Cual es errónea Verja o Verrja?
La palabra correcta es Verja. Sin Embargo Verrja se trata de un error ortográfico.
La falta ortográfica detectada en la palabra verrja es que se ha eliminado o se ha añadido la letra r a la palabra verja
Errores Ortográficos típicos con la palabra Verja
Cómo se escribe verja o verrja?
Cómo se escribe verja o berja?
Cómo se escribe verja o verga?
Algunas Frases de libros en las que aparece verja
La palabra verja puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 676
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Terminó el alguacil de arreglar el tribunal, y plantóse a la entrada de la verja, esperando a los jueces. ...
En la línea 688
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Sentáronse los siete jueces en el viejo sofá; corrió de todos los lados de la plaza la gente huertana para aglomerarse en torno de la verja, estrujando sus cuerpos sudorosos, que olían a paja y lana burda, y el alguacil se colocó, rígido y majestuoso, junto al mástil, rematado por un gancho de bronce, símbolo de la acuática justicia. ...
En la línea 701
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y el público, no queriendo perder palabra, hombres, mujeres y chicos, estrujábanse contra la verja, retrocediendo algunas veces con violentos movimientos de espaldas para librarse de la asfixia. ...
En la línea 702
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Iban compareciendo los querellantes al otro lado de la verja, ante aquel sofá, tan venerable como el tribunal. ...
En la línea 10614
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... A la hora indicada, lord de Winter y los cuatro amigos se dirigieron al convento; las campanas tocaban a duelo, la capilla estaba a bierta, la verja del coro estaba cerrada. ...
En la línea 5198
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Llamaron mis conductores, y un rostro feroz se dejó ver a través de la verja; hubo un cambio de palabras, y a los pocos momentos me encontré dentro de la cárcel de Madrid, en una especie de corredor abierto a considerable altura sobre un patio, de donde subía fuerte rumor de voces y, en ocasiones, gritos y clamores salvajes. ...
En la línea 5224
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Seguí al _alcaide_ hasta el final del corredor, donde había una verja muy espesa, y a cada lado de ella estaba sentado un llavero, tipos de horrenda catadura. ...
En la línea 5225
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Se abrió la verja, y, volviendo a la derecha, seguimos por otro corredor, donde había mucha gente paseándose: presos políticos, según supe más tarde. ...
En la línea 550
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Del lado de la verja quedaron los lugareños. ...
En la línea 4490
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¿Qué haría si el corazón no le engañaba? Lo de siempre en tales casos; ¡jugar el todo por el todo! Pedirla de rodillas sobre el lodo, que abriera; y si se negaba, saltar la verja, aunque era poco menos que imposible; pero, sí, la saltaría. ...
En la línea 4492
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Llegó a la verja; él vio a la Regenta primero que ella a él. ...
En la línea 4500
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —¡Ahora, ahora! —gritó Mesía con el único valor grande que tenía —; y ya a diez pasos de la verja volvió atrás furioso, gritando: —¡Ana! ¡Ana! Le contestó el silencio. ...
En la línea 1678
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Sonaba con frecuencia la campana de la verja de su jardincito. Todas las gentes que había tratado en comidas y bailes cuando estaba en buenas relaciones con el embajador Bustamante venían a dejar su tarjeta y preguntar por su salud. Su duelo era en aquellos momentos tema de conversación en hoteles y legaciones. ...
En la línea 27
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Todo en su mente abrió paso al instante a un deseo, el de acercarse al príncipe y echarle una mirada larga y devoradora. Antes de darse cuenta ya estaba con la cara pegada a las barras de la verja. Al momento, uno de los soldados lo arrancó violentamente de allí y lo mandó dando vueltas contra la muchedumbre de campesinos boquiabiertos y de londinenses ociosas. El soldado dijo: ...
En la línea 29
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... La multitud, se burló y rompió en carcajadas; mas el joven príncipe saltó hacia la verja, con el rostro encendido, sus ojos fulgurando de indignación, y exclamó: ...
En la línea 87
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... En un instante agarró y guardó un objeto de importancia nacional que estaba sobre la mesa, y atravesó la puerta, volando por los jardines del palacio, con sus andrajos tremolando, con el rostro encendido y los ojos fulgurantes: Tan pronto llegó a la verja, asió los barrotes e intentó sacudirlos gritando: ...
En la línea 305
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Sintióse dentro floreo de trompetas, y el tío del príncipe, el futuro gran duque de Somerset, salió de la verja, ataviado con un jubón de brocado negro y una capa de raso carmesí con flores de oro, y ribeteada con redecillas de plata. Volvióse, se quitó la gorra adornada con plumas, inclinó su cuerpo en profunda reverencia y empezo a retroceder de espaldas, saludando a cada escalón. Siguió prolongado son de trompetas y la proclamación: '¡Paso al alto y poderoso señor Eduardo Príncipe de Gales!' En lo alto de los muros de palacio prorrumpió en estrépito atronador una larga hilera de rojas lenguas de fuego; la gente apiñada en el río estalló en potente rugido de bienvenida, y Tom Canty, causa y héroe de todo aquello, apareció a la vista, e inclinó levemente su principesca cabeza: ...
En la línea 760
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Tenía el chalet los dos pisos de rigor; el entresuelo repartido en comedor, cocina, salita y un angosto recibimiento; el principal dedicado a dormitorios y cuartos de aseo. A la altura del principal corría una balconada, calada como finísimo encaje, que se repetía en el entresuelo, cubierta casi por las enredaderas. Delgada verja de hierro aislaba el chalet por la parte que daba a la vía pública, avenida plantada de árboles; por donde confinaba con otras casas y jardines, hacían el mismo oficio unas breves tapias. A la entrada de la verja, sobre sendas columnas de mármol gris, dos niños de bronce alzaban sus bracitos gordezuelos para sostener una bomba de cristal mate, que protegía un mechero de gas. Comprendíase a primera vista que el chalet, con sus delgadas paredes de madera, mal defendería a sus habitantes del frío del invierno y los calores del verano; pero en la estación de otoño, templada y benigna, aquella caprichosa construcción, orlada de franjas de menuda crestería, trabajada como un juguete de sobremesa, engalanada de fresca guirnalda de rosales, era el albergue más coquetón y donoso que puede imaginar la mente, el nido más adecuado para una pareja de enamoradas tórtolas. Yo siento tener que dar a tan lindos edificios, que en Vichy abundan, el nombre extranjerizo de chalet; pero ¿qué hacer si en castellano no hay vocablo correspondiente? Lo que aquí denominamos choza, cabaña o casa rústica, no significa en modo alguno lo que todo el mundo entiende por chalet, que es una concepción arquitectónica peculiar a los valles helvéticos, donde el arte, inspirándose en la Naturaleza, reprodujo las formas de los alerces y pinabetes, y los delicados arabescos del hielo y la escarcha, bien como los egipcios tomaron de la flor del loto los capiteles de sus pilones, En Vichy los chalets se construyen con el exclusivo objeto de alquilarlos amueblados a los extranjeros. La conserje del chalet se encarga del gobierno de casa, de la compra y aun de guisar: el conserje atiende a la limpieza, corta las ramas del jardinete, guía las enredaderas, barre las calles enarenadas, sirve a la mesa y abre la puerta. Instaláronse, pues, los Miranda y los Gonzalvo si más cuidado que el de entregar al conserje sus abrigos de viaje y sentarse en sus respectivos puestos en el comedor. ...
En la línea 764
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... La única persona que se consagró a que Pilar observase el régimen saludable, fue, pues, Lucía. Hízolo movida de la necesidad de abnegación que experimentan las naturalezas ricas y jóvenes, a quienes su propia actividad tortura y han menester encaminarla a algún fin, y del instinto que impulsa a dar de comer al animal a quien todos descuidan, o a coger de la mano al niño abandonado en la calle. Al alcance de Lucía sólo estaba Pilar, y en Pilar puso sus afectos. Perico Gonzalvo no simpatizaba con Lucía, encontrándola muy provinciana y muy poco mujer en cuanto a las artes de agradar. Miranda, ya un tanto rejuvenecido por los favorables efectos de la primer semana de aguas, se iba con Perico al Casino, al Parque, enderezando la espina dorsal y retorciéndose otra vez los bigotes. Quedaban pues frente a frente las dos mujeres. Lucía se sujetaba en todo al método de la enferma. A las seis dejaba pasito el lecho conyugal y se iba a despertar a la anémica, a fin de que el prolongado sueño no le causase peligrosos sudores. Sacabala presto al balcón del piso bajo, a respirar el aire puro de la mañanita, y gozaban ambas del amanecer campesino, que parecía sacudir a Vichy, estremeciéndole con una especie de anhelo madrugador. Comenzaba muy temprano la vida cotidiana en la villa termal, porque los habitantes, hosteleros de oficio casi todos durante la estación de aguas, tenían que ir a la compra y apercibirse a dar el almuerzo a sus huéspedes cuando éstos volviesen de beber el primer vaso. Por lo regular, aparecía el alba un tanto envuelta en crespones grises, y las copas de los grandes árboles susurraban al cruzarlas el airecillo retozón. Pasaba algún obrero, larga la barba, mal lavado y huraño el semblante, renqueando, soñoliento, el espinazo arqueado aún por la curvatura del sueño de plomo a que se entregaran la víspera sus miembros exhaustos. Las criadas de servir, con el cesto al brazo, ancho mandil de tela gris o azul, pelo bien alisado -como de mujer que sólo dispone en el día de diez minutos para el tocador y los aprovecha-, iban con paso ligero, temerosas de que se les hiciese tarde. Los quintos salían de un cuartel próximo, derechos, muy abotonados de uniforme, las orejas coloradas con tanto frotárselas en las abluciones matinales, el cogote afeitado al rape, las manos en los bolsillos del pantalón, silbando alguna tonada. Una vejezuela, con su gorra muy blanca y limpia, remangado el traje, barría con esmero las hojas secas esparcidas por la acera de asfalto; seguíala un faldero que olfateaba como desorientado cada montón de hojas reunido por la escoba diligente. Carros se velan muchísimos y de todas formas y dimensiones, y entreteníase Lucía en observarlos y compararlos. Algunos, montados en dos enormes ruedas, iban tirados por un asnillo de impacientes orejas, y guiados por mujeres de rostro duro y curtido, que llevaban el clásico sombrero borbonés, especie de esportilla de paja con dos cintas de terciopelo negro cruzadas por la copa: eran carros de lechera: en la zaga, una fila de cántaros de hojalata encerraba la mercancía. Las carretas de transportar tierra y cal eran más bastas y las movía un forzudo percherón, cuyos jaeces adornaban flecos de lana roja. Al ir de vacío rodaban con cierta dejadez, y al volver cargados, el conductor manejaba la fusta, el caballo trotaba animosamente y repiqueteaban las campanillas de la frontalera. Si hacía sol, Lucía y Pilar bajaban al jardinete y pegaban el rostro a los hierros de la verja; pero en las mañanas lluviosas quedábanse en el balcón, protegidas por los voladizos del chalet, y escuchando el rumor de las gotas de lluvia, cayendo aprisa, aprisa, con menudo ruido de bombardeo, sobre las hojas de los plátanos, que crujían como la seda al arrugarse. ...
En la línea 845
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Cuando llegaron ante la verja del chalet, cuyos mecheros de gas brillaban ya entre la sombra de los árboles, Miranda dijo para sí: ...
En la línea 1017
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... A este postrer metrallazo, Lucía dio a correr, cruzó la verja, subió la escalera no menos de prisa que la había bajado, y se encerró en su cuarto, soltando la rienda al dolor. De lo que pensó en aquella larga noche, que pasó tendida en un sofá, dará idea la siguiente carta, no destinada seguramente por su autora a la publicidad, ni menos al aplauso de las generaciones venideras: ...

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Las Reglas Ortográficas de la R y la RR
Entre vocales, se escribe r cuando su sonido es suave, y rr, cuando es fuerte aunque sea una palabra derivada o compuesta que en su forma simple lleve r inicial. Por ejemplo: ligeras, horrores, antirreglamentario.
En castellano no es posible usar más de dos r
Mira que burrada ortográfica hemos encontrado con la letra r

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Más información sobre la palabra Verja en internet
Verja en la RAE.
Verja en Word Reference.
Verja en la wikipedia.
Sinonimos de Verja.
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