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La palabra tayer
Cómo se escribe

Comó se escribe tayer o taller?

Cual es errónea Taller o Tayer?

La palabra correcta es Taller. Sin Embargo Tayer se trata de un error ortográfico.

La Palabra tayer es una error ortográfica de la palabra taller en la que se ha cambiado la letra u por la ü o viceversa, esto es falta o sobra la diéresis sobre una de sus vocales u de la palabra correcta que es taller

Más información sobre la palabra Taller en internet

Taller en la RAE.
Taller en Word Reference.
Taller en la wikipedia.
Sinonimos de Taller.

Algunas Frases de libros en las que aparece taller

La palabra taller puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 920
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Mientras las bandas de muchachas despeinadas salían de la fábrica a la hora de comer para engullirse el contenido de sus cazuelas en los portales inmediatos, hostilizando a los hombres con miradas insolentes para que les dijesen algo y chillar después falsamente escandalizadas, emprendiendo con ellos un tiroteo de desvergüenzas, Roseta quedábase en un rincón del taller sentada en el suelo, con dos o tres jóvenes que eran de la otra huerta, de la orilla derecha del río, y maldito si les interesaba la historia del tío Barret y los odios de sus compañeras. ...

En la línea 78
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Los negocios de la casa obligaban a este taller a una incesante producción. Centenares de toneles salían de él todas las semanas para ser embarcados en Cádiz, esparciendo los vinos de Dupont por todo el mundo. ...

En la línea 83
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La protección de los Dupont y la ductilidad con que se plegaba a todas sus manías, le habían elevado. Pero, como compensación a este servilismo que le había convertido en jefe del taller, guardaba un secreto afecto al revolucionario y a todos sus compañeros de la época de miseria. Se enteró minuciosamente de cómo había vuelto Salvatierra del presidio y de sus futuros planes de vida. ...

En la línea 10524
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Sí, era obra suya aquel fanatismo deslumbrador; aquella rubia era la perla de su museo de beatas; pero todavía estaba en el taller. ...

En la línea 12824
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Así pensaba don Víctor, ceñida al cuerpo la bata escocesa, y clava que te clavarás, en su nuevo taller, en un cuartucho del piso bajo, con puerta al patio. ...

En la línea 1378
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... También en la hueste italiana los, hombres eran de una existencia no menos aventurera. Los había ignorantes y brutales, verdaderas bestias de combate; otros, cultos, de gustos artísticos, llevados a la guerra por violencias de su carácter o aventuras de su historia azarosa. Todos los escritores capaces de manejar una espada, estudiantes de Humanidades aburridos de su vida sedentaria, pintores o escultores que habían descalabrado a un compañero en sus peleas de taller y andaban huyendo de la Justicia, se acogían a las banderas del Valentino. Uno de estos soldados se llamaba el Torriglano, y era el mismo escultor feroz y brutal que, discutiendo con su condiscípulo Miguel Ángel en la iglesia del Carmine de Florencia, lugar de su escuela, le aplastaba la nariz de un tremendo puñetazo, dejando para siempre afeado su rostro con esta desfiguración. ...

En la línea 267
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Jacinta estaba contenta, y su marido también, a pesar de la melancolía llorona del paisaje; pero como había otros viajeros en el vagón, los recién casados no podían entretener el tiempo con sus besuqueos y tonterías de amor. Al llegar, los dos se reían de la formalidad con que habían hecho aquel viaje, pues la presencia de personas extrañas no les dejó ponerse babosos. En Barcelona estuvo Jacinta muy distraída con la animación y el fecundo bullicio de aquella gran colmena de hombres. Pasaron ratos muy dichosos visitando las soberbias fábricas de Batlló y de Sert, y admirando sin cesar, de taller en taller, las maravillosas armas que ha discurrido el hombre para someter a la Naturaleza. Durante tres días, la historia aquella del huevo crudo, la mujer seducida y la familia de insensatos que se amansaban con orgías, quedó completamente olvidada o perdida en un laberinto de máquinas ruidosas y ahumadas, o en el triquitraque de los telares. Los de Jacquard con sus incomprensibles juegos de cartones agujereados tenían ocupada y suspensa la imaginación de Jacinta, que veía aquel prodigio y no lo quería creer. ¡Cosa estupenda! «Está una viendo las cosas todos los días, y no piensa en cómo se hacen, ni se le ocurre averiguarlo. Somos tan torpes, que al ver una oveja no pensamos que en ella están nuestros gabanes. ¿Y quién ha de decir que las chambras y enaguas han salido de un árbol? ¡Toma, el algodón! ¿Pues y los tintes? El carmín ha sido un bichito, y el negro una naranja agria, y los verdes y azules carbón de piedra. Pero lo más raro de todo es que cuando vemos un burro, lo que menos pensamos es que de él salen los tambores. ¿Pues, y eso de que las cerillas se saquen de los huesos, y que el sonido del violín lo produzca la cola del caballo pasando por las tripas de la cabra?». ...

En la línea 267
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Jacinta estaba contenta, y su marido también, a pesar de la melancolía llorona del paisaje; pero como había otros viajeros en el vagón, los recién casados no podían entretener el tiempo con sus besuqueos y tonterías de amor. Al llegar, los dos se reían de la formalidad con que habían hecho aquel viaje, pues la presencia de personas extrañas no les dejó ponerse babosos. En Barcelona estuvo Jacinta muy distraída con la animación y el fecundo bullicio de aquella gran colmena de hombres. Pasaron ratos muy dichosos visitando las soberbias fábricas de Batlló y de Sert, y admirando sin cesar, de taller en taller, las maravillosas armas que ha discurrido el hombre para someter a la Naturaleza. Durante tres días, la historia aquella del huevo crudo, la mujer seducida y la familia de insensatos que se amansaban con orgías, quedó completamente olvidada o perdida en un laberinto de máquinas ruidosas y ahumadas, o en el triquitraque de los telares. Los de Jacquard con sus incomprensibles juegos de cartones agujereados tenían ocupada y suspensa la imaginación de Jacinta, que veía aquel prodigio y no lo quería creer. ¡Cosa estupenda! «Está una viendo las cosas todos los días, y no piensa en cómo se hacen, ni se le ocurre averiguarlo. Somos tan torpes, que al ver una oveja no pensamos que en ella están nuestros gabanes. ¿Y quién ha de decir que las chambras y enaguas han salido de un árbol? ¡Toma, el algodón! ¿Pues y los tintes? El carmín ha sido un bichito, y el negro una naranja agria, y los verdes y azules carbón de piedra. Pero lo más raro de todo es que cuando vemos un burro, lo que menos pensamos es que de él salen los tambores. ¿Pues, y eso de que las cerillas se saquen de los huesos, y que el sonido del violín lo produzca la cola del caballo pasando por las tripas de la cabra?». ...

En la línea 268
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Y no paraba aquí la observadora. En aquella excursión por el campo instructivo de la industria, su generoso corazón se desbordaba en sentimientos filantrópicos, y su claro juicio sabía mirar cara a cara los problemas sociales. «No puedes figurarte—decía a su marido, al salir de un taller—, cuánta lástima me dan esas infelices muchachas que están aquí ganando un triste jornal, con el cual no sacan ni para vestirse. No tienen educación, son como máquinas, y se vuelven tan tontas… más que tontería debe de ser aburrimiento… se vuelven tan tontas digo, que en cuanto se les presenta un pillo cualquiera se dejan seducir… Y no es maldad; es que llega un momento en que dicen: 'Vale más ser mujer mala que máquina buena'». ...

En la línea 824
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Avanzaron por el corredor, y a cada paso un estorbo. Bien era un brasero que se estaba encendiendo, con el tubo de hierro sobre las brasas para hacer tiro; bien el montón de zaleas o de ruedos, ya una banasta de ropa; ya un cántaro de agua. De todas las puertas abiertas y de las ventanillas salían voces o de disputa, o de algazara festiva. Veían las cocinas con los pucheros armados sobre las ascuas, las artesas de lavar junto a la puerta, y allá en el testero de las breves estancias la indispensable cómoda con su hule, el velón con pantalla verde y en la pared una especie de altarucho formado por diferentes estampas, alguna lámina al cromo de prospectos o periódicos satíricos, y muchas fotografías. Pasaban por un domicilio que era taller de zapatería, y los golpazos que los zapateros daban a la suela, unidos a sus cantorrios, hacían una algazara de mil demonios. Más allá sonaba el convulsivo tiquitique de una máquina de coser, y acudían a las ventanas bustos y caras de mujeres curiosas. Por aquí se veía un enfermo tendido en un camastro, más allá un matrimonio que disputaba a gritos. Algunas vecinas conocieron a doña Guillermina y la saludaban con respeto. En otros círculos causaba admiración el empaque elegante de Jacinta. Poco más allá cruzáronse de una puerta a otra observaciones picantes e irrespetuosas. «Señá Mariana, ¿ha visto que nos hemos traído el sofá en la rabadilla? ¡Ja, ja, ja!». ...

En la línea 1062
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... —Me enfadaré si quiero—gruñó Orlick—. Si él va, yo también iré. Y ahora, maestro, exijo que no haya favoritismos en este taller. Sea usted hombre. ...

En la línea 877
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Pero estaba escrito que no había de llegar a las islas. Al desembocar en la plaza que hay al final de la avenida V*** vio a su izquierda la entrada de un gran patio protegido por altos muros. A la derecha había una pared que parecía no haber estado pintada nunca y que pertenecía a una casa de altura considerable. A la izquierda, paralela a esta pared, corría una valla de madera que penetraba derechamente unos veinte pasos en el patio y luego se desviaba hacia la izquierda. Esta empalizada limitaba un terreno desierto y cubierto de materiales. Al fondo del patio había un cobertizo cuyo techo rebasaba la altura de la valla. Este cobertizo debía de ser un taller de carpintería, de guarnicionería o algo similar. Todo el suelo del patio estaba cubierto de un negro polvillo de carbón. ...

En la línea 761
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Constataron que en el taller muchas veces la veían enjugar una lágrima. Se descubrió que escribía por lo menos dos veces al mes. Lograron leer un sobre dirigido al señor Thenardier, en Montfermeil. Sobornaron a quien le escribía las cartas y así supieron que Fantina tenía una hija. ...

En la línea 764
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Una mañana le entregó a Fantina, de parte del señor alcalde, cincuenta francos, diciéndole que ya no formaba parte del taller, y que el señor alcalde la invitaba a abandonar el pueblo. ...

En la línea 768
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Pero el señor Magdalena no supo nada de aquello. Había puesto al frente de este taller a la viuda del monje, y confió plenamente en ella. ...

En la línea 848
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - ¡En libertad! ¡Que me dejen marchar! ¡Que no vaya por seis meses a la cárcel! ¿Quién lo ha dicho? ¡No será el monstruo del alcalde! ¿Habéis sido vos, señor Javert, el que ha dicho que me pongan en libertad? ¡Oh, yo os contaré y me dejaréis marchar! ¡Ese monstruo de alcalde, ese viejo bribón es la causa de todo! Figuraos, señor Javert, que me ha despedido por las habladurías de unas embusteras que hay en el taller. ¡Esto es horroroso! Despedir a una pobre joven que trabaja honradamente. ¡Después no pude ganar lo necesario y de ahí vino mi desgracia! Yo tengo mi pequeña Cosette, y me he visto obligada a hacerme mujer mala. Ahora comprenderéis cómo tiene la culpa de todo el canalla del alcalde. Yo pisé el sombrero del joven ese, pero antes él me había echado a perder mi vestido con la nieve. Nosotras no tenemos más que un vestido de seda para salir en la noche. Y ahora viene este otro a meterme miedo. ¡Yo no le tengo miedo a ese alcalde perverso! Sólo tengo miedo a mi buen señor Javert. ...

Reglas relacionadas con los errores de ll;y

Las Reglas Ortográficas de la LL y la Y

Se escribe LL:

Se escribe ll en las palabras que terminan en -illo, -illa. Por ejemplo: librillo, ventanilla.

Las Reglas Ortográficas de la Y:

Se escriben con y algunos tiempos y personas de los verbos cuyos infinitivos terminan en -uir:
Presente del Modo Indicativo
Ejemplos: construyo, influyes, huyo.
Excepciones: Nunca se escriben con y la primera y segunda personas del plural: huimos, construís, influimos.

Modo Imperativo
Ejemplo: construye, influye, influyamos, construya
Tercera persona del singular y del plural del pretérito indefinido.
Ejemplos: influyó, influyeron, construyó, construyeron
Modo subjuntivo.
Ejemplos: influya, construyera, influyere

Se escriben con y algunas formas de los verbos caer, leer, oír.
Ejemplos: cayó, leyeras, oyes


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Errores Ortográficos típicos con la palabra Taller

Cómo se escribe taller o tallerr?
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