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La palabra zala
Cómo se escribe

Comó se escribe zala o sala?

Cual es errónea Sala o Zala?

La palabra correcta es Sala. Sin Embargo Zala se trata de un error ortográfico.

El Error ortográfico detectado en el termino zala es que hay un Intercambio de las letras s;z con respecto la palabra correcta la palabra sala

Más información sobre la palabra Sala en internet

Sala en la RAE.
Sala en Word Reference.
Sala en la wikipedia.
Sinonimos de Sala.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Sala

Cómo se escribe sala o zala?


la Ortografía es divertida

Reglas relacionadas con los errores de s;z

Las Reglas Ortográficas de la S

Se escribe s al final de las palabras llanas.
Ejemplos: telas, andamos, penas
Excepciones: alférez, cáliz, lápiz

Se escriben con s los vocablos compuestos y derivados de otros que también se escriben con esta letra.
Ejemplos: pesar / pesado, sensible / insensibilidad

Se escribe con s las terminaciones -esa, -isa que signifiquen dignidades u oficios de mujeres.
Ejemplos: princesa, poetisa

Se escriben con s los adjetivos que terminan en -aso, -eso, -oso, -uso.
Ejemplos: escaso, travieso, perezoso, difuso

Se escribe con s las terminaciones -ísimo, -ísima.
Ejemplos: altísimo, grandísima

Se escribe con s la terminación -sión cuando corresponde a una palabra que lleva esa letra, o cuando otra palabra derivada lleva -sor, -sivo, -sible,-eso.
Ejemplos: compresor, compresión, expreso, expresivo, expresión.

Se escribe s en la terminación de algunos adjetivos gentilicios singulares.
Ejemplos: inglés, portugués, francés, danés, irlandés.

Se escriben s con las sílabas iniciales des-, dis-.
Ejemplos: desinterés, discriminación.

Se escribe s en las terminaciones -esto, -esta.
Ejemplos: detesto, orquesta.

Las Reglas Ortográficas de la Z

Se escribe z y no c delante de a, o y u.

Se escriben con z las terminaciones -azo, -aza.

Ejemplos: pedazo, terraza

Se escriben con z los sustantivos derivados que terminan en las voces: -anza, -eza, -ez.

Ejemplos: esperanza, grandeza, honradez

La X y la S


Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras s;z


El Español es una gran familia

Algunas Frases de libros en las que aparece sala

La palabra sala puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 942
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La mujer de _Zarandilla_ y Rafael, ayudados por aquella tropa, arreglaron las habitaciones del amo. Dos quinqués humosos dieron luz a la gran sala de enjalbegadas paredes, adornadas con algunos cromos de santos. Los hombres de confianza de don Luis, doblando el espinazo con cierta pereza, sacaron de espuertas y cajones todas las vituallas traídas en el carruaje. ...

En la línea 949
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y la cantaora rompió en una _soleá_, con una voz aguda y poderosa, que después de hincharla el cuello como si éste fuera a reventarse, atronaba la sala y ponía en conmoción a todo el cortijo. ...

En la línea 952
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... En el patio se tropezó con _Alcaparrón_, que atraído por el ruido de la fiesta esperaba una coyuntura para introducirse en la sala con su pegajosidad de parásito. El aperador le amenazó con varios palos si seguía allí. ...

En la línea 999
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Era cerca de media noche cuando terminó la cena. El ambiente de la sala se había caldeado y era sofocante. ...

En la línea 340
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... —¡A la sala, Antón, a la sala! Allí están los señores curas. ...

En la línea 340
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... —¡A la sala, Antón, a la sala! Allí están los señores curas. ...

En la línea 3764
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... La reina entró en la sala: se advirtió que, como el rey, tenía aire triste y sobre todo fatigado. ...

En la línea 3768
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... De pronto el rey apareció con el cardenal en una de las puer tas de la sala. ...

En la línea 3779
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Hubo en la sala un momento de desconcierto y confusión. ...

En la línea 3801
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... El baile terminó en medio de los aplausos de toda la sala, cada cual llevó a su dama a su sitio, pero el rey aprovechó el privilegio que tenía de dejar a la suya donde se encontraba para avanzar deprisa hacia la reina. ...

En la línea 55
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... La sala llamada de justicia, que es la que conoce en segunda instancia de los autos apelados del tribunal mayor y audiencia de cuentas, la componen igualmente tres señores ministros, y con vista del fiscal de lo civil, que lo es de la hacienda, conocen y fallan sobre tales autos, cuyos espedientes, procesos ó causas, pues á algunos los tres nombres le caben, son de suyos voluminosos, y complicados por su naturaleza é infinidad de puntos que abrazan, por lo que son objeto de ocupacion y gravedad; y aunque no de tanta, tambien distraen y ocupan los mismos negocios cuando estando en curso, son consultados á la sala ó junta llamada de ordenanza, que la componen el señor rejente ó ministro mas antiguo con el fiscal de lo civil, donde como para asesorarse, los remite á consulta el contador mayor cuando le parece. ...

En la línea 55
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... La sala llamada de justicia, que es la que conoce en segunda instancia de los autos apelados del tribunal mayor y audiencia de cuentas, la componen igualmente tres señores ministros, y con vista del fiscal de lo civil, que lo es de la hacienda, conocen y fallan sobre tales autos, cuyos espedientes, procesos ó causas, pues á algunos los tres nombres le caben, son de suyos voluminosos, y complicados por su naturaleza é infinidad de puntos que abrazan, por lo que son objeto de ocupacion y gravedad; y aunque no de tanta, tambien distraen y ocupan los mismos negocios cuando estando en curso, son consultados á la sala ó junta llamada de ordenanza, que la componen el señor rejente ó ministro mas antiguo con el fiscal de lo civil, donde como para asesorarse, los remite á consulta el contador mayor cuando le parece. ...

En la línea 60
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Ahora bien: si para una sola sala de un rejente, cinco ministros y dos fiscales hay ademas de sus tareas ordinarias tantos cargos y comisiones de tanta gravedad y ocupacion como asi es, ¿como puede concebirse que se administre pronta justicia en ningun ramo? Es imposible que suceda lo que se debe desear en este particular, ínterin no se remuevan con mano fuerte todos estos obstáculos, bastante cada uno por sí solo á entorpecer y dilatar, lo que no se puede sujetar á cálculo, la marcha de los asuntos judiciales. ...

En la línea 449
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... apelacion de los autos de la contaduría mayor para la sala de ordenanza ó de justicia cuando estén pendientes las resultas ó alcances de cuentas; pues cualquiera condescendencia en este particular causaria gravísimos perjuicios á los reales intereses, por los efujios de que se valen los deudores para entorpecer ó dilitar el pago á que los apremia el tribunal. ...

En la línea 565
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Volví a mi posada y me senté en un leño, debajo de la inmensa campana de la chimenea de la sala común; dos hombres de rostro huraño estaban arrodillados en el suelo. ...

En la línea 1721
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Ocupaba yo la parte delantera del primer piso; mis habitaciones consistían en una sala inmensa con un cuarto pequeño al lado, para dormir. ...

En la línea 1722
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... La sala, a pesar de su tamaño, tenía muy pocos muebles: unas cuantas sillas, una mesa y un sofá componían todo su ornamento. ...

En la línea 3760
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Nos abrió una mujer de aspecto respetable, con todas las muestras de ser el ama de gobierno, y luego de decirnos, contestando a nuestras preguntas, que el abogado estaba en casa, nos llevó a una inmensa sala, o más bien librería, pues los muros estaban cubiertos de libros excepto en dos o tres sitios ocupados por algunos buenos cuadros de escuela española antigua. ...

En la línea 1916
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... »Digo, pues, que, así como Luscinda me vio, me dijo: ''Cardenio, de boda estoy vestida; ya me están aguardando en la sala don Fernando el traidor y mi padre el codicioso, con otros testigos, que antes lo serán de mi muerte que de mi desposorio. ...

En la línea 1923
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Así que, sin ser visto, tuve lugar de ponerme en el hueco que hacía una ventana de la mesma sala, que con las puntas y remates de dos tapices se cubría, por entre las cuales podía yo ver, sin ser visto, todo cuanto en la sala se hacía. ...

En la línea 1923
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Así que, sin ser visto, tuve lugar de ponerme en el hueco que hacía una ventana de la mesma sala, que con las puntas y remates de dos tapices se cubría, por entre las cuales podía yo ver, sin ser visto, todo cuanto en la sala se hacía. ...

En la línea 1925
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Basta que sepáis que el desposado entró en la sala sin otro adorno que los mesmos vestidos ordinarios que solía. ...

En la línea 146
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Después de haber sido testigo de la grosera riqueza indicada por un número tan grande de hombres, vacas y caballos, casi es un espectáculo el mirar la miserable casucha de don Juan. El piso se compone sencillamente de barro endurecido y las ventanas no tienen vidrieras; los muebles de la sala consisten en algunas sillas muy ordinarias, algunos taburetes y dos mesas, Aunque hay muchos forasteros, la comida sólo se compone de dos platos (inmensos en verdad), conteniendo el uno vaca asada, el otro vaca cocida y algunos trozos de calabaza; no se sirve ninguna otra hortaliza y ni siquiera un pedazo de pan. Una jarra grande de barro cocido, llena de agua, sirve de vaso a toda la compañía. Y, sin embargo, este hombre es dueño de varias millas cuadradas de terreno, cuya casi totalidad puede producir trigo y con un poco de cuidado todas las legumbres usuales. Se pasa la velada en fumar y se improvisa un pequeño concierto vocal con acompañamiento de guitarra. Las señoritas, sentadas todas juntas en un rincón de la sala, no comen con los hombres. ...

En la línea 1663
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... tas casuchas son torrecillas redondas con escalones que conducen a una sala interior algo elevada sobre el piso para defenderse de las nieves ...

En la línea 2321
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Más adelante había otra sala más lujosa, con grandes chimeneas que consumían mucha leña, pero no tanta como decían los mozos. ...

En la línea 2324
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Allí no se debía alborotar porque al extremo de oriente, detrás de un majestuoso portier de terciopelo carmesí, estaba la sala del tresillo, que se llamaba el gabinete rojo. ...

En la línea 2325
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En este había de reinar el silencio, y si era posible también en la sala contigua. ...

En la línea 2328
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La sala del tresillo jamás recibía la luz del sol: siempre permanecía en tinieblas caliginosas, que hacían palpables las tristes llamas de las bujías semejantes a lámparas de minero en las entrañas de la tierra. ...

En la línea 431
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Se distraía cuidando y mimando a los niños de sus hermanas, a los cuales quería entrañablemente; pero siempre había entre ella y sus sobrinitos una distancia que no podía llenar. No eran suyos, no los había tenido ella, no se los sentía unidos a sí por un hilo misterioso. Los verdaderamente unidos no existían más que en su pensamiento, y tenía que encender y avivar este, como una fragua, para forjarse las alegrías verdaderas de la maternidad. Una noche salió de la casa de Candelaria para volverse a la suya poco antes de la hora de comer. Ella y su hermana se habían puesto de puntas por una tontería, porque Jacinta mimaba demasiado a Pepito, nene de tres años, el primogénito de Samaniego. Le compraba juguetes caros, le ponía en la mano, para que las rompiera, las figuras de china de la sala y le permitía comer mil golosinas. «¡Ah!, si fueras madre de verdad no harías esto… ». —«Pues si no lo soy, mejor… ¿A ti qué te importa?». —«A mí nada. Dispensa, hija, ¡qué genio!». —«Si no me enfado… ».—«¡Vaya, que estás mimadita!». ...

En la línea 1384
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —¡Qué palabrotas dice!… ¡Ramón se ha reído más… ! No sabes la gracia que le hace su lengua de arriero. Anoche nos dio malos ratos, porque llamaba a su Pae Pepe y se acordaba de la pocilga en que ha vivido… ¡Pobrecito! Esta mañana se me orinó en la sala. Llegué yo y me lo encontré con las enaguas levantadas… Gracias que no se le antojó hacerlo sobre el puff… lo hizo en la coquera… He tenido que cerrar la sala, porque me destrozaba todo. ¿Has visto cómo ha puesto el nacimiento? A Ramón le hizo muchísima gracia… y salió a comprar más figuras; porque si no, ¿quién aguanta a esta patulea? No puedes figurarte la que se armó aquí anoche. Todos llorando en coro, y el otro cogiendo figuras y estrellándolas contra el suelo. ...

En la línea 1384
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —¡Qué palabrotas dice!… ¡Ramón se ha reído más… ! No sabes la gracia que le hace su lengua de arriero. Anoche nos dio malos ratos, porque llamaba a su Pae Pepe y se acordaba de la pocilga en que ha vivido… ¡Pobrecito! Esta mañana se me orinó en la sala. Llegué yo y me lo encontré con las enaguas levantadas… Gracias que no se le antojó hacerlo sobre el puff… lo hizo en la coquera… He tenido que cerrar la sala, porque me destrozaba todo. ¿Has visto cómo ha puesto el nacimiento? A Ramón le hizo muchísima gracia… y salió a comprar más figuras; porque si no, ¿quién aguanta a esta patulea? No puedes figurarte la que se armó aquí anoche. Todos llorando en coro, y el otro cogiendo figuras y estrellándolas contra el suelo. ...

En la línea 1673
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Por la noche fue Maximiliano al hotel de Feliciana, tercer piso en la calle de Pelayo, y al entrar, lo primero que vio… Es que junto a la puerta de entrada había un cuartito pequeño, que era donde moraba la huéspeda, y esta salía de su escondrijo cuando Rubín entraba. Feliciana había salido a abrir con el quinqué en la mano, porque lo llevaba para la sala, y a la luz vivísima del petróleo sin pantalla, encaró Maximiliano con la más extraordinaria hermosura que hasta entonces habían visto sus ojos. Ella le miró a él como a una cosa rara, y él a ella como a sobrenatural aparición. ...

En la línea 603
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Como Tom tenía bastante ingenio para comprender que era un muchacho que le podría ser útil, animó a Humphrey a que siguiera hablando, y el chico no se hizo de mucho rogar, pues estaba encantado creyendo que ayudaba a la 'cura' de Tom, porque siempre, tan pronto como había tratado de recórdar la perturbada mente los diferentes pormenores de su experiencia y aventuras en la real sala de escuela y en los demás sitios del palacio, observaba que Su Majestad 'recordaba' las circunstancias con toda claridad. Al cabo de una hora, Tom se halló en posesión de muy valiosa información sobre personajes y asuntos de la corte y así resolvió abrevarse a diario en aquella fuente. A este fin daría orden de que admitieran a Humphrey a su regia presencia cada vez que llegara, siempre que la Majestad de Inglaterra no estuviera ocupada con otras gentes. ...

En la línea 620
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Muy avanzado el día estuvo en una sala con una grande audiencia, conversando con el conde de Hertford, y esperando de muy mal ceño la hora señalada para la visita de gran número de encumbrados funcionarios y cortesanos. ...

En la línea 730
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Aprovechemos nuestro privilegio, y corramos a la gran sala del banquete para echarle un vistazo, mientras Tom se encuentra listo para una ocasión tan imponente. Es un aposento espacioso, de columnas y pilastras doradas y paredes y techos con pinturas. En la puerta se yerguen dos fornidos guardias, rígidos como estatuas, vestidos de ricos y pintorescos trajes y armados de alabardas. En una galería alta, que corre en tomo de toda la sala, hay una banda de músicos y compacta concurrencia de uno y otro sexo, brillantemente ataviada. En el centro del salón, sobre la tarima, está la mesa de Tom. Dejemos ahora que hable el viejo cronista: ...

En la línea 730
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Aprovechemos nuestro privilegio, y corramos a la gran sala del banquete para echarle un vistazo, mientras Tom se encuentra listo para una ocasión tan imponente. Es un aposento espacioso, de columnas y pilastras doradas y paredes y techos con pinturas. En la puerta se yerguen dos fornidos guardias, rígidos como estatuas, vestidos de ricos y pintorescos trajes y armados de alabardas. En una galería alta, que corre en tomo de toda la sala, hay una banda de músicos y compacta concurrencia de uno y otro sexo, brillantemente ataviada. En el centro del salón, sobre la tarima, está la mesa de Tom. Dejemos ahora que hable el viejo cronista: ...

En la línea 297
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... En este momento entró en la sala un caballero anciano, el tío de Eugenia sin duda. Llevaba anteojos ahumados y un fez en la cabeza. Acercóse a Augusto, y tomando asiento junto a él le dirigió estas palabras: ...

En la línea 386
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Augusto temblaba y sentíase como en un potro de suplicio en su asiento; entrábanle furiosas ganas de levantarse de él, pasearse por la sala aquella, dar manotadas al aire, gritar, hacer locuras de circo, olvidarse de que existía. Ni doña Ermelinda, la tía de Eugenia, ni don Fermín, su marido, el anarquista teórico y místico, lograban traerle a la realidad. ...

En la línea 598
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Quedóse un momento solo y como si estuviese en el vacío. Sentía una profunda opresión en el pecho. Ceñíale una angustiosa sensación de solemnidad. Sentóse para levantar al punto y se entretuvo en mirar los cuadros que colgaban de las paredes, un retrato de Eugenia entre ellos. Entráronle ganas de echar a correr, de escaparse. De pronto, al oír unos pasos menudos, sintió un puñal de hielo atravesarle el pecho y como una bruma invadirle la cabeza. Abrióse la puerta de la sala y apareció Eugenia. El pobre se apoyó en el respaldo de una butaca. Ella, al verle lívido, palideció un momento y se quedó suspensa en medio de la sala, y luego, acercándose a él, le dijo con voz seca y baja: ...

En la línea 598
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Quedóse un momento solo y como si estuviese en el vacío. Sentía una profunda opresión en el pecho. Ceñíale una angustiosa sensación de solemnidad. Sentóse para levantar al punto y se entretuvo en mirar los cuadros que colgaban de las paredes, un retrato de Eugenia entre ellos. Entráronle ganas de echar a correr, de escaparse. De pronto, al oír unos pasos menudos, sintió un puñal de hielo atravesarle el pecho y como una bruma invadirle la cabeza. Abrióse la puerta de la sala y apareció Eugenia. El pobre se apoyó en el respaldo de una butaca. Ella, al verle lívido, palideció un momento y se quedó suspensa en medio de la sala, y luego, acercándose a él, le dijo con voz seca y baja: ...

En la línea 594
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... En el centro de la sala había una mesa ricamente servida. El capitán Nemo me indicó el lugar en que debía instalarme. ...

En la línea 614
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El capitán Nemo se levantó y yo le seguí. Por una doble puerta situada al fondo de la pieza entré en una sala de dimensiones semejantes a las del comedor. ...

En la línea 615
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Era la biblioteca. Altos muebles de palisandro negro, con incrustaciones de cobre, soportaban en sus anchos estantes un gran número de libros encuadernados con uniformidad. Las estanterías se adaptaban al contorno de la sala, y terminaban en su parte inferior en unos amplios divanes tapizados con cuero marrón y extraordinariamente cómodos. Unos ligeros pupitres móviles, que podían acercarse o separarse a voluntad, servían de soporte a los libros en curso de lectura o de consulta. En el centro había una gran mesa cubierta de publicaciones, entre las que aparecían algunos periódicos ya viejos. La luz eléctrica que emanaba de cuatro globos deslustrados, semiencajados en las volutas del techo, inundaba tan armonioso conjunto. Yo contemplaba con una real admiración aquella sala tan ingeniosamente amueblada y apenas podía dar crédito a mis ojos. ...

En la línea 615
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Era la biblioteca. Altos muebles de palisandro negro, con incrustaciones de cobre, soportaban en sus anchos estantes un gran número de libros encuadernados con uniformidad. Las estanterías se adaptaban al contorno de la sala, y terminaban en su parte inferior en unos amplios divanes tapizados con cuero marrón y extraordinariamente cómodos. Unos ligeros pupitres móviles, que podían acercarse o separarse a voluntad, servían de soporte a los libros en curso de lectura o de consulta. En el centro había una gran mesa cubierta de publicaciones, entre las que aparecían algunos periódicos ya viejos. La luz eléctrica que emanaba de cuatro globos deslustrados, semiencajados en las volutas del techo, inundaba tan armonioso conjunto. Yo contemplaba con una real admiración aquella sala tan ingeniosamente amueblada y apenas podía dar crédito a mis ojos. ...

En la línea 188
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... En tales ocasiones comíamos en la cocina y tomábamos las nueces, las naranjas y las manzanas en la sala, lo cual era un cambio muy parecido al que Joe llevaba a cabo todos los domingos al ponerse el traje de las fiestas. Mi hermana estaba muy contenta aquel día y, en realidad, parecía más amable que nunca en compañía de la señora Hubble que en otra cualquiera. Recuerdo que ésta era una mujer angulosa, de cabello rizado, vestida de color azul celeste y que presumía de joven por haberse casado con el señor Hubble, aunque ignoro en qué remoto período, siendo mucho más joven que él. En cuanto a su marido, era un hombre de alguna edad, macizo, de hombros salientes y algo encorvado. Solía oler a aserrín y andaba con las piernas muy separadas, de modo que, en aquellos días de mi infancia, yo podía ver por entre ellas una extensión muy grande de terreno siempre que lo encontraba cuando subía por la vereda. ...

En la línea 666
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Como era sábado por la tarde, encontré al dueño, que tristemente contemplaba aquellos apuntes, pero como me llevaba allí Joe y no el deseo de hablar con él, me limité a darle las buenas noches y pasé a la sala general, situada al extremo del corredor, en donde ardía un buen fuego en la cocina. Encontré a Joe fumando una pipa en compañía del señor Wopsle y de un desconocido. El primero me saludó alegremente, y en el momento en que lo hacía, pronunciando mi nombre, el desconocido volvió la cabeza y me miró. ...

En la línea 722
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Poco después volvió Joe diciendo que el desconocido se había marchado, pero que él, Joe, dejó recado en Los Tres Alegres Barqueros referente a los billetes. Entonces mi hermana los envolvió en un trozo de papel y los puso bajo unas hojas secas de rosa, en una tetera de adorno que había en lo alto de un armario y en la sala de la casa. Y allí permanecieron durante muchos días y muchas noches, constituyendo una pesadilla para mí. ...

En la línea 972
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Y así, gradualmente, volvimos a conversar de asuntos corrientes y emprendimos el camino de regreso. Tengo razón para creer que el intelecto de Joe se aguzó gracias a la visita que acababa de hacer y que en nuestro camino hacia casa del tío Pumblechook inventó una sutil estratagema. De ello me convencí por lo que ocurrió en la sala del señor Pumblechook, en donde, al presentarnos, mi hermana estaba conferenciando con aquel detestado comerciante en granos y semillas. ...

En la línea 119
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Marmeladof hizo una nueva pausa, profundamente conmovido. En ese momento invadió la taberna un grupo de bebedores en los que ya había hecho efecto la bebida. En la puerta del establecimiento resonaron las notas de un organillo, y una voz de niño, frágil y trémula, entonó la Petite Ferme. La sala se llenó de ruidos. El tabernero y los dos muchachos acudieron presurosos a servir a los recién llegados. Marmeladof continuó su relato sin prestarles atención. Parecía muy débil, pero, a medida que crecía su embriaguez, se iba mostrando más expansivo. El recuerdo de su último éxito, el nuevo empleo que había conseguido, le había reanimado y daba a su semblante una especie de resplandor. Raskolnikof le escuchaba atentamente. ...

En la línea 131
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... La sala se llenó de risas mezcladas con insultos. Los primeros en reír e insultar fueron los que escuchaban al funcionario. Los otros, los que no habían prestado atención, les hicieron coro, pues les bastaba ver la cara del charlatán. ...

En la línea 2534
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Todo esto es ofensivo, muy ofensivo, ya lo sé; pero ya que estamos hablando sinceramente (y me congratulo de que sea así, pues esto me parece excelente), no vacilo en decirte con toda franqueza que hace ya tiempo que observé que habían concebido esta sospecha. Entonces era una idea vaga, imprecisa, insidiosa, tomada medio en broma, pero ni aun bajo esta forma tenían derecho a admitirla. ¿Cómo se han atrevido a acogerla? ¿Y qué es lo que ha dado cuerpo a esta sospecha? ¿Cuál es su origen… ? ¡Si supieras la indignación que todo esto me ha producido… ! Un pobre estudiante transfigurado por la miseria y la neurastenia, que incuba una grave enfermedad acompañada de desvarío, enfermedad que incluso puede haberse declarado ya (detalle importante); un joven desconfiado, orgulloso, consciente de su valía, y que acaba de pasar seis meses encerrado en su rincón, sin ver a nadie; que va vestido con andrajos y calzado con botas sin suelas… , este joven está en pie ante unos policías despiadados que le mortifican con sus insolencias. De pronto, a quemarropa, se le reclama el pago de un pagaré protestado. La pintura fresca despide un olor mareante, en la repleta sala hace un calor de treinta grados y la atmósfera es irrespirable. Entonces el joven oye hablar del asesinato de una persona a la que ha visto la víspera. Y para que no falte nada, tiene el estómago vacío. ¿Cómo no desvanecerse? ¡Que hayan basado todas sus sospechas en este síncope… ! ¡El diablo les lleve! Comprendo que todo esto es humillante, pero yo, en tu lugar, me reiría de ellos, me reiría en sus propias narices. Es más: les escupiría en plena cara y les daría una serie de sonoras bofetadas. ¡Escúpeles, Rodia! ¡Hazlo… ! ¡Es intolerable! ...

En la línea 2611
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Tras reflexionar un momento, entró. El vestíbulo estaba oscuro y vacío como una habitación desvalijada. Pasó a la sala lentamente, andando de puntillas. Toda ella estaba iluminada por una luna radiante. Nada había cambiado: allí estaban las sillas, el espejo, el sofá amarillo, los cuadros con sus marcos. Por la ventana se veía la luna, redonda y enorme, de un rojo cobrizo. ...

En la línea 100
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Cuando, por primera vez en mi vida, puse los pies en la sala, permanecí algún tiempo dudando antes de jugar. Además, la gente paralizaba mis movimientos. Pero aunque hubiese estado solo habría ocurrido exactamente lo mismo. Creo que, en vez de jugar, quizá me habría salido en seguida. Lo confieso: el corazón me latía con violencia y no estaba tranquilo. Desde hacía tiempo estaba persuadido de que no saldría de Ruletenburg sin una aventura, sin que algo radical y definitivo se mezclase fatalmente a mi destino. Así debe ser y así será. ...

En la línea 104
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Como yo experimentaba en mí mismo un vivo deseo de ganar, esa ansia, ese pecado general si se quiere, me era familiar en el mismo momento de entrar en la sala. Nada tan encantador como no hacer ceremonias, como conducirse abiertamente y con desenfado. Además, ¿para qué censurarse a sí mismo? ¿No es la ocupación más vana e inconsiderada? Lo que no gustaba, a primera vista, en esa reunión de jugadores, era su modo respetuoso de proceder, la seriedad y la deferencia con que todos rodeaban el tapete verde. He aquí por qué existe una precisa demarcación entre el juego llamado de mal género y el que es permitido a un hombre correcto. ...

En la línea 187
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Salí de la sala como aturdido. No podía comprender lo que me pasaba y no anuncié mi pérdida a Paulina Alexandrovna hasta el momento antes de cenar. Hasta esa hora había vagado por el parque. ...

En la línea 581
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Probablemente, en los balnearios y en los hoteles de toda Europa, cuando el gerente destina una habitación a los huéspedes, se guía más que por los gustos de ellos por su opinión personal acerca de la cuenta que podrá hacerles pagar. Pero Dios sabe por qué se destinó a la abuela un alojamiento cuya suntuosidad no dejaba nada que desear: cuatro habitaciones magníficamente amuebladas, con sala de baño, dormitorios para los criados, para la camarera, etc. En efecto, estas habitaciones habían sido ocupadas, una semana antes, por una gran duquesa, lo que se apresuraron en poner de relieve a la nueva huésped, con lo cual les daban más valor a esos departamentos, para justificar, así, su elevado precio. ...

En la línea 34
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... El obispo recorría la sala con la vista, y parecía que sus ojos tomaban medidas y hacían cálculos. ...

En la línea 154
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Precisamente ardía una luz al extremo de la calle y hacia allí se dirigió. Era en efecto una taberna. El viajero se detuvo un momento, miró por los vidrios de la sala, iluminada por una pequeña lámpara colocada sobre una mesa y por un gran fuego que ardía en la chimenea. Algunos hombres bebían. El tabernero se calentaba. La llama hacía cocer el contenido de una marmita de hierro, colgada de una cadena en medio del hogar. ...

En la línea 528
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Cansados ya, pensaron en comer y se dirigieron a la hostería de Bombarda. Allí se instalaron en una sala grande y fea, alrededor de una mesa llena de platos, bandejas, vasos y botellas de cerveza y de vino. Prosiguieron la risa y los besos. ...

En la línea 657
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Como se sorprendiera alguien por esto, le respondió: 'Los dos primeros funcionarios del Estado son la nodriza y el maestro de escuela'. Fundó a sus expensas una sala de asilo, cosa hasta entonces desconocida en Francia, y un fondo de subsidio para los trabajadores viejos e impedidos. ...

En la línea 1046
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Y el vasco y la valerosa amiga cruzaron las manos y alzaron blandamente en el improvisado trono a la enferma, que se dejó ir como un cuerpo inerte, recostando la cabeza en el cuello de Lucía y humedeciéndoselo con el viscoso sudor de la calentura. Subieron así las escaleras hasta el entresuelo, donde introdujo Sardiola a ambas mujeres en una ancha y desahogada habitación en que no faltaba su marmórea chimenea, sus monumentales camas colgadas, su alfombra de moqueta algo desflorada y raída a trechos, sus lavabos y sus perchas clásicas. Caía la pieza a un jardinete, en cuyo centro ligero kiosco de madera y cristales servía de sala de baño. Depositaron a Pilar en una butaca y Sardiola se quedó en pie esperando órdenes. Su mirada, negra y reluciente como la de un cachorro de Terranova, se clavaba en Lucía con sumisión y afecto verdaderamente caninos. Ella, por su parte, se mordía los labios para retener las preguntas que impacientes asomaban a ellos. Sardiola adivinó, con su instinto fiel de animal doméstico, y prevínole el deseo. ...

En la línea 169
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Míster Fogg y él entraron en la gran sala de la estación. Allí, Phileas Fogg dio a Picaporte la orden de tomar dos billetes de primera para París, y después, al volverse, se encontró con sus cinco amigos del Reform Club. ...

En la línea 208
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Precisamente hacía dos días que Fix había recibido del director de la policía metropolitana las señas del presunto autor del robo, o sea, de aquel personaje bien portado que había sido observado en la sala de pagos del Banco. ...

En la línea 723
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... A las ocho y media la puerta del cuarto se abrió. El agente de policía volvió a presentarse e introdujo a los presos en la pieza vecina. Era una sala de audiencias, y había un público bastante numeroso compuesto de europeos y de indígenas, que ocupaba el pretorio. ...

En la línea 801
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... ¿Quién era aquella mujer? ¿Qué concurso de circunstancias la habían traído a ser compañera de Fogg? El encuentro había tenido lugar evidentemente entre Bombay y Calcuta. Pero, ¿en qué punto de la península? ¿Era él acaso quien había reunido a Phi leas Fogg con la joven viajera? Ese viaje al través de la India, por el contrario, ¿había sido emprendido con el fin de reunirse con tan linda persona? ¡Porque era lindísima! Bien lo había reparado Fix en la sala de audiencias del tribunal de Calcuta. ...

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