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La palabra achaques
Cómo se escribe

la palabra achaques

La palabra Achaques ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece achaques.

Estadisticas de la palabra achaques

La palabra achaques no es muy usada pues no es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE

Errores Ortográficos típicos con la palabra Achaques

Cómo se escribe achaques o hachaques?
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Cómo se escribe achaques o acaques?

Más información sobre la palabra Achaques en internet

Achaques en la RAE.
Achaques en Word Reference.
Achaques en la wikipedia.
Sinonimos de Achaques.


la Ortografía es divertida


El Español es una gran familia

Algunas Frases de libros en las que aparece achaques

La palabra achaques puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 2308
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... No se mudó el Casino y siguió remendando como pudo sus goteras y demás achaques de abolengo. ...

En la línea 8091
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Don Frutos no perdía función; a este le gustaba el verso, el verso y tente tieso como él decía, y se declaraba a sí mismo, con la autoridad de sus millones de pesos, inteligente de primera fuerza, en achaques de comedias y dramas. ...

En la línea 4537
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Vino luego doña Casta con Olimpia a proponerles dar un paseo al Prado. Rubín vacilaba; pero su mujer se negó resueltamente a salir. Fuese doña Lupe con sus amigas, y Fortunata y Maxi estuvieron solos hasta media noche en la sala, a oscuras, con los balcones abiertos, a causa del calor que reinaba, hablando de cosas enteramente apartadas de la realidad. Él proponía los temas más extravagantes, por ejemplo: «¿Cuál de nosotros dos se morirá primero? Porque yo estoy muy delicado; pero con estos achaques, quizás tenga tela para muchos años. Los temperamentos delicados son los que más viven, y los robustos están más expuestos a dar un estallido». Hacía ella esfuerzos por sostener plática tan soporífera y desagradable. Otra proposición de Maxi: «Mira una cosa; si yo no estuviera casado contigo, me consagraría por entero a la vida religiosa. No sabes tú cómo me seduce, cómo me llama… Abstraerse, renunciar a todo, anular por completo la vida exterior, y vivir sólo para adentro… este es el único bien positivo; lo demás es darle vueltas a una noria de la cual no sale nunca una gota de agua». ...

En la línea 5283
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Don Evaristo se hallaba ya en lastimoso estado. Las piernas las tenía casi completamente paralizadas, y salía a paseo en un cochecillo o sillón de ruedas, que empujaba su criado. Iba a las Vistillas a tomar el sol, y a veces se extendía hasta la Plaza de Oriente por el Viaducto. Al centro de la Villa no venía nunca, y para las relaciones y amistades que en las partes más animadas de Madrid tenía, aquella existencia paralítica y con tantos achaques, aquella vida circunscrita al barrio extremo, eran como una muerte anticipada, pues del verdadero Feijoo, tal como le conocimos, no quedaba ya más que una sombra. Estaba completamente sordo, teniendo que auxiliarse de una trompetilla para recoger algunos sonidos; su inteligencia sufría eclipses, y la memoria se le perdía en ocasiones casi por completo, quedándose en la tristeza del instante presente, sin ayer, sin historia, como si cayera de una nube en mitad de la vida, a la manera de un bólido. Sus distracciones eran ya puramente pueriles. Se pasaba las horas muertas haciendo el juego del bilboquet, o bien entretenido en enredar con los muchos gatos que había en la casa. Todas las crías de la hermosa menina de doña Paca se conservaban, al menos mientras les duraba el donaire de la infancia gatesca. Sentado al sol junto al balcón en su sillón muy cómodo, Feijoo arrojaba a sus graciosos amigos una pelota atada con un hilo, y se divertía con las monísimas cabriolas y morisquetas que hacían los pequeñuelos. Otras veces les tiraba la pelota a lo largo de la enorme estancia, o ataba al hilo un pedazo de trapo, recogiéndolo como recoge el pescador su aparejo, para verlos correr tras él. Cuando entró Fortunata, el juego del hilo y de la pelota estaba suspendido, por ley de variedad, y D. Evaristo tenía en la mano su bilboquet, saltando la bola, y acertando muy raras veces a clavarla en el palo. Dos o tres gatitos blancos con manchas grises enredaban sobre el buen señor. Uno se le subía por la manta que le envolvía las piernas; otro estaba en su regazo sentado sobre los cuartos traseros, refregándose las patas con la lengua y el hocico con la pata; y un tercero se le había subido a un hombro y allí seguía con vivaracha atención los brincos de la bola del bilboquet, marcándolos con la pata en el aire. Lo que él quería era meterte mano a la bola aquella tan bonita. ...

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