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La palabra saver
Cómo se escribe

Comó se escribe saver o saber?

Cual es errónea Saber o Saver?

La palabra correcta es Saber. Sin Embargo Saver se trata de un error ortográfico.

El Error ortográfico detectado en el termino saver es que hay un Intercambio de las letras b;v con respecto la palabra correcta la palabra saber

Más información sobre la palabra Saber en internet

Saber en la RAE.
Saber en Word Reference.
Saber en la wikipedia.
Sinonimos de Saber.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece saber

La palabra saber puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 513
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... De aquí las exclamaciones de asombro y el gesto de rabia de toda la huerta cuando Pimentó, de campo en campo y barraca en barraca, fué haciendo saber que las tierras de Barret tenían ya arrendatario, un desconocido, y que él. ...

En la línea 1001
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y sin saber por qué, se deleitaba contemplando sus ojos de un verde claro; las mejillas moteadas de esas pecas que el sol hace surgir de la piel tostada; el pelo rubio blanquecino, con la finura fláccida de la seda; la naricita de alas palpitantes cobijando una boca sombreada por el vello de un fruto sazonado, y que al entreabrirse mostraba una dentadura fuerte e igual, de blancura de leche, cuyo brillo parecía iluminar su rostro: una dentadura de pobre. ...

En la línea 1062
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Otras veces aparecía Tonet con un bulto en el vientre: la faja llena de altramuces y cacahuetes, comprados en casa de Copa; y siguiendo el camino lentamente, comían y comían, mirándose el uno en los ojos del otro, sonriendo como unos tontos sin saber de qué, sentándose muchas veces en un ribazo sin darse cuenta de ello. ...

En la línea 1180
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Nunca el saber se vió peor alojado; y eso que, por lo común, no habita palacios. ...

En la línea 449
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y luego añadió con cierta solemnidad: --¿Tú sabes quién es este cabayero, Eduvigis?... ¡Qué has de saber tú! Pues es don Fernando Salvatierra, ese señor tan nombrao en los papeles, que defiende a los probes. ...

En la línea 469
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y como si quisiera pasar apresuradamente sobre este recuerdo, explicó su llegada al cortijo. Había salido por la mañana de Jerez en la _góndola_ de la sierra, uno de aquellos coches que pasaban cargados de gente y de fardos por el inmediato camino. Deseaba ver al señor Antonio Matacardillos, el dueño del ventorro del Grajo, situado en la carretera, cerca del cortijo; un bravo que de joven le había seguido en todas sus aventuras revolucionarias. Estaba enfermo del corazón, con las piernas hinchadas, casi imposibilitado de moverse, no pudiendo llegar a la puerta de su choza más que entre ayes y tropezones. Al saber que Salvatierra vivía en Jerez, sus dolores parecían haberse aumentado con la desesperación que le causaba el no verle. ...

En la línea 531
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... _Alcaparrón_ obedeció con la docilidad de un perro. Al despedirse de Salvatierra le tendió su mano de mulato, repitiendo que le esperaban en la gañanía y que la gente andaba revuelta al saber que un _presonaje_ tan alto estaba en Matanzuela. ...

En la línea 573
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Y yo quiero saber, don Fernando; quiero ser hombre y no afrentarme viendo trotar las yeguas en la era y pensando que somos tan irracionales como ellas. Todo lo que nos pasa a los pobres es porque no sabemos. ...

En la línea 367
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¡Diablos!, debéis saber algo. ...

En la línea 938
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Athos invitó a D'Artagn a seguirlos, y pese a su ignorancia de aquel juego, al que nunca ha jugado, éste aceptó, sin saber qué hacer de su tiempo desde las nueve de la mañana que apenas eran hasta las doce. ...

En la línea 1094
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... En efecto, apenas habían transcurrido diez minutos cuando la puerta d el gabinete se abrió y el señor de Tréville vio salir al duque de La Tré mouille, el cual vino a él y le dijo:-Señor de Tréville, Su Majestad acaba de enviarme a buscar para saber cómo sucedieron las cosas ayer por la mañana en mi palacio. ...

En la línea 1200
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... D'Artagnan, que era muy curioso por naturaleza, como lo son por lo demás las personas que tienen el genio de la intriga, hizo cuantos esfuerzos pudo por saber lo que eran realmente Athos, Porthos y Aramis; porque bajo esos nombres de guerra, cada uno de los jóvenes ocultaba s us nombres de gentilhombre, Athos sobre todo, que olía a gran señor a la legua. ...

En la línea 97
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... o que no perciban honorarios de ninguna clase, pues pagados por el Gobierno para administrar justicia, no deben tener otra remuneracion pecuniaria que su sueldo, y saber que su buen porte y celo por el servicio les remunerará con los ascensos que les correspondan. ...

En la línea 151
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Estas noticias deberian darse anualmente y publicarse en la gaceta de gobierno y otros periódicos dos ó tres veces al año, en distintas épocas; único medio de saber si hay ó no herederos lejítimos á esos bienes, y si los hay, que puedan recurrir á usar de su derecho y justificarlo ante aquel juzgado, el que en su caso les entregaria sus herencias. ...

En la línea 158
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Tales son las observaciones que sobre el ramo de justicia me ha ocurrido presentar, y si en ellas no hay elegancia y amenidad de estilo, hay ideas que pueden ser de suma utilidad é importancia al caso para que se han redactado, ó por lo menos deseos laudables de mejorar en las Filipinas tan importante materia: otras plumas mas dispuestas y mejores talentos podrán llevarlas al grado de perfeccion de que son susceptibles, quedando contento por mi parte con haber tratado de estas reformas, y escitado á otros por este papel á que ocupándose en tan importante asunto, se le ponga en el lugar que le corresponde, y desapareciendo el sistema absurdo, irregular y anómalo que hoy tienen esos juzgados, sean reformados oportuna y sabiamente para felicidad de los naturales y habitantes de nuestras preciosas Islas Filipinas, dándoles jueces que no tengan por primera base el aumento de sus fortunas, si no la pública felicidad: jueces en fin, de saber, de probidad y aptitud acreditadas, para administrar cumplidamente la justicia: único medio de que los pueblos, al paso que consoliden por este modo una felicidad estable, vean solo en sus alcaldes mayores y correjidores unos padres que solo desean la prosperidad de sus hijos, y se afanan por conservarles su paz y tranquilidad inalterables sobre los sólidos cimientos de la justicia, fuente y manantial seguro de todos los demas bienes en la tierra. ...

En la línea 171
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... De aqui, pues, deriva el gran vicio de esta recaudacion; á saber, que estos empleados dedicados á sus negocios particulares, desatienden los públicos de su destino, empleando en aquellos el lleno de su autoridad, con perjuicio de los pueblos y daño de los indios y de los intereses nacionales, que parece, segun la forma con que hoy se administran, destinados principalmente á formar el patrimonio de los alcaldes y correjidores, si sus especulaciones salen bien; y si mal, á causar pérdidas irreparables al tesoro público. ...

En la línea 352
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Comencé mis investigaciones a cierta distancia de Lisboa, por saber de sobra que me formaría una idea muy errónea de los portugueses en general si juzgaba de su carácter y opiniones por lo que veía y oía en una ciudad tan sujeta a la influencia extranjera. ...

En la línea 495
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Híceles algunas preguntas indiferentes, a las que contestaron con desembarazo y cortesía, y uno de ellos, que dijo saber de letra, aceptó un folleto que le ofrecí. ...

En la línea 662
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Al saber que me marchaba, la mujer me dijo: «Voy a darle a usted un poco de romero del de mi marido, para que le ampare contra los peligros y le libre de cualquier mal suceso.» Tuve la debilidad de permitir que me pusiera unas ramitas en el sombrero; estando en esto llegó el calesero con las mulas, dije adiós a mi servicial posadera, y subí al carruaje con mi criado. ...

En la línea 874
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Es absolutamente cierto que en otro tiempo los judíos de Portugal gozaron merecida fama de riqueza, saber y finas maneras; pero la Inquisición hizo en ellos pavoroso estrago. ...

En la línea 23
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Muchas veces tomé la pluma para escribille, y muchas la dejé, por no saber lo que escribiría; y, estando una suspenso, con el papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete y la mano en la mejilla, pensando lo que diría, entró a deshora un amigo mío, gracioso y bien entendido, el cual, viéndome tan imaginativo, me preguntó la causa; y, no encubriéndosela yo, le dije que pensaba en el prólogo que había de hacer a la historia de don Quijote, y que me tenía de suerte que ni quería hacerle, ni menos sacar a luz las hazañas de tan noble caballero. ...

En la línea 100
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso, que eran los más del año, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda. ...

En la línea 166
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... El ventero, que vio a su huésped a sus pies y oyó semejantes razones, estaba confuso mirándole, sin saber qué hacerse ni decirle, y porfiaba con él que se levantase, y jamás quiso, hasta que le hubo de decir que él le otorgaba el don que le pedía. ...

En la línea 230
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y si queréis saber quién os manda esto, para quedar con más veras obligado a cumplirlo, sabed que yo soy el valeroso don Quijote de la Mancha, el desfacedor de agravios y sinrazones; y a Dios quedad, y no se os parta de las mientes lo prometido y jurado, so pena de la pena pronunciada. ...

En la línea 73
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... «Todo lo que usted quiera, señor», suele contestar. Las primeras veces me apresuraba a dar gracias interiormente a la Providencia, por habernos conducido junto a un hombre tan amable. «¿Podría usted darnos pescado? -¡Oh! no, señor. -¿Y sopa? -No, señor. - ¿Y pan? -¡Oh! no, señor. -¿Y carne seca, tasajo? -¡Oh! no, señor.» Por muy satisfechos teníamos que darnos, si al cabo de dos horas de espera, lográbamos conseguir aves de corral, arroz y farinha. Hasta necesitábamos con frecuencia matar a pedradas a las gallinas que habían de servirnos de cena. Entonces, cuando rendidos de hambre y de cansancio, nos atrevíamos a decir con timidez que nos alegraría mucho el saber si estaba dispuesta la comida, el posadero nos respondía con orgullo (y, por desgracia, eso era lo más cierto de sus respuestas): «La comida estará cuando esté». Si nos hubiéramos atrevido a quejarnos o a insistir, nos hubieran dicho que éramos unos impertinentes y nos hubieran rogado que siguiésemos nuestro camino. ...

En la línea 118
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Llenan esas celdas de arañas y orugas, a las cuales parecen saber picar admirablemente con el aguijón, de modo que las paralizan sin matarlas, y allí permanecen medio muertas hasta que se abran los huevos maduros las larvas se alimentan con esa horrible masa de víctimas impotentes, pero vivas aún; ¡tremendo espectáculo que un naturalista entusiasta7 llama, sin embargo, divertido y curioso! Un día observé con mucho interés un combate terrible entre un Pepsis y una gruesa araña del género Lycosa. La avispa arrojóse de repente sobre su presa y voló enseguida. Evidentemente quedó herida la araña, pues al tratar de huir rodó a lo largo de una cuestecilla del terreno; sin embargo, aún le quedó fuerza suficiente para arrastrarse hasta unas matas de hierbas, donde se ocultó. Volvió bien pronto la avispa y pareció sorprenderse al no hallar inmediatamente a su víctima. Comenzó entonces una cacería, tan regular como pudiera serlo la de un perro que persigue a una zorra; voló acá y allá, haciendo vibrar todo el tiempo sus alas y sus antenas. Muy luego fue descubierta la araña; y la avispa, temiendo evidentemente las mandíbulas de su adversaria, maniobró con cuidado para acercarse a ella, y acabó 7 En un manuscrito del British Museum, obra de Mr. Abbot, que ha hecho sus observaciones en Georgia. Véase la Memoria de Mr. A. White en los Annals of Nat. Hist., tomo VII, pág. 472. El teniente Hutton ha descrito un Sphex que vive en las Indias y que tiene las mismas costumbres (Journal of the Asiatic Society, tomo 1, pág. ...

En la línea 213
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Dicho lago ocupa una extensión de dos y media millas de longitud, por una milla de anchura. En las cercanías hay también otros mucho mayores, cuyo fondo consiste en una capa de sal de dos o tres pies de espesor, hasta en invierno, cuando están llenos de agua. Esas hondonadas admirablemente blancas, en medio de esa llanura árida y triste, forman un contraste extraordinario. Se saca de la salina anualmente una cantidad grandísima de sal: he visto en las orillas, inmensos montones, centenares de toneladas dispuestas para la exportación. La época de trabajo en las salinas, es el tiempo de la cosecha para Patagones, pues la prosperidad de la ciudad depende de la exportación de sal. Acude entonces casi toda la población a acampar en las márgenes de la salina y transporta la sal al río en carretas tiradas por bueyes. Esta sal, cristaliza en gruesos cubos y es notablemente pura. Mr. Trenham Reeks, ha hecho el análisis de algunos ejemplares que traje, encontrando en ellos nada más que 0,26 centésimas de yeso y 0,22 de materias térreas. Es extraño que esta sal no sea tan buena para conservar la carne como la sal extraída del agua del mar en las islas de Cabo Verde; un negociante de Buenos Aires, me ha dicho que valía ciertamente un 50 por 100 menos. Por eso se importa de continuo sal de las islas de Cabo Verde, para mezclarla con el producto de estas salinas. Esa inferioridad no debe de tener otra causa sino la pureza dé la sal de la Patagonia, o la carencia en ella de los demás principios salinos que se encuentran en el agua del mar. Creo que nadie ha pensado en esta explicación, que, sin embargo, está confirmada por un hecho ya señalado3, a saber: las sales que mejor conservan el queso son aquéllas que contienen la mayor proporción de cloruros delicuescentes. ...

En la línea 268
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Estos hechos prueban que los gigantescos cuadrúpedos antedichos, más diferentes de los de la época actual que los más antiguos cuadrúpedos terciarios de Europa, existían en una época en que el mar encerraba la mayor parte de sus habitantes actuales. En eso vemos también la confirmación de la notable ley acerca de la cual insistió con tanta frecuencia Mr. Lyell1, a saber: que «la longevidad de las especies de mamíferos es inferior a la de las especies de moluscos». ...

En la línea 161
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Él vivía acostumbrado a recibir bofetadas y puntapiés sin saber por qué. ...

En la línea 411
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Con los ojos sí se lo daba a entender, y hasta con ciertas parábolas y alegorías que tomaba de la Biblia y otros libros orientales; pero la señora de sus amores no hacía caso de los ojos de don Saturno ni entendía las alegorías ni las parábolas; no hacía más que decir a espaldas de Bermúdez: —No sé cómo ese don Saturno puede saber tanto: parece un mentecato. ...

En la línea 413
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Este joven sentimental y amante del saber se cansó de devorar en silencio aquel amor único y procuró ser veleidoso, aturdirse, y esto último poco trabajo le costaba, porque nunca se vio hombre más aturdido que él en cuanto una mujer quería marearle con una o dos miradas. ...

En la línea 481
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y se juró, en llegando a Palomares, mirar el diccionario para saber qué era pátina. ...

En la línea 23
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Se instaló la señora de Pineda en su lujosa villa entre Niza y Montecarlo, pero ahora con todas las comodidades para una larga permanencia, rodeada de numerosa servidumbre, haciendo saber a sus amigas su firme voluntad de no irse hasta la llegada del verano. ...

En la línea 63
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Sufría viéndose ignorado por esta gente bien educada y amable. Todos le acogían con sonrisas y apretones de manos, desconociendo su verdadera personalidad. Era para ellos «el amigo de madame Pineda, joven español, simpático, distinguido… », y nada más. Algunas damas viejas empezaban a llamarle marqués, sin que pudiera saber quién había iniciado tal invención. ...

En la línea 223
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Inútilmente paseó Borja sus miradas por los numerosos bancos de un jardín dividido en terrazas. No pudo saber cuál era el que gozaba de tal privilegio fúnebre. Esto no impidió que el santo varón mirase con cierta inquietud los peñascos de la costa y las palmeras de loa paseos, esperando ver pendiente de su frágil ramaje algún ahorcado puesto de frac, u hechas pedazos, junto a las olas, a varias damas en traje de baile. ...

En la línea 370
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Calixto III, con su autoridad de gran jurisconsulto, declaraba el reino de Nápoles perteneciente a la iglesia, no pudiendo ceñirse nadie su corona sin la aprobación papal. Por esto se indignó al saber que el bastardo, apenas muerto su padre, montaba a caballo con vestiduras reales, cabalgando por las calles de Nápoles entre la muchedumbre, que gritaba: « ¡Viva el rey don Ferrante!» ...

En la línea 41
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La larga navegación fue muy triste para el. La soledad voluntaria en que se mantuvo entre los pasajeros sirvió para excitar sus recuerdos dolorosos. Durante la primera escala en Honolulu tuvo la esperanza, sin saber por que, de recibir un cablegrama de Margaret animándole a perseverar en su resolución. Pero no recibió nada. ...

En la línea 70
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La lobreguez de la noche abatió sus energías. ¿Para qué seguir remando a través de las sombras, sin saber adonde iban? Era mejor esperar la luz de la mañana, economizando sus fuerzas. ...

En la línea 149
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Algunos, -contestó el sabio-. Recuerde usted que la visita de ese Gulliver fue hace muchos años, muchísimos, un espacio de tiempo que corresponde, según creo, a lo que los Hombres-Montañas llaman dos siglos. Imagínese cuantos naufragios pueden haber ocurrido durante un periodo tan largo; cuantos habrán venido a visitarnos forzosamente de esos hombres gigantescos que navegan en sus casas de madera mas allá de la muralla de rocas y espumas que levantaron nuestros dioses para librarnos de su grosería monstruosa… . Nuestras crónicas no son claras en este punto. Hablan de ciertas visitas de Hombres-Montañas que yo considero apócrifas. Pero con certeza puede decirse que llegaron a esta tierra unos catorce seres de tal clase en distintas épocas de nuestra historia. De esto hablaremos más detenidamente, si el destino nos permite conversar en un sitio mejor y con menos prisa. El último gigante que llegó lo vi cuando estaba todavía en mi infancia; el único que hemos conocido después del triunfo de la Verdadera Revolución. Era un hombre de manos callosas y piel con escamas de suciedad. Bebía un líquido blanco y de hedor insufrible, guardado en una gran botella forrada de juncos. Este líquido ardiente parecía volverle loco. Nuestros sabios creen que era un simple esclavo de los que trabajan en los buques enormes de los mares sin límites. Como el tal líquido despertaba en el una demencia destructiva, mató a varios miles de los nuestros, nos causo otros daños, y tuvimos que suprimirle, encargándose nuestra Facultad de Química de disolver y volatilizar su cadáver para que tanta materia en putrefacción no envenenase la atmósfera. Creo necesario hacerle saber que desde entonces decidimos suprimir todo Hombre-Montaña que apareciese en nuestras costas. ...

En la línea 226
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Gentleman -volvió a decir Flimnap-, ha llegado el momento más difícil para mí. Vamos a partir para la capital, y necesito recordarle que la continuación de su existencia no es aun cosa segura. Falta saber que opinión formarán de usted las altas personalidades del Consejo Ejecutivo. Pero yo tengo cierta confianza, porque el corazón justo y fuerte de las mujeres es siempre piadoso con la debilidad y la ignorancia del hombre. Además, cuento con la buena impresión que producirá su aspecto. ...

En la línea 10
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... ¿Y por qué le llamaba todo el mundo y le llama todavía casi unánimemente Juanito Santa Cruz? Esto sí que no lo sé. Hay en Madrid muchos casos de esta aplicación del diminutivo o de la fórmula familiar del nombre, aun tratándose de personas que han entrado en la madurez de la vida. Hasta hace pocos años, al autor cien veces ilustre de Pepita Jiménez, le llamaban sus amigos y los que no lo eran, Juanito Valera. En la sociedad madrileña, la más amena del mundo porque ha sabido combinar la cortesía con la confianza, hay algunos Pepes, Manolitos y Pacos que, aun después de haber conquistado la celebridad por diferentes conceptos, continúan nombrados con esta familiaridad democrática que demuestra la llaneza castiza del carácter español. El origen de esto habrá que buscarlo quizá en ternuras domésticas o en hábitos de servidumbre que trascienden sin saber cómo a la vida social. En algunas personas, puede relacionarse el diminutivo con el sino. Hay efectivamente Manueles que nacieron predestinados para ser Manolos toda su vida. Sea lo que quiera, al venturoso hijo de D. Baldomero Santa Cruz y de doña Bárbara Arnaiz le llamaban Juanito, y Juanito le dicen y le dirán quizá hasta que las canas de él y la muerte de los que le conocieron niño vayan alterando poco a poco la campechana costumbre. ...

En la línea 11
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Conocida la persona y sus felices circunstancias, se comprenderá fácilmente la dirección que tomaron las ideas del joven Santa Cruz al verse en las puertas del mundo con tantas probabilidades de éxito. Ni extrañará nadie que un chico guapo, poseedor del arte de agradar y del arte de vestir, hijo único de padres ricos, inteligente, instruido, de frase seductora en la conversación, pronto en las respuestas, agudo y ocurrente en los juicios, un chico, en fin, al cual se le podría poner el rótulo social de brillante, considerara ocioso y hasta ridículo el meterse a averiguar si hubo o no un idioma único primitivo, si el Egipto fue una colonia bracmánica, si la China es absolutamente independiente de tal o cual civilización asiática, con otras cosas que años atrás le quitaban el sueño, pero que ya le tenían sin cuidado, mayormente si pensaba que lo que él no averiguase otro lo averiguaría… «Y por último —decía—pongamos que no se averigüe nunca. ¿Y qué… ?». El mundo tangible y gustable le seducía más que los incompletos conocimientos de vida que se vislumbran en el fugaz resplandor de las ideas sacadas a la fuerza, chispas obtenidas en nuestro cerebro por la percusión de la voluntad, que es lo que constituye el estudio. Juanito acabó por declararse a sí mismo que más sabe el que vive sin querer saber que el que quiere saber sin vivir, o sea aprendiendo en los libros y en las aulas. Vivir es relacionarse, gozar y padecer, desear, aborrecer y amar. La lectura es vida artificial y prestada, el usufructo, mediante una función cerebral, de las ideas y sensaciones ajenas, la adquisición de los tesoros de la verdad humana por compra o por estafa, no por el trabajo. No paraban aquí las filosofías de Juanito, y hacía una comparación que no carece de exactitud. Decía que entre estas dos maneras de vivir, observaba él la diferencia que hay entre comerse una chuleta y que le vengan a contar a uno cómo y cuándo se la ha comido otro, haciendo el cuento muy a lo vivo, se entiende, y describiendo la cara que ponía, el gusto que le daba la masticación, la gana con que tragaba y el reposo con que digería. ...

En la línea 11
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Conocida la persona y sus felices circunstancias, se comprenderá fácilmente la dirección que tomaron las ideas del joven Santa Cruz al verse en las puertas del mundo con tantas probabilidades de éxito. Ni extrañará nadie que un chico guapo, poseedor del arte de agradar y del arte de vestir, hijo único de padres ricos, inteligente, instruido, de frase seductora en la conversación, pronto en las respuestas, agudo y ocurrente en los juicios, un chico, en fin, al cual se le podría poner el rótulo social de brillante, considerara ocioso y hasta ridículo el meterse a averiguar si hubo o no un idioma único primitivo, si el Egipto fue una colonia bracmánica, si la China es absolutamente independiente de tal o cual civilización asiática, con otras cosas que años atrás le quitaban el sueño, pero que ya le tenían sin cuidado, mayormente si pensaba que lo que él no averiguase otro lo averiguaría… «Y por último —decía—pongamos que no se averigüe nunca. ¿Y qué… ?». El mundo tangible y gustable le seducía más que los incompletos conocimientos de vida que se vislumbran en el fugaz resplandor de las ideas sacadas a la fuerza, chispas obtenidas en nuestro cerebro por la percusión de la voluntad, que es lo que constituye el estudio. Juanito acabó por declararse a sí mismo que más sabe el que vive sin querer saber que el que quiere saber sin vivir, o sea aprendiendo en los libros y en las aulas. Vivir es relacionarse, gozar y padecer, desear, aborrecer y amar. La lectura es vida artificial y prestada, el usufructo, mediante una función cerebral, de las ideas y sensaciones ajenas, la adquisición de los tesoros de la verdad humana por compra o por estafa, no por el trabajo. No paraban aquí las filosofías de Juanito, y hacía una comparación que no carece de exactitud. Decía que entre estas dos maneras de vivir, observaba él la diferencia que hay entre comerse una chuleta y que le vengan a contar a uno cómo y cuándo se la ha comido otro, haciendo el cuento muy a lo vivo, se entiende, y describiendo la cara que ponía, el gusto que le daba la masticación, la gana con que tragaba y el reposo con que digería. ...

En la línea 55
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... También pensaba Barbarita, oyendo a su novio, que la procesión iba por dentro y que el pobre chico, a pesar de ser tan grandullón, no tenía alma para sacarla fuera. «¿Me querrá?» se preguntaba la novia. Pronto hubo de sospechar que si Baldomerito no le hablaba de amor explícitamente, era por pura cortedad y por no saber cómo arrancarse; pero que estaba enamorado hasta las gachas, reduciéndose a declararlo con delicadezas, complacencias y puntualidades muy expresivas. Sin duda el amor más sublime es el más discreto, y las bocas más elocuentes aquellas en que no puede entrar ni una mosca. Mas no se tranquilizaba la joven razonando así, y el sobresalto y la incertidumbre no la dejaban vivir. «¡Si también le estaré yo queriendo sin saberlo!» pensaba. ¡Oh!, no; interrogándose y respondiéndose con toda lealtad, resultaba que no le quería absolutamente nada. Verdad que tampoco le aborrecía, y algo íbamos ganando. ...

En la línea 16
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Poco a poco, las lecturas y los sueños de Tom sobre la vida principesca le produjeron un efecto tan fuerte que empezó a hacer el príncipe, inconscientemente. Su discurso y sus modales se volvieron singularmente ceremoniosos y cortesanos, para gran admiración y diversión de sus íntimos. Pero la influencia de Tom entre aquellos muchachos empezó a crecer, ahora, de día en día, y con el tiempo vino a ser mirado por ellos con una especie de temor reverente, como a un ser superior. ¡Parecía saber tanto, y sabía hacer y decir tantas cosas maravillosas, y además era tan profundo y tan sabio! ...

En la línea 23
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Tom se levantó hambriento, y hambriento vagó, pero con el pensamiento ocupado en las sombras esplendorosas de sus sueños nocturnos. Anduvo aquí y allá por la ciudad, casi sin saber a dónde iba o lo que sucedía a su alrededor. La gente lo atropellaba y algunos lo injuriaban, pero todo ello era indiferente para el meditabundo muchacho. De pronto se encontró en Temple Bar, lo más lejos de su casa que había llegado nunca en aquella dirección. Detúvose a reflexionar un momento y en seguida volvió a sus imaginaciones y atravesó las murallas de Londres. El Strand había cesado de ser camino real en aquel entonces y se consideraba como calle, aunque de construcción desigual, pues si bien había una hilera bastante compacta de casas a un lado, al otra sólo se veían unos cuantos edificios grandes desperdigados: palacios de ricos nobles con amplios y hermosos parques que se extendían hasta el río; parques que ahora están encajonados por horrendas fincas de ladrillo y piedra. ...

En la línea 202
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Observando que Tom no parecía saber cómo proceder, Hertford le susurró que hiciera una seña con la mano y no se molestara en hablar a menos que así lo deseara. Cuando se retiraron los caballeros de servicio, dijo lord St. John: ...

En la línea 376
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Pronto se dio cuenta de esto, y al instante se ocupó de sus propios asuntos, sin acordarse más de John Canty. Se dio cuenta también de otra cosa, a saber, que un fingido Príncipe de Gales estaba siendo festejado por la ciudad, en su lugar. Fácilmente coligió que el niño mendigo, Tom Canty, se había aprovechado deliberadamente de aquella estupenda oportunidad y se había convertido en usurpador. ...

En la línea 395
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Se oyó abrir la puerta, y ruido de unos pasos rápidos e iguales, rítmicos. Y Augusto, sin saber cómo, sintió que la calma volvía a reinar en él. ...

En la línea 472
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Despidiéronse y Augusto salió a la calle como aligerado de un gran peso y hasta gozoso. Nunca hubiera presupuesto lo que le pasaba por dentro del espíritu. Aquella manera de habérsele presentado Eugenia la primera vez que se vieron de quieto y de cerca y que se hablaron, lejos de dolerle, encendíale más y le animaba. El mundo le parecía más grande, el aire más puro y más azul el cielo. Era como si respirase por vez primera. En lo más íntimo de sus oídos cantaba aquella palabra de su madre: ¡cásate! Casi todas las mujeres con que cruzaba por la calle parecíanle guapas, muchas hermosísimas y ninguna fea. Diríase que para él empezaba a estar el mundo iluminado por una nueva luz misteriosa desde dos grandes estrellas invisibles que refulgían más allá del azul del cielo, detrás de su aparente bóveda. Empezaba a conocer el mundo. Y sin saber cómo se puso a pensar en la profunda fuente de la confusión vulgar entre el pecado de la carne y la caída de nuestros primeros padres por haber probado del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. ...

En la línea 546
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «Soy otro, soy el otro –prosiguió Augusto mientras seguía a la de la cesta–; pero ¿es que no hay otras? ¡Sí, hay otras para el otro! Pero como la una, como ella, como la única, ¡ninguna!, ¡ninguna! Todas estas no son sino remedos de ella, de la una, de la única, ¡de mi dulce Eugenia! ¿Mía? Sí; yo por el pensamiento, por el deseo la hago mía. Él, el otro, es decir, el uno, podrá llegar a poseerla materialmente; pero la misteriosa luz espiritual de aquellos ojos es mía, ¡mía, mía! Y ¿no reflejan también una misteriosa luz espiritual estos cabellos de oro? ¿Hay una sola Eugenia, o son dos, una la mía y otra la de su novio? Pues si es así, si hay dos, que se quede él con la suya, y con la mía me quedaré yo. Cuando la tristeza me visite, sobre todo de noche; cuando me entren ganas de llorar sin saber por qué, ¡oh, qué dulce habrá de ser cubrir mi cara, mi boca, mis ojos, con estos cabellos de oro y respirar el afire que a través de epos se filtre y se perfume! Pero … » ...

En la línea 863
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Hombre, ¿cómo lo he de saber? ...

En la línea 363
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Y de este modo conquistó el sobrenombre de Perla de Labuán, que hizo latir el corazón del Tigre de la Malasia. Pero la niña, alejada por completo de la civilización, se convirtió en mujer sin darse cuenta, hasta que al ver al fiero pirata experimentó sin saber por qué, una extraña turbación. ...

En la línea 473
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Pudiera ser, porque el viento soplaba de Levante —contestó Sandokán, que principiaba a ponerse en guardia, sin saber adónde iba a parar el oficial. ...

En la línea 506
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¿Quieres saber mi nombre? ...

En la línea 524
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Un instante después se arrojó como una fiera a través del parque, saltando los arroyos y la cerca. No se detuvo hasta llegar a la playa, por la cual vagó largo tiempo sin saber qué hacer. Cuando decidió regresar, ya había caído la noche y salía la luna. ...

En la línea 407
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -No se irrite usted, Ned -le dije-, y no nos comprometa con violencias inútiles. ¡Quién sabe si nos estarán escuchando! Tratemos más bien de saber dónde estamos. ...

En la línea 430
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Tras haber agotado en vano nuestros recursos filológicos, me hallaba yo muy turbado y sin saber qué partido tomar, cuando me dijo Conseil: ...

En la línea 521
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Cesamos la conversación, y cada uno de nosotros se puso a reflexionar por su cuenta. Confesaré que, por mi parte, y pese a la determinación del arponero, no me hacía ninguna ilusión. No creía yo en esas circunstancias favorables que había invocado Ned Land. Tan segura manipulación del submarino requería una numerosa tripulación y, consecuente mente, en el caso de una lucha, nuestras probabilidades de éxito serían ínfimas. Además, necesario era, ante todo, estar libres, y nosotros no lo estábamos. No veía ningún medio de salir de una celda de acero tan herméticamente cerrada. Y si como parecía probable, el extraño comandante de ese barco tenía un secreto que preservar, cabía abrigar pocas esperanzas de que nos dejara movernos libremente a bordo. La incógnita estribaba en saber si se libraría violentamente de nosotros o si nos lanzaría algún día a algún rincón de la tierra Todas estas hipótesis me parecían extremadamente plausibles, y había que ser un arponero para poder creer en la reconquista de la libertad. ...

En la línea 545
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Señor, sin duda ignora usted las discusiones que ha suscitado en América y en Europa. Tal vez no sepa usted que diversos accidentes, provocados por el choque de su aparato submarino, han emocionado a la opinión pública de ambos continentes. No le cansaré con el relato de las innumerables hipótesis con las que se ha tratado de hallar explicación al inexplicable fenómeno cuyo secreto sólo usted conocía. Pero debe saber usted que al perseguirle hasta los altos mares del Pacífico, el Abraham Lincoln creía ir en pos de un poderoso monstruo marino del que había que librar al océano a toda costa. ...

En la línea 104
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Señora Joe - dije yo, como último recurso -. Si no tienes inconveniente, me gustaría saber de dónde proceden esos disparos. ...

En la línea 116
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Si aquella noche pude dormir, sólo fue para imaginarme a mí mismo flotando río abajo en una marea viva de primavera y en dirección a los Pontones. Un fantástico pirata me llamó, por medio de una bocina, cuando pasaba junto a la horca, diciéndome que mejor sería que tomase tierra para ser ahorcado en seguida, en vez de continuar mi camino. Temía dormir, aunque me sentía inclinado a ello por saber que en cuanto apuntase la aurora me vería obligado a saquear la despensa. No era posible hacerlo durante la noche, porque en aquellos tiempos no se encendía la luz como ahora gracias a la sencilla fricción de un fósforo. Para tener luz habría tenido que recurrir al pedernal y al acero, haciendo así un ruido semejante al del mismo pirata al agitar sus cadenas. ...

En la línea 351
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Más me gustaría saber repliqué yo, mirando a la pizarra con el temor de que la escritura no estaba muy bien alineada. ...

En la línea 548
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — ¡Calla, calla! Nada sé ni quiero saber de los días de la semana, ni de las semanas del año. Vuelve dentro de seis días. ¿Entiendes? ...

En la línea 109
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Ha de saber que Daría Frantzevna, una mala mujer a la que la policía conoce perfectamente, había venido tres veces a hacerle proposiciones por medio de la dueña de la casa. ...

En la línea 221
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Marfa Petrovna quedó por segunda vez estupefacta, como herida por un rayo, según su propia expresión, pero no dudó ni un momento de la inocencia de Dunia, y al día siguiente, que era domingo, lo primero que hizo fue ir a la iglesia e implorar a la Santa Virgen que le diera fuerzas para soportar su nueva desgracia y cumplir con su deber. Acto seguido vino a nuestra casa y nos refirió todo lo ocurrido, llorando amargamente. En un arranque de remordimiento, se arrojó en los brazos de Dunia y le suplicó que la perdonara. Después, sin pérdida de tiempo, recorrió las casas de la ciudad, y en todas partes, entre sollozos y en los términos más halagadores, rendía homenaje a la inocencia, a la nobleza de sentimientos y a la integridad de la conducta de Dunia. No contenta con esto, mostraba y leía a todo el mundo la carta escrita por Dunetchka al señor Svidrigailof. E incluso dejaba sacar copias, cosa que me parece una exageración. Recorrió las casas de todas sus amistades, en lo cual empleó varios días. Ello dio lugar a que algunas de sus relaciones se molestaran al ver que daba preferencia a otros, lo que consideraban una injusticia. Al fin se determinó con toda exactitud el orden de las visitas, de modo que cada uno pudo saber de antemano el día que le tocaba el turno. En toda la ciudad se sabía dónde tenía que leer Marfa Petrovna la carta tal o cual día, y el vecindario adquirió la costumbre de reunirse en la casa favorecida, sin excluir aquellas familias que ya habían escuchado la lectura en su propio hogar y en el de otras familias amigas. Yo creo que en todo esto hay mucha exageración, pero así es el carácter de Marfa Petrovna. Por otra parte, es lo cierto que ella ha rehabilitado por completo a Dunetchka. Toda la vergüenza de esta historia ha caído sobre el señor Svidrigailof, a quien ella presenta como único culpable, y tan inflexiblemente, que incluso siento compasión de él. A mi juicio, la gente es demasiado severa con este insensato. ...

En la línea 222
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Inmediatamente llovieron sobre Dunia ofertas para dar lecciones, pero ella las ha rechazado todas. Todo el mundo se ha apresurado a testimoniarle su consideración. Yo creo que a esto hay que atribuir principalmente el acontecimiento inesperado que va a cambiar, por decirlo así, nuestra vida. Has de saber, querido Rodia, que Dunia ha recibido una solicitud de matrimonio y la ha aceptado, lo que me apresuro a comunicarte. Aunque esto se ha hecho sin consultarte, espero que nos perdonarás, pues ya comprenderás que no podíamos retrasar nuestra decisión hasta que recibiéramos tu respuesta. Por otra parte, no habrías podido juzgar con acierto las cosas desde tan lejos. ...

En la línea 234
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Procuraré vivir cerca de vosotros, pues aún tengo que decirte lo más agradable, Rodia. Precisamente por serlo lo he dejado para el final de la carta. Has de saber, querido hijo, que seguramente nos volveremos a reunir los tres muy pronto, y podremos abrazarnos tras una separación de tres años. Está completamente decidido que Dunia y yo nos traslademos a Petersburgo. No puedo decirte la fecha exacta de nuestra salida, pero puedo asegurarte que está muy próxima: tal vez no tardemos más de ocho días en partir. Todo depende de Piotr Petrovitch, que nos avisará cuando tenga casa. Por ciertas razones, desea que la boda se celebre cuanto antes, lo más tarde antes de la cuaresma de la Asunción. ...

En la línea 103
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Lo que es mezquino para Rothschild es opulento para mí, y en lo que se refiere al lucro y a la ganancia, no es solamente en la ruleta, sino en todas las cosas, donde los hombres procuran enriquecerse a costa del prójimo. Otra cosa es saber si el lucro y el provecho son viles en ellos mismos… Pero no se trata ahora de eso. ...

En la línea 116
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Por otra parte, yo estoy aquí observando y fijándome; estas notas y observaciones no tienen por objeto describir simplemente la ruleta. Me pongo al corriente para saber cómo habré de comportarme en lo sucesivo. He notado especialmente que, a menudo, resbala entre los jugadores de la primera fila una mano que se apropia de la postura ajena. Resulta de esto un altercado, con protestas y gritos. ¡E id a probar, con la ayuda de testigos, que se trata de vuestra postura! ¡Que os han levantado un muerto, como se dice en el argot del juego! ...

En la línea 120
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Presa de una sensación mórbida, únicamente para terminar cuanto antes, puse cinco florines al rojo. El rojo salió. Dejé los diez florines. El rojo se dio de nuevo. Hice nueva postura con el total. Salió también el rojo. En posesión de los cuarenta federicos coloqué veinte sobre los doce números del centro, sin saber lo que iba a resultar. Me pagaron el triple. ...

En la línea 193
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Esperaba que el general hiciese algún comentario, pero guardó silencio. En cambio, tenía un aire agitado e inquieto. Quizás, en la situación en que se hallaba, le era penoso saber que todo ese oro había estado en poder de un imbécil atolondrado como yo. ...

En la línea 243
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - No tenéis que decirme quien sois. Esta no es mi casa, es la casa de Jesucristo. Esa puerta no pregunta al que entra por ella si tiene un nombre, sino si tiene algún dolor. Padecéis; tenéis hambre y sed; pues sed bien venido. No me lo agradezcáis; no me digáis que os recibo en mi casa. Aquí no está en su casa más que el que necesita asilo. Vos que pasáis por aquí, estáis en vuestra casa más que en la mía. Todo lo que hay aquí es vuestro. ¿Para qué necesito saber vuestro nombre? Además, tenéis un nombre que antes que me lo dijeseis ya lo sabía. ...

En la línea 287
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... La historia es siempre la misma. Esos pobres seres, esas criaturas de Dios, sin apoyo alguno, sin guía, sin asilo, quedaron a merced de la casualidad. ¿Qué más se ha de saber? Se fueron cada uno por su lado, y se sumergieron poco a poco en esa fría bruma en que se sepultan los destinos solitarios. Apenas, durante todo el tiempo que pasó en Tolón, oyó hablar una sola vez de su hermana. Al fin del cuarto año de prisión, recibió noticias por no sé qué conducto. Alguien que los había conocido en su pueblo había visto a su hermana: estaba en París. Vivía en un miserable callejón, cerca de San Sulpicio, y tenía consigo sólo al menor de los niños. Esto fue lo que le dijeron a Jean Valjean. Nada supo después. ...

En la línea 430
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... No podía saber si estaba conmovido o humillado. Sentía por momentos un estremecimiento extraño, y lo combatía, oponiéndole el endurecimiento de sus últimos veinte años. Esta situación lo cansaba. Veía con inquietud que se debilitaba en su interior la horrible calma que le había hecho adquirir la injusticia de su desgracia. Y se preguntaba con qué la reemplazaría. En algún instante hubiera preferido estar preso con los gendarmes, y que todo hubiera pasado de otra manera; de seguro entonces no tendría tanta intranquilidad. Todo el día lo persiguieron pensamientos imposibles de expresar. ...

En la línea 700
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Por algunas palabras sueltas escapadas a Javert, se adivinaba que había buscado secretamente las huellas y antecedentes que Magdalena hubiera podido dejar en otras partes. Parecía saber que había tomado determinados informes sobre cierta familia que había desaparecido. Una vez dijo hablando consigo mismo: 'Creo que lo he cogido'. ...

En la línea 61
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Al anochecer, Perrault apareció con otro perro, un viejo husky largo, enjuto y adusto, con el rostro plagado de cicatrices y un solo ojo cuyos destellos proclamaban un coraje que infundía respeto. Se llamaba Sol-leks, que significa «el iracundo». Al igual que Dave, no pedía nada, no daba nada, no esperaba nada; y cuando con lentitud y parsimonia se encaró al resto del grupo, hasta Spitz lo dejó en paz. Tenía una peculiaridad que Buck tuvo la mala suerte de descubrir. No toleraba que se le acercasen por el lado del ojo ciego. Buck cometió sin querer esa ofensa, y sólo se enteró de su indiscreción cuando Sol-leks giró bruscamente y le rajó un hombro hasta el hueso. A partir de entonces, Buck evitó acercarse a él por el flanco del ojo ciego y durante todo el tiempo que estuvieron juntos no volvió a tener problemas. La única ambición de Sol-leks, igual que la de Dave, era que lo dejaran en paz; aunque (según Buck habría de saber más adelante) cada uno de ellos tenía otra, incluso más vital. ...

En la línea 78
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Su evolución (o regresión) fue rápida. Sus músculos adquirieron la dureza del hierro y se hizo insensible a todas las penalidades comunes. Desarrolló una economía interna igual que la externa. Era capaz de comer cualquier cosa, por repugnante o indigesta que fuera y, una vez ingerida, los jugos de su estómago extraían de ella hasta la última partícula nutritiva que la sangre llevaba hasta los lugares más recónditos de su cuerpo, donde se convertía en tejido orgánico más fuerte y resistente. La vista y el olfato se le aguzaron notablemente, mientras su oído se volvía tan fino que, aun estando dormido, era capaz de percibir el más leve sonido y saber si era un presagio de paz o de peligro. Aprendió a arrancarse con los dientes el hielo que se le acumulaba entre los dedos; y cuando tenía sed y el agua estaba cubierta de una gruesa capa de hielo, la rompía golpeándola con las agarrotadas patas delanteras. Su rasgo más sobresaliente era la habilidad de olisquear y prever, una noche antes, de dónde soplaría el viento. Aun cuando no hubiera siquiera una brisa en el momento en que cavaba su hoyo junto a un árbol o un terraplén, el viento que soplaba más tarde lo encontraba indefectiblemente a sotavento, cómodamente resguardado. ...

En la línea 200
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Avanzada la mañana siguiente, Buck encabezó el largo tiro calle arriba. No había animación alguna en el grupo, ni brío o dinamismo en él y sus compañeros. Partían con un cansancio mortal. Cuatro veces había cubierto Buck el trayecto entre Salt Water y Dawson, y el saber que, harto y cansado, afrontaba una vez más el mismo camino, lo amargaba. Ni él ni ninguno de los demás perros se entregaba de corazón a la tarea. Los perros nuevos eran tímidos y estaban asustados, los veteranos no tenían confianza en sus amos. ...

En la línea 244
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Tan perentoria era la llamada de aquellas almas que día a día el ser humano y sus reclamos se volvían más distantes. Una llamada resonaba en lo profundo del bosque y, cada vez que la oía, misteriosa, emotiva y atrayente, se sentía empujado a volver la espalda al fuego y a la tierra hollada a su alrededor para sumergirse en la espesura y seguir adelante, sin saber hacia dónde ni por qué, ni preguntárselo siquiera, tan imperativa era la llamada de las profundidades del bosque. Pero en cuanto llegaba a la suave tierra virgen y a la sombra de los árboles, el amor por John Thornton lo atraía de nuevo hacia el fuego. ...

En la línea 206
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... »El doctor Wilde recuerda de un estudiante de Medicina, alumno de la Salpetriere, quien, para preparar su tesis sobre el fenómeno referido (Paramesis ou fausse reconnaissance) publicó en 1897 un cuestionario de 36 artículos, con el fin de saber en qué circunstancias físicas y morales y con ocasión de qué accidentes las personas que le respondieran habían experimentado esa extraña impresión, en virtud de la cual, el mismo hecho se les había presentado como pasado y presente al propio tiempo, teniendo ellas además la clara visión de lo que iba a suceder, como si lo recordaran de golpe (cita a Dickens). ...

En la línea 214
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Un día, por orden de la autoridad competente, entró en la vetusta mansión la justicia y tras de ella el público, con el vendedor aludido a la cabeza, el cual hubo de desmayarse al saber que el sujeto a quien él por tantos años había llamado míster Williams, no era tal míster Williams; que la tía Marta era miss Peggi; que el dependiente Frank no era dependiente, sino socio, y se llamaba John (no eran éstos precisamente los nombres, pero para el caso es lo mismo). En fin, que los aposentos no estaban distribuidos en la forma que él les había adjudicado, ni respondían al plan trazado en su mente, con líneas indestructibles; en resumen, el pobre diablo experimentó una desilusión completa y dolorosa, como si la destrucción de pie su fantasía había creado, fuera una desgracia1. ...

En la línea 10
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Aun pudiera curarme en salud, vindicándome anticipadamente de otro cargo que tal vez me dirija algún malhumorado censor. Hay quien cree que la novela debe probar, demostrar o corregir algo, presentando al final castigado el vicio y galardonada la virtud, ni más ni menos que en los cuentecicos para uso de la infancia. Exigencia es esta a que no están sujetos pintores, arquitectos ni escultores: que yo sepa, nadie puso tacha a Velázquez porque de sus Hilanderas o sus Niños bobos no resulte lección edificante alguna. Sólo al mísero escritor entregan férula y palmeta a fin de que vapulee a la sociedad, pero con tal disimulo, que ésta haya de tomar los disciplinazos por caricias, y enmendarse a puros entretenidos azotes. Yo de mí sé decir que en arte me enamora la enseñanza indirecta que emana de la hermosura, pero aborrezco las píldoras de moral rebozadas en una capa de oro literario. Entre el impudor frío y afectado de los escritores naturalistas y las homilías sentimentales de los autores que toman un púlpito en cada dedo y se van por esos trigos predicando, no escojo; me quedo sin ninguno. Podrá este mi criterio parecer a unos laxo, a otros en demasía estrecho: a mí me basta saber que, prácticamente, lo profesaron Cervantes, Goethe, Walter Scott, Dickens, los príncipes todos de la romancería. ...

En la línea 55
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Es de rigor saber de qué boca partió el soplo que encendió la antorcha de aquellas nupcias. ...

En la línea 58
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Se desarrollaron paralelamente en Lucía el espíritu y el cuerpo, como dos compañeros de viaje que se dan el brazo para subir las cuestas y andar el mal camino; y ocurrió un donoso caso, que fue que mientras el médico materialista, Vélez de Rada, que asistía al señor Joaquín, se deleitaba en mirar a Lucía, considerando cuán copiosamente circulaba la vida por sus miembros de Cibeles joven, el sabio jesuita, padre Urtazu, se encariñaba con ella a su vez, encontrándole la conciencia clara y diáfana como los cristales de su microscopio: sin que se diesen cuenta de que acaso ambos admiraban en la niña una sola y misma cosa, vista por distinto lado, a saber: la salud perfecta. ...

En la línea 65
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Llamábase el visitante D. Aurelio Miranda, y desempeñaba en León uno de esos destinos que en España abundan, no por honoríficos peor retribuídos, y que sin imponer grandes molestias ni vigilias, abren las puertas de la buena sociedad, prestando cierta importancia oficial: género de prebendas laicas, donde se dan unidas las dos cosas que asegura el refrán no caber en un saco. Era Miranda de origen y familia burocrática, en la cual se transmitían y como vinculaban los elevados puestos administrativos, merced a especial maña y don de gentes perpetuado de padres a hijos, a no sé qué felina destreza en caer siempre de pie y a cierta delicada sobriedad en esto de pensar y opinar. Logró la estirpe de los Mirandas teñirse de matices apagados y distinguidos, sobre cuyo fondo, así podía colocarse insignia blanca, como roja divisa; de suerte, que ni hubo situación que no les respetase, ni radicalismo que con ellos no transigiera, ni mar revuelto o bonancible en que con igual fortuna no pescaran. El mozo Aurelio casi nació a la sombra protectora de los muros de la oficina: antes que bigote y barba tuvo colocación, conseguida por la influencia paterna, reforzada por la de los demás Mirandas. Al principio fue una plaza de menor cuantía, que cubriese los gastos de tocador y otras menudencias del chico, derrochador de suyo; en seguida vinieron más pingües brevas, y Aurelio siguió la ruta trillada ya por sus antecesores. Con todo esto, veíase que algo degeneraba en él la raza: amigo de goces, de ostentación y vanidades, faltabale a Aurelio el tino exquisito de no salir de mediano por ningún respecto, y carecía de la formalidad exterior, del compasado porte que a los Mirandas pasados acreditaba de hombres de seso y experiencia y madurez política. Comprendiendo sus defectos, trató Aurelio de beneficiarlos diestramente, y más de una blanca y pulcra mano emborronó por él perfumadas esquelas con eficaces recomendaciones para personajes de muy variada ralea y clase. Asimismo se declaró gran amigote y compinche de algunos prohombres políticos, entre ellos el don Fulano que ya conocemos. No habló jamás con ellos diez palabras seguidas que a política se refiriesen: contábales las noticias del día, el escándalo fresco, el último dicharacho y la más reciente caricatura; y de tal suerte, sin comprometerse con ninguno se vio favorecido y servido de todos. Agarrose, como nadador inexperto, a los hombros de tan prácticos buzos, y acá me sumerjo, y acullá me pongo a flote, fue sorteando los furiosos vendavales que azotaron a España, y continuando la tradición venerable de los Mirandas. Pero también la influencia se gasta y agota, y llegó un período en que, mermada la de Aurelio, no alcanzó a mantenerle en el único punto para él grato, en Madrid, y hubo de irse a vegetar a León, entre el Gobierno civil y la Catedral, edificios que ni uno ni otro le divertían. Lo que singularmente amargaba a Aurelio, era comprender que su decadencia administrativa nacía de otro decaimiento irreparable, a saber, el de su persona. Cumplida la cuarentena de años, faltábanle ya los billetitos de recomendación o por lo menos no eran tan calurosos: en los despachos de las notabilidades iba siendo su persona como un mueble más, y hasta él mismo sentía apagarse su facundia. La madurez se revelaba en él por un salto atrás; íbasele metiendo en el cuerpo la seriedad de los Mirandas; y de amable calavera, pasaba a hombre de peso. No del todo extrañas a tal metamorfosis debían ser algunas dolencias pertinaces, protesta del hígado contra el malsano régimen, mitad sedentario y mitad febril, tanto tiempo observado por Aurelio. Así es que, aprovechando la estancia en León, y los conocimientos y acierto singular de Vélez de Rada, dedicose a reparar las brechas de su desmantelado organismo; y la vida metódica y la formalidad creciente de sus maneras y aspecto, que en la corte la perjudicaban revelando que empezaba a ser trasto arrumbado y sin uso, sirviéronle en el timorato pueblo leonés de pasaporte, ganándole simpatías y fama de persona respetable y de responsabilidad y crédito. ...

En la línea 229
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Pues bien- dijo Fix-, si el ladrón ha tomado pasaje en ese buque, tendrá el plan de desembarcar en Suez, a fin de llegar por otra vía a las posesiones holandesas o francesas de Asia. Bien debe saber que no estaría seguro en la India, que es tierra inglesa. ...

En la línea 337
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Aquella salida precipitada de Londres poco después del robo; aquella fuerte suma con que se hacía el viaje; aquella prisa de llegar a países remotos: aquel pretexto de una apuesta excéntrica, todo confirmaba y debía confirmar a Fix en sus ideas. Hizo hablar todavía más al francés, y adquirió la convicción de que ese mozo no conocía a su amo; que éste vivía aislado en Londres; que se le suponía rico sin saber el origen de su fortuna: que era un hombre impenetrable, etc. Pero al propio tiempo Fix pudo cerciorarse de que Fogg no desembarcaba en Suez y se iba directamente a Bombay. ...

En la línea 615
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Esperaron hasta medianoche. La situación no cambió. Había fuera la misma vigilancia, y era evidente que no podía contarse con el sueño de los guardias. La embriaguez del 'hag' les había sido probablemente ahorrada. Era menester, pues, obrar de otro modo y penetrar por una abertura practicada en las murallas de la pagoda. Restaba la cuestión de saber si los sacerdotes vigilaban cerca de su víctima con tanto cuidado como los soldados en la puerta del templo. ...

En la línea 848
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Esa palabra dejó pensativo al agente. El calificativo lo inquietó mucho sin saber por qué. ¿Lo había adivinado el francés? No sabía qué pensar. ¿Cómo podía Picaporte haber descubierto su condición de 'detectíve', cuyo secreto de nadie podía ser sabido? Y sin embargo, al hablar así, Picaporte lo había hecho con segunda intención. ...


El Español es una gran familia

Reglas relacionadas con los errores de b;v

Las Reglas Ortográficas de la B

Regla 1 de la B

Detrás de m se escribe siempre b.

Por ejemplo:

sombrío
temblando
asombroso.

Regla 2 de la B

Se escriben con b las palabras que empiezan con las sílabas bu-, bur- y bus-.

Por ejemplo: bujía, burbuja, busqué.

Regla 3 de la B

Se escribe b a continuación de la sílaba al- de inicio de palabra.

Por ejemplo: albanés, albergar.

Excepciones: Álvaro, alvéolo.

Regla 4 de la B

Las palabras que terminan en -bundo o -bunda y -bilidad se escriben con b.

Por ejemplo: vagabundo, nauseabundo, amabilidad, sociabilidad.

Excepciones: movilidad y civilidad.

Regla 5 de la B

Se escriben con b las terminaciones del pretérito imperfecto de indicativo de los verbos de la primera conjugación y también el pretérito imperfecto de indicativo del verbo ir.

Ejemplos: desplazaban, iba, faltaba, estaba, llegaba, miraba, observaban, levantaba, etc.

Regla 6 de la B

Se escriben con b, en todos sus tiempos, los verbos deber, beber, caber, haber y saber.

Regla 7 de la B

Se escribe con b los verbos acabados en -buir y en -bir. Por ejemplo: contribuir, imbuir, subir, recibir, etc.

Excepciones: hervir, servir y vivir, y sus derivados.

Las Reglas Ortográficas de la V

Regla 1 de la V Se escriben con v el presente de indicativo, subjuntivo e imperativo del verbo ir, así como el pretérito perfecto simple y el pretérito imperfecto de subjuntivo de los verbos tener, estar, andar y sus derivados. Por ejemplo: estuviera o estuviese.

Regla 2 de la V Se escriben con v los adjetivos que terminan en -ava, -ave, -avo, -eva, -eve, -evo, -iva, -ivo.

Por ejemplo: octava, grave, bravo, nueva, leve, longevo, cautiva, primitivo.

Regla 3 de la V Detrás de d y de b también se escribe v. Por ejemplo: advertencia, subvención.

Regla 4 de la V Las palabras que empiezan por di- se escriben con v.

Por ejemplo: divertir, división.

Excepciones: dibujo y sus derivados.

Regla 5 de la V Detrás de n se escribe v. Por ejemplo: enviar, invento.


Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras b;v

Errores Ortográficos típicos con la palabra Saber

Cómo se escribe saber o saberr?
Cómo se escribe saber o zaber?
Cómo se escribe saber o saver?

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La palabra asombro
La palabra exclamaciones
La palabra ciego
La palabra pudiera
La palabra cultivados
La palabra trabajarlas
La palabra riqueza

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