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La palabra comensales
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la palabra comensales

La palabra Comensales ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece comensales.

Estadisticas de la palabra comensales

Comensales es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 13927 según la RAE.

Comensales aparece de media 5.01 veces en cada libro en castellano.

Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la comensales en las obras de referencia de la RAE contandose 762 apariciones .

Errores Ortográficos típicos con la palabra Comensales

Cómo se escribe comensales o comenzalez?
Cómo se escribe comensales o somensales?

Más información sobre la palabra Comensales en internet

Comensales en la RAE.
Comensales en Word Reference.
Comensales en la wikipedia.
Sinonimos de Comensales.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece comensales

La palabra comensales puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 10216
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —¡Muera! ¡muera! —contestaron algunos: Joaquín, el coronel, que estaba sereno, pero quería que muriese el Magistral, y otros dos o tres comensales borrachos. ...

En la línea 1428
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Por la noche, comensales otra vez, y luego tertulia y mucha gente. Hasta las doce duró aquel martirio. Se marcharon al fin uno a uno. ...

En la línea 2706
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... De regreso a la casa, doña Lupe no cabía en su pellejo; de tal modo se crecía y se multiplicaba atendiendo a tantas y tan diferentes cosas. Ya recomendaba en voz baja a Fortunata que no estuviese tan displicente con doña Silvia; ya corría al comedor a disponer la mesa; ya se liaba con Papitos y con Patricia, y parecía que a la vez estaba en la cocina, en la sala, en la despensa y en los pasillos. Creeríase que había en la casa tres o cuatro viudas de Jáuregui funcionando a un tiempo. Su mente se acaloraba ante la temerosa contingencia de que el almuerzo saliera mal. Pero si salía bien, ¡qué triunfo! El corazón le latía con fuerza, comunicando calor y fiebre a toda su persona, y hasta la pelota de algodón parecía recibir también su parte de vida, palpitando y permitiéndose doler. Por fin, todo estuvo a punto. Juan Pablo, que no había ido a la iglesia, pero que se había unido a la comitiva al volver de ella, buscaba un pretexto para retirarse. Entró en el comedor cuando sonaba el pataleo de las sillas en que se iban acomodando los comensales, y contó… «Me voy—dijo—, para no hacer trece». Algunos protestaron de tal superstición, y otros la aplaudieron. A D. Basilio le parecía esto incompatible con las luces del siglo, y lo mismo creía doña Lupe; pero se guardó muy bien de detener a su sobrino por la ojeriza que le tenía, y Juan Pablo se fue, quedando en la mesa los comensales en la tranquilizadora cifra de doce. ...

En la línea 2706
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... De regreso a la casa, doña Lupe no cabía en su pellejo; de tal modo se crecía y se multiplicaba atendiendo a tantas y tan diferentes cosas. Ya recomendaba en voz baja a Fortunata que no estuviese tan displicente con doña Silvia; ya corría al comedor a disponer la mesa; ya se liaba con Papitos y con Patricia, y parecía que a la vez estaba en la cocina, en la sala, en la despensa y en los pasillos. Creeríase que había en la casa tres o cuatro viudas de Jáuregui funcionando a un tiempo. Su mente se acaloraba ante la temerosa contingencia de que el almuerzo saliera mal. Pero si salía bien, ¡qué triunfo! El corazón le latía con fuerza, comunicando calor y fiebre a toda su persona, y hasta la pelota de algodón parecía recibir también su parte de vida, palpitando y permitiéndose doler. Por fin, todo estuvo a punto. Juan Pablo, que no había ido a la iglesia, pero que se había unido a la comitiva al volver de ella, buscaba un pretexto para retirarse. Entró en el comedor cuando sonaba el pataleo de las sillas en que se iban acomodando los comensales, y contó… «Me voy—dijo—, para no hacer trece». Algunos protestaron de tal superstición, y otros la aplaudieron. A D. Basilio le parecía esto incompatible con las luces del siglo, y lo mismo creía doña Lupe; pero se guardó muy bien de detener a su sobrino por la ojeriza que le tenía, y Juan Pablo se fue, quedando en la mesa los comensales en la tranquilizadora cifra de doce. ...

En la línea 236
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Los comensales murmuraron algunas palabras de agradecimiento, y el tío Pumblechook, satisfecho por haber merecido bien del prójimo, dijo con demasiada vivacidad, habida cuenta del estado de las cosas: ...

En la línea 245
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Fue el sargento quien me había hablado, pero ahora miraba a los comensales como si les ofreciera las esposas con la mano derecha, en tanto que apoyaba la izquierda en mi hombro. ...


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