quería ella tampoco aparentar que solicitaba su amistad; y si razones tenía la Samaniega para retraerse, también ella las tenía para no rebajarse. «A fina me ganará; pero a orgullosa no». ...

En la línea 4434
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Eso sería demasiado largo de explicar, Avdotia Romanovna. Se trata… , ¿cómo se lo haré comprender… ?, de una teoría, algo así como si dijéramos: el crimen se permite cuando persigue un fin loable. ¡Un solo crimen y cien buenas acciones! Por otra parte, para un joven colmado de cualidades y de orgullo es penoso reconocer que le gustaría apoderarse de una suma de tres mil rublos, por saber que esta cantidad sería suficiente para cambiar su porvenir. Añada usted a esto la irritación morbosa que produce una mala alimentación continua, un cuarto demasiado estrecho, una ropa hecha jirones, la miseria de la propia situación social y, al mismo tiempo, la de una madre y una hermana. Y por encima de todo la ambición, el orgullo… Y todo ello a pesar de no carecer seguramente de excelentes cualidades… No vaya usted a creer que le acuso. Además, esto no es de mi incumbencia. También expuso una teoría personal según la cual la humanidad se divide en individuos que forman el rebaño y en personas extraordinarias, es decir, seres que, gracias a su superioridad, no están obligados a acatar la ley. Por el contrario, éstos son los que hacen las leyes para los demás, para el rebaño, para el polvo. En fin, c'est une théorie comme une autre. Napoleón lo tenía fascinado o, para decirlo con más exactitud, lo que le seducía era la idea de que los hombres de genio no temen cometer un crimen inicial, sino que se lanzan a ello resueltamente y sin pensarlo. Yo creo que su hermano se imaginó que también era genial o, por lo menos, que esta idea se apoderó de él en un momento dado. Ha sufrido mucho y sufre aún ante la idea de que es capaz de inventar una teoría, pero no de aplicarla, y que, por lo tanto, no es un hombre genial. Esta idea es sumamente humillante para un joven orgulloso y, especialmente, de nuestro tiempo. ...


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