Cual es errónea Severidad o Severridad?
								 La palabra correcta es Severidad. Sin Embargo  Severridad se trata de un error ortográfico.
								
La falta ortográfica detectada en la palabra severridad es que se ha eliminado o se ha añadido la letra r a la palabra severidad 
						
						 Errores Ortográficos típicos con la palabra Severidad  
									
				 
					 Cómo se escribe severidad o severridad?
  
					 Cómo se escribe severidad o zeveridad?
  
					 Cómo se escribe severidad o seberidad?
 
								
								 
  la Ortografía es divertida  
 
								                         
				Algunas Frases de libros en las que aparece severidad
				La palabra severidad puede ser considerada correcta por su aparición en estas  obras maestras de la literatura. 
							  En la línea 1111
   del libro  La Barraca
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... La juventud, libre de la severidad paternal, se desprendía del gesto hipócrita fabricado para la casa, y se mostraba con toda la acometividad de una rudeza falta de expansión. ... 
 
 
							  En la línea 2771
   del libro  Los tres mosqueteros
 del afamado autor Alejandro Dumas
  ... -Sois vos, sire, quien habéis incurrido en la suya; y si realmente ella hiciera ascos seriamente a Vuestra Majestad, yo lo comprendería; Vuestra Majestad la ha tratado con una severidad. ... 
 
 
							  En la línea 2785
   del libro  Los tres mosqueteros
 del afamado autor Alejandro Dumas
  ... -Sire -dijo el cardenal-dejad la severidad a los ministros, la indulgencia es la virtud real; usadla y veréis cómo os encontraréis bien. ... 
 
 
							  En la línea 8962
   del libro  Los tres mosqueteros
 del afamado autor Alejandro Dumas
  ... Y a estas palabras, Felton, sintiendo que no podría conservar mu cho tiempo su severidad para con la prisionera, se precipitó fuera de su habitación. ... 
 
 
							  En la línea 9290
   del libro  Los tres mosqueteros
 del afamado autor Alejandro Dumas
  ... -Felton  -dijo Milady con una severidad llena de melancolía-, Felton, si vuestra hermana, la hija de vuestro padre, os dijera: «Joven aún, bastante hermosa por desgracia, me hicieron caer en una tram pa, resistí; se multiplicaron en torno mío las emboscadas, resistí; se blasfemó la religión a la que sirvo, al Dios que adoro, porque llamaba en mi ayuda a ese Dios y a esa religión, resistí; entonces se me prodigaron los ultrajes, y como no podían perder mi alma, quisieron mancillar mi cuerpo para siempre; finalmente. ... 
 
 
							  En la línea 3344
   del libro  La Regenta
 del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
  ... Vegallana tenía en mucho la severidad de su despacho; nada más serio que el roble para casos tales. ... 
 
 
							  En la línea 3695
   del libro  La Regenta
 del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
  ... Exagera la severidad con que juzga a las demás, la aburre todo. ... 
 
 
							  En la línea 5242
   del libro  La Regenta
 del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
  ... El salón era rectangular, muy espacioso, adornado con gusto severo, sin lujo, con cierta elegancia que nacía de la venerable antigüedad, de la limpieza exquisita, de la sobriedad y de la severidad misma. ... 
 
 
							  En la línea 5953
   del libro  La Regenta
 del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
  ... No era el bueno de don Francisco el más rico americano de la Colonia; algunos millones más tenía don Frutos, pero al Vespucio de las Águilas ni don Frutos ni San Frutos ni nadie le ponía el pie delante tocante al rumbo y él era el único vetustense que hacía visitas en coche y tenía lacayos de librea con galones a diario, si bien a estos lacayos jamás conseguía hacerles vestirse con la pulcritud, corrección y severidad que él había observado en los congéneres de la Corte. ... 
 
 
							  En la línea 270
   del libro  A los pies de Vénus
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... — Si al valenciano Borja—continuó Figueras—lo llamaban catalán era porque los catalanes gozaban en Italia de una impopularidad algo menor que la de los franceses, mas no por eso menos odiosa e intolerable para el vulgo. Dominaban a Sicilia y Nápoles y hacían la guerra en el mar a las galeras de varias repúblicas y principados italianos. Temían las gentes de Roma que el nuevo Papa confiase las fortalezas de la Iglesia a guerreros catalanes, o sea españoles, de suerte que luego de su fallecimiento fuese difícil volver a recobrarlas. Pero la Índole apacible y bondadosa de Alfonso de Borja, su fama de hombre justo y puro de costumbres, la severidad para el trato de su propia persona y el tono suave con que acogía a todos, acabaron por acallar estas Inquietudes públicas. ... 
 
 
							  En la línea 615
   del libro  A los pies de Vénus
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... Pequeño de estatura, algo rechoncho, con la cabeza blanca, sus gestos eran una mezcla de severidad y mansedumbre. Vestía modestamente, y a su mesa resultaba frugal, contrastando dicha parquedad con el lujo que desplegaban los más de los cardenales. ... 
 
 
							  En la línea 745
   del libro  A los pies de Vénus
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... Casi todos los cardenales y muchos pontífices eran parecidos a él. Aún no se habían purificado las costumbres eclesiásticas para hacer frente a las críticas de los protestantes. Los papas vivían como reyes, teniendo sus mismos defectos, y los cardenales como príncipes laicos. Estaba lejos todavía él Concilio de Trento con su nueva disciplina eclesiástica. Los pecados de la carne cometidos por gentes de la Iglesia provocaban regocijados comentarios, nunca Indignación o severidad, como ahora. ... 
 
 
							  En la línea 1119
   del libro  A los pies de Vénus
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... Claudio se vio sólo de pronto Todos fingían ignorar su presencia, alejándose. Al mirar en torno, únicamente encontró los ojos de su eminencia fijos en él. Nada de severidad Continuaba sonriendo para su persona, lo mismo que para los otros. Su mirada seguía brillando felina y acariciante. Tal vez apuntaba en ella un nuevo interés. ¿Quién sabe si lo consideraba más digno de su atención que al principio del banquete, cuando lo habían presentado como uno de tantos -jóvenes de aquel, mundo frívolo y solemne?… ... 
 
 
							  En la línea 297
   del libro  El paraíso de las mujeres
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... Vio el profesor como agitaba los brazos con violencia al hablar a sus compañeros del Senado, al mismo tiempo que fruncía el entrecejo y torcía la boca con un gesto de escandalizada severidad. Esto le hizo creer que estaba protestando de la ceremonia presente, de que el pobre gigante hubiese sido conducido a la capital; en una palabra, de todo lo hecho por el Consejo Ejecutivo y de cuanto pensase hacer. ... 
 
 
							  En la línea 533
   del libro  El paraíso de las mujeres
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... Luego se dio cuenta de que el profesor, a pesar de la severidad de su traje, llevaba sobre su pecho un gran ramillete de flores. Flimnap acabó por depositarlo en una mano del gigante, acompañando esta ofrenda con una nueva mirada de ternura. ... 
 
 
							  En la línea 1170
   del libro  El paraíso de las mujeres
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... El profesor sabía lo que representaba para Gurdilo esta segunda insinuación. El ser más odiado por él en todo el país era Momaren. Desde su juventud les separaba una rivalidad de condiscípulos. Gurdilo había aspirado luego al alto cargo de Padre de los Maestros, y era Momaren quien lo obtenía. También deseaba vengarse de los sarcasmos y murmuraciones con que le había molestado este último en muchas ocasiones. El grave Momaren, que parecía incapaz de mezclarse en asuntos mezquinos, mostraba una malignidad extraordinaria al hablar del famoso senador. Seguro del apoyo del gobierno, no le inspiraban miedo sus discursos, y hasta se atrevía a criticar su existencia privada, dudando de su aparente severidad y acusándolo de hipocresía. ... 
 
 
							  En la línea 337
   del libro  Fortunata y Jacinta
 del afamado autor Benito Pérez Galdós
  ... Vieron la opulenta ribera del Júcar, pasaron por Alcira, cubierta de azahares, por Játiva la risueña; después vino Montesa, de feudal aspecto, y luego Almansa en territorio frío y desnudo. Los campos de viñas eran cada vez más raros, hasta que la severidad del suelo les dijo que estaban en la adusta Castilla. El tren se lanzaba por aquel campo triste, como inmenso lebrel, olfateando la vía y ladrando a la noche tarda, que iba cayendo lentamente sobre el llano sin fin. Igualdad, palos de telégrafo, cabras, charcos, matorrales, tierra gris, inmensidad horizontal sobre la cual parecen haber corrido los mares poco ha; el humo de la máquina alejándose en bocanadas majestuosas hacia el horizonte; las guardesas con la bandera verde señalando el paso libre, que parece el camino de lo infinito; bandadas de aves que vuelan bajo, y las estaciones haciéndose esperar mucho, como si tuvieran algo bueno… Jacinta se durmió y Juanito también. Aquella dichosa Mancha era un narcótico. Por fin bajaron en Alcázar de San Juan, a media noche, muertos de frío. Allí esperaron el tren de Andalucía, tomaron chocolate, y vuelta a rodar por otra zona manchega, la más ilustre de todas, la Argamasillesca. ... 
 
 
							  En la línea 1168
   del libro  Fortunata y Jacinta
 del afamado autor Benito Pérez Galdós
  ... Don Baldomero miró a su esposa con cierta severidad. Aquella infracción de la aritmética parecíale una cosa muy grave. ... 
 
 
							  En la línea 1359
   del libro  Fortunata y Jacinta
 del afamado autor Benito Pérez Galdós
  ... Todo el resto del día estuvo la insigne dama muy atareada, y Estupiñá saliendo y entrando, pues cuando se creía que no faltaba nada, salíamos con que se había olvidado lo más importante. Llegada la noche, inquietó a Barbarita la tardanza de Jacinta, y cuando la vio entrar fatigadísima, el vestido mojado y toda hecha una lástima, se encerró un instante con ella, mientras se mudaba, y le dijo con severidad: ... 
 
 
							  En la línea 1374
   del libro  Fortunata y Jacinta
 del afamado autor Benito Pérez Galdós
  ... Jacinta se puso muy colorada, y todos, todos los presentes, incluso el Delfín, celebraron mucho la gracia. Después hubo gran tertulia en el salón; pero poco después de las doce se habían retirado todos. Durmió Jacinta sin sosiego, y a la mañana siguiente, cuando su marido no había despertado aún, salió para ir a misa. Oyola en San Ginés, y después fue a casa de Benigna, donde encontró escenas de desolación. Todos los sobrinitos estaban alborotados, inconsolables, y en cuanto la vieron entrar corrieron hacia ella pidiendo justicia. ¡Vaya con lo que había hecho Juanín!… ¡Ahí era nada en gracia de Dios! Empezó por arrancarles la cabeza a las figuras del nacimiento… y lo peor era que se reía al hacerlo, como si fuera una gracia. ¡Vaya una gracia! Era un sinvergüenza, un desalmado, un asesino. Así lo atestiguaban Isabel, Paquito y los demás, hablando confusa y atropelladamente, porque la indignación no les permitía expresarse con claridad. Disputábanse la palabra y se cogían a la tiita, empinándose sobre las puntas de los pies. Pero ¿dónde estaba el muy bribón? Jacinta vio aparecer su cara inteligente y socarrona. Cuando él la vio, quedose algo turbado, y se arrimó a la pared. Acercósele Jacinta, mostrándole severidad y conteniendo la risa… pidiole cuentas de sus horribles crímenes. ¡Arrancar la cabeza a las figuras!… Escondía el Pituso la cara muy avergonzado, y se metía el dedo en la nariz… La mamá adoptiva no había podido obtener de él una respuesta, y las acusaciones rayaban en frenesí. Se le echaban en cara los delitos más execrables, y se hacía burla de él y de sus hábitos groseros. ... 
 
 
							  En la línea 1383
   del libro  El príncipe y el mendigo
 del afamado autor Mark Twain
  ... La mirada del Lord Protector se clavó severamente en el rostro del recién llegado, pero instantáneamente la severidad se esfumó y dio paso a una expresión de admirada sorpresa. Esto mismo les ocurrió a los demás grandes dignatarios. Se miraron unos a otros y retrocedieron un paso, por un impulso general e inconsciente. La idea en cada mente era la misma: '¡Qué extraño parecido!' ... 
 
 
							  En la línea 664
   del libro  Grandes Esperanzas
 del afamado autor Charles Dickens
  ... Como era natural, en el pueblo había una taberna, y también se comprende que Joe gustara de ir allí de vez en cuando a fumar una pipa. Mi hermana me había mandado con la mayor severidad que aquella tarde, al salir de la escuela, fuese a buscar a mi amigo a Los Tres Alegres Barqueros para hacerle volver a casa, con amenaza de castigo en caso de no cumplir esta orden. Por consiguiente, dirigí mis pasos hacia Los Tres Alegres Barqueros. ... 
 
 
							  En la línea 1147
   del libro  Grandes Esperanzas
 del afamado autor Charles Dickens
  ... — Biddy — le dije con alguna severidad —, tengo razones especiales para querer ser un caballero. ... 
 
 
							  En la línea 1372
   del libro  Grandes Esperanzas
 del afamado autor Charles Dickens
  ... - ¡No hagas ruido! - le gritó el señor Trabb con la mayor severidad ,- o, de lo contrario, te voy a quitar la cabeza de un manotazo. Hágame el favor de sentarse, caballero. Éste-dijo el señor Trabb bajando una pieza de tela y extendiéndola sobre el mostrador antes de meter la mano por debajo, para mostrar el brillo - es un artículo muy bueno. Púedo recomendarlo para su objeto, caballero, porque realmente es extra superior. Pero también verá otros. Dame el número cuatro, tú - añadió dirigiéndose al muchacho y mirándole de un modo amenazador, pues temía el peligro de que aquel desvergonzado me hiciera alguna trastada con la escoba a otra demostración cualquiera de familiaridad. ... 
 
 
							  En la línea 436
   del libro  Julio Verne
 del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
  ... Ignoraba dos cosas: primero, que la entrada de ciertas pagodas hindúes está formalmente prohibida a los cristianos, y segundo, que aun los mismos creyentes no pueden entrar sino dejando el calzado a la puerta. Hay que notar aquí que, por razones de sana política, el gobierno inglés, respetando y haciendo respetar hasta en sus más insignificantes pormenores la religión del país, castiga con severidad a quienquiera que infrinja sus prácticas. ... 
 
								
    Mira que burrada ortográfica hemos encontrado con la letra r   
								 							  
							    Reglas relacionadas con los errores de r
  
	Las Reglas Ortográficas de la R y la RR
  Entre vocales, se escribe r cuando su sonido es suave, y rr, cuando es fuerte aunque sea una palabra derivada o compuesta que en su forma simple lleve r inicial. Por ejemplo: ligeras, horrores, antirreglamentario.
  En castellano no es posible usar más de dos r 
 							  
							    
  El Español es una gran familia 
  							  
							    Más información sobre la palabra Severidad en internet
								 Severidad en la RAE. 
								 Severidad en Word Reference. 
								
								 Severidad en la wikipedia.  
								
								 Sinonimos de Severidad. 
  
											
						
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