La palabra Apenas ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
Memoria De Las Islas Filipinas. de Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
Blancanieves de Jacob y Wilhelm Grimm
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
La llamada de la selva de Jack London
Amnesia de Amado Nervo
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece apenas.
Estadisticas de la palabra apenas
La palabra apenas es una de las palabras más comunes del idioma Español, estando en la posición 532 según la RAE.
Apenas es una palabra muy común y se encuentra en el Top 500 con una frecuencia media de 16.08 veces en cada obra en castellano
El puesto de esta palabra se basa en la frecuencia de aparición de la apenas en 150 obras del castellano contandose 2444 apariciones en total.
Errores Ortográficos típicos con la palabra Apenas
Cómo se escribe apenas o hapenas?
Cómo se escribe apenas o apenaz?
Algunas Frases de libros en las que aparece apenas
La palabra apenas puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 183
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Dos o tres ventanillas completamente abiertas y martirizadas por los vendavales, pendían de un solo gozne e iban a caer de un momento a otro, apenas soplase una ruda ventolera. ...
En la línea 215
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pepeta, con la emoción y el cansancio, apenas pudo decir dos palabras seguidas. ...
En la línea 468
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La gente de la huerta, con la facilidad que tiene todo el mundo para olvidar la desgracia ajena, apenas si de tarde en tarde recordaba la espantosa tragedia del tío Barret, preguntándose qué sería de sus hijas. ...
En la línea 470
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Fué esto un acuerdo tácito de toda la huerta, una conjuración instintiva en cuya preparación apenas si mediaron palabras; pero hasta los árboles y los caminos parecían entrar en ella. ...
En la línea 71
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pregúntale a tu padre, que aunque menos viejo que yo, también ha conocido los tiempos de oro. El dinero circulaba en Jerez lo mismo que el aire. Había cosecheros que usaban calañés y vivían en un casucho de las afueras como pobres, alumbrándose con un velón; pero al pagar una cuenta tiraban de un saco que tenían debajo de la mesilla de pino como si fuese un saco de patatas, y ¡eche usté onzas! Los trabajadores de las viñas cobraban de treinta a cuarenta reales de jornal, y se permitían la fantasía de ir al tajo en calesín y con zapatos de charol. Nada de periódicos, ni de soflamas, ni de mítines. Allí donde se reunía la gente sonaba la guitarra, soltándose cada seguidilla y cada martinete que a Dios le temblaban la carne de gusto... Si entonces hubiese aparecido Fernando Salvatierra, el amigote de tu padre, con todas esas cosas de pobres y ricos, de repartos de tierras y rivoluciones, le habrían ofrecido una caña y le hubieran dicho: «Siéntese su mercé en el corro, camará; beba, cante, eche un baile con las mocitas si en ello tiene gusto y no se haga mala sangre pensando en nuestra vida, que no es de las peores»... Pero los ingleses apenas nos beben: el dinero entra con menos frecuencia en Jerez, y se oculta de tal modo el condenado, que nadie lo ve. Los trabajadores de las viñas ganan diez reales y tienen cara de vinagre. Por si han de podar con cuchilla o con tijeras, se matan entre ellos; hay _Mano Negra_ y en la plaza de la cárcel se da garrote a los hombres, lo que no se había visto en Jerez en muchísimos años. El jornalero pincha como un erizo apenas se le habla, y el amo es peor que antes. Ya no se ve a los señores alternando con los pobres en las vendimias, bailando con las muchachas y requebrándolas como un gañán joven. La guardia civil corre el campo como en los tiempos que salían bandidos a las carreteras... ¿Y todo por qué, señor? Por lo que yo digo: porque los ingleses se han aficionado al maldito _whischy_ y no hacen caso del buen _palo cortado_, ni de la _palma_, ni de ninguna otra de las exelencias de esta bendita tierra... Lo que yo digo: dinero, venga dinero: que vuelvan aquí, como en otros tiempos, las libras, las guineas y los chelines ¡y se acabaron las huelgas, y los sermones de Salvatierra y sus partidarios, y los malos gestos de los civiles, y todas las miserias y vergüenzas que ahora vemos!... ...
En la línea 71
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pregúntale a tu padre, que aunque menos viejo que yo, también ha conocido los tiempos de oro. El dinero circulaba en Jerez lo mismo que el aire. Había cosecheros que usaban calañés y vivían en un casucho de las afueras como pobres, alumbrándose con un velón; pero al pagar una cuenta tiraban de un saco que tenían debajo de la mesilla de pino como si fuese un saco de patatas, y ¡eche usté onzas! Los trabajadores de las viñas cobraban de treinta a cuarenta reales de jornal, y se permitían la fantasía de ir al tajo en calesín y con zapatos de charol. Nada de periódicos, ni de soflamas, ni de mítines. Allí donde se reunía la gente sonaba la guitarra, soltándose cada seguidilla y cada martinete que a Dios le temblaban la carne de gusto... Si entonces hubiese aparecido Fernando Salvatierra, el amigote de tu padre, con todas esas cosas de pobres y ricos, de repartos de tierras y rivoluciones, le habrían ofrecido una caña y le hubieran dicho: «Siéntese su mercé en el corro, camará; beba, cante, eche un baile con las mocitas si en ello tiene gusto y no se haga mala sangre pensando en nuestra vida, que no es de las peores»... Pero los ingleses apenas nos beben: el dinero entra con menos frecuencia en Jerez, y se oculta de tal modo el condenado, que nadie lo ve. Los trabajadores de las viñas ganan diez reales y tienen cara de vinagre. Por si han de podar con cuchilla o con tijeras, se matan entre ellos; hay _Mano Negra_ y en la plaza de la cárcel se da garrote a los hombres, lo que no se había visto en Jerez en muchísimos años. El jornalero pincha como un erizo apenas se le habla, y el amo es peor que antes. Ya no se ve a los señores alternando con los pobres en las vendimias, bailando con las muchachas y requebrándolas como un gañán joven. La guardia civil corre el campo como en los tiempos que salían bandidos a las carreteras... ¿Y todo por qué, señor? Por lo que yo digo: porque los ingleses se han aficionado al maldito _whischy_ y no hacen caso del buen _palo cortado_, ni de la _palma_, ni de ninguna otra de las exelencias de esta bendita tierra... Lo que yo digo: dinero, venga dinero: que vuelvan aquí, como en otros tiempos, las libras, las guineas y los chelines ¡y se acabaron las huelgas, y los sermones de Salvatierra y sus partidarios, y los malos gestos de los civiles, y todas las miserias y vergüenzas que ahora vemos!... ...
En la línea 100
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Con don Pablo, era otra la situación. El amo no se diferenciaba de Fermín en más de media docena de años; también lo había visto él correr como un muchacho por la viña en tiempos del difunto don Pablo; pero ahora era el jefe de la familia, el director de la casa, y él entendía la autoridad a uso antiguo, ceñuda e indiscutible como la de Dios, con gritos y arrebatos de cólera, apenas adivinaba la más ligera desobediencia. ...
En la línea 228
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... De sus tiempos de miseria le quedaba la conmiseración para los jornaleros, fingiendo no ver sus descuidos y negligencias. Pero sus actos valían más que sus palabras, pues queriendo demostrar gran interés por el amo, hablaba duramente a los braceros, con ese exceso de autoridad que revela el humilde apenas se ve elevado sobre sus camaradas. ...
En la línea 596
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Se puso entonces a reflexionar sobre los acontecimientos que aca baban de ocurrir; eranabundantes y nefastos: eran las once de la mañana apenas, y la mañana le había traído ya el disfavor del señor de Tréville, que no podría dejar de encontrar algo brusca la forma en que D’Artagnan lo había abandonado. ...
En la línea 619
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... D'Artagnan no era tan necio como para no darse cuenta de que estaba de más; pero no era todavía lo suficiente ducho en las formas de la alta sociedad para salir gentil mente de una situación falsa como lo es, por regla general, la de un hombre que ha venido a mezclarse con personas que apenas conoce y en una conversación que no le afec ta. ...
En la línea 775
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Pero apenas habían resonado los dos aceros al tocarse cuando una cuadrilla de guardias de Su Eminencia, mandada por el señor de Jus sac, apareció por la esquina del convento. ...
En la línea 908
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¿Cuatro hombres, uno de ellos herido y otro un niño decís? -Un joven apenas hombre, que se ha portado tan perfectamente en esta ocasión que me tomaré la libertad de recomendarlo a Vuestra Majestad. ...
En la línea 83
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Tambien es preciso advertir que hay provincias con quienes por remotas y de poca utilidad para el comercio en jeneral, apenas habia otro medio de comunicacion que los barcos del alcalde; pero generalizado ya el comercio de cabotaje, es de necesidad destruir en un todo en las provincias de las Islas ese sistema absurdo y perjudicial (que lo es ya y mucho) de alcaldes y correjidores comerciantes, y variarlo, como se dirá; porque solo personas instruidas en lejislacion, en máximas de buen gobierno, en principios de justicia, y en los de una buena educacion y prudencia, son las que pueden administrar bien y pronta justicia en sus distritos; dedicarse á la estadistica de unos paises, que despues de tres siglos que los poseemos, están poco menos que incógnitos; promover los medios de regularizar las poblaciones y hermosearlas; formar planes de útil reforma y fomento en la agricultura, industria y navegacion, y procurar la paz y sosiego de las Islas, para la conservacion y propia prosperidad, por medios mas sólidos y estables que los hasta aqui conocidos, pues las luces é ilustracion de aquellas provincias asi lo demandan, y la justicia lo aconseja. ...
En la línea 292
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Ademas de que tratándose de dar impulso á la agricultura é industria de aquellas Islas, seria necesario para ello muchos millones de pesos en constante circulacion en las provincias, y hacer una rebulsion grande de capitales del comercio al interior de las provincias, y esto no puede practicarse en un pais en que apenas circula la moneda necesaria para mantener el gobierno y jiro esterior, y que ha empezado á fomentarse por el comercio antes de cimentar su agricultura é industria, que parece debia ser lo primero; pues sin la agricultura todo es precario y miserable: por eso ha dicho un escritor en nuestros dias, »que la agricultura es la riqueza de los imperios, y que por poderoso y magnífico que sea un reino, si no se aprovecha de ella, á pesar de todo su fausto y poderío, no tiene mas que una soberbia indijencia. ...
En la línea 397
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... A fines del siglo pasado, ó sea desde 1792 á 1797, los productos de la citada administracion apenas llegarían á 7671 p. ...
En la línea 244
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... España ocupó siempre un lugar considerable en mis ensueños infantiles, y las cosas españolas me interesaban por modo especial, sin presentir que, andando el tiempo, me vería llamado a participar, si bien modestamente, en el drama descomunal de su vida; aquel interés me indujo, en edad temprana, a aprender su noble idioma y a conocer su literatura (apenas digna del idioma), su historia y tradiciones; de modo que al entrar por vez primera en España me sentí más en mi casa que lo que sin esas circunstancias me hubiese sentido. ...
En la línea 324
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Mi primera impresión al tomar tierra en la Península estaba muy lejos de ser favorable; apenas hacía una hora que hollaba su suelo, y ya deseaba de corazón volverme a Rusia, país de donde había salido un mes antes, dejando en él amigos muy queridos y muy vivos afectos. ...
En la línea 330
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... ¿Es de extrañar, pues, que los ingleses sean, en general, los peores lingüistas del mundo, ya que siguen un sistema diametralmente opuesto? Por ejemplo, cuando intentan hablar en español—la lengua más sonora que existe—apenas abren los labios, y, con las manos metidas en bolsillos, farfullan perezosamente, en lugar de aplicarse al indispensable menester de la gesticulación. ...
En la línea 714
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Entramos en el páramo, y apenas habíamos avanzado una milla, la noche cerró por completo. ...
En la línea 132
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Yendo, pues, caminando nuestro flamante aventurero, iba hablando consigo mesmo y diciendo: -¿Quién duda sino que en los venideros tiempos, cuando salga a luz la verdadera historia de mis famosos hechos, que el sabio que los escribiere no ponga, cuando llegue a contar esta mi primera salidad tan de mañana, desta manera?: «Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos, y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus arpadas lenguas habían saludado con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada aurora, que, dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas y balcones del manchego horizonte a los mortales se mostraba, cuando el famoso caballero don Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas, subió sobre su famoso caballo Rocinante, y comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel». ...
En la línea 206
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... No había andado mucho, cuando le pareció que a su diestra mano, de la espesura de un bosque que allí estaba, salían unas voces delicadas, como de persona que se quejaba; y apenas las hubo oído, cuando dijo: -Gracias doy al cielo por la merced que me hace, pues tan presto me pone ocasiones delante donde yo pueda cumplir con lo que debo a mi profesión, y donde pueda coger el fruto de mis buenos deseos. ...
En la línea 263
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... El labrador estaba admirado oyendo aquellos disparates; y, quitándole la visera, que ya estaba hecha pedazos de los palos, le limpió el rostro, que le tenía cubierto de polvo; y apenas le hubo limpiado, cuando le conoció y le dijo: -Señor Quijana -que así se debía de llamar cuando él tenía juicio y no había pasado de hidalgo sosegado a caballero andante-, ¿quién ha puesto a vuestra merced desta suerte? Pero él seguía con su romance a cuanto le preguntaba. ...
En la línea 428
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Hete dicho esto, porque de la primera encina o roble que se me depare pienso desgajar otro tronco tal y tan bueno como aquél, que me imagino y pienso hacer con él tales hazañas, que tú te tengas por bien afortunado de haber merecido venir a vellas y a ser testigo de cosas que apenas podrán ser creídas. ...
En la línea 69
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 8 de abril.- Nuestra caravana se compone de siete personas; hace un calor horrible; la tranquilidad más completa reina en medio de los bosques; apenas vuelan con pereza acá y allá algunas magníficas mariposas. ¡Qué admirable vista al atravesar las colinas situadas detrás de PraiaGrande! ¡Qué espléndidos colores, qué hermosísimo tinte azul oscuro! ¡Cómo parecen disputar entre sí el cielo y las tranquilas aguas de la bahía, acerca de quién eclipsará a quién en magnificencia! Después de haber atravesado un distrito cultivado, penetramos en un bosque cuyas partes todas son admirable, y a mediodía llegamos a lthacaia ...
En la línea 70
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... esta aldehuela está situada en un llano; en derredor de una habitación central están las chozas de los negros. Estas cabañas, por su forma y por su posición, me recuerdan los dibujos que representan las habitaciones de los hotentotes en el África meridional. Levantándose temprano la luna, nos decidimos a partir la misma noche para ir a acostarnos a Lagoa-Marica. En el momento de comenzar a caer la noche pasamos junto a una de esas macizas colinas de granito desnudas y escarpadas tan comunes en este país ese lugar es bastante célebre; en efecto, durante largo tiempo sirvió de refugio a algunos negros cimarrones que cultivando una pequeña meseta situada en la cúspide, consiguieron asegurarse la subsistencia. Descubrióseles, por fin, y se envió una escuadra de soldados para desalojarlos de allí; se rindieron todos excepto una vieja, quien, primero que volver a la cadena de la esclavitud, prefirió precipitarse desde lo alto de la peña y se rompió la cabeza al caer. Ejecutado este acto por una matrona romana, habríase celebrado y se hubiera dicho que la impulsó el noble amor a la libertad; efectuado - por una pobre negra, limitáronse a atribuirlo a una terquedad brutal. Proseguimos nuestro viaje durante varias horas; en las últimas millas de nuestra etapa, el camino se hace difícil, pues atraviesa una especie de país salvaje entrecortado por marjales y lagunas. A la luz de la luna, el paisaje presenta un aspecto siniestro y desolado. Algunas moscas luminosas vuelan en torno nuestro, y una becada solitaria deja oír su grito quejumbroso. El mujido del mar, situado a una distancia bastante grande, apenas turba el silencio de la noche. ...
En la línea 87
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Durante el resto de mi estancia en Río, viví en una caseta de campo situada en la Bahía de Botafogo. Imposible soñar nada más delicioso que esa residencia de algunas semanas en un país tan admirable. En Inglaterra, todo el que gusta de la Historia Natural tiene una gran ventaja en el sentido de que siempre descubre alguna cosa que le llama la atención; pero en estos climas fértiles que rebosan, digámoslo así, en seres animados, los descubrimientos nuevos que hace a cada instante son tan numerosos que apenas puede avanzar. ...
En la línea 105
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Otra vez salí muy temprano y me fui a la Gavia o montaña del mastelero. El fresco era delicioso, el aire estaba embalsamado; las gotas brillaban aún sobre las hojas de las grandes liliáceas, que sombreaban arroyuelos de agua cristalina. Sentado en un peñón de granito, ¡qué placer sentía en observar los insectos y las aves que volaban en derredor mío! Los pájaros-moscas gustan muchísimo de esos lugares solitarios y sombríos. Al ver a estas avecillas zumbar alrededor de las flores haciendo vibrar sus alas con tanta rapidez que apenas podían distinguirse, acordábame sin querer de las mariposas llamadas esfinges; en efecto, hay la mayor analogía entre sus movimientos y costumbres. ...
En la línea 95
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... Exteriormente parecía buena, blanca y roja y tan bien hecha que tentaba a quien la veía; pero apenas se comía un trocito sobrevenía la muerte. ...
En la línea 268
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¡Cuántas veces en el púlpito, ceñido al robusto y airoso cuerpo el roquete, cándido y rizado, bajo la señoril muceta, viendo allá abajo, en el rostro de todos los fieles la admiración y el encanto, había tenido que suspender el vuelo de su elocuencia, porque le ahogaba el placer, y le cortaba la voz en la garganta! Mientras el auditorio aguardaba en silencio, respirando apenas, a que la emoción religiosa permitiera al orador continuar, él oía como en éxtasis de autolatría el chisporroteo de los cirios y de las lámparas; aspiraba con voluptuosidad extraña el ambiente embalsamado por el incienso de la capilla mayor y por las emanaciones calientes y aromáticas que subían de las damas que le rodeaban; sentía como murmullo de la brisa en las hojas de un bosque el contenido crujir de la seda, el aleteo de los abanicos; y en aquel silencio de la atención que esperaba, delirante, creía comprender y gustaba una adoración muda que subía a él; y estaba seguro de que en tal momento pensaban los fieles en el orador esbelto, elegante, de voz melodiosa, de correctos ademanes a quien oían y veían, no en el Dios de que les hablaba. ...
En la línea 337
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En la gran nave central del trascoro había muy pocos fieles, esparcidos a mucha distancia; en las capillas laterales, abiertas en los gruesos muros, sumidas en las sombras, se veía apenas grupos de mujeres arrodilladas o sentadas sobre los pies, rodeando los confesonarios. ...
En la línea 372
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Entre cuadro y cuadro ostentaban su dorado viejo algunas cornucopias cuya luna reflejaba apenas los objetos, por culpa del polvo y las moscas. ...
En la línea 463
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Tal era el personaje que explicaba a dos señoras y a un caballero el mérito de un cuadro todo negro, en medio del cual se veía apenas una calavera de color de aceituna y el talón de un pie descarnado. ...
En la línea 143
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Tenía su manía propia, como todos los que concentran la atención en un asunto único. Sus pláticas eran agradables; sabía contar historias amenas sobre la vida íntima en la Edad Media, que interesaban hasta a las personas más frívolas. Pero apenas nombraba a los Borjas, sus oyentes mirábanse entre ellos con cierta inquietud. ...
En la línea 186
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — Es verdad—dijo Figueras—que en esta acción monstruosa hubo Indudablemente el deseo de cumplir algún rito mágico, pues todos estos señores, que apenas creían en Dios, tenían gran fe en el diablo y tomaban consejo de magos y astrólogos antes de acometer una empresa. ...
En la línea 290
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — Por un motivo inexplicable para muchos, el único humanista que protegió este Papa tan devoto fue el incrédulo Lorenzo Valla. Apenas elevado al trono pontificio, lo hizo secretario suyo, dotando liberalmente con algunos canonicatos al terrible librepensador. Sin duda le guardaba Calixto un gran afecto personal desde los tiempos que lo tuvo a sus órdenes como gobernador de Nápoles; pero Valla apenas pudo gozar las dulzuras de dicha protección, pues murió dos años después. ...
En la línea 369
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... En sus tiempos de secretario de Alfonso V había mirado siempre con menosprecio a este bastardo, y le era imposible admitirlo como rey. Un caballero de Valencia, avecindado en la calle de la Bolsería, se cuidó de educar al pequeño Fernando, al que luego sus súbditos italianos llamaron Ferrante, siendo el fundador de la dinastía de Aragón en Nápoles. Su madre, dama valenciana sin importancia apenas había dejado recuerdos. ...
En la línea 363
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Así tuvo el segundo día un taburete en que sentarse, apropiado a su estatura, y una mesa, cuyos tablones, aunque no mas anchos que las piezas de un entarimado fino, estaban ensamblados con tal exactitud que apenas si se distinguían las rayas divisorias. ...
En la línea 390
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Otros autores afirman, basándose en el testimonio de personas que trataron a Eulame y pudieron oír sus confidencias, que el audaz liliputiense apenas fue conocido por la generalidad de los gigantes. Él y el marinero en cuyo bote se escapó fueron recogidos por un gran barco, y, al llegar a la tierra donde todo es monstruosamente enorme, los navegantes lo vendieron a un sabio, y con el vivió, en el ambiente de una soledad estudiosa, aprendiendo con rápidas síntesis todo lo que el ilustre gigante había buscado en los libros y en las experiencias de laboratorio durante muchos años. ...
En la línea 424
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pero entre los hombres las mejores ideas se transforman y se corrompen. Hay en ellos un fondo de egoísmo que desfigura toda idea generosa apenas se encargan de implantarla. ...
En la línea 431
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... No necesita usted de grandes esfuerzos mentales para formarse una idea aproximada de lo que éramos las mujeres en este país antes de que ocurriese la Verdadera Revolución. Por lo que he leído en algunos libros que trajo el viejo sabio compañero de Eulame, se que las mujeres han llevado en la tierra de los gigantes, y tal vez llevan todavía, una existencia deplorable. Las rodean de grandes muestras de respeto y cariño, como si fuesen unos animales hermosos desprovistos de alma; los poetas cantan sus virtudes; pero los hombres se indignan y protestan en masa siempre que las mujeres piden una participación directa en el desarrollo y la dirección del país que habitan. ¡Mucho besar su mano y quedar ante ellas con la cabeza descubierta y acoger sus palabras con gestos galantes de protección o admiración!… Pero apenas representan un obstáculo para el egoísmo del hombre, éste las repele o las atropella, resucitando su animalidad de las épocas remotas. ...
En la línea 119
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Juanito reconoció el número 11 en la puerta de una tienda de aves y huevos. Por allí se había de entrar sin duda, pisando plumas y aplastando cascarones. Preguntó a dos mujeres que pelaban gallinas y pollos, y le contestaron, señalando una mampara, que aquella era la entrada de la escalera del 11. Portal y tienda eran una misma cosa en aquel edificio característico del Madrid primitivo. Y entonces se explicó Juanito por qué llevaba muchos días Estupiñá, pegadas a las botas, plumas de diferentes aves. Las cogía al salir, como las había cogido él, por más cuidado que tuvo de evitar al paso los sitios en que había plumas y algo de sangre. Daba dolor ver las anatomías de aquellos pobres animales, que apenas desplumados eran suspendidos por la cabeza, conservando la cola como un sarcasmo de su mísero destino. A la izquierda de la entrada vio el Delfín cajones llenos de huevos, acopio de aquel comercio. La voracidad del hombre no tiene límites, y sacrifica a su apetito no sólo las presentes sino las futuras generaciones gallináceas. A la derecha, en la prolongación de aquella cuadra lóbrega, un sicario manchado de sangre daba garrote a las aves. Retorcía los pescuezos con esa presteza y donaire que da el hábito, y apenas soltaba una víctima y la entregaba agonizante a las desplumadoras, cogía otra para hacerle la misma caricia. Jaulones enormes había por todas partes, llenos de pollos y gallos, los cuales asomaban la cabeza roja por entre las cañas, sedientos y fatigados, para respirar un poco de aire, y aun allí los infelices presos se daban de picotazos por aquello de si tú sacaste más pico que yo… si ahora me toca a mí sacar todo el pescuezo. ...
En la línea 119
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Juanito reconoció el número 11 en la puerta de una tienda de aves y huevos. Por allí se había de entrar sin duda, pisando plumas y aplastando cascarones. Preguntó a dos mujeres que pelaban gallinas y pollos, y le contestaron, señalando una mampara, que aquella era la entrada de la escalera del 11. Portal y tienda eran una misma cosa en aquel edificio característico del Madrid primitivo. Y entonces se explicó Juanito por qué llevaba muchos días Estupiñá, pegadas a las botas, plumas de diferentes aves. Las cogía al salir, como las había cogido él, por más cuidado que tuvo de evitar al paso los sitios en que había plumas y algo de sangre. Daba dolor ver las anatomías de aquellos pobres animales, que apenas desplumados eran suspendidos por la cabeza, conservando la cola como un sarcasmo de su mísero destino. A la izquierda de la entrada vio el Delfín cajones llenos de huevos, acopio de aquel comercio. La voracidad del hombre no tiene límites, y sacrifica a su apetito no sólo las presentes sino las futuras generaciones gallináceas. A la derecha, en la prolongación de aquella cuadra lóbrega, un sicario manchado de sangre daba garrote a las aves. Retorcía los pescuezos con esa presteza y donaire que da el hábito, y apenas soltaba una víctima y la entregaba agonizante a las desplumadoras, cogía otra para hacerle la misma caricia. Jaulones enormes había por todas partes, llenos de pollos y gallos, los cuales asomaban la cabeza roja por entre las cañas, sedientos y fatigados, para respirar un poco de aire, y aun allí los infelices presos se daban de picotazos por aquello de si tú sacaste más pico que yo… si ahora me toca a mí sacar todo el pescuezo. ...
En la línea 419
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Barbarita no se trataba con todos los individuos que aparecen en esta complicada enredadera. A muchos les esquivaba por hallarse demasiado altos; a otros apenas les distinguía por hallarse muy bajos. Sus amistades verdaderas, como los parentescos reconocidos, no eran en gran número, aunque sí abarcaban un círculo muy extenso, en el cual se entremezclaban todas las jerarquías. En un mismo día, al salir de paseo o de compras, cambiaba saludos más o menos afectuosos con la de Ruiz Ochoa, con la generala Minio, con Adela Trujillo, con un Villuendas rico, con un Villuendas pobre, con el pescadero pariente de Samaniego, con la duquesa de Gravelinas, con un Moreno Vallejo magistrado, con un Moreno Rubio médico, con un Moreno Jáuregui sombrerero, con un Aparisi canónigo, con varios horteras, con tan diversa gente, en fin, que otra persona de menos tino habría trocado los nombres y tratamientos. ...
En la línea 430
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Y de tal modo se iba enseñoreando de su alma el afán de la maternidad, que pronto empezó a embotarse en ella la facultad de apreciar las ventajas que disfrutaba. Estas llegaron a ser para ella invisibles, como lo es para todos los seres el fundamental medio de nuestra vida, la atmósfera. ¿Pero qué hacía Dios que no mandaba uno siquiera de los chiquillos que en número infinito tiene por allá? ¿En qué estaba pensando su Divina Majestad? Y Candelaria, que apenas tenía con qué vivir, ¡uno cada año!… Y que vinieran diciendo que hay equidad en el Cielo… Sí; no está mala justicia la de arriba… sí… ya lo estamos viendo… De tanto pensar en esto, parecía en ocasiones monomaniaca, y tenía que apelar a su buen juicio para no dar a conocer el desatino de su espíritu, que casi casi iba tocando en la ridiculez. ¡Y le ocurrían cosas tan raras… ! Su pena tenía las intermitencias más extrañas, y después de largos periodos de sosiego se presentaba impetuosa y aguda, como un mal crónico que está siempre en acecho para acometer cuando menos se le espera. A veces, una palabra insignificante que en la calle o en su casa oyera o la vista de cualquier objeto le encendían de súbito en la mente la llama de aquel tema, produciéndole opresiones en el pecho y un sobresalto inexplicable. ...
En la línea 261
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Examinó Tom con interés los nabos y la lechuga y preguntó qué eran y si eran para comer, porque apenas recientemente se habían empezado a cultivar en Inglaterra, en vez de importarlos de Holanda como lujo.[4] Se contesto a su pregunta con grave respeto, y sin manifestar sorpresa. Cuando hubo terminado el postre, se llenó los bolsillos de nueces, pero nadie pareció reparar en ello, ni perturbarse por ello. Mas al momento fue él quien se perturbó y se mostró confuso, porque era aquél el único servicio que le habían permitido realizar con sus propian manos durante la comida, y no dudó de que había hecho algo impropio e indigno de un príncipe. En aquel instante empezaron a temblarle los músculos de la nariz, y el extremo de este órgano a levantarse y contraerse. Prosiguió esta situación, y Tom empezó a dar muestras de creciente desazón. Miró suplicante, primero a uno y después al otro de los lores que le rodeaban y las lágrimas vinieron a sus ojos. Avanzaron con la ansiedad pintada en sus rostros y le rogaron los enterara de su apuro. Tom dijo con verdadera angustia: ...
En la línea 262
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Solicito vuestra indulgencia, pero la nariz me pica mucho. ¿Cuál es el uso y la costumbre en este caso? Contestad pronto, os lo ruego, porque, apenas puedo soportarlo poco más. ...
En la línea 309
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Dejamos a John Canty arrastrando al verdadero príncipe hacia Offal Court, con una ruidosa y regocijada turba pisándole los talones. En ella sólo hubo una persona que brindó una palabra rogando por el cautivo, y no le hicieron caso: tan grande era el tumulto que apenas incluso se oyó. Continuó el príncipe luchando por su libertad y protestando contra el tratamiento que sufría, hasta que John Canty perdió la poca paciencia que le quedaba y con repentino furor levantó su garrote de roble sobre la cabeza del príncipe. El único defensor del chico saltó para detener el brazo del hombre, y el golpe dio en su propia muñeca. Canty rugió: ...
En la línea 537
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... En sueños llegó a su sórdido hogar, respirando apenas, pero con los ojos brillantes de agradecido entusiasmo. Echó cuatro peniques en el regazo de su madre y exclamó: ...
En la línea 48
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Estuvo así un rato sugiriéndose la figura de Eugenia, y como apenas si la había visto, tuvo que figurársela. Merced a esta labor de evocación fue surgiendo a su fantasía una figura ceñida de ensueños. Y se quedó dormido. Se quedó dormido porque había pasado mala noche, de insomnio. ...
En la línea 257
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... De su padre apenas se acordaba; era una sombra mítica que se le perdía en lo más lejano; era una nube sangrienta de ocaso. Sangrienta, porque siendo aún pequeñito lo vio bañado en sangre, de un vómito, y cadavérico. Y repercutía en su corazón, a tan larga distancia, aquel ¡hijo! de su madre, que desgarró la casa; aquel ¡hijo! que no se sabía si dirigido al padre moribundo o a él, a Augusto, empedernido de incomprensión ante el misterio de la muerte. ...
En la línea 620
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Este se la llevó a los labios y la cubrió de besos que apenas entibiaron la frialdad blanca. ...
En la línea 745
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Arreglaron la cuenta y Rosario se fue. Y apenas se había ido entró Liduvina: ...
En la línea 239
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Los corsarios, incrustados materialmente en las amuras y agolpados detrás de la barricada hecha con troncos de árbol, apenas respiraban, pero sus rostros feroces revelaban el estado de su ánimo. Sus dedos crispados apretaban las armas, impacientes por oprimir el gatillo. ...
En la línea 859
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Era en efecto el velero que Yáñez enviara a Labuán hacía tres días para saber algo del Tigre, pero, ¡en qué estado volvía! El palo mayor apenas se sostenía, los costados estaban llenos de tapones de madera para cerrar los agujeros abiertos por las balas. ...
En la línea 1079
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Yáñez se fue entre las peñas a buscar ostras. Encontró una tan gigantesca que apenas podía levantarla. Volvió junto a Sandokán, encendió fuego y la abrió. ...
En la línea 1085
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Sandokán cargó la carabina y echó a andar por el sendero con tal rapidez que el portugués apenas podía seguirlo. ...
En la línea 345
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... La luna apareció en aquel momento, entre los bordes de una espesa nube que el viento impelía hacia el Este. La superficie del mar rieló bajo sus rayos. La bienhechora luz reanimó nuestras fuerzas. Pude levantar la cabeza y escrutar el horizonte. Vi la fragata, a unas cinco millas de nosotros, como una masa oscura, apenas reconocible. Pero no había ni un bote a la vista. ...
En la línea 357
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Conseil comenzó a remolcarme. De vez en cuando levantaba la cabeza, miraba ante sí y profería un grito de reconocimiento al que respondía la voz, cada vez más cercana. Yo apenas podía oírla, llegado ya al límite de mis fuerzas. Notaba cómo se me iban separando los dedos; mis manos no me obedecían ya y me negaban un punto de apoyo; la boca, abierta convulsivamente, se llenaba de agua; el frío me invadía hasta los huesos. Levanté la cabeza por última vez y me hundí… En ese instante, choqué con un cuerpo duro, y me agarré a él. Sentí cómo me retiraban y me sacaban a la superficie. Mis pulmones se descongestionaron, y me desvanecí… ...
En la línea 402
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Estábamos solos. ¿Dónde? No podía decirlo, ni apenas imaginarlo. Todo estaba oscuro. Era tan absoluta la oscuridad que, tras algunos minutos, mis ojos no habían podido percibir ni una de esas mínimas e indeterminadas claridades que dejan filtrarse las noches más cerradas. ...
En la línea 615
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Era la biblioteca. Altos muebles de palisandro negro, con incrustaciones de cobre, soportaban en sus anchos estantes un gran número de libros encuadernados con uniformidad. Las estanterías se adaptaban al contorno de la sala, y terminaban en su parte inferior en unos amplios divanes tapizados con cuero marrón y extraordinariamente cómodos. Unos ligeros pupitres móviles, que podían acercarse o separarse a voluntad, servían de soporte a los libros en curso de lectura o de consulta. En el centro había una gran mesa cubierta de publicaciones, entre las que aparecían algunos periódicos ya viejos. La luz eléctrica que emanaba de cuatro globos deslustrados, semiencajados en las volutas del techo, inundaba tan armonioso conjunto. Yo contemplaba con una real admiración aquella sala tan ingeniosamente amueblada y apenas podía dar crédito a mis ojos. ...
En la línea 164
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Tenía la cara llena de contusiones - dije, recordando que apenas estaba seguro de ello. ...
En la línea 342
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... En la época en que solía pasar algunos ratos en el cementerio leyendo las lápidas sepulcrales de la familia, apenas tenía la suficiente instrucción para poder deletrearlas. A pesar de su sencillo significado, no las entendía muy correctamente, porque leía «Esposa del de arriba» como una referencia complementaria con respecto a la exaltación de mi padre a un mundo mejor; y si alguno de mis difuntos parientes hubiese sido señalado con la indicación de que estaba «abajo», no tengo duda de que habría formado muy mala opinión de aquel miembro de la familia. Tampoco eran muy exactas mis nociones teológicas aprendidas en el catecismo, porque recuerdo perfectamente que el consejo de que debía «andar del mismo modo, durante todos los días de mi vida» me imponía la obligación de atravesar el pueblo, desde nuestra casa, en una dirección determinada, sin desviarme nunca para ir a casa del constructor de carros o hacia el molino. ...
En la línea 378
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Sí - me contestó -. Yo mismo. La hice en un momento, y tan de prisa como cuando se quita de un golpe la herradura vieja de un caballo. Y he de confesarte que me sorprendió que se me hubiese ocurrido y apenas podía creer que fuese cosa mía. Según te decía, Pip, tenía la intención de hacer grabar estas palabras en su tumba, pero como eso cuesta mucho dinero, no pude realizar mi intento. Además, todo lo que hubiera podido ahorrar lo necesitaba mi madre. La pobre tenía muy mala salud y estaba muy quebrantada. No tardó mucho, la pobrecilla, en seguir a mi padre, y muy pronto pudo gozar del descanso. ...
En la línea 523
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Me pareció oír la respuesta de la señorita Havisham, pero fue tan extraordinaria que apenas creí lo que oía. ...
En la línea 120
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑De esto hace cinco semanas. Pues sí, cuando Catalina Ivanovna y Sonetchka se enteraron de lo de mi empleo, me sentí como transportado al paraíso. Antes, cuando tenía que permanecer acostado, se me miraba como a una bestia y no oía más que injurias; ahora andaban de puntillas y hacían callar a los niños. «¡Silencio! Simón Zaharevitch ha trabajado mucho y está cansado. Hay que dejarlo descansar.» Me daban café antes de salir para el despacho, e incluso nata. Compraban nata de verdad, ¿sabe usted?, lo que no comprendo es de dónde pudieron sacar los once rublos y medio que se gastaron en aprovisionar mi guardarropa. Botas, soberbios puños, todo un uniforme en perfecto estado, por once rublos y cincuenta kopeks. En mi primera jornada de trabajo, al volver a casa al mediodía, ¿qué es lo que vieron mis ojos? Catalina Ivanovna había preparado dos platos: sopa y lechón en salsa, manjar del que ni siquiera teníamos idea. Vestidos no tiene, ni siquiera uno. Sin embargo, se había compuesto como para ir de visita. Aun no teniendo ropa, se había arreglado. Ellas saben arreglarse con nada. Un peinado gracioso, un cuello blanco y muy limpio, unos puños, y parecía otra; estaba más joven y más bonita. Sonetchka, mi paloma, sólo pensaba en ayudarnos con su dinero, pero nos dijo: «Me parece que ahora no es conveniente que os venga a ver con frecuencia. Vendré alguna vez de noche, cuando nadie pueda verme.» ¿Comprende, comprende usted? Después de comer me fui a acostar, y entonces Catalina Ivanovna no pudo contenerse. Hacía apenas una semana había tenido una violenta disputa con Amalia Ivanovna, la dueña de la casa; sin embargo, la invitó a tomar café. Estuvieron dos horas charlando en voz baja. ...
En la línea 148
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El hijo menor, una niña de seis años, dormía sentada en el suelo, con el cuerpo torcido y la cabeza apoyada en el sofá. Su hermanito, que tenía un año más que ella, lloraba en un rincón y los sollozos sacudían todo su cuerpo. Seguramente su madre le acababa de pegar. La mayor, una niña de nueve años, alta y delgada como una cerilla, llevaba una camisa llena de agujeros y, sobre los desnudos hombros, una capa de paño, que sin duda le venía bien dos años atrás, pero que ahora apenas le llegaba a las rodillas. Estaba al lado de su hermanito y le rodeaba el cuello con su descarnado brazo. Al mismo tiempo, seguía a su madre con una mirada temerosa de sus oscuros y grandes ojos, que parecían aún mayores en su pequeña y enjuta carita. ...
En la línea 288
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Ya le he dicho que ella iba delante de mí por el bulevar. Se tambaleaba y, apenas ha llegado al banco, se ha dejado caer. ...
En la línea 312
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Pero, a todo esto, ¿adónde voy? ‑pensó de súbito‑. ¡Qué raro! Yo he salido de casa para ir a alguna parte; apenas he terminado de leer, he salido para… ¡Ahora me acuerdo: iba a Vasilievski Ostrof, a casa de Rasumikhine! Pero ¿para qué? ¿A santo de qué se me ha ocurrido ir a ver a Rasumikhine? ¡Qué cosa tan extraordinaria!» ...
En la línea 152
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Por otra parte, Mr. Astley es tan tímido, tan púdico, tan discreto, que verdaderamente se puede fiar de él. No sacará, seguramente, la ropa sucia. El francés apenas le saluda ni le mira, lo que quiere decir que no le teme. ...
En la línea 309
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Y yo soy la única causa de este desorden, de todo ese revuelo ridículo. Sin embargo, a veces resulta divertido… Para mí al menos. No puedo darme cuenta de lo que ocurre: si es que atravieso realmente por una crisis de agitación o si, simplemente, estoy descarrilado y desorientado en espera de que me aten. Algunas veces me parece que pierdo la razón, a veces también que apenas he salido de la infancia y de la escuela y que hago travesuras, como los niños. ...
En la línea 318
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Mi saludo y mi sombrero en la mano llamaron apenas su atención. El barón frunció ligeramente las cejas. La baronesa me miró de frente. ...
En la línea 544
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El general estaba tan consternado que, bajo el peso de la emoción, apenas podía hablar. ...
En la línea 311
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Y en aquella penumbra sombría y tenebrosa en que vivía, no dejó de destacarse su increíble fuerza física. Y su agilidad, que era aún mayor que su fuerza. Ciertos presidiarios, fraguadores perpetuos de evasiones, concluyen por hacer de la fuerza y de la destreza combinadas una verdadera ciencia, la ciencia de los músculos. Subir por una vertical, y hallar puntos de apoyo donde no había apenas un desnivel, era solamente un juego para Jean Valjean. ...
En la línea 583
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Era la señora Thenardier una mujer colorada y robusta; aún era joven, pues apenas contaba treinta años. Si aquella mujer en vez de estar sentada hubiese estado de pie, acaso su alta estatura y su aspecto de coloso de circo ambulante habrían asustado a cualquiera. ...
En la línea 772
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Fantina aprendió cómo se vive sin fuego en el invierno, cómo se ahorra la vela comiendo a la luz de la ventana de enfrente. Nadie conoce el partido que ciertos seres débiles que han envejecido en la miseria y en la honradez saben sacar de un cuarto. Llega esto hasta ser un talento. Fantina adquirió este sublime talento, y recobró un poco su valor. Quien le dio lo que se puede llamar sus lecciones de vida indigente fue su vecina Margarita; era una santa mujer, pobre y caritativa con los pobres y también con los ricos, que apenas sabía firmar mal su nombre, pero que creía en Dios, que es la mayor ciencia. ...
En la línea 1109
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Al ruido de la puerta, el presidente volvió la cabeza y saludó al señor Magdalena. El apenas lo notó. Era presa de una especie de alucinación; miraba solamente. ...
En la línea 119
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck lo supo al instante. Había llegado el momento. Iba a ser a muerte. Mientras giraban en círculos, gruñendo, con las orejas gachas, intensamente atentos a una posible ventaja, Buck tuvo la sensación de que la escena le era conocida. Le pareció que lo recordaba todo: los blancos bosques y el terreno, el resplandor de la luna y la excitación del combate inminente. Sobre la blancura y el silencio pendía una calma irreal. No soplaba la menor brisa, nada se movía, no temblaba una hoja, el aliento de los perros se elevaba morosamente por el aire helado. Aquellos perros que no eran sino lobos apenas domesticados habían dado cuenta del conejo y ahora formaban un círculo expectante. También ellos participaban del silencio y sólo eran perceptibles el destello de los ojos y el aliento disperso que ascendía con lentitud. A Buck aquella escena ancestral no le resultó nueva ni extraña. Como si siempre hubiera existido, como si fuera normal y consuetudinaria. ...
En la línea 147
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Perrault asintió con la cabeza. Para entonces llevaba batido el récord y ganaba tiempo cada día. El camino estaba en excelentes condiciones, con la nieve firme y dura. No hacía demasiado frío. La temperatura bajó hasta los diez grados bajo cero y así permaneció durante todo el viaje. Los hombres corrían o montaban en trineo por turnos y tenían a los perros en constante movimiento, sin apenas paradas. ...
En la línea 221
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Era la primera vez que Buck fallaba, lo que era motivo suficiente para enfurecer a Hal, que cambió el látigo por el garrote. Bajo la lluvia de golpes brutales que le caían encima, Buck se negó a moverse. Al igual que sus compañeros, apenas podía levantarse; pero con la diferencia de que él había decidido no hacerlo. Tenía el vago presentimiento de un desastre inminente. Lo había sentido muy intensamente cuando se habían arrimado a la orilla y ya no lo había abandonado. Como si al sentir bajo las patas la capa fina y quebradiza de hielo se le hubiera manifestado el presentimiento de que un desastre les esperaba en el lugar adonde su amo pretendía llevarlo. Se negó a moverse. Tanto había sufrido y tan extenuado estaba que los golpes no le dolían. Y según continuaban cayéndole, la chispa de la vida en su interior oscilaba y se atenuaba. Estaba a punto de apagarse. El se sentía extrañamente embotado. Era consciente, pero como desde muy lejos, de estar recibiendo golpes. Las últimas sensaciones de dolor se extinguieron. Ya no sentía nada, aunque alcanzaba a oír, muy débilmente, el impacto del garrote contra su cuerpo. Pero ese cuerpo le parecía tan distante que ya no era el suyo. ...
En la línea 258
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Sabiendo que el tiempo que un hombre era capaz de aguantar aferrado a una roca resbaladiza en medio de una corriente impetuosa como aquélla era cuestión de minutos, los dos hombres fueron corriendo por la orilla hasta un lugar situado bastante más arriba de donde estaba Thornton. Ataron la cuerda con la que habían estado controlando la canoa al cuello y los hombros de Buck, con cuidado de no estrangularlo ni impedirle nadar, y lo arrimaron al agua. El se lanzó con audacia a la corriente, pero no en línea suficientemente recta. Descubrió el error demasiado tarde, cuando estuvo a la altura de Thornton y a apenas media docena de brazadas de distancia, y fue irremisiblemente arrastrado por la corriente. ...
En la línea 97
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... (Debo advertir que yo no había intentado insinuarle siquiera la idea de que era mi esposa; parecíame aún harto complicada para su inteligencia, que florecía apenas, como nuevo y candoroso pensamiento.) ...
En la línea 8
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... ¡Oh, y cuán sano, verdadero y hermoso es nuestro realismo nacional, tradición gloriosísima del arte hispano! ¡Nuestro realismo, el que ríe y llora en la Celestina y el Quijote, en los cuadros de Velázquez y Goya, en la vena cómico-dramática de Tirso y Ramón de la Cruz! ¡Realismo indirecto, inconsciente, y por eso mismo acabado y lleno de inspiración; no desdeñoso del idealismo, y gracias a ello, legítima y profundamente humano, ya que, como el hombre, reúne en sí materia y espíritu, tierra y cielo! Si considero que aun hoy, en nuestra decadencia, cuando la literatura apenas produce a los que la cultivan un mendrugo de amargo pan, cuando apenas hay público que lea ni aplauda, todavía nos adornan novelistas tales, que ni en estilo, ni en inventiva, ni acaso en perspicacia observadora van en zaga a sus compañeros de Francia e Inglaterra (países donde el escribir buenas novelas es profesión, a más de honrosa, lucrativa), enorgullézcome de las ricas facultades de nuestra raza, al par que me aflige el mezquino premio que logran los ingenios de España, y me abochorna la preferencia vergonzosa que tal vez concede la multitud a rapsodias y versiones pésimas de Zola, habiendo en España Galdós, Peredas, Alarcones y otros más que omito por no alargar la nomenclatura. ...
En la línea 226
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Pocos momentos después de que Miranda bajó a recoger su cartera, habíase abierto la puerta del departamento donde quedaba Lucía dormida, penetrando por ella un hombre. Llevaba éste en la mano un maletín, que dejó caer a su lado, sobre los cojines. Cerrando la portezuela, sentose en un ángulo, pegada la frente al vidrio, frío como el hielo y empañado por el rocío de la noche. No se veía más que la negrura exterior, que apenas contrastaba la confusa penumbra del andén, el farolillo del guarda que lo recorría, y los mustios reverberos aquí y allí esparcidos. Cuando el tren rompió a andar, pasaron unas chispas, rápidas como exhalaciones, ante el cristal en que apoyaba su rostro el recién llegado. ...
En la línea 453
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... No estoy afligido, estoy… como suelo. ¡Ah!, como usted apenas me conoce, le cogerá de nuevo mi modo de ser. ...
En la línea 709
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Era, en efecto, el asendereado novio, cojeando de la pierna derecha, pudiendo apenas sentar el pie, porque los agudos dolores de la luxación, consecuencia ingrata del salto a la vía, se renovaban al apoyar la planta en el suelo. Perdida así la gallardía del andar, los cuarenta y pico se asomaban implacables a todas las líneas del rostro: la triste raya de tinta de los bigotes resaltaba sobre la marchita tez; el párpado caído, hundidas las sienes y desaliñado el cabello, parecía el ex buen mozo una de esas desmanteladas torres, bellas a la luz crepuscular, pero que a mediodía todas se vuelven grietas, ortigas, zarzales y lagartos. Y como Lucía se quedase dudosa, indecisa, sin acertar ni a darle los buenos días, ni a arrojarse en sus brazos, Gonzalvo, censor eterno y sempiterno del matrimonio, desenlazó la extraña situación disparando la risa, y adelantándose a dar un abrazo jocoserio a aquella lamentable caricatura del esposo que llega. ...
En la línea 527
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Varias veces se vieron bandadas de hindúes feroces que hacían un ademán de cólera al observar el rápido paso del elefante. Por otra parte, el parsi los evitaba en lo posible, considerándolos como gente de mal encuentro. Se vieron pocos animales durante esta jornada, y apenas algunos monos que huían haciendo mil contorsiones y muecas que divertían mucho a Picaporte. ...
En la línea 552
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Detrás de ellos algunos brahmanes, en toda la suntuosidad de su traje oriental, arrastraban una mujer que apenas se sostenía. ...
En la línea 600
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Los medios para llegar hasta la víctima fueron entonces discutidos. El guía conocía apenas esa pagoda de Pillaji, en la cual afirmaba que la joven estaba encarcelada. ¿Podía penetrarse por una de las puertas cuando toda la banda estuviese sumida en el sueño de la embriaguez, o sería necesario practicar un boquete en la pared? Esto no podía decidirse sino en el momento y en el lugar mismo; pero lo indudable era que el rapto debía verificarse aquella misma noche, y no cuando la víctima fuese conducida al suplicio, porque entonces ninguna intervención humana la salvaría. ...
En la línea 618
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... La noche estaba sombría. La luna, entonces en su último cuarto, desaparecía apenas del horizonte, encapotado por algunos nubarrones. La altura de los árboles aumentaba aún en la oscuridad. ...

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