Cual es errónea Posible o Pocible?
La palabra correcta es Posible. Sin Embargo Pocible se trata de un error ortográfico.
El Error ortográfico detectado en el termino pocible es que hay un Intercambio de las letras s;c con respecto la palabra correcta la palabra posible
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Posible en la RAE.
Posible en Word Reference.
Posible en la wikipedia.
Sinonimos de Posible.

la Ortografía es divertida
Reglas relacionadas con los errores de s;c
Las Reglas Ortográficas de la S
Se escribe s al final de las palabras llanas.
Ejemplos: telas, andamos, penas
Excepciones: alférez, cáliz, lápiz
Se escriben con s los vocablos compuestos y derivados de otros que también se escriben con esta letra.
Ejemplos: pesar / pesado, sensible / insensibilidad
Se escribe con s las terminaciones -esa, -isa que signifiquen dignidades u oficios de mujeres.
Ejemplos: princesa, poetisa
Se escriben con s los adjetivos que terminan en -aso, -eso, -oso, -uso.
Ejemplos: escaso, travieso, perezoso, difuso
Se escribe con s las terminaciones -ísimo, -ísima.
Ejemplos: altísimo, grandísima
Se escribe con s la terminación -sión cuando corresponde a una palabra que lleva esa letra, o cuando otra palabra derivada lleva -sor, -sivo, -sible,-eso.
Ejemplos: compresor, compresión, expreso, expresivo, expresión.
Se escribe s en la terminación de algunos adjetivos gentilicios singulares.
Ejemplos: inglés, portugués, francés, danés, irlandés.
Se escriben s con las sílabas iniciales des-, dis-.
Ejemplos: desinterés, discriminación.
Se escribe s en las terminaciones -esto, -esta.
Ejemplos: detesto, orquesta.
Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras s;c

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece posible
La palabra posible puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 479
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Con enemigos así no era posible luchar, y el valentón, en la misma noche, entregó las llaves de la barraca a sus amos. ...
En la línea 1322
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Tres semanas que no traen ustedes el estipendio prometido, y así no es posible la instrucción, ni puede procrear la ciencia, ni combatirse con desahogo la barbarie nativa de estos campos. ...
En la línea 417
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Que aquella inmensidad de tierra se repartiese entre los que la trabajaban, que los pobres supieran que del surco podían sacar algo más que un puñado de céntimos y los tres gazpachos, ¡y ya se vería si los del país eran holgazanes! Resultaban malos trabajadores porque trabajaban para otros; porque tenían la obligación de defender su vida miserable unos cuantos años más, huyendo el cuerpo a la faena, prolongando los ratos de descanso concedidos para fumar un cigarro, llegando al tajo lo más tarde posible y retirándose cuanto antes. ¡Para lo que les daban!... Pero que tuviesen su parte de tierra, y la cuidarían, peinándola y acicalándola a todas horas como una hija, y antes de que clarease el día estarían ya en ella con la herramienta en la mano. En medio de la noche se levantarían para las faenas urgentes; aquellas llanuras serían un paraíso, y cada pobre tendría su casita, y los lagartos no irían arrastrando su lomo rugoso y polvoriento días y días sin tropezar con una vivienda humana. ...
En la línea 474
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Cuando Salvatierra vio sus ropas casi secas, abandonó el capote y se las puso. Después se dirigió a la puerta, y a pesar de que seguía lloviendo quiso ir a la gañanía, en busca de su compañero. Pensaba pasar en ella la noche, ya que no era posible con aquel tiempo volver a Jerez. ...
En la línea 496
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Primeramente los _amarraban_, al venir de la libertad de la dehesa, para que se acostumbrasen a comer en el pesebre; luego salían al campo, frente al cortijo, con cabezón y una larga cuerda, para dar vueltas como en un picadero, y que aprendiesen a _tranquear_, a poner la pata de atrás donde habían puesto la delantera, o más allá, si era posible. Tras esto llegaba la operación suprema: colocarles la silla sobre los lomos, habituando su salvaje nerviosidad a esta servidumbre; acostumbrarles a la baticola y los estribos. Y finalmente se les montaba, para hacerles dar vueltas, al principio sin soltar la cuerda, luego manejándolos con las riendas. ¡Los potros que él llevaba desbravados, animales casi salvajes, que inspiraban miedo a muchos!... ...
En la línea 591
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Tuteaba a Salvatierra a uso de _compañero_ y hablaba con desprecio de la gente trabajadora. Los jóvenes ya los veía allí: creyéndose felices con una copa y sin más pensamiento que hacer suyas a las compañeras de trabajo. No había más que fijarse en la frialdad con que habían presenciado la llegada de Salvatierra. Muchos ni sentían la curiosidad de aproximarse a él: hasta habían sonreído irónicamente, como si dijeran: «Un embustero más». Para ellos eran embusteros los periódicos que leían los viejos en voz alta; embusteros los que hablaban de la fuerza de la asociación y de una revuelta posible: sólo eran verdad los tres gazpachos y los dos reales de jornal, y con esto, alguna borrachera de vez en cuando y el asalto de una trabajadora, a la que afligían con el engendramiento de un nuevo desgraciado, se consideraban felices mientras duraba en ellos el optimismo de la juventud y la fuerza. Si seguían el impulso de las huelgas, era por el ruido y el desorden que éstas traían. De los antiguos, quedaban aún muchos fieles a _la idea_, pero apocados de ánimo, miedosos, encorvados bajo el temor que habían sabido infundirles los ricos. ...
En la línea 258
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Entraba, desde luego, en el terreno de las confidencias y daba por sabido que el dolor tiene sus límites, y que, no siendo hacedero moralmente acompañar al difunto, pues el suicidio está prohibido, no había más remedio que seguir viviendo; y ya de vivir, ¡qué caramba!, debía ser de la mejor manera posible. ...
En la línea 620
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Buscaba por tanto en su interior un medio de retirarse lo menos torpemente posible, cuando notó que Aramis había dejado caer su pa ñuelo y, por descuido sin duda, había puesto el pie encima; le pareció llegado el momento de reparar su inconveniencia: se agachó, y con el gesto más gracioso que pudo encontrar, sacó el pañuelo de debajo del pie del mosquetero, por más esfuerzos que hizo éste por retenerlo, y le dijo devolviéndoselo:-Señor, aquí tenéis un pañuelo que en mi opinión os molestaría mucho perder. ...
En la línea 783
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Señores -dijo Jussac-, con gran pesar os declaro que es im posible. ...
En la línea 1374
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Es posible, señor. ...
En la línea 1507
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Es posible. ...
En la línea 19
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Por mi parte me ceñiré todo lo posible, para solo el efecto de indicar cuanto una esperiencia de doce años de residencia en las Islas me ha enseñado, puede contribuir á establecer el ramo de justicia mas arreglado que el que se observa, y mejorar la administracion de la hacienda pública: ramos que deben sufrir grandes reformas á como en el dia se hallan, y que pueden producir efectos maravillosos y bienes incalculables, asi á las Islas como á la Metrópoli. ...
En la línea 39
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Los escribanos de cámara, receptores y procuradores no saben ó no procuran otra cosa que sacar el partido posible de sus oficios. ...
En la línea 40
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Estos oficios son de muy corto número y escaso provecho; porque en la inmensa estension del fuero militar en las personas pudientes de Filipinas, la auditoría de guerra ha llevado asi todos los pleitos civiles de importancia en las Islas, y la audiencia se halla reducida á causas criminales y pleitos de tierras entre los indios, y no de mucha cuantía, y únicamente tiene por pleitos de algun valor los negocios de comercio desde la publicacion del código en aquel pais; pero estos, ni son muchos, ni muy graves, lo cual no escluye la idea de que haya algunos de mucha consideracion; mas no es lo jeneral: razones por las que no es posible ni fácil que españoles instruidos compren y entren á servir aquellos oficios de la audiencia. ...
En la línea 95
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... o Que deben ser dotados competentemente, y con una pequeña diferencia en el sueldo en la escala establecida; pues sus funciones, siendo iguales, debe haber la mayor posible igualdad en las recompensas, y debe prohibírseles: 1. ...
En la línea 349
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Poco se había realizado, no obstante, en este país; por tanto, ya que me hallaba en él, determiné hacer algo, a ser posible, por la difusión de aquélla, no sin cerciorarme ante todo personalmente de hasta qué punto la gente estaba preparada para recibirla, y de si el estado de la educación en general le permitiría sacar de ella bastante provecho. ...
En la línea 400
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Tomé, pues, una buena pulgarada, aunque aborrezco el rapé, y pronto estuvimos en la mejor armonía posible. ...
En la línea 434
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Cuando, para demostrarle el poco caso que le hacía, me puse a cantar _Eu que sou contrabandista_, se echó a reír con toda su alma, y dándome palmadas en el hombro, me dijo que haría todo lo posible por no ahogarnos. ...
En la línea 559
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Si les hablaba de religión, mostraban grandísima indiferencia por el asunto, y, haciéndome una cortés inclinación de cabeza, se marchaban lo antes posible. ...
En la línea 53
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, pues esta vuestra escritura no mira a más que a deshacer la autoridad y cabida que en el mundo y en el vulgo tienen los libros de caballerías, no hay para qué andéis mendigando sentencias de filósofos, consejos de la Divina Escritura, fábulas de poetas, oraciones de retóricos, milagros de santos, sino procurar que a la llana, con palabras significantes, honestas y bien colocadas, salga vuestra oración y período sonoro y festivo; pintando, en todo lo que alcanzáredes y fuere posible, vuestra intención, dando a entender vuestros conceptos sin intricarlos y escurecerlos. ...
En la línea 162
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Mas, al darle de beber, no fue posible, ni lo fuera si el ventero no horadara una caña, y puesto el un cabo en la boca, por el otro le iba echando el vino; y todo esto lo recebía en paciencia, a trueco de no romper las cintas de la celada. ...
En la línea 201
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Hechas, pues, de galope y aprisa las hasta allí nunca vistas ceremonias, no vio la hora don Quijote de verse a caballo y salir buscando las aventuras; y, ensillando luego a Rocinante, subió en él, y, abrazando a su huésped, le dijo cosas tan estrañas, agradeciéndole la merced de haberle armado caballero, que no es posible acertar a referirlas. ...
En la línea 243
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Apenas los divisó don Quijote, cuando se imaginó ser cosa de nueva aventura; y, por imitar en todo cuanto a él le parecía posible los pasos que había leído en sus libros, le pareció venir allí de molde uno que pensaba hacer. ...
En la línea 232
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Permanecemos dos días en el Colorado; no tengo nada que hacer, pues todo el país circundante no es sino un pantano inundado por el río en verano (diciembre), cuando se funden las nieves en las cordilleras. Mi principal diversión consiste en observar a las familias indias que acuden a comprar diferentes géneros de poca monta en el rancho que nos sirve de habitación. Suponíase que el general Rosas tenía unos 600 aliados indios. La raza es grande y hermosa. Más adelante encontré esa misma raza en los indígenas de la Tierra de Fuego, pero allí el frío, la carencia de alimentos y la falta absoluta de civilización la han hecho feísima. Algunos autores, al indicar las razas primitivas de la especie humana, han dividido a estos indios en dos clases, pero, con toda certeza, esto es un error. Puede realmente decirse que algunas mujeres jóvenes, o chinas, son bellas. Tienen los cabellos ásperos, aunque negros y brillantes, llevándolos en dos trenzas que les cuelgan hasta la cintura. Su tez es cargada de color y tienen muy vivos los ojos; las piernas, los pies y los brazos son pequeños y de forma elegante; engalánanse los tobillos y a veces la cintura con anchos brazaletes de baratijas de vidrio azul. Nada hay más interesante que algunos de esos grupos de familia. A menudo venían a nuestro rancho una madre y dos hijas montadas en el mismo caballo. Cabalgan como los hombres, pero con las rodillas mucho más altas. Esta costumbre quizá proceda de que al viajar suelen ir montadas en los caballos que llevan los bagajes. Las mujeres deben cargar y descargar los caballos, armar las tiendas para la noche: en una palabra, verdaderas esclavas, como las mujeres de todos los salvajes, han de hacerse en todo lo más útiles posible. Los hombres se baten, cazan, cuidan de los caballos y fabrican artículos de sillería. Una de sus principales oraciones consiste en golpear dos piedras una contra otra, hasta redondearlas para hacer bolas con ellas. Con auxilio de esta arma importante, el indio se apodera de la caza y hasta de su caballo que va en libertad por la llanura. Cuando se bate trata en primer término de derribar el caballo de 5 Aprovecho esta ocasión para manifestar mi profundo agradecimiento por la bondad con que el gobierno de Buenos Aires puso a mi disposición pasaportes para todos los puntos del país, atendiendo a mi calidad de naturalista agregado al Beagle. ...
En la línea 333
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Para impedir que los indios crucen el río Negro, al sur del cual estarían sanos y salvos en medio de vastas soledades desconocidas, el general Rosas ha hecho un tratado con los Tehuelches, en virtud del cual, paga cierta suma por todo indio a quien maten si intenta pasar al sur del río, bajo la pena de ser exterminados ellos mismos si así no lo hicieren. La guerra se dirige principalmente contra los indios de las Cordilleras, pues la mayoría de las tribus orientales engruesan el ejército de Rosas. Pero el general, como lord Chesterfield, pensando, sin duda, que sus amigos de hoy pueden llegar a ser sus enemigos mañana, cuida de llevarlos siempre a vanguardia para que muera el mayor número posible de ellos. Desde que abandoné la América meridional, he sabido que fracasó por completo esa guerra de exterminio. ...
En la línea 367
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ¡Cuán mísera existencia la de esos hombres! Estaban lo menos a diez leguas del puesto de Sauce; y, desde la matanza hecha por los indios, a veinte leguas de cualquier otro puesto. Supónese que los indios habían atacado a media noche el puesto destruido; pues al día siguiente de esa matanza se les vio, felizmente, acercarse por la mañana muy temprano al puesto donde ahora estoy. El pequeño pelotón de tropa pudo escaparse y llevar consigo los caballos; huyendo cada uno de los soldados por su parte, conduciendo cuantos caballos le fue posible. ...
En la línea 478
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Nuestro viaje es largo y desagradable. En el mapa, la desembocadura de la Plata parece bellísima; pero la realidad dista mucho de corresponder a las ilusiones que se han forjado. No hay grandiosidad ni hermosura en esta inmensa extensión de agua fangosa. En ciertos momentos del día, desde el puente del buque donde estaba, apenas me era posible distinguir ambas orillas, que son en extremo bajas. Al llegar a Montevideo recibo noticias de que el Beagle no se dará a la vela sino dentro de algunos días. Por tanto, inmediatamente me dispongo a hacer un viajecillo a la banda oriental. ...
En la línea 310
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Una pulmonía posible por una pared maestra ahorrada; una incomodidad segura por una fastuosidad ridícula. ...
En la línea 698
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Si le traían a cuento el capítulo de las aventuras amorosas, que no pasaban de ser rumores anónimos, sin fundamento que hiciera prueba, el Arcipreste sonreía al negar, dando a entender que aquello era posible, pero importaba menos. ...
En la línea 1814
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El bello ideal de doña Anuncia había sido siempre un viaje a Venecia con un amante; pero una vez que el siglo estaba metalizado y las muchachas no sabían enamorarse, ella quería utilizar, si era posible, la hermosura de Ana, que si se alimentaba bien sería guapa como su padre y todos los Ozores, pues lo traían de raza. ...
En la línea 1899
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Cuando llegaba un forastero, se le enseñaba la torre de la catedral, el Paseo de Verano, y, si era posible, la sobrina de las de Ozores. ...
En la línea 612
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Eneas Silvio amaba la Naturaleza, como Petrarca. El mismo se dio el título de amigo de los bosques, y en su época papal huía, siempre que le era posible, de los palacios pontificios, para instalarse en alguna arboleda de la Umbría, abundosa en encinas seculares. Calixto III, preocupado en hacer la guerra a los turcos, no tuvo tiempo para proteger las artes y las letras; pero fijó sus ojos en este escritor, abriéndole la puerta más grande de la Iglesia, y veinte meses antes de su muerte lo hizo cardenal. ...
En la línea 621
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Protestaba ahora el pueblo de Roma contra los sieneses herederos de su antiguo odio contra los catalanes. Mientras tanto Pío II saboreaba la vanidad de haber vencido a Malatesta, terror de príncipes y papas, Instalándose, siempre que le era posible, en los montes Albanos, entre ruinas de la antigüedad, frente a los lagos Albani y Memi, cuyas orillas estaban cubiertas entonces de frondosos bosques. El antiguo humanista esperaba encontrar en dichas espesuras dioses o ninfas y toda gruta lacustre le parecía el refugio de Diana. ...
En la línea 967
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Esta calumnia, demasiado grosera —dijo Claudio—, no produjo el efecto que esperaba Juliano. Se deshizo sin tocar a su enemigo. Era posible que Bayaceto hubiese escrito dicha proposición. Varias veces intentó, en el Pontificado anterior y en el de Borgia, asesinar a su hermano por medio de enviados turcos o de italianos, que aceptaban sus planes sin realizarlos nunca. El interés de los papas era, por el contrario, guardar a Djem para tener en respeto al Gran Turco y percibir la pensión anual de cuarenta mil ducados. Matarlo equivalía a suprimir la gallina de los huevos de oro, pues el mantenimiento de dicho personaje no costaba ni la décima parte de la cantidad percibida. ...
En la línea 1006
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Tres días después de entrar en Nápoles moría el príncipe Djem. Contra toda verosimilitud, los enemigos del Papa le atribuían la muerte de este príncipe, diciendo que lo había entregado al rey de Francia, envenenado con un mes de anticipación, como si esto fuese posible. ...
En la línea 447
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La sabia genial era en la vida corriente, una mujer de cortos alcances, y solo presintió en su invención un medio de llamar al orden a los humanos, impidiéndoles que insistiesen en sus guerras; como si esto fuese posible quedando en manos del hombre la dirección de la Historia. El Comité supremo de las reivindicaciones feministas vio más claro que esta química ilustre y simplona. Se fue enterando minuciosamente de sus trabajos, y a continuación la guardó presa, con toda clase de miramientos, en una cueva del Club Feminista, para que no pudiese revelar su secreto a los hombres. ...
En la línea 621
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Tal vez se preguntará usted, gentleman, por que razón vuelvo a la capital y me empeño en vivir en ella, estando aquí el terrible Consejo que me persigue. Nuestra vida nunca es rectilínea ni la gobierna la lógica. En el país de los Hombres-Montañas es posible que ocurra lo mismo. Los hombres tenemos un corazón que es a la vez el origen de nuestras desdichas y de nuestras felicidades. No podemos existir sin la mujer, y vamos allá donde ella vive, aunque esto equivalga a marchar al encuentro del peligro. ...
En la línea 735
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... ¡Lo mismo que la otra!… El gigante creyó estar aún en el Gran Parque de San Francisco escuchando por última vez a miss Margaret, y al ver bajo sus ojos a tantos ciudadanos de aquel pueblo diminuto que le tenía sujeto a la mas grotesca de las esclavitudes, impidiéndole volver a la tierra natal, donde a lo menos le era posible admirar de lejos a la mujer amada, sintió un deseo vehemente de levantar los puños, aplastando con unos cuantos golpes a toda la universidad femenina. ...
En la línea 845
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Además -continuó ella-, ¿cuándo triunfará Ra-Ra?… Yo lo deseo, aunque esta victoria signifique la desgracia de mi padre y la desaparición del gobierno de las mujeres. Así podría vivir tranquila, sin las angustias que sufro actualmente, pues temo de un momento a otro ver preso y condenado a muerte al hombre que amo. Pero ¿es posible esa victoria?… Cada vez la veo más lejana. Las mujeres triunfaron tal vez para siempre al apoderarse de la fuerza. ...
En la línea 364
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Seamos francos; la verdad ante todo… me idolatraba. Creía que yo no era como los demás, que era la caballerosidad, la hidalguía, la decencia, la nobleza en persona, el acabose de los hombres… ¡Nobleza, qué sarcasmo! Nobleza en la mentira; digo que no puede ser… y que no, y que no. ¡Decencia porque se lleva una ropa que llaman levita!… ¡Qué humanidad tan farsante! El pobre siempre debajo; el rico hace lo que le da la gana. Yo soy rico… di que soy inconstante… La ilusión de lo pintoresco se iba pasando. La grosería con gracia seduce algún tiempo, después marca… Cada día me pesaba más la carga que me había echado encima. El picor del ajo me repugnaba. Deseé, puedes creerlo, que la Pitusa fuera mala para darle una puntera… Pero, quia… ni por esas… ¿Mala ella? a buena parte… Si le mando echarse al fuego por mí, ¡al fuego de cabeza! Todos los días jarana en la casa. Hoy acababa en bien, mañana no… Cantos, guitarreo… José Izquierdo, a quien llaman Platón porque comía en un plato como un barreño, arrojaba chinitas al picador… Villalonga y yo les echábamos a pelear o les reconciliábamos cuando nos convenía… La Pitusa temblaba de verlos alegres y de verlos enfurruñados… ¿Sabes lo que se me ocurría? No volver a aportar más por aquella maldita casa… Por fin resolvimos Villalonga y yo largamos con viento fresco y no volver más. Una noche se armó tal gresca, que hasta las navajas salieron, y por poco nadamos todos en un lago de sangre… Me parece que oigo aquellas finuras: «¡indecente, cabrón, najabao, randa, murcia… ! No era posible semejante vida. Di que no. El hastío era ya irresistible. La misma Pitusa me era odiosa, como las palabras inmundas… Un día dije vuelvo, y no volví más… Lo que decía Villalonga: cortar por lo sano… Yo tenía algo en mi conciencia, un hilito que me tiraba hacia allá… Lo corté… Fortunata me persiguió; tuve que jugar al escondite. Ella por aquí, yo por allá… Yo me escurría como una anguila. No me cogía, no. El último a quien vi fue Izquierdo; le encontré un día subiendo la escalera de mi casa. Me amenazó; díjome que la Pitusa estaba cambrí de cinco meses… ¡Cambrí de cinco meses… ! Alcé los hombros… Dos palabras él, dos palabras yo… alargué este brazo, y plaf… Izquierdo bajó de golpe un tramo entero… Otro estirón, y plaf… de un brinco el segundo tramo… y con la cabeza para abajo… ...
En la línea 402
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pasaban meses, pasaban años, y en aquella dichosa casa todo era paz y armonía. No se ha conocido en Madrid familia mejor avenida que la de Santa Cruz, compuesta de dos parejas; ni es posible imaginar una compatibilidad de caracteres como la que existía entre Barbarita y Jacinta. He visto juntas muchas veces a la suegra y a la nuera, y por Dios que se manifestaba muy poco en ellas la diferencia de edades. Barbarita conservaba a los cincuenta y tres años una frescura maravillosa, el talle perfecto y la dentadura sorprendente. Verdad que tenía el cabello casi enteramente blanco; el cual más parecía empolvado conforme al estilo Pompadour, que encanecido por la edad. Pero lo que la hacía más joven era su afabilidad constante, aquel sonreír gracioso y benévolo con que iluminaba su rostro. ...
En la línea 414
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pasemos ahora a los Morenos, procedentes del valle de Mena, una de las familias más dilatadas y que ofrecen más desigualdades y contrastes en sus infinitos y desparramados miembros. Arnaiz y Estupiñá disputan, sin llegar a entenderse, sobre si el tronco de los Morenos estuvo en una droguería o en una peletería. En esto reina cierta oscuridad, que no se disipará mientras no venga uno de estos averiguadores fanáticos que son capaces de contarle a Noé los pelos que tenía en la cabeza y el número de eses que hizo cuando cogió la primera pítima de que la historia tiene noticia. Lo que sí se sabe es que un Moreno casó con una Isla-Bonilla a principios del siglo, viniendo de aquí la Casa de giro que del 19 al 35 estuvo en la subida de Santa Cruz junto a la iglesia, y después en la plazuela de Pontejos. Por la misma época hallamos un Moreno en la Magistratura, otro en la Armada, otro en el Ejército y otro en la Iglesia. La Casa de banca no era ya Moreno en 1870, sino Ruiz-Ochoa y Compañía, aunque uno de sus principales socios era don Manuel Moreno-Isla. Tenemos diferentes estirpes del tronco remotísimo de los Morenos. Hay los Moreno-Isla, los Moreno-Vallejo y los Moreno-Rubio, o sea los Morenos ricos y los Morenos pobres, ya tan distantes unos de otros que muchos ni se tratan ni se consideran afines. Castita Moreno, aquella presumida amiga de Barbarita en la escuela de la calle Imperial, había nacido en los Morenos ricos y fue a parar, con los vaivenes de la vida, a los Morenos pobres. Se casó con un farmacéutico de la interminable familia de los Samaniegos, que también tienen su puesto aquí. Una joven perteneciente a los Morenos ricos casó con un Pacheco, aristócrata segundón, hermano del duque de Gravelinas, y de esta unión vino Guillermina Pacheco a quien conoceremos luego. Ved ahora cómo una rama de los Morenos se mete entre el follaje de los Gravelinas, donde ya se engancha también el ramojo de los Trujillos, el cual venía ya trabado con los Arnaiz de Madrid y con los Bonillas de Cádiz, formando una maraña cuyos hilos no es posible seguir con la vista. ...
En la línea 478
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Maestro… que haya salud. Ciertos artículos se compraban siempre al por mayor, y si era posible de primera mano. Barbarita tenía en la médula de los huesos la fibra de comerciante, y se pirraba por sacar el género arreglado. Pero, ¡cuán distantes de la realidad habrían quedado estos intentos sin la ayuda del espejo de los corredores, Estupiñá el Grande! ¡Lo que aquel santo hombre andaba para encontrar huevos frescos en gran cantidad… ! Todos los polleros de la Cava le traían en palmitas, y él se daba no poca importancia, diciéndoles: «o tenemos formalidad o no tenemos formalidad. Examinemos el artículo, y después se discutirá… calma, hombre, calma». Y allí era el mirar huevo por huevo al trasluz, el sopesarlos y el hacer mil comentarios sobre su probable antigüedad. Como alguno de aquellos tíos le engañase, ya podía encomendarse a Dios, porque llegaba Estupiñá como una fiera amenazándole con el teniente alcalde, con la inspección municipal y hasta con la horca. ...
En la línea 2
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Voy a poner por escrito un cuento, tal como me lo contó uno que lo sabía por su padre, el cual lo supo anteriormente por su padre; este último de igual manera lo había sabido por su padre… y así sucesivamente, atrás y más atrás, más de trescientos años, en que los padres se lo transmitían a los hijos y así lo iban conservando. Puede ser historia, puede ser sólo leyenda, tradición. Puede haber sucedido, puede no haber sucedido: pero podría haber sucedido. Es posible que los doctos y los eruditos de antaño lo creyeran; es posible que sólo a los indoctos y a los sencillos les gustara y la creyeran. ...
En la línea 636
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... En aquel momento el hombre levantó de pronto la vista, y volvió a inclinar la cabeza, pues no le era posible soportar el imponente porte de la realeza; mas aquel breve vistazo a su rostro fue bastante para Tom, que se dijo: ...
En la línea 725
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... La redimida criatura lanzó a voces su gratitud y se dispuso a obedecer, mientras Tom la contemplaba con avidez y algo de temor. Al propio tiempo los cortesanos manifestaron visible desasosiego e inquietud. La mujer desnudó sus piernas y las de la niña, y evidentemente hizo todo lo posible por recompensar la generosidad del rey con un terremoto, pero la prueba resultó un fracaso y un desencanto. Tom suspiró y dijo ...
En la línea 743
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¿Escapará el niño del lado del rufián, su supuesto padre, si le es posible? ¿Volverá a Londres en busca de sus antiguos parajes? No. No lo hará, porque querrá evitar que lo atrapen de nuevo. ¿Pues entonces, que hará? No habiendo tenido amigos ni protectores en el mundo hasta que se encontró a Miles Hendon, tratará, claro, de hallarme otra vez, siempre que estos trabajos no le obliguen a acercarse a Londres y al peligro. Se encaminará a Hendon Hall. Eso es lo que hará, porque sabe que yo me propongo dirigirme a mi casa, y en ella esperará hallarme. ...
En la línea 807
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Sí, las dos cosas, sí. Porque la ilusión, la esperanza, engendra el desengaño, el recuerdo, y el desengaño, el recuerdo, engendra a su vez la ilusión, la esperanza. La ciencia es realidad, es presente, querido Augusto, y yo no puedo vivir ya de nada presente. Desde que mi pobre Apolodoro, mi víctima –y al decir esto le lloraba la voz–, murió, es decir, se mató, no hay ya presente posible, no hay ciencia ni realidad que valgan para mí; no puedo vivir sino recordándole o esperándole. Y he ido a parar a ese hogar de todas las ilusiones y todos los desengaños: ¡a la iglesia! ...
En la línea 852
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Y di en dedicarme a comer como un bárbaro lo que creí más sustancioso y nutritivo y bien sazonado con todo género de especias, en especial las que pasan por más afrodisiacas, y a frecuentar lo más posible a mi mujer. Y, claro… ...
En la línea 1087
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Cosas que no se inventan, que no es posible inventar. Ahora estoy recogiendo más datos de esta tragicomedia, de esta farsa fúnebre. Pensé primero hacer de ello un sainete; pero considerándolo mejor he decidido meterlo de cualquier manera, como Cervantes metió en su Quijote aquellas novelas que en él figuran, en una novela que estoy escribiendo para desquitarme de los quebraderos de cabeza que me da el embarazo de mi mujer. ...
En la línea 1363
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Pero ¡hombre, eso primero no es posible! ...
En la línea 294
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —No es un sueño. Está con personas que lo cuidarán con afecto y harán todo lo posible por restituirle la salud. ...
En la línea 340
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Amigo mío —dijo—, ¿cómo es posible que usted lo sepa, si viene de la lejana península malaya? ...
En la línea 443
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Tanto, que por usted me sería posible todo. La amo con ese amor que lleva a realizar milagros y delitos a la vez. Póngame a prueba; hable y le obedeceré como un esclavo. ¿Quiere que sea rey para darle un trono? ¡Lo seré! ¿Quiere que yo, que la amo hasta la locura, me vuelva a mis tierras? ¡Me iré, aunque tenga que condenar a mi corazón a un eterno martirio! ¿Quiere que me mate delante de usted? ¡Me mataré! ¡Hable, milady, hable! ...
En la línea 496
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¿Y si rechaza al pirata? —exclamó—. ¡No es posible, no es posible! ¡Aunque tenga que poner fuego a Labuán, será mía! ...
En la línea 49
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... »Así podría explicarse este fenómeno inexplicable, a menos que no haya nada, a pesar de lo que se ha entrevisto, visto, sentido y notado, lo que también es posible.» ...
En la línea 52
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Pero me estoy dejando llevar a fantasmagorías que no me es posible ya sustentar. ¡Basta ya de estas quimeras que el tiempo ha transformado para mí en realidades terribles! Lo repito, la opinión quedó fijada en lo que concierne a la naturaleza del fenómeno y el público admitió sin más discusión la existencia de un ser prodigioso que no tenía nada en común con las fabulosas serpientes de mar. ...
En la línea 139
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -¿Cómo es posible, Ned, que no esté usted convencido de la existencia del cetáceo que perseguimos? -¿Tiene usted razones particulares para mostrarse tan incrédulo? ...
En la línea 145
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Barcos de madera, quizá, es posible, aunque yo no lo he visto nunca. Así que hasta no tener prueba de lo contrario, yo niego que las ballenas, los cachalotes o los unicornios puedan producir tal efecto. ...
En la línea 78
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Oye - murmuró Joe mirándome y meneando la cabeza con aire de censura -. Oye, Pip. Te va a hacer daño. No es posible que hayas mascado el pan. ...
En la línea 116
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Si aquella noche pude dormir, sólo fue para imaginarme a mí mismo flotando río abajo en una marea viva de primavera y en dirección a los Pontones. Un fantástico pirata me llamó, por medio de una bocina, cuando pasaba junto a la horca, diciéndome que mejor sería que tomase tierra para ser ahorcado en seguida, en vez de continuar mi camino. Temía dormir, aunque me sentía inclinado a ello por saber que en cuanto apuntase la aurora me vería obligado a saquear la despensa. No era posible hacerlo durante la noche, porque en aquellos tiempos no se encendía la luz como ahora gracias a la sencilla fricción de un fósforo. Para tener luz habría tenido que recurrir al pedernal y al acero, haciendo así un ruido semejante al del mismo pirata al agitar sus cadenas. ...
En la línea 122
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Ya estaba cerca del río, mas a pesar de que fui muy aprisa, no podía calentarme los pies. A ellos parecía haberse agarrado la humedad, como se había agarrado el hierro a la pierna del hombre a cuyo encuentro iba. Conocía perfectamente el camino que conducía a la Batería, porque estuve allí un domingo con Joe, y éste, sentado en un cañón antiguo, me dijo que cuando yo fuese su aprendiz y estuviera a sus órdenes, iríamos allí a cazar alondras. Sin embargo, y a causa de la confusión originada por la niebla, me hallé de pronto demasiado a la derecha y, por consiguiente, tuve que retroceder a lo largo de la orilla del río, pasando por encima de las piedras sueltas que había sobre el fango y por las estacas que contenían la marea. Avanzando por allí, tan de prisa como me fue posible, acababa de cruzar una zanja que, según sabía, estaba muy cerca de la Batería, y precisamente cuando subía por el montículo inmediato a la zanja vi a mi hombre sentado. Estaba vuelto de espaldas, con los brazos doblados, y cabeceaba a. causa del sueño. ...
En la línea 147
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Me temo que no quedará nada para él - dije con timidez y después de un silencio durante el cual estuve indeciso acerca de la conveniencia de hacer aquella observación -. No me es posible sacar más del lugar de donde he tomado esto. ...
En la línea 59
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Es posible, Alena Ivanovna, que le traiga muy pronto otro objeto de plata… Una bonita pitillera que le presté a un amigo. En cuanto me la devuelva… ...
En la línea 62
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Entonces, adiós… ¿Está usted siempre sola aquí? ¿No está nunca su hermana con usted? ‑preguntó en el tono más indiferente que le fue posible, mientras pasaba al vestíbulo. ...
En la línea 66
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¡Qué repugnante es todo esto, Dios mío! ¿Cómo es posible que yo… ? No, todo ha sido una necedad, un absurdo ‑afirmó resueltamente‑. ¿Cómo ha podido llegar a mi espíritu una cosa tan atroz? No me creía tan miserable. Todo esto es repugnante, innoble, horrible. ¡Y yo he sido capaz de estar todo un mes pen… ! ...
En la línea 94
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Pues, al decir «sin esperanza», quiero decir «sabiendo que va uno a un fracaso». Por ejemplo, usted está convencido por anticipado de que cierto señor, un ciudadano íntegro y útil a su país, no le prestará dinero nunca y por nada del mundo… ¿Por qué se lo ha de prestar, dígame? Él sabe perfectamente que yo no se lo devolvería jamás. ¿Por compasión? El señor Lebeziatnikof, que está siempre al corriente de las ideas nuevas, decía el otro día que la compasión está vedada a los hombres, incluso para la ciencia, y que así ocurre en Inglaterra, donde impera la economía política. ¿Cómo es posible, dígame, que este hombre me preste dinero? Pues bien, aun sabiendo que no se le puede sacar nada, uno se pone en camino y… ...
En la línea 26
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —A poco que uno se respete —continué—, se experimenta una gran molestia. En París, en el Rin, incluso en la misma Suiza, las mesas de los hoteles están hasta tal punto llenas de polacos y de sus buenos amigos los franceses que a un buen ruso no le es posible pronunciar una palabra. ...
En la línea 43
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¡Eso no es posible! —protestó el francés—. Los soldados franceses no disparan sobre los niños. ...
En la línea 89
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Una vez más hoy me pregunto: “¿La amo?”, y una vez más no sé qué contestarme. O más bien por centésima vez me he contestado que la odiaba. Sí, me era odiosa. Hubo momentos —al terminar cada una de nuestras entrevistas—en que hubiese dado la mitad de mi vida por estrangularla. De haber sido posible hundirle un puñal en el pecho, creo que lo habría hecho con placer. ...
En la línea 94
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... No tenía tiempo para reflexionar el porqué ni en qué plazo era preciso ganar ni qué nuevas fantasías estarían germinando en aquella cabecita que constantemente calculaba. Además, durante aquellos quince días era evidente que habían ocurrido una multitud de nuevos hechos, de los que no me había dado todavía cuenta. Era menester averiguarlo, aclararlo todo lo más pronto posible. Pero, por lo pronto, no era cuestión de eso… Yo debía ir a jugar y ganar a la ruleta. ...
En la línea 187
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Con tan poco no podéis alojaros en una posada -continuó ella-. ¿Habéis probado, sin embargo? ¿Es posible que paséis así la noche? Tendréis sin duda frío y hambre. Debieran recibiros por caridad. ...
En la línea 216
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Me llamo Jean Valjean: soy presidiario. He pasado en presidio diecinueve años. Estoy libre desde hace cuatro días y me dirijo a Pontarlier. Vengo caminando desde Tolón. Hoy anduve doce leguas a pie. Esta tarde, al llegar a esta ciudad, entré en una posada, de la cual me despidieron a causa de mi pasaporte amarillo, que había presentado en la alcaldía, como es preciso hacerlo. Fui a otra posada, y me echaron fuera lo mismo que en la primera. Nadie quiere recibirme. He ido a la cárcel y el carcelero no me abrió. Me metí en una perrera, y el perro me mordió. Parece que sabía quién era yo. Me fui al campo para dormir al cielo raso; pero ni aun eso me fue posible, porque creí que iba a llover y que no habría un buen Dios que impidiera la lluvia; y volví a entrar en la ciudad para buscar en ella el quicio de una puerta. Iba a echarme ahí en la plaza sobre una piedra, cuando una buena mujer me ha señalado vuestra casa, y me ha dicho: llamad ahí. He llamado: ¿Qué casa es ésta? ¿Una posada? Tengo dinero. Ciento nueve francos y quince sueldos que he ganado en presidio con mi trabajo en diecinueve años. Pagaré. Estoy muy cansado y tengo hambre: ¿queréis que me quede? ...
En la línea 237
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Señora Magloire -dijo el obispo-, poned ese cubierto lo más cerca posible de la chimenea. -Y se volvió hacia el huésped-: El viento de la noche es muy crudo en los Alpes. ¿Tenéis frío, caballero? ...
En la línea 856
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Señor alcalde, eso no es posible -dijo Javert con la vista baja pero la voz firme. ...
En la línea 105
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... El enfrentamiento por el liderazgo era inevitable. Buck lo deseaba. Lo deseaba porque así se lo pedía su naturaleza, porque se había apoderado de él ese indescriptible e incomprensible orgullo del sendero y el arnés, un orgullo que sostiene a esos perros en su esfuerzo hasta el último aliento, que los lleva a morir en el tiro con alegría y les destroza el corazón si se los excluye del equipo. Así era el orgullo de Dave como perro zaguero, el de Solleks mientras tiraba con todas sus fuerzas; el orgullo que al levantarse el campamento se apoderaba de ellos transformándolos de bestias taciturnas, en criaturas esforzadas, entusiastas y ambiciosas; el orgullo que los espoleaba el día entero y por la noche los abandonaba en los límites del campamento, dejándolos caer en el desasosiego y el descontento más sombríos. Era la arrogancia que movía a Spitz y lo llevaba a castigar a los perros del tiro que metían la pata o se escaqueaban durante la marcha o se escondían por la mañana a la hora de ser amarrados a los arneses. Era precisamente ese orgullo lo que hacía que temiese a Buck como posible perro guía. Y ése era también el orgullo de Buck. ...
En la línea 119
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck lo supo al instante. Había llegado el momento. Iba a ser a muerte. Mientras giraban en círculos, gruñendo, con las orejas gachas, intensamente atentos a una posible ventaja, Buck tuvo la sensación de que la escena le era conocida. Le pareció que lo recordaba todo: los blancos bosques y el terreno, el resplandor de la luna y la excitación del combate inminente. Sobre la blancura y el silencio pendía una calma irreal. No soplaba la menor brisa, nada se movía, no temblaba una hoja, el aliento de los perros se elevaba morosamente por el aire helado. Aquellos perros que no eran sino lobos apenas domesticados habían dado cuenta del conejo y ahora formaban un círculo expectante. También ellos participaban del silencio y sólo eran perceptibles el destello de los ojos y el aliento disperso que ascendía con lentitud. A Buck aquella escena ancestral no le resultó nueva ni extraña. Como si siempre hubiera existido, como si fuera normal y consuetudinaria. ...
En la línea 206
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Charles y Hal discutían cada vez que Mercedes les daba la oportunidad. Cada cual creía firmemente que realizaba una parte del trabajo mayor de la que le correspondía y ninguno de los dos dejaba de proclamarlo a la menor ocasión. Ella tomaba partido unas veces por su marido y otras por su hermano. El resultado era una dura e interminable riña familiar. A partir de una disputa sobre cuál de los dos había de cortar la leña para el fuego (un desacuerdo que concernía únicamente a Charles y Hal), acababa involucrando al resto de la familia, padres, madres, tíos, primos, personas que se hallaban a centenares de kilómetros de distancia y, algunas de ellas, incluso muertas. Que las opiniones de Hal sobre arte o sobre la clase de comedias que escribía el hermano de su madre tuvieran algo que ver con la leña que había que cortar, supera el límite de lo comprensible; sin embargo, tan posible era que la discusión tomara ese rumbo como que derivase hacia los prejuicios políticos de Charles. Y que la lengua viperina de la hermana de Charles tuviera algo que ver con la forma de hacer una hoguera en el Yukón sólo resultaba obvio para Mercedes, quien vertía numerosas opiniones sobre el asunto, y de paso sobre algunos rasgos desagradablemente peculiares de la familia de su esposo. Entre tanto, el fuego se quedaba sin encender, el campamento a medio montar y los perros sin comer. ...
En la línea 300
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Al haber ganado en cinco minutos mil seiscientos dólares para John Thornton, Buck hizo posible que su amo pagase deudas y emprendiese con sus socios el viaje hacia el este en busca de una fabulosa mina perdida cuya historia era tan antigua como la de la propia región. Eran muchos los que la habían buscado, pocos los que la habían encontrado y unos cuantos los que nunca habían vuelto. Aquella mina perdida estaba impregnada de tragedia y envuelta en un velo de misterio. Nadie sabía quién la había descubierto. Los más antiguos relatos no daban cuenta de ese momento. Desde el principio había habido allí una vieja cabaña destartalada. Individuos moribundos habían jurado solemnemente que la cabaña existía, lo mismo que la mina cuya ubicación señalaban, y habían confirmado su testimonio con pepitas de oro de una pureza desconocida en la región septentrional. ...
En la línea 41
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... No creía que fuese hacedero en mucho tiempo -en años- que Luisa recobrase la memoria de su pasada existencia, pero en cambio era posible reeducarla para la vida, como a una niña. Cabía enseñarla nociones simples, darla lecciones de cosas, sin fatigar su cerebro; seguir con ella en el campo, en un sitio sano y apartado, un procedimiento análogo al de los Kindergartens. ...
En la línea 59
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Quiso el señor Joaquín, a su modo, educar bien a Lucía; y en efecto, hizo cuanto es posible para estropear la superior naturaleza de su hija, sin conseguirlo, tal era ella de buena. Impulsado, por una parte, por el deseo de dar a Lucía conocimientos que la realzasen, recelando, de otra, que se dijese por el pueblo en son de burla que el tío Joaquín aspiraba a una hija señorita, educola híbridamente, teniéndola como externa en un colegio, bajo la férula de una directora muy remilgada, que afirmaba saberlo todo. Allí enseñaron a Lucía a chapurrear algo el francés y a teclear un poco en el piano; ideas serias, perdone usted por Dios; conocimientos de la sociedad, cero; y como ciencia femenina -ciencia harto más complicada y vasta de lo que piensan los profanos-, alguna laborcica tediosa e inútil, amén de fea; cortes de zapatillas de pésimo gusto, pecheras de camisa bordadas, faltriqueras de abalorio… Felizmente el padre Urtazu sembró entre tanta tierra vana unos cuantos granitos de trigo, y la enseñanza religiosa y moral de Lucía fue, aunque sumaria, recta y sólida, cuanto eran fútiles sus estudios de colegio. Tenía el padre Urtazu más de moralista práctico que de ascético, y la niña tomó de él más documentos provechosos para la conducta, que doctrina para la devoción. De suerte que sin dejar de ser buena cristiana, no pasó a fervorosa. La completa placidez de su temperamento vedaba todo extremo de entusiasmo a su alma: algo había en aquella niña del reposo olímpico de las griegas deidades; ni lo terrenal ni lo divino agitaban la serena superficie del ánimo. Solía decir el padre Urtazu, adelantando el labio con su acostumbrado visaje: ...
En la línea 132
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -¿Sabe usted, sabe usted cuál es el deber del padre que tiene una hija como Lucía? Pues buscar, como otro Diógenes, un hombre que en constitución y riqueza de organismo la iguale, y unirlos. ¿Le parece a usted que con este descuido que hay en los enlaces, con los sacrílegos consorcios que solemos presenciar entre naturalezas pobres, viciadas, enfermas, y naturalezas sanas, es posible que muy pronto, a la vuelta de tres o cuatro generaciones, sobrevenga la decadencia fatal de estos pueblos de Europa? O qué, ¿se puede impunemente transmitir a nuestros tataranietos veneno y pus, en vez de sangre? ...
En la línea 565
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Sí, señor. ¿Cómo es posible que no sea usted cristiano? Vamos, que no dice usted lo que siente. ...
En la línea 762
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... A un tiempo comenzaron Pilar y Miranda la temporada termal, si bien con método tan distinto como lo requería la diferencia de sus males. Miranda hubo de beber las aguas hirvientes y enérgicas de la Reja-Grande, sometiéndose a la vez a un complicado sistema de afusiones locales, baños y duchas, mientras la anémica absorbía a pequeñas dosis la picante linfa, gaseosa y ferruginosa del manantial de las Señoras. Estableciose desde entonces una lucha perenne entre Pilar y los que la acompañaban. Eran necesarios esfuerzos heroicos para contenerla e impedir que hiciese la vida de las bañistas del gran tono, que ocupaban el día entero en lucir trajes y divertirse. Desde este punto de vista, fue funesta a Pilar la presencia en Vichy de seis u ocho españolas conocidas que aún aprovechaban allí el fin de la estación. Era pasado ya lo mejor y más brillante de ésta; las corridas, el tiro de pichón, las grandes excursiones en calesas y ómnibus al Borbonés, comenzadas en Agosto, concluían en los primeros días de Septiembre. Pero quedaban aún los conciertos en el Parque, el gran paseo por la avenida pavimentada de asfalto, las fiestas nocturnas en el Casino, el teatro, que, próximo a cerrarse, se veía más concurrido cada vez. Pilar se moría por reunirse a la docena de compatriotas de distinción que revoloteaban en el efímero torbellino de los placeres termales. El médico de consulta a quien se habían dirigido en Vichy, al par que recomendaba las distracciones a Miranda, prohibía severamente a la anémica todo género de excitación, encargándole mucho que procurase aprovechar el carácter semi rural de la villa para hacer vida de campo en lo posible, acostándose con las gallinas y madrugando con el sol. Exigía este régimen mucha constancia y, sobre todo, una persona que, continuamente al lado de la rebelde enferma, no descuidase ni un segundo el obligarla a seguir las prescripciones del facultativo. Ni Miranda ni Perico servían para el caso. Miranda cubría las formas sociales exhortando a Pilar a «cuidarse» y «no hacer tonterías», todo ello dicho con el calor ficticio que muestran los egoístas cuando se trata de la salud ajena. Perico se enojaba de ver a su hermana echando en saco roto las advertencias del doctor, cosa que podía alargar la cura, y por ende la estancia en Vichy, pero no era capaz de vigilarla y de atender a que cumpliese las órdenes recibidas. Decíale a veces: ...
En la línea 103
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Muy posible, por el contrario- respondió Fogg. ...
En la línea 468
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Es oportuno dar a conocer los pensamientos que ocupaban entonces el ánimo de Picaporte. Hasta su llegada a Bombay, había creído y podido creer que las cosas no pasarían de aquí. Pero ahora, desde que corría a todo vapor al través de la India, se había verificado un cambio en su ánimo. Sus inclinaciones naturales reaparecían con celeridad. Volvía a sus caprichosas ideas de la juventud, tomaba por lo serio los proyectos de su amo, creía en la realidad de la apuesta, y por consiguiente en la vuelta al mundo y en el maximum de tiempo que no debía excederse. Se inquietaba ya por las tardanzas posibles y por los accidentes que podían sobrevenir en el camino. Se sentía como interesado en esta apuesta, y temblaba a la idea que tenía de haberia podido comprometer la víspera con su imperdonable estupidez. Por eso, siendo mucho menos flemático que mister Fogg, estaba mucho más inquieto. Contaba y volvía a contar los días transcurridos, maldecía las paradas del tren, lo acusaba de lentitud y vituperaba 'in pectore' a mister Fogg por no haber prometido una prima al maquinista. No sabía el buen muchacho que lo que era posible en un vapor no tenía aplicación en un ferrocarril, cuya velocidad era reglamentaria. ...
En la línea 527
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Varias veces se vieron bandadas de hindúes feroces que hacían un ademán de cólera al observar el rápido paso del elefante. Por otra parte, el parsi los evitaba en lo posible, considerándolos como gente de mal encuentro. Se vieron pocos animales durante esta jornada, y apenas algunos monos que huían haciendo mil contorsiones y muecas que divertían mucho a Picaporte. ...
En la línea 543
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Una procesión de brahmanes que vienen hacia aquí. Si es posible, procuremos no ser vistos. ...
Errores Ortográficos típicos con la palabra Posible
Cómo se escribe posible o pocible?
Cómo se escribe posible o pozible?
Cómo se escribe posible o posivle?
Palabras parecidas a posible
La palabra tirado
La palabra viese
La palabra nuevos
La palabra terminado
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La palabra hostiles
La palabra miradas
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