La palabra Escena ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
La llamada de la selva de Jack London
Amnesia de Amado Nervo
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece escena.
Estadisticas de la palabra escena
Escena es una de las palabras más utilizadas del castellano ya que se encuentra en el Top 5000, en el puesto 1106 según la RAE.
Escena tienen una frecuencia media de 82.07 veces en cada libro en castellano
Esta clasificación se basa en la frecuencia de aparición de la escena en 150 obras del castellano contandose 12475 apariciones en total.
Errores Ortográficos típicos con la palabra Escena
Cómo se escribe escena o hescena?
Cómo se escribe escena o exena?
Cómo se escribe escena o ezcena?
Más información sobre la palabra Escena en internet
Escena en la RAE.
Escena en Word Reference.
Escena en la wikipedia.
Sinonimos de Escena.

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece escena
La palabra escena puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1091
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Fue su única alusión a la escena de aquella noche. Después, como arrepentido de dar tan en absoluto esto certificado de valor, añadió modestamente: --Yo, tú y el _Chivo_, somos los tres hombres más hombres de Jerez. ...
En la línea 476
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Y contó toda l a escena de Meung, describió al gentilhombre desco nocido en sus menores detalles, todo ello con un calor y una verdad que encantaron al señor de Tréville. ...
En la línea 1614
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Me parece que es una mujer: la registran, ella resiste, la violentan, ¡miserables!Y D'Artagnan, p ese a su prudencia, se contenía para no mezclarse en la escena que ocurría debajo de él. ...
En la línea 1831
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¿Qué diablos podía, pues, significar aquel pañuelo?Situado donde estaba, D'Artagnan no podía ver el rostro de Ara mis, y decimos de Aramis porque el joven no tenía ninguna duda de que era su amigo quien dialogaba desde el interior con la dama del exterior; la curiosidad pudo en él más que la prudencia y aprovechan do lapreocupación en que la vista del pañuelo parecía s umir a los dos personajes que hemos puesto en escena, salió de su escondite, y rau do como una centella, pero ahogando el ruido de sus pasos, fue a pe garse a una esquina del muro, desde el que su mirada podía hundirseperfectamente en el interior de la habitación de Aramis. ...
En la línea 2503
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Hemos asistido a la escena de careo entre los dos cautivos. ...
En la línea 1044
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Solo aquello faltaba para completar la escena. ...
En la línea 1984
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... CAPÍTULO XIV Estado de España.—Istúriz.—Revolución de La Granja.—La revuelta.—Síntomas alarmantes.—Los corresponsales de periódicos.—Arrojo de Quesada.—La escena final.—Fuga de los moderados.—El café. ...
En la línea 2012
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Siguió una escena violenta y tumultuosa; pero como la reina se mantenía firme, lleváronla los soldados a uno de los patios del palacio, donde estaba Muñoz, su amante, atado y con los ojos vendados. ...
En la línea 2053
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... No se recuerda acción de conquistador o de héroe alguno que pueda compararse con esta escena final de la vida de Quesada. ...
En la línea 222
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Pocas horas después de haber pasado del primer pozo, vemos un árbol famoso que los indios reverencian como el altar de Walleechu. Este árbol se eleva sobre una altura en medio de la llanada; por eso se ve desde una gran distancia. En cuanto lo ven los indios, expresan su adoración con grandes gritos. El árbol es poco alto, tiene numerosas ramas y está lleno de espinas; el tronco tiene un diámetro de unos tres pies, al nivel del suelo. Está aislado, y hasta es el primer árbol que hemos visto desde hace mucho tiempo. Después encontramos algunos otros de la misma especie, pero son muy raros. Estamos en invierno, y por eso el árbol no tiene hojas; pero en su lugar cuelgan innumerables hilos, de donde penden las ofrendas, consistentes en cigarros, pan, carne, retales de tela, etc. Los indios pobres, que no tienen nada mejor que ofrecer, se contentan con sacar un hilo de su poncho y atarlo al árbol. Los más ricos tienen la costumbre de verter espíritu de granos y mate en cierto agujero; después se colocan debajo del árbol y se ponen a fumar, cuidando de echar el humo al aire; con esto piensan proporcionar la más dulce satisfacción a Walleechu. Para completar la escena, vense en derredor del árbol los blancos esqueletos de los caballos sacrificados en honor del dios. Todos los indios, sean cuales fueren su edad y su sexo, hacen por lo menos una ofrenda; entonces quedan persuadidos de que sus caballos se volverán infatigables y de que su felicidad será perfecta. El gaucho que me contaba todo esto, añadía que en tiempo de paz había presenciado a menudo esta escena; y que él y sus acompañantes tenían la costumbre de aguardar a que los indios se hubiesen alejado, para ir a apoderarse de las ofrendas hechas a Walleechu. ...
En la línea 326
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Imposible concebir nada más salvaje, más extraordinario que la escena de su vivaqueo. Unos bebían hasta quedar borrachos perdidos; otros tragaban con delicia la humeante sangre de los bueyes que degollaban para su comida; luego les daban náuseas, vomitaban lo que había bebido y se les veía cubiertos por completo de sangre y de inmundicias: Nam simul expletus dapibus, vinoque sepultus, Cervicem inflexam posuit, jacuitque per antrum Immensus, saniem eructans, ac frusta cruenta Per somnum commixta mero. ...
En la línea 356
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Sea como fuere, aquella escena era enteramente nueva para mí; aparte de eso, tuve cierta emoción cuando creí ver presentarse indios. Sin embargo, el peligro no era muy terrible, puesto qué' mis dos acompañantes encendieron una gran hoguera, cosa que no se hace nunca cuando se teme la proximidad de los indios. Regresamos a nuestro campamento al caer la noche; y después de beber mucho mate y de fumar varios cigarros, en seguida me acosté. Soplaba con violencia un viento muy frío, lo cual no me impidió dormir mejor que nunca he dormido. ...
En la línea 363
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... En el curso de la jornada llegaron de la posta siguiente dos hombres encargados de un bulto para el general Rosas. Así, aparte de esos dos hombres, nuestra tropa se componía de mi guía, yo, el teniente y sus cuatro soldados. Estos últimos eran muy estrafalarios: el primero, un hermoso negro muy joven; el segundo, un mestizo de indio y de negro; respecto a los otros era imposible determinar nada, un antiguo minero chileno de color caoba y un mulato cuarterón. Nunca vi mestizo de expresión más odiosa. Por la noche me retiro un poco apartado, mientras juegan ellos a las cartas sentados en derredor del fuego, para contemplar a mis anchas aquella escena digna del pincel de Salvator Rosa. Estaban sentados al pie de un montecillo casi a plomo, de suerte que dominaba yo la escena; alrededor de ellos, perros dormidos, armas, restos de ciervo y de avestruz, y sus lanzones clavados en el suelo. En segundo término, entre una oscuridad relativa, sus caballos atados a estacas y dispuestos para un caso de alerta. ...
En la línea 1255
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Cuando trabajaba como aficionado, había comprendido en los numerosos duelos que tuvo en escena la necesidad de la esgrima, y con tal calor lo tomó, y tal disposición natural tenía, que llegó a ser poco menos que un maestro. ...
En la línea 2237
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La sobrina permaneció ocho días encerrada en su alcoba después de aquella escena. ...
En la línea 3700
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En el teatro, en el momento en que tú vuelves la cara, te clava los ojos, y cuando el público está más atento a la escena y ella cree que nadie la observa, te clava los gemelos. ...
En la línea 3930
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¡Y qué color de salud! ¡Vetusta, Vetusta encerraba aquel tesoro! ¿Cómo no sería Obispo el Magistral? ¡Quién sabe! ¿Por qué era ella, aunque digna de otro mundo, nada más que una señora ex-regenta de Vetusta? El lugar de la escena era lo de menos; la variedad, la hermosura estaba en las almas. ...
En la línea 1667
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pero la evocación de esta parte material de su ensueño sirvió para resucitar en su memoria la imagen de la dulce Popito y la escena de su muerte. ...
En la línea 956
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Había presenciado parte de la escena y estaba aterrada. «Ya le pasó lo peor—dijo Nicanora saliendo a recibirla—. Ataque muy fuerte… Pero no hace daño. ¡Pobre ángel! Se pone de esta conformidad cuando come». ...
En la línea 1416
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Jacinta tenía ya celos. Pero consolábase de ellos viendo que Juanín no quería estar en el regazo de su abuela y se deslizaba de los brazos de esta para buscar los de su mamá verdadera. En aquel punto de la escena que se describe, empezaron de nuevo las acusaciones y una serie de informes sobre los distintos actos de barbarie consumados por Juanín. Los cinco fiscales se enracimaban en torno a las dos damas, formulando cada cual su queja en los términos más difamatorios. ¡Válganos Dios lo que había hecho! Había cogido una bota de Isabelita y tirádola dentro de la jofaina llena de agua para que nadase como un pato. «¡Ay, qué rico!» clamaba Barbarita comiéndosele a besos. Después se había quitado su propio calzado, porque era un marrano que gustaba de andar descalzo con las patas sobre el suelo. «¡Ay, qué rico!… ». Quitose también las medias y echó a correr detrás del gato, cogiéndolo por el rabo y dándole muchas vueltas… Por eso estaba tan mal humorado el pobre animalito… Luego se había subido a la mesa del comedor para pegarle un palo a la lámpara… «¡Ay, qué rico!». ...
En la línea 1471
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... El 28 por la mañana, ya de vuelta de misa, entró Barbarita en la alcoba del matrimonio joven a decirles que el día estaba muy bueno, y que el enfermo podía salir bien abrigado. «Os cogéis el coche y vais a dar una vuelta por el Retiro». Jacinta no deseaba otra cosa, ni el Delfín tampoco. Sólo que en vez de ir al Retiro, se personaron en casa de Ramón Villuendas. Hallábase este en el escritorio; pero cuando les vio entrar subió con ellos, deseando presenciar la escena del reconocimiento, que esperaba fuera patética y teatral. Mucho se pasmaron él y Benigna de que Juan viera al pequeñuelo con sosegada indiferencia, sin hacer ninguna demostración de cariño paternal. ...
En la línea 1918
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... No durmió Maximiliano pensando en la escena que iba a tener con su tía. Su imaginación agrandaba a veces el conflicto haciéndolo tan hermosamente terrible como una escena de Shakespeare; otras lo reducía a proporciones menudas. «¿Y qué, señora tía, y qué?—decía alzando los hombros dentro de la cama, como si estuviera en pie—. He conocido una mujer, me gusta y me quiero casar con ella. No veo el motivo de tanta… Pues estamos frescos… ¿Soy yo alguna máquina?… ¿no tengo mi libre albedrío?… ¿Qué se ha figurado usted de mí?». A ratos se sentía tan fuerte en su derecho, que le daban ganas de levantarse, correr a la alcoba de su tía, tirarle de un pie, despertarla y soltarle este jicarazo: «Sepa usted que al son que me tocan bailo. Si mi familia se empeña en tratarme como a un chiquillo, yo le probaré a mi familia que soy hombre». Pero se quedó helado al suponer la contestación de su tía, que seguramente sería esta: «¿Qué habías tú de ser hombre, qué habías de ser… ?». ...
En la línea 615
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Al día siguiente llegaron los embajadores extranjeros con sus magníficos séquitos, y Tom los recibió sentado en su trono con debida ceremonia. El esplendor de la escena deleitó su vista y encendió su imaginación, mas como la audiencia fue larga y tediosa, lo mismo que la mayoría de los discursos, lo que empezó como un placer, poco tardó en convertirse en aburrimiento y nostalgia. Tom decía de cuando en cuando las palabras que Hertford ponía en sus labios, y procuraba salir airoso; pero era demasiado novato en tales asuntos y estaba harto desazonado para conseguir algo más que un mediano éxito. Aparentaba un porte bastante regio, pero su mente no alcanzaba a sentirse rey. Y fue grande su alegría cuando la ceremonia terminó. ...
En la línea 970
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Lanzó el niño un gemido de desesperación, y jadeante cesó en sus forcejeos; luego asomaron a sus ojos las lágrimas, que cayeron una tras otra por su rostro. Pero esta lastimera escena no logró aplacar al feroz anciano. ...
En la línea 1017
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... El rey se enfureció y los insultó, con promesa de ahorcar a los dos en cuanto volviera a tener el cetro en sus manos; pero ellos lo sujetaron con fuerza, divirtiéndose con su impotente cólera y burlándose de sus amenazas. Así siguieron hasta que empezó a obrar la cataplasma, y al poco tiempo aquello se habría perfeccionado de no haber sobrevenido interrupción. Mas la hubo, porque el 'esclavo' que había hablado denunciando las leyes inglesas, apareció en escena y puso fin a la maquinación, arrancando los vendajes y la cataplasma. ...
En la línea 1367
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Ya en esto las damas están fluyendo en reluciente manantial, y los oficiales revolotean y destellan por todas partes, sentándolas e instalándolas cómodamente. La escena está ya bastante animada. Hay movimiento y vida, y colores cambiantes por todas partes. Al cabo de un rato, vuelve a reinar la calma, porque todas las damas han llegado y están en sus sitios, como un gran ramillete de flores resplandecientes, de colores abigarrados, y escarchadas de diamantes como una Vía Láctea. Hay aquí todas las edades: viudas arrugadas y canosas, que pueden retroceder más y más en el tiempo y recordar la coronación de Ricardo III, y los turbulentos días de aquella inolvidable época; y hay hermosas damas de mediana edad, y matronas lindas y graciosas, y doncellas gentiles y bellas, de radiantes ojos y tez fresca, que muy probablemente se pondrán torpemente su enjoyada corona cuando llegue el momento solemne, porque el lance será nuevo para ellas y su agitación será un grave obstáculo. Sin embargo, esto puede no ocurrir, porque el pelo de todas estas damas está arreglado con especial atención a la colocación rápida y airosa de la corona cuando llegue la señal. ...
En la línea 1938
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Es la comedia, Augusto, es la comedia que representamos ante nosotros mismos, en lo que se llama el foro interno, en el tablado de la conciencia, haciendo a la vez de cómicos y de espectadores. Y en la escena del dolor representamos el dolor y nos parece un desentono el que de repente nos entre ganas de reír entonces. Y es cuando más ganas nos da de ello. ¡Comedia, comedia el dolor! ...
En la línea 1088
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... ¡Qué escena! Estábamos en silencio, con el corazón palpitante, ante aquel naufragio sorprendido ínfraganti y, por así decir, fotografiado en su último minuto. Y veía ya avanzar a enormes tiburones que con los ojos encendidos acudían atraídos por el cebo de la carne humana. ...
En la línea 1593
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Dejé al capitán en el camarote del agonizante y volví al mío, muy emocionado por aquella escena. Durante todo el día me sentí agitado por siniestros presentimientos. Dormí mal aquella noche, y en los momentos de duermevela creí oír lejanos suspiros, y algo así como una fúnebre salmodia. ¿Sería aquello una plegaria de difuntos en esa lengua que yo no podía comprender? ...
En la línea 1615
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Ned Land y Conseil se hallaban junto a mí. Yo intuía que íbamos a asistir a una extraña escena. Observando el suelo, vi que en algunos puntos se elevaba ligeramente en unas protuberancias de depósitos calcáreos cuya regularidad traicionaba la mano del hombre. ...
En la línea 1636
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Aquí comienza la segunda parte de este viaje bajo los mares. Terminó la primera con la conmovedora escena del cementerio de coral que tan profunda impresión ha dejado en mi ánimo. ...
En la línea 393
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Cuando hubo pasado esta escena emocionante, Joe continuó diciendo: ...
En la línea 898
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Cuando llegó el día de mi visita a la escena de mi violencia, mis terrores llegaron a su colmo. ¿Y si algunos agentes, esbirros de la justicia, especialmente enviados desde Londres, estaban emboscados detrás de la puerta? ¿Y si la señorita Havisham, deseosa de tomar venganza personal de un ultraje cometido en su casa, se pusiera en pie, llevando aquel traje sepulcral, y, apuntándome con una pistola, me mataba de un tiro? ¿Quién sabe si cierto número de muchachos sobornados —una numerosa banda de mercenarios— se habrían comprometido a esperarme en la fábrica de cerveza para caer sobre mí y matarme a puñetazos? Pero tenía tanta confianza en la lealtad del joven y pálido caballero, que nunca le creí autor o inspirador de tales desquites, los cuales siempre se presentaban a mi imaginación como obra de sus parientes, incitados por el estado de su rostro y por la indignación que había de producirles ver tan malparados los rasgos familiares. ...
En la línea 1205
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Entonces, y no antes, me di cuenta de que un desconocido caballero estaba apoyado en el respaldo del asiento situado frente a mí y que observaba la escena. En su rostro se advertía una expresión de desdén y se mordía el lado de su enorme dedo índice mientras observaba el grupo de rostros. ...
En la línea 1292
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... El señor Jaggers había observado la escena como si considerase a Joe el idiota del pueblo y a mí su guardián. Cuando hubo terminado, sopesó en su mano la bolsa que ya no balanceaba y dijo: ...
En la línea 214
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Aún había otras razones para que Dunia no pudiera dejar la casa hasta seis semanas después. Ya conoces a Dunia, ya sabes que es una mujer inteligente y de carácter firme. Puede soportar las peores situaciones y encontrar en su ánimo la entereza necesaria para conservar la serenidad. Aunque nos escribíamos con frecuencia, ella no me había dicho nada de todo esto para no apenarme. El desenlace sobrevino inesperadamente. Marfa Petrovna sorprendió un día en el jardín, por pura casualidad, a su marido en el momento en que acosaba a Dunia, y lo interpretó todo al revés, achacando la culpa a tu hermana. A esto siguió una violenta escena en el mismo jardín. Marfa Petrovna llegó incluso a golpear a Dunia: no quiso escucharla y estuvo vociferando durante más de una hora. Al fin la envió a mi casa en una simple carreta, a la que fueron arrojados en desorden sus vestidos, su ropa blanca y todas sus cosas: ni siquiera le permitió hacer el equipaje. Para colmo de desdichas, en aquel momento empezó a diluviar, y Dunia, después de haber sufrido las más crueles afrentas, tuvo que recorrer diecisiete verstas en una carreta sin toldo y en compañía de un mujik. Dime ahora qué podía yo contestar a tu carta, qué podía contarte de esta historia. ...
En la línea 394
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Desde luego, tú no crees en Dios ‑dicen algunos de los que han presenciado la escena. ...
En la línea 786
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El secretario presenciaba la escena con una sonrisa. El fogoso ayudante pareció dudar un momento. ...
En la línea 1010
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raskolnikof contemplaba esta escena con profunda sorpresa y una especie de inconsciente pavor. Decidió guardar silencio y esperar el desarrollo de los acontecimientos. ...
En la línea 509
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ¡Dios mío, jamás olvidaré aquella escena! ...
En la línea 593
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... La llevaron más lejos y la inspección continuó. La misma escena se repitió ante una estatuita de Sajonia que la abuela examinó largo tiempo; luego la hizo quitar, no se sabe por qué. Finalmente, hizo la siguiente pregunta al oberkellner: ...
En la línea 1183
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... A decir verdad, sigue enferma todavía, al cabo de un mes. ¿Cuál fue la causa de semejante estado y de aquella escena? ¿Orgullo ofendido? ¿Arrepentimiento o desesperación por haber venido a buscarme? ...
En la línea 119
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck lo supo al instante. Había llegado el momento. Iba a ser a muerte. Mientras giraban en círculos, gruñendo, con las orejas gachas, intensamente atentos a una posible ventaja, Buck tuvo la sensación de que la escena le era conocida. Le pareció que lo recordaba todo: los blancos bosques y el terreno, el resplandor de la luna y la excitación del combate inminente. Sobre la blancura y el silencio pendía una calma irreal. No soplaba la menor brisa, nada se movía, no temblaba una hoja, el aliento de los perros se elevaba morosamente por el aire helado. Aquellos perros que no eran sino lobos apenas domesticados habían dado cuenta del conejo y ahora formaban un círculo expectante. También ellos participaban del silencio y sólo eran perceptibles el destello de los ojos y el aliento disperso que ascendía con lentitud. A Buck aquella escena ancestral no le resultó nueva ni extraña. Como si siempre hubiera existido, como si fuera normal y consuetudinaria. ...
En la línea 119
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck lo supo al instante. Había llegado el momento. Iba a ser a muerte. Mientras giraban en círculos, gruñendo, con las orejas gachas, intensamente atentos a una posible ventaja, Buck tuvo la sensación de que la escena le era conocida. Le pareció que lo recordaba todo: los blancos bosques y el terreno, el resplandor de la luna y la excitación del combate inminente. Sobre la blancura y el silencio pendía una calma irreal. No soplaba la menor brisa, nada se movía, no temblaba una hoja, el aliento de los perros se elevaba morosamente por el aire helado. Aquellos perros que no eran sino lobos apenas domesticados habían dado cuenta del conejo y ahora formaban un círculo expectante. También ellos participaban del silencio y sólo eran perceptibles el destello de los ojos y el aliento disperso que ascendía con lentitud. A Buck aquella escena ancestral no le resultó nueva ni extraña. Como si siempre hubiera existido, como si fuera normal y consuetudinaria. ...
En la línea 124
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Ya no había esperanza para él. La misericordia era algo reservado a climas más benignos. Buck, inexorable, maniobró para emprender el ataque final. El círculo se había apretado hasta tal punto que él podía sentir la respiración de los huskies. Los veía, más allá de Spitz y a cada lado, medio agazapados para dar el salto y con los ojos fijos en el otro. Hubo un momento de pausa. Todos los animales permanecían inmóviles, como petrificados. Únicamente Spitz se estremecía y se erizaba oscilando hacia adelante y hacia atrás, con un horrible gruñido amenazador, como para ahuyentar con él la muerte inminente. Entonces Buck atacó y reculó enseguida; pero con el primer salto los hombros chocaron de lleno. El oscuro círculo se convirtió sobre la nieve iluminada por la luna en un denso y único punto en el que Spitz desapareció. Buck observaba la escena de pie. Era el orgulloso vencedor, la primitiva bestia dominante que ha descubierto la satisfacción en la destrucción de su presa. ...
En la línea 172
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... De una tienda vecina salieron tres hombres que se quedaron mirando la escena entre guiños y sonrisas. ...
En la línea 292
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... La escena fue por todo extremo pintoresca. ...
En la línea 316
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... El ama de llaves, el ama de cría y yo presenciábamos la escena. ...
En la línea 17
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Anunciaba ya la máquina con algún silbido la próxima marcha; acelerábase en el andén el movimiento que la precede, y temblaba el suelo bajo la pesadumbre de los rodantes camiones, cargados de bultos de equipaje. Oyose por fin el grito sacramental de los empleados. Hasta entonces las gentes de la despedida habían conversado en voz queda, confidencialmente, por parejas: el cercano desenlace pareció reanimarlas, desencantarlas, mudando la escena en un segundo. Corrió la novia a su padre, abiertos los brazos, y el viejo y la niña se confundieron en un abrazo largo, verdadero, popular, abrazo en que crujían los huesos y el aliento se acortaba. Salían de las bocas, casi unidas, entrecruzadas y rápidas frases. ...
En la línea 292
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... El sol subía y sus rayos comenzaban a travesear en los cristales del coche, y en las frentes de los dos que lo ocupaban, como invitándoles a contemplarse el uno al otro. Midiéronse, en efecto, instintivamente con la vista, procurando que su mutua curiosidad no fuese advertida, de lo cual resultó una escena muda y expresiva, representada por ella con infantil desenfado, y con reserva ceñuda por él. ...
En la línea 668
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Y así se estuvieran probablemente hasta sabe Dios cuándo, a no abrirse de golpe la puerta, apareciendo en ella un hombre; no el camarero, ni menos el esperado Miranda, sino un mozalbete de algunos veinticuatro o veinticinco años, mediano de estatura, pronto y desenfadado de modales. Traía el sombrero puesto, y lo primero que se veía de su persona era el reluciente alfiler de la corbata, y las botas de caña clara, atrevidas, cortas, un tanto manolescas. Causó la entrada de este nuevo personaje una transformación a vista en la escena: mientras Artegui se levantaba furioso, Lucía, vuelta a la conciencia de sí misma, pasó las manos por las sienes, enderezose en el sillón adoptando actitud reservada, pero con las pupilas vagas aún, perdidas en el espacio. ...
En la línea 696
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Interrumpió la escena muda el camarero, entrando y presentando a Artegui en una bandejilla un sobre azul, que encerraba un telegrama. No era dable en Artegui palidecer, y, sin embargo, visiblemente se tornaron aún más descoloridos sus pómulos al leer, roto el sobre, lo que el parte decía. Nubláronse sus ojos, y por instinto buscó el apoyo de la chimenea, en cuya tableta de mármol se recostó. A este punto, Lucía, vuelta ya de su asombro primero, se lanzaba a él, y poniéndole las dos manos en los brazos, le suplicaba ansiosamente: ...
En la línea 645
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Pero Phileas Fogg los había ya repelido, cuando la escena cambió de repente. Hubo un grito de terror, y toda aquella muchedumbre se arrojó a tierra amedrentada. ...
En la línea 985
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Durante esta escena, que iba, quizá, a comprometer gravemente el porvenir de mister Fogg, éste se paseaba con Aouida por las calles de la ciudad inglesa. Desde que la joven había aceptado la oferta de conducirla a Europa, mister Fogg había tenido que pensar en todos los pormenores que requiere tan largo viaje. Que un inglés como él diese la vuelta al mundo con un saco de noche, pase; pero una mujer no podía emprender semejante travesía, en tales condiciones. De aquí resultaba la necesidad de comprar vestidos y objetos necesarios para el viaje. Mister Fogg hizo este servicio con la calma que le caracterizaba, y a todas las excusas y observaciones de la joven viuda, confundida con tanto obsequio, respondió invariablemente: ...
En la línea 1250
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Picaporte entró en escena y fue a colocarse con aquellos de sus compañeros que debían figurar la base de la carroza de Jaggernaut. Todos se tendieron por tierra, con la nariz elevada hacia el cielo. Una segunda sección de equilibristas se colocó sobre los largos apéndices, una tercera después, y luego una cuarta, y sobre aquellas narices, que sólo se tocaban por la punta, se levantó un monumento humano hasta la cornisa del teatro. ...
En la línea 1323
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Mistress Aouida, asida del brazo de Phileas Fogg, miraba con sorpresa aquella escena tumultuosa y Fix iba a preguntar a uno de sus vecinos la razón de aquella efervescencia popular, cuando se pronunció un movimiento más decidido. Redoblaron los vítores sazonados con injurias. Los mastiles de las banderas se transformaron en armas ofensivas. Ya no había manos, sino puños, en todas partes. Desde lo alto de los coches detenidos y de los ómnibus interceptados en su marcha, se repartían sendos porrazos. Todo servía de proyectil. Botas y zapatos describían por el aire largas trayectorias, y hasta pareció que algunos revólveres mezclaban con las vociferaciones sus detonaciones nacionales. ...

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