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La palabra zunbido
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Comó se escribe zunbido o zumbido?

Cual es errónea Zumbido o Zunbido?

La palabra correcta es Zumbido. Sin Embargo Zunbido se trata de un error ortográfico.

El Error ortográfico detectado en el termino zunbido es que hay un Intercambio de las letras m;n con respecto la palabra correcta la palabra zumbido

Errores Ortográficos típicos con la palabra Zumbido

Cómo se escribe zumbido o zunbido?
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Cómo se escribe zumbido o zumvido?


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece zumbido

La palabra zumbido puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1056
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Cuando se retiraba el rayo de sol, extinguiéndose el zumbido de las moscas, y el pedazo de cielo encuadrado por la puerta tomaba un suave color de violeta, la enferma alegrábase. Era la mejor de las horas: iban a llegar los suyos. Y sonreía a _Alcaparrón_ y sus hermanos, que se sentaban en el suelo en semicírculo sin decirla nada, mirándola con ojos interrogantes, como si quisieran atrapar a la fugitiva salud. Su tía, todas las tardes al volver, lo primero que preguntaba era si había arrojado _aquello_, aguardando que expeliera por la boca la pudredumbre, la mala sangre que el susto había acumulado en su pecho. ...

En la línea 3796
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El zumbido de los insectos, el alegre ladrar de los perros, los rudos cantares de Galicia, se mezclaban en deleitosa sinfonía. ...

En la línea 13131
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... De aquel fermento humano brotaban, como burbujas, gritos, carcajadas, y un zumbido sordo que parecía el ruido de la marea de un mar lejano. ...

En la línea 125
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Mientras permanecía inmóvil fue examinando lo que le rodeaba. La muchedumbre era cada vez más numerosa en torno de su cuerpo y en las profundidades del bosque. El zumbido de sus palabras y sus gritos iba en aumento. Se presentía la llegada incesante de nuevos grupos. Por entre los cuatro aeroplanos inmóviles al extremo de sus cables volaban otros completamente libres, que se complacían en pasar y repasar sobre la nariz del prisionero. Eran dragones rojos y verdes, serpientes de enroscada cola, peces de lomo redondo, todos con alas, con escamas de diversos colores y con ojos enormes. Gillespie adivinó que eran las luciérnagas que en la noche anterior lanzaban mangas de luz por sus faros, ahora extinguidos. ...

En la línea 671
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Durante tan larga espera se entretuvo escuchando, gracias a su aparato auditivo, los gritos y las canciones de los servidores, que se movían como insectos en el fondo de la Galería. Después que toda esta gente hubo comido cerca de las cocinas, el estrépito fue en aumento, cortándose de vez en cuando el vocerío de los pigmeos con las órdenes que gritaban sus diversos jefes. Al fin se cansó de este zumbido de colmena en desorden, y sacándose de la oreja el microfonito aparato, quedó envuelto en un dulce silencio, estremecido apenas por lejanos e indefinibles murmullos. ...

En la línea 928
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... De los grupos masculinos vestidos con ropas de mujer surgía un continuo zumbido de murmuraciones y pláticas frívolas. Los varones, divididos en grupos, según las Facultades a que pertenecían sus maridos hembras, hablaban mal de los del grupo de enfrente. La esposa de un profesor de leyes provocaba cierto escándalo. Según sus piadosos compañeros de sexo, debía andar mas allá de los sesenta anos, y sin embargo tenía el atrevimiento de rasurarse la cara lo mismo que un muchacho casadero, en vez de dejarse crecer la barba como toda señora decente que ha dicho adiós a las vanidades mundanas y solo piensa en el gobierno de su casa. ...

En la línea 1143
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Un zumbido inmenso se levantó del suelo saludando su presencia. La muchedumbre lanzó aclamaciones, pero estas no iban dirigidas a la persona del Hombre-Montaña, como días antes, sino a su nuevo traje, en el que veían un símbolo de abdicación y de esclavitud. ...

En la línea 1422
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Fueron todos a almorzar y el misterio continuaba. Cuenta Jacinta que nunca como en aquella ocasión sintió ganas de dar a una persona de bofetadas y machacarla contra el suelo. Hubiera destrozado a Federico Ruiz, cuya charla insustancial y mareante, como zumbido de abejón, se interponía entre ella y su marido. El maldito tenía en aquella época la demencia de los castillos; estaba haciendo averiguaciones sobre todos los que en España existen más o menos ruinosos, para escribir una gran obra heráldica, arqueológica y de castrametación sentimental, que aunque estuviese bien hecha no había de servir para nada. Mareaba a Cristo con sus aspavientos por si tales o cuales ruinas eran bizantinas, mudéjares o lombardas con influencia mozárabe y perfiles románicos. «¡Oh!, ¡el castillo de Coca!, ¿pues y el de Turégano?… Pero ninguno llegaba a los del Bierzo… ¡Ah!, ¡el Bierzo!… la riqueza que hay en ese país es un asombro». Luego resultaba que la tal riqueza era de muros despedazados, de aleros podridos y de bastiones que se caían piedra a piedra. Ponía los ojos en blanco, las manos en cruz y los hombros a la altura de las orejas para decir: «hay una ventana en el Castillo de Ponferrada que… vamos… no puedo expresar lo que es aquello… ». Creeríase que por la tal ventana se veía al Padre Eterno y a toda la Corte Celestial. «Caramba con la ventana—pensaba Jacinta, a quien le estaba haciendo daño el almuerzo—. Me gustaría de veras si sirviera para tirarte por ella a la calle con todos tus condenados castillos». ...

En la línea 1420
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Toda la asamblea estaba ya de pie y casi fuera de sus cabales por la inquietud, la aprensión, el temor y la devoradora excitación. En el piso y en la plataforma estalló un zumbido ensordecedor de conversaciones frenéticas, y durante algún rato nadie supo ni oyó nada, ni se interesaba por nada sino por lo que su vecino le gritaba al oído, o por lo que gritaba al oído de su vecino. El tiempo pasó rápidamente, desatendido e inadvertido, nadie supo cuánto, sin que se percataran de ello. Finalmente un repentino silencio reinó en el recinto, y en el mismo momento St. John apareció en la plataforma, con el Gran Sello enarbolado. Entonces se elevó este grito: ...

En la línea 1479
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Un zumbido de indignación estalló; una mano cayó bruscamente sobre él y una voz exclamó: ...

En la línea 1654
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... En las notas diariamente redactadas por «el profesor» Conseil veo también constancia de algunos peces del género de los tetrodones, propios de estos mares, espenglerianos con el dorso rojo y el vientre blanco, que se distinguen por tres hileras longitudinales de filamentos, y eléctricos ornados de vivos colores, de unas siete pulgadas de longitud. También, como muestras de otros géneros, ovoides, así Hamados por su semejanza con un huevo, de color marrón oscuro surcado de franjas blancas y desprovistos de cola; diodones, verdaderos puercoespines del mar, que pueden hincharse como una pelota de erizadas púas; hipocampos, comunes a todos los océanos; pegasos volantes de hocico alargado, cuyas aletas pectorales, muy extendidas y dispuestas en forma de alas, les permiten si no volar, sí, al menos, saltar por el aire; pegasos espatulados, con la cola cubierta por numerosos anillos escamosos; macrognatos, así llamados por sus grandes mandíbulas, de unos veinticinco centímetros de longitud, de hermosos y muy brillantes colores, y cuya carne es muy apreciada; caliónimos hvidos, de cabeza rugosa; miríadas de blenios saltadores, rayados de negro, que con sus largas aletas pectorales se deslizan por la superficie del agua con una prodigiosa rapidez; deliciosos peces veleros que levantan sus aletas como velas desplegadas a las corrientes favorables; espléndidos kurtos engalanados por la naturaleza con el amarillo, azul celeste, plata y oro; tricópteros, cuyas alas están formadas por radios filamentosos; los cotos, siempre manchados de cieno, que producen un cierto zumbido; las triglas, cuyo hígado es considerado venenoso; los serranos, con una especie de anteojeras sobre los ojos, y, por último, esos quetodontes de hocico alargado y tubular llamados arqueros, verdaderos papamoscas marinos que, armados de un fusil no inventado por los Chassepot o por los Remington, matan a los insectos disparándoles una simple gota de agua. ...

En la línea 2065
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Se hizo de noche, en medio de un pesado silencio, roto a veces por los gritos de los pelícanos y de algunos pájaros nocturnos, por el rumor de la resaca batiendo en las rocas o por el lejano zumbido de un vapor golpeando con sus hélices las aguas del golfo. ...

En la línea 3302
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Volví al salón. Se cerró la escotilla y oí el zumbido del agua al penetrar en los depósitos. El Nautílus comenzó a descender verticalmente, pues su hélice no le comunicaba ningún movimiento. Se detuvo unos minutos más tarde, a una profundidad de ochocientos treinta y tres metros, en el fondo. Se apagó entonces el techo luminoso del salón, y al descorrer los paneles que tapaban los cristales vi el agua vivamente iluminada por el fanal en un radio de una media milla. A babor no se veía más que la inmensidad del agua tranquila. A estribor, al fondo, apareció una pronunciada extumescencia que atrajo mi atención. Se hubiese dicho unas ruinas sepultadas bajo un conglomerado de conchas blancuzcas como un manto de nieve. Al examinar más detenidamente aquella masa creí reconocer las formas espesas de un navío sin mástiles, que debía haberse hundido por la proa. Su hundimiento debía datar de hacía muchísimos años, como lo atestiguaba su incrustación en las materias calizas del fondo oceánico. ¿Qué barco podía ser ése? ¿Por qué había ido el Nautílus a visitar su tumba? ¿No era, pues, un naufragio lo que le había llevado bajo el agua? No sabía yo qué pensar, cuando, cerca de mí, oí al capitán Nemo decir lentamente: ...

En la línea 3362
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Y llegó la noche. Un profundo silencio reinaba a bordo. La brújula indicaba que el Nautilus no había modificado su dirección. Oía el zumbido de su hélice, que batía el agua con una rápida regularidad. Se mantenía en la superficie, y un ligero balanceo le sacudía de babor a estribor y viceversa. Mis compañeros y yo habíamos resuelto fugarnos en el momento en que el buque estuviera bastante cerca y sus tripulantes pudieran oírnos o vernos a la luz de la luna, a la que faltaban tres días para alcanzar su plenilunio. Una vez a bordo de ese barco, si no pudiéramos evitar el golpe que le amenazaba, haríamos, al menos, todo lo que las circunstancias nos permitieran intentar. ...


El Español es una gran familia

Reglas relacionadas con los errores de m;n

Las Reglas Ortográficas de la M:

Antes de p y b se escribe m, siempre que tengamos un sonido nasal.
Ejemplos: siempre, también.

Se escribe m antes de n.
Ejemplos: omnipotente, solemnidad, gimnástica.
Excepciones: Las palabras que comienzan con n y tienen prefijos que terminan en n, como: con, en, in. Ejemplos: connotable, ennoblecer, innombrable, sinnúmero, perenne.

Las Reglas Ortográficas de la N:

Se escribe n al inicio de palabras como: trans-, cons-, circuns-, circun-, ins-.
Ejemplos: transcribir, constante, circunstancial, instrumento.

Se escribe n antes de v.
Ejemplos: invento, envidia, invocar.

Nunca debe ir n al final de los verbos reflexivos cuando están conjugados en la forma ustedes del Modo Imperativo.
Ejemplos:
levántensen cámbiese por: levántense.
siéntensen cámbiese por: siéntense.


Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras m;n

Más información sobre la palabra Zumbido en internet

Zumbido en la RAE.
Zumbido en Word Reference.
Zumbido en la wikipedia.
Sinonimos de Zumbido.

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