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La palabra picorr
Cómo se escribe

Comó se escribe picorr o picor?

Cual es errónea Picor o Picorr?

La palabra correcta es Picor. Sin Embargo Picorr se trata de un error ortográfico.

La falta ortográfica detectada en la palabra picorr es que se ha eliminado o se ha añadido la letra r a la palabra picor

Más información sobre la palabra Picor en internet

Picor en la RAE.
Picor en Word Reference.
Picor en la wikipedia.
Sinonimos de Picor.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Picor

Cómo se escribe picor o picorr?


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece picor

La palabra picor puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1686
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Maximiliano estaba encantado, y no atreviéndose a desplegar los labios, daba su asentimiento con una sonrisa, sin quitar los extáticos ojos de aquel semblante que le parecía angelical. Y cuanto ella dijo lo oyó como si fuera una sarta de conceptos ingeniosísimos. «¡Si es un ángel!… No ha dicho ni una palabra malsonante… ¡Y qué metal de voz! No he oído en mi vida música tan grata… ¿Cómo será el decir esta mujer un te quiero, diciéndolo con verdad y con alma?». Esta idea produjo en la mente de Rubín sacudidas que le duraron mediano rato. Le corrió un frío por el espinazo y vínole cierto picor a la nariz como cuando se ha bebido gaseosa. ...

En la línea 2387
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Un día sorprendió a Mauricia en la carbonera fumándose un cigarrillo, cosa ciertamente fea e impropia de una mujer. La coja no se apresuró a quitarle el cigarro de la boca, como parecía natural. Sólo le dijo: «¡Qué cochina eres! No sé cómo te puede gustar eso. ¿No te mareas?». Mauricia se reía; y cerrando fuertemente un ojo porque el humo se le había metido en él, miró a la monja con el otro, y alargándole el cigarro, le dijo: «Pruebe, señora». ¡Cosa inaudita! Sor Marcela dio una chupada y después arrojó el cigarro, haciendo ascos, escupiendo mucho y poniendo una cara tan fea como la de esos fetiches monstruosos de las idolatrías malayas. Mauricia lo recogió y siguió chupando, alternando un ojo con otro en el cerrarse y en el mirar. Después hablaron de la procedencia del pitillo. La otra no quería confesarlo; pero la madrecita, que sabía tanto, le dijo: «Los albañiles te lo han tirado desde la obra. No lo niegues. Ya te vi haciéndoles garatusas. Si la Superiora sabe que andas en telégrafos con los albañiles, buena te la arma… y con razón. Tira ya el tabacazo, indecente… ¡Ay, qué asco! Me ha dejado la boca perdida. No comprendo cómo os puede gustar ese ardor, ese picor de mil demonios. Los hombres, como si no tuvieran bastantes vicios, los inventan cada día… ». Mauricia tiró el cigarro y apagolo con el pie. ...

En la línea 2412
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Los lazos de afecto que unían a Fortunata con Mauricia eran muy extraños, porque a la primera le inspiraba terror su amiga cuando estaba en el ataque; enojábanla sus audacias, y sin embargo, algún poder diabólico debía de tener la Dura para conquistar corazones, pues la otra simpatizaba con ella más que con las demás y gustaba extraordinariamente de su conversación íntima. Cautivábale sin duda su franqueza y aquella prontitud de su entendimiento para encontrar razones que explicaran todas las cosas. La fisonomía de Mauricia, su expresión de tristeza y gravedad, aquella palidez hermosa, aquel mirar profundo y acechador la fascinaban, y de esto procedía que la tuviese por autoridad en cuestiones de amores y en la definición de la moral rarísima que ambas profesaban. Un día las pusieron a lavar en la huerta. Estaban en traje de mecánica, sin tocas, sintiendo con gusto el picor del sol y el fresco del aire sobre sus cuellos robustos. Fortunata hizo a su amiga algunas confidencias acerca de su próxima salida y de la persona con quien iba a casarse. ...

En la línea 3832
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Las personas muy rutinarias y ordenadas que se acostumbran a las dulzuras tranquilas del método en la vida, concluyen, abusando en cierto modo de la regularidad, por someter al casillero del tiempo, no sólo las ocupaciones, sino los actos y funciones del espíritu y aun del cuerpo que parecen más rebeldes al régimen de las horas. Así, pues, la gran doña Lupe, cuya existencia era muy semejante a la de un reloj con alma, había distribuido tan bien el tiempo, que hasta para pensar en cualquier asunto de interés que sobreviniese, tenía marcada una parte del día y un determinado sitio. Cuando era preciso meditar, por el picor de una de esas ideas, hermanas del abejorro, que se plantan en el cerebro y no hay medio de sacudirlas, o doña Lupe no meditaba, o tenía que hacerlo sentada en la silleta junto a la ventana de la sala, los anteojos en el caballete de la nariz, la cesta de la ropa delante y el gato muy repantigado en un extremo de la alfombrita. La meditación era mucho más honda y eficaz si la señora tenía metida toda la mano izquierda, hasta más arriba de la muñeca, dentro de una media, y si las claraboyas de esta eran bastante anchas para poder tener sobre ellas enrejados como los de una cárcel. Tal era la fuerza del método, que doña Lupe no pensaba a gusto sino allí, así como para hacer sus cálculos aritméticos el mejor momento era cuando descascaraba los guisantes en la cocina (en tiempo de guisantes), o cuando ponía los garbanzos de remojo. La costumbre obraba estos prodigios, y lo mismo era ver la señora los garbanzos y poner su mano en ellos, que se le llenaba el cerebro de números y veía claro en sus negocios, si le convenía o no tal préstamo, si debía quedarse o no con tal o cual alhaja. Al levantarse, por la mañana temprano, preveía todos los sucesos y acciones del día que empezaba, y se preparaba para ellos con una evocación mental de su energía, y con la distribución metódica de las horas para todo lo previsto y probable. Era esto como si se diera cuerda, acumulando en sí la fuerza inteligente que necesitaba. ...

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Las Reglas Ortográficas de la R y la RR

Entre vocales, se escribe r cuando su sonido es suave, y rr, cuando es fuerte aunque sea una palabra derivada o compuesta que en su forma simple lleve r inicial. Por ejemplo: ligeras, horrores, antirreglamentario.

En castellano no es posible usar más de dos r


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