La palabra Ancha ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
La llamada de la selva de Jack London
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece ancha.
Estadisticas de la palabra ancha
Ancha es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 7611 según la RAE.
Ancha aparece de media 11.01 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la ancha en las obras de referencia de la RAE contandose 1673 apariciones .
Más información sobre la palabra Ancha en internet
Ancha en la RAE.
Ancha en Word Reference.
Ancha en la wikipedia.
Sinonimos de Ancha.
Algunas Frases de libros en las que aparece ancha
La palabra ancha puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 2212
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... A un lado, un ribazo alto coronado por doble fila de viejas moreras; al otro, una ancha acequia, cuyos bordes en pendiente estaban cubiertos por espesos y altos cañares. ...
En la línea 308
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El tal Luis había vuelto a Jerez hecho un hombre, después de una continua peregrinación por todas las universidades de España, buscando catedráticos de manga ancha que no tuviesen empeño en malograr futuros abogados. Su tío le había impuesto la obligación de seguir una carrera, y mientras aquél vivió, se había resignado a llevar la vida de estudiante, ajustándose a los estrechos envíos de dinero y ampliándolos con préstamos feroces, por los que firmaba a ojos cerrados cuantos papeles querían presentarle los usureros. Pero al ver al frente de la familia a su primo Pablo y próxima su mayor edad, se había negado a continuar por más tiempo la comedia de sus estudios. Era rico, no quería perder el tiempo en cosas que en nada le interesaban. Y tomando posesión de sus bienes, comenzó la libre existencia de placeres con la que había soñado en su estrecha vida de estudiante. ...
En la línea 967
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Encima estaba puesta otra piedra lisa muy ancha, inclinada hacia el Sur, donde se abría una puerta. ...
En la línea 1012
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Al cabo, llegamos a Estremoz; nos alojamos en la posada principal, que mira a una explanada o plaza del mercado, centro de la ciudad, y tan ancha, que a mi parecer podrían evolucionar en ella diez mil soldados con toda holgura. ...
En la línea 1235
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Atravesamos un vasto patio, y nos detuvimos ante una puerta muy ancha. ...
En la línea 1619
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Muchas cosas singulares se cuentan de esas montañas y de lo que ocultan en sus profundos escondrijos, porque ha de saber usted que la cordillera es muy ancha, y se puede andar por ella días y días sin llegar a _término_. ...
En la línea 881
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Servía en la venta, asimesmo, una moza asturiana, ancha de cara, llana de cogote, de nariz roma, del un ojo tuerta y del otro no muy sana. ...
En la línea 3763
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Las palabras primeras que estaban escritas en el pergamino que se halló en la caja de plomo eran éstas: LOS ACADÉMICOS DE LA ARGAMASILLA, LUGAR DE LA MANCHA, EN VIDA Y MUERTE DEL VALEROSO DON QUIJOTE DE LA MANCHA, HOC SCRIPSERUNT: EL MONICONGO, ACADÉMICO DE LA ARGAMASILLA, A LA SEPULTURA DE DON QUIJOTE Epitafio El calvatrueno que adornó a la Mancha de más despojos que Jasón decreta; el jüicio que tuvo la veleta aguda donde fuera mejor ancha, el brazo que su fuerza tanto ensancha, que llegó del Catay hasta Gaeta, la musa más horrenda y más discreta que grabó versos en la broncínea plancha, el que a cola dejó los Amadises, y en muy poquito a Galaores tuvo, estribando en su amor y bizarría, el que hizo callar los Belianises, aquel que en Rocinante errando anduvo, yace debajo desta losa fría. ...
En la línea 4728
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... De lo que sucedió a don Quijote en el castillo o casa del Caballero del Verde Gabán, con otras cosas extravagantes Halló don Quijote ser la casa de don Diego de Miranda ancha como de aldea; las armas, empero, aunque de piedra tosca, encima de la puerta de la calle; la bodega, en el patio; la cueva, en el portal, y muchas tinajas a la redonda, que, por ser del Toboso, le renovaron las memorias de su encantada y transformada Dulcinea; y sospirando, y sin mirar lo que decía, ni delante de quién estaba, dijo: -¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas, dulces y alegres cuando Dios quería! ¡Oh tobosescas tinajas, que me habéis traído a la memoria la dulce prenda de mi mayor amargura! Oyóle decir esto el estudiante poeta, hijo de don Diego, que con su madre había salido a recebirle, y madre y hijo quedaron suspensos de ver la estraña figura de don Quijote; el cual, apeándose de Rocinante, fue con mucha cortesía a pedirle las manos para besárselas, y don Diego dijo: -Recebid, señora, con vuestro sólito agrado al señor don Quijote de la Mancha, que es el que tenéis delante, andante caballero y el más valiente y el más discreto que tiene el mundo. ...
En la línea 4999
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Don Quijote dijo que, aunque llegase al abismo, había de ver dónde paraba; y así, compraron casi cien brazas de soga, y otro día, a las dos de la tarde, llegaron a la cueva, cuya boca es espaciosa y ancha, pero llena de cambroneras y cabrahígos, de zarzas y malezas, tan espesas y intricadas, que de todo en todo la ciegan y encubren. ...
En la línea 147
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Se han escrito tantas obras descriptivas acerca de estos países, que es casi superfluo describir el lazo o las bolas. El lazo consiste en una cuerda muy fuerte pero muy delgada, hecha de cuero sin curtir, trenzado con esmero. Uno de los extremos está fijo en la ancha cincha que sostiene el complicado aparato del recado. El otro extremo termina en un anillito de hierro o de cobre, por medio del cual puede hacerse un nudo corredizo. El gaucho, en el momento de servirse del lazo, conserva, en la mano con que gobierna el caballo, una parte de la cuerda arrollada; y en la otra mano tiene el nudo corredizo, dejándolo muy ancho, por lo común de unos ocho pies de diámetro. Lo hace girar alrededor de la cabeza, cuidando, con un hábil movimiento de la muñeca, de mantener abierto el nudo corredizo; luego lo arroja y le hace caer en el sitio que quiere. ...
En la línea 189
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... A algunas millas de Maldonado, en una ancha zona de montecillos de arena que separan la laguna del Potrero de las márgenes del Plata, encontré un grupo de esos tubos vitrificados y silíceos que forma el rayo cuando penetra en la arena. Esos tubos se parecen por completo a los de Drigg en Cumberland, descritos en las Geological Traniactions 10. Los cerrillos de arena de Maldonado, no estando sujetos por vegetales de ninguna especie, cambian continuamente de posición. Por esta causa, los tubos habían sido proyectados sobre la superficie; y numerosos fragmentos, desparramados en derredor de ellos, probaban que antes estuvieron enterrados a mayor profundidad. ...
En la línea 308
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ejemplo: en la punta de una estaca, en un peñasco desnudo o en un cactus. Ese nido se compone de barro y pedazos de paja, con unas paredes muy gruesas y muy sólidas; su forma es enteramente la misma de un horno o de una colmena achatada. La abertura del nido es ancha y en forma de bóveda; frente por frente de esa abertura, en el interior del nido, hay un tabique que sube casi hasta el techo, formando así un corredor o una antecámara que precede al mismo nido. ...
En la línea 414
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Sabido es que el viscache1 constituye uno de los rasgos característicos de la zoología de las Pampas. Por el sur se extiende hasta el río Negro, a los 41° de latitud, pero no más allá. No puede, como el agutí, vivir en los llanos pedregosos y desiertos de la Patagonia; prefiere un suelo arcilloso o arenisco, que produce una vegetación diferente y más abundante. Cerca de Mendoza, al pie de la cordillera, habita casi en las mismas regiones que una especie alpestre muy parecida. Circunstancia curiosa, respecto a la distribución geográfica de este animal: por fortuna para los habitantes de la banda oriental, nunca se le ha visto al este del Uruguay; sin embargo, en esta provincia hay llanuras que parecen deber prestarse maravillosamente a sus costumbres. El Uruguay ha presentado un obstáculo insuperable a su emigración, aunque ha atravesado la aún más ancha barrera formada por el Paraná y abunda en la provincia de Entre Ríos, sita entre las dos grandes corrientes de agua. Este animal es muy numeroso en las cercanías de Buenos Aires. Parece habitar de preferencia en las partes de la llanura recubiertas a su debido tiempo por los cardos gigantes con exclusión de todas las demás plantas. Los gauchos afirman que se alimenta de raíces, lo cual parece muy probable a juzgar por la fortaleza de sus dientes y por los lugares que acostumbra a frecuentar. Por la tarde salen los viscaches en gran número de sus madrigueras y se sientan tranquilamente a su entrada. Entonces parecen casi domesticados; y un hombre que pase por delante de ellos a caballo, lejos de asustarlos, parece dar nuevo pábulo a sus graves meditaciones. ...
En la línea 543
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Era ancha, obscura, fría, de tosca fábrica, pero de majestuosa e imponente sencillez. ...
En la línea 619
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Encontrábase en la calle, por ejemplo, con Trifón Cármenes, el poeta de más alientos de Vetusta, el eterno vencedor en las justas incruentas, de la gaya ciencia; le llamaba con un dedo, acercaba su corva nariz a la ancha oreja del vate y decíale: —He visto aquello. ...
En la línea 720
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Antes de la reacción religiosa que en Vetusta, como en toda España, habían producido los excesos de los libre-pensadores improvisados en tabernas, cafés y congresos, era el Arcipreste el confesor de la nata de la Encimada, porque tenía la manga ancha en ciertas materias; pero ya la moda había cambiado, se hilaba más delgado en asuntos pecaminosos y el Magistral que se iba con pies de plomo era preferido. ...
En la línea 721
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Sin embargo, unas por costumbre, otras por no dar un desaire a don Cayetano, y algunas por seguir contentas con aquel sistema de la manga ancha, algunas damas continuaban asistiendo al tribunal del latitudinario, hasta que él mismo se cansó y con buenos modos empezó a sacudirse las moscas. ...
En la línea 2416
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Sí, es lo mejor para vivir una… tan ancha—dijo Mauricia—. Pero a saber cómo vienen las cosas… porque una dice: «esto deseo», y después se pone a hacerlo y ¡tras!, lo que una quería que saliera pez sale rana. Tú estás en grande, chica, y te ha venido Dios a ver. Puedes hacer rabiar al chico de Santa Cruz, porque en cuanto te vea hecha una persona decente se ha de ir a ti como el gato a la carne. Créetelo porque te lo digo yo. ...
En la línea 3429
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Eran las nueve de la noche. Fortunata atravesó con paso ligero la calle de Hortaleza, la Red de San Luis. No debía de estar muy trastornada cuando en vez de tomar por la calle de la Montera, en la cual el gentío estorbaba el tránsito, fue a buscar la de la Salud y bajó por ella, considerando que por tal camino ganaba diez minutos. De la calle del Carmen pasó a la de Preciados, sin perder ni un momento el instinto de la viabilidad. Atravesó la Puerta del Sol por frente a la casa de Cordero, y ya la tenéis subiendo por la calle de Correos hacia la plazuela de Pontejos. Ya llegaba, y a medida que veía más cerca el objeto de su viaje, parecía como que se le iba acabando la cuerda epiléptica que la impulsaba a la febril marcha. Vio el portal de la casa de Santa Cruz, y sus miradas se internaron con recelo por aquella cavidad ancha, de estucadas paredes, y alumbrada por mecheros de gas. Ver esto y pararse en firme, con cierta frialdad en el alma, sintiendo el choque interior de toda velocidad bruscamente enfrenada, fue todo uno. ...
En la línea 4698
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... En Agosto ocurrió algo que no estaba en los papeles, y fue del modo siguiente. Una mañana fue Torquemada a ver a doña Lupe para tratar de negocios. Con su traje de verano, tenía el buen D. Francisco aspecto semejante al de los militares que vienen de Cuba, pues a más del trajecito azul, se había encasquetado un sombrero de paja de ala ancha. Su camisa, de rayas coloradas, parecía la bandera de los Estados Unidos; y para recalcar más su facha americana, llevaba una joya en la corbata y una cadena de reloj interminable, que le daba muchas vueltas de una parte a otra del pecho. Los pantalones eran tan cortos, que al sentarse se le veía media pierna. Allí venía bien decir que el difunto era más chico. Todo ello parecía prendas heredadas, o venidas a su poder por embargo judicial, o cogidas a algún filibustero. Servíale el sombrero de abanico, cuando estaba en visita, con la ventaja de que las personas circunstantes participaban de la ventilación que daba aquella prenda tropical tan bien manejada. ...
En la línea 5281
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Entre tanto, Fortunata, al salir de la casa de su marido, y antes de dirigirse a su nueva morada, encaminó sus pasos a la de D. Evaristo. Era este la primera persona a quien tenía que consultar sobre la crítica situación en que se encontraba. Referirle lo ocurrido era ya para ella un verdadero castigo de su perversidad, porque de sólo pensar que lo refería, le entraba espanto. ¡Bueno se iba a poner Feijoo, al saber que la chulita había hecho mangas y capirotes de la doctrina práctica expuesta con tanto ardor y cariño por el simpático anciano, cuando dispuso la separación! ¡Cuánto mejor no haberse separado de aquel hombre sin igual! ¡Ella le habría soportado en su vejez caduca, y habría sido feliz cuidándole como se cuida a un niño inocente! Al llegar a la Plaza de los Carros, y al ver la calle de Don Pedro, pensó que no tendría valor para contarle a su amigo sus últimas calaveradas. Subió temblando por la ancha escalera, que estaba aquel día alfombrada y con muchos tiestos, porque la noche antes se había celebrado en la legación, con gran comistraje y mucha fiesta, el aniversario del Emperador. ...
En la línea 333
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Un recio golpe, de la ancha palma de Canty en el hombro del niño lo mandó tambaleándose a los brazos de la buena mujer de Canty, quien lo estrechó contra su seno, y lo defendió de una violenta lluvia de puñetazos y bofetadas, interponiendo su propia persona. Las asustadas muchachas se retiraron a su rincón, pero la abuela avanzó muy solícita para asistir a su hijo. El príncipe se separó de la señora Canty exclamando: ...
En la línea 621
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Al cabo de un rato, mientras Tom se había acercado a una ventana, pudo ver con interés la vida y el movimiento de la gran vía que pasaba junto a las puertas del palacio (y no con interés ocioso, sino con vehementísimo deseo de su corazón de tomar parte en su bullicio y libertad), de hombres, mujeres y niños de la más baja y pobre condición que se acercaban desordenadamente por esa ancha vía. ...
En la línea 751
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Para gobernar este barco a estribor o a babor, para moverlo, en una palabra, en un plano horizontal, me sirvo de un timón ordinario de ancha pala, fijado a la trasera del codaste, que es accionado por una rueda y un sistema de poleas. Pero puedo también mover al Nautilus de abajo arriba y de arriba abajo, es decir, en un plano vertical, por medio de dos planos inclinados unidos a sus flancos sobre su centro de flotación. Se trata de unos planos móviles capaces de adoptar todas las posiciones y que son maniobrados desde el interior por medio de poderosas palancas. Si estos planos se mantienen paralelos al barco, éste se mueve horizontalmente. Si están inclinados, el Nautilus, impulsado por su hélice, sube o baja, según la disposición de la inclinación, siguiendo la diagonal que me interese. Si deseo, además, regresar más rápidamente a la superficie, no tengo más que embragar la hélice para que la presión del agua haga subir verticalmente al Nautilus como un globo henchido de hidrógeno se eleva rápidamente en el aire. ...
En la línea 1390
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Los indígenas continuaban allí, más numerosos que en la víspera. Tal vez eran quinientos o seiscientos. Aprovechándose de la marea baja, algunos habían avanzado sobre las crestas de los arrecifes hasta menos de dos cables del Nautilus. Los distinguía fácilmente. Eran verdaderos papúes, de atlética estatura. Hombres de espléndida raza, tenían una frente ancha y alta, la nariz gruesa, pero no achatada, y los dientes muy blancos. El color rojo con que teñían su cabellera lanosa contrastaba con sus cuerpos negros y relucientes como los de los nubios. De los lóbulos de sus orejas, cortadas y dilatadas, pendían huesos ensartados. Iban casi todos desnudos. Entre ellos vi a algunas mujeres, vestidas desde las caderas hasta las rodillas con una verdadera crinolina de hierbas sostenida por un cinturón vegetal. Algunos jefes se adornaban el cuello con collares de cuentas de vidrio rojas y blancas. Casi todos estaban armados de arcos, flechas y escudos, y llevaban a la espalda una especie de red con las piedras redondeadas que con tanta destreza lanzan con sus hondas. ...
En la línea 1925
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El 9 de febrero, el Nautilus se hallaba en la parte más ancha del mar Rojo, la comprendida entre Suakin, en la costa occidental, y Quonfodah, en la oriental, separadas por ciento noventa millas. Al mediodía, el capitán Nemo subió a la plataforma donde ya me hallaba yo. Me había prometido a mí mismo que no le dejaría descender sin antes haberle preguntado cuáles eran sus proyectos. Pero nada más verme se dirigió a mí y me ofreció amablemente un cigarro. ...
En la línea 2447
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... La impracticabilidad de la muralla nos obligó a descender hacia la orilla. Por encima de nosotros, el agujero del cráter parecía la ancha abertura de un pozo. A través de ella veíamos el cielo y las nubes desmelenadas que por él corrían, al impulso del viento del Oeste, dejando en la cima de la montaña una estela de brumosos jirones. Ello probaba la escasa altura a que navegaban esas nubes, pues el volcán no se elevaba a más de ochocientos pies sobre el nivel del mar. ...
En la línea 320
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... La sed de sangre se hizo en él más fuerte que nunca. Era un depredador, un animal de presa, que se alimentaba de seres vivientes; que solo, sin ayuda, gracias a su fuerza y su destreza, sobrevivía triunfante en un entorno hostil en el que únicamente lo hacían los fuertes. Todo aquello insufló en su ser un gran orgullo, que se extendió como por contagio a su figura. Se hacía patente en todos sus movimientos, era visible en el juego de cada uno de sus músculos, se expresaba elocuentemente en su porte y tornaba incluso más soberbio su espléndido pelaje. De no ser por algunos pelos marrones aislados en el hocico y sobre los ojos, y por el plastrón de pelo blanco que le bajaba por el pecho, habrían podido tomarlo por un lobo gigantesco, más grande. que el más grande de su raza. De su padre el san bernardo había heredado el tamaño y el peso, pero había sido su madre, la pastora escocesa, quien había moldeado esos atributos. El hocico era el largo hocico de un lobo, aunque era más grande que el de cualquier lobo; y su cabeza, bastante ancha, era una cabeza de lobo a escala colosal. Su astucia era la del lobo, una astucia salvaje; su inteligencia, la inteligencia del pastor escocés y el san bernardo; y esta conjunción, añadida a la experiencia adquirida en la más feroz de las escuelas, lo convertían en una criatura tan formidable como las que habitaban la selva. Animal carnívoro cuya dieta consistía sólo en carne, se hallaba en la flor de la vida, en el período culminante de su existencia, y destilaba vigor y virilidad. Cuando Thornton le acariciaba el lomo, el paso de la mano era seguido por un crujiente chasquido, al descargar cada pelo, con el contacto, su magnetismo estático. Cada parte de su mente y de su cuerpo, cada fibra de su tejido nervioso funcionaba con exquisita precisión; y entre todas las partes existía un equilibrio y un ajuste perfecto. A las imágenes, sonidos y situaciones que requerían acción respondía él a la velocidad del relámpago. Por más ágilmente que se moviese un perro esquimal para defenderse o atacar, él podía hacerlo dos veces más rápido. Veía el movimiento o percibía el sonido y respondía en menos tiempo del que otro perro empleaba en percatarse de lo visto u oído. Él percibía, decidía y actuaba en el mismo instante. En rigor, las tres instancias eran consecutivas, pero los intervalos de tiempo entre ellas eran tan infinitesimales que las hacían parecer simultáneas. Sus músculos estaban rebosantes de energía y entraban en acción de modo fulminante, como muelles de acero. La vida fluía a través de él en espléndido torrente, gozoso y desenfrenado, y daba la impresión de que de puro éxtasis acabaría desbordándose y desparramándose con generosidad sobre el mundo. ...
En la línea 152
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... El padre le dio, con su ancha diestra, una palmadita en la mejilla. ...
En la línea 348
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... El mozo se acercó, servilleta al hombro; tenía una cara tostada, amilitarada, que reñía con los escarpines de charol y el pelo atusado con bandolina, librea que el público impone a sus servidores en tales lugares. Hacíale aún más marcial ancha cicatriz, que naciendo en la guía izquierda del bigote, iba a perderse en el cuello. Miraba el mozo fijamente a Artegui, con ojos muy abiertos; hasta que dando un grito, o más bien una especie de alegre latido perruno, exclamó: ...
En la línea 397
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... La llegada a Bayona sorprendió a Artegui y Lucía como el despertar de prolongado sueño. Artegui retiró aprisa su mano de la asilla del vidrio, donde la apoyaba, y la niña miró atónita a su alrededor. Notó que hacía fresco, y abrochó su cuello y anudó su corbata. Hombres con boina, mozas con el pañolito atado tras del moño, una marea de viajeros de diversa catadura y condición social, se empujaba, se codeaba y bullía en la ancha estación. Artegui dio el brazo a su compañera por no perderla en aquel remolino. ...
En la línea 474
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Artegui, sonriendo, la sostuvo mejor en el brazo, y diéronse a andar por Bayona tan cordiales como si en toda su vida otra cosa hubiesen hecho. La noche era digna del día: en el cielo de aterciopelado azul centelleaban claras y vivas las estrellas; el gas de las innumerables tiendas con que Bayona explota la vanidad de los españoles pudientes y trashumantes, ponía a las obscuras manzanas de casas un collar de luz, y en los escaparates se lucían, con todos los tonos de la escala cromática, telas ricas, porcelanas y bronces caprichosos, opulentas joyas. Caminaba la pareja silenciosa, a paso igual y rítmico, midiendo Artegui su andar largo y varonil por el paso más corto de Lucía. En las calles la gente circulaba de prisa, animada, como el que va a algo que le interesa: no con esa lentitud de los españoles que se pasean por tomar el aire y matar el tiempo. Ante los cafés, las mesas al aire libre tenían mucho parroquiano, porque la templada atmósfera lo consentía; y bajo la claridad fuerte de los reverberos bullían los mozos sirviendo cerveza, café o bavaresa de chocolate, y el humo de los cigarros, y el crujir de los periódicos que desdoblaban, y las conversaciones, y el sonido seco de las fichas del dominó dando contra el mármol, llenaban de vida aquel trozo de acera. De pronto Artegui, al volver una esquina, se metió en una tienda no muy ancha, cuyo escaparate ocupaban casi por entero dos luengos peinadores salpicados de cascadas de encaje y lazos de cinta azul el uno, rosa el otro. Dentro, era una exhibición de cuantos objetos componen el tocado íntimo del niño y la mujer. Las camisas presentaban coquetonamente el adornado escote, ocultando la lisa falda; los pantalones estiraban, simétricas y unidas, una y otra pierna; las chambras tendían los brazos, las batas inclinaban el cuerpo con graciosa laxitud. ...

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