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La palabra correcciones
Cómo se escribe

la palabra correcciones

La palabra Correcciones ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece correcciones.

Estadisticas de la palabra correcciones

Correcciones es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 16604 según la RAE.

Correcciones aparece de media 3.94 veces en cada libro en castellano.

Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la correcciones en las obras de referencia de la RAE contandose 599 apariciones .

Errores Ortográficos típicos con la palabra Correcciones

Cómo se escribe correcciones o corecciones?
Cómo se escribe correcciones o corrrrecciones?
Cómo se escribe correcciones o correccionez?
Cómo se escribe correcciones o correcziones?
Cómo se escribe correcciones o sorressiones?

Más información sobre la palabra Correcciones en internet

Correcciones en la RAE.
Correcciones en Word Reference.
Correcciones en la wikipedia.
Sinonimos de Correcciones.


la Ortografía es divertida


El Español es una gran familia

Algunas Frases de libros en las que aparece correcciones

La palabra correcciones puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 2598
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Destinósele una habitación contigua a la alcoba de la señora, y que le servía a esta de guardarropa. Había allí tantos cachivaches y tanto trasto, que la huéspeda apenas podía moverse; pero dos días se pasan de cualquier manera. Durante aquellos dos días, hallábase la joven muy cohibida delante de la que iba a ser su tía, porque esta no bajaba del trípode ni cesaba en sus correcciones; y rara vez abría la boca Fortunata sin que la otra dejara de advertirle algo, ya referente a la pronunciación, ya a la manera de conducirse, mostrándose siempre autoritaria, aunque con estudiada suavidad. «En los conventos—decía—, se corrigen muchos defectos; pero también se adquieren modales encogidos. Suéltese usted, y cuando salude a las visitas, hágalo con serenidad y sin atropellarse». ...

En la línea 6076
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Durante algún tiempo, el Delfinito siguió en casa de Guillermina, donde estaba la nodriza, hasta que enteraron de todo a D. Baldomero, y se le pudo llevar a la casa patrimonial. Jacinta vivía consagrada a él en cuerpo y alma, y tenía la satisfacción de que todos en la casa le querían, incluso su padre. A solas con él, la dama se entretenía fabricando en su atrevido pensamiento edificios de humo con torres de aire y cúpulas más frágiles aún, por ser de pura idea. Las facciones del heredado niño no eran las de la otra, eran las suyas. Y tanto podía la imaginación, que la madre putativa llegaba a embelesarse con el artificioso recuerdo de haber llevado en sus entrañas aquel precioso hijo, y a estremecerse con la suposición de los dolores sufridos al echarle al mundo. Y tras estos juegos de la fantasía traviesa, venía el discurrir sobre lo desarregladas que andan las cosas del mundo. También ella tenía su idea respecto a los vínculos establecidos por la ley, y los rompía con el pensamiento, realizando la imposible obra de volver el tiempo atrás, de mudar y trastocar las calidades de las personas, poniendo a este el corazón de aquel, y a tal otro la cabeza del de más allá, haciendo, en fin, unas correcciones tan extravagantes a la obra total del mundo, que se reiría de ellas Dios, si las supiera, y su vicario con faldas, Guillermina Pacheco. Jacinta hacía girar todo este ciclón de pensamientos y correcciones alrededor de la cabeza angélica de Juan Evaristo; recomponía las facciones de este, atribuyéndole las suyas propias, mezcladas y confundidas con las de un ser ideal, que bien podría tener la cara de Santa Cruz, pero cuyo corazón era seguramente el de Moreno… aquel corazón que la adoraba y que se moría por ella… Porque bien podría Moreno haber sido su marido… vivir todavía, no estar gastado ni enfermo, y tener la misma cara que tenía el Delfín, ese falso, mala persona… «Y aunque no la tuviera, vamos, aunque no la tuviera… ¡Ah!, el mundo entonces sería como debía ser, y no pasarían las muchas cosas malas que pasan… ». ...

En la línea 6076
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Durante algún tiempo, el Delfinito siguió en casa de Guillermina, donde estaba la nodriza, hasta que enteraron de todo a D. Baldomero, y se le pudo llevar a la casa patrimonial. Jacinta vivía consagrada a él en cuerpo y alma, y tenía la satisfacción de que todos en la casa le querían, incluso su padre. A solas con él, la dama se entretenía fabricando en su atrevido pensamiento edificios de humo con torres de aire y cúpulas más frágiles aún, por ser de pura idea. Las facciones del heredado niño no eran las de la otra, eran las suyas. Y tanto podía la imaginación, que la madre putativa llegaba a embelesarse con el artificioso recuerdo de haber llevado en sus entrañas aquel precioso hijo, y a estremecerse con la suposición de los dolores sufridos al echarle al mundo. Y tras estos juegos de la fantasía traviesa, venía el discurrir sobre lo desarregladas que andan las cosas del mundo. También ella tenía su idea respecto a los vínculos establecidos por la ley, y los rompía con el pensamiento, realizando la imposible obra de volver el tiempo atrás, de mudar y trastocar las calidades de las personas, poniendo a este el corazón de aquel, y a tal otro la cabeza del de más allá, haciendo, en fin, unas correcciones tan extravagantes a la obra total del mundo, que se reiría de ellas Dios, si las supiera, y su vicario con faldas, Guillermina Pacheco. Jacinta hacía girar todo este ciclón de pensamientos y correcciones alrededor de la cabeza angélica de Juan Evaristo; recomponía las facciones de este, atribuyéndole las suyas propias, mezcladas y confundidas con las de un ser ideal, que bien podría tener la cara de Santa Cruz, pero cuyo corazón era seguramente el de Moreno… aquel corazón que la adoraba y que se moría por ella… Porque bien podría Moreno haber sido su marido… vivir todavía, no estar gastado ni enfermo, y tener la misma cara que tenía el Delfín, ese falso, mala persona… «Y aunque no la tuviera, vamos, aunque no la tuviera… ¡Ah!, el mundo entonces sería como debía ser, y no pasarían las muchas cosas malas que pasan… ». ...

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