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La palabra dicen
Cómo se escribe

la palabra dicen

La palabra Dicen ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
El cuervo de Leopoldo Alias Clarín
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
Memoria De Las Islas Filipinas. de Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Amnesia de Amado Nervo
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece dicen.

Estadisticas de la palabra dicen

La palabra dicen es una de las palabras más comunes del idioma Español, estando en la posición 889 según la RAE.

Dicen es una palabra muy común y se encuentra en el Top 500 con una frecuencia media de 101.2 veces en cada obra en castellano

El puesto de esta palabra se basa en la frecuencia de aparición de la dicen en 150 obras del castellano contandose 15383 apariciones en total.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Dicen

Más información sobre la palabra Dicen en internet

Dicen en la RAE.
Dicen en Word Reference.
Dicen en la wikipedia.
Sinonimos de Dicen.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece dicen

La palabra dicen puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 415
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¿Y aún dicen que el demonio no es bueno? Allí estaba su hombre; el mismo que deseaba ver desde el día anterior. ...

En la línea 825
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¿Y aún dicen si los hombres se pierden?. ...

En la línea 279
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Rafaé: me dicen muchas cosas de ti y toas son malas... ¡Pero tú eres bueno! ¿verdá que cambiarás?... ...

En la línea 904
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Esa gente sufre y calla, Fermín, porque las enseñanzas que heredaron de sus antecesores son más fuertes que sus cóleras. Pasan descalzos y hambrientos ante la imagen de Cristo; les dicen que murió por ellos, y el rebaño miserable no piensa en que han transcurrido siglos sin cumplirse nada de lo que aquél prometió. Todavía las hembras, con el femenil sentimentalismo que lo espera todo de lo sobrenatural, admiran sus ojos que no ven, y aguardan una palabra de su boca, muda para siempre por el más colosal de los fracasos. Hay que gritarles: «No pidáis a los muertos: secad vuestras lágrimas para buscar en los vivos el remedio de vuestros males». ...

En la línea 1636
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --¡Van a entrar, Fermín!--exclamó frotándose los manos.--Me dicen de parte del alcalde, que los de Caulina comienzan a dirigirse hacia la ciudad. Un poco de susto en el primer momento, y después _¡pum, pum, pum!_ el escarmiento que les hace falta, el presidio, y hasta su poquito de garrote, para que vuelvan a ser prudentes y nos dejen quietos una temporada. ...

En la línea 363
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Y dicen los amigos de Cuervo: ...

En la línea 772
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Por lo que a mí se refiere, encuen tro las cosas que esos señores se dicen muy bien dichas y a todas luces dignas de dos gentileshombres. ...

En la línea 3702
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... El fin excluye los medios, como vos decís, como dicen los franceses, ¿no es así?-Sí, milord, acepto - dijo D'Artagnan-. ...

En la línea 4664
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Aquí tenéis mi historia; por otra parte las Escrituras dicen: «Confesaos los unos a los otros», y yo me confieso a vos, D'Artagnan. ...

En la línea 5521
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Justo cuando vamos a entrar en campaña, en una campa ña en que mis presentimientos me dicen que sere muerto. ...

En la línea 213
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Un acto tan importante, del cual depende el que la renta se utilice ó pierda centenares de miles de pesos, está confiado á aforadores particulares, que se dicen peritos, y empleados estacionarios en los paises de las siembras, y que relacionados con los cosecheros hacen sobre ese punto lo que quieren, si ya no es que esa funcion sea oríjen de fraudes y sobornos. ...

En la línea 388
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Otrosí: deben manifestar los que dicen, que no teniendo un conocimiento exacto de las bases sobre que se partió para esa reforma, y datos que pudieron apoyar el establecimiento de esa nueva oficina cual se mandó, por no haber visto el espediente de su referencia, no debe juzgarse de maliciosa interpretacion ni reticencia cualquiera inexactitud que se notare en las observaciones hechas, á que les movió únicamente el deseo de contribuir á la mejor resolucion y acierto en la mas económica administracion de los intereses de una renta de tan poco producto y rendimiento, y procurar al comercio y vecindario de Filipinas el alivio de esa carga ó gravámen que se le imponia, segun que de todo llegaron á enterarse por lo que sobre esta cuestion vieron en los periódicos á su llegada á Madrid, y cuyos artículos, como conducentes á ilustrar estas reflexiones, se copian á continuacion. ...

En la línea 705
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Invariablemente, estas gentes dicen de su país natal todo el mal posible; y yo tengo la opinión, fundada en la experiencia, de que un individuo capaz de tal bajeza, no vacilará en cometer cualquier villanía, porque después del amor a Dios, el amor a la patria es el mejor preservativo contra el crimen. ...

En la línea 1076
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... «Seguramente—dije—el fuerte de Elvas, y más aún el vecino castillo de Badajoz, dicen mucho respecto del egoísmo inglés, y cada vez que los mire se confirmará usted en la opinión que acaba de exponer. ...

En la línea 1519
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Algunos dicen que eres un espía de los _Londoné_. ...

En la línea 1944
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Su padre los quiere más que a todas sus riquezas, según dicen. ...

En la línea 140
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Autores hay que dicen que la primera aventura que le avino fue la del Puerto Lápice; otros dicen que la de los molinos de viento; pero, lo que yo he podido averiguar en este caso, y lo que he hallado escrito en los Anales de la Mancha, es que él anduvo todo aquel día, y, al anochecer, su rocín y él se hallaron cansados y muertos de hambre; y que, mirando a todas partes por ver si descubriría algún castillo o alguna majada de pastores donde recogerse y adonde pudiese remediar su mucha hambre y necesidad, vio, no lejos del camino por donde iba, una venta, que fue como si viera una estrella que, no a los portales, sino a los alcázares de su redención le encaminaba. ...

En la línea 260
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Ésta, pues, le pareció a él que le venía de molde para el paso en que se hallaba; y así, con muestras de grande sentimiento, se comenzó a volcar por la tierra y a decir con debilitado aliento lo mesmo que dicen decía el herido caballero del bosque: -¿Donde estás, señora mía, que no te duele mi mal? O no lo sabes, señora, o eres falsa y desleal. ...

En la línea 261
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, desta manera, fue prosiguiendo el romance hasta aquellos versos que dicen: -¡Oh noble marqués de Mantua, mi tío y señor carnal! Y quiso la suerte que, cuando llegó a este verso, acertó a pasar por allí un labrador de su mesmo lugar y vecino suyo, que venía de llevar una carga de trigo al molino; el cual, viendo aquel hombre allí tendido, se llegó a él y le preguntó que quién era y qué mal sentía que tan tristemente se quejaba. ...

En la línea 345
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -¡Ay señor! -dijo la sobrina-, bien los puede vuestra merced mandar quemar, como a los demás, porque no sería mucho que, habiendo sanado mi señor tío de la enfermedad caballeresca, leyendo éstos, se le antojase de hacerse pastor y andarse por los bosques y prados cantando y tañendo; y, lo que sería peor, hacerse poeta; que, según dicen, es enfermedad incurable y pegadiza. ...

En la línea 246
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... A la mañana siguiente se envía muy temprano a buscar caballos y salimos a galope. Pasamos la Cabeza del Buey, antiguo nombre dado a la extremidad de un gran pantano que se extiende hasta Bahía Blanca. Cambiamos de caballos por última vez y seguimos nuestra caminata a través del barro durante varias leguas, por marismas y charcas saladas. Mi caballo da una caída y yo me doy un remojón en fango negro y líquido, accidente muy desagradable cuando se carece de ropa de repuesto. A pocas millas del fuerte encontramos a un hombre, el cual nos dice que acaba de dispararse un cañonazo, en señal de que los indios están en las cercanías. Por eso abandonamos inmediatamente el camino y seguimos la orilla de un pantano, dispuestos a meternos en él si vemos aparecer a los salvajes; en efecto, ese es el mejor medio para escapar de su persecución. Tenemos la fortuna de llegar al recinto amurallado de la ciudad y nos dicen entonces que aquella alarma era falsa: cierto que se habían presentado indios, pero eran aliados deseosos de ir a unirse al general Rosas. ...

En la línea 289
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Voy a describir ahora las costumbres de las aves más interesantes y más comunes en las llanuras silvestres de la Patagonia septentrional. Me ocuparé en primer término de la mayor de todas ellas: el avestruz de la América meridional. Todo el mundo conoce las habituales costumbres del avestruz. Estas aves se alimentan de materias vegetales, como hierbas y raíces; sin embargo, en Bahía Blanca he visto con mucha frecuencia descender tres o cuatro en la marea baja a la orilla del mar y explorar los montones de fango que entonces quedan en seco, con el fin (dicen los gauchos) de buscar pececillos para comérselos. Aunque el avestruz tiene costumbres muy tímidas, desconfiadas y solitarias, aunque corre con suma rapidez, sin embargo, se apoderan fácilmente de él los indios o los gauchos armados de bolas. En cuanto aparecen varios jinetes dispuestos en círculo, los avestruces se aturden y no saben por qué lado escaparse: suelen preferir correr contra el viento; extienden las alas tomando ímpetu, y parecen como un barco con las velas tendidas. En un hermoso día muy cálido vi a varios avestruces entrar en un pantano cubierto de juncos muy altos; allí permanecieron escondidos hasta que llegué muy cerca de ellos. Suele ignorarse que los avestruces se tiran con facilidad al agua. Mr. King me participa que en la Bahía de San Blas y en Puerto-Valdés (Patagonia) vio a esas aves pasar a menudo a nado de una isla a otra. Entraban en el agua en cuanto se veían acorralados hasta el extremo de no quedarles ya ninguna otra retirada; pero también se meten en ella de buena voluntad; atravesaban a nado una distancia de unos 290 metros. ...

En la línea 309
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Otra especie más pequeña (Fornarius cunicularius) se asemeja al ave de horno por el color habitualmente rojizo de su plumaje, por su grito agudo y extraño que repite a cada instante y por su particular costumbre de correr dando saltitos. En atención a esa afinidad, los españoles la llaman casarita, aun cuando construye un nido enteramente diferente. La casarita fabrica el nido en el fondo de un estrecho agujero cilíndrico, que se extiende (según dicen) horizontalmente a seis pies por debajo de tierra. Varios campesinos me han dicho que en su juventud habían tratado de encontrar el nido, pero que rara vez habían logrado llegar al extremo del pasadizo. Este ave suele elegir para hacer el nido un montecillo poco elevado de terreno arenoso resistente, a orillas de un camino o de un arroyo. En Bahía Blanca, las paredes que rodean a las casas están construidas con barro endurecido; noté que la cerca del patio de la casa donde yo vivía estaba atravesada por un gran número de agujeros redondos. Cuando pregunté al propietario la causa de esto, me respondió quejándose amargamente del casarita, y bien pronto vi a varios de ellos en esa faena. Es bastante curioso observar cuán incapaces son esas aves de apreciar el espesor de cualquier masa; pues, aunque constantemente estaban revoloteando por encima de la tapia, persistían en atravesarla de parte a parte pensando sin duda que era un montecillo excelente para excavar en él su nido. Tengo el convencimiento de que cada ave quedaría sumamente sorprendida al volverse a encontrar en plena luz al otro lado de la pared. ...

En la línea 359
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 11 de septiembre.- Nos dirigimos a la tercera «posta», en compañía del teniente que la mandaba. Dícese que hay 15 leguas entre las dos postas, pero sólo es una suposición y por lo común se exagera un poco. El camino tiene poco interés; continuamente se cruza una llanura seca, cubierta de césped; por nuestra izquierda, a una distancia variable, hay uña fila de montecillos que atravesamos en el momento de llegar a la posta. Encontramos también un inmenso rebaño de bueyes y de caballos, custodiado por quince soldados que nos dicen haber perdido ya muchos animales. En efecto, es muy difícil hacer a éstos atravesar las llanuras; porque si durante la noche se acerca a la piara un puma, o aunque sea una zorra, nada puede impedir que los caballos enloquecidos se dispersen en todas direcciones; el mismo efecto les produce una tempestad. Hace poco tiempo salió de Buenos Aires un oficial con 500 caballos y sólo tenía 20 cuando se reunió al ejército. ...

En la línea 416
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¡Y si las gentes supieran! ¿Quién era un embozado que de noche, a la hora de las criadas, como dicen en Vetusta, salía muy recatadamente por la calle del Rosario, torcía entre las sombras por la de Quintana y de una en otra llegaba a los porches de la plaza del Pan y dejaba la Encimada aventurándose por la Colonia, solitaria a tales horas? Pues era don Saturnino Bermúdez, doctor en teología, en ambos derechos, civil y canónico, licenciado en filosofía y letras y bachiller en ciencias: el autor ni más ni menos, de Vetusta Romana, Vetusta Goda, Vetusta Feudal, Vetusta Cristiana, y Vetusta Transformada, a tomo por Vetusta. ...

En la línea 799
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... conozca bien a esa mujer, psicológicamente, como dicen los pedantes de ahora; es una gran mujer, un ángel de bondad como le tengo dicho; un ángel que no merece un feo. ...

En la línea 1738
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —Sí, señor —interrumpió la marquesa de Vegallana, que no toleraba los discursos de Glocester —; sí señor, su madre era una perdida, corriente; pero la chica se presenta bien, según dicen sus tías; es muy dócil y muy callada. ...

En la línea 2293
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En Vetusta la juventud pobre no sabe ganarse la vida, a lo sumo se gana la miseria; muchachos y muchachas se comen a miradas, se quieren, hasta se lo dicen. ...

En la línea 1668
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — ¡ Y luego dicen!… ¡Y todavía hay quien duda!… ...

En la línea 389
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Digo que Eulame se marchó al país de los gigantes y permaneció allá algunos años. También este periodo de su existencia ha dado lugar a muchos estudios históricos y críticos. Unos dicen que anduvo por aquel mundo monstruosamente grande, de feria en feria, siendo exhibido en circos y barracas como una curiosidad nunca vista, y que sus viajes le sirvieron para conocer los diversos pueblos en que se hallan divididos los colosos. ...

En la línea 391
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Tampoco en esta cuestión me decido ni por unos ni por otros. En realidad, no se sabe nada sobre el primer periodo de la vida de Eulame, que fue tan misterioso como la juventud de muchos fundadores de religiones. Todo lo que dicen mis compañeros de Universidad y lo que dijeron igualmente muchos sabios anteriores esta fundado en hipótesis. ...

En la línea 627
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - No soy yo el único que en este país conoce la verdad. Flimnap le contó el otro día, según creo, que los hombres ya no se muestran tan cobardes como al principio de la dominación femenina. Se sublevan contra el despotismo de las mujeres; quieren una existencia propia; desean 'vivir su vida', como dicen los muchachos más rebeldes. Hasta hace poco tiempo esto era un simple anhelo de emancipación, indeterminado y declamatorio, que únicamente producía conflictos dentro de las familias. Los periódicos lo llaman el 'varonismo', riéndose de el. ...

En la línea 94
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «¿Sabe usted, Estupiñá, lo que dicen ahora? Pues dicen que los ingleses proyectan construir barcos de fierro». ...

En la línea 94
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «¿Sabe usted, Estupiñá, lo que dicen ahora? Pues dicen que los ingleses proyectan construir barcos de fierro». ...

En la línea 206
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Empezamos a hablar. No subía ni bajaba nadie. La chica era confianzuda, inocentona, de estas que dicen todo lo que sienten, así lo bueno como lo malo. Sigamos. Pues señor… al tercer día me la encontré en la calle. Desde lejos noté que se sonreía al verme. Hablamos cuatro palabras nada más; y volví y me colé en la casa; y me hice amigo de la tía y hablamos; y una tarde salió el picador de entre un montón de banastas donde estaba durmiendo la siesta, todo lleno de plumas, y llegándose a mí me echó la zarpa, quiero decir, que me dio la manaza y yo se la tomé, y me convidó a unas copas, y acepté y bebimos. No tardamos Villalonga y yo en hacernos amigos de los amigos de aquella gente… No te rías… Te aseguro que Villalonga me arrastraba a aquella vida, porque se encaprichó por otra chica del barrio, como yo por la sobrina de Segunda. ...

En la línea 268
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Y no paraba aquí la observadora. En aquella excursión por el campo instructivo de la industria, su generoso corazón se desbordaba en sentimientos filantrópicos, y su claro juicio sabía mirar cara a cara los problemas sociales. «No puedes figurarte—decía a su marido, al salir de un taller—, cuánta lástima me dan esas infelices muchachas que están aquí ganando un triste jornal, con el cual no sacan ni para vestirse. No tienen educación, son como máquinas, y se vuelven tan tontas… más que tontería debe de ser aburrimiento… se vuelven tan tontas digo, que en cuanto se les presenta un pillo cualquiera se dejan seducir… Y no es maldad; es que llega un momento en que dicen: 'Vale más ser mujer mala que máquina buena'». ...

En la línea 273
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Malos sueños, malos sueños! Mi fin está cercana: así lo dicen estos presagios, y mi débil pulso lo confirma. –Un fulgor perverso ardió en sus ojos, y murmuró–: Sin embargo, no he de morir sino hasta que él vaya por delante. ...

En la línea 664
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Con la venia de Vuestra Majestad. En el juicio se demostró que ese hombre entró en una casa de la aldea de Islington, donde había un enfermo; tres testigos dicen que entró a las diez de la mañana y otros dos que unos minutos más tarde. El enfermo estaba a la sazón solo y durmiendo. Ese hombre no tardó en salir y proseguir su camino. El enfermo murio al cabo de una hora, desgarrado por espasmos y estremecimientos. ...

En la línea 674
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Nada que pueda ser de provecho señor. Soy inocente, mas no puedo demostrarlo. No tengo amigos, pues si los tuviera podría probar que no estuve aquel día en Islington. También podría demostrar que, a la hora que dicen, estaba a más de una legua de distancia, porque me hallaba en la Escalera Vieja de Wapping. Y aun podría demostrar que cuando dicen que estaba quitando una vida, estaba salvándola. Un niño que se ahogaba… ...

En la línea 674
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Nada que pueda ser de provecho señor. Soy inocente, mas no puedo demostrarlo. No tengo amigos, pues si los tuviera podría probar que no estuve aquel día en Islington. También podría demostrar que, a la hora que dicen, estaba a más de una legua de distancia, porque me hallaba en la Escalera Vieja de Wapping. Y aun podría demostrar que cuando dicen que estaba quitando una vida, estaba salvándola. Un niño que se ahogaba… ...

En la línea 160
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «¿Por qué el diminutivo es señal de cariño? –iba diciéndose Augusto camino de su casa–. ¿Es acaso que el amor achica la cosa amada? ¡Enamorado yo! ¡Yo enamorado! ¡Quién había de decirlo … ! Pero ¿tendrá razón Víctor? ¿Seré un enamorado ab initio? Tal vez mi amor ha precedido a su objeto. Es más, es este amor el que lo ha suscitado, el que lo ha extraído de la niebla de la creación. Pero si yo adelanto aquella torre no me da el mate, no me lo da. ¿Y qué es amor? ¿Quién definió el amor? Amor definido deja de serlo… Pero, Dios mío, ¿por qué permitirá el alcalde que empleen para los rótulos de los comercios tipos de letra tan feos como ese? Aquel alfil estuvo mal jugado. ¿Y cómo me he enamorado si en rigor no puedo decir que la conozco? Bah, el conocimiento vendrá después. El amor precede al conocimiento, y este mata a aquel. Nihil volitum quin praecognitum, me enseñó el padre Zaramillo, pero yo he llegado a la conclusión contraria y es que nihil cognitum quin praevolitum. Conocer es perdonar, dicen. No, perdonar es conocer. Primero el amor, el conocimiento después. Pero ¿cómo no vi que me daba mate al descubierto? Y para amar algo, ¿qué basta? ¡Vislumbrarlo! El vislumbre; he aquí la intuición amorosa, el vislumbre en la niebla. Luego viene el precisarse, la visión perfecta, el resolverse la niebla en gotas de agua o en granizo, o en nieve, o en piedra. La ciencia es una pedrea. ¡No, no, niebla, niebla! ¡Quién fuera águila para pasearse por los senos de las nubes! Y ver al sol a través de ellas, como lumbre nebulosa también. ...

En la línea 566
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Pues yo creí que sería todo lo contrario… Pero, entre paréntesis, ¡mira qué morena!, ¡es la noche luminosa! ¡Bien dicen que lo negro es lo que más absorbe la luz! ¿No ves qué luz oculta se siente bajo su pelo, bajo el azabache de sus ojos? Vamos a seguirla… ...

En la línea 1070
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Pero si don Eloíno rechazó indignado tal proposición, figúrate lo que diría la patrona: «¿Yo? ¿Casarme yo, a mis años, y por tercera vez, con ese carcamal? ¡Qué asco!» Pero se informó del médico, le aseguraron que no le quedaban a don Eloíno sino muy pocos días de vida, y diciendo: «La verdad es que trece duros al mes me arreglan», acabó aceptándolo. Y entonces se le llamó al párroco, al bueno de don Matías, varón apostólico, como sabes, para que acabase de convencer al desahuciado. «Sí, sí, sí –dijo don Matías–; sí, ¡pobrecito!, ¡pobrecito!» Y le convenció. Llamó luego don Eloíno a Correíta y dicen que le dijo que quería reconciliarse con él –estaban reñidos–, y que fuese testigo de su boda. «Pero ¿se casa usted, don Eloíno?» «Sí, Correíta, sí, ¡me caso con la patrona!, ¡con doña Sinfo!; ¡yo, un Rodríguez de Alburquerque y Álvarez de Castro, figúrate! Yo porque me cuide los pocos días de vida que me queden… no sé si llegarán mis hermanos a tiempo de verme vivo… y ella por los trece duros de viudedad que le dejo.» ...

En la línea 1073
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Pues no lo es. Hay cosas que no se inventan. Y aún falta lo mejor. Y me contaba don Valentín, que es después de don José quien ha estado tratando a don Eloíno, que al ir un día a verle y encontrarse con don Matías revestido, creyó que era para darle la Extremaunción al enfermo, y le dicen que estaba casándole. Y al volver más tarde le acompañó hasta la puerta la recién casada patrona, ¡por tercera vez!, y con voz compungida y ansiosa le preguntaba: «Pero, diga usted, don Valentín, ¿vivirá?, ¿vivirá todavía?» «No, señora, no; es cuestión de díás… » «Se morirá pronto, ¿eh?» «Sí, muy pronto.» ...

En la línea 32
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Pues que se atrevan a levantar un dedo contra mi isla de Mompracem! ¡Que prueben a desafiar a los piratas en su propia madriguera! El Tigre los destruirá y beberá su sangre. Dime, ¿qué dicen de mí? ...

En la línea 2479
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Pasaron también grandes perros marinos, peces voraces donde los haya. Puede no darse crédito a los relatos de los pescadores, pero he aquí lo que dicen. Se han encontrado en el cuerpo de uno de estos animales una cabeza de búfalo y un ternero entero; en otro, dos atunes y un marinero uniformado; en otro, un soldado con su sable; en otro, por último, un caballo con su caballero. Todo esto, a decir verdad, no es artículo de fe. En todo caso, ninguno de esos animales se dejó atrapar en las redes del Nautilus y yo no pude verificar su voracidad. ...

En la línea 1466
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... - Perfectamente; pueden marcharse. No quiero saber nada más - añadió el señor Jaggers moviendo la mano para indicarles que se situaran tras él -. Si me dicen una sola palabra más, abandono el asunto. - Pensábamos, señor Jaggers… - empezó a decir uno de ellos, descubriéndose. ...

En la línea 2057
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Por espacio de once años no había visto a Joe ni a Biddy con los ojos del cuerpo, aunque con mucha frecuencia habían estado presentes ante los de mi alma. Una nocha de diciembre, una hora o dos después de oscurecer, apoyé suavemente la mano en el picaporte de la vieja puerta de la cocina. Lo hice con tanta suavidad que no me oyó nadie, y, sin que se dieran cuenta de mi presencia, miré al interior. Allí, fumando su pipa en el lugar acostumbrado ante la luz del fuego, tan fuerte y tan robusto como siempre, aunque con los cabellos grises, estaba Joe; y, protegido en un rincón por la pierna de éste y sentado en mi taburetito, vi que, mirando al fuego, estaba… ¿yo mismo, acaso? - Le dimos el nombre de Pip en recuerdo tuyo - dijo Joe, alegre en extremo, cuando yo me senté en otro taburete al lado del niño (aunque me guardé muy bien de mesarle el cabello) y esperamos que se parecerá bastante a ti. Así pensaba yo también, y a la mañana siguiente me lo llevé a dar un paseo. Hablamos mucho, y mutuamente nos comprendimos a la perfección. Luego le llevé al cementerio, le hice sentar en determinada tumba y él me mostró desde aquel lugar la losa consagrada a la memoria de «Philip Pirrip, último de la parroquia, y también de Georgiana, esposa del anterior». - Biddy - dije al hablar con ella después de comer y mientras su hijito dormía en su regazo. - Es preciso que me des a Pip, o me lo prestes. - De ningún modo - contestó Biddy cariñosamente. - Es preciso que te cases. - Lo mismo me dicen Herbert y Clara, pero yo no soy de la misma opinión, Biddy. Me he establecido ya en su casa de un modo tan permanente, que no es fácil que esto ocurra. Soy un solterón a perpetuidad. Biddy miró al niño, se llevó su manecita a los labios y luego, con la misma mano bondadosa, me tocó la mía. En aquella acción y en la ligera presión de la sortija de boda de Biddy hubo algo que en sí era muy elocuente. - Querido Pip - dijo Biddy. - ¿Estás seguro de no sentirte enojado con ella? - ¡Oh, no! Me parece que no, Biddy. - Dímelo como a una antigua amiga. ¿La has olvidado ya? - Mi querida Biddy, no he olvidado en mi vida nada que se haya relacionado con este lugar. Pero aquel pobre sueño, como solía llamarlo, ha desaparecido por completo. Pero aún, mientras decía estas palabras, estaba convencido de mi deseo secreto de volver a visitar el lugar en que existiera la antigua casa, y en recuerdo de ella. Sí: en recuerdo de Estella. Habíame enterado de que su vida era muy desgraciada; de que se separó de su marido, que la trataba con la mayor crueldad y que llegó a ser famoso por su orgullo, su avaricia, su brutalidad y su bajeza. También me enteré de la muerte de su marido a causa de un accidente debido al mal trato que dio a un caballo. Esta liberación de Estella ocurrió dos años antes y, según me figuraba, se habría casado ya otra vez. Como en casa de Joe se comía temprano, tenía tiempo más que suficiente, sin necesidad de apresurar el rato de charla con Biddy, para ir a hacer la visita deseada antes de que oscureciese. Pero como me entretuve mucho por el camino, mirando cosas que recordaba y pensando en los tiempos pasados, declinaba ya el día cuando llegué allí. Ya no existía la casa, ni la fábrica de cerveza, ni construcción alguna, a excepción de la tapia del antiguo jardín. El terreno había sido rodeado con una mala cerca, y mirando por encima de ella observé que parte de la antigua hiedra había retoñado y crecía verde y fresca sobre los montones de ruinas. Como la puerta de esa cerca estaba entreabierta, la acabé de abrir y penetré en el recinto. Una niebla fría y plateada envolvía el atardecer, y la luna no había salido para disiparla. Pero las estrellas brillaban más allá de la niebla y salía ya la luna, de modo que la noche no era oscura. Distinguí perfectamente dónde había estado la antigua casa, la fábrica de cerveza, las puertas y los barriles. Después de esto y cuando miraba la desolada cerca del jardín, vi en él a una figura solitaria. Ésta pareció haberme descubierto también mientras yo avanzaba. Hasta entonces se había ido acercando, pero luego se quedó quieta. Yo me aproximé y me di cuenta de que era una mujer. Y, al acercarme más, estuvo a punto de alejarse, pero por fin se detuvo, permitiéndome llegar a su lado. Luego, como si estuviera muy sorprendida, pronunció mi nombre, y yo, al reconocerla, exclamé: - ¡Estella! - Estoy muy cambiada. Me extraña que me reconozca usted. En realidad, había perdido la lozanía de su belleza, pero aún conservaba su indescriptible majestad y su extraordinario encanto. Esos atractivos ya los conocía, pero lo que nunca vi en otros tiempos era la luz suavizada y entristecida de aquellos ojos, antes tan orgullosos, y lo que nunca sentí en otro tiempo fue el contacto amistoso de aquella mano, antes insensible. Nos sentamos en un banco cercano, y entonces dije: 231 - Después de tantos años es realmente extraño, Estella, que volvamos a encontrarnos en el mismo lugar que nos vimos por vez primera. ¿Viene usted aquí a menudo? -Desde entonces no había vuelto. - Yo tampoco. La luna empezó a levantarse, y me recordó aquella plácida mirada al techo blanco, que ya había pasado, y recordé también la presión en mi mano en cuanto yo hube pronunciado las últimas palabras que él oyó en este mundo. Estella fue la primera en romper el silencio que reinaba entre nosotros. -Muchas veces había esperado, proponiéndome volver, pero me lo impidieron numerosas circunstancias. ¡Pobre, pobre lugar éste! La plateada niebla estaba ya iluminada por los primeros rayos de luz de la luna, que también alumbraban las lágrimas que derramaban sus ojos. Entonces, ignorando que yo las veía y ladeándose para ocultarlas, añadió: - ¿Se preguntaba usted, acaso, mientras paseaba por aquí, cómo ha llegado a transformarse este lugar? - Sí, Estella. - El terreno me pertenece. Es la única posesión que no he perdido. Todo lo demás me ha sido arrebatado poco a poco; pero pude conservar esto. Fue el objeto de la única resistencia resuelta que llegué a hacer en los miserables años pasados. - ¿Va a construirse algo aquí? -Sí. Y he venido a darle mi despedida antes de que ocurra este cambio. Y usted - añadió con voz tierna para una persona que, como yo, vivía errante, - ¿vive usted todavía en el extranjero? - Sí. - ¿Le va bien? - Trabajo bastante, pero me gano la vida y, por consiguiente… , sí, sí, me va bien. - Muchas veces he pensado en usted - dijo Estella. - ¿De veras? -últimamente con mucha frecuencia. Pasó un tiempo muy largo y muy desagradable, cuando quise alejar de mi memoria el recuerdo de lo que desdeñé cuando ignoraba su valor; pero, a partir del momento en que mi deber no fue incompatible con la admisión de este recuerdo, le he dado un lugar en mi corazón. - Pues usted siempre ha ocupado un sitio en el mío - contesté. Guardamos nuevamente silencio, hasta que ella habló, diciendo: - Poco me figuraba que me despediría de usted al despedirme de este lugar. Me alegro mucho de que sea así. - ¿Se alegra de que nos despidamos de nuevo, Estella? Para mí, las despedidas son siempre penosas. Para mí, el recuerdo de nuestra última despedida ha sido siempre triste y doloroso. - Usted me dijo - replicó Estella con mucha vehemencia-: «¡Dios la bendiga y la perdone!» Y si entonces pudo decirme eso, ya no tendrá inconveniente en repetírmelo ahora, ahora que el sufrimiento ha sido más fuerte que todas las demás enseñanzas y me ha hecho comprender lo que era su corazón. He sufrido mucho; mas creo que, gracias a eso, soy mejor ahora de lo que era antes. Sea considerado y bueno conmigo, como lo fue en otro tiempo, y dígame que seguimos siendo amigos. - Somos amigos - dije levantándome e inclinándome hacia ella cuando se levantaba a su vez. -Y continuaremos siendo amigos, aunque vivamos lejos uno de otro - dijo Estella. Yo le tomé la mano y salimos de aquel desolado lugar. Y así como las nieblas de la mañana se levantaron, tantos años atrás, cuando salí de la fragua, del mismo modo las nieblas de la tarde se levantaban ahora, y en la dilatada extensión de luz tranquila que me mostraron, ya no vi la sombra de una nueva separación entre Estella y yo. ...

En la línea 1161
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑No es un sujeto recomendable. También compraba pagarés. ¡Que el diablo se lo lleve! lo que me pone fuera de mí es la rutina, la anticuada e innoble rutina de esa gente. Éste era el momento de renunciar a los viejos procedimientos y seguir nuevos sistemas. Los datos psicológicos bastarían para darles una nueva pista. Pero ellos dicen: «Nos atenemos a los hechos.» Sin embargo, los hechos no son lo único que interesa. El modo de interpretarlos influye en un cincuenta por ciento como mínimo en el éxito de las investigaciones. ...

En la línea 1774
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¡Claro! Hace ya mucho tiempo. Yo, como soy ya mayor, rezo bajito y sola, y Kolia y Lidotchka rezan en voz alta con mamá. Primero dicen la oración a la Virgen, después otra: «Señor, perdona a nuestro otro papá y bendícelo.» Porque nuestro primer papá se murió, y éste era el segundo, y nosotros rezábamos también por el primero. ...

En la línea 1790
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¿Ése? ¡Cualquiera sabe! Tal vez un amigo de mi tío… O alguien que ha venido sin invitación… Dejaré a los invitados con mi tío. Es un hombre extraordinario. Es una pena que no puedas conocerle… Además, ¡que se vayan todos al diablo! Ahora se burlan de mí. Necesito refrescarme. Has llegado oportunamente, querido. Si tardas diez minutos más, me pego con alguien, palabra de honor. ¡Qué cosas tan absurdas dicen! No te puedes imaginar lo que es capaz de inventar la mente humana. Pero ahora pienso que sí que te lo puedes imaginar. ¿Acaso no mentimos nosotros? Dejémoslos que mientan: no acabarán con las mentiras… Espera un momento: voy a traerte a Zosimof. ...

En la línea 1875
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Lo ha dicho, pero no es verdad. No, no lo es. Incluso le ha dado unos sellos; yo lo he visto. Cuando se los daba, ya debían de haber llegado ustedes… Por cierto que habría sido preferible que llegasen mañana… Hemos hecho bien en marcharnos… Dentro de una hora, como les he dicho, el mismo Zosimof irá a darles noticias… Y él no estará bebido, y yo tampoco lo estaré entonces… Pero ¿saben por qué he bebido tanto? Porque esos malditos me han obligado a discutir… ¡Y eso que me había jurado a mí mismo no tomar parte jamás en discusiones… ! Pero ¡dicen unas cosas tan absurdas… ! He estado a punto de pegarles. He dejado a mi tío en mi lugar para que los atienda… Aunque no lo crean ustedes, son partidarios de la impersonalidad. No hay que ser jamás uno mismo. Y a esto lo consideran el colmo del progreso. Si los disparates que dicen fueran al menos originales… Pero no… ...

En la línea 399
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Permítame… ¡Me han despedido! Usted afirma ahora que es sólo pura apariencia… Sin embargo, si a uno le dicen: “No tengo intención de tirarte de las orejas, pero permíteme que te dé un tirón para mantener las apariencias”… convenga usted en que casi es la misma cosa. ...

En la línea 919
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Según, dicen, ella tiene un montón de dinero que presta a interés y aumenta el capital. No te acuso, Praskovia. Tú no eres quien envió los telegramas, y del pasado no me quiero acordar. Sé que tienes mal carácter. Eres una verdadera avispa, pequeña. Cuando picas, envenenas. Pero tengo lástima de ti, pues yo quería mucho a Catalina, tu madre. Pues bien, ¿quieres? Abandona todo esto y ven conmigo. Creo que no está bien que vivas ahora con el general. ...

En la línea 138
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Un instinto sagrado, empero hacíala amarla. ¿No dicen los palingenésicos que a través de la vida los antiguos amores se vuelven instintos? Con frecuencia la tenía en sus brazos, la dormía en sus rodillas; la acariciaba. ...

En la línea 789
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -¡Cada día más exageradas y más estrepitosas! Vamos, ¿te gusta a ti ese traje tan raro, con una cabeza de pájaro igual a la del sombrero, en el remate de cada frunce? Parecen un escaparate del Museo de Historia Natural… ¡Hasta en el abanico una cabeza de pájaro! No se concibe que Worth haya ideado ese mamarracho… Yo creo que los hacen en casa, con la doncella, y después dicen que se los mandó Worth… ...

En la línea 818
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Ej… ej… te aseguro que fue un chasco famoso… -continuó Pilar calmándose-. A la Noveldita le vendrían de perlas los cientos de miles de francos que el padre reunió para el hijo… pero ¡dicen que no le gustan las mujeres! ...

En la línea 862
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Sí, en el teatro. El otro, penado y muerto como de costumbre… a las diez hizo su entrada en el palco, presentándole el ramo consabido de camelias y azaleas blancas… dicen que le cuesta sus setenta franquillos por noche… Es un aditamento regular al coste de la pensión en el hotel… ...

En la línea 1055
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -¿Ve usted? -explicaba Sardiola-. ¿Ve usted este lado del edificio y el otro que hace esquina con él? Pues es la fonda. ¿Pero ve usted ese otro que forma el tercer lado del cuadro? es la casa de Don Ignacio; cae a la calle de Rívoli… ¿Ve usted esas escaleritas que desembocan en el jardín? por ahí se sube al comedor… lo tienen en la planta baja: ¡un comedor muy hermoso! Toda la casa es muy buena; el padre de Don Ignacio ganó muchísimo… ¿Ve usted ese arbolito que hay ahí, al lado de la escalera? ¿ese platanillo desmedrado? ahí sacaba el señorito a su mamá, que parece que se murió de una cosa que no sé cómo le dicen, pero vamos, que es hincharse mucho el corazón… y como le daban unos ahogos tan fuertes a veces, y se quedaba sin aliento, lo mismo que un pez fuera del agua, había que traerla al jardín… toda la anchura le era poca, y solía estarse ahí una hora resollando… ¡Si viera usted al señorito! aquello se llama cuidar a una persona… le sostenía la cabeza, le calentaba los pies con sus manos, le daba cuatro mil besos por hora, le hacía aire con un abanico… ¡vamos, era cosa de ver! Alma más buena, no la echó Dios al mundo, ni volverá a echarla en todo el siglo que corre… El día que se murió, la santa bendita, quedó tan risueña… y tan natural, y tan guapa, con su pelo rubio… Él si que parecía el muerto; si lo ponen en la caja, cualquiera lo entierra. ...

En la línea 1358
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... 'Ocean to Ocean' (de Océano a Océano)- así dicen los americanos- y esas tres palabras debían ser la denominación general de la gran línea que atraviesa los Estados Unidos de América en su mayor anchura. Pero, en realidad, el 'Pacific Railroad' se divide en dos partes distintas: 'Central Pacific', entre San Francisco y Odgen, y 'Union Pacific', entre Odgen y Omaha. Allí enlazan cinco líneas diferentes, que ponen a Omaha en comunicación frecuente con Nueva York. ...

En la línea 1487
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -¡Cómo prudente! -exclamó el coronel Proctor, a quien hizo dar un salto esa palabra oída por casualidad-. ¡Os dicen que a toda velocidad! ¿Comprendéis? ¡A toda velocidad! ...

En la línea 1674
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... La distancia que separa el fuerte Kearney de Omaba es en línea recta, a vuelo de abeja, como dicen los americanos, de doscientas millas lo más. Manteniendose el viento, esta distancia podía recorrerse en cinco horas, y no ocurriendo ningún incidente, el trineo debía estar en Omaha a la una de la tarde. ...

En la línea 1920
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Así lo dicen, señora. ...


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