La palabra Andando ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
La llamada de la selva de Jack London
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece andando.
Estadisticas de la palabra andando
Andando es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 10301 según la RAE.
Andando aparece de media 7.48 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la andando en las obras de referencia de la RAE contandose 1137 apariciones .
Errores Ortográficos típicos con la palabra Andando
Cómo se escribe andando o handando?

la Ortografía es divertida

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece andando
La palabra andando puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 975
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Fue tan expresivo como siempre: ¡Bona nit!, y siguió andando al lado de ella. ...
En la línea 1439
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Más allá de los puentes, al través de sus arcos de piedra, veíanse los rebaños de toros, con las patas encogidas, rumiando tranquilamente la hierba que les arrojaban los pastores, o andando perezosamente por el suelo abrasado, sintiendo nostalgia de las frescas dehesas, plantándose fieramente cada vez que los chicuelos les silbaban desde los pretiles. ...
En la línea 2208
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Siguió adelante por el lóbrego camino, andando silenciosamente, como hombre que conoce el terreno a ciegas y por prudencia desea no llamar la atención. ...
En la línea 2228
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Allí estaba el enemigo: ¡a él! Y empezó una carrera loca en el profundo cauce, andando a tientas en la sombra, dejando perdidas las alpargatas en el légamo del lecho, con los pantalones pegados a la carne, tirantes, pesados, dificultando los movimientos, recibiendo en el rostro el bofetón de las cañas tronchadas, los arañazos de las hojas rígidas y cortantes. ...
En la línea 244
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... España ocupó siempre un lugar considerable en mis ensueños infantiles, y las cosas españolas me interesaban por modo especial, sin presentir que, andando el tiempo, me vería llamado a participar, si bien modestamente, en el drama descomunal de su vida; aquel interés me indujo, en edad temprana, a aprender su noble idioma y a conocer su literatura (apenas digna del idioma), su historia y tradiciones; de modo que al entrar por vez primera en España me sentí más en mi casa que lo que sin esas circunstancias me hubiese sentido. ...
En la línea 686
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El cochero paró instantáneamente y dijo: «Señor, usted es el amo; no tiene usted más que mandar y yo obedeceré.» Nos apeamos y fuimos andando hasta la carretera, donde volvimos a montar. ...
En la línea 934
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Según iba andando pegado al muro del convento hacia el Suroeste, sonaron sobre mi cabeza nuevas y más fuertes risas ahogadas; alcé la vista y descubrí en tres o cuatro ventanas los rostros melancólicos y los flotantes cabellos negros de las monjas, ansiosas de ver al forastero. ...
En la línea 1017
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Esto es un resultado de la comunicación constante con los naturales de España, que nunca consienten en hablar portugués, ni aun en Portugal, y persisten en emplear su magnífico idioma materno, que acaso andando el tiempo acabarán por adoptar todos los portugueses. ...
En la línea 388
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Así es -dijo don Quijote-; que ése es un sabio encantador, grande enemigo mío, que me tiene ojeriza, porque sabe por sus artes y letras que tengo de venir, andando los tiempos, a pelear en singular batalla con un caballero a quien él favorece, y le tengo de vencer, sin que él lo pueda estorbar, y por esto procura hacerme todos los sinsabores que puede; y mándole yo que mal podrá él contradecir ni evitar lo que por el cielo está ordenado. ...
En la línea 553
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, aunque se deja entender que no podían pasar sin comer y sin hacer todos los otros menesteres naturales, porque, en efeto, eran hombres como nosotros, hase de entender también que, andando lo más del tiempo de su vida por las florestas y despoblados, y sin cocinero, que su más ordinaria comida sería de viandas rústicas, tales como las que tú ahora me ofreces. ...
En la línea 587
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Para cuya seguridad, andando más los tiempos y creciendo más la malicia, se instituyó la orden de los caballeros andantes, para defender las doncellas, amparar las viudas y socorrer a los huérfanos y a los menesterosos. ...
En la línea 691
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -¿No han vuestras mercedes leído -respondió don Quijote- los anales e historias de Ingalaterra, donde se tratan las famosas fazañas del rey Arturo, que continuamente en nuestro romance castellano llamamos el rey Artús, de quien es tradición antigua y común en todo aquel reino de la Gran Bretaña que este rey no murió, sino que, por arte de encantamento, se convirtió en cuervo, y que, andando los tiempos, ha de volver a reinar y a cobrar su reino y cetro; a cuya causa no se probará que desde aquel tiempo a éste haya ningún inglés muerto cuervo alguno? Pues en tiempo de este buen rey fue instituida aquella famosa orden de caballería de los caballeros de la Tabla Redonda, y pasaron, sin faltar un punto, los amores que allí se cuentan de don Lanzarote del Lago con la reina Ginebra, siendo medianera dellos y sabidora aquella tan honrada dueña Quintañona, de donde nació aquel tan sabido romance, y tan decantado en nuestra España, de: Nunca fuera caballero de damas tan bien servido como fuera Lanzarote cuando de Bretaña vino; con aquel progreso tan dulce y tan suave de sus amorosos y fuertes fechos. ...
En la línea 411
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... El 27 de septiembre de 1833 por la tarde salgo de Buenos Aires para dirigirme a Santa Fe, situado a unas 300 millas (480 kilómetros) en las orillas del Paraná. Los caminos próximos a la ciudad están después de las lluvias, en tan mal estado, que nunca hubiera creído que pudiera recorrerlos una carreta tirada por bueyes. Verdad es que si logramos pasar adelante es andando sólo una milla por hora, y aún así es preciso que un hombre vaya al frente de los bueyes para elegir los sitios menos malos. Nuestros bueyes están rendidos de fatiga; es un burdo error el creer que con mejores caminos y viajes más rápidos aumentarían los sufrimientos de los animales. Cruzamos una hilera de carretas y un rebaño de ganado vacuno, que se dirigen a Mendoza. La distancia es de unas 580 millas geográficas, y el viaje suele durar cincuenta días. Estas carretas, estrechas y muy largas, tienen un toldo de cañizo, llevan sólo dos ruedas, a veces hasta de 10 pies de diámetro. Tiran de ellas seis bueyes, guiados por medio de un aguijón de 20 pies lo menos de largura; cuando no se emplea, se cuelga debajo del toldo. Por lo común, se tiene a mano otro segundo aguijón mucho más corto, que sirve para los bueyes puestos entre las varas; para el par de bueyes intermedio, se usa un pincho clavado en ángulo recto en el aguijón largo, el cual parece una verdadera máquina de guerra. ...
En la línea 2595
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... tchell, trató inútilmente andando primero, y arrastrándose después, entre masas de gres, de atravesar la garganta por la cual va el río Grose a unirse con el Nepean; y sin embargo, el valle del Grose en su parte superior, por la que yo lo he visto, forma un hermoso prado casi horizontal de varias millas de ancho, rodeado por todas partes por acantilados cuyas cimas no estarán en ningún punto a menos de 3.000 pies sobre el nivel del mar ...
En la línea 492
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Aquella mujer le crispaba los nervios a don Fermín; era un escándalo andando. ...
En la línea 803
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y hablaban en voz baja, porque ya iban andando por la nave Sur de la catedral, dirigiéndose a la puerta. ...
En la línea 823
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Había oído en hora y media un curso peripatético —¡a pie y andando todo el tiempo! —de arqueología y arquitectura y otro curso de historia pragmática. ...
En la línea 6778
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —¡Pues eso digo yo! —gritó el otro, triunfante, y le dejó seguir andando. ...
En la línea 881
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Sí, nos iremos… Lo que es por mí, ya estamos andando» decía la otra sin moverse del corredor, mirando a la techumbre, en la cual no veía otra cosa que el horrible tinglado donde colgaban los cueros puestos a secar. Entre tanto, la fundadora, a pesar de su mucha prisa, entablaba una rápida conversación con D. José. ...
En la línea 899
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Echose mi hombre a la calle, y tiró por la de Mira el Río baja, cuya cuesta es tan empinada que se necesita hacer algo de volatines para no ir rodando de cabeza por aquellos pedernales. Ido la bajó, casi como la bajan los chiquillos, de un aliento, y una vez en la explanada que llaman el Mundo Nuevo, su espíritu se espació, como pájaro lanzado a los aires. Empezó a dar resoplidos, cual si quisiera meter en sus pulmones más aire del que cabía, y sacudió el cuerpo como las gallinas. El picorcillo del sol le agradaba, y la contemplación de aquel cielo azul, de incomparable limpieza y diafanidad, daba alas a su alma voladora. Candoroso e impresionable, D. José era como los niños o los poetas de verdad, y las sensaciones eran siempre en él vivísimas, las imágenes de un relieve extraordinario. Todo lo veía agrandado hiperbólicamente o empequeñecido, según los casos. Cuando estaba alegre, los objetos se revestían a sus ojos de maravillosa hermosura; todo le sonreía, según la expresión común que le gustaba mucho usar. En cambio cuando estaba afligido, que era lo más frecuente, las cosas más bellas se afeaban volviéndose negras, y se cubrían de un velo… parecíale más propio decir de un sudario. Aquel día estaba el hombre de buenas, y la excitación de la dicha hacíale más niño y más poeta que otras veces. Por eso el campo del Mundo Nuevo, que es el sitio más desamparado y más feo del globo terráqueo, le pareció una bonita plaza. Salió a la Ronda y echó miradas de artista a una parte y otra. Allí la puerta de Toledo ¡qué soberbia arquitectura! A la otra parte la fábrica del gas… ¡oh prodigios de la industria!… Luego el cielo espléndido y aquellos lejos de Carabanchel, perdiéndose en la inmensidad, con remedos y aun con murmullos de Océano… ¡sublimidades de la Naturaleza!… Andando, andando, le entró de improviso un celo tan vehemente por la instrucción pública, que le faltó poco para caerse de espaldas ante los estólidos letreros que veía por todas partes. ...
En la línea 1650
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Juan Pablo, que siempre se había equivocado en lo referente a sí mismo y andaba por caminos torcidos, acertó al disponer que su hermano pequeño siguiese la carrera de Farmacia. Muchas personas que no hacen más que disparates, poseen esta perspicacia del consejo y de la dirección de los demás, y no dando pie con bola en los destinos propios, ven claro en los del prójimo. En tal decisión tuvo además bastante parte un grande amigo del difunto Nicolás Rubín y de toda la familia (el farmacéutico Samaniego, dueño de la acreditada botica de la calle del Ave María), prometiendo tomar bajo sus auspicios a Maximiliano, llevársele de mancebo o practicante con la mira de que, andando el tiempo, se quedase al frente del establecimiento. ...
En la línea 1830
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Hombre, no tanto. Tu hermano está en Bayona. Lo mejor es que se pase por Molina antes de venir a Madrid. Le escribiré hoy mismo. Sosiégate; tú eres así, o la apatía andando o la pura pólvora… Eso es ahora, que antes, para mover un pie le pedías licencia al otro. Te has vuelto muy atropellado. ...
En la línea 862
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Siguió andando, ofendido, indignado y resuelto a no volver a exponerse a semejante trato; pero el hambre es el amo del orgullo. Así, cuando empezo a caer la noche, hizo otro intento en una nueva casa de labor, pero allí escapó peor que antes, porque le dirigieron palabras gruesas y le amenazaron con prenderle por vagabundo como no se largara más que de prisa. ...
En la línea 914
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Al principio el propósito del rey era permanecer allí todo el resto del día, pero no tardó un escalofrío en invadir su cuerpo sudoroso, y para volver en calor verse obligado a seguir andando. Avanzó en derechura por media del bosque, en espera de dar pronto con un camino, pero en esto se llevó un chasco. Siguió caminando, y cuanto más avanzaba más densa se tornaba la espesura. Empezó a apretarse lo tenebroso, y el rey comprendió que iba a cerrar la noche y se estremeció ante la idea de pasarla en ese lúgubre lugar. ...
En la línea 1000
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –No. Subíos en vuestra mula y conducid el asno. Yo voy más seguro andando. ...
En la línea 3420
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Me deslicé sobre la alfombra, tratando de evitar el menor tropiezo que pudiese traicionar mi presencia. Necesité cinco minutos para llegar a la puerta del fondo que daba a la biblioteca. Me disponía a abrirla, cuando un suspiro del capitán Nemo me clavó al suelo. Comprendí que iba a levantarse, e incluso lo entreví al filtrarse hasta el salón la luz de la biblioteca. Vino hacia mí, los brazos cruzados, silencioso, deslizándose más que andando, como un espectro. Su pecho oprimido se hinchaba de sollozos. Y lo oí murmurar estas palabras, las últimas que guardo de él: ...
En la línea 947
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Estella apenas se fijó en nosotros, pero nos guió por el camino que yo conocía tan bien; yo la seguía inmediatamente, y Joe cerraba la marcha. Cuando miré a éste mientras íbamos por el corredor, vi que todavía pesaba su sombrero con el mayor cuidado y nos seguía a largos pasos, aunque andando de puntillas. Estella me dijo que debíamos entrar los dos, de modo que yo tomé a Joe por la manga de su chaqueta y lo llevé a presencia de la señorita Havisham. La dama estaba sentada a la mesa del tocador, e inmediatamente volvió los ojos hacia nosotros. ...
En la línea 1123
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Confieso que esperaba que mi hermana le acusara y que sentí el mayor desencanto al comprobar que no ocurría tal cosa. Ella manifestó el mayor deseo de reconciliarse con él y mostró la mayor satisfacción por tenerlo delante; además indicó que le diésemos algo que beber. Le observaba con la mayor atención, como deseosa de cerciorarse de que aceptaba de buena gana aquella acogida, y exteriorizó cuanto le fue posible el deseo de congraciarse con él, cual pudiera hacerlo un niño que quiere ponerse a bien con un maestro de mal carácter. A partir de entonces, raro era el día en que mi hermana dejaba de dibujar el martillo en la pizarra y que Orlick no apareciese andando encorvado, para permanecer un rato ante ella, como si no supiese más que yo mismo qué pensar de todo aquello. ...
En la línea 1516
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Fijando los ojos en el señor Wemmick, mientras íbamos andando, para observar su apariencia a la luz del día, vi que era un hombre seco, de estatura algo baja, con cara cuadrada que parecía de madera y de expresión tal como si hubiese sido tallada con una gubia poco afilada. Había en aquel rostro algunas señales que podrían haber sido hoyuelos si el material hubiese sido más blando o la herramienta más cortante, pero tal como aparecían no eran más que mellas. El cincel hizo dos o tres tentativas para embellecer su nariz, pero la abandonó sin esforzarse en pulirla. Por el mal estado de su ropa blanca lo juzgué soltero, y parecía haber sufrido numerosas pérdidas familiares, porque llevaba varias sortijas negras, además de un broche que representaba a una señora junto a un sauce llorón y a una tumba en la que había una urna. También me fijé en las sortijas y en los sellos que colgaban de la cadena de su reloj, como si estuviese cargada de recuerdos de amigos desaparecidos. Tenía los ojos brillantes, pequeños, agudos y negros, y labios delgados y moteados. Contaría entonces, según me parece, de cuarenta a cincuenta años. ...
En la línea 1830
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... - ¿Tiene usted algún inconveniente en que vayamos andando hasta Walworth? - me preguntó. ...
En la línea 503
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Al llegar a la entrada se detuvo indeciso. La idea de irse a pasear sin rumbo no le seducía; la de volver a su habitación, todavía menos. «¡Haber perdido una ocasión tan magnífica!», murmuró, todavía inmóvil y vacilante, ante la oscura garita del portero, cuya puerta estaba abierta. De pronto se estremeció. En el interior de la garita, a dos pasos de él, debajo de un banco que había a la izquierda, brillaba un objeto… Raskolnikof miró en torno de él. Nadie. Se acercó a la puerta andando de puntillas, bajó los dos escalones que había en el umbral y llamó al portero con voz apagada. ...
En la línea 2611
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Tras reflexionar un momento, entró. El vestíbulo estaba oscuro y vacío como una habitación desvalijada. Pasó a la sala lentamente, andando de puntillas. Toda ella estaba iluminada por una luna radiante. Nada había cambiado: allí estaban las sillas, el espejo, el sofá amarillo, los cuadros con sus marcos. Por la ventana se veía la luna, redonda y enorme, de un rojo cobrizo. ...
En la línea 3456
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Usted quiere molestarme porque está de mal humor. Y dice usted cosas que no tienen nada que ver con la cuestión del feminismo. Usted no me ha comprendido. Yo me dije que si se considera a la mujer igual al hombre incluso en lo que concierne a la fuerza física (opinión que empieza a extenderse), la igualdad debía existir también en el campo de la contienda. Como es natural, después comprendí que no había lugar a plantear esta cuestión, ya que la sociedad futura estaría organizada de modo que las diferencias entre los seres humanos no existirían… Por lo tanto, es absurdo buscar la igualdad en lo que concierne a las riñas y a los golpes. Claro que no estoy ciego y veo que las querellas existen todavía… , pero, andando el tiempo no existirán, y si ahora existen… ¡Demonio! Uno pierde el hilo de sus ideas cuando habla con usted… Si no asisto a la comida de funerales no es por el incidente que estamos comentando, sino por principio, por no aprobar con mi presencia esa costumbre estúpida de celebrar la muerte con una comida… Cierto que habría podido acudir por diversión, para reírme… Y habría ido si hubiesen asistido popes; pero, por desgracia, no asisten. ...
En la línea 4057
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Empezó para Raskolnikof una vida extraña. Era como si una especie de neblina le hubiera envuelto y hundido en un fatídico y doloroso aislamiento. Cuando más adelante recordaba este período de su vida, comprendía que entonces su razón vacilaba a cada momento y que este estado, interrumpido por algunos intervalos de lucidez, se había prolongado hasta la catástrofe definitiva. Tenía el convencimiento de que había cometido muchos errores, sobre todo en las fechas y sucesión de los hechos. Por lo menos, cuando, andando el tiempo, recordó, y trató de poner en orden estos recursos, y después de explicarse lo sucedido, sólo gracias al testimonio de otras personas pudo conocer muchas de las cosas que pertenecían a aquel período de su propia vida. Confundía los hechos y consideraba algunos como consecuencia de otros que sólo existían en su imaginación. A veces le dominaba una angustia enfermiza y un profundo terror. Y también se acordaba de haber pasado minutos, horas y acaso días sumido en una apatía que sólo podía compararse con el estado de indiferencia de ciertos moribundos. En general, últimamente parecía preferir cerrar los ojos a su situación que darse cuenta exacta de ella. Así, ciertos hechos esenciales que se veía obligado a dilucidar le mortificaban, y, en compensación, descuidaba alegremente otras cuestiones cuyo olvido podía serle fatal, teniendo en cuenta su situación. ...
En la línea 303
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Para Buck, lo de cazar, pescar y deambular indefinidamente por lugares desconocidos era una fuente inagotable de placer. Pasaban semanas y semanas andando sin parar y semanas enteras acampados en cualquier sitio, donde los perros holgazaneaban y los hombres perforaban la grava y el barro helados para, al calor del fuego, cribar incontables calderos de lodo y grava. A veces pasaban hambre, otras se hartaban de comer, según fueran las piezas y el acierto en la caza. Llegó el verano, y perros y hombres, con el equipo a cuestas, atravesaron en balsas azulados lagos de montaña, y bajaron o subieron ríos desconocidos en estrechas embarcaciones hechas de troncos cortados en el bosque. ...
En la línea 316
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Se detuvieron a beber en un arroyo y entonces Buck se acordó de John Thornton. Se sentó. El lobo reinicio la marcha hacia el lugar de donde seguramente venía la llamada; luego retornó a donde estaba Buck, se olisquearon mutuamente el morro y el lobo intentó estimularlo. Pero Buck dio media vuelta y partió lentamente por donde había venido. Durante casi una hora, el hermano salvaje marchó a su lado, gañendo levemente. Después se sentó, apuntó al cielo con el hocico y aulló. Fue un aullido lastimero, y Buck, que continuó andando sin parar, lo oyó cada vez más débil hasta que se perdió a lo lejos. ...
En la línea 319
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Empezó a dormir fuera por las noches y a pasar días enteros lejos del campamento. Una vez cruzó la divisoria en la fuente del riachuelo y se internó en la comarca de los bosques y las corrientes. Estuvo una semana recorriéndola, buscando vanamente algún indicio reciente del hermano salvaje, matando para comer durante la marcha y andando con ese desenvuelto paso largo que según dicen nunca agota. Pescó un salmón en un ancho río que desembocaba en el mar por alguna parte y, en sus orillas, mató a un gran oso negro que, cegado por los mosquitos mientras pescaba, había caminado rugiendo por el bosque, incapacitado y terrible. Aun así, la pelea fue tremenda y puso en acción las dosis de ferocidad latentes en Buck. Y dos días más tarde, cuando volvió al mismo lugar y encontró a una docena de glotones disputándose los despojos de su víctima, los dispersó como si fueran paja; y los fugitivos dejaron atrás a dos de ellos que no volverían a disputar por nada. ...
En la línea 949
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Pasaba este diálogo entre el doctor y Lucía, a distancia suficiente del lecho de la enferma, a fin de que no oyese palabra. Lucía se enteró muy al por menor de cuanto concernía a la asistencia, de las horas del alimento, de las precauciones que adoptar importaba. Después de aplicar a Pilar los medicamentos que el doctor dispuso, arregló el cuarto andando en la punta de los pies, puso cada cosa en su sitio, entornó las celosías y se instaló al lado de la cama, en una silleta baja de hacer labor. Pilar estaba muy agitada, y ardía de sed; a cada paso Lucía le llegaba a los labios el pistero de agua de goma, previamente templada en una estufilla. Por la tarde vino Duhamel, y se cercioró de que los revulsivos habían logrado aclarar un poco la voz de la enferma y facilitar su respiración congojosa. No obstante, la calentura era alta, el sudor se había suprimido. Ocho días duró la congestión pulmonar, y cuando Duhamel ordenó a Pilar levantarse, porque la cama acrecentaba el recargo y agotaba sus fuerzas, era aquella criatura un espectro; a los caracteres asaz tristes de la anemia, se unían ahora otros más alarmantes. Al vestirse, sus miembros no sostenían la ropa, que se escapaba del cuerpo como de un maniquí mal relleno. Ella misma se asustó, y en uno de los momentos lúcidos que suelen tener los atacados del terrible mal que ya la oprimía entre sus garras, pidió el espejillo famoso, y Lucía, por no contrariarla, se lo presentó de mala gana. Al fijar sus ojos en él, Pilar recordaba cómo se había visto la noche del baile, con sus claveles, su pelo artísticamente rizado, y la sonrisa de placer que le iluminaba el rostro. Fue tal el contraste entre lo pasado y lo presente, entre la cara de ocho días atrás y la de hoy, que Pilar, con rápido movimiento, arrojó al suelo el espejillo. Quebrose la clara luna, y las cinceladuras finísimas del marco se abollaron al golpe. ...
En la línea 1120
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Y miró hacia todas partes buscando la puerta. La cual estaba en el fondo, frontera a la que al jardín salía, y Lucía alzó el tupido cortinón y puso la trémula mano en el pestillo, saliendo a un corredor casi del todo tenebroso. Quedose sin respirar, y lo que es peor, sin saber adónde se encaminase, y entonces maldijo mil veces de su terquedad en no haber querido visitar antes la casa. De pronto oyó un ruido, unos tropezones sonoros, un choque de vajilla y loza… El ama Engracia fregoteaba sin duda los platos en la cocina. ¿Cómo lo adivinó tan presto Lucía? El entendimiento se aguza en las horas críticas y extraordinarias. Guiada negativamente por el ruido, Lucía siguió andando en dirección opuesta, hacia el extremo del pasillo, en que reinaba el silencio. El piso alfombrado apagaba su andar, y con ambas manos extendidas palpaba las dos murallas buscando una puerta. Al fin, sintió ceder el muro, y, siempre con las manos delante, penetró en una estancia que le pareció chica, y donde al pasar tropezó en varios objetos, entre ellos unas barras de metal que se le figuraron de una cama. De allí pasó a otra habitación mucho mayor, todavía iluminada por un leve resto de luz diurna, que entraba por alta vidriera. Lucía no dudó ni un instante de su acierto: aquella cámara debía de ser la de Artegui. Había estanterías cargadas de volúmenes, preciosas pieles de animales arrojadas al desdén por la alfombra, un diván, una panoplia de ricas armas, algunas figuras anatómicas, enorme mesa escritorio con papeles en desorden, estatuas de tierra cocida y de bronce, y sobre el diván un retrato de mujer, cuyas facciones no se distinguían. Medio desmayada se dejó caer Lucía en el diván, cruzando ambas manos sobre el seno izquierdo, que levantaban los desordenados latidos del corazón, y diciendo en voz alta también: ...
Más información sobre la palabra Andando en internet
Andando en la RAE.
Andando en Word Reference.
Andando en la wikipedia.
Sinonimos de Andando.
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