La palabra Decentes ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece decentes.
Estadisticas de la palabra decentes
La palabra decentes no es muy usada pues no es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE
Más información sobre la palabra Decentes en internet
Decentes en la RAE.
Decentes en Word Reference.
Decentes en la wikipedia.
Sinonimos de Decentes.

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece decentes
La palabra decentes puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 714
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --¡Ya están ahí, muchachos!--gritó a los viñadores.--El amo llega. A ver si lo recibís como lo que sois; como personas decentes. ...
En la línea 874
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Únicamente se habían aceptado los adelantos del progreso mecánico, como una arma de combate contra el enemigo, contra el trabajador. En los cortijos no existía otro utensilio moderno que las trilladoras. Eran la artillería gruesa de la gran propiedad. La trilla al sistema antiguo, con sus manadas de yeguas rodando en la era, duraba meses enteros, y los gañanes escogían esta época para pedir algún mejoramiento, amenazando con la huelga, que dejaba las cosechos a la intemperie. La trilladora, que realizaba en dos semanas el trabajo de dos meses, daba al amo la seguridad de la recolección. Además, ahorraba brazos y equivalía a una venganza contra la gente levantisca y descontenta, que acosaba a las personas decentes con sus imposiciones. Y en el _Círculo Caballista_ hablaban los grandes propietarios de los adelantos del país y de sus máquinas, que sólo servían para recoger y asegurar las cosechas, nunca para sembrarlas y fomentarlas, presentando hipócritamente este ardid de guerra como un progreso desinteresado. ...
En la línea 984
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Toos personas decentes. ...
En la línea 1256
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Luis era liberal, muy liberal. Disentía en este punto de sus maestros de la Compañía, que hablaban de don Carlos con entusiasmo, afirmando que era «la única bandera». Él estaba con los que mandaban, y no mencionaba una sola vez a las personas reales, que no echase por delante el título de _Su Majestad_, como si pudiesen oír de lejos estas muestras de exagerado respeto y premiárselas con lo que él deseaba. Era liberal; pero su libertad era la de las personas decentes. Libertad para los que tuvieran algo que perder: y para la gente baja, todo el pan que fuese posible, y palo, mucho palo, único medio de anonadar la maldad que nace con el hombre y se desarrolla sin el freno de la religión. ...
En la línea 502
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Citaba mucho a su amigo el Patriarca y al campechano obispo de Nauplia; proponía rifas católicas, organizaba bailes de caridad, novenas y jubileos a puerta cerrada, para las personas decentes. ...
En la línea 3299
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y pensaba: Todos son personas decentes, todos saben lo que se debe a mi casa, y en cuestión de peccata minuta. ...
En la línea 5521
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¿Quiere usted ser el Obispo de Los miserables, un Obispo de libro prohibido? ¿Hace usted eso para darnos en cara a los demás que vamos vestidos como personas decentes y como exige el decoro de la Iglesia? ¿Cree usted que si todos luciéramos pantalones remendados como un afilador de navajas o un limpia-chimeneas, llegaría la Iglesia a dominar en las regiones en que el poder habita? —No es eso, hijo mío, no es eso —respondía el Obispo sofocado, con ganas de meterse debajo de tierra. ...
En la línea 6760
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¡Las cosas que dirían ya los enemigos! Pero ¿qué le importaba a él? Lo que ahora le pesaba era no haber seguido al Vivero; ¡de todos modos habían de murmurar los miserables! y en cuanto a las personas decentes, las que a él le importaban, esas no habían de creer nada malo porque él, como hacía Ripamilán, como habían hecho otros sacerdotes, fuese a las posesiones de Vegallana. ...
En la línea 1103
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Eso no es una señora… ¿En qué se diferencia de una cocotte? Solo en que no pide dinero a los hombres. ¿Quién sabe si el dinero tiene que darlo ella?… Porque a mí no me digan ustedes que es una belleza. Únicamente los tontos pueden admirarla Hay que verla de cerca, como yo la he visto muchas veces… Pinturas, arreglos, artimañas de mujer mala, que las verdaderas personas decentes nos resistimos a usar. ...
En la línea 425
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Estaban abonados los de Santa Cruz a un landó. Se les veía en los paseos; pero su tren era de los que no llaman la atención. Juan solía tener por temporadas un faetón o un tílburi, que guiaba muy bien, y también tenía caballo de silla; mas le picaba tanto la comezón de la variedad que a poco de montar un caballo, ya empezaba a encontrarle defectos y quería venderlo para comprar otro. Los dos matrimonios se daban buena vida; pero sin presumir, huyendo siempre de señalarse y de que los periódicos les llamaran anfitriones. Comían bien; en su casa había muy poca etiqueta y cierto patriarcalismo, porque a veces se sentaban a la mesa personas de clase humilde y otras muy decentes que habían venido a menos. No tenían cocinero de estos de gorro blanco, sino una cocinera antigua muy bien amañada, que podía medir sus talentos con cualquier jefe; y la ayudaban dos pinchas, que más bien eran alumnas. ...
En la línea 1086
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —¡Ah!, sí… Todos nos llamamos personas decentes; pero facilillo es probarlo. Vamos a ver. ¿Cómo se ha pasado usted la vida? Vendiendo burros y caballos, después conspirando y armando barricadas… ...
En la línea 1687
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Cansado de hacer solitarios, Olmedo se puso a contar cuentos indecentes, lo que a Maximiliano le pareció muy mal. Otras noches había oído anécdotas parecidas y se había reído; pero aquella noche se ponía de todos colores deseando que a su condenado amigo se le secara la boca. «¡Qué desvergüenza contar aquellas marranadas delante de personas… de personas decentes, sí señor!». Estaba Rubín tan desconcertado como si las dos mujeres allí presentes fuesen remilgadas damas o alumnas de un colegio monjil; pero su timidez le impedía mandar callar a Olmedo. Fortunata no se reía tampoco de aquellos estúpidos chistes; pero más bien parecía indiferente que indignada de oírlos. Estaba distraída pensando en sus cosas. ¿Qué cosas serían aquellas? Diera Maximiliano por saberlas… su hucha con todo lo que contenía. Al acordarse de su tesoro tuvo otra sacudida, y se removió en el asiento lastimándose mucho con el duro contacto de aquellos mal llamados muelles. ...
En la línea 1769
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Lo esencial del saber, lo que saben los niños y los paletos, ella lo ignoraba, como lo ignoran otras mujeres de su clase y aun de clase superior. Maximiliano se reía de aquella incultura rasa, tomando en serio la tarea de irla corrigiendo poco a poco. Y ella no disimulaba su barbarie; por el contrario, manifestaba con graciosa sinceridad sus ardientes deseos de adquirir ciertas ideas y de aprender palabras finas y decentes. Cada instante estaba preguntando el significado de tal o cual palabra, e informándose de mil cosas comunes. No sabía lo que es el Norte y el Sur. Esto le sonaba a cosa de viento; pero nada más. Creía que un senador es algo del Ayuntamiento. Tenía sobre la imprenta ideas muy extrañas, creyendo que los autores mismos ponían en las páginas aquellas letras tan iguales. No había leído jamás libro ninguno, ni siquiera novela. Pensaba que Europa es un pueblo y que Inglaterra es un país de acreedores. Respecto del sol, la luna y todo lo demás del firmamento, sus nociones pertenecían al orden de los pueblos primitivos. Confesó un día que no sabía quién fue Colón. Creía que era un general, así como O'Donnell o Prim. En lo religioso no estaba más aventajada que en lo histórico. La poca doctrina cristiana que aprendió se le había olvidado. Comprendía a la Virgen, a Jesucristo y a San Pedro; les tenía por muy buenas personas, pero nada más. Respecto a la inmortalidad y a la redención, sus primeras ideas eran muy confusas. Sabía que arrepintiéndose uno, bien arrepentido, se salva; eso no tenía duda, y por más que dijeran, nada que se relacionase con el amor era pecado. ...

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