Cual es errónea Tuviese o Tubiese?
La palabra correcta es Tuviese. Sin Embargo Tubiese se trata de un error ortográfico.
El Error ortográfico detectado en el termino tubiese es que hay un Intercambio de las letras v;b con respecto la palabra correcta la palabra tuviese
Errores Ortográficos típicos con la palabra Tuviese
Cómo se escribe tuviese o tuvieze?
Cómo se escribe tuviese o tubiese?

la Ortografía es divertida
Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras v;b
Reglas relacionadas con los errores de v;b
Las Reglas Ortográficas de la V
Regla 1 de la V Se escriben con v el presente de indicativo, subjuntivo e imperativo del verbo ir, así como el pretérito perfecto simple y el pretérito imperfecto de subjuntivo de los verbos tener, estar, andar y sus derivados. Por ejemplo: estuviera o estuviese.
Regla 2 de la V Se escriben con v los adjetivos que terminan en -ava, -ave, -avo, -eva, -eve, -evo, -iva, -ivo.
Por ejemplo: octava, grave, bravo, nueva, leve, longevo, cautiva, primitivo.
Regla 3 de la V Detrás de d y de b también se escribe v. Por ejemplo: advertencia, subvención.
Regla 4 de la V Las palabras que empiezan por di- se escriben con v.
Por ejemplo: divertir, división.
Excepciones: dibujo y sus derivados.
Regla 5 de la V Detrás de n se escribe v. Por ejemplo: enviar, invento.
Las Reglas Ortográficas de la B
Regla 1 de la B
Detrás de m se escribe siempre b.
Por ejemplo:
sombrío
temblando
asombroso.
Regla 2 de la B
Se escriben con b las palabras que empiezan con las sílabas bu-, bur- y bus-.
Por ejemplo: bujía, burbuja, busqué.
Regla 3 de la B
Se escribe b a continuación de la sílaba al- de inicio de palabra.
Por ejemplo: albanés, albergar.
Excepciones: Álvaro, alvéolo.
Regla 4 de la B
Las palabras que terminan en -bundo o -bunda y -bilidad se escriben con b.
Por ejemplo: vagabundo, nauseabundo, amabilidad, sociabilidad.
Excepciones: movilidad y civilidad.
Regla 5 de la B
Se escriben con b las terminaciones del pretérito imperfecto de indicativo de los verbos de la primera conjugación y también el pretérito imperfecto de indicativo del verbo ir.
Ejemplos: desplazaban, iba, faltaba, estaba, llegaba, miraba, observaban, levantaba, etc.
Regla 6 de la B
Se escriben con b, en todos sus tiempos, los verbos deber, beber, caber, haber y saber.
Regla 7 de la B
Se escribe con b los verbos acabados en -buir y en -bir. Por ejemplo: contribuir, imbuir, subir, recibir, etc.
Excepciones: hervir, servir y vivir, y sus derivados.

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece tuviese
La palabra tuviese puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 249
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Gozaba en toda la huerta una fama detestable, pues rara era la partida de ella donde no tuviese tierras. ...
En la línea 252
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Los perros ladraban al verle de lejos, como si se aproximase la muerte, los niños le miraban enfurruñados; los hombres se escondían para evitar penosas excusas, y las mujeres salían a la puerta de la barraca con la vista en el suelo y la mentira a punto para rogar a don Salvador que tuviese paciencia, contestando con lágrimas a sus bufidos y amenazas. ...
En la línea 403
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Allí había ido él muchas veces por sus asuntos, y allá iba ahora, a ver si el demonio era tan bueno que le hacía tropezar con el amo, el cual raro era el día que no inspeccionaba, con su mirada de avaro, los hermosos árboles uno por uno, como si tuviese contadas las naranjas. ...
En la línea 947
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... No quería que su padre tuviese que salir por las noches al camino para acompañarla. ...
En la línea 278
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --No parece sino que ustés no se han visto nunca. Hablarse sin miedo, que ya sé yo que tú buscas ser algo más que mi ahijado... ¡Lástima que andes en esa vida! Y le aconsejaba que ahorrase, ya que la suerte se le presentaba de frente. Debía guardar sus ganancias, y cuando tuviese un capitalito, ya hablarían de lo otro, de aquello que no se nombraba nunca, pero que sabían los tres. ¡Ahorrar!... Rafael sonreía ante este consejo. Tenía en el porvenir la confianza de todos los hombres de acción seguros de su energía; la generosidad derrochadora de los que conquistan el dinero desafiando a las leyes y a los hombres; la largueza desenfadada de los bandidos románticos, de los antiguos negreros, de los contrabandistas; de todos los pródigos de su vida que, acostumbrados a afrontar el peligro, consideran sin valor lo que ganan sorteando a la muerte. En los ventorrillos de la campiña, en las chozas de carboneros de la sierra, en todas partes donde se juntaban hombres para beber, él lo pagaba todo con largueza. En las tabernas de Jerez organizaba _juergas_ de estruendo, abrumando con su generosidad a los señoritos. Vivía como los lasquenetes mercenarios condenados a la muerte, que, en unas cuantas noches de orgía pantagruélica, devoraban el precio de su sangre. Tenía sed de vivir, de gozar, y cuando en medio de su existencia azarosa le acometía la duda de lo futuro, veía, cerrando los ojos, la graciosa sonrisa de María de la Luz, escuchaba su voz, que siempre le decía lo mismo cuando él se presentaba en la viña. ...
En la línea 321
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Este pariente, que renovaba los escándalos del de San Dionisio, agravados, según doña Elvira, por su origen plebeyo, era una calamidad en una casa que siempre había infundido respeto por su nobleza y santas costumbres. Para mayor desgracia estaban las niñas del marqués, Lola y Mercedes. ¡Las veces que su tía se sofocó de indignación, sorprendiéndolas por la noche en una reja baja de su hotel, hablando con los novios, que se renovaban casi semanalmente! Tan pronto eran tenientes de la remonta, como señoritos del _Caballista_, o ingleses jóvenes, empleados en los escritorios, que se entusiasmaban _pelando la pava_ al estilo del país y hacían reír a las niñas con su andaluz chapurreado británicamente. No había muchacho en Jerez que no tuviese su rato de conversación con las desenvueltas _marquesitas_. Ellas hacían frente a todos: bastaba pararse ante sus rejas para entablar diálogo, y los que pasaban sin detenerse eran perseguidos por las risas y los siseos irónicos que sonaban a sus espaldas. La viuda de Dupont no podía dominar a sus sobrinas, y éstas, por su parte, así como iban creciendo, mostrábanse más insolentes con la devota señora. Era en vano que su primo las prohibiese salir a las rejas. Burlábanse de él y su madre, añadiendo que ellas no habían nacido para monjas. Escuchaban con gesto hipócrita las pláticas del confesor de doña Elvira recomendándolas la sumisión, y hacían uso de toda clase de astucias para comunicarse con los galanes de a pie y de a caballo que rondaban la calle. ...
En la línea 388
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El mocetón contestaba sin vacilar; como si de antemano tuviese bien determinados todos sus deseos. ...
En la línea 559
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y depositando en tierra el puchero, sentose con toda su familia en torno de él. Era una comida extraordinaria. El tufillo de los garbanzos despertaba cierta emoción en la gañanía, haciendo converger muchas miradas de envidia en el grupo de los gitanos. _Zarandilla_ interpelaba a la vieja burlonamente. Había caído trabajo extraordinario ¿eh?... De seguro que el día anterior, al ir a Jerez, había ganado algunas pesetillas diciendo la buenaventura o proporcionando polvos mágicos a las chavalas que se quejaban del desvío de sus amantes. ¡Ah, vieja bruja! Parecía imposible que tuviese tanto _pesquis_ con una cara tan fea... ...
En la línea 4831
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... D'Artagnan, de quien conocemos el espíritu investigador y pene trante, por interés que tuviese en satisfacer su curiosidad sobre el te ma, no había podido aún asignar ninguna causa a aquel marasmo, ni anotar las ocasiones. ...
En la línea 1814
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Nadie pensaba allí en Dios ni en Cristo; todos los pensamientos se concentraban en el cura, que en tal momento parecía el más importante de todos los seres vivos, con poder suficiente para abrir y cerrar las puertas del cielo o del infierno, según lo tuviese a bien; pasmoso ejemplo del sistema papista imperante, cuyo principal designio fué siempre mantener el ánimo del pueblo todo lo apartado de Dios que podía, y en concentrar en el clero sus esperanzas y temores. ...
En la línea 3462
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... ¡A él si que le sangraría yo si tuviese aquí el cuchillo! Por la noche volvimos a sangrar el caballo, y con esta segunda sangría se salvó. ...
En la línea 3640
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Después le propuse que me admitiera en su casa y me tuviese con él hasta que se presentase ocasión de desenterrar juntos el tesoro. ...
En la línea 3788
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Lo hago con absoluto desinterés; pero si alguna vez, andando el tiempo, tuviese usted ocasión de hablar en letras de molde del _señor_ García, notario de Pontevedra—ya usted me entiende—, deseo que no deje de hacerlo.» —Así lo haré—contesté yo. ...
En la línea 171
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... A esto dijo el ventero que se engañaba; que, puesto caso que en las historias no se escribía, por haberles parecido a los autores dellas que no era menester escrebir una cosa tan clara y tan necesaria de traerse como eran dineros y camisas limpias, no por eso se había de creer que no los trujeron; y así, tuviese por cierto y averiguado que todos los caballeros andantes, de que tantos libros están llenos y atestados, llevaban bien herradas las bolsas, por lo que pudiese sucederles; y que asimismo llevaban camisas y una arqueta pequeña llena de ungüentos para curar las heridas que recebían, porque no todas veces en los campos y desiertos donde se combatían y salían heridos había quien los curase, si ya no era que tenían algún sabio encantador por amigo, que luego los socorría, trayendo por el aire, en alguna nube, alguna doncella o enano con alguna redoma de agua de tal virtud que, en gustando alguna gota della, luego al punto quedaban sanos de sus llagas y heridas, como si mal alguno hubiesen tenido. ...
En la línea 406
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... A lo cual le respondió don Quijote: -Has de saber, amigo Sancho Panza, que fue costumbre muy usada de los caballeros andantes antiguos hacer gobernadores a sus escuderos de las ínsulas o reinos que ganaban, y yo tengo determinado de que por mí no falte tan agradecida usanza; antes, pienso aventajarme en ella: porque ellos algunas veces, y quizá las más, esperaban a que sus escuderos fuesen viejos; y, ya después de hartos de servir y de llevar malos días y peores noches, les daban algún título de conde, o, por lo mucho, de marqués, de algún valle o provincia de poco más a menos; pero, si tú vives y yo vivo, bien podría ser que antes de seis días ganase yo tal reino que tuviese otros a él adherentes, que viniesen de molde para coronarte por rey de uno dellos. ...
En la línea 566
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -¡Gran merced! -dijo Sancho-; pero sé decir a vuestra merced que, como yo tuviese bien de comer, tan bien y mejor me lo comería en pie y a mis solas como sentado a par de un emperador. ...
En la línea 618
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Hizo Sancho lo que se le mandaba; y, viendo uno de los cabreros la herida, le dijo que no tuviese pena, que él pondría remedio con que fácilmente se sanase. ...
En la línea 1495
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... s montañas altas que tienen restos de nieve se destacan muy bien unas de otras; una capa inmensa de aluvión estratificado llena los valles. tuviese que indicar los caracteres que más me han chocado en los Andes y no he encontrado en las otras cadenas de montañas que he recorrido citaría: las fajas llanas (terrazas) que forman a veces cintas estrechas a cada lado de los valles; los colores brillantes, en particular rojo y púrpura de las rocas de pórfido enteramente peladas y que se elevan verticales; los grandes diques continuos que parecen muros; las capas muy distintas que cuando están derechas y casi verticales forman las puntas centrales tan abruptas y pintorescas, pero que si se hallan inclinadas en pendientes más suaves componen los macizos montañosos del exterior de la cadena; y, por último, las pilas cónicas de detritus brillantemente coloreados que en pendiente rápida se elevan desde la base de las montañas hasta una altura de más de 2.000 pies. ...
En la línea 3093
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Ha concluido nuestro viaje; sólo me queda echar una rápida ojeada sobre las ventajas y desventajas, los trabajos y las satisfacciones de nuestra navegación alrededor del mundo. se me preguntase mi opinión antes de emprender un viaje largo, dependería por completo mi respuesta de las aficiones que el viajero tuviese por tal o cual ciencia y de las ventajas que pudiese obtener bajo el punto de vista de sus estudios. indudable que se experimenta viva satisfacción, contemplando países tan diversos, pasando, digámoslo así, revista á las diferentes razas humanas; pero esa satisfacción no compensa ni con mucho las penalidades. necesita, por consiguiente, que haya un objeto, ya sea un estudio por completar, una verdad que descubrir, y que el objeto, en fin, tenga interés bastante para sosteneros y alentaros. ...
En la línea 2070
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... A mí no me gustaría que mi mujer tuviese más talento que yo. ...
En la línea 2143
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Se creía superior a los que la rodeaban, y pensaba que debía de haber en otra parte una sociedad que viviese como ella quisiera vivir y que tuviese sus mismas ideas. ...
En la línea 5202
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Contestaba a los saludos como si tuviese el alma puesta en ellos, doblando la cintura y destocándose como si pasara un rey; y a veces ni veía al que saludaba. ...
En la línea 7781
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —¡Sus pecados! —dijo a media voz el Provisor, con los ojos clavados en la llama del quinqué —¡si yo tuviese que confesarle los míos!. ...
En la línea 375
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... hacer rey a uno de su familia que ciñese espada y tuviese afición a las cosas de la guerra. Calixto Tercero se esforzó por dar una corona a Pedro Luis. Alejandro Sexto trabajó no menos por convertir en príncipe soberano, primeramente, a su primogénito, el duque de Gandía; luego, a César Borgia. Los papas necesitaban apoyarse siempre en algún rey capaz de defenderlos, el cual les hacía pagar muy cara su protección. Los Borgias pontífices consideraron más seguro y fácil crear esta monarquía guerrera y protectora de la Iglesia dentro de su misma familia. ...
En la línea 823
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Sólo había producido hasta entonces dicha familia pequeños señores pobres, y a partir del amancebamiento de Julia con el futuro Papa, se encumbró de un modo rápido. Alejandro VI hizo cardenal a Alejandro Farnesio, hermano mayor de su tierna amante. El pueblo romano, al conocer tal nombramiento, dio al nuevo príncipe de la Iglesia, el apodo de cardenal de la gonnella (cardenal de la falda o cardenal faldero). Aludía con esto a las faldas de la bella Julia y a los libertinajes de dicho Farnesio, más escandalosos y violentos que los de los Borgias. Este cardenal faldero no perdía el tiempo en cortejos ni atraía a las mujeres como el imán, según decían, de Rodrigo de Borja en su juventud. Robaba simplemente a mano armada todas las que habían excitado sus deseos, aunque para ello tuviese que derramar sangre. Años después, el hermano de la bella Julia llegó a ser Papa con el nombre de Paulo III, y la última de los Farnesio, la reina del mismo apellido, moría en 1758 ocupando el trono de España. ...
En la línea 826
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Lo increíble—dijo Claudio—fue que aún tuviese de ella un segundo hijo, Juan de Borja, en mil cuatrocientos noventa y ocho, cuando ya contaba sesenta y siete años de edad y cinco de Pontificado. ...
En la línea 1335
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... De que el Papa tuviese hijos ilegítimos no hablaban una palabra los embajadores, pues el Rey Católico poseía cuatro bastardos reconocidos y muchos más cuya paternidad no había querido aceptar. En aquel tiempo pocos podían jactarse de su moral doméstica y de la legitimidad de toda su prole. Monarcas, papas y prelados eran igualmente padres, al margen de las convenciones sociales y de las leyes eclesiásticas. ...
En la línea 664
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Gillespie, poniéndose la rodaja de cristal sobre uno de sus ojos, empezó a leer. Los atletas sostenían abierto el libro con visible esfuerzo, pues resultaba este trabajo una empresa digna de su vigor. Mientras tanto, Flimnap iba pasando las hojas y daba explicaciones para que su amigo no tuviese la menor duda sobre el texto. ...
En la línea 1586
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Con acento de rencor, como si el gigante tuviese la culpa de la herida recibida por su amada, Ra-Ra fue explicándole todo lo ocurrido desde que salió de la cárcel. Al caer en el fondo del bolsillo oyó gemidos dolorosos, viendo a continuación como la dulce Popito chorreaba sangre. Una de las muchas flechas dirigidas contra el Hombre-Montaña, al clavarse en el paño de la chaqueta, la había alcanzado con su punta. Ra-Ra trepó inmediatamente a la abertura para advertir al gigante; pero este, en vez de escucharle, lo golpeó con uno de sus dedos, haciéndole caer de nuevo sobre el cuerpo de la joven herida. Asi habían permanecido los dos mucho tiempo, sufriendo el más horrible de los suplicios encerrados en aquella bolsa agitada continuamente por los movimientos que hizo el coloso para defenderse de la máquina voladora, para desamarrar la barca, para inundar la artilleria de los pigmeos y para batirse al fin con los dos buques enemigos. ...
En la línea 594
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Algo le habría gustado a D. Baldomero que el Delfín diera a conocer sus eximios talentos en la política. ¡Oh!, si él se lanzara, seguramente descollaría. Pero Barbarita le desanimaba. «¡La política, la política! ¿Pues no estamos viendo lo que es? Una comedia. Todo se vuelve habladurías y no hacer nada de provecho… ». Lo que hacía cavilar algo a D. Baldomero II era que su hijo no tuviese la firmeza de ideas que él tenía, pues él pensaba el 73 lo mismo que había pensado el 45; es decir, que debe haber mucha libertad y mucho palo, que la libertad hace muy buenas migas con la religión, y que conviene perseguir y escarmentar a todos los que van a la política a hacer chanchullos. ...
En la línea 605
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Es que tú exiges demasiado» dijo el marido, deplorando que su mujer no le tuviese por el más perfecto de los seres creados. ...
En la línea 932
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Don José no le contestó. Estaba doblado por la cintura, porque el digerir las dos enormes chuletas que se había atizado, no se presentaba como un problema de fácil solución. Izquierdo no reparó que a su amigo le temblaba horriblemente el párpado, y que las carúnculas del cuello y los berrugones de la cara, inyectados y turgentes, parecían próximos a reventar. Tampoco se fijó en la inquietud de D. José, que se movía en el asiento como si este tuviese espinas; y volviendo a lamentarse de su destino, se dejó decir: «Porque no hacen solutamente estimación de los verídicos hombres del mérito. Tanto mequetrefe colocao, y a nosotros, tocayo, a estos dos hombres de calidá nadie les ensalza. A cuenta de ellos se lo pierden; porque usted, ¡hostia!, sería un lince para la Destrución pública, y yo… yo». ...
En la línea 1517
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Jacinta y su marido le rogaron al retirarse que le tuviese un día más. Ya decidirían. ...
En la línea 1100
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Porque una vez que me pidió una novela para matar el tiempo, recuerdo que me dijo que tuviese mucho diálogo y muy cortado. ...
En la línea 1757
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Claro, si lo tenemos. Y si no, ¿por qué no el perro?, ¿por qué no el perro, del que se ha dicho con tanta justicia que sería el mejor amigo del hombre si tuviese dinero… ? ...
En la línea 1758
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –No, si tuviese dinero el perro no sería amigo del hombre, estoy segura de ello. Porque no lo tiene es su amigo. ...
En la línea 481
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Aunque me llamaba muchacho con tanta frecuencia y con tono que estaba muy lejos de resultar lisonjero, ella era casi de mi misma edad, si bien parecía tener más años a causa del sexo a que pertenecía, de que era hermosa y de que se movía y hablaba con mucho aplomo. Por eso me demostraba tanto desdén como si tuviese ya veintiún años y fuese una reina. ...
En la línea 558
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Tras el extremo más lejano de la fábrica de cerveza había un lozano jardín con una cerca muy vieja, no tan alta que yo no pudiera asomarme a ella para mirar al otro lado. Me asomé y vi que el lozano jardín pertenecía a la casa y que en él abundaban los hierbajos, por entre los cuales aparecía un sendero, como si alguien tuviese costumbre de pasear por allí. También vi que Estella se alejaba de mí en aquel momento; pero la joven parecía estar en todas partes, porque cuando me dejé vencer por la tentación ofrecida por los barriles y empecé a andar por encima de ellos, también la vi haciendo lo mismo en el extremo opuesto del patio lleno de cascotes. En aquel momento me volvía la espalda y sostenía su bonito cabello castaño extendido, con las dos manos, sin mirar alrededor; de este modo desapareció de mi vista. Así, pues, en la misma fábrica de cerveza con lo cual quiero indicar el edificio grande, alto y enlosado, en el que, en otro tiempo, hicieron la cerveza y donde había aún los utensilios apropiados para el caso , cuando yo entré por vez primera, algo deprimido por su tétrico aspecto y me quedé cerca de la puerta, mirando alrededor de mí, la vi pasar por entre los hornos apagados, subir por una ligera escalera de hierro y salir a una alta galería exterior, cual si se dirigiera hacia el cielo. ...
En la línea 946
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... En casa del tío Pumblechook, mi hermana se separó de nosotros. Como entonces eran casi las doce de la mañana, Joe y yo nos encaminamos directamente a casa de la señorita Havisham. Estella abrió la puerta como de costumbre, y, en el momento en que la vió, Joe se quitó el sombrero y pareció sopesarlo con ambas manos, como si tuviese alguna razón urgente para apreciar con exactitud una diferencia de peso de un cuarto de onza. ...
En la línea 1015
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Recuerdo que en un período avanzado de mi aprendizaje solía permanecer cerca del cementerio en las tardes del domingo, al oscurecer, comparando mis propias esperanzas con el espectáculo de los marjales, por los que soplaban los vientos, y estableciendo cierto parecido con ellos al pensar en lo desprovistos de accidentes que estaban mi vida y aquellos terrenos, y de qué manera ambos se hallaban rodeados por la oscura niebla, y en que los dos iban a parar al mar. En mi primer día de aprendizaje me sentí tan desgraciado como más adelante; pero me satisface saber que, mientras duró aquél, nunca dirigí una queja a Joe. Ésta es la única cosa de que me siento halagado. A pesar de que mi conducta comprende lo que voy a añadir, el mérito de lo que me ocurrió fue de Joe y no mío. No porque yo fuese fiel, sino porque lo fue Joe; por eso no huí y no acabé siendo soldado o marinero. No porque tuviese un vigoroso sentido de la virtud y del trabajo, sino porque lo tenía Joe; por eso trabajé con celo tolerable a pesar de mi repugnancia. Es imposible llegar a comprender cuánta es la influencia de un hombre estricto cumplidor de su deber y de honrado y afable corazón; pero es posible conocer la influencia que ejerce en una persona que está a su lado, y yo sé perfectamente que cualquier cosa buena que hubiera en mi aprendizaje procedía de Joe y no de mí. ...
En la línea 242
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Me vería muy apurado si tuviese que explicarlo. Sólo sé que mees preciso ganar y que ésta es mi única tabla de salvación. He aquí, sin duda, la razón de por qué estoy seguro de ganar. ...
En la línea 1293
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Una semana después de nuestra llegada a París llegó el general, que se presentó inmediatamente en casa de Blanche, y desde su primera visita se instaló allí casi del todo, aun cuando, a decir verdad, tuviese alquilada una pequeña habitación no sé dónde. ...
En la línea 730
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -No, si es un raro, un raro. Riquísimo, y hace vida de fraile. Si yo tuviese sus onzas, sus onzas… ¡ole con ole! ...
En la línea 1102
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Cuando Lucía bajó al jardín, pareció éste a sus ojos fatigados de llorar, menos enteco y árido que de costumbre. Las yucas alzaban su cabeza majestuosa, perpetuamente coronada; las hiedras exhalaban leve aroma campesino, siempre más grato que el tufo de la cera. El sol iba ya retirándose, pero aún doraba las moharras de las lanzas, en la verja. Sentose Lucía por costumbre bajo el plátano, que, pelado por el invierno, ya se había quedado sin una mala hoja con que dar sombra. El reposo de aquel rinconcillo solitario trajo de nuevo los pensamientos familiares.. No, Lucía no podía llorar más, sus ojos secos no contenían lágrima alguna; lo que deseaba era descanso, descanso… Habíanle prohibido Dios y la naturaleza pensar en la muerte; así es que empleando ingenioso subterfugio, pensaba en un sueño muy largo, que no tuviese fin… Absorta, vio venir a Sardiola corriendo. ...
En la línea 1127
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Ahora lo distinguía perfectamente; era él, pero aun más abatido y desmejorado que cuando por última vez lo vio; velaban su rostro tintas cárdenas, y la negra barba lo sumía en un cerco de sombra; sus ojos brillaban cual si tuviese calentura. Sentase al escritorio y escribió dos o tres cartas. Estaba frente por frente a Lucía y ella le devoraba con los ojos. A cada carta que cerraba Artegui, decíase: ...
En la línea 1149
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -No llores -dijo apeándole otra vez el tratamiento-, no llores, regocijate, porque has vencido. ¡Qué mucho, si representas la ilusión más cara al hombre, la ilusión única que vale cien realidades, la ilusión que sólo se disipa en el regazo de la muerte! ¡La más tenaz e invencible de cuantas la naturaleza dispone para adherirnos a la vida y conservar nuestra especie! Escúchame. No quiero decirte que tú eres para mí la felicidad, porque la felicidad no existe y yo no he de engañarte, pero lo que sí te afirmo es que por ti puede ser digno de un espíritu noble preferir la vida a la muerte. Entre los engaños que a la tierra nos apegan, uno hay que ilude más dulcemente con mieles suavísimas, con regalos tan inefables y embriagadores, que es lícito al hombre entregarse a un bien que, con ser fingido, así embellece y dora la existencia. Óyeme, óyeme. Huí siempre de las mujeres, porque, conocedor del triste misterio del inundo, del mal transcendente de la vida, no quería apegarme por ellas a esta tierra mísera, ni dar el ser a criaturas que heredasen el sufrimiento, único legado que todo ser humano tiene certeza de transmitir a sus hijos… Sí, yo consideraba que era un deber de conciencia obrar así, disminuir la suma de dolores y males; cuando pensaba en esta suma enorme, maldecía al sol que engendra en la tierra la vida y el sufrimiento, las estrellas que sólo son orbes de miseria, el mundo este, que es el presidio donde nuestra condena se cumple, y por fin, el amor, el amor que sostiene y conserva y perpetúa la desdicha, rompiendo, para eternizarla, el reposo sacro de la nada… ¡La nada!, la nada era el puerto de salvación a que mi combatido espíritu quiso arribar… La nada, la desaparición, la absorción en el Universo, disolución para el cuerpo, paz y silencio eterno para el espíritu… Si yo tuviese fe, ¡qué hermosísimo y atractivo y dulce me parecería el claustro! Ni voluntad, ni deseo, ni sentidos, ni pasiones… un sayal, un muerto ambulante debajo… Pero… ...
En la línea 528
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Entre otras ideas había una que inquietaba mucho a este pobre muchacho. ¿Qué haría mister Fogg del elefante cuando hubiese llegado a la estación del Allahabad? ¿Se lo llevaría? ¡Imposible! El precio del transporte añadido al de la compra, sería una ruina. ¿Lo vendería o le daría libertad? Ese apreciable animal bien merecía que se le tuviese consideración. Si por casualidad mister Fogg se lo regalase, muy apurado se vería él, Picaporte, y esto no dejaba de preocuparle. ...
En la línea 1306
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... El piso bajo del hotel estaba ocupado por un inmenso bar especie de 'buffet', abierto 'gratis' para todo transeunte. Cecina, sopa de ostras, galletas y Chester, todo esto se despachaba allí, sin que el consumídor tuviese que aflojar el bolsillo. Sólo pagaba la bebida, ale, oporto o jerez, si tenía el capricho de beber; esto pareció muy americano a Picaporte. ...
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