La palabra Bordados ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece bordados.
Estadisticas de la palabra bordados
Bordados es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 18406 según la RAE.
Bordados aparece de media 3.41 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la bordados en las obras de referencia de la RAE contandose 519 apariciones .
Más información sobre la palabra Bordados en internet
Bordados en la RAE.
Bordados en Word Reference.
Bordados en la wikipedia.
Sinonimos de Bordados.

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece bordados
La palabra bordados puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 819
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Dupont, a pesar de su emoción no se olvidaba de marcar las respuestas de la letanía ni de atender al cuidado del sacerdote. Le tomaba del brazo para guiarle en las desigualdades del terreno; evitaba que su capa enganchase en los sarmientos sus bordados de realce. ...
En la línea 7681
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Durante una centena de pasos, había caminado al mismo trote; mas una vez fuera de la vista, había lanzado su caballo a la derecha, había dado un rodeo, y había vuelto a una veintena de pasos, al bosquecillo, para acechar el paso de la pequeña tropa; una vez reconocidos los som-breros bordados de sus compañeros y la franja dorada de l a capa del señor cardenal, esperó a que los caballeros hubieran doblado el reco do del camino, y habiéndoles perdido de vista, volvió al galope al al bergue que se le abrió sin dificultad. ...
En la línea 13453
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La devoción racional, ilustrada, de buen tono, era aquella otra, pedir para el Hospital a las corporaciones y particulares a las puertas del templo, regalar estandartes bordados a la parroquia; ¡pero vestirse de mamarracho y darse en espectáculo!. ...
En la línea 2313
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Los trabajos eran diversos y en ocasiones rudos. Ponían las maestras especial cuidado en desbastar aquellas naturalezas enviciadas o fogosas, mortificando las carnes y ennobleciendo los espíritus con el cansancio. Las labores delicadas, como costura y bordados, de que había taller en la casa, eran las que menos agradaban a Fortunata, que tenía poca afición a los primores de aguja y los dedos muy torpes. Más le agradaba que la mandaran lavar, brochar los pisos de baldosín, limpiar las vidrieras y otros menesteres propios de criadas de escalera abajo. En cambio, como la tuvieran sentada en una silla haciendo trabajos de marca de ropa se aburría de lo lindo. También era muy de su gusto que la pusieran en la cocina a las órdenes de la hermana cocinera, y era de ver cómo fregaba ella sola todo el material de cobre y loza, mejor y más pronto que dos o tres de las más diligentes. ...
En la línea 304
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... La vanguardia de la esperada procesión hizo su aparición en la puerta principal: una tropa de alabarderos. Iban vestidos con calzas de listas negras y leonadas, gorras de terciopelo adornadas a los lados con rasas de plata, y jubones de paño azul y morado, bordados por delante y por detrás con las tres plumas, el blasón del príncipe, tejidas en oro. Las astas de las alabardas estaban cubiertas de terciopelo carmesí, sujeto con clavos dorados y adornadas con borlas de oro. Desfilando a derecha e izquierda, formaban dos largas hileras que se extendían desde la puerta principal del palacio hasta la orilla del agua. Después se desplegó un grueso paño o tapiz rayado, y unos servidores, ataviados con las libreas de oro y carmesí del príncipe, lo tendieron entre los alabarderos. Hecho esto, resonó dentro un floreo de trompetas. Los músicos del río comenzaran un animado preludio y dos ujieres con varas blancas salieron por la puerta con lento y majestuoso paso. Iban seguidos por un oficial que llevaba la maza municipal, tras el cual venía otro con la Espada de la Ciudad; luego varios alguaciles de la guarnición de la ciudad, con uniforme de gala, y con divisas en las mangas. Venía luego el rey de armas de la Jarretera, con su tabardo; lo seguían varios caballeros del Baño, cada uno con una cinta blanca en la manga; luego sus escuderos; después los jueces, con sus togas escarlatas y sus cofias; luego el lord gran canciller de Inglaterra, con su toga escarlata, abierta por delante y, orlada de piel blanca con manchas negras; luego una comisión de regidores con sus capas escarlata, y luego los principales de las diferentes compañías cívicas en traje de ceremonia. Después venían doce caballeros franceses, con espléndidos atavíos, consistentes en jubones de damasco blanco listado de oro, capas cortas de terciopelo carmesí, forradas de tafetán violeta y calzas color carne, y comenzaron a descender por la escalinata. Eran el séquito del embajador francés, e iban seguidos por doce caballeros del séquito del embajador español, vestidos de terciopelo negro sin ningún adorno. En pos de éstos venían varios importantes nobles ingleses con sus servidores. ...
En la línea 1754
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -No sólo de su tamaño, sino también de su forma, de su agua, es decir, de su color, y de su oriente, es decir, de ese brillo suave de visos cambiantes que las hace tan agradables a la vista. Las más bellas perlas son llamadas perlas vírgenes o parangones. Son las que se forman aisladamente en el tejido del molusco; son blancas, generalmente opacas, aunque a veces tienen una transparencia opalina, y suelen ser esféricas o piriformes. Las esféricas son comúnmente utilizadas para collares y brazaletes; las piriformes, para pendientes, y por ser las más preciosas se venden por unidades. Las otras, las que se adhieren a la concha de la ostra, son más irregulares y se venden al peso. Por último, en un orden inferior se clasifican las pequeñas perlas conocidas con el nombre de aljófar, que se venden por medidas y que sirven especialmente para realizar bordados sobre los ornamentos eclesiásticos. ...
En la línea 3027
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Sí, fui mala… Yo había ido a verlos ‑continuó llorando‑, y mi pobre padre me dijo: «Léeme un poco, Sonia. Aquí está el libro.» El dueño de la obra era Andrés Simonovitch Lebeziatnikof, que vive en la misma casa y nos presta muchas veces libros de esos que hacen reír. Yo le contesté: «No puedo leer porque tengo que marcharme… » Y es que no tenía ganas de leer. Yo había ido allí para enseñar a Catalina Ivanovna unos cuellos y unos puños bordados que una vendedora a domicilio llamada Lisbeth me había dado a muy buen precio. A Catalina Ivanovna le gustaron mucho, se los probó, se miró al espejo y dijo que eran preciosos, preciosos. Después me los pidió. « ¡Oh Sonia! ‑me dijo‑. ¡Regálamelos!» Me lo dijo con voz suplicante… ¿En qué vestido los habría puesto… ? Y es que le recordaban los tiempos felices de su juventud. Se miraba en el espejo y se admiraba a sí misma. ¡Hace tanto tiempo que no tiene vestidos ni nada… ! Nunca pide nada a nadie. Tiene mucho orgullo y prefiere dar lo que tiene, por poco que sea. Sin embargo, insistió en que le diera los cuellos y los puños; esto demuestra lo mucho que le gustaban. Y yo se los negué. «¿Para qué los quiere usted, Catalina Ivanovna?» Sí, así se lo dije. Ella me miró con una pena que partía el corazón… No era quedarse sin los cuellos y los puños lo que la apenaba, sino que yo no se los hubiera querido dar. ¡Ah, si yo pudiese reparar aquello, borrar las palabras que dije… ! ...

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Errores Ortográficos típicos con la palabra Bordados
Cómo se escribe bordados o borrdados?
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