La palabra Debidos ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece debidos.
Estadisticas de la palabra debidos
Debidos es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 17126 según la RAE.
Debidos aparece de media 3.78 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la debidos en las obras de referencia de la RAE contandose 574 apariciones .
Más información sobre la palabra Debidos en internet
Debidos en la RAE.
Debidos en Word Reference.
Debidos en la wikipedia.
Sinonimos de Debidos.

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece debidos
La palabra debidos puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1200
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Mientras su esposa, doña María Enriquez, y sus dos hijos vivían en Valencia, él amenazaba su celibato temporal en Roma con frecuentes y efímeros amoríos. Hermoso, rico, jactándose de una gran potencia genésica y con una falsa gloria después de sus triunfos, debidos al Gran Capitán, era el hombre de moda en aquella ciudad de costumbres licenciosas, donde resultaban contadísimas las mujeres que no se rendían por sensualismo o por ganancia. Algunas veces permanecía oculto un día entero, sin que esto inquietase a su familia. Se hallaba indudablemente en una encerrona amorosa, esperando la noche para salir de la vivienda de alguna dama y evitar que el escándalo manchase su nombre. ...
En la línea 1396
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... César hizo prisionera a Catalina, tratándola con los honores debidos a su estirpe, mientras esperaba ocasión de enviarla a Roma, donde le seguían un proceso por haber intentado envenenar al Papa. Los cronistas de Venecia, que aprovechaban todos los sucesos para inventar una nueva calumnia contra los Borgias, escribieron que el vencedor de Catalina Sforza no se había contentado con penetrar en la fortaleza de Forli, haciendo sufrir a su antigua poseedora otros asaltos. También llegaron a insinuar que Alejandro VI había abusado de ella cuando la tuvo cautiva en el Vaticano, cómodamente alojada en el palacio del Belvedere. ...
En la línea 1288
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Juntose Rafaela con su ama en la casa de Benigna, y helas aquí por la calle de Toledo abajo. Llevaban plata menuda para repartir a los pobres, y algunas chucherías, entre ellas la sortija que la señorita había prometido a Adoración. Era una soberbia alhaja, comprada aquella mañana por Rafaela en los bazares de Liquidación por saldo, a real y medio la pieza, y tenía un diamante tan grande y bien tallado, que al mismo Regente le dejaría bizco con el fulgor de sus luces. En la fabricación de esta soberbia piedra había sido empleado el casco más valioso de un fondo de vaso. Apenas llegaron a los corredores del primer patio, viéronse rodeadas por pelotones de mujeres y chicos, y para evitar piques y celos, Jacinta tuvo que poner algo en todas las manos. Quién cogía la peseta, quién el duro o el medio duro. Algunas, como Severiana, que, dicho sea entre paréntesis, tenía para aquella noche una magnífica lombarda, lomo adobado y el besugo correspondiente, se contentaban con un saludo afectuoso. Otros no se daban por satisfechos con lo que recibían. A todos preguntaba Jacinta que qué tenían para aquella noche. Algunas entraban con el besugo cogido por las agallas; otras no habían podido traer más que cascajo. Vio a muchas subir con el jarro de leche de almendras, que les dieran en el café de los Naranjeros, y de casi todas las cocinas salía tufo de fritangas y el campaneo de los almireces. Este besaba el duro que la señorita le daba, y el otro tirábalo al aire para cogerlo con algazara, diciendo: «¡Aire, aire, a la plaza!». Y salían por aquellas escaleras abajo camino de la tienda. Había quien preparaba su banquete con un hocico con carrilleras, una libra de tapa del cencerro, u otras despreciadas partes de la res vacuna, o bien con asadura, bofes de cerdo, sangre frita y desperdicios aún peores. Los más opulentos dábanse tono con su pedazo de turrón del que se parte con martillo, y la que había traído una granada tenía buen cuidado de que la vieran. Pero ningún habitante de aquellas regiones de miseria era tan feliz como Adoración, ni excitaba tanto la envidia entre las amigas, pues la rica alhaja que ceñía su dedo y que mostraba con el puño cerrado, era fina y de ley y había costado unos grandes dinerales. Aun las pequeñas que ostentaban zapatos nuevos, debidos a la caridad de doña Jacinta, los habrían cambiado por aquella monstruosa y relumbrante piedra. La poseedora de ella, después que recorrió ambos corredores enseñándola, se pegó otra vez a la señorita, frotándose el lomo contra ella como los gatos. ...
En la línea 2065
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Los dos hermanos mayores almorzaron juntos, mas no hablaron ni palotada de política, por no chocar con doña Lupe. Precisamente Nicolás fue quien metió a Juan Pablo por el aro carlista, prometiéndole villas y castillos. Habíale dado recomendaciones para elevadas personas del Cuartel Real y para unos clérigos de caballería que residían en Bayona. Pero nada, como digo, se habló en la mesa. No se les ocultaba que su tía sabía hacer guardar los respetos debidos a la entidad de Jáuregui, presente siempre en la casa por ficción mental, de que era símbolo el feo retrato que en el gabinete estaba. Hablaban del tiempo, de lo mal que se vivía en Toledo, de que el viento se había llevado toda la flor del albaricoque, y de otras zarandajas, honrando sin melindres el buen almuerzo. ...
En la línea 3262
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Dije que el Nautilus se había desviado al Este, pero hubiera debido decir más exactamente al Nordeste. Durante algunos días, cuando navegaba en superficie, erró en medio de las brumas de esos parajes tan peligrosas para los navegantes. Esas brumas se deben principalmente a la fundición de los hielos, que mantiene una elevada humedad en la atmósfera. ¡Cuántos navíos se han perdido en esos parajes, en busca de los inciertos faros de la costa! ¡Cuántos naufragios debidos a la extraordinaria opacidad de esas nieblas! ¡Cuántos choques con los escollos en los que el ruido de la resaca es sofocado por el del viento! ¡Cuántas colisiones entre barcos, a pesar de sus luces de posición, de las advertencias de sus pitos y de sus campanas de alarma! ...

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Errores Ortográficos típicos con la palabra Debidos
Cómo se escribe debidos o debidoz?
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