Cómo se escribe.org.es

La palabra buena
Cómo se escribe

la palabra buena

La palabra Buena ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
El cuervo de Leopoldo Alias Clarín
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
Memoria De Las Islas Filipinas. de Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
Blancanieves de Jacob y Wilhelm Grimm
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
La llamada de la selva de Jack London
Amnesia de Amado Nervo
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece buena.

Estadisticas de la palabra buena

La palabra buena es una de las palabras más comunes del idioma Español, estando en la posición 340 según la RAE.

Buena es una palabra muy común y se encuentra en el Top 500 con una frecuencia media de 222.1 veces en cada obra en castellano

El puesto de esta palabra se basa en la frecuencia de aparición de la buena en 150 obras del castellano contandose 33759 apariciones en total.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Buena

Cómo se escribe buena o vuena?


la Ortografía es divertida


El Español es una gran familia

Algunas Frases de libros en las que aparece buena

La palabra buena puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 110
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... En la puerta de una escalerilla le hacía señas una buena moza, despechugada, fea, sin otro encanto que el de una juventud próxima a desaparecer: los ojos húmedos, el moño torcido, y en las mejillas manchas de colorete de la noche anterior: una caricatura, un payaso del vicio. ...

En la línea 352
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La gente de la huerta era buena; a la familia del tío Barret la querían todos, y con ella partirían un rollo, si no había más. ...

En la línea 493
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¿Qué culpa tenían ellos? Y por la noche, cuando se retiraban con el azadón al hombro, no faltaba una buena alma que los llamase desde la puerta de la taberna de Copa. ...

En la línea 504
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pero los del gremio no se fiaban; ningún labrador quería las tierras ni aun gratuitamente, y, al fin, los amos tuvieron que desistir de su empeño, dejando que se cubriesen de maleza y que la barraca se viniese abajo, mientras esperaban la llegada de un hombre de buena voluntad capaz de comprarlas o trabajarlas. ...

En la línea 30
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Después, los amigos, al remontarse en su memoria hasta las conspiraciones en Cádiz, antes de la sublevación de la escuadra, habían recordado a la madre de Salvatierra... ¡Mamá! Los ojos del revolucionario se mostraron más lacrimosos y brillantes detrás de las gafas azuladas. ¡Mamá!... Su gesto, sonriente y bondadoso, se borró bajo una contracción de dolor. Era su única familia, y había muerto mientras él permanecía en el presidio. Todos estaban acostumbrados a oírle hablar con infantil sencillez de aquella buena anciana, que no tenía una palabra de reproche para sus audacias y encontraba aceptables sus prodigalidades de filántropo, que le hacían volver a casa medio desnudo si encontraba un _compañero_ falto de ropa. Era como las madres de los santos de la leyenda cristiana, cómplices sonrientes de todas las generosas locuras y disparatados desprendimientos de sus hijos. «Esperad que avise a mamá, y soy con vosotros», decía horas antes de una intentona revolucionaria, como si esta fuese su única precaución personal. Y mamá había visto sin protesta cómo en estas empresas se gastaba la modesta fortuna de la familia, y le seguía a Ceuta cuando le indultaban de la pena de muerte por la de reclusión perpetua; siempre animosa y sin permitirse el más leve reproche, comprendiendo que la vida de su hijo había de ser así forzosamente, no queriendo causarle molestias con inoportunos consejos, orgullosa, tal vez, de que su Fernando arrastrase a los hombres con la fuerza de los ideales y asombrara a los enemigos con su virtud y su desinterés. ¡Mamá!... Todo el cariño de célibe, de hombre que, subyugado por una pasión humanitaria, no había tenido ocasión de fijarse en la mujer, lo concentraba Salvatierra en su animosa vieja. ¡Y ya no vería más a mamá! ¡no encontraría aquella vejez que le rodeaba de mimos maternales como si viese en él un eterno niño!... ...

En la línea 61
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Tú no has alcanzado la buena época, Ferminillo--continuó;--por esto tomas las cosas con tanta pachorra. Tú eres de los modernos, de los que creen que las cosas marchan bien porque vendemos mucho cognac como cualquier casa de esos países extranjeros, cuyas viñas sólo producen porquería, sin que Dios les conceda la menor cosa que se parezca al Jerez... Dime, tú que has corrido mundo, ¿dónde has visto nuestra uva de _Palomino_, ni la de _Vidueño_, ni el _Mantuo de Pila_, ni el _Cañocaso_, ni el _Perruno_, ni el _Pedro Ximénez_?... ¡Qué has de ver! Eso sólo se cría en esta tierra: es un regalo de Dios...; y, con tanta riqueza, fabricamos cognac o vinos de imitación porque el Jerez, el verdadero Jerez ya no está de moda, según dicen esos señores del extranjero! Aquí se acaban las bodegas. Esto son licorerías, boticas, cualquier cosa, menos lo que fueron en otro tiempo y ¡vamos!, que me dan ganas de echar a volar para no volver, cuando os presentáis con esos papelillos, pidiéndome que haga otra falsificación. ...

En la línea 107
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¡Jesús y su Santa Madre, por encima de todas las combinaciones comerciales! Ellos velaban por los intereses de la casa y él, que no era más que un simple pecador, limitábase a recibir sus inspiraciones. A ellos se debía la buena suerte de los primeros Dupont, y don Pablo se desvivía por remediar con su fervor la tibieza religiosa de sus ascendientes. Los celestiales protectores eran los que le habían sugerido la idea de establecer la destilería del cognac, dando nuevos alientos a la casa; ellos también los que hacían que la marca Dupont, con la ayuda de los anuncios, se esparciese por toda España sin miedo a rivalidades, favor inmenso que todos los años agradecía dedicando una parte de las ganancias al auxilio de las nuevas órdenes religiosas establecidas en Jerez o ayudando a su madre, la noble doña Elvira, que siempre tenía capillas por restaurar o un manto costoso en confección para alguna Virgen. ...

En la línea 137
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Y no creas, Fermín, que yo soy de los que me asusto por lo que ese Salvatierra y sus amigos llaman reivindicaciones sociales. Ya sabes que no riño por cuestiones de dinero. ¿Que piden los trabajadores unos céntimos más de jornal o un nuevo rato de descanso para echar otro cigarro? Pues si puedo, lo doy, ya que gracias al Señor, que tanto me protege, lo que menos me falta es dinero. Yo no soy como esos otros amos que viviendo en perpetuo ahogo regatean el sudor del pobre. ¡Caridad, mucha caridad! Que se vea que el cristianismo sirve de arreglo para todo... Pero lo que me revuelve la sangre es que se pretenda que todos seamos iguales, como si no existiesen jerarquías hasta en el cielo; que se hable de Justicia al pedir algo, como si favoreciendo yo a un pobre no hiciese más que lo que debo y mi sacrificio no significase una buena acción. Y, sobre todo, esa infernal manía de ir contra Dios, de quitar al pobre sus sentimientos religiosos, de hacer responsable a la Iglesia de todo lo malo que ocurre, y que no es más que obra del maldito liberalismo... ...

En la línea 198
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Entonces sí que gozaba de veras don Ángel, sin malicia alguna y sin algazara, que sería monstruosa profanación; gozaba sin darse cuenta de ello, saboreando el placer recóndito, que era el alma, la más profunda medula de toda esta pasión invencible de nuestro hombre; un placer de que no podía acusarse, porque lo sentía sin reconocer su naturaleza, y consistía en saborear la vida, la salud, el aguardiente, el tabaco, la buena conversación. ...

En la línea 203
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Si asomos de hipocresía cortés o piadosa había al principio, íbanse al diablo luego; y todos, seguros de hacer una buena obra velando, dejaban, al cabo, asomar la fresca sonrisa del egoísmo satisfecho de la salud fortificante. ...

En la línea 351
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... ¿Por que no han de alegrarse, cómo no han de alegrarse cuando se muere un Pachu, de éstos, que deja mandado un entierro de verdad, como una boda? Van a comer bien, como no suelen; van a tener conversación de amigos y compañeros, que casi siempre les falta; van a echar un tresillejo, que constituye sus delicias; van a cobrar una buena pitanza, que les viene de perlas, ¿y han de estar tristes? ¡Porque se ha muerto uno! ¿Pues no se han de morir todos? Usted, señor framasón, que censura, ¿no lee todos los días en los periódicos noticias de grandes desgracias, de horrendas catástrofes? ¿Y cómo se queda usted? ¡Tan fresco! Ayer, que el río Colorado, en China, se llevó de calle más de cien pueblos con millares de millares de chinitos. ...

En la línea 277
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Cuando había pasado un grupo, entonces respiraba con más libertad; pero comprendía que se volvían para mirarlo y, por primera vez en su vida, D'Artagnan, que hast a aquel día había tenido una buena opinión de sí mismo, se sintió ridículo. ...

En la línea 396
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... De buena gana habrían es trangulado al señor de Tréville, si en el fondo de todo aquello no hubieran sentido que era el gran amor que les tenía lo que le hacía hablar así. ...

En la línea 475
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -La tenía, señor, y, a Dios gracias, en buena forma -exclamó D'Artagnan -; pero me fue robada pérfidamente. ...

En la línea 836
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Sin embargo, Aramis estaba en buena situación y aún podía defenderse. ...

En la línea 83
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Tambien es preciso advertir que hay provincias con quienes por remotas y de poca utilidad para el comercio en jeneral, apenas habia otro medio de comunicacion que los barcos del alcalde; pero generalizado ya el comercio de cabotaje, es de necesidad destruir en un todo en las provincias de las Islas ese sistema absurdo y perjudicial (que lo es ya y mucho) de alcaldes y correjidores comerciantes, y variarlo, como se dirá; porque solo personas instruidas en lejislacion, en máximas de buen gobierno, en principios de justicia, y en los de una buena educacion y prudencia, son las que pueden administrar bien y pronta justicia en sus distritos; dedicarse á la estadistica de unos paises, que despues de tres siglos que los poseemos, están poco menos que incógnitos; promover los medios de regularizar las poblaciones y hermosearlas; formar planes de útil reforma y fomento en la agricultura, industria y navegacion, y procurar la paz y sosiego de las Islas, para la conservacion y propia prosperidad, por medios mas sólidos y estables que los hasta aqui conocidos, pues las luces é ilustracion de aquellas provincias asi lo demandan, y la justicia lo aconseja. ...

En la línea 137
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... La economía en los gastos del erario y su buena administracion reclaman esta reforma, de que tengo entendido se ha hablado alguna cosa; mas se ignoran los resultados favorables, si los ha habido. ...

En la línea 142
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Como encargada á los jueces letrados la recaudacion del tributo que pagan los indios, deberá arreglarse en disposicion separada qué clase de garantías y en qué forma deberian prestar por este encargo, y simplificar metódicamente el sistema de cuentas que anualmente deben rendir de los fondos que recaudasen; pues el método que se observa de dar cuentas de su administracion los alcaldes mayores y correjidores al concluir y cesar en su encargo, es perjudicial y ruinoso al erario público, á los interesados, y á la recta administracion de justicia: cuentas claras y anuales es el modo mejor de poner á cubierto y en buena administracion los fondos del estado, y si se hallase otro medio mas seguro, ese deberia ser el que se adoptase. ...

En la línea 196
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Debe ser, pues, una máxima constante de buen gobierno fomentar y rectificar la administracion de estas contribuciones indirectas, especialmente la del tabaco y vino, no solo porque ellas por sí bastan á cubrir abundantemente todas las cargas del estado en todos los ramos, sino porque en el caso de una guerra y falta absoluta de comercio, tendrá el Gobierno este firme apoyo de su existencia; y no dar oidos á las sujestiones y propuestas de aquellos que de buena ó mala fe, ó al menos por ignorancia, trabajan por libertar del estanco á las Islas. ...

En la línea 318
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Allí estuvimos algunas horas junto al enorme casco negro de la _Rainha Nao_, navío de guerra que en otros tiempos cautivaba de tal modo los ojos de Nelson, que de muy buena gana lo hubiera adquirido para su país natal. ...

En la línea 400
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Tomé, pues, una buena pulgarada, aunque aborrezco el rapé, y pronto estuvimos en la mejor armonía posible. ...

En la línea 634
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Dejé caer una buena porción de ellos en los paseos preferidos por la gente de Evora, porque era dudoso que los aceptaran si yo se los ofrecía en propia mano, mientras que si los veían tirados por el suelo, pensaba yo que la curiosidad acaso los indujera a cogerlos y leerlos. ...

En la línea 728
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El individuo de que he hablado era un labrador de Evora, persona de muy buena posición. ...

En la línea 125
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Decíase él a sí: -Si yo, por malos de mis pecados, o por mi buena suerte, me encuentro por ahí con algún gigante, como de ordinario les acontece a los caballeros andantes, y le derribo de un encuentro, o le parto por mitad del cuerpo, o, finalmente, le venzo y le rindo, ¿no será bien tener a quien enviarle presentado y que entre y se hinque de rodillas ante mi dulce señora, y diga con voz humilde y rendido: ''Yo, señora, soy el gigante Caraculiambro, señor de la ínsula Malindrania, a quien venció en singular batalla el jamás como se debe alabado caballero don Quijote de la Mancha, el cual me mandó que me presentase ante vuestra merced, para que la vuestra grandeza disponga de mí a su talante''? ¡Oh, cómo se holgó nuestro buen caballero cuando hubo hecho este discurso, y más cuando halló a quien dar nombre de su dama! Y fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque, según se entiende, ella jamás lo supo, ni le dio cata dello. ...

En la línea 196
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Al ceñirle la espada, dijo la buena señora: -Dios haga a vuestra merced muy venturoso caballero y le dé ventura en lides. ...

En la línea 245
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Paráronse los mercaderes al son destas razones, y a ver la estraña figura del que las decía; y, por la figura y por las razones, luego echaron de ver la locura de su dueño; mas quisieron ver despacio en qué paraba aquella confesión que se les pedía, y uno dellos, que era un poco burlón y muy mucho discreto, le dijo: -Señor caballero, nosotros no conocemos quién sea esa buena señora que decís; mostrádnosla: que si ella fuere de tanta hermosura como significáis, de buena gana y sin apremio alguno confesaremos la verdad que por parte vuestra nos es pedida. ...

En la línea 245
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Paráronse los mercaderes al son destas razones, y a ver la estraña figura del que las decía; y, por la figura y por las razones, luego echaron de ver la locura de su dueño; mas quisieron ver despacio en qué paraba aquella confesión que se les pedía, y uno dellos, que era un poco burlón y muy mucho discreto, le dijo: -Señor caballero, nosotros no conocemos quién sea esa buena señora que decís; mostrádnosla: que si ella fuere de tanta hermosura como significáis, de buena gana y sin apremio alguno confesaremos la verdad que por parte vuestra nos es pedida. ...

En la línea 76
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Salimos de la costa y penetramos de nuevo en la selva. Los árboles son muy altos; la blancura de su tronco contrasta sobremanera con lo que estamos habituados a ver en Europa. Hojeando las notas tomadas en el momento del viaje, advierto que las plantas parásitas, admirables, pasmosas, llenas todas de flores, me chocaban más que nada, como los objetos más nuevos en medio de esas escenas espléndidas. Al salir del bosque, atravesamos inmensos pastos muy desfigurados por un gran número de enormes hormigueros cónicos que se elevan a cerca de 12 pies de altura. Esos hormigueros hacen asemejarse exactamente esta llanura a los volcanes de barro del Jorullo, tal como los pinta Humboldt. Es de noche cuando llegamos a Engenhado, después de estar diez horas a caballo. Por otra parte, no cesaba yo de sentir la mayor sorpresa al pensar cuántas fatigas pueden soportar esos caballos; también me parece que sanan de sus heridas con más rapidez que los caballos de origen inglés. Los vampiros les causan a menudo grandes sufrimientos, mordiéndoles en la cruz, no tanto a causa de la pérdida de sangre que resulta de la mordedura, como a causa de la inflamación que luego produce el roce de la silla. Sé que en Inglaterra han puesto en duda últimamente la veracidad de este hecho; por tanto, es una buena suerte el haber estado yo presente un día en que se cogió a uno de esos vampiros (Desmodus d'Orbigny, Wat.), en el mismo dorso de un caballo. Vivaqueábamos muy tarde una noche cerca de Coquinho, en Chile, cuando mi criado, adviertiendo que un caballo de los nuestros estaba muy agitado, fue a ver qué ocurría; creyendo distinguir algo encima del lomo del caballo, acercó con rapidez una manu y cogió un vampiro. A la mañana siguiente, la hinchazón y los coágulos de sangre permitían ver dónde había sido mordido el caballo; tres días después hicimos uso de éste, sin que pareciera resentirse ya de la mordedura. ...

En la línea 165
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... matar en gran número a estos animales, pero su piel vale poco y su carne no es muy buena. Abundan en las islas del río Paraná y sirven por lo común de presa al jaguar. ...

En la línea 213
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Dicho lago ocupa una extensión de dos y media millas de longitud, por una milla de anchura. En las cercanías hay también otros mucho mayores, cuyo fondo consiste en una capa de sal de dos o tres pies de espesor, hasta en invierno, cuando están llenos de agua. Esas hondonadas admirablemente blancas, en medio de esa llanura árida y triste, forman un contraste extraordinario. Se saca de la salina anualmente una cantidad grandísima de sal: he visto en las orillas, inmensos montones, centenares de toneladas dispuestas para la exportación. La época de trabajo en las salinas, es el tiempo de la cosecha para Patagones, pues la prosperidad de la ciudad depende de la exportación de sal. Acude entonces casi toda la población a acampar en las márgenes de la salina y transporta la sal al río en carretas tiradas por bueyes. Esta sal, cristaliza en gruesos cubos y es notablemente pura. Mr. Trenham Reeks, ha hecho el análisis de algunos ejemplares que traje, encontrando en ellos nada más que 0,26 centésimas de yeso y 0,22 de materias térreas. Es extraño que esta sal no sea tan buena para conservar la carne como la sal extraída del agua del mar en las islas de Cabo Verde; un negociante de Buenos Aires, me ha dicho que valía ciertamente un 50 por 100 menos. Por eso se importa de continuo sal de las islas de Cabo Verde, para mezclarla con el producto de estas salinas. Esa inferioridad no debe de tener otra causa sino la pureza dé la sal de la Patagonia, o la carencia en ella de los demás principios salinos que se encuentran en el agua del mar. Creo que nadie ha pensado en esta explicación, que, sin embargo, está confirmada por un hecho ya señalado3, a saber: las sales que mejor conservan el queso son aquéllas que contienen la mayor proporción de cloruros delicuescentes. ...

En la línea 230
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Casi todos los hombres son de raza mezclada; casi todos tienen sangre negra, india, española, en las venas. No sé por qué, pero los hombres de tal origen, rara vez tienen buena catadura. Me presento al secretario del general para enseñarle mi pasaporte. ...

En la línea 60
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... Así disfrazada atravesó las siete montañas y llegó a la casa de los siete enanos, golpeó a la puerta y gritó: -¡Vendo buena mercadería! ¡Vendo! ¡Vendo! Blancanieves miró por la ventana y dijo: -Buen día, buena mujer. ...

En la línea 62
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... La vieja sacó una trenzada en seda multicolor, y Blancanieves pensó: -Bien puedo dejar entrar a esta buena mujer. ...

En la línea 80
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... Golpeó a la puerta y gritó: -¡Vendo buena mercadería! ¡Vendo! ¡Vendo! Blancanieves miró desde adentro y dijo: -Sigue tu camino; no puedo dejar entrar a nadie. ...

En la línea 95
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... Exteriormente parecía buena, blanca y roja y tan bien hecha que tentaba a quien la veía; pero apenas se comía un trocito sobrevenía la muerte. ...

En la línea 75
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¡Con que admirable fineza de observación ha fundido Alas en este personaje las dos naturalezas: el cotorrón guapo de buena ropa y el jefe provinciano de uno de estos partidos circunstanciales que representan la vida presente, el poder fácil, sin ningún ideal ni miras elevadas! Ambas naturalezas se compenetran, formando la aleación más eficaz y práctica para grandes masas de distinguidos, que aparentan energía social y sólo son materia inerte que no sirve para nada. ...

En la línea 109
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El delantero, ordinariamente bromista, alegre y revoltoso, manejaba el badajo de la Wamba con una seriedad de arúspice de buena fe. ...

En la línea 256
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Lo había ganado en buena lid. ...

En la línea 607
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Díganme, si no, ¿de dónde se sacan que puede ser buena crianza el coger a una señorita por la cintura y apretarla contra el pecho? Creía que se bailaba en los salones la polka íntima que él, años atrás, había visto bailar en Madrid, con ocasión de cierto viaje curioso. ...

En la línea 429
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... ¡Haberse embarcado en esta pasión ardorosa e incierta cuando la vida le ofrecía tantos amores fáciles y gratamente desiguales, pudiendo verse adorada lo mismo que el' ídolo cruel e injusto que nunca ve disminuir los fanáticos prosternados a sus pies!… Conocía los peligros que hace arrostrar una primera juventud a las mujeres que se fían de ella, una juventud siempre agitada por el deseo del más allá. Venus recién surgida de la espuma de las ondas sólo representaba para un amante de veinte años el día actual, el triunfo del momento. En esa edad crédula se espera siempre, y la esperanza va acompañada de ingratitud. «Mañana aún se presentará algo mejor», piensa la petulancia juvenil. Sólo el amante en plena madurez sabe el valor del hoy , y lo aprovecha, agradeciendo su fortuna presente. «Guardemos lo que me da mi buena suerte y procuremos no perderlo.» Este era el amor sumiso y agradecido que necesitaba ella. ...

En la línea 471
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —No te excuses; es Inútil—continuó la dama con violencia—. Tú te imaginas de buena fe que la tienes olvidada ; pero las mujeres sabemos de eso mas que los hombres. Es ella la verdadera causa que te aleja de mí. El señor—siguió diciendo irónicamente— siente fatiga de verse querido por una dama chic y desea a la burguesilla tímida y boba. Te conozco, caballero Tannhauser, mejor que tú mismo. Estás cansado de Venus, como me has llamado tantas veces, y quieres hacer una Elisabeta de esa pobre muchacha que vive en Roma, cerca del fantasmón de su padre… Ve en busca de la paz para no encontrarla nunca. Ni paz ni libertad hallarás en ese mundo de gentes vulgares que ahora te hace falta, y del que te has burlado tantas veces en mi presencia, creyéndote de raza superior. ...

En la línea 495
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Para este personaje, cuantos españoles marcharon en otros siglos a América fueron segundones de grandes casas, todos linajudos, todos muy caballeros y de valor heroico, lo mejor de la raza, y se abstenía modestamente de añadir que entre la selección aristocrática que pasó el Océano, los que llevaban sus dos apellidos eran los mejores Su fe en la sangre noble de los que colonizaron el Nuevo Mundo —como si nunca hubiesen ido allá bandidos, ni buena gente de origen modesto—le hacía considerar con ciega simpatía a todos los que llegaban hasta él procedentes de España. Cuanto más alto ponía a este país y más entusiásticas hipérboles dedicaba a su historia, mayor lustre creía dar a su propio origen y al nombre doblemente famoso, por la aristocracia y por la literatura, que iba a legar a sus hijas. ...

En la línea 697
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pronto se dio cuenta de que no era tan absoluto su poder como se lo había imaginado en el momento de la elección. El Pontífice tenía un hijo cerca de él, Pranceschetto Civo, deseoso de aprovechar la buena fortuna paternal para reunir dinero y entregarse a toda clase de desenfrenos. Como era extremadamente jugador y poco favorecido, por la suerte, intervenía en toda clase de negocios a cambio de valiosas comisiones. Mientras tanto, Inocencio VIII parecía preocuparse de la organización de una cruzada, lo mismo que sus antecesores pero sin éxito alguno. Su única victoria fue traer a Roma al príncipe turco Djem o Hixem, como decían los españoles. A la muerte del gran Mohamed, dos de sus hijos se habían disputado la corona imperial. Era Bayaceto quien sucedía al victorioso padre, y su hermano menor, Djem, que contaba con muchos partidarios, tenía que huir de Constantinopla, en 1482, para que aquél no lo suprimiese, buscando refugio entre los caballeros de San Juan, que ocupaban la isla de Rodas. El Gran Maestre de dicha orden veía en Djem un poderoso medio para tener en jaque a Bayaceto, y ajustaba, finalmente, con éste, un tratado, en virtud del cual los llamados caballeros de Rodas guardarían en custodia al pretendiente Djem, a condición de que el emperador turco no atacase su isla, pagando, además, con pretexto de la manutención de su hermano, un tributo anual de cuarenta y cinco mil ducados. ...

En la línea 34
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Miss Haynes era una buena hija y no se declararía nunca en rebelión contra su madre. Pero como en sus afectos solo podía mandar ella, juró a Edwin que le esperaría un año, dos, tres, todos los que fuesen necesarios, hasta que el encontrase una situación verdaderamente lucrativa o un medio indiscutible de hacer fortuna. Con esto era seguro que la madre cejaría en su resistencia. ...

En la línea 226
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Gentleman -volvió a decir Flimnap-, ha llegado el momento más difícil para mí. Vamos a partir para la capital, y necesito recordarle que la continuación de su existencia no es aun cosa segura. Falta saber que opinión formarán de usted las altas personalidades del Consejo Ejecutivo. Pero yo tengo cierta confianza, porque el corazón justo y fuerte de las mujeres es siempre piadoso con la debilidad y la ignorancia del hombre. Además, cuento con la buena impresión que producirá su aspecto. ...

En la línea 228
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... 'Y ahora, perdóneme lo que voy a añadir. Yo no figuro en el gobierno; no soy más que un modesto profesor de Universidad. Si de mi dependiese, le llevaría hasta la capital sin precaución alguna, como un amigo. Pero el gobierno no le conoce a usted y guarda un mal recuerdo de la grosería de los Hombres-Montañas que nos visitaron en otros tiempos. Teme que se le ocurra durante el camino derribar alguna casa de un puntapié o aplastar a las muchas personas que acudirán a verle. Puede usted perder la paciencia; la curiosidad del público es siempre molesta; hay hombres que ríen con la ligereza y la verbosidad propias de su sexo frívolo; hay niños que arrojan piedras, a pesar de la buena educación que se les da en las escuelas. El sexo masculino es así. Por más que se pretenda afinarle, conserva siempre un fondo originario de grosería y de inconsciencia. En fin, gentleman, tenemos orden de llevarle atado hasta nuestra capital, pero marchando por sus propios pies. ...

En la línea 282
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Mi opinión es que debe vivir -interrumpió el presidente-. Mi esposa y mis niñas lo encontraron ayer muy simpático al verle entrar en la ciudad. Un hijo mío, que es del ejército del aire y montaba una de las máquinas que lo condujeron, me ha contado cosas muy graciosas de el. Todos los muchachos de la Guardia gubernamental lo encuentran igualmente muy agradable, y hasta algunos afirman que es hermoso… . Tuvo usted una buena idea, profesor Flimnap, al aconsejar que lo mirásemos con lentes de disminución… . Yo opino que debemos dejarle vivir, aunque sea únicamente por una temporada corta. Resultara carísimo, pero la República puede permitirse este lujo, lo mismo que mantiene a los animales raros de su Jardín Zoológico. Y usted ¿qué opina de esto, ilustre amigo Momaren? ...

En la línea 8
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Tenía Juanito entonces veinticuatro años. Le conocí un día en casa de Federico Cimarra en un almuerzo que este dio a sus amigos. Se me ha olvidado la fecha exacta; pero debió de ser esta hacia el 69, porque recuerdo que se habló mucho de Figuerola, de la capitación y del derribo de la torre de la iglesia de Santa Cruz. Era el hijo de D. Baldomero muy bien parecido y además muy simpático, de estos hombres que se recomiendan con su figura antes de cautivar con su trato, de estos que en una hora de conversación ganan más amigos que otros repartiendo favores positivos. Por lo bien que decía las cosas y la gracia de sus juicios, aparentaba saber más de lo que sabía, y en su boca las paradojas eran más bonitas que las verdades. Vestía con elegancia y tenía tan buena educación, que se le perdonaba fácilmente el hablar demasiado. Su instrucción y su ingenio agudísimo le hacían descollar sobre todos los demás mozos de la partida, y aunque a primera vista tenía cierta semejanza con Joaquinito Pez, tratándoles se echaban de ver entre ambos profundas diferencias, pues el chico de Pez, por su ligereza de carácter y la garrulería de su entendimiento, era un verdadero botarate. ...

En la línea 9
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Barbarita estaba loca con su hijo; mas era tan discreta y delicada, que no se atrevía a elogiarle delante de sus amigas, sospechando que todas las demás señoras habían de tener celos de ella. Si esta pasión de madre daba a Barbarita inefables alegrías, también era causa de zozobras y cavilaciones. Temía que Dios la castigase por su orgullo; temía que el adorado hijo enfermara de la noche a la mañana y se muriera como tantos otros de menos mérito físico y moral. Porque no había que pensar que el mérito fuera una inmunidad. Al contrario, los más brutos, los más feos y los perversos son los que se hartan de vivir, y parece que la misma muerte no quiere nada con ellos. Del tormento que estas ideas daban a su alma se defendía Barbarita con su ardiente fe religiosa. Mientras oraba, una voz interior, susurro dulcísimo como chismes traídos por el Ángel de la Guarda, le decía que su hijo no moriría antes que ella. Los cuidados que al chico prodigaba eran esmeradísimos; pero no tenía aquella buena señora las tonterías dengosas de algunas madres, que hacen de su cariño una manía insoportable para los que la presencian, y corruptora para las criaturas que son objeto de él. No trataba a su hijo con mimo. Su ternura sabía ser inteligente y revestirse a veces de severidad dulce. ...

En la línea 15
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Cuando comunicaba sus temores a D. Baldomero, este se echaba a reír y le decía: «El chico es de buena índole. Déjale que se divierta y que la corra. Los jóvenes del día necesitan despabilarse y ver mucho mundo. No son estos tiempos como los míos, en que no la corría ningún chico del comercio, y nos tenían a todos metidos en un puño hasta que nos casaban. ¡Qué costumbres aquellas tan diferentes de las de ahora! La civilización, hija, es mucho cuento. ¿Qué padre le daría hoy un par de bofetadas a un hijo de veinte años por haberse puesto las botas nuevas en día de trabajo? ¿Ni cómo te atreverías hoy a proponerle a un mocetón de estos que rece el rosario con la familia? Hoy los jóvenes disfrutan de una libertad y de una iniciativa para divertirse que no gozaban los de antaño. Y no creas, no creas que por esto son peores. Y si me apuras, te diré que conviene que los chicos no sean tan encogidos como los de entonces. Me acuerdo de cuando yo era pollo. ¡Dios mío, qué soso era! Ya tenía veinticinco años, y no sabía decir a una mujer o señora sino que usted lo pase bien, y de ahí no me sacaba nadie. Como que me había pasado en la tienda y en el almacén toda la niñez y lo mejor de mi juventud. Mi padre era una fiera; no me perdonaba nada. Así me crié, así salí yo, con unas ideas de rectitud y unos hábitos de trabajo, que ya ya… Por eso bendigo hoy los coscorrones que fueron mis verdaderos maestros. Pero en lo referente a sociedad, yo era un salvaje. Como mis padres no me permitían más compañía que la de otros muchachones tan ñoños como yo, no sabía ninguna suerte de travesuras, ni había visto a una mujer más que por el forro, ni entendía de ningún juego, ni podía hablar de nada que fuera mundano y corriente. Los domingos, mi mamá tenía que ponerme la corbata y encasquetarme el sombrero, porque todas las prendas del día de fiesta parecían querer escapárseme del cuerpo. Tú bien te acuerdas. Anda, que también te has reído de mí. Cuando mis padres me hablaron… así, a boca de jarro, de que me iba a casar contigo, ¡me corrió un frío por todo el espinazo… ! Todavía me acuerdo del miedo que te tenía. Nuestros padres nos dieron esto amasado y cocido. Nos casaron como se casa a los gatos, y punto concluido. Salió bien; pero hay tantos casos en que esta manera de hacer familias sale malditamente… ¡Qué risa! Lo que me daba más miedo cuando mi madre me habló de casarme, fue el compromiso en que estaba de hablar contigo… No tenía más remedio que decirte algo… ¡Caramba, qué sudores pasé! 'Pero yo ¿qué le voy a decir, si lo único que sé es que usted lo pase bien, y en saliendo de ahí soy hombre perdido… ?'. ...

En la línea 16
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Ya te he contado mil veces la saliva amarga que tragaba ¡ay, Dios mío!, cuando mi madre me mandaba ponerme la levita de paño negro para llevarme a tu casa. Bien te acuerdas de mi famosa levita, de lo mal que me estaba y de lo desmañado que era en tu presencia, pues no me arrancaba a decir una palabra sino cuando alguien me ayudaba. Los primeros días me inspirabas verdadero terror, y me pasaba las horas pensando cómo había de entrar y qué cosas había de decir, y discurriendo alguna triquiñuela para hacer menos ridícula mi cortedad… Dígase lo que se quiera, hija, aquella educación no era buena. Hoy no se puede criar a los hijos de esa manera. Yo ¡qué quieres que te diga!, creo que en lo esencial Juanito no ha de faltarnos. Es de casta honrada, tiene la formalidad en la masa de la sangre. Por eso estoy tranquilo, y no veo con malos ojos que se despabile, que conozca el mundo, que adquiera soltura de modales… ». ...

En la línea 20
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Cierto día de enero, en su habitual recorrido de pordiosero, vagaba desalentado por el sitio que rodea Mincing Lane, y Little East Cheap, hora tras hora, descalzo y con frío, mirando los escaparates de los figones y anhelando las formidables empanadas de cerdo y otros inventos letales ahí exhibidos, porque, para él, todas aquellas eran golosinas dignas de ángeles, a juzgar por su olor, ya que nunca había tenido la buena suerte de comer alguna. Caía una fría llovizna, la atmósfera estaba sombría, era un día melancólico. Por la noche llegó Tom a su casa tan mojado, rendido y hambriento, que su padre y su abuela no pudieron observar su desamparo sin sentirse conmovidos –a su estilo–; de ahí que le dieran una bofetada de una vez y lo mandaran a la cama. Largo rato le mantuvieron despierto el dolor y el hambre, y las blasfemias y golpes que continuaban en el edificio; mas al fin sus pensamientos flotaron hacia lejanas tierras imaginarias, y se durmió en compañía de enjoyados y lustrosos príncipes que vivían en grandes palacios y tenían criados zalameros ante ellos o volando para ejecutar sus órdenes. Luego, como de costumbre, soñó que él mismo era príncipe. Durante toda la noche las glorias de su regio estado brillaron sobre él. Se movía entre grandes señores y damas, en una atmósfera de luz, aspirando perfumes, escuchando deliciosa música y respondiendo a las reverentes cortesías de la resplandeciente muchedumbre que se separaba para abrirle paso, aquí con una sonrisa y allá con un movimiento de su principesca cabeza. Y cuando despertó por la mañana y contempló la miseria que le rodeaba, su sueño surtió su efecto habitual: había intensificado mil veces la sordidez de su ambiente. Después vino la amargura, el dolor y las lágrimas. ...

En la línea 53
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Ella es buena, señor, y no me causa amarguras ni sufrimientos de ninguna clase. En eso Nan y Bet son como ella. ...

En la línea 137
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Ah! Ten piedad de mí. No soy tu señor, sino el pobre Tom Canty, de Offal Court. Ruegote que me dejes ver al príncipe, que él de buena gana me devolverá mis andrajos y me dejará salir sin daño. ¡Oh! Ten piedad de mí y sálvame. ...

En la línea 229
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Los ángeles guardianes de Tom, los dos lores, habían estado menos cómodos en la entrevista que las otras partes. Parecíales enteramente que conducían un enorme navío por un canal peligroso; estaban alerta constantemente y encontraron que su cargo no era luego de niños. Por tanto, cuando al fin la visita de las damas tocaba a su término y anunciaron a lord Guilford Dudley, no sólo pensaron que su carga había sido suficientemente gravosa, sino también que ellos mismos no se hallaban en el mejor estado para hacer retroceder al navío y emprender de nuevo un viaje lleno de ansiedad. Así, pues, respetuosamente aconsejaron a Tom que se excusara, lo cual hizo de buena gana, aunque habría podido observarse una leve sombra de desencanto en el semblante de milady Juana cuando oyó que se negaba la entrada al espléndido mozalbete. ...

En la línea 29
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «Pues señor –iba diciéndose Augusto al separarse de la portera–, ve aquí cómo he quedado comprometido con esta buena mujer. Porque ahora no puedo dignamente dejarlo así. Qué dirá si no de mí este dechado de porteras. ¿Conque… Eugenia Dominga, digo Domingo, del Arco? Muy bien, voy a apuntarlo, no sea que se me olvide. No hay más arte mnemotécnica que llevar un libro de memorias en el bolsillo. Ya lo decía mi inolvidable don Leoncio: ¡no metáis en la cabeza lo que os quepa en el bolsillo! A lo que habría que añadir por complemento: ¡no metáis en el bolsillo lo que os quepa en la cabeza! Y la portera, ¿cómo se llama la portera?» ...

En la línea 31
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Dígame una cosa más, buena mujer… ...

En la línea 76
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Augusto, buena mujer, Augusto. ...

En la línea 200
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Es buena muchacha, sí, buena muchacha… ...

En la línea 81
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Adiós, Sandokán, que te guarde tu buena estrella! ...

En la línea 1402
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... A pesar de su buena voluntad, no pudieron cerrar los ojos. El temor de ver aparecer a los soldados los mantuvo despiertos. Para calmar la ansiedad, salieron varias veces para ver si se acercaban los enemigos. ...

En la línea 1432
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Yáñez quiso protestar, pero ya Sandokán se encontraba fuera del recinto. De buena o mala gana, se vio obligado a seguirlo para impedir, por lo menos, que cometiera una imprudencia. ...

En la línea 1480
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Ya sabes que los borneses no perdemos nunca la buena dirección. Nuestro instinto de hombres de los bosques es infalible. ...

En la línea 435
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Y Conseil, con su voz pausada, contó por tercera vez las diversas peripecias de nuestra historia. Pero, pese a los elegantes giros y la buena prosodia del narrador, la lengua alemana no conoció mayor éxito que las anteriores. ...

En la línea 448
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Lo que no serviría de nada -replicó Ned Land . ¿No ven ustedes que esta gente tiene un lenguaje para ellos, un lenguaje inventado para desesperar a la buena gente que pide de comer? Abrir la boca, mover la mandíbula, los dientes y los labios ¿no es algo que se comprende en todos los países del mundo? ¿Es que eso no quiere decir tanto en Quebec como en Pomotu, tanto en París como en los antípodas, que tengo hambre, que me den de comer? ...

En la línea 842
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Que está bastante buena -dijo Ned Land. ...

En la línea 991
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El capitán Nemo introdujo su cabeza en la esfera metálica, y Conseil y yo hicimos lo propio, no sin antes haber oído al canadiense desearnos irónicamente una «buena caza». Nuestros trajes terminaban en un collar de cobre agujereado al que se ajustaba el casco de metal. Tres aberturas protegidas por gruesos cristales permitían ver en todas las direcciones sin más que ladear la cabeza en el interior de la esfera. Una vez que ésta se halló ajustada, los aparatos Rouquayrol, colocados a la espalda, comenzaron a funcionar. Pude comprobar que se respiraba perfectamente. ...

En la línea 73
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... En aquella ocasión, a pesar de que yo tenía mucha hambre, no me atrevía a comer mi parte de pan con manteca. Comprendí que debía reservar algo para mi terrible desconocido y para su aliado, aquel .joven aún más terrible que él. Me constaba la buena administración casera de la señora Joe y de antemano sabía que mis pesquisas rateriles no encontrarían en la despensa nada que valiera la pena. Por consiguiente, resolví guardarme aquel pedazo de pan con manteca en una de las perneras de mi pantalón. ...

En la línea 80
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Si puedes devolverlo, Pip, hazlo - dijo Joe, asustado -. La limpieza y la buena educación valen mucho, pero, en resumidas cuentas, vale más la salud. ...

En la línea 89
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... En aquellos tiempos, algún asno médico había recetado el agua de alquitrán como excelente medicina, y la señora Joe tenía siempre una buena provisión en la alacena, pues creía que sus virtudes correspondían a su infame sabor. Muchas veces se me administraba una buena cantidad de este elixir como reconstituyente ideal, y, en tales casos, yo salía apestando como si fuese una valla de madera alquitranada. Aquella noche, la urgencia de mi caso me obligó a tragarme un litro de aquel brebaje, que me echaron al cuello para mayor comodidad, mientras la señora Joe me sostenía la cabeza bajo el brazo, del mismo modo como una bota queda sujeta en un sacabotas. Joe se tomó también medio litro, y tuvo que tragárselo muy a su pesar, por haberse quedado muy triste y meditabundo ante el fuego a causa de la impresión sufrida. Y, a juzgar por mí mismo, puedo asegurar que la impresión la tuvo luego aunque no la hubiese tenido antes. ...

En la línea 89
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... En aquellos tiempos, algún asno médico había recetado el agua de alquitrán como excelente medicina, y la señora Joe tenía siempre una buena provisión en la alacena, pues creía que sus virtudes correspondían a su infame sabor. Muchas veces se me administraba una buena cantidad de este elixir como reconstituyente ideal, y, en tales casos, yo salía apestando como si fuese una valla de madera alquitranada. Aquella noche, la urgencia de mi caso me obligó a tragarme un litro de aquel brebaje, que me echaron al cuello para mayor comodidad, mientras la señora Joe me sostenía la cabeza bajo el brazo, del mismo modo como una bota queda sujeta en un sacabotas. Joe se tomó también medio litro, y tuvo que tragárselo muy a su pesar, por haberse quedado muy triste y meditabundo ante el fuego a causa de la impresión sufrida. Y, a juzgar por mí mismo, puedo asegurar que la impresión la tuvo luego aunque no la hubiese tenido antes. ...

En la línea 81
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Señor: ¿puedo permitirme dirigirme a usted para conversar en buena forma? A pesar de la sencillez de su aspecto, mi experiencia me induce a ver en usted un hombre culto y no uno de esos individuos que van de taberna en taberna. Yo he respetado siempre la cultura unida a las cualidades del corazón. Soy consejero titular : Marmeladof, consejero titular. ¿Puedo preguntarle si también usted pertenece a la administración del Estado? ...

En la línea 159
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El joven, sin decir nada, se apresuró a marcharse. La puerta interior acababa de abrirse e iban asomando caras cínicas y burlonas, bajo el gorro encasquetado y con el cigarrillo o la pipa en la boca. Unos vestían batas caseras; otros, ropas de verano ligeras hasta la indecencia. Algunos llevaban las cartas en la mano. Se echaron a reír de buena gana al oír decir a Marmeladof que los tirones de pelo eran para él una delicia. Algunos entraron en la habitación. Al fin se oyó una voz silbante, de mal agüero. Era Amalia Ivanovna Lipevechsel en persona, que se abrió paso entre los curiosos, para restablecer el orden a su manera y apremiar por centésima vez a la desdichada mujer, brutalmente y con palabras injuriosas, a dejar la habitación al mismo día siguiente. ...

En la línea 191
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑No se pueden dar lecciones cuando no se tienen botas. Además, odio las lecciones: de buena gana les escupiría. ...

En la línea 207
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «Mi querido Rodia ‑decía la carta‑: hace ya dos meses que no te he escrito y esto ha sido para mí tan penoso, que incluso me ha quitado el sueño muchas noches. Perdóname este silencio involuntario. Ya sabes cuánto te quiero. Dunia y yo no tenemos a nadie más que a ti; tú lo eres todo para nosotras: toda nuestra esperanza, toda nuestra confianza en el porvenir. Sólo Dios sabe lo que sentí cuando me dijiste que habías tenido que dejar la universidad hacía ya varios meses por falta de dinero y que habías perdido las lecciones y no tenías ningún medio de vida. ¿Cómo puedo ayudarte yo, con mis ciento veinte rublos anuales de pensión? Los quince rublos que te envié hace cuatro meses, los pedí prestados, con la garantía de mi pensión, a un comerciante de esta ciudad llamado Vakruchine. Es una buena persona y fue amigo de tu padre; pero como yo le había autorizado por escrito a cobrar por mi cuenta la pensión, tenía que procurar devolverle el dinero, cosa que acabo de hacer. Ya sabes por qué no he podido enviarte nada en estos últimos meses. ...

En la línea 19
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Pero me conoce perfectamente. A decir verdad, nadie me esperaba todavía. Según parece, el general se olvidó de dar órdenes, y de buena gana me habría enviado a comer a la mesa redonda. ...

En la línea 20
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Debí, pues, presentarme personalmente, lo que me valió una mirada furibunda del general. La buena de María Philippovna me designó inmediatamente un sitio, La presencia de Mr. Astley favoreció mis planes, y quieras que no, resulté formando parte de aquella sociedad. ...

En la línea 54
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Ha de tener en cuenta que yo no soy parienta; no soy más que la nuera del general. Sin embargo, me consta que no me olvidará en su testamento. Lo sé de muy buena fuente. ...

En la línea 113
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Aunque, después de todo, tampoco está bien eso de mirar con insistencia; sería también indigno de un caballero, pues este espectáculo no merece una atención persistente. No son muy numerosos, para un caballero, los espectáculos dignos de interés. Sin embargo, me parece que todo esto merecería una seria atención, sobre todo para el que no ha venido como simple espectador, sino para mezclarse sinceramente y de buena fe entre esa gentuza. ...

En la línea 104
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Había entonces en D. una buena posada que, según la muestra, se titulaba 'La Cruz de Colbas', y hacia ella se encaminó el hombre. Entró en la cocina; todos los hornos estaban encendidos y un gran fuego ardía alegremente en la chimenea. El posadero estaba muy ocupado en vigilar la excelente comida destinada a unos carreteros, a quienes se oía hablar y reír ruidosamente en la pieza inmediata. Al oír abrirse la puerta preguntó sin apartar la vista de sus cacerolas: ...

En la línea 177
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Entró en una callejuela a la cual daban muchos jardines. El viento frío de los Alpes comenzaba a soplar. A la luz del expirante día el forastero descubrió una caseta en uno de aquellos jardines que costeaban la calle. Pensó que sería alguna choza de las que levantan los peones camineros a orillas de las carreteras. Sentía frío y hambre. Estaba resignado a sufrir ésta, pero contra el frío quería encontrar un abrigo. Generalmente esta clase de chozas no están habitadas por la noche. Logró penetrar a gatas en su interior. Estaba caliente, y además halló en ella una buena cama de paja. Se quedó por un momento tendido en aquel lecho, agotado. De pronto oyó un gruñido: alzó los ojos y vio que por la abertura de la choza asomaba la cabeza de un mastín enorme. ...

En la línea 181
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Ya lo veis, buena mujer, me acuesto -le contestó con voz colérica y dura. ...

En la línea 216
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Me llamo Jean Valjean: soy presidiario. He pasado en presidio diecinueve años. Estoy libre desde hace cuatro días y me dirijo a Pontarlier. Vengo caminando desde Tolón. Hoy anduve doce leguas a pie. Esta tarde, al llegar a esta ciudad, entré en una posada, de la cual me despidieron a causa de mi pasaporte amarillo, que había presentado en la alcaldía, como es preciso hacerlo. Fui a otra posada, y me echaron fuera lo mismo que en la primera. Nadie quiere recibirme. He ido a la cárcel y el carcelero no me abrió. Me metí en una perrera, y el perro me mordió. Parece que sabía quién era yo. Me fui al campo para dormir al cielo raso; pero ni aun eso me fue posible, porque creí que iba a llover y que no habría un buen Dios que impidiera la lluvia; y volví a entrar en la ciudad para buscar en ella el quicio de una puerta. Iba a echarme ahí en la plaza sobre una piedra, cuando una buena mujer me ha señalado vuestra casa, y me ha dicho: llamad ahí. He llamado: ¿Qué casa es ésta? ¿Una posada? Tengo dinero. Ciento nueve francos y quince sueldos que he ganado en presidio con mi trabajo en diecinueve años. Pagaré. Estoy muy cansado y tengo hambre: ¿queréis que me quede? ...

En la línea 63
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Finalmente se le ocurrió una idea. Regresaría para ver cómo se las componían sus compañeros de equipo. Para su asombro, habían desaparecido. De nuevo deambuló por el extenso campamento buscándolos y de nuevo volvió al punto de partida. ¿Estarían dentro de la tienda? No, no podía ser, de lo contrario a él no lo hubiesen echado. ¿Dónde podían estar, entonces? Con el rabo entre las patas y el cuerpo tembloroso, realmente acongojado, empezó a dar vueltas y más vueltas alrededor de la tienda. De pronto la nieve cedió y, al hundirse sus patas delanteras, Buck sintió que algo se agitaba. Dio un salto atrás, gruñendo alarmado, asustado ante lo invisible y desconocido. Pero un pequeño ladrido amistoso lo tranquilizó, y se acercó a investigar. Una vaharada de aire tibio subió hasta su hocico: allí, hecho un compacto ovillo bajo la nieve, estaba Billie, que, tras emitir un gemido propiciatorio y revolverse en su sitio como demostración de buena voluntad y buenas intenciones, se aventuró incluso, en beneficio de la paz, a lamerle a Buck la cara con su lengua tibia y húmeda. ...

En la línea 71
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... A Buck lo habían colocado a propósito entre Dave y Sol-leks para que pudiese aprender de ellos. Si él era un buen alumno, competentes eran sus maestros, que nunca lo dejaban persistir en el error y reforzaban sus enseñanzas con sus afilados dïentes. Dave era justo y muy sagaz. Nunca mordía a Buck sin motivo y nunca dejaba de hacerlo cuando hacía falta. Como lo respaldaba el látigo de François, Buck encontró que le salía más barato enmendarse que rebelarse. En una ocasión, durante un breve alto, quedó enredado en las correas y demoró la salida; Dave y Sol-leks se abalanzaron sobre él y le administraron una buena paliza. La consecuencia fue un enredo todavía peor, pero a partir de aquel momento Buck tuvo buen cuidado de mantener las correas en orden; y antes de que se acabara el día tenía tan dominada la maniobra que sus mentores casi dejaron de vigilarle. El látigo de François restallaba con menos frecuencia, y Perrault le hizo a Buck el honor de levantarle las patas para examinárselas con cuidado. ...

En la línea 74
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Día tras día, unos días interminables, se afanó Buck en su tarea. Siempre levantaban campamento en la oscuridad, y los primeros grises del amanecer los encontraban dejando su huella en el sendero y con muchas millas ya recorridas a la espalda. Y siempre acampaban después del anochecer, comían un poco de pescado y se arrastraban a dormir metidos en la nieve. Buck estaba hambriento. Los setecientos gramos de salmón secado al sol que constituían su ración diaria desaparecían enseguida. Nunca tenía bastante y sufría continuos retortijones. En cambio, los otros perros, que pesaban menos y estaban acostumbrados a aquel régimen, recibían sólo quinientos gramos de pescado y conseguían mantenerse en buena forma. ...

En la línea 107
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Cuando por fin lo descubrieron y Spitz se abalanzó hacia él para castigarlo, Buck, con el mismo ímpetu, se atravesó entre los dos. Fue algo tan inesperado y ejecutado con tal precisión, que Spitz, empujado hacia atrás, perdió el equilibrio. Alentado ante aquella abierta rebelión, Pike, que había estado temblando de un modo abyecto, saltó sobre el líder caído. Buck, para quien el juego limpio era una norma relegada al olvido, se precipitó también sobre Spitz. Pero François, que aunque divertido por el incidente era inflexible a la hora de administrar justicia, descargó el látigo con todas sus fuerzas sobre Buck. Como ni con esto logró apartarlo de su postrado enemigo, recurrió al mango del látigo. Semiinconsciente por el golpe, Buck cayó hacia atrás y recibió reiterados latigazos, mientras Spitz propinaba una buena paliza al reincidente Pike. ...

En la línea 149
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... -Ya lo creo; por lo menos un día y buena parte de la noche, para ir a Madrid; después, 26 horas en el sud-expreso, para ir a París, y luego, horas y horas para ir a Suiza, para bajar a Italia. ...

En la línea 195
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... La malignidad escondida en los repliegues de aquel ser volvería a surgir a flor de alma. La mujer perversa que por mi bien parecía haber naufragado para ir siempre en el vórtice de la inconsciencia, me sería restituida con toda su hiel, con todas sus espinas; y la otra, la dulce, la buena, a su vez naufragaría, pero definitivamente, y de ella no quedaría ni la sombra de una sombra… ...

En la línea 215
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Rió de muy buena gana Blanca la anécdota, y yo, para concluir, añadí: ...

En la línea 59
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Quiso el señor Joaquín, a su modo, educar bien a Lucía; y en efecto, hizo cuanto es posible para estropear la superior naturaleza de su hija, sin conseguirlo, tal era ella de buena. Impulsado, por una parte, por el deseo de dar a Lucía conocimientos que la realzasen, recelando, de otra, que se dijese por el pueblo en son de burla que el tío Joaquín aspiraba a una hija señorita, educola híbridamente, teniéndola como externa en un colegio, bajo la férula de una directora muy remilgada, que afirmaba saberlo todo. Allí enseñaron a Lucía a chapurrear algo el francés y a teclear un poco en el piano; ideas serias, perdone usted por Dios; conocimientos de la sociedad, cero; y como ciencia femenina -ciencia harto más complicada y vasta de lo que piensan los profanos-, alguna laborcica tediosa e inútil, amén de fea; cortes de zapatillas de pésimo gusto, pecheras de camisa bordadas, faltriqueras de abalorio… Felizmente el padre Urtazu sembró entre tanta tierra vana unos cuantos granitos de trigo, y la enseñanza religiosa y moral de Lucía fue, aunque sumaria, recta y sólida, cuanto eran fútiles sus estudios de colegio. Tenía el padre Urtazu más de moralista práctico que de ascético, y la niña tomó de él más documentos provechosos para la conducta, que doctrina para la devoción. De suerte que sin dejar de ser buena cristiana, no pasó a fervorosa. La completa placidez de su temperamento vedaba todo extremo de entusiasmo a su alma: algo había en aquella niña del reposo olímpico de las griegas deidades; ni lo terrenal ni lo divino agitaban la serena superficie del ánimo. Solía decir el padre Urtazu, adelantando el labio con su acostumbrado visaje: ...

En la línea 59
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Quiso el señor Joaquín, a su modo, educar bien a Lucía; y en efecto, hizo cuanto es posible para estropear la superior naturaleza de su hija, sin conseguirlo, tal era ella de buena. Impulsado, por una parte, por el deseo de dar a Lucía conocimientos que la realzasen, recelando, de otra, que se dijese por el pueblo en son de burla que el tío Joaquín aspiraba a una hija señorita, educola híbridamente, teniéndola como externa en un colegio, bajo la férula de una directora muy remilgada, que afirmaba saberlo todo. Allí enseñaron a Lucía a chapurrear algo el francés y a teclear un poco en el piano; ideas serias, perdone usted por Dios; conocimientos de la sociedad, cero; y como ciencia femenina -ciencia harto más complicada y vasta de lo que piensan los profanos-, alguna laborcica tediosa e inútil, amén de fea; cortes de zapatillas de pésimo gusto, pecheras de camisa bordadas, faltriqueras de abalorio… Felizmente el padre Urtazu sembró entre tanta tierra vana unos cuantos granitos de trigo, y la enseñanza religiosa y moral de Lucía fue, aunque sumaria, recta y sólida, cuanto eran fútiles sus estudios de colegio. Tenía el padre Urtazu más de moralista práctico que de ascético, y la niña tomó de él más documentos provechosos para la conducta, que doctrina para la devoción. De suerte que sin dejar de ser buena cristiana, no pasó a fervorosa. La completa placidez de su temperamento vedaba todo extremo de entusiasmo a su alma: algo había en aquella niña del reposo olímpico de las griegas deidades; ni lo terrenal ni lo divino agitaban la serena superficie del ánimo. Solía decir el padre Urtazu, adelantando el labio con su acostumbrado visaje: ...

En la línea 65
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Llamábase el visitante D. Aurelio Miranda, y desempeñaba en León uno de esos destinos que en España abundan, no por honoríficos peor retribuídos, y que sin imponer grandes molestias ni vigilias, abren las puertas de la buena sociedad, prestando cierta importancia oficial: género de prebendas laicas, donde se dan unidas las dos cosas que asegura el refrán no caber en un saco. Era Miranda de origen y familia burocrática, en la cual se transmitían y como vinculaban los elevados puestos administrativos, merced a especial maña y don de gentes perpetuado de padres a hijos, a no sé qué felina destreza en caer siempre de pie y a cierta delicada sobriedad en esto de pensar y opinar. Logró la estirpe de los Mirandas teñirse de matices apagados y distinguidos, sobre cuyo fondo, así podía colocarse insignia blanca, como roja divisa; de suerte, que ni hubo situación que no les respetase, ni radicalismo que con ellos no transigiera, ni mar revuelto o bonancible en que con igual fortuna no pescaran. El mozo Aurelio casi nació a la sombra protectora de los muros de la oficina: antes que bigote y barba tuvo colocación, conseguida por la influencia paterna, reforzada por la de los demás Mirandas. Al principio fue una plaza de menor cuantía, que cubriese los gastos de tocador y otras menudencias del chico, derrochador de suyo; en seguida vinieron más pingües brevas, y Aurelio siguió la ruta trillada ya por sus antecesores. Con todo esto, veíase que algo degeneraba en él la raza: amigo de goces, de ostentación y vanidades, faltabale a Aurelio el tino exquisito de no salir de mediano por ningún respecto, y carecía de la formalidad exterior, del compasado porte que a los Mirandas pasados acreditaba de hombres de seso y experiencia y madurez política. Comprendiendo sus defectos, trató Aurelio de beneficiarlos diestramente, y más de una blanca y pulcra mano emborronó por él perfumadas esquelas con eficaces recomendaciones para personajes de muy variada ralea y clase. Asimismo se declaró gran amigote y compinche de algunos prohombres políticos, entre ellos el don Fulano que ya conocemos. No habló jamás con ellos diez palabras seguidas que a política se refiriesen: contábales las noticias del día, el escándalo fresco, el último dicharacho y la más reciente caricatura; y de tal suerte, sin comprometerse con ninguno se vio favorecido y servido de todos. Agarrose, como nadador inexperto, a los hombros de tan prácticos buzos, y acá me sumerjo, y acullá me pongo a flote, fue sorteando los furiosos vendavales que azotaron a España, y continuando la tradición venerable de los Mirandas. Pero también la influencia se gasta y agota, y llegó un período en que, mermada la de Aurelio, no alcanzó a mantenerle en el único punto para él grato, en Madrid, y hubo de irse a vegetar a León, entre el Gobierno civil y la Catedral, edificios que ni uno ni otro le divertían. Lo que singularmente amargaba a Aurelio, era comprender que su decadencia administrativa nacía de otro decaimiento irreparable, a saber, el de su persona. Cumplida la cuarentena de años, faltábanle ya los billetitos de recomendación o por lo menos no eran tan calurosos: en los despachos de las notabilidades iba siendo su persona como un mueble más, y hasta él mismo sentía apagarse su facundia. La madurez se revelaba en él por un salto atrás; íbasele metiendo en el cuerpo la seriedad de los Mirandas; y de amable calavera, pasaba a hombre de peso. No del todo extrañas a tal metamorfosis debían ser algunas dolencias pertinaces, protesta del hígado contra el malsano régimen, mitad sedentario y mitad febril, tanto tiempo observado por Aurelio. Así es que, aprovechando la estancia en León, y los conocimientos y acierto singular de Vélez de Rada, dedicose a reparar las brechas de su desmantelado organismo; y la vida metódica y la formalidad creciente de sus maneras y aspecto, que en la corte la perjudicaban revelando que empezaba a ser trasto arrumbado y sin uso, sirviéronle en el timorato pueblo leonés de pasaporte, ganándole simpatías y fama de persona respetable y de responsabilidad y crédito. ...

En la línea 229
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... El tren seguía su marcha retemblando, acelerándose y cuneando a veces, deteniéndose un minuto solo en las estaciones, cuyo nombre cantaba la voz gutural y melancólica de los empleados. Después de cada parada volvía, como si hubiese descansado, y con mayores bríos, a manera de corcel que siente el acicate, a devorar el camino. La diferencia de temperatura del exterior al interior del coche, empañaba con un velo de tul gris la superficie del vidrio; y el viajero, cansado quizá de fundirlo con su hálito, se dedicó nuevamente a considerara la dormida, y cediendo a involuntario sentimiento, que a él mismo le parecía ridículo, a medida que transcurrían las horas perezosas de la noche, iba impacientándole más y más, hasta casi sacarle de quicio, la regalada placidez de aquel sueño insolente, y deseaba, a pesar suyo, que la viajera se despertara, siquiera fuese tan sólo por oír algo que orientase su curiosidad. Quizá con tanta impaciencia andaba mezclada buena parte de envidia. ¡Qué apetecible y deleitoso sueño; qué calma bienhechora! Era el suelto descanso de la mocedad, de la doncellez cándida, de la conciencia serena, del temperamento rico y feliz, de la salud. Lejos de descomponerse, de adquirir ese hundimiento cadavérico, esa contracción de las comisuras labiales, esa especie de trastorno general que deja asomar al rostro, no cuidadoso ya de ajustar sus músculos a una expresión artificiosa, los roedores cuidados de la vigilia, brillaba en las facciones de Lucía la paz, que tanto cautiva y enamora en el semblante de los niños dormidos. Con todo, un punto suspiró quedito, estremeciéndose. El frío de la noche penetraba, aun cerrados los cristales, a través de las rendijas. Levantose el viajero, y sin mirar que en la rejilla había un envoltorio de mantas, abrió su propio maletín y sacó un chal escocés, peludo, de finísima lana, que delicadamente extendió sobre los pies y muslos de la dormida. Volviose ésta un poco sin despertar, y su cabeza quedó envuelta en sombra. ...

En la línea 166
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Tomad, buena mujer, me alegro de haberos encontrado. ...

En la línea 450
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Sir Francis Cromarty, alto, rubio, de cincuenta años de edad, que se había distinguido mucho en la guerra de los cipayos, hubiera verdaderamente merecido a calificación de indígena. Desde su joven edad habitaba en India y no había ido sino muy raras veces a su país natal. Era hombre instruido, que de buena gana hubiera dado informes sobre los usos, historia y organización del país indio, si Phileas Fogg hubiese sido hombre capaz de pedirlos. Pero este caballero no pedía nada. No viajaba, sino que estaba escribendo una circunferencia. Era un cuerpo grave recorriendo una órbita alrededor del globo terrestre, según las leyes de la mecánica racional. En aquel momento rectificaba para sus adentros el cálculo de las horas empleadas desde su salida de Londres, y se hubiera dado un restregón de manos, a no ser enemigo de movimientos inútiles. ...

En la línea 490
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Sir Francis Cromarty estaba furioso. Picaporte hubiera de buena gana acogotado al conductor. Ya no podía más, no se atrevía a mirar a su amo. ...

En la línea 509
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Era una buena suma, sin embargo. Suponiendo que el elefante echase quince horas hasta Allahabad, eran seiscientas libras lo que producía para su dueño. ...

Más información sobre la palabra Buena en internet

Buena en la RAE.
Buena en Word Reference.
Buena en la wikipedia.
Sinonimos de Buena.

Busca otras palabras en esta web

Palabras parecidas a buena

La palabra carne
La palabra casas
La palabra ella
La palabra hembra
La palabra adelante
La palabra entrar
La palabra despacho

Webs Amigas:

Ciclos Fp de Automoción en Albacete . Ciclos formativos en Ourense . Becas de Cantabria . - Hoteles en Corporativa Ibersol Corporativa