Cual es errónea Tomarlo o Tomarrlo?
La palabra correcta es Tomarlo. Sin Embargo Tomarrlo se trata de un error ortográfico.
La falta ortográfica detectada en la palabra tomarrlo es que se ha eliminado o se ha añadido la letra r a la palabra tomarlo
Más información sobre la palabra Tomarlo en internet
Tomarlo en la RAE.
Tomarlo en Word Reference.
Tomarlo en la wikipedia.
Sinonimos de Tomarlo.
Errores Ortográficos típicos con la palabra Tomarlo
Cómo se escribe tomarlo o tomarrlo?

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El Español es una gran familia
Reglas relacionadas con los errores de r
Las Reglas Ortográficas de la R y la RR
Entre vocales, se escribe r cuando su sonido es suave, y rr, cuando es fuerte aunque sea una palabra derivada o compuesta que en su forma simple lleve r inicial. Por ejemplo: ligeras, horrores, antirreglamentario.
En castellano no es posible usar más de dos r
Mira que burrada ortográfica hemos encontrado con la letra r
Algunas Frases de libros en las que aparece tomarlo
La palabra tomarlo puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1967
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «No, no te sofoques… no es para tomarlo así. Yo te digo estas cosas por tu bien… ». ...
En la línea 2098
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Ahora mismo. El chocolate había de ser con canela, hecho con leche, por supuesto, y en ración de dos onzas. Le habían de acompañar un bollo de tahona, varios bizcochitos y agua con azucarillo. Y aún decía Nicolás que tomaba chocolate no por tomarlo, sino nada más que por fumarse un cigarrillo encima. ...
En la línea 3054
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... El amo saludaba desde el mostrador a algún parroquiano que le caía cerca. Los más gustaban de que se les sirviera el café sin ninguna tardanza, y daban palmadas si el chico no venía pronto. Juan Pablo entraba despacio y muy serio, como hombre que va a cumplir una obligación sagrada. Dirigía el paso gravemente hacia las mesas de la derecha y se sentaba siempre en el propio sitio con matemática exactitud. El mozo le saludaba en el momento de dar un restregón con el paño a la mesa, y él, contestando con cierta dignidad, frotábase las manos, se acomodaba bien en el asiento, conservando la capa sobre los hombros; después acercaba el vaso, poniendo a la derecha, a la discreta distancia a que se pone el tintero para escribir, el platillo del azúcar, y luego atendía a la operación de verter en el vaso la leche y el café, poniendo mucho cuidado en que las proporciones de ambos líquidos fueran convenientes y en que el vaso se llenara sin rebosar. Esto era elemental. Después cogía la cuchara con la mano izquierda y con la derecha iba echando pausadamente los terrones, dirigiendo miradas indulgentes a todo el local y a las personas que entraban. Como veterano del café sabía tomarlo con aquella lentitud y arte que corresponden a todo acto importante. ...
En la línea 3302
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Jacinta fue a su tocador. Aún dormía su marido, y ella se empezó a arreglar. A poco entró una visita, que Jacinta recibió en su gabinete. Era Severiana, que dos veces por semana llevaba a Adoración a que la viese su protectora. Ya se sabe que la Delfina, no pudiendo adoptar al Pituso y tomarlo por hijo, y sintiendo más fuerte e imperioso en su alma el anhelo de la maternidad, dio en proteger a la preciosísima y cariñosa hija de Mauricia la Dura. Para Jacinta no había goce más grande y puro que acariciar un pequeñuelo, darle calor y comunicarle aquel sentimiento de bondad que se desbordaba de su alma. Agradábale tanto la niña aquella, que se la habría llevado consigo si sus suegros y su marido lo permitieran; pero no siendo posible esto, se consolaba vistiéndola como una señorita, pagándole el colegio y pasando un ratito con ella. Gozaba en ver su belleza, en aspirar la fragancia de su inocencia y en examinarla para cerciorarse de sus adelantos. ...
En la línea 3869
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Entonces me convencí, Sonia ‑continuó el joven con ardor‑, de que sólo posee el poder aquel que se inclina para recogerlo. Está al alcance de todos y basta atreverse a tomarlo. Entonces tuve una idea que nadie, ¡nadie!, había tenido jamás. Vi con claridad meridiana que era extraño que nadie hasta entonces, viendo los mil absurdos de la vida, se hubiera atrevido a sacudir el edificio en sus cimientos para destruirlo todo, para enviarlo todo al diablo… Entonces yo me atreví y maté… Yo sólo quería llevar a cabo un acto de audacia, Sonia. No quería otra cosa: eso fue exclusivamente lo que me impulsó. ...
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