La palabra Erguido ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
La llamada de la selva de Jack London
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece erguido.
Estadisticas de la palabra erguido
Erguido es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 19776 según la RAE.
Erguido aparece de media 3.09 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la erguido en las obras de referencia de la RAE contandose 470 apariciones .
Errores Ortográficos típicos con la palabra Erguido
Cómo se escribe erguido o herguido?
Cómo se escribe erguido o errguido?
Cómo se escribe erguido o erjuido?
Algunas Frases de libros en las que aparece erguido
La palabra erguido puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 922
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pasó el carruaje como un rayo entre nubes de polvo, pero Fermín pudo reconocer al que guiaba los caballos. Era Luis Dupont que, erguido en el pescante, arreaba con la voz y el látigo a las cuatro bestias que corrían desbocadas. Una mujer que iba junto a él, también gritaba azuzando al ganado con una fiebre de velocidad loca. Era la _Marquesita_. Montenegro creyó que le había reconocido, pues al alejarse, agitó una mano entre la nube de polvo, gritándole algo que no pudo oír. ...
En la línea 1071
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... _Alcaparrón_ seguía sollozando fuera de la gañanía, para que no le oyese la enferma. ¡Cada vez peor! ¡No podía estar acostada! ¡se ahogaba! Su madre ya no iba al campo; se quedaba en la gañanía para cuidarla. Hasta para dormir tenían que mantenerla con el cuerpo erguido, mientras su pecho se agitaba con un estertor de fuelle roto. ...
En la línea 1541
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pero ya que el hermano lo exigía, a él se confiaba, y fuese lo que Dios quisiera... Se había erguido otra vez y hablaba, sin un gesto, sin mover apenas los labios, con la mirada perdida en el horizonte, cual si estuviera soñando y relatase la historia de otra persona. ...
En la línea 1121
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Bebió con lentitud dos tazas de café, manteniéndose erguido junto a una mesa antigua de mármoles incrustados. Hasta los servidores se acercaban a él con titubeos, no obstante su porte falsamente majestuoso como si temieran incurrir en el desagrado de la respetable concurrencia. ...
En la línea 963
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Golbasto estaba erguido entre las dos ventanas de la gran pieza, mirando al público como un águila que se prepara a levantar el vuelo. Momaren sonreía con la cabeza baja, sintiéndose encorvado prematuramente por el huracán de las alas de la gloria que iba a descender sobre el. ...
En la línea 1420
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Llevaba una hora de pie, mirando hacia la ciudad, espiando las amplias avenidas que alcanzaba a ver entre los aleros, y en las cuales hormigueaba un público continuamente renovado, cuando sintió con insistencia un cosquilleo en uno de sus tobillos. Al volver sus ojos hacia el suelo, vio erguido en la arena, sobre las puntas de sus botas para hacerse mas visible y moviendo los brazos, a un pigmeo, mejor dicho, a un soldado, con casco de aletas y espada al cinto, el cual daba gritos para llamar su atención. Un poco más allá vio también una máquina rodante en figura de tigre, que había traído sin duda a este guerrero, y era guiada por otro de la misma clase, aunque de aspecto más modesto. ...
En la línea 220
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Pero los perros no se levantaron. Hacía mucho que habían entrado en una fase en la que sólo lo hacían a fuerza de golpes. El látigo restallaba indiscriminadamente y sin misericordia. John Thornton apretó los labios. El primero en levantarse lentamente fue Sol-leks. Lo siguió Teek. A continuación Joe, con ladridos de dolor. Pike hizo un esfuerzo extremo: dos veces cayó cuando ya estaba medio erguido, y al tercer intento consiguió tenerse en pie. Buck no hizo esfuerzo alguno. Permaneció tranquilamente tendido donde había caído. El látigo se cebó en él una y otra vez, pero él ni gimió ni forcejeó. Varias veces Thornton hizo amago de hablar, pero cambió de idea. Se le humedecieron los ojos y, mientras los latigazos continuaban, él se levantó y se puso a caminar inquieto de un lado a otro. ...
En la línea 311
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Una noche despertó sobresaltado con la mirada ansiosa, las aletas nasales husmeando temblorosas, la pelambre encrespada en olas sucesivas. De la selva llegaba la llamada (o una nota de las muchas melodías de la llamada), clara y definida como nunca: un prolongado aullido, semejante y sin embargo diferente al producido por cualquier perro esquimal. Y Buck reconoció, en su familiar carácter ancestral, un sonido que ya había oído antes. De un salto atravesó el campamento dormido y en silencio se internó en el bosque. Según se fue acercando aflojó el paso prestando atención a cada movimiento, hasta que llegó al borde de un claro entre los árboles y al mirar vio, erguido sobre las ancas, apuntando al cielo con el hocico, a un largo y escuálido lobo gris. ...
En la línea 610
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... De lejos, era escultural el grupo. Lucía, anonadada, casi de hinojos, cruzadas las manos, imploraba: Artegui, alzado el brazo, erguido el cuerpo, mirando con doloroso reto a la bóveda celeste, pareciera un personaje dramático, un rebelde Titán, a no vestir el traje llano y prosaico de nuestros días. Más entoldado cada vez el celaje, se acumulaban en él nubarrones plomizos, como enormes copos de algodón en rama, hacia la parte donde caían Biarritz y el Océano. Ráfagas sofocantes cruzaban, muy bajas, casi a flor de tierra, doblegando los tallos de los juncos y estremeciendo el agudo follaje de los mimbrales a su hálito de fuego. Poderoso gemido exhalaba la llanura al percibir los signos precursores de la tormenta. Dijérase que el mal, evocado por la voz de su adorador, acudía, se manifestaba tremendo, asombrando a la naturaleza toda con sus anchas alas negras, a cuyo batir pudieran achacarse las exhalaciones asfixiantes que encendían la atmósfera. Lóbrego y obscuro, como la luna de un espejo de acero, el pantano dormía, y las florecillas acuáticas se desmayaban en sus bordes. La voz de Artegui, más intensa que elevada, resonaba entre el pavoroso silencio. ...

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Erguido en la RAE.
Erguido en Word Reference.
Erguido en la wikipedia.
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