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La palabra enteraba
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la palabra enteraba

La palabra Enteraba ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece enteraba.

Estadisticas de la palabra enteraba

La palabra enteraba no es muy usada pues no es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE

Errores Ortográficos típicos con la palabra Enteraba

Cómo se escribe enteraba o henteraba?
Cómo se escribe enteraba o enterraba?
Cómo se escribe enteraba o enterava?

Más información sobre la palabra Enteraba en internet

Enteraba en la RAE.
Enteraba en Word Reference.
Enteraba en la wikipedia.
Sinonimos de Enteraba.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece enteraba

La palabra enteraba puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 737
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... ¡Cómo estuvo aquel día la pobrecita! No se enteraba de lo que le decían, no veía ni oía nada. Era como una ceguera y sordera moral, casi física. La culebra que se le había enroscado dentro, desde el pecho al cerebro, le comía todos los pensamientos y las sensaciones todas, y casi le estorbaba la vida exterior. Quería llorar; ¿pero qué diría la familia al verla hecha un mar de lágrimas? Habría que decir el motivo… Las reacciones fuertes y pasajeras de toda pena no le faltaban, y cuando aquella marca de consuelo venía, sentía breve alivio. ¡Si todo era un embuste, si aquel hombre estaba loco… ! Era autor de novelas de brocha gorda y no pudiendo ya escribirlas para el público, intentaba llevar a la vida real los productos de su imaginación llena de tuberculosis. Sí, sí, sí: no podía ser otra cosa: tisis de la fantasía. Sólo en las novelas malas se ven esos hijos de sorpresa que salen cuando hace falta para complicar el argumento. Pero si lo revelado podía ser una papa, también podía no serlo, y he aquí concluida la reacción de alivio. La culebra entonces, en vez de desenroscarse, apretaba más sus duros anillos. ...

En la línea 2579
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Se le franquearon todas las puertas, abriéndolas de par en par y resguardándose tras las hojas de ellas, como se abren las puertas del toril para que salga la fiera a la plaza. La última que cambió algunas palabras con ella fue Fortunata, que la siguió hasta el vestíbulo movida de lástima y amistad, y aún quiso arrancarle alguna declaración de arrepentimiento. Pero la otra estaba ciega y sorda; no se enteraba de nada, y dio a su amiga tal empujón, que si no se apoya en la pared cae redonda al suelo. ...

En la línea 4111
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La de Santa Cruz recobró la serenidad, y entrando en la sala, volvió a ponerse en el sofá. Su actitud revelaba tanta dignidad como inocencia. Era la agredida, y no sólo podía serenarse más pronto, sino responder a la ofensa con desdén soberano y aun con el perdón mismo. La otra sintió, por el contrario, tremendo peso dentro de sí. ¡Ay, su acción descompuesta y brutal le gravitó en el alma como si la casa se le hubiera desplomado encima! No tuvo ánimo para entrar también; tembló de pensar lo que diría Severiana si se enteraba; pues ¿y doña Guillermina?… Refugiose en el cuarto de la comandanta, donde había dejado velo y manguito. La cobardía que sintió impulsábala a correr hacia la calle. Huir, sí, y no volver a poner los pies en aquella casa ni en parte alguna donde pudiera tener tales encuentros… Salió sin hacer ruido, deslizándose, y al pasar frente a la puerta, miró y la vio allá dentro, al extremo del largo pasillo, que parecía un anteojo. La veía de perfil, la mano en la mejilla, muy pensativa, y Jacinta no la veía a ella. Bajó y se puso en la calle, acordándose de una de las principales recomendaciones que le había hecho Feijoo: «No descomponerse nunca». Pues bien se había descompuesto aquel día… «Pero verdaderamente—discurrió tratando de serenarse—. Yo ¿qué le he hecho?, nada… Únicamente decirle quién soy, para que me conozca… ». ...

En la línea 4867
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Pues verás. Fenelón era un bendito; de estos que juzgan a todo el mundo por sí mismos, y que no ven el mal aunque se lo cuelguen de la nariz. No se enteraba de la persecución, y yo pasando la pena negra. ¡Ay hija, qué peligro tan grande! Siempre que salía, ¡pin!, me le encontraba. Yo no sé… parecía que me olía como los perros huelen la caza. Una tarde que llovía, me cogió y casi a la fuerza me metió en su coche. Estuve a dos dedos del abismo, casi a dedo y medio; pero no, no caí. ¡Dios mío, qué hombre!, es absurdo». ...


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