La palabra Auditorio ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece auditorio.
Estadisticas de la palabra auditorio
Auditorio es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 5590 según la RAE.
Auditorio aparece de media 15.98 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la auditorio en las obras de referencia de la RAE contandose 2429 apariciones .
Errores Ortográficos típicos con la palabra Auditorio
Cómo se escribe auditorio o hauditorio?
Cómo se escribe auditorio o auditorrio?
Más información sobre la palabra Auditorio en internet
Auditorio en la RAE.
Auditorio en Word Reference.
Auditorio en la wikipedia.
Sinonimos de Auditorio.

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece auditorio
La palabra auditorio puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1252
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Esto amansó al profesor y le hizo recobrar su perdida majestad, mientras el apaleado auditorio se tapaba las narices. ...
En la línea 1418
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y mientras se amaestraban infiriendo cortes o poblando las cabezas de trasquilones y peladuras, el amo daba conversación a los parroquianos sentados en el banco del paseo, o leía en alta voz un periódico a este auditorio, que con la quijada en ambas manos, escuchaba impasible. ...
En la línea 1246
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¡La igualdad!... Dupont valíase de un ironismo que entusiasmaba a su auditorio. Todos los chistes que la más noble de las aspiraciones humanas había inspirado a su primo Pablo y a su corte de sacerdotes, repetíalos Luis con una convicción firmísima, como si fuesen el resumen del pensamiento universal. ¿Qué era aquello de la igualdad?... ...
En la línea 5150
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y así lo hizo, ahechándole la cebada y limpiando el pesebre, humildad que obligó al hombre a contarle con buena voluntad lo que le pedía; y, sentándose en un poyo y don Quijote junto a él, teniendo por senado y auditorio al primo, al paje, a Sancho Panza y al ventero, comenzó a decir desta manera: -«Sabrán vuesas mercedes que en un lugar que está cuatro leguas y media desta venta sucedió que a un regidor dél, por industria y engaño de una muchacha criada suya, y esto es largo de contar, le faltó un asno, y, aunque el tal regidor hizo las diligencias posibles por hallarle, no fue posible. ...
En la línea 814
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En medio de la capilla, don Saturnino sudando copiosamente, cubierta la levita de telarañas y manchas de cal, rojo el rostro, cárdenas las orejas, arengaba a su auditorio, con un brazo extendido en dirección de la bóveda. ...
En la línea 3192
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Mentía cuando quería deslumbrar al auditorio, pero podía ser exacto, asombrosamente exacto si se le antojaba. ...
En la línea 5531
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Sin pensar en ello, Fortunato poseía el arte supremo del escalofrío; sí, los sentía el auditorio al oír aquella palabra de unción elocuente y santa. ...
En la línea 5563
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Aquel viernes memorable, Mourelo se presentó en el púlpito sonriente, como solía (ocho días antes se había desacreditado el Obispo), saludó al altar, saludó a la Audiencia y se dignó saludar al católico auditorio. ...
En la línea 767
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Los contemporáneos de Rodrigo tuvieron a éste por «hombre de ingenio, hábil para todo, de altos pensamientos, sagaz por naturaleza y de admirable actividad en el manejo de los negocios». No era gran orador, pero mostraba una palabra elocuente en conversaciones y pequeñas asambleas, que parecía agrandar sus conocimientos literarios deslumbrando al auditorio. ...
En la línea 1167
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Durante la solemnidad religiosa en la basílica de San Pedro con motivo del recibimiento de los príncipes de Esquilache, predicó un capellán del obispo de Segorbe, pedantón español, que, enardecido por la majestad del ambiente y lo escogido del auditorio, habló más de una hora, aburriendo al Papa, muy admirador de la verdadera elocuencia, y a toda su Corte. Lucrecia y Sancha, ocupando un lugar prominente del coro, empezaron a bromear en alta voz con la corte de señoras romanas sentadas en el suelo, alrededor de ellas. El Papa, sus cardenales y demás próceres eclesiásticos, que daban muestras de impaciencia ante el interminable sermón, acabaron por mirar benévolamente la desenfadada actitud del grupo femenino. ...
En la línea 3167
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Encontrábase mi hombre con fuerza dialéctica y entusiasmo bastantes para predicar y extender por todo el mundo aquellas verdades. Pero como no tenía más público que la tertulia del café, con ese inocente auditorio tuvo que contentarse. ¿Y qué? ¡Cuánto mejor no era sembrar la nueva doctrina en entendimientos sencillos y absolutamente incultivados! Pues el mismo Jesucristo ¿no escogió por discípulos a unos infelices pescadores, hombres rudos que no conocían ninguna letra, y a mujeres de mala vida? Ved aquí por dónde doña Nieves y las placeras sus amigas, Feliciana y la parroquiana de San Juan de Dios, el camarero, el pianista fueron escogidos para que Juan Pablo sembrara en ellos la primera simiente de aquel Evangelio al natural. Por espacio de muchas noches hizo propaganda acalorada. A veces se tenía que incomodar, porque le hacían observaciones estúpidas o socarronas. Como se expresaba muy bien, oíanle todos con gran atención, y las chicas del partido le ponían buenos ojos. El mozo era el más entusiasmado y decía: «¡Qué pico tiene este señor de Rubín!». ...
En la línea 3168
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pasaba lo de la anarquía y aun lo del matrimonio; pero en llegando a que todo es Naturaleza, reinaba gran confusión en el auditorio, y doña Nieves, tomando el caso a broma, pedía mayor claridad. ...
En la línea 5384
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Refugio, la querida de Juan Pablo, estaba aquel invierno muy mal de ropa, y no iba al café del Siglo, sino al de Gallo, porque le cogía cerca (la pareja moraba en la Concepción Jerónima), y además porque la sociedad modesta que frecuentaba aquel establecimiento, permitía presentarse en él de trapillo o con mantón y pañuelo a la cabeza. Agregábansele a Refugio algunas personas con quienes tenía amistad fácil y adventicia, de esas que se contraen por vecindad de casa o de mesa de café. Eran un portero de la Academia de la Historia con su esposa, y un cobrador municipal de puestos del mercado, con la suya o lo que fuese. Este matrimonio solía ir los domingos acompañado de toda la familia, a saber: una abuela que había sido víctima del 2 de Mayo, y siete menores. El café se compone de dos crujías, separadas por gruesa pared y comunicadas por un arco de fábrica; mas a pesar de esta rareza de construcción, que le asemeja algo a una logia masónica, el local no tiene aspecto lúgubre. En la segunda sala, donde se instalaba Refugio, había siempre animación campechana y confianzuda, y como el espacio es allí tan reducido, toda la parroquia venía a formar una sola tertulia. En ella imperaba Refugio como en un salón elegante en el cual fuera estrella de la moda, Dábase mucho lustre, tomando aires de señora, alardeando de expresarse con agudeza y de decir gracias que los demás estaban en la obligación de reír. Poníase siempre en un ángulo, que tenía, por la disposición del local, honores de presidencia. Cuando Maxi iba, su cuñada le hacía sentar a su lado, y le mimaba y atendía mucho, con sentimientos compasivos y de protección familiar, permitiéndose también tutearle y darle consejos higiénicos. Él se dejaba querer, y apenas tomaba parte en la tertulia, como no fuera con los silogismos que mentalmente hacía sobre todo lo que allí se charlaba. Una noche estaba el pobre chico tomándose su café, muy callado, en la misma mesa de Refugio, cuando se fijó en dos hombres que en la próxima estaban, uno de los cuales no le era desconocido. Pensando, pensando, acertó al fin. Era Pepe Izquierdo, tío de su mujer, a quien sólo había visto una vez, yendo de paseo con Fortunata por las Rondas, y ella se lo presentó. Como en Gallo había tanta confianza, pronto se comunicaron los de una y otra mesa. Primero se hablaba de política, después de que la guerra se acabaría a fuerza de dinero, y como la política y las guerras vienen a ser las fibras con que se teje la Historia, hablose de la Revolución francesa, época funesta en que, según el cobrador municipal, habían sido guillotinadas muchas almas. Oír que se hablaba de Historia y no meter baza, era imposible para Izquierdo; pues desde que se puso a modelo sabía que Nabucodonosor era un Rey que comía hierba; que D. Jaime entró en Valencia a caballo, y que Hernán-Cortés era un endivido muy templado que se entretenía en quemar barcos. Los disparates que aquel hombre dijo acerca del Pronunciamiento de Francia, hicieron reír mucho a todos, particularmente al portero de la Academia de la Historia, que echaba al concurso miradas desdeñosas, no queriendo aventurar una opinión, que habría sido lo mismo que arrojar margaritas a cerdos. Mas el compañero de Platón, persona enteramente desconocida para Maxi, debía de ser uno de los sujetos más eruditos que en aquel local se habían visto nunca, y cuando rompió a hablar, se ganó la atención del auditorio. Tenía la cara granulosa y el pescuezo como el de un pavo, con una nuez muy grande, el pelo escobillón, y se expresaba en términos muy distintos del gárrulo lenguaje de su amigo: «Al Rey Luis XVI—dijo—, y a la Reina Doña María Antonieta les cortaron la cabeza, naturalmente, porque no querían darle libertad al pueblo. Por eso hubo, naturalmente, aquel gran pronunciamiento, y todo lo variaron, hasta los nombres de los meses, señores, y hasta abolieron la vara de medir y pusieron el metro, y la religión también fue abolida, celebrándose las misas, naturalmente, a la diosa Razón». ...
En la línea 1416
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... A medida que Tom verificaba sus detalles y el otro niño asentía con la cabeza, el gran auditorio y los dignatarios abrían grandes ojos de perplejo asombro; el relato sonaba a historia verdadera; no obstante, ¿cómo había sucedido esta imposible unión entre un príncipe y un mendigo? Jamás hubo antes un grupo de personas más perplejo, más interesado y más estupefacto. ...
En la línea 1161
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... El desdichado se volvió hacia el auditorio y hacia los jueces con una sonrisa que movía a compasión. Era la sonrisa del triunfo, pero también la sonrisa de la desesperación. ...

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