La palabra Cuchicheos ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece cuchicheos.
Estadisticas de la palabra cuchicheos
La palabra cuchicheos no es muy usada pues no es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE
Más información sobre la palabra Cuchicheos en internet
Cuchicheos en la RAE.
Cuchicheos en Word Reference.
Cuchicheos en la wikipedia.
Sinonimos de Cuchicheos.
Algunas Frases de libros en las que aparece cuchicheos
La palabra cuchicheos puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 4020
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... También había cuchicheos secretos, al oído, entre aquel estrépito; rostros lánguidos, ceños de enamorados celosos, miradas como rayos de pasión. ...
En la línea 8047
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Cuando Ana Ozores se sentó en el palco de Vegallana, en el sitio de preferencia, que la Marquesa no quería ocupar nunca, en las plateas y principales hubo cuchicheos y movimiento. ...
En la línea 11113
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Volvió la época del paseo en el Espolón, y don Fermín al pasear allí su humilde arrogancia, su hermosa figura de buen mozo místico, observaba que ya no era aquello una marcha triunfal, un camino de gloria; en los saludos, en las miradas, en los cuchicheos que dejaba detrás de sí, como una estela, hasta en la manera de dejarle libre el paso los transeúntes, notaba asperezas, espinas, una sorda enemistad general, algo como el miedo que está próximo a tener sus peculiares valentías insolentes. ...
En la línea 11772
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Los carlistas y liberales que llenaban el crucero celebraron la gracia, hubo cuchicheos, risas comprimidas y en esto vio la Regenta un signo de paz universal. ...
En la línea 4547
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Cuando Maxi volvió a la alcoba, ya principiaba a apuntar el día. «Si no te cojo hoy, te cojo mañana—rezongaba—. No hay nada; pero yo sentí pasos, yo sentí cuchicheos; tú saliste de aquí… Has vuelto a entrar y estás ahí haciéndote la dormida para engañarme… Déjate estar… Yo estoy con mucho ojo, y aunque parezca que no veo nada, lo veo todo… A buena parte vienes… Que andaba un hombre por los pasillos, no tiene duda. No vale el jurarme que no había nadie. Pues qué, ¿no tengo yo oídos?… ¿Estoy yo tonto?». ...
En la línea 5557
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Fortunata estuvo aquel día aburridísima, con muchas ganas de levantarse. Por respeto a las ordenanzas del señor de Quevedo, seguía en la cama, pero ya no aguantaría aquella cárcel enojosa dos días más. Juan Evaristo Segismundo, después que le trajeron de San Ginés, estaba tan guapote y satisfecho, cual si tuviera conciencia de su dichoso ingreso en la familia cristiana; y para celebrarlo, en cuantito llegó al lado de su madre, buscó la despensa y se puso el cuerpo que no le cabía una gota más de leche. Oía Fortunata los ronquidos del venerable Platón, cual monólogo de un cerdo, y sentía también los paseos de Ido, y algún monosílabo ininteligible, suspiros que parecían ayes de pena o invocaciones poéticas; y cuando el profesor llegaba en su deambulación febril a la puerta de la alcoba, creía distinguir sus manos o parte de un brazo que subían hasta cerca del techo. Luego sonó la campanilla y D. José fue a abrir. Fortunata creyó que era Encarnación que volvía de la plazuela; pero se equivocaba. No tardó en oír cuchicheos en la puerta. ¿Quién sería? Después sintió pasos y un chillar de botas que la hicieron estremecer, y se quedó muda de terror al ver en la puerta a Maximiliano. Era él; así lo afirmó después de dudarlo un momento. La estupefacción que sentía apenas le permitió dar un grito, y su primer movimiento fue echarle los brazos al nene, decidida a comerse a bocados a quien intentase hacerle daño o quitárselo. Rubín estuvo más de un minuto sin dar un paso, clavado en la puerta y destacándose dentro del marco de ella como la figura de un cuadro. ¡Cosa rara! Ningún signo de hostilidad se veía en su cara ni en su ademán. Miraba a su mujer con seriedad, pero sin dureza, y cuando dio los primeros pasos para acercarse a la cama, su expresión era casi indulgente. Pero ella no las tenía todas consigo, y le miró como quien se dispone a una defensa enérgica. «Tío, tío—dijo alzando la voz—. Encarnación… ». Como ni Izquierdo ni la criada respondieran, quiso llamar al esperpento aquel que en el cuarto se paseaba. Mas al ir a pronunciar su nombre se le borró de la memoria. ...
En la línea 864
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Siguió avanzando entre la pavorosa fascinación de aquella nueva experiencia, sobresaltado a veces por el suave murmullo de las hojas secas sobre su cabeza, que parecían cuchicheos humanos, y dio de sopetón con la luz cercana de una linterna. Retrocedió hasta las sombras y esperó. La linterna alumbraba junto a la puerta de un granero que, estaba abierta. El rey esperó algún tiempo… No se sentía el menor rumor, y nadie se movía. El estar quieto le dio tanto frío, y el hospitalario granero era tan tentador, que el niño, por fin, resolvió arriesgarlo todo y entrar. Echó a andar de puntillas, y en el momento de cruzar el umbral oyó voces a sus espaldas. Se agazapo detrás de un tonel dentro del granero, y vio entrar a dos labradores, que llevaban la linterna, y empezaron a hacer sus faenas sin dejar de hablar. Mientras se movían en torno con la luz, el rey no dio descanso a sus ojos, y fijándose muy bien en lo que parecía ser un pesebre de buen tamaño, al otro extremo del granero, se propuso acercarse a él a tientas cuando lo dejaran solo. Observó también la situación de una pila de mantas para dos caballos a la mitad del camino, con intención de requisarlas por una noche para uso de la corona de Inglaterra. ...
En la línea 2616
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... De súbito le pareció que la puerta del dormitorio estaba entreabierta y que alguien se reía allí también. Creyó oír un cuchicheo y se enfureció. Empezó a golpear la cabeza de la vieja con todas sus fuerzas, pero a cada hachazo redoblaban las risas y los cuchicheos en la habitación vecina, y lo mismo podía decirse de la vieja, cuya risa había cobrado una violencia convulsiva. Raskolnikof intentó huir, pero el vestíbulo estaba lleno de gente. La puerta que daba a la escalera estaba abierta de par en par, y por ella pudo ver que también el rellano y los escalones estaban llenos de curiosos. Con las cabezas juntas, todos miraban, tratando de disimular. Todos esperaban en silencio. Se le oprimió el corazón. Las piernas se negaban a obedecerle; le parecía tener los pies clavados en el suelo… Intentó gritar y se despertó. ...
En la línea 886
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Brotó entonces del grupo de inglesas ese enérgico silbido que en todos los idiomas significa: «¡Silencio!: cállense ustedes, y oigan, o dejen oír siquiera.» Las españolas se dieron al codo, y prosiguieron impertérritas con sus cuchicheos. ...

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Errores Ortográficos típicos con la palabra Cuchicheos
Cómo se escribe cuchicheos o kuchicheos?
Cómo se escribe cuchicheos o cuchicheoz?
Cómo se escribe cuchicheos o sushisheos?
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