Cual es errónea Vuelto o Buelto?
La palabra correcta es Vuelto. Sin Embargo Buelto se trata de un error ortográfico.
El Error ortográfico detectado en el termino buelto es que hay un Intercambio de las letras v;b con respecto la palabra correcta la palabra vuelto
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Vuelto en la RAE.
Vuelto en Word Reference.
Vuelto en la wikipedia.
Sinonimos de Vuelto.
Errores Ortográficos típicos con la palabra Vuelto
Cómo se escribe vuelto o buelto?
Algunas Frases de libros en las que aparece vuelto
La palabra vuelto puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 2082
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Los amos, conejos miedosos, se habían vuelto ahora lobos intratables. ...
En la línea 242
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Otra vez, el marqués hacía pregonar que el día de su santo daría una peseta a todo cojo que se presentase en su casa. Circulaba la noticia por todas partes y el patio del caserón llenábase de cojos de la ciudad y del campo; unos apoyados en muletas, otros arrastrándose sobre las manos como larvas humanas. Y al aparecer el marqués en un balcón, rodeado de sus amigotes, abríase la puerta de la cuadra y salía bufando con espumarajos de rabia un novillo, al que habían aguijoneado previamente los criados. Los que realmente eran cojos, corrían hacia los rincones, amontonándose, manoteando con la locura del miedo; y los fingidos soltaban las muletas, y con cómica agilidad se encaramaban por las rejas. El marqués y sus camaradas rieron como chiquillos, y Jerez pasó mucho tiempo comentando la gracia del de San Dionisio y su habitual generosidad, pues una vez vuelto el toro a la cuadra, distribuyó el dinero a manos llenas entre los lisiados, verdaderos y falsos, para que a todos les pasase el susto bebiendo algunas cañas a su salud. ...
En la línea 284
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Un encuentro en la sierra al anochecer con los del resguardo. Él había herido para abrirse paso, y en la huida le alcanzó una bala en la espalda, debajo del hombro. En un ventorrillo le habían curado de cualquier modo, con la misma rudeza con que cuidaban a las bestias, y al oír, en el silencio de la noche, con su fino oído de hombre de la sierra, el trote de los caballos enemigos, había vuelto sobre la silla para no dejarse coger. Un galope de leguas, desesperado, loco, haciendo esfuerzos por mantenerse sobre los estribos, apretando sus piernas con el estertor de una voluntad próxima a desvanecerse, rodándole la cabeza, viendo nubes rojas en la oscuridad de la noche, mientras por el pecho y la espalda se escurría algo viscoso y caliente, que parecía llevársele la vida con punzante cosquilleo. Deseaba esconderse, que no le cogieran: y para esto, ningún refugio como Marchamalo, en aquella época que no era de trabajo y los viñadores estaban ausentes. Además, si su destino era morir, deseaba que fuese entre los que más quería en el mundo. Y sus ojos se dilataban al decir esto: se esforzaba por acariciar con ellos, entre el lagrimeo del dolor, a la hija de su padrino. ...
En la línea 290
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Cuando el herido abandonó la cama, acompañábale María de la Luz en sus vacilantes paseos por la explanada y los senderos inmediatos. Entre los dos había vuelto a reaparecer esa pudibundez de los amantes campesinos, ese recato tradicional que hace que los novios se adoren sin decírselo, sin declararse su pasión, bastándoles el expresarla mudamente con los ojos. La muchacha, que había vendado su herida, que había visto desnudo su pecho robusto, perforado por aquel rasguño de labios violáceos, no osaba ahora, que le veía de pie, ofrecerle su brazo cuando paseaba vacilante, apoyándose en un bastón. Entre los dos marcábase un ancho espacio, como si sus cuerpos se repeliesen instintivamente; pero los ojos se buscaban, acariciándose con timidez. ...
En la línea 308
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El tal Luis había vuelto a Jerez hecho un hombre, después de una continua peregrinación por todas las universidades de España, buscando catedráticos de manga ancha que no tuviesen empeño en malograr futuros abogados. Su tío le había impuesto la obligación de seguir una carrera, y mientras aquél vivió, se había resignado a llevar la vida de estudiante, ajustándose a los estrechos envíos de dinero y ampliándolos con préstamos feroces, por los que firmaba a ojos cerrados cuantos papeles querían presentarle los usureros. Pero al ver al frente de la familia a su primo Pablo y próxima su mayor edad, se había negado a continuar por más tiempo la comedia de sus estudios. Era rico, no quería perder el tiempo en cosas que en nada le interesaban. Y tomando posesión de sus bienes, comenzó la libre existencia de placeres con la que había soñado en su estrecha vida de estudiante. ...
En la línea 1023
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... El rey no había vuelto aún de caza. ...
En la línea 1435
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... D'Artagnan había corrido, es pada en mano, por todas las calles de alrededor, pero no había encon trado nada que se pareciese a aquel a quien buscaba; luego, por fin, había vuelto a aquello por lo que habría debido empezar quizá, y que era llamar a la puerta contra la que eldesconocido se había apoyado; pero fue inútil que hubiera hecho sonar diez o doce veces seguidas la aldaba, nadie había respondido, y los vecinos que, atraídos por el ruido, habían acudido al umbral de su puerta o habían puesto las narices en sus ventanas, le habían asegurado que aquella casa, cuyos vanos por otra parte estaban cerrados, estaba desde hace seis meses comple tamente deshabitada. ...
En la línea 1627
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Uno de los tres estará probablemente en su casa, quizá ya hayan vuelto los tres. ...
En la línea 1962
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¡Adiós, señora, adiós!Y como si no se sintiera con fuerza para separarse de la mano que sostenía más que mediante una sacudida, se alejó corriendo, mientras la señora Bonacieux llamaba, como en el postigo, con tres golpes len tos y regulares; luego, llegado al ángulo de la calle, él se volvió: la puerta se había abierto y vuelto a cerrar, la bonita mercera había desapare cido. ...
En la línea 674
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... En todo ese tiempo no habíamos vuelto a ver a nuestro cochero, y ya estaba yo harto convencido de que nos había abandonado definitivamente, cuando, pasados unos minutos más, le vi venir tambaleándose calle arriba, borracho, y empeñado en cantar la Marsellesa. ...
En la línea 1275
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Un día, estando yo sentada, llorando, se me plantó delante el mismo hombre negro a quien no había vuelto a ver desde el día que me llevó a juntarme con mi _ro_, y me dijo: «Ven conmigo, hermanita, ven conmigo; el _ro_ está muy cerca.» Fuí con él, y fuera de la ciudad, en el desierto, estaban los mismos hombres y mujeres negros que la otra vez había visto. ...
En la línea 1620
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Muchos se han perdido en ella y no ha vuelto a saberse nada de su paradero. ...
En la línea 1680
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Desde que me separé del inglés no he vuelto a salir de Castilla la Nueva. ...
En la línea 424
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... ¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza? -Calla, amigo Sancho -respondió don Quijote-, que las cosas de la guerra, más que otras, están sujetas a continua mudanza; cuanto más, que yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Frestón que me robó el aposento y los libros ha vuelto estos gigantes en molinos por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me tiene; mas, al cabo al cabo, han de poder poco sus malas artes contra la bondad de mi espada. ...
En la línea 563
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Sentáronse a la redonda de las pieles seis dellos, que eran los que en la majada había, habiendo primero con groseras ceremonias rogado a don Quijote que se sentase sobre un dornajo que vuelto del revés le pusieron. ...
En la línea 631
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y don Quijote rogó a Pedro le dijese qué muerto era aquél y qué pastora aquélla; a lo cual Pedro respondió que lo que sabía era que el muerto era un hijodalgo rico, vecino de un lugar que estaba en aquellas sierras, el cual había sido estudiante muchos años en Salamanca, al cabo de los cuales había vuelto a su lugar, con opinión de muy sabio y muy leído. ...
En la línea 940
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Donde se prosiguen los innumerables trabajos que el bravo don Quijote y su buen escudero Sancho Panza pasaron en la venta que, por su mal, pensó que era castillo Había ya vuelto en este tiempo de su parasismo don Quijote, y, con el mesmo tono de voz con que el día antes había llamado a su escudero, cuando estaba tendido en el val de las estacas, le comenzó a llamar, diciendo: -Sancho amigo, ¿duermes? ¿Duermes, amigo Sancho? -¿Qué tengo de dormir, pesia a mí -respondió Sancho, lleno de pesadumbre y de despecho-; que no parece sino que todos los diablos han andado conmigo esta noche? -Puédeslo creer ansí, sin duda -respondió don Quijote-, porque, o yo sé poco, o este castillo es encantado. ...
En la línea 735
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Siempre agradecida, llevaba dos magníficas pieles de nutria para sus mejores amigos y puntas de lanza y flechas fabricadas por ella misma para el capitán. Nos dijo que ella había construido su canoa y se vanagloriaba de poder hablar un poco ¡su lengua materna! Y, cosa extraña, ha enseñado algunas palabras inglesas a toda su tribu. Jemmy ha perdido todo lo que le dejamos. Nos contó que York Minster había construido una gran canoa y que acompañado de Fuegía, su mujer, había vuelto hacía algunos meses a su país despidiéndose de Jemmy con una gran traición: persuadió a su madre y a él de que le acompañaran a su país y una noche los abandonó robándoles todo lo que tenían. ...
En la línea 746
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Recuerdo haber visto una montaña desde las orillas del canal del Beagle: y en aquel punto abarcaba la vista de un solo golpe toda la montaña desde la base al vértice; he vuelto a verla después, pero desde el estrecho de Ponsonby, y entonces dominando otras cadenas; pues bien, me pareció infinitamente más alta, porque las cadenas intermedias me permitían mejor apreciar su elevación. ...
En la línea 1033
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... ando se les ve por primera vez dan tentaciones de exclamar: «Un ejemplar horriblemente mal disecado se ha escapado de un museo y ha vuelto a la vida». difícil hacerle volar, y tampoco corre; no hace más que saltar ...
En la línea 1050
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... cierta distancia se creería haber vuelto a la Tierra del Fuego; pero vistos más de cerca, son estos bosques incomparablemente más hermosos ...
En la línea 727
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Había vuelto a pasar, había mirado mejor y con disimulo, y pudo conocer, a pesar de las sombras de la capilla, que una de aquellas damas era la Regenta en persona. ...
En la línea 856
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El lugareño creyó que su mujer se había vuelto loca. ...
En la línea 1077
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... A Germán no había vuelto a verle. ...
En la línea 1318
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —¡Cuánto mejor hubiese sido que se hubiera vuelto loco! —exclamó el marqués de Vegallana, jefe del partido conservador de Vetusta. ...
En la línea 392
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Después de favorecer la fuga de su hermano, separándose de él en las afueras de Roma, podía haberse vuelto a su tranquila residencia de Ti-voli. Pero, pensando que su tío iba a morir solo, volvió a entrar intrépidamente en la ciudad, yendo por las calles principales al Vaticano para rezar junto al lecho del agonizante. Mientras él despreciaba de este modo a sus enemigos, veíase obligado el cardenal Barbo a escapar de Roma, huyendo de los Orsínis, que pretendían hacerlo pedazos por haber facilitado la fuga de Pedro Luis. ...
En la línea 464
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Había vuelto Claudio a bajar la cabeza, cual si no pudiese resistir las miradas acaricia-doras de Rosaura, y con voz sorda, lo mismo que si hiciese una confesión, empezó a decir: ...
En la línea 546
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Cuando en su reflexiva soledad se preguntaba el motivo de tal viaje, atribuíalo a no existir en el presente momento ningún lugar de la Tierra que pudiese ejercer sobre él mayor atracción. Había vuelto a pensar en aquella novela suya cuyo protagonista era el Papa Luna, varón tenaz, empeñado en la conquista de Roma, y que nunca I llegó a pisar su suelo. \ ...
En la línea 561
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La tía de la joven le había vuelto a tratar como un sobrino futuro, reservando para él las avaras dulzuras de su carácter. Lo invitaba a que las acompañase, a ella y a Estela, en sus paseos por los alrededores de Roma, o en sus visitas a ciertos amigos comunes, disponiendo tales salidas hábilmente para que los dos novios pudiesen hablar a solas. Y Claudio se dejaba arrastrar por esta complicidad, encontrando un nuevo placer, pálido y discreto, en su trato con la joven. ...
En la línea 1072
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Es el Hombre-Montaña, que se ha vuelto loco -dijo uno de ellos-. Ha atacado a un destacamento de policía que fue esta tarde a registrar su vivienda en busca de un terrible criminal y ha matado a no se cuantos con un tronco de árbol. Usted, doctor, puede hablarle; tal vez le haga caso. Si no le atiende, la guarnición dará un asalto a su vivienda. Correrá mucha sangre, pero le mataremos… . ¡Un gigante que parecía tan simpático!… ...
En la línea 1081
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Gillespie, cansado de permanecer derecho, con la cachiporra en una mano, junto a la puerta de la Galería, había vuelto a ocupar su asiento ante la mesa, pero sin perder de vista la abertura de entrada. Al ver a Flimnap echó mano instintivamente al tronco enorme que le servia de bastón. ...
En la línea 1412
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Los buques de guerra que navegaban siguiendo la costa para impedir que el gigante se lanzase mar adentro se metieron en el puerto o se alejaron a toda máquina, perdiéndose en la línea del horizonte, como si se les acabase de ordenar un rápido viaje. Los aparatos aéreos emprendieron el vuelo, desapareciendo igualmente, y sólo quedó uno flotando en el espacio, con el pico vuelto hacia la ciudad, pues a sus tripulantes parecía interesarles más lo que pasaba en ella que la vigilancia del Hombre-Montaña. ...
En la línea 1537
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - ¡No le hagan daño! -decía-. Se ha vuelto loco; no puede ser otra cosa; pero tratándolo con dulzura acabará por someterse. ...
En la línea 71
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Ya en 1840 las casas que traían directamente el género de Cantón no podían competir con las que lo encargaban a Liverpool. Cualquier mercachifle de la calle de Postas se proveía de este artículo sin ir a tomarlo en los dos o tres depósitos que en Madrid había. Después las corrientes han cambiado otra vez, y al cabo de muchos años ha vuelto a traer España directamente las obras de King-Cheong; mas para esto ha sido preciso que viniera la gran vigorización del comercio después del 68 y la robustez de los capitales de nuestros días. ...
En la línea 387
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Traté de verla… , la busqué por aquí y por allá… y nada… Pero qué, ¿no lo crees? Después no pude ocuparme de nada. Sobrevino la muerte de tu mamá. Transcurrió algún tiempo sin que yo pensara en semejante cosa, y no debo ocultarte que sentía cierto escozorcillo aquí, en la conciencia… Por Enero de este año, cuando me preparaba a hacer diligencias, una amiga de Segunda me dijo que la Pitusa se había marchado de Madrid. ¿A dónde? ¿Con quién? Ni entonces lo supe ni lo he sabido después. Y ahora te juro que no la he vuelto a ver más ni he tenido noticias de ella». ...
En la línea 601
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Si todo lo que les pasa a las personas superiores mereciera una efeméride, es fácil que en una hoja de calendario americano, correspondiente a Diciembre del 73, se encontrara este parrafito: «Día tantos: fuerte catarro de Juanito Santa Cruz. La imposibilidad de salir de casa le pone de un humor de doscientos mil diablos». Estaba sentado junto a la chimenea, envuelto de la cintura abajo en una manta que parecía la piel de un tigre, gorro calado hasta las orejas, en la mano un periódico, en la silla inmediata tres, cuatro, muchos periódicos. Jacinta le daba bromas por su forzada esclavitud, y él, hallando distracción en aquellas guasitas, hizo como que le pegaba, la cogió por un brazo, le atenazó la barba con los dedos, le sacudió la cabeza, después le dio bofetadas, terribles bofetadas, y luego muchísimos porrazos en diferentes partes del cuerpo, y grandes pinchazos o estocadas con el dedo índice muy tieso. Después de bien cosida a puñaladas, le cortó la cabeza segándole el pescuezo, y como si aún no fuera bastante sevicia, la acribilló con cruelísimas e inhumanas cosquillas, acompañando sus golpes de estas feroces palabras: «¡Qué guasoncita se me ha vuelto mi nena!… Voy yo a enseñar a mi payasa a dar bromitas, y le voy a dar una solfa buena para que no le queden ganas de… ». ...
En la línea 786
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —¡Ay, qué mañosito se me ha vuelto este nene!… Le voy a dar azotes… Toma, este por tu mamá, este por tu papá y este grande… por tu parienta… ...
En la línea 142
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Mientras permanecía allí, paralizado de terror, por el palacio circulaban espantosas noticias. El susurro –porque era siempre susurro– voló de lacayo en lacayo, de caballera en dama, por los extensos corredores, de piso en piso, de salón en salón: '¡El príncipe se ha vuelto loco! ¡El príncipe se ha vuelto loco!' Muy pronto cada sala, cada vestíbulo de mármol vio grupos de engalanados caballeros y damas, y otros grupos de gente de menor alcurnia, pero también deslumbrante, –charlando a media voz, y todos con muestras de pesar. Pronto apareció por entre ellos un pomposo oficial, haciendo esta solemne proclamación: ...
En la línea 253
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Porque si fuera un impostor que se diera príncipe, eso sería muy natural; eso sería razonable; pero ¿ha habido jamás impostor alguno que, al ser llamado príncipe por el rey, príncipe por la corte, príncipe por todos, negara su dignidad y suplicara contra su exaltación? No. ¡Por el alma de San Jorge, no! Es el verdadero príncipe, que se ha vuelto loco. ...
En la línea 475
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... 'Me ha vuelto a quitar la cama como antes… ¿Qué hago yo ahora?' ...
En la línea 573
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Ah, mi pobre señor! –exclamó el 'niño-azotes' con verdadero sentimiento. Y añadió para sí: –¡Pobrecito! Era verdad lo que decían, que se ha vuelto loco. Pero infeliz de mí, que ya se me olvidaba. Me han dicho que está prohibido aparentar que se ha dado uno cuenta de ello. ...
En la línea 705
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Ven acá, ven. Tú dirás que el señorito Augusto se ha vuelto loco, ¿no es así? Pues no, no es eso, ¡no! Es que lo ha estado hasta ahora, o mejor dicho, es que he estado hasta ahora tonto, tonto del todo, perdido en una niebla, ciego… No hace sino muy poco tiempo que se me han abierto los ojos. Ya ves, tantas veces como has entrado en esta casa y te he mirado y no te había visto. Es, Rosario, como si no hubiese vivido, lo mismo que si no hubiese vivido… Estaba tonto, tonto… Pero ¿qué te pasa, chiquilla, qué es lo que te pasa? ...
En la línea 722
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –¡Ay, Rosario, Rosario, yo no sé lo que me pasa, yo no sé lo que es de mí! Esa mujer que tú dices que es mala, sin conocerla, me ha vuelto ciego al darme la vista. Yo no vivía, y ahora vivo; pero ahora que vivo es cuando siento lo que es morir. Tengo que defenderme de esa mujer, tengo que defenderme de su mirada. ¿Me ayudarás tú, Rosario, me ayudarás a que de ella me defienda? ...
En la línea 763
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Eugenia, sí. Decididamente no es usted el único que se ha vuelto loco. ...
En la línea 868
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Sí, al principio, los dos o tres primeros años, poco más. Pero ahora, ahora… Ha vuelto el demonio a casa, han vuelto las disensiones. Y ahora como antaño cada uno de nosotros culpaba al otro de la esterilidad del lazo, ahora cada uno culpa al otro de esto que se nos viene. Y ya empezamos a llamarle… no, no te lo digo… ...
En la línea 789
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Nadie lo molestará, capitán, si tal es su deseo. Permítame que le dé las gracias por haber vuelto conmigo, y sepa que si es preciso sacrificar a un hombre, aunque sea para salvar a un inglés o a una inglesa, yo estoy dispuesto a hacerlo. ...
En la línea 802
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —No, ya ves que he vuelto. ...
En la línea 817
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Miró a Yáñez, que había vuelto a su mutismo. -¿Qué me dices, hermano mío? -preguntó. Silencio. ...
En la línea 1246
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —No muere con tanta facilidad el Tigre de la Malasia, Mariana. Pasé sin un rasguño entre los tiros de tus compatriotas; atravesé el mar, llamé a mis hombres y he vuelto a la cabeza de cien tigres, dispuesto a todo para salvarte. -¡Sandokán! ¡Sandokán! ...
En la línea 648
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Un conquiliólogo un poco nervioso se hubiera pasmado y vuelto loco de alegría ante otras vitrinas, más numerosas, en las que se hallaban clasificadas las muestras de la división de los moluscos. Vi una colección de un valor inestimable, para cuya descripción completa me falta tiempo. Por ello, y a título de memoria solamente, citaré el elegante martillo real del océano índico, cuyas regulares manchas blancas destacaban vivamente sobre el fondo rojo y marrón; un espóndilo imperial de vivos colores, todo erizado de espinas, raro espécimen en los museos europeos y cuyo valor estimé en unos veinte mil francos; un martillo común de los mares de la Nueva Holanda, de difícil obtención pese a su nombre; berberechos exóticos del Senegal, frágiles conchas blancas bivalvas que un soplo destruiría como una pompa de jabón; algunas variedades de las regaderas de Java, especie de tubos calcáreos festoneados de repliegues foliáceos, muy buscados por los aficionados; toda una serie de trocos, unos de color amarillento verdoso, pescados en los mares de América, y otros, de un marrón rojizo, habitantes de los mares de Nueva Holanda, o procedentes del golfo de México y notables por su concha imbricada; esteléridos hallados en los mares australes, y, por último, el más raro de todos, el magnífico espolón de Nueva Zelanda; admirables tellinas sulfuradas, preciosas especies de citereas y de venus; el botón trencillado de las costas de Tranquebar; el turbo marmóreo de nácar resplandeciente; los papagayos verdes de los mares de China; el cono casi desconocido del género Coenodulli; todas las variedades de porcelanas que sirven de moneda en la India y en África; la «Gloria del mar», la más preciosa concha de las Indias orientales; en fin, litorinas, delfinulas, turritelas, jantinas, óvulas, volutas, olivas, mitras, cascos, púrpuras, bucínidos, arpas, rocas, tritones, ceritios, husos, estrombos, pteróceras, patelas, hiálicos, cleodoras, conchas tan finas como delicadas que la ciencia ha bautizado con sus nombres más encantadores. ...
En la línea 1941
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Pretende dicho visionario que este mar recibió su nombre tras el paso de los israelitas, cuando el faraón pereció en las aguas que habían vuelto a cerrarse a la orden de Moisés: ...
En la línea 2014
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -¡Miren! -dijo el canadiense-, se ha vuelto de espalda y enseña las mamas. ...
En la línea 2057
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Oí el rechinar de sus dientes contra la embarcación antes de que el dugongo desapareciera en el agua, arrastrando consigo el arpón. Pero pronto retornó el barril a la superficie y, unos instantes después, apareció el cuerpo del animal vuelto de espalda. El bote se acercó y se lo llevó a remolque hacia el Nautilus. ...
En la línea 122
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Ya estaba cerca del río, mas a pesar de que fui muy aprisa, no podía calentarme los pies. A ellos parecía haberse agarrado la humedad, como se había agarrado el hierro a la pierna del hombre a cuyo encuentro iba. Conocía perfectamente el camino que conducía a la Batería, porque estuve allí un domingo con Joe, y éste, sentado en un cañón antiguo, me dijo que cuando yo fuese su aprendiz y estuviera a sus órdenes, iríamos allí a cazar alondras. Sin embargo, y a causa de la confusión originada por la niebla, me hallé de pronto demasiado a la derecha y, por consiguiente, tuve que retroceder a lo largo de la orilla del río, pasando por encima de las piedras sueltas que había sobre el fango y por las estacas que contenían la marea. Avanzando por allí, tan de prisa como me fue posible, acababa de cruzar una zanja que, según sabía, estaba muy cerca de la Batería, y precisamente cuando subía por el montículo inmediato a la zanja vi a mi hombre sentado. Estaba vuelto de espaldas, con los brazos doblados, y cabeceaba a. causa del sueño. ...
En la línea 353
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Jamás oí a mi amigo leer otra palabra que la que acababa de pronunciar; en la iglesia, el domingo anterior, observé que sostenía el libro de rezos vuelto al revés, como si le prestase el mismo servicio que del derecho. Y deseando aprovechar la ocasión, a fin de averiguar si, para enseñar a Joe, tendría que empezar por el principio, le dije: ...
En la línea 414
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Me extraña - dijo Joe levantándose para echar leña al fuego - que a pesar de que ese reloj holandés está a punto de dar las ocho, ella no haya vuelto todavía. Espero que la yegua del tío Pumblechook no habrá resbalado sobre el hielo ni se habrá caído. ...
En la línea 1050
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Me parece — dijo Joe con gravedad — que el nombre de esta señorita no es Esthavisham, a no ser que se haya vuelto a bautizar. ...
En la línea 132
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¿Compadecerme? ¿Por qué me han de compadecer? ‑bramó de pronto Marmeladof, levantándose, abriendo los brazos con un gesto de exaltación, como si sólo esperase este momento‑. ¿Por qué me han de compadecer?, me preguntas. Tienes razón: no merezco que nadie me compadezca; lo que merezco es que me crucifiquen. ¡Sí, la cruz, no la compasión… ! ¡Crucifícame, juez! ¡Hazlo y, al crucificarme, ten piedad del crucificado! Yo mismo me encaminaré al suplicio, pues tengo sed de dolor y de lágrimas, no de alegría. ¿Crees acaso, comerciante, que la media botella me ha proporcionado algún placer? Sólo dolor, dolor y lágrimas he buscado en el fondo de este frasco… Sí, dolor y lágrimas… Y los he encontrado, y los he saboreado. Pero nosotros no podemos recibir la piedad sino de Aquel que ha sido piadoso con todos los hombres; de Aquel que todo lo comprende, del único, de nuestro único Juez. Él vendrá el día del Juicio y preguntará: «¿Dónde está esa joven que se ha sacrificado por una madrastra tísica y cruel y por unos niños que no son sus hermanos? ¿Dónde está esa joven que ha tenido piedad de su padre y no ha vuelto la cara con horror ante ese bebedor despreciable?» Y dirá a Sonia: «Ven. Yo te perdoné… , te perdoné… , y ahora te redimo de todos tus pecados, porque tú has amado mucho.» Sí, Él perdonará a mi Sonia, Él la perdonará, yo sé que Él la perdonará. Lo he sentido en mi corazón hace unas horas, cuando estaba en su casa… Todos seremos juzgados por Él, los buenos y los malos. Y nosotros oiremos también su verbo. Él nos dirá: «Acercaos, acercaos también vosotros, los bebedores; acercaos, débiles y desvergonzadas criaturas.» Y todos avanzaremos sin temor y nos detendremos ante Él. Y Él dirá: «¡Sois unos cerdos, lleváis el sello de la bestia y como bestias sois, pero venid conmigo también!» Entonces, los inteligentes y los austeros se volverán hacia Él y exclamarán: «Señor, ¿por qué recibes a éstos?» Y Él responderá: «Los recibo, ¡oh sabios!, los recibo, ¡oh personas sensatas!, porque ninguno de ellos se ha considerado jamás digno de este favor.» Y Él nos tenderá sus divinos brazos y nosotros nos arrojaremos en ellos, deshechos en lágrimas… , y lo comprenderemos todo, entonces lo comprenderemos todo… , y entonces todos comprenderán… También comprenderá Catalina Ivanovna… ¡Señor, venga a nos el reino! ...
En la línea 150
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¿Ya estás aquí? ‑exclamó, furiosa‑. ¿Ya has vuelto? ¿Dónde está el dinero? ¡Canalla, monstruo! ¿Qué te queda en los bolsillos? ¡Éste no es el traje! ¿Qué has hecho de él? ¿Dónde está el dinero? ¡Habla! ...
En la línea 313
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Ni él mismo comprendía sus actos. Rasumikhine era uno de sus antiguos compañeros de universidad. Hay que advertir que Raskolnikof, cuando estudiaba, vivía aparte de los demás alumnos, aislado, sin ir a casa de ninguno de ellos ni admitir sus visitas. Sus compañeros le habían vuelto pronto la espalda. No tomaba parte en las reuniones, en las polémicas ni en las diversiones de sus condiscípulos. Estudiaba con un ahínco, con un ardor que le había atraído la admiración de todos, pero ninguno le tenía afecto. Era pobre en extremo, orgulloso, altivo, y vivía encerrado en si mismo como si guardara un secreto. Algunos de sus compañeros juzgaban que los consideraba como niños a los que superaba en cultura y conocimientos y cuyas ideas e intereses eran muy inferiores a los suyos. ...
En la línea 570
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Su terror iba en aumento, sobre todo después de aquel segundo crimen que no había proyectado, y sólo pensaba en huir. Si en aquel momento hubiese sido capaz de ver las cosas más claramente, de advertir las dificultades, el horror y lo absurdo de su situación; si hubiese sido capaz de prever los obstáculos que tenía que salvar y los crímenes que aún habría podido cometer para salir de aquella casa y volver a la suya, acaso habría renunciado a la lucha y se habría entregado, pero no por cobardía, sino por el horror que le inspiraban sus crímenes. Esta sensación de horror aumentaba por momentos. Por nada del mundo habría vuelto al lado del arca, y ni siquiera a las dos habitaciones interiores. ...
En la línea 758
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Dejé a la abuela, medio atontada. Intentaba imaginar lo que iba a ser ahora de todas nuestras gentes y qué cariz tomarían las cosas. Veía claramente que ellos no habían vuelto aún en sí —el general sobre todo de la primera impresión. La aparición de la abuela en vez del telegrama esperado, de hora en hora, anunciando su muerte y, por consiguiente, la herencia —había trastornado hasta tal punto todos los proyectos, todas las decisiones tomadas, que ahora contemplaban con una verdadera perplejidad y un estupor general sus ulteriores proezas de ruleta. Sin embargo, este segundo hecho tenía casi más importancia que el primero. La abuela había declarado por dos veces que no daría dinero al general, pero ¿quién sabe?… No había que perder todavía la esperanza. Des Grieux, complicado en todos los asuntos del general, no daba por perdida la partida. Seguro estoy de que, aun en un caso desesperado, la señorita Blanche, igualmente muy interesada —tenía por qué ser generala y recoger una herencia importante—, hubiese empleado todas las seducciones de la coquetería con la abuela, en contraste con esa orgullosa Paulina, tontuela que no sabía mimar. ...
En la línea 983
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Poco antes de las once de la mañana, cuando aún la abuela estaba en su cuarto, el general y Des Grieux resolvieron intentar un último esfuerzo. Habiéndose enterado de que, lejos de marcharse, había vuelto al casino, fueron a verla para discutir definitivamente e incluso “francamente”. El general que temblaba y desfallecía ante la perspectiva de las funestas consecuencias que podían resultar para él, perdió los estribos; después de haber suplicado durante media hora y de haberlo confesado todo, es decir, sus deudas y hasta su pasión por la señorita Blanche —estaba completamente loco tomó de pronto un tono amenazador y comenzó a reñir a la abuela. Ella deshonraba su nombre, se convertía en la causa de un escándalo en toda la ciudad y, en fin… en fin… ...
En la línea 846
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Javert creyó que se había vuelto loco. Experimentó en aquel momento una después de otra y casi mezcladas, las emociones más fuertes que había sentido en su vida. Quedó mudo. ...
En la línea 915
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Una mañana, el señor Magdalena estaba en su escritorio adelantando algunos asuntos urgentes de la alcaldía, para el caso en que tuviera que hacer el viaje a Montfermeil, cuando le anunciaron que el inspector Javert deseaba hablarle. Al oír este nombre no pudo evitar cierta impresión desagradable. Desde lo ocurrido en la oficina de policía, Javert lo había rehuido más que nunca, y no se habían vuelto a ver. ...
En la línea 949
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Magdalena, que había vuelto a coger el legajo de papeles, dijo con perfecta indiferencia: ...
En la línea 972
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Magdalena había vuelto a su sillón y a sus papeles y los hojeaba tranquilamente, como un hombre muy ocupado. ...
En la línea 211
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Lo mismo que con Buck ocurría con sus compañeros. Eran esqueletos ambulantes. Eran siete en total, incluyéndolo a él. La acumulación de sufrimientos los había vuelto insensibles a los latigazos o los golpes del garrote. El dolor de los golpes era tan sordo y remoto como lo que veían sus ojos y percibían sus oídos. Estaban vivos a medias, o quizá menos. No eran más que bolsas de huesos en las que todavía alentaba un débil soplo vital. Cuando había una parada se dejaban caer medio muertos, y el soplo se atenuaba, se debilitaba y parecía extinguirse. Y cuando el látigo o el garrote les caía encima, el soplo se animaba y se levantaban tambaleantes para reanudar la marcha con paso inseguro. ...
En la línea 300
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Al haber ganado en cinco minutos mil seiscientos dólares para John Thornton, Buck hizo posible que su amo pagase deudas y emprendiese con sus socios el viaje hacia el este en busca de una fabulosa mina perdida cuya historia era tan antigua como la de la propia región. Eran muchos los que la habían buscado, pocos los que la habían encontrado y unos cuantos los que nunca habían vuelto. Aquella mina perdida estaba impregnada de tragedia y envuelta en un velo de misterio. Nadie sabía quién la había descubierto. Los más antiguos relatos no daban cuenta de ese momento. Desde el principio había habido allí una vieja cabaña destartalada. Individuos moribundos habían jurado solemnemente que la cabaña existía, lo mismo que la mina cuya ubicación señalaban, y habían confirmado su testimonio con pepitas de oro de una pureza desconocida en la región septentrional. ...
En la línea 328
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... A medida que fue avanzando el día y el sol se fue poniendo por el noroeste (había vuelto la oscuridad y las noches de otoño duraban seis horas), los machos jóvenes se sintieron cada vez menos dispuestos a volver sobre sus pasos en ayuda de su acosado jefe. El invierno inminente los empujaba hacia lugares más protegidos, y les parecía que nunca podrían dejar atrás a aquella criatura que los retrasaba. Además, no era la existencia de la manada ni la de los machos jóvenes, la amenazada. Se les reclamaba la vida de un único miembro del rebaño, en la cual tenían un interés mucho más remoto que en la propia, y en definitiva accedieron a pagar aquel peaje. ...
En la línea 307
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... No le he vuelto a ver más, pero seguramente no cabe negarle el derecho que tiene a pensar que mi mujer y yo éramos o unos malcriados llenos de humo, o unos farsantes, o unos mentecatos. ...
En la línea 670
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Señor Gonzalvo -respondió Artegui recatando el enojo bajo un tono glacial-, muy amigos nos habremos vuelto desde que no nos vemos. En Madrid… ...
En la línea 736
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Luego el muy papanatas, hizo lo que todos los gallos, lo que todos los gallos que están de mal humor… -siguió Perico riendo a su vez-. Si había de ponerse agradable, de decirle algo a la pobre chica… le soltó una filípica como para ella sola, para ella sola, porque no se había vuelto a Miranda de Ebro, de Ebro, a cuidarle la pata desencolada… También sólo a él se le ocurre desmayarse por una torcedura, y no telegrafiar a su mujer avisándola… Y le preguntó con un aire trágico, trágico: «¿dónde anda tu solícito acompañante?» Estaba el hombre celestial. ...
En la línea 916
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Era el Casino para Perico y Miranda, como para todos los ociosos de la colonia, casa y hogar durante la temporada termal. En conjunto el gran edificio se asemejaba a un concierto de voces que convidasen a la existencia rápida y fácil de nuestro siglo. El espacioso peristilo, la fachada principal con su vasta azotea, su jardinete reservado, donde vegetan en graciosas canastillas exóticas plantas, y sus ricos y caprichosos adornos renacientes de blanquísima sillería; las altas columnas de bruñido pórfido que el interior sustentan; las muelles butacas y los anchos divanes; los cupidillos traviesos (símbolo artístico de efímeros amores que suelen vivir el espacio de una quincena de aguas) que corren por la cornisa del gran salón de baile, o revolotean en el azul de los anchos recuadros del teatro; el oro prodigado en toques hábiles, como puntos de luz, o en luengos listones, como rayos de sol; las grandes ventanas de límpidos cristales, todo, en suma, ayudaba a la fantasía a representarse un templo ateniense, corregido y aumentado con los beneficios y goces de la civilización actual. Quien mirase el Casino por su fachada sur, podía ver desde luego el numen que allí recibía culto y sacrificios: la Ninfa de las aguas, inclinando la urna con graciosa actitud, mientras salen a sus pies de entre un cañaveral dos amorcillos, y uno de ellos, alzando una valva, recoge la sacra linfa que de la urna copiosamente fluye. Sacerdotes y flamines del templo de la Ninfa son los mozos del Casino, que a la menor señal, a un movimiento de labios, acuden tácitos y prontos con lo que se desea: cigarros, periódicos, papel, refrescos, hasta las aguas, que traen a escape, en un tanque vuelto boca abajo sobre un plato, a fin de que no pierdan su preciosa temperatura ni sus gases. ...
En la línea 1065
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -No ha vuelto desde entonces, y se ignora qué piensa hacer… Engracia no sabe de la misa a la media… Bien que él nunca dice nada a persona de este mundo de lo que proyecta, ni… Ahí se está Engracia sola, porque a los demás criados los despidió muy bien galardonados, al partir… Ella arregla lo poco… lo nada que hay que arreglar ahí… Abrir alguna vez las ventanas, para que la humedad no se divierta con los muebles… pasar un plumero… ...
En la línea 990
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Nadie hubiera podido decir lo que pensó el honorable gentleman, al saber que su criado no había vuelto a la fonda. Mister Fogg no hizo más que tomar su saco, avisar a mistress Aouida y enviar a buscar un palanquín. ...
En la línea 1002
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -No- respondió Aouida-. Desde ayer no ha vuelto a verse. ¿Se habrá embarcado sin nosotros a bordo del 'Camatic'? ...
En la línea 1030
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Entretanto, mister Fogg se había vuelto hacia Aouida, diciéndole: ...
En la línea 1344
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -¿No habéis vuelto a ver a ese coronel Proctor? ...

El Español es una gran familia
Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras v;b
Reglas relacionadas con los errores de v;b
Las Reglas Ortográficas de la V
Regla 1 de la V Se escriben con v el presente de indicativo, subjuntivo e imperativo del verbo ir, así como el pretérito perfecto simple y el pretérito imperfecto de subjuntivo de los verbos tener, estar, andar y sus derivados. Por ejemplo: estuviera o estuviese.
Regla 2 de la V Se escriben con v los adjetivos que terminan en -ava, -ave, -avo, -eva, -eve, -evo, -iva, -ivo.
Por ejemplo: octava, grave, bravo, nueva, leve, longevo, cautiva, primitivo.
Regla 3 de la V Detrás de d y de b también se escribe v. Por ejemplo: advertencia, subvención.
Regla 4 de la V Las palabras que empiezan por di- se escriben con v.
Por ejemplo: divertir, división.
Excepciones: dibujo y sus derivados.
Regla 5 de la V Detrás de n se escribe v. Por ejemplo: enviar, invento.
Las Reglas Ortográficas de la B
Regla 1 de la B
Detrás de m se escribe siempre b.
Por ejemplo:
sombrío
temblando
asombroso.
Regla 2 de la B
Se escriben con b las palabras que empiezan con las sílabas bu-, bur- y bus-.
Por ejemplo: bujía, burbuja, busqué.
Regla 3 de la B
Se escribe b a continuación de la sílaba al- de inicio de palabra.
Por ejemplo: albanés, albergar.
Excepciones: Álvaro, alvéolo.
Regla 4 de la B
Las palabras que terminan en -bundo o -bunda y -bilidad se escriben con b.
Por ejemplo: vagabundo, nauseabundo, amabilidad, sociabilidad.
Excepciones: movilidad y civilidad.
Regla 5 de la B
Se escriben con b las terminaciones del pretérito imperfecto de indicativo de los verbos de la primera conjugación y también el pretérito imperfecto de indicativo del verbo ir.
Ejemplos: desplazaban, iba, faltaba, estaba, llegaba, miraba, observaban, levantaba, etc.
Regla 6 de la B
Se escriben con b, en todos sus tiempos, los verbos deber, beber, caber, haber y saber.
Regla 7 de la B
Se escribe con b los verbos acabados en -buir y en -bir. Por ejemplo: contribuir, imbuir, subir, recibir, etc.
Excepciones: hervir, servir y vivir, y sus derivados.

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