Cual es errónea Segunda o Sejunda?
La palabra correcta es Segunda. Sin Embargo Sejunda se trata de un error ortográfico.
El Error ortográfico detectado en el termino sejunda es que hay un Intercambio de las letras j;g con respecto la palabra correcta la palabra segunda
Errores Ortográficos típicos con la palabra Segunda
Cómo se escribe segunda o zegunda?
Cómo se escribe segunda o sejunda?

El Español es una gran familia
Reglas relacionadas con los errores de j;g
Las Reglas Ortográficas de La J
Se escriben con j las palabras que terminan en -aje. Por ejemplo: lenguaje, viaje.
Se escriben con j los tiempos de los verbos que llevan esta letra en su infinitivo. Por ejemplo:
viajemos, viajáis (del verbo viajar); trabajábamos, trabajemos (del verbo trabajar).
Hay una serie de verbos que no tienen g ni j en sus infinitivos y que se escriben en sus tiempos
verbales con j delante de e y de i. Por ejemplo: dije (infinitivo decir), traje (infinitivo traer).
Las Reglas Ortográficas de la G
Las palabras que contienen el grupo de letras -gen- se escriben con g.
Observa los ejemplos: origen, genio, general.
Excepciones: berenjena, ajeno.
Se escriben con g o con j las palabras derivadas de otra que lleva g o j.
Por ejemplo: - de caja formamos: cajón, cajita, cajero...
- de ligero formamos: ligereza, aligerado, ligerísimo...
Se escriben con g las palabras terminadas en -ogía, -ógico, -ógica.
Por ejemplo: neurología, neurológico, neurológica.
Se escriben con g las palabras que tienen los grupos -agi-, -igi. Por ejemplo: digiere.
Excepciones: las palabras derivadas de otra que lleva j. Por ejemplo: bajito (derivada de bajo), hijito
(derivada de hijo).
Se escriben con g las palabras que empiezan por geo- y legi-, y con j las palabras que empiezan por
eje-. Por ejemplo: geografía, legión, ejército.
Excepción: lejía.
Los verbos cuyos infinitivos terminan en -ger, -gir se escriben con g delante de e y de i en todos sus
tiempos. Por ejemplo: cogemos, cogiste (del verbo coger); elijes, eligieron (del verbo elegir).
Excepciones: tejer, destejer, crujir.
Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras j;g
Algunas Frases de libros en las que aparece segunda
La palabra segunda puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1010
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Al pasar ella por segunda vez quedó como encantado, con una pierna de cordero en la diestra sin dársela a su panzudo patrón, que en vano la esperaba, y el cual, soltando un taco redondo, llegó a amenazarle con su cuchilla. ...
En la línea 1523
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Aún tuvo que beber una segunda copa, obsequio del gitano, y, al fin, cortando en seco su raudal de ofrecimientos y zalamerías cogió el ronzal de su nuevo caballo, y con ayuda del ágil Monote, montó en el desnudo lomo saliendo a paso corto del ruidoso mercado. ...
En la línea 32
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La tristeza de su soledad le hacía agarrarse con nueva fuerza a sus entusiasmos de rebelde. Dedicaría lo que le restaba de existencia a sus ideales. Por segunda vez le sacaban de presidio y volvería a él siempre que los hombres quisieran. Mientras se mantuviera de pie, pelearía contra la injusticia social. ...
En la línea 209
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¡Por fin, ya la tenían! ¡Llegaba lo bueno!... Pero a los pocos meses le buscó Salvatierra, como a otros muchos. Los de Madrid eran unos traidores y la tal República resultaba un pastel. Había que hacerla federal o matarla; era preciso proclamar los cantones. Y otra vez Fermín, con el fusil al hombro, batiéndose en Sevilla, en Cádiz y en la montaña por cosas que no entendía, pero que debían ser verdades tan claras como el sol, ya que Salvatierra las proclamaba. De esta segunda aventura salió peor librado. Le cogieron y pasó muchos meses en el Hacho de Ceuta, confundido con prisioneros carlistas e insurrectos cubanos, en un amontonamiento y una miseria de los que aún se acordaba con horror después de tantos años. ...
En la línea 188
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Y se desvaneció por segunda vez. ...
En la línea 245
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Muchos podían tomar por divisa el epiteto de fuerte, que formaba la segunda parte de su exergo; pero pocos gentileshombres podían reclamar el epíteto de fiel, que for maba la primera. ...
En la línea 757
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Athos vio pasar una segunda sonrisa por los labios de D'Artagnan. ...
En la línea 1173
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Pero con una simple casaca de mosquetero y sólo por su forma de echar atrás la cabeza y dar un pa so, Athos ocupaba en el mismo instante el sitio que le era debido y relegaba al fastuoso Porthos a segunda fila. ...
En la línea 55
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... La sala llamada de justicia, que es la que conoce en segunda instancia de los autos apelados del tribunal mayor y audiencia de cuentas, la componen igualmente tres señores ministros, y con vista del fiscal de lo civil, que lo es de la hacienda, conocen y fallan sobre tales autos, cuyos espedientes, procesos ó causas, pues á algunos los tres nombres le caben, son de suyos voluminosos, y complicados por su naturaleza é infinidad de puntos que abrazan, por lo que son objeto de ocupacion y gravedad; y aunque no de tanta, tambien distraen y ocupan los mismos negocios cuando estando en curso, son consultados á la sala ó junta llamada de ordenanza, que la componen el señor rejente ó ministro mas antiguo con el fiscal de lo civil, donde como para asesorarse, los remite á consulta el contador mayor cuando le parece. ...
En la línea 64
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Demostrados los muchos y graves obstáculos que se oponen para que la administracion de justicia en Filipinas sea tan pronta cual es de desear ante el tribunal superior, ó sea de segunda y tercera instancia, se sigue manifestar los mas graves que median en los juzgados inferiores, pues aunque distintos en mucho á los enunciados, no son ni menos graves y dignos de la atencion del Gobierno como aquellos, y de la consideracion de los Cuerpos colejisladores en su dia, para que se procure removerlos en cuanto ser pueda, y al darse la ley especial para nuestras provincias de Ultramar, se tengan presentes y en lo que el Gobierno haya dejado de hacer, se perfeccione la obra, y queden removidos completamente, empezando una nueva marcha mas análoga y propia de los adelantos de aquellas provincias, y que les facilite consumar la rejeneracion perfecta de un ramo tan importante como el de que se trata, y sacar de él los frutos que todos apetecen y corresponde. ...
En la línea 470
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Aserto en estremo aventurado y desventajoso; y si á ello se añade el modo con que se hace, vendremos forzosamente á concluir en una de dos cosas, ó que el tal autor del folleto ignora hasta la posicion de aquellas Islas, y que ni sabe dónde existen, ó que hay segunda y solapada intencion en las ideas emitidas. ...
En la línea 489
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Véase, pues, en esta lijera demostracion comprobado satisfactoriamente el aserto sentado en un principio, á saber: que si en el folleto no hay una segunda intencion, hay por lo menos sobradísima ignorancia; concediéndole sin embargo á su autor la mejor buena fe y el mas vivo deseo por la prosperidad de esta nuestra patria. ...
En la línea 1448
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... —No tenemos más remedio que pasar, por varias razones: primera, porque el camino atraviesa Jaraicejo; y segunda, porque necesitamos comprar provisiones para nosotros y las bestias; al otro lado de Jaraicejo hay un _despoblado_ donde no encontraríamos nada. ...
En la línea 3192
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... En la segunda—y en el pueblo no había más que dos—una tosca voz me respondió desde la ventana casi con las palabras de la Escritura: «No importunes; la puerta está ya cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme para abrirte.» En realidad, no tenía yo muchas ganas de entrar, porque la posada tenía pobrísimo aspecto; pero daba lástima ver a los pobres caballos manotear contra la puerta, como si implorasen la entrada. ...
En la línea 3462
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... ¡A él si que le sangraría yo si tuviese aquí el cuchillo! Por la noche volvimos a sangrar el caballo, y con esta segunda sangría se salvó. ...
En la línea 5256
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Por consiguiente, cuando el _juez_, en la segunda noche de mi encarcelamiento, se presentó en la prisión y me llamó a su presencia, acudí, en efecto; pero al querer interrogarme, me negué en redondo a contestar. ...
En la línea 348
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Éste que se sigue -dijo el barbero- es La Diana llamada segunda del Salmantino; y éste, otro que tiene el mesmo nombre, cuyo autor es Gil Polo. ...
En la línea 365
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Su libro tiene algo de buena invención; propone algo, y no concluye nada: es menester esperar la segunda parte que promete; quizá con la emienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega; y, entre tanto que esto se ve, tenedle recluso en vuestra posada, señor compadre. ...
En la línea 371
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... De la segunda salida de nuestro buen caballero don Quijote de la Mancha Estando en esto, comenzó a dar voces don Quijote, diciendo: -Aquí, aquí, valerosos caballeros; aquí es menester mostrar la fuerza de vuestros valerosos brazos, que los cortesanos llevan lo mejor del torneo. ...
En la línea 483
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Bien es verdad que el segundo autor desta obra no quiso creer que tan curiosa historia estuviese entregada a las leyes del olvido, ni que hubiesen sido tan poco curiosos los ingenios de la Mancha que no tuviesen en sus archivos o en sus escritorios algunos papeles que deste famoso caballero tratasen; y así, con esta imaginación, no se desesperó de hallar el fin desta apacible historia, el cual, siéndole el cielo favorable, le halló del modo que se contará en la segunda parte. ...
En la línea 181
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Me he fijado mucho en un pájaro burlón (Mimus orpheus), llamado calandria por los habitantes; este ave deja oír un canto superior al de todas las demás aves del país, y también es casi la única de la América del Sur a quien he visto encaramarse para cantar. Puede compararse este canto al de la silvia o curruca, sólo que es más potente; algunas notas duras y muy altas se mezclan con un gorjeo muy agradable. No se le oye en primavera; durante las otras estaciones dista mucho de ser armonioso su penetrante grito. Cerca de Maldonado estas aves son muy atrevidas y muy poco ariscas; visitan en gran número- las casas de campo para arrancar pedazos a la carne colgada en las paredes o en postes; si otra ave, sea cual fuere, se aproxima a ellas para tomar parte en el festín, las calandrias la expulsan enseguida. Otra especie, próxima aliada de ésta (Mimus patagónica, de D'Orbigny), que habita en las inmensas llanuras desiertas de la Patagonia, es mucho más salvaje, y tiene un tono de voz un poco diferente. Paréceme curioso mencionar (lo cual prueba la importancia de las más ligeras diferencias entre las costumbres) que, habiendo visto esta segunda especie, y no juzgándola sino desde este punto de vista, creí que era diferente de la especie habitante en las cercanías de Maldonado. Habiendo adquirido luego un ejemplar, y comparado ambas especies sin gran esmero, pareciéronme tan absolutamente semejantes que cambié de opinión. Pues bien, Mr. Gould sostiene que son dos especies distintas, conclusión que concuerda con la leve diferencia de hábitos que Mr. Gould no conocía, sin embargo. ...
En la línea 241
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... En la conversación el general Rosas es entusiasta, pero a la vez está lleno de buen sentido y de gravedad, llevada esta última hasta el exceso. Uno de sus bufones (tiene dos junto a su persona, como los señores feudales) me contó con este motivo la anécdota siguiente: «Un día deseaba oír yo cierta pieza de música y fui dos o tres veces en busca del general para pedirle que mandase tocarla. La primera vez me respondió: - Déjame en paz, estoy ocupado. - Fui a buscarle por segunda vez y me dijo: - Como vuelvas de nuevo, hago que te castiguen. -Volví por tercera vez y echóse a reír. Me escapé de su tienda, pero era demasiado tarde; ordenó a dos soldados que me cogiesen y me atasen a cuatro postes. Pedí perdón invocando a todos los santos de la corte celestial, pero no quiso perdonarme; cuando el general se ríe, no perdona a nadie». El pobre diablo aún ponía una cara angustiosa al recordar los postes. En efecto, es un suplicio muy doloroso: clávanse cuatro pilotes en el suelo, de los cuales se suspende horizontalmente al hombre por las muñecas y por los tobillos, y allí se le deja estirarse durante algunas horas. Evidentemente, la idea de este suplicio se ha tomado del método que se emplea para secar las pieles. Mi entrevista con el general terminó sin que se sonriese ni una sola vez; y obtuve de él un pasaporte y un permiso para valerme de los caballos de posta del gobierno, documentos que me dio de la manera más servicial. ...
En la línea 342
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Después de haber galopado mucho tiempo y de cambiar de caballo dos veces, llegamos al río Sauce. Es un riachuelo profundo y rápido que sólo tiene 25 pies de anchura. La segunda posta del camino de Buenos Aires está en sus márgenes. Un poco más arriba de la costa hay un vado, donde el agua no llega al vientre de los caballos; pero desde ese sitio hasta el mar es imposible vadearlo; por tanto, ese río forma una barrera muy útil contra los indios. ...
En la línea 350
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... El rocío, que durante la primera parte de la noche había mojado las cubiertas con que nos tapábamos, habíase transformado en hielo a la mañana siguiente. Aunque la llanura parece horizontal, se eleva poco a poco, y nos hallábamos a 800 ó 900 pies sobre el nivel del mar. El 9 de septiembre por la mañana me aconseja el guía que suba a la estribación más próxima, la cual acaso me conduzca a los cuatro picos que coronan a plomo la montaña. Trepar sobre peñascales tan rugosos fatiga en extremo; las laderas de la montaña están cortadas tan hondamente, que con frecuencia se pierde en un minuto el camino andado en cinco. Llego, por fin, a la cima, pero para sufrir un gran desencanto; estaba al borde de un precipicio, en el fondo del cual hay un valle a nivel de la llanura, valle que corta la estribación transversalmente y me separa de los cuatro picos. Este valle es muy estrecho, pero muy plano, y forma un buen paso para los indios, pues hace comunicar entre sí los llanos que hay al norte y al sur de la cadena. Al bajar al valle para atravesarlo, veo dos caballos; en seguida me escondo entre las altas hierbas y examino con cuidado las cercanías; pero al no advertir señales de indios, comienzo mi segunda ascensión. Avanzaba ya el día; y esa parte de la montaña es tan escarpada y desigual como la otra. Llego por fin a la cima del segundo pico a las dos horas, pero no lo consigo sino con la mayor dificultad; en efecto, cada 20 metros sentía calambres en la parte superior de ambos muslos, hasta el punto de no saber si podría volver a bajar. También me fue preciso dar la `vuelta por otro camino, pues no me sentía con fuerzas para escalar de nuevo la montaña que había atravesado por la mañana. Por tanto, me vi obligado a renunciar a subir a los dos picos más altos. La diferencia de altura no es muy grande, y desde el punto de vista geológico sabía yo cuanto deseaba saber; por consiguiente, el resto no merecía otra nueva fatiga. Supongo que mis calambres eran efecto del gran cambio de acción muscular, el trepar mucho, después de una larga carrera a caballo. ...
En la línea 653
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Hablaba, siempre que podía, al oído del interlocutor, guiñaba los ojos alternativamente, gustaba de frases de segunda y hasta tercera intención, como cubiletes de prestidigitador, y era un hipócrita que fingía ciertos descuidos en las formas del culto externo, para que su piedad pareciese espontánea y sencilla. ...
En la línea 1855
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En la convalecencia de la segunda fiebre, en Vetusta, volvió esta actividad indomable del pensamiento a molestarla; pero poco después de comenzar a comer bien, mediante aquellos esfuerzos supremos, notó que unas ruedas que le daban vueltas dentro del cráneo se movían más despacio y con armónico movimiento. ...
En la línea 2255
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Los señores del margen, los de la Audiencia, eran la segunda aristocracia en Vetusta, aunque no figuraban tanto como en otros días. ...
En la línea 2783
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En tales ocasiones solía encontrarse con que aquellos platos de segunda mesa se los comía Paco Vegallana, el Marquesito. ...
En la línea 489
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Creyendo conocerlo en su justo valor, dejaba sin eco las burlas de muchos que acudían a sus fiestas y tomaban asiento a su mesa, para ridiculizar luego su fervorosa actividad literaria. Guardaba, con las páginas sin cortar, todos los libros impresos en grueso papel que le había regalado Enciso, con pomposas dedicatorias, llamándole eminentísimo poeta. No le interesaba conocer por segunda vez particularidades del Renacimiento italiano leídas en su adolescencia; pero declaraba sinceramente a este diplomático gratuito, ansioso de honores, una excelente persona, amable, tolerante, con afición al estudio y gran respeto a la inteligencia ajena, condiciones que lo colocaban por encima de la mayor parte de sus amigos y parásitos, vulgares de gustos, cobardes ante la novedad, con un pensamiento rutinario. ...
En la línea 610
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Había fluctuado durante su juventud del cisma a la legalidad pontifical, sirviendo a unos y a otros en los conflictos del Concilio de Basilea entre el Papa y el Antipapa. Su juventud era libertina, como la de todos los letrados de su época, teniendo dos hijos de una inglesa que vivió con él y suponiéndole sus enemigos una segunda prole más oculta y numerosa. ...
En la línea 630
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Primeramente corrió la voz de que Scarampo era el elegido, y el populacho se dirigió contra su palacio, viéndose rechazado. Luego, al saber que era Barbo el triunfador, intentó asaltar su lujosa vivienda, llena de riquezas y tesoros de arte, siendo igualmente recibido a tiros de bombarda y espingardazos. Al fin, como todos deseaban robar algo, corrieron al monasterio de Santa María la Nuova, por imaginarse que se guardaban allí las riquezas del Papa electo, pero lo encontraron previamente guarnecido de tropas. Cuando, engrosadas las turbas, se empeñaron por segunda vez en tomar el palacio Barbo, hizo un convenio el nuevo Papa con los jefes del motín, dándoles mil trescientos ducados de oro a cambio de que respetasen su vivienda. Esto no impidió que, al mismo tiempo, los servidores del Vaticano saqueasen la habitación ocupada por el cardenal Barbo durante el conclave. ...
En la línea 813
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Figuraba entonces en la aristocracia romana una sobrina suya, Adriana de Milá y Borja, nieta de Catalina de Borja, la segunda hermana de Calixto III. ...
En la línea 114
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Al extenderse esta visión única casi a ras del suelo, fue tal la sorpresa experimentada por el, que volvió por segunda vez a juntar sus párpados. Debía estar durmiendo aun. Lo que acababa de ver era una prueba de que se hallaba sumido todavía en el mundo incoherente de los ensueños. Dejó transcurrir algún tiempo para resucitar en su interior las facultades que son necesarias en la vida real. Después de convencerse de que no dormía, de que se hallaba verdaderamente despierto, volvió a abrir sus párpados lentamente, y se estremeció con la más grande de las sorpresas viendo que persistía el mismo espectáculo. ...
En la línea 156
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Es verdaderamente extraordinario -continuó el profesor- que haya conocido usted el nuevo sol que ve en estos instantes. Estaba acordado el matarle, mientras dormía, con una segunda inyección de veneno, cuyos efectos son muy rápidos. Pero los encargados del registro de su persona se apiadaron al enterarse de la categoría a que indudablemente pertenece usted en su país. Le diré que yo tuve el honor de figurar entre ellos, y he contribuido, en la medida de mi influencia, a conseguir que las altas personalidades del Consejo Ejecutivo respeten su vida por el momento. Como la lengua de todos los Hombres-Montañas que vinieron aquí ha sido siempre el inglés, el gobierno consideró necesario que yo abandonase la Universidad por unas horas para prestar el servicio de mi ciencia. Ha sido una verdadera fortuna para usted el que reconociésemos que es un gentleman. ...
En la línea 244
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Empezó a marchar por un camino de gran anchura para aquellos seres diminutos, pero que a el le pareció no mayor que un sendero de jardín. Durante media hora avanzaron entre bosques; luego salieron a inmensas llanuras cultivadas, y pudo ver como se iba desarrollando delante de él, a una gran distancia, la vanguardia de su cortejo, compuesta de maquinas rodantes y pelotones de jinetes. A su espalda levantaban una segunda nube de polvo las tropas de retaguardia, encargadas de contener a los curiosos. ...
En la línea 413
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Entonces nosotros les imitamos, y durante varios años los niños de nuestras escuelas aprendieron que había que morir para recobrar estos territorios, y hubo cánticos iguales a los del país enemigo, y los hombres fueron todos soldados, y surgió una segunda guerra, en cuyo transcurso recobramos las dos provincias… . ...
En la línea 65
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Mientras estudió la segunda enseñanza en el colegio de Masarnau, donde estaba a media pensión, su mamá le repasaba las lecciones todas las noches, se las metía en el cerebro a puñados y a empujones, como se mete la lana en un cojín. Ved por dónde aquella señora se convirtió en sibila, intérprete de toda la ciencia humana, pues le descifraba al niño los puntos oscuros que en los libros había, y aclaraba todas sus dudas, allá como Dios le daba a entender. Para manifestar hasta dónde llegaba la sabiduría enciclopédica de doña Bárbara, estimulada por el amor materno, baste decir que también le traducía los temas de latín, aunque en su vida había ella sabido palotada de esta lengua. Verdad que era traducción libre, mejor dicho, liberal, casi demagógica. Pero Fedro y Cicerón no se hubieran incomodado si estuvieran oyendo por encima del hombro de la maestra, la cual sacaba inmenso partido de lo poco que el discípulo sabía. También le cultivaba la memoria, descargándosela de fárrago inútil, y le hacía ver claros los problemas de aritmética elemental, valiéndose de garbanzos o judías, pues de otro modo no andaba ella muy a gusto por aquellos derroteros. Para la Historia Natural, solía la maestra llamar en su auxilio al león del Retiro, y únicamente en la Química se quedaban los dos parados, mirándose el uno al otro, concluyendo ella por meterle en la memoria las fórmulas, después de observar que estas cosas no las entienden más que los boticarios, y que todo se reduce a si se pone más o menos cantidad de agua del pozo. Total: que cuando Juan se hizo bachiller en Artes, Barbarita declaraba riendo que con estos teje-manejes se había vuelto, sin saberlo, una doña Beatriz Galindo para latines y una catedrática universal. ...
En la línea 84
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... ¡Y que no pasaba flojos apuros la pobre para salir airosa en aquel papel inmenso! A Barbarita le hacía ordinariamente sus confidencias. «Mira, hija, algunos meses me veo tan agonizada, que no sé qué hacer. Dios me protege, que si no… Tú no sabes lo que es vestir siete hijas. Los varones, con los desechos de la ropa de su padre que yo les arreglo, van tirando. ¡Pero las niñas!… ¡Y con estas modas de ahora y este suponer!… ¿Viste la pieza de merino azul?, pues no fue bastante y tuve que traer diez varas más. ¡Nada te quiero decir del ramo de zapatos! Gracias que dentro de casa la que se me ponga otro calzado que no sea las alpargatitas de cáñamo, ya me tiene hecha una leona. Para llenarles la barriga, me defiendo con las patatas y las migas. Este año he suprimido los estofados. Sé que los dependientes refunfuñan; pero no me importa. Que vayan a otra parte donde los traten mejor. ¿Creerás que un quintal de carbón se me va como un soplo? Me traigo a casa dos arrobas de aceite, y a los pocos días… pif… parece que se lo han chupado las lechuzas. Encargo a Estupiñá dos o tres quintales de patatas, hija, y como si no trajera nada». En la casa había dos mesas. En la primera comían el principal y su señora, las niñas, el dependiente más antiguo y algún pariente, como Primitivo Cordero cuando venía a Madrid de su finca de Toledo, donde residía. A la segunda se sentaban los dependientes menudos y los dos hijos, uno de los cuales hacía su aprendizaje en la tienda de blondas de Segundo Cordero. Era un total de diez y siete o diez y ocho bocas. El gobierno de tal casa, que habría rendido a cualquiera mujer, no fatigaba visiblemente a Isabel. A medida que las niñas iban creciendo, disminuía para la madre parte del trabajo material; pero este descanso se compensaba con el exceso de vigilancia para guardar el rebaño, cada vez más perseguido de lobos y expuesto a infinitas asechanzas. Las chicas no eran malas, pero eran jovenzuelas, y ni Cristo Padre podía evitar los atisbos por el único balcón de la casa o por la ventanucha que daba al callejón de San Cristóbal. Empezaban a entrar en la casa cartitas, y a desarrollarse esas intrigüelas inocentes que son juegos de amor, ya que no el amor mismo. Doña Isabel estaba siempre con cada ojo como un farol, y no las perdía de vista un momento. A esta fatiga ruda del espionaje materno uníase el trabajo de exhibir y airear el muestrario, por ver si caía algún parroquiano o por otro nombre, marido. Era forzoso hacer el artículo, y aquella gran mujer, negociante en hijas, no tenía más remedio que vestirse y concurrir con su género a tal o cual tertulia de amigas, porque si no lo hacía, ponían las nenas unos morros que no se las podía aguantar. Era también de rúbrica el paseíto los domingos, en corporación, las niñas muy bien arregladitas con cuatro pingos que parecían lo que no eran, la mamá muy estirada de guantes, que le imposibilitaban el uso de los dedos, con manguito que le daba un calor excesivo a las manos, y su buena cachemira. Sin ser vieja lo parecía. ...
En la línea 85
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Dios, al fin, apreciando los méritos de aquella heroína, que ni un punto se apartaba de su puesto en el combate social, echó una mirada de benevolencia sobre el muestrario y después lo bendijo. La primera chica que se casó fue la segunda, llamada Candelaria, y en honor de la verdad, no fue muy lucido aquel matrimonio. Era el novio un buen muchacho, dependiente en la camisería de la viuda de Aparisi. Llamábase Pepe Samaniego y no tenía más fortuna que sus deseos de trabajar y su honradez probada. Su apellido se veía mucho en los rótulos del comercio menudo. Un tío suyo era boticario en la calle del Ave María. Tenía un primo pescadero, otro tendero de capas en la calle de la Cruz, otro prestamista, y los demás, lo mismo que sus hermanos, eran todos horteras. Pensaron primero los de Arnaiz oponerse a aquella unión; mas pronto se hicieron esta cuenta: «No están los tiempos para hilar muy delgado en esto de los maridos. Hay que tomar todo lo que se presente, porque son siete a colocar. Basta con que el chico sea formal y trabajador». ...
En la línea 127
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —¡Un huevo crudo! Con mucho donaire, la muchacha se llevó a la boca por segunda vez el huevo roto y se atizó otro sorbo. ...
En la línea 484
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Antes de terminar Hendon estas palabras el rey estaba de nuevo en el país de los sueños. Miles salió sin hacer ruido y volvió a entrar, también de puntillas, a los treinta minutos, con un traje de segunda mano, completo, de niño, de tela barata y mostrando señales de uso, pero limpio y apropiado a la estación del año. Sentóse y empezó a examinar su compra, diciéndose entre dientes: ...
En la línea 1342
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... El cronista dice: 'En el extremo superior de la calle Gracechurch, ante el emblema del Águila, la ciudad había erigido un monumental arco, bajo el cual estaba una tarima que se extendía de un lado al otro de la calle. Era un espectáculo histórico que representaba a los inmediatos progenitores del rey. Allí estaba Isabel de York, sentada en. medio de una inmensa rosa blanca, cuyos pétalos formaban elaborados volantes alrededor de ella; a su lado estaba Enrique VII, saliendo de una enorme rosa roja, dispuesta de la misma manera; las manos de la pareja real estaban entrelazadas, y ostentosamente exhibido el anillo de boda. De las rosas rojas y blancas salía un tallo que llegaba hasta una segunda tarima, ocupada por Enrique VIII, saliendo de una rosa roja y blanca, con la efigie de la madre del nuevo rey, Juana Seymour, representada a su lado. Salía una rama de aquella pareja, que ascendía hasta una tercera tarima, donde se veía la efigie del mismo Eduardo VI, sentado en su trono con regia majestad, y todo el espectáculo estaba enmarcado con guirnaldas 'de rosas, rojas y blancas.' ...
En la línea 1346
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Las mejillas del fingido rey estaban rojas de excitación, sus ojos centelleaban, sus sentidos hormigueahan en un delirio de placer. En aquel punto, justo cuando alzaba su mano para arrojar otra dádiva generosa, vio una cara pálida, asombrada, que se estiraba hacia adelante en la segunda fila de la muchedumbre, sus intensos ojos clavados en él. Una espantosa consternación lo traspasó. ¡Reconoció a su madre! Y sus manos volaron hacia arriba, con las palmas hacia afuera, a cubrirse los ojos –ese ademán involuntario nacido de un episodio olvidado y perpetuado por la costumbre–. Un instante más y ella se había desprendido de la muchedumbre, pasó por entre los guardias y estaba a su lado. Abrazó la pierna del niño, la cubrió de besos, gritó: ¡Oh, mi niño, vida mía!', alzando hacia él un rostro transfigurado de alegría y de amor. En el mismo instante un oficial de la guardia real la arranco de allí con una maldición, y la envió tambaleándose al lugar de donde vino, con un vigoroso impulso de su fuerte brazo. Las palabras '¡No te conozco, mujer!' caían de los labios de Tom Canty cuando este lastimoso incidente ocurrió, pero le hirió hasta el corazón verla tratada así, y cuando ella se volvió para mirarle por última vez, mientras la muchedumbre la apartaba de su vista, la mujer se veía tan herida, tan descorazonada, que la vergüenza que lo cubrió consumió su orgullo hasta las cenizas y marchitó su usurpada realeza. Sus grandezas se le descubrieron; parecían sin valor desprenderse de él como harapos podridos. ...
En la línea 1234
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Pues entonces… entonces… diga a su sobrina que acepto sus explicaciones, que se las agradezco profundamente, que seguiré siendo su amigo, un amigo leal y noble, pero sólo amigo, ¿eh?, nada más que amigo, sólo amigo… Y no le diga que yo no soy un piano en que se puede tocar a todo antojo, que no soy un hombre de hoy te dejo y luego te tomo, que no soy sustituto ni vicenovio, que no soy plato de segunda mesa… ...
En la línea 1290
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Sí, Augusto, es la fatalidad la que nos ha traído a esto. Ni… ni tú ni yo podemos ser infieles, desleales a nosotros mismos; ni tú puedes aparecer queriéndome comprar como yo en un momento de ofuscación te dije, ni yo puedo aparecer haciendo de ti un sustituto, un vice, un plato de segunda mesa, como a mi tía le dijiste, y queriendo no más que premiar tu generosidad… ...
En la línea 592
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Seguí al capitán Nemo, y nada más atravesar la puerta, nos adentramos por un estrecho corredor iluminado eléctricamente. Tras un recorrido de una decena de metros, se abrió una segunda puerta ante mí. ...
En la línea 714
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Al fondo había un cuario tabique estanco que separaba el dormitorio del cuarto de máquinas. Se abrió una puerta y me introduje allí, donde el capitán Nemo -un ingeniero de primer orden, con toda seguridad -había instalado sus aparatos de locomoción. El cuarto de máquinas, netamente iluminado, no rnedía menos de veinte metros de longitud. Estaba dividido en dos partes: la primera, reservada a los elementos que producían la electricidad, y la segunda, a los mecanismos que transmitían el movimiento a la hélice. ...
En la línea 994
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Tras unos minutos de espera, oí un vivo silbido, al tiempo que sentí que el frío ganaba mi cuerpo desde los pies al pecho. Evidentemente, desde el interior del barco y mediante una válvula se había dado entrada en él al agua exterior que nos invadía y que pronto llenó la cámara en que nos hallábamos. Una segunda puerta practicada en el flanco del Nautilus se abrió entonces dando paso a una difusa claridad. Un instante después, nuestros pies hollaban el fondo del mar. ...
En la línea 1191
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Ya estaba yo preguntándome si el capitán Nemo, imprudente hasta la locura, iba a meter su barco por aquel paso en el que habían encallado las dos corbetas de Dumont d'Urville, cuando, modificando por segunda vez su rumbo hacia el Oeste, se dirigió hacia la isla Gueboroar. ...
En la línea 1243
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... El caballero no me reconoció, pero yo sí recordé que era el mismo a quien encontrara en la escalera, en mi segunda visita a casa de la señorita Havisham. Le reconocí desde el primer momento en que le vi, y ahora que estaba ante él, mientras me apoyaba la mano en el hombro, volví a contemplar con detenimiento su gran cabeza, su cutis moreno, sus ojos hundidos, sus pobladas cejas, su enorme cadena de reloj, su barba y bigote espesos, aunque afeitados, y hasta el aroma de jabón perfumado en su enorme mano. ...
En la línea 1337
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... En cierto modo, no me complacía el hecho de que Joe estuviese tan seguro de mí. Me habría gustado más advertir en él alguna emoción o que me hubiese contestado: «Eso te honra mucho, Pip», o algo por el estilo. Por consiguiente, no hice ninguna observación a la primera respuesta de Joe, y al referirme a la segunda, acerca de que la noticia llegó muy repentinamente, le dije que yo siempre deseé ser un caballero y que continuamente pensaba en lo que haría si lo fuese. ...
En la línea 1362
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Yo volví a repetirle, con la mayor vehemencia, que eso era un lado malo de la naturaleza humana (cuyo sentimiento, aunque aplicándolo a distinta persona, era seguramente cierto), y me alejé de Biddy en tanto que ésta se dirigía a la casa. Me fui a la puerta del jardín y di un triste paseo hasta la hora de la cena, sintiendo nuevamente que era muy triste y raro que aquella noche, la segunda de mi brillante fortuna, me pareciese tan solitaria y desagradable como la primera. ...
En la línea 1605
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Sí lo era, amigo Haendel. Precisamente se casó en secreto con su segunda mujer porque era orgulloso, y al cabo de algún tiempo ella murió. Entonces fue cuando, según tengo entendido, dio cuenta a su hija de lo que había hecho, y entonces también el muchacho empezó a formar parte de la familia y residía en la casa que usted ya conoce. ...
En la línea 221
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Marfa Petrovna quedó por segunda vez estupefacta, como herida por un rayo, según su propia expresión, pero no dudó ni un momento de la inocencia de Dunia, y al día siguiente, que era domingo, lo primero que hizo fue ir a la iglesia e implorar a la Santa Virgen que le diera fuerzas para soportar su nueva desgracia y cumplir con su deber. Acto seguido vino a nuestra casa y nos refirió todo lo ocurrido, llorando amargamente. En un arranque de remordimiento, se arrojó en los brazos de Dunia y le suplicó que la perdonara. Después, sin pérdida de tiempo, recorrió las casas de la ciudad, y en todas partes, entre sollozos y en los términos más halagadores, rendía homenaje a la inocencia, a la nobleza de sentimientos y a la integridad de la conducta de Dunia. No contenta con esto, mostraba y leía a todo el mundo la carta escrita por Dunetchka al señor Svidrigailof. E incluso dejaba sacar copias, cosa que me parece una exageración. Recorrió las casas de todas sus amistades, en lo cual empleó varios días. Ello dio lugar a que algunas de sus relaciones se molestaran al ver que daba preferencia a otros, lo que consideraban una injusticia. Al fin se determinó con toda exactitud el orden de las visitas, de modo que cada uno pudo saber de antemano el día que le tocaba el turno. En toda la ciudad se sabía dónde tenía que leer Marfa Petrovna la carta tal o cual día, y el vecindario adquirió la costumbre de reunirse en la casa favorecida, sin excluir aquellas familias que ya habían escuchado la lectura en su propio hogar y en el de otras familias amigas. Yo creo que en todo esto hay mucha exageración, pero así es el carácter de Marfa Petrovna. Por otra parte, es lo cierto que ella ha rehabilitado por completo a Dunetchka. Toda la vergüenza de esta historia ha caído sobre el señor Svidrigailof, a quien ella presenta como único culpable, y tan inflexiblemente, que incluso siento compasión de él. A mi juicio, la gente es demasiado severa con este insensato. ...
En la línea 229
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »En su segunda visita, cuando ya su petición había sido aceptada, nos dijo, en el curso de la conversación, que antes de conocer a Dunia ya había resuelto casarse con una muchacha honesta y pobre que tuviera experiencia de las dificultades de la vida, pues considera que el marido no debe sentirse en ningún caso deudor de la mujer y que, en cambio, es muy conveniente que ella vea en él un bienhechor. Sin duda, no me expreso con la amabilidad y delicadeza con que él se expresó, pues sólo he retenido la idea, no las palabras. Además, habló sin premeditación alguna, dejándose llevar del calor de la conversación, tanto, que él mismo trató después de suavizar el sentido de sus palabras. Sin embargo, a mí me parecieron un tanto duras, y así se lo dije a Dunetchka; pero ella me contestó con cierta irritación que una cosa es decir y otra hacer, lo que sin duda es verdad. Dunia no pudo pegar ojo la noche que precedió a su respuesta y, creyendo que yo estaba dormida, se levantó y estuvo varias horas paseando por la habitación. Finalmente se arrodilló delante del icono y oró fervorosamente. Por la mañana me dijo que ya había decidido lo que tenía que hacer. ...
En la línea 232
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »La segunda razón que nos ha movido a guardar silencio sobre este punto es que deseo que puedas mirarle de igual a igual en vuestra próxima entrevista. Dunia le ha hablado de ti con entusiasmo, y él ha respondido que a los hombres hay que conocerlos antes de juzgarlos, y que no formará su opinión sobre ti hasta que te haya tratado. ...
En la línea 247
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »… Me gustaría saber por qué me habla mamá de las nuevas generaciones. ¿Lo habrá hecho sencillamente para caracterizar al personaje o con la segunda intención de que me sea simpático el señor Lujine… ? ¡Las muy astutas! Otra cosa que me gustaría aclarar es hasta qué punto han sido francas una con otra aquel día decisivo, aquella noche y después de aquella noche. ¿Hablarían claramente o comprenderían las dos, sin necesidad de decírselo, que tanto una como otra tenían una sola idea, un solo sentimiento y que las palabras eran inútiles? Me inclino por esta última hipótesis: es la que la carta deja entrever. ...
En la línea 343
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Nada hay de eso. Desde Berlín tenía las orejas atiborradas de ese “Ja wohl!” constantemente repetido de un modo tan antipático. Al encontrarles en la avenida aquel “Ja wohl!” no sé por qué me vino a la memoria y tuvo el don de crisparme los nervios. Además, la baronesa, a quien he encontrado ya tres veces, tiene la costumbre de andar directamente hacia mí como si yo fuera un gusano al que se quiere aplastar con el pie; convenga conmigo en que yo puedo tener también mi amor propio. Me descubrí, diciendo muy cortésmente —le aseguro a usted que cortésmente—: “Madame, j'ai l'honneur d'étre votre esclave”. Cuando el barón se volvió, diciendo “Hein!”, me sentí incitado a gritar inmediatamente: “Ja wohl!”. Lancé dos veces esta exclamación, la primera con mi voz ordinaria y la segunda con toda la fuerza de mis pulmones. Eso es todo. ...
En la línea 643
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Aunque haya sillas dispuestas alrededor de la mesa, pocos de los puntos las aprovechaban, sobre todo cuando hay mucho público, porque una persona en pie ocupa mucho menos sitio y puede operar más cómodamente. Las gentes de la segunda y tercera filas se apretujan contra los de la primera, esperan su turno y vigilan una ocasión para instalarse ante la mesa. Pero, en su impaciencia, algunos avanzan la mano para colocar sus apuestas. Hasta los más alejados de la mesa procuran jugar por encima de las cabezas de los demás, y ocurre que, debido a ello, cada cinco o diez minutos se originan dudas acerca de quiénes han hecho las posturas. ...
En la línea 631
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Pertenecían estos seres a esa clase bastarda compuesta de personas incultas que han llegado a elevarse y de personas inteligentes que han decaído, que está entre la clase llamada media y la llamada inferior, y que combina algunos de los defectos de la segunda con casi todos los vicios de la primera, sin tener el generoso impulso del obrero, ni el honesto orden del burgués. ...
En la línea 1004
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Algunas veces estas dos ideas disentían; y entonces el hombre conocido como Magdalena no dudaba en sacrificar la primera a la segunda, su seguridad a su virtud. Así, a pesar de toda su prudencia, había conservado los candelabros del obispo, había llevado luto por su muerte, había interrogado a los saboyanos que pasaban, había pedido informes sobre las familias de Faverolles, y había salvado la vida del viejo Fauchelevent, a pesar de las terribles insinuaciones de Javert. ...
En la línea 259
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Hans se apresuró a sujetarlo con la cuerda, como si Buck fuera una embarcación. Con la cuerda así tensada y el ímpetu de la corriente, el tirón hundió a Buck bajo la superficie y bajo la superficie permaneció hasta que su cuerpo golpeó contra la orilla y lo sacaron del agua. Estaba medio ahogado, y Hans y Pete se arrojaron sobre él, haciéndole tragar aire y vomitar el agua. Se puso de pie tambaleándose y se fue al suelo. Hasta ellos llegó la débil voz de Thornton y, aunque no entendieron las palabras, se dieron cuenta de que ya no podía resistir más. Pero la voz de su amo actuó sobre Buck como una descarga eléctrica. Se levantó de un salto y salió corriendo por la orilla delante de los dos hombres, que se dirigían al punto donde antes se había lanzado. Le ataron otra vez la cuerda y de nuevo lo metieron en el agua; él salió nadando, pero esta vez directamente hacia el centro de la corriente. Había calculado mal en la ocasión anterior, pero no lo haría mal una segunda vez. Hans fue soltando cuerda despacio sin permitir que se aflojara, mientras Pete se ocupaba de que no se enredase. Buck esperó a estar alineado con la posición de Thornton; entonces giró y empezó a desplazarse hacia él a la velocidad de un tren expreso. Thornton lo vio venir y, en el momento en que Buck se precipitaba sobre él como un ariete empujado por la fuerza de la corriente, se irguió y se abrazó con ambos brazos al lanudo cuello del perro. Hans amarró la cuerda al tronco de un árbol y, con el tirón, Buck y Thornton se hundieron bajo el agua. Sofocados y jadeantes, a veces uno encima y a veces el otro, arrastrándose sobre el fondo desigual, chocando con pedruscos y ramas, viraron hacia la orilla. ...
En la línea 74
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Encontrándose en estado interesante, en su segunda personalidad, ignoraba absolutamente este detalle al volver a la personalidad primera. ...
En la línea 566
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -¿Qué le importa a usted eso, Lucía? -exclamó él, llamándola segunda vez por su nombre-. ¿Es usted acaso el Padre Urtazu? ¿Soy yo alguien que a usted le interese o le importe? ¿Le han de pedir a usted cuenta de mi alma en algún tribunal? ¡Niña!, eso a usted no le va ni le viene. ...
En la línea 1059
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Ya sabía el pícaro lo que se hacía. Ni padre, ni tía se mostraban muy dispuestos a venir a encargarse de Pilar, y auguraba el contratiempo de tener que quedarse de enfermero… Su mente, fecunda en tretas, le sugirió mil para embelesar a Miranda, en aquella ciudad mágica que ya de suyo emboba a cuantos la pisan. Aprendió el esposo de Lucía los refinamientos de la cocina francesa en los mejores restauradores (ensordezca todo hablista); y con la golosina experta de su edad madura, llegó a tomarse gran interés en que la salsa holandesa fuese mejor aquí que dos puertas más abajo, y en que las setas rellenas se hallasen o no a la época más propia para ser saboreadas. Amén de estos goces culinarios, aficionose a los teatrillos del género chocarrero que tanto abundan en París: divirtiéronle las canciones picarescas, las muecas del payaso, la música retozona y los trajes ligeros y casi paradisíacos de aquellas bienaventuradas ninfas que se disfrazaban de cacerolas, de violines o de muñecos. Hasta se susurra -pero sin que existan datos para establecerlo como rigurosa verdad histórica- que el insigne ex buen mozo quiso recordar sus pasadas glorias, y verter una regaderita de agua sobre sus secos y mustios lauros, y eligió para cómplice a cierta rata de proscenio, nombrada Zulma en la docta academia teatral, si bien está averiguado que en regiones menos olímpicas pudo llamarse Antonia, Dionisia o cosa así. Tenía ésta tal el salero del mundo para cantar el estribillo (refrain) de ciertas tonadas (chansonnettes); y era para descuajarse y deshacerse de risa cuando, la mano en la cintura, la pierna derecha en el aire, guiñados los ojos y entreabierta la boca, despedía una exclamación canallesca, un grito venido en derechura de las pescaderías y mercados a posarse en sus labios de púrpura, para deleite y contentamiento de los espectadores. Ni eran estas las únicas gracias y donaires de la cantora, antes lo mejor de su repertorio, la quintaesencia de sus monerías, guardábala para la dulce intimidad de los felices mortales que a aquella Dánae de bambalinas lograban aproximarse, bien provistos de polvos de oro. ¡Con qué felina zalamería menudeaba los golpecitos en la panza, y llamaba a graves sesentones ratoncillos, perritos suyos, gatitos, bibis, y otros apelativos cariñosos y regalados, que a arrope y miel sabían! Pues ¿qué diré del chiste y garbo incomparable con que oprimía entre sus dientes de perlas, un pitillo ruso, lanzando al aire volutas de humo azul, mientras la contracción de sus labios destacaba la arremangada nariz y los hoyuelos de los arrebolados carrillos? ¿Qué de aquella su maestría en ocupar dos sillas a un tiempo sin que propiamente estuviera sentada en ninguna de ellas, y puesto que reposaba en la primera el espinazo, en la segunda los tacones? ¿Qué de la agilidad y destreza con que se sorbía diez docenas de ostras verdes en diez minutos, y bebíase dos o tres botellas de Rhin, que no parece sino que le untaban el gaznate con aceite y sebo para que fuese escurridizo y suave? ¿Qué de la risueña facundia con que probaba a sus amigos que tal anillo de piedras les venía estrecho al dedo, mientras a ella le caía como un guante? En suma, si la aventura que se murmuró por entonces en los bastidores de un teatrillo, y en la mesa redonda de la Alavesa, parece indigna de la prosopopeya tradicional en la mirandesca estirpe, cuando menos es justo consignar que la heroína era la más divertida, sandunguera y comprometedora zapaquilda de cuantas mayaban desafinada y gatunamente en los escenarios de París. ...
En la línea 139
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Es la segunda vez que os llamo -dijo el señor Fogg. ...
En la línea 848
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Esa palabra dejó pensativo al agente. El calificativo lo inquietó mucho sin saber por qué. ¿Lo había adivinado el francés? No sabía qué pensar. ¿Cómo podía Picaporte haber descubierto su condición de 'detectíve', cuyo secreto de nadie podía ser sabido? Y sin embargo, al hablar así, Picaporte lo había hecho con segunda intención. ...
En la línea 1153
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Algunos marineros, como gente acostumbrada a esta clase de escenas, descendieron al pobre mozo a una cámara de segunda, y Picaporte no se despertó hasta la mañana siguiente, a ciento cincuenta millas de las tierras de China. ...
En la línea 1175
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Este punto es una importante escala del Pacífico, donde paran todos los vapores empleados en el servicio de correos y viajeros entre la América del Norte, la China, el Japón y las islas de la Malasia. Yokohama está situado en la misma bahía de Yedo, a corta distancia de esta inmensa ciudad, segunda capital del imperio japonés, antigua residencia del taikun, cuando existía este emperador civil, y rival de Meako, la gran ciudad habitada por el mikado, emperador eclesiástico descendiente de los dioses. ...

la Ortografía es divertida
Más información sobre la palabra Segunda en internet
Segunda en la RAE.
Segunda en Word Reference.
Segunda en la wikipedia.
Sinonimos de Segunda.
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La palabra iglesia
La palabra mantilla
La palabra arreglaba
La palabra deshacer
La palabra campana
La palabra vano
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