Cual es errónea Pasar o Pazar?
La palabra correcta es Pasar. Sin Embargo Pazar se trata de un error ortográfico.
El Error ortográfico detectado en el termino pazar es que hay un Intercambio de las letras s;z con respecto la palabra correcta la palabra pasar
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Sinonimos de Pasar.
Errores Ortográficos típicos con la palabra Pasar
Cómo se escribe pasar o pasarr?
Cómo se escribe pasar o pazar?
Reglas relacionadas con los errores de s;z
Las Reglas Ortográficas de la S
Se escribe s al final de las palabras llanas.
Ejemplos: telas, andamos, penas
Excepciones: alférez, cáliz, lápiz
Se escriben con s los vocablos compuestos y derivados de otros que también se escriben con esta letra.
Ejemplos: pesar / pesado, sensible / insensibilidad
Se escribe con s las terminaciones -esa, -isa que signifiquen dignidades u oficios de mujeres.
Ejemplos: princesa, poetisa
Se escriben con s los adjetivos que terminan en -aso, -eso, -oso, -uso.
Ejemplos: escaso, travieso, perezoso, difuso
Se escribe con s las terminaciones -ísimo, -ísima.
Ejemplos: altísimo, grandísima
Se escribe con s la terminación -sión cuando corresponde a una palabra que lleva esa letra, o cuando otra palabra derivada lleva -sor, -sivo, -sible,-eso.
Ejemplos: compresor, compresión, expreso, expresivo, expresión.
Se escribe s en la terminación de algunos adjetivos gentilicios singulares.
Ejemplos: inglés, portugués, francés, danés, irlandés.
Se escriben s con las sílabas iniciales des-, dis-.
Ejemplos: desinterés, discriminación.
Se escribe s en las terminaciones -esto, -esta.
Ejemplos: detesto, orquesta.
Las Reglas Ortográficas de la Z
Se escribe z y no c delante de a, o y u.
Se escriben con z las terminaciones -azo, -aza.
Ejemplos: pedazo, terraza
Se escriben con z los sustantivos derivados que terminan en las voces: -anza, -eza, -ez.
Ejemplos: esperanza, grandeza, honradez
La X y la S
Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras s;z

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece pasar
La palabra pasar puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 353
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La mujer y las hijas del arruinado labrador fuéronse con unas vecinas a pasar la noche en sus barracas. ...
En la línea 389
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Al pasar ante la taberna de Copa, entró en ella. ...
En la línea 528
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... En unos cuantos años de fatigosa peregrinación por las carreteras de la provincia, comiendo mal, durmiendo al raso y sufriendo el tormento de pasar meses enteros lejos de la familia, a la que adoraba con el afecto reconcentrado del hombre rudo y silencioso, Batiste sólo experimentó pérdidas y vio su situación cada vez más comprometida. ...
En la línea 577
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... No se podía pasar: las tierras estaban ahora cultivadas. ...
En la línea 186
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... soplones y lamecosas que van a la misa de don Pablo, con toa su familia y toman la comunión después de pasar la noche de juerga, me echan a la caye. Sea usté franco; diga la verdad; y aunque usté trabaje como un perro, es usté un pillo: ¿No es eso, cabayeros?... ...
En la línea 192
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... II Cuando don Pablo Dupont iba a pasar un día con su familia en la famosa viña de Marchamalo, una de sus diversiones era mostrar el señor Fermín, el antiguo capataz, a los Padres de la Compañía o a los frailes dominicos, sin cuya presencia no creía posible una excursión feliz. ...
En la línea 206
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y el señor Fermín no vaciló, cuando del mitin y de la declamación periodística, leída en alta voz, hubo que pasar a la excursión por el monte con la escopeta al hombro en defensa de aquella República que no querían aceptar los mismos generales que habían expulsado a los reyes. Y tuvo que correr por las montañas de la sierra unos cuantos días, e ir a tiros con las mismas tropas que meses antes había él aclamado cuando pasaban sublevadas por Jerez, camino de Alcolea. ...
En la línea 212
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Los dos compadres emprendieron juntos sus penosas expediciones de contrabandistas pobres. Marchaban a pie, por las veredas más abruptas de la sierra, aprovechando los conocimientos adquiridos en las complicadas marchas de las partidas. Su pobreza no les permitía ser caballistas como otros que cabalgaban en pelotón, llevando en la grupa de sus fuertes jacas dos fardos enormes de tabaco y en la perilla de la montura la escopeta repleta de postas para pasar a _la brava_ el contrabando. Eran humildes mochileros que, al llegar a San Roque o Algeciras, echábanse a cuestas tres arrobas de tabaco y emprendían el regreso a la tierra huyendo de los caminos, buscando las sendas más peligrosas, marchando de noche y ocultándose de día, a gatas por los riscos, imitando los hábitos de las bestias feroces, lamentando ser hombres y no poder seguir el borde de los abismos con la misma seguridad que las bestias. ...
En la línea 272
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Allí había murmullo desde la mañana a la noche, mientras el señor de Tréville, en su gabinete contiguo a esta antecámara, recibía las visitas, escucha ba las quejas, daba sus órdenes y, como el rey en su balcón del Lou-vre, no tenía más que asomarse a la ventana para pasar revista de hom bres y de armas. ...
En la línea 340
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¿Vais a soltarme la lección, Porthos? -exclamó Aramis, con ojos dulces en los que se vio pasar como un relámpago. ...
En la línea 568
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... D'Artagnan creyó que aquel espacio le bastaría, y se lanzó para pasar como una flecha entre ellos dos. ...
En la línea 570
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Cuando iba a pasar, el viento sacudió en la amplia capa de Porthos, y D'Artagnan vino a dar precisamente en la capa. ...
En la línea 155
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Para el caso de que despues de repetidos anuncios y avisos no hubiese quien se presentase á reclamar, deberian fijarse bases y reglas para pasar al tesoro esos bienes, por no ser ni útil ni provechoso á nadie que tales fondos existan como abandonados y sin dueño, y enteramente muertos como lo están. ...
En la línea 341
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Finalmente, despues de tanto cuanto se ha espuesto sobre vicios y defectos en la administracion, asi de justicia como de la hacienda en aquellas posesiones, y remedios que desde luego podian emplearse para cortar abusos, remediar males, y dar impulso á la prosperidad de las Islas, resta aun añadir, que si se quiere y desea la felicidad de aquellas provincias; si de buena fe se apetece su paz, tranquilidad y público sosiego, teniendo en cuenta que aun ha de pasar algun tiempo [24] hasta que las Córtes puedan ocuparse de los trabajos que presente el Gobierno para formular las leyes especiales para Ultramar, muy útil, muy conveniente y provechoso seria para perfeccionar aquellos trabajos, pedir á nuestras provincias ultramarinas bases sobre qué fundar las nuevas disposiciones que tienen que formularse, discutirse y sancionarse. ...
En la línea 437
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Partiendo de este concepto, prescindiremos del mérito de los electos, de las virtudes que adornan al padre de uno, porque no hacen al caso en las circunstancias presentes, y del que haya podido adquirir otro en sus especulaciones de comercio y viajes á Filipinas, de que da noticia el empleado en el ramo de correos, cuya asercion parece tiende á mellar méritos reconocidos, á fin de hacer pasar mas fácilmente alusiones que están fuera de las reflexiones censuradas, olvidándose á la vez de que la primera autoridad de las Islas es superintendente de correos, bajo cuyo doble carácter comunica órdenes, que en concepto del que dice deben obedecer fielmente los administradores de correos, ora sean, ora dejen de ser empleados de la secretaría de gobierno. ...
En la línea 165
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Los muchachos, en viéndole pasar, le gritaban: ¡Gitano!, o ¡brujo!» Muy cerca ya del fin, su hijastra fué con su marido a vivir en su compañía. ...
En la línea 239
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Es muy probable que si yo hubiese visitado España por mera curiosidad o con el propósito de pasar uno o dos años agradablemente, jamás hubiese intentado dar cuenta detallada de mis actos ni de lo que vi y oí. ...
En la línea 291
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Durante mi estancia en España, otras personas prestaron muy buenos servicios a la causa del evangelio, y en una obra de esta índole sería injusto pasar en silencio sus esfuerzos. ...
En la línea 477
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Unos diez días más tarde vió al ladrón en Vendas Novas, en donde nosotros íbamos a pasar la noche. ...
En la línea 261
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, desta manera, fue prosiguiendo el romance hasta aquellos versos que dicen: -¡Oh noble marqués de Mantua, mi tío y señor carnal! Y quiso la suerte que, cuando llegó a este verso, acertó a pasar por allí un labrador de su mesmo lugar y vecino suyo, que venía de llevar una carga de trigo al molino; el cual, viendo aquel hombre allí tendido, se llegó a él y le preguntó que quién era y qué mal sentía que tan tristemente se quejaba. ...
En la línea 470
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Todo esto que don Quijote decía escuchaba un escudero de los que el coche acompañaban, que era vizcaíno; el cual, viendo que no quería dejar pasar el coche adelante, sino que decía que luego había de dar la vuelta al Toboso, se fue para don Quijote y, asiéndole de la lanza, le dijo, en mala lengua castellana y peor vizcaína, desta manera: -Anda, caballero que mal andes; por el Dios que crióme, que, si no dejas coche, así te matas como estás ahí vizcaíno. ...
En la línea 534
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Si eso hay -dijo Panza-, yo renuncio desde aquí el gobierno de la prometida ínsula, y no quiero otra cosa, en pago de mis muchos y buenos servicios, sino que vuestra merced me dé la receta de ese estremado licor; que para mí tengo que valdrá la onza adondequiera más de a dos reales, y no he menester yo más para pasar esta vida honrada y descansadamente. ...
En la línea 553
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, aunque se deja entender que no podían pasar sin comer y sin hacer todos los otros menesteres naturales, porque, en efeto, eran hombres como nosotros, hase de entender también que, andando lo más del tiempo de su vida por las florestas y despoblados, y sin cocinero, que su más ordinaria comida sería de viandas rústicas, tales como las que tú ahora me ofreces. ...
En la línea 33
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Un Octopus o pulpo, me interesó también mucho, y pasé largas horas estudiando sus costumbres. Aunque abundan en los charcos que deja la marea al retirarse, estos animales no son fáciles de coger. Por medio de sus largos tentáculos o brazos y de sus ventosas o chupadores, consiguen meterse dentro de grietas muy estrechas; y, una vez allí, necesita emplearse mucha fuerza para hacer que salga. Otras veces se lanzan con la rapidez de una flecha, llevando la cola adelante, de un lado a otro del charco, y al mismo tiempo coloran el agua, difundiendo en torno suyo una especie de tinta de color castaño oscuro. Estos animales tienen también la facultad de cambiar de Color para ocultarse a la vista. Parecen variar los matices de su cuerpo según la naturaleza del terreno sobre el cual pasan: cuando están en un sitio donde es poco profunda el agua, suelen presentar un color de púrpura parduzco; pero cuando se les coloca encima de la tierra o en un sitio donde es poco profunda el agua, ese tinte oscuro desaparece y lo reemplaza un color verde amarillento. Si se examina más atentamente el color de estos animales, se ve que son grises y tienen manchas numerosas de un color amarillo fuerte; algunas de esas manchas varían de intensidad, otras aparecen y desaparecen de continuo. Estas modificaciones de color se efectúan de tal modo, que parece como si se vieran pasar constantemente sobre el cuerpo del animal nubes de colores que varían del rojo jacinto al rojo castaño. Toda parte de su cuerpo sometida a un ligero choque galvánico se pone negra; puede producirse un efecto análogo aunque menos marcado arañándoles la piel con una aguja. Estas nubes o llamaradas de color, como pudieran llamarse, dícese que son producidas por la dilatación y la contracción sucesivas de unas vesículas muy pequeñas que contienen fluidos diversamente coloridos. ...
En la línea 95
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Ocupábame a menudo en estudiar las nubes que viniendo del mar iban a estrellarse, digámoslo así, contra la parte más alta del Corcovado. Como casi todas las montañas, cuando quedan así ocultas en parte por las nubes, el Corcovado parece elevarse a una altura mucho mayor de la que tiene en realidad, o sea de 2.300 pies (690 metros). Mister Daniell, en sus ensayos meteorológicos, ha hecho observar que una nube aparece algunas veces fija en la cima de una montaña, mientras el viento sigue soplando. El mismo fenómeno se presentaba aquí bajo un aspecto un poco diferente. En efecto, veíase la nube encorvarse y pasar con rapidez por encima de la cúspide, sin que la parte fija en la falda de la montaña pareciese aumentar ni disminuir. Poníase el sol, y una suave brisa del sur que iba a dar contra el lado meridional de la roca, volvía a levantarse para ir a confundirse con la corriente superior de aire frío conforme se condensaban los vapores; pero a medida que las nubes ligeras habían pasado sobre la cima y se encontraban sometidas a la influencia de la atmósfera más cálida y septentrional, inmediatamente se disolvían. ...
En la línea 130
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 5 de julio de 1832.- Largamos velas por la mañana y salimos del magnífico puerto de Río. Durante nuestro viaje hasta el Plata no vemos nada de particular, como no sea un día una grandísima bandada de marsopas, en número de varios millares. El mar entero parecía surcado por estos animales, y nos ofrecían el espectáculo más extraordinario cuando cientos de ellos avanzaban a saltos, que hacían salir del agua todo su cuerpo. Mientras nuestro buque corría nueve nudos por hora, esos animales podían pasar y repasar por delante de la proa con la mayor facilidad y seguir adelantándonos hasta muy lejos. Empieza a hacer mal tiempo en el momento en que penetramos en la desembocadura del Plata. Con una noche muy oscura, nos vemos rodeados por gran número de focas y de pájaros bobos que hacen un ruido tan extraño, que el oficial de cuarto nos asegura que oye los mugidos del ganado vacuno en la costa. ...
En la línea 155
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... En la vertiente oriental de las Cordilleras y en esas mismas latitudes, pero donde el cielo azul y el clima tan hermoso prueban que el viento ha sido privado de su humedad al pasar por las montañas, las áridas llanuras de la Patagonia tienen pobrísima vegetación. En las partes más septentrionales del continente, en la región de los vientos alisios constantes al suroeste, magníficos bosques adornan la costa occidental; al paso que puede darse el nombre de desierto a toda la costa occidental comprendida entre los 40 y los 320 latitud sur. En esta costa occidental, al norte de los 44 latitud sur, al paso que los vientos alisios pierden su regularidad y caen periódicamente torrentes de lluvia, las costas que rodean el Pacífico, tan desnudas en el Perú, vístense junto al cabo Blanco 2 MACLAREN: artículo AMERICA, Enciclopedia Británica. ...
En la línea 76
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... De D. Álvaro, fácil es pasar a la gran figura del Magistral D. ...
En la línea 223
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Ver muchas leguas de tierra, columbrar el mar lejano, contemplar a sus pies los pueblos como si fueran juguetes, imaginarse a los hombres como infusorios, ver pasar un águila o un milano, según los parajes, debajo de sus ojos, enseñándole el dorso dorado por el sol, mirar las nubes desde arriba, eran intensos placeres de su espíritu altanero, que De Pas se procuraba siempre que podía. ...
En la línea 228
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¿Qué más? Con aquel anteojo se veía un poco del billar del casino, que estaba junto a la iglesia de Santa María; y él, Celedonio, había visto pasar las bolas de marfil rodando por la mesa. ...
En la línea 291
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... No sólo era la iglesia quien podía desperezarse y estirar las piernas en el recinto de Vetusta la de arriba, también los herederos de pergaminos y casas solariegas, habían tomado para sí anchas cuadras y jardines y huertas que podían pasar por bosques, con relación al área del pueblo, y que en efecto se llamaban, algo hiperbólicamente, parques, cuando eran tan extensos como el de los Ozores y el de los Vegallana. ...
En la línea 35
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... — No quiso pasar de coadjutor de San Pedro, su parroquia. ...
En la línea 154
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Llegó día en que al abordar este capítulo el confesor le mandaba pasar a otra materia, sin oírle aquellos platonismos. ...
En la línea 247
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Procuró hablar, y con voz muy dulce y muy honda dijo que le conocía, que recordaba haberle besado las manos el día de su primera misa, siendo ella muy pequeña; y después, que le había visto pasar muchas veces por la plazuela. ...
En la línea 230
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Un agua fresca y rumorosa viene de las fuentes de la montaña a esparcirse por las casas, en chorros sin grito que se desgranan día y noche sobre las pilas de los patios. Al pasar el transeúnte frente a las puertas, es acogido por el rumor melodioso de estos arroyuelos continuos. ...
En la línea 261
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El prestigio de la Iglesia se había extinguido. Reyes y príncipes desobedecían al Pontificado después de verlo pasar por las vergüenzas del Gran Cisma. Dentro de Roma existía un gran partido republicano y antipapal Pocos años antes, en tiempo de Eugenio IV, el patricio Esteban Porcaro, ardoroso y enérgico, de mejores condiciones que Rienzi, había pretendido hacer una revolución para proclamar la República romana, muriendo en la horca por orden del Papa. ...
En la línea 283
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Poco después, al pasar por el Campo dei Fiori, surgió otro incidente más grave. Napoleón Orsini andaba en pendencias con el conde de Anguillara, acuchillándose los partidarios de uno y otro dentro de Roma. ...
En la línea 319
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La escuadra del Papa había dejado pasar semanas y meses sin hacer nada positivo contra sus adversarios. El cardenal-almirante Scarampo se veía mal recibido en las islas griegas. Sus habitantes, convencidos de la victoria final» dé los turcos, no querían comprometerse prestando ayuda a las naves papales. Al fin, Scarampo encontraba una flota turca cerca de Mitilene, batiéndola completamente y apoderándose por abordaje de veinticinco de sus buques. ...
En la línea 78
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... No pudo comprender la desaparición de sus compañeros. Es más: presintió que este misterio no lo aclararía nunca. Tal vez se habían precipitado sin quererlo en el mar, al hacer una maniobra de la que el no se dio cuenta durante su sueño. Luego pensó que, al encontrarse en el curso de la noche con alguna de las grandes balleneras procedentes del paquebote, el oficial y el marinero habían querido pasar a ella por considerarla más segura, abandonando a Edwin a su suerte para no cargar a la repleta embarcación con un pasajero más. ...
En la línea 90
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pero no creyó oportuno perder el tiempo en la contemplación de este fenómeno vegetal, y se limitó a pasar la cuerda en derredor de tres de los árboles enanos, dejando sujeto de este modo su bote para que no se alejase de la costa. Después siguió adelante por el promontorio, metiéndose tierra adentro. ...
En la línea 92
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Quiso volver atrás, convencido de la inutilidad de su exploración. Prefería pasar la noche en el bote, por ofrecerle mayores comodidades para su sueno que esta tierra desconocida. Pero al poco tiempo de marchar en varias direcciones se dio cuenta de que estaba completamente desorientado. Aquel mar tranquilo como una laguna, sin rompientes y sin olas, no podía guiarle con el ruido de sus aguas al chocar contra la orilla. ...
En la línea 94
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Al salir a una llanura abierta en la selva enana, se sentó en el suelo, admirando la suavidad del césped. Lo mismo era pasar allí la noche que en la embarcación. No hacía frio, y además el estaba abrumado por el cansancio y por las tremendas emociones sufridas en el mar. Comió varias galletas y un pedazo de chocolate encontrados en sus bolsillos y acabó por tenderse, reconociendo que este lecho algo duro no le privaría del sueno. ...
En la línea 75
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pero Gumersindo e Isabel habían llegado un poco tarde, porque las novedades estaban en manos de mercaderes listos, que sabían ya el camino de París. Arnaiz fue también allá; mas no era hombre de gusto y trajo unos adefesios que no tuvieron aceptación. La Cordero, sin embargo, no se desanimaba. Su marido empezaba a atontarse; ella a ver claro. Vio que las costumbres de Madrid se transformaban rápidamente, que esta orgullosa Corte iba a pasar en poco tiempo de la condición de aldeota indecente a la de capital civilizada. Porque Madrid no tenía de metrópoli más que el nombre y la vanidad ridícula. Era un payo con casaca de gentil-hombre y la camisa desgarrada y sucia. Por fin el paleto se disponía a ser señor de verdad. Isabel Cordero, que se anticipaba a su época, presintió la traída de aguas del Lozoya, en aquellos veranos ardorosos en que el Ayuntamiento refrescaba y alimentaba las fuentes del Berro y de la Teja con cubas de agua sacada de los pozos; en aquellos tiempos en que los portales eran sentinas y en que los vecinos iban de un cuarto a otro con el pucherito en la mano, pidiendo por favor un poco de agua para afeitarse. ...
En la línea 120
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Habiendo apreciado este espectáculo poco grato, el olor de corral que allí había, y el ruido de alas, picotazos y cacareo de tanta víctima, Juanito la emprendió con los famosos peldaños de granito, negros ya y gastados. Efectivamente, parecía la subida a un castillo o prisión de Estado. El paramento era de fábrica cubierta de yeso y este de rayas e inscripciones soeces o tontas. Por la parte más próxima a la calle, fuertes rejas de hierro completaban el aspecto feudal del edificio. Al pasar junto a la puerta de una de las habitaciones del entresuelo, Juanito la vio abierta y, lo que es natural, miró hacia dentro, pues todos los accidentes de aquel recinto despertaban en sumo grado su curiosidad. Pensó no ver nada y vio algo que de pronto le impresionó, una mujer bonita, joven, alta… Parecía estar en acecho, movida de una curiosidad semejante a la de Santa Cruz, deseando saber quién demonios subía a tales horas por aquella endiablada escalera. La moza tenía pañuelo azul claro por la cabeza y un mantón sobre los hombros, y en el momento de ver al Delfín, se infló con él, quiero decir, que hizo ese característico arqueo de brazos y alzamiento de hombros con que las madrileñas del pueblo se agasajan dentro del mantón, movimiento que les da cierta semejanza con una gallina que esponja su plumaje y se ahueca para volver luego a su volumen natural. ...
En la línea 134
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Y estaba tan agradecido a la visita del Delfín, que no hacía más que mirarle recreándose en su guapeza, en su juventud y elegancia. Si hubiera sido veinte veces hijo suyo, no le habría contemplado con más amor. Dábale palmadas en la rodilla, y le interrogaba prolijamente por todos los de la familia, desde Barbarita, que era el número uno, hasta el gato. El Delfín, después de satisfacer la curiosidad de su amigo, hízole a su vez preguntas acerca de la vecindad de aquella casa en que estaba. «Buena gente—respondió Estupiñá—; sólo hay unos inquilinos que alborotan algo por las noches. La finca pertenece al Sr. de Moreno Isla, y puede que se la administre yo desde el año que viene. Él lo desea; ya me habló de ello tu mamá, y he respondido que estoy a sus órdenes… Buena finca; con un cimiento de pedernal que es una gloria… escalera de piedra, ya habrás visto; sólo que es un poquito larga. Cuando vuelvas, si quieres acortar treinta escalones, entras por el Ramo de azucenas, la zapatería que está en la Plaza. Tú conoces a Dámaso Trujillo. Y si no le conoces, con decir: «voy a ver a Plácido» te dejará pasar. ...
En la línea 141
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Como supiera un día la dama que su hijo frecuentaba los barrios de Puerta Cerrada, calle de Cuchilleros y Cava de San Miguel, encargó a Estupiñá que vigilase, y este lo hizo con muy buena voluntad llevándole cuentos, dichos en voz baja y melodramática: «Anoche cenó en la pastelería del sobrino de Botín, en la calle de Cuchilleros… ¿sabe la señora? También estaba el Sr. de Villalonga y otro que no conozco, un tipo así… ¿cómo diré?, de estos de sombrero redondo y capa con esclavina ribeteada. Lo mismo puede pasar por un randa que por un señorito disfrazado». ...
En la línea 370
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Mis asuntos son míos; no te conciernen –respondió Canty ásperamente–. Quita la mano y déjame pasar. ...
En la línea 418
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Eso ya lo veremos! –exclamó John Canty, tratando de pasar por el lado de Hendon para agarrar al niño–. Por fuerza… ...
En la línea 489
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Y así fue. Como han hecho siempre los hombres, y como harán probablemente hasta el final de los tiempos, Hendon mantuvo la aguja quieta y trató de pasar la hebra por su ojo, es decir, al revés de como lo hacen las mujeres. Una y otra vez el hilo erró el blanco, pasando ora a un lado de la aguja ora al otro, y en ocasiones doblándose; pero era paciente, pues más de una vez en su vida de campaña había experimentado dificultades semejantes. Por fin enhebró la aguja, tomó la prenda que le estaba esperando, se la puso sobre las rodillas y empezó su trabajo. ...
En la línea 544
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Cada prenda a su turno tuvo que pasar por este lento y solemne camino, y, consecuentemente, Tom se aburrió de lo lindo con la ceremonia. Tanto se aburrió, que experimentó casi un sentimiento de gratitud cuando al fin vio que sus largas medias de seda comenzaban a llegar a lo largo de aquella fila, y se dijo, que se aproximaba el fin de este ceremonial. Pero se alegró demasiado, pronto. El Primer Lord de la Cámara recibió las medias y se disponía a cubrir con ellas las piernas de Tom, cuando asomó a su rostro un rubor repentino y apresuradamente las devolvió a las manos del Arzobispo de Canterbury, con expresión de asombro, y susurró: –Mirad, milord –señalando algo relacionado con las medias. El Arzobispo palideció, se puso colorado y pasó las medias al Lord Gran Almirante, cuchicheando: –Vea, milord–. Las medias volvieron a recorrer toda la fila, pasando por el Primer Mayordomo del servicio, el Condestable de la Torre, uno de los tres heraldos, el Jefe del Guardarropa, el Canciller Real del Ducado de Lancaster, el Tercer Lacayo de la Estola, el Guarda Mayor del Bosque de Windsor, el Segundo Caballero de Cámara, el Primer Lord de las Jaurías –siempre con el acompañamiento de la frase de asombro y susto: –Ved, milord–, hasta que finalmente llegaron a manos del Primer Escudero del Servicio, quien miró un momento con desencajado semblante lo que había dado origen al incidente y susurró con bronca voz: –¡Por mi vida! ¡Se ha escapado un punto! ¡A la Torre con el Custodio Mayor de las Medias del Rey! –Después de lo cual se apoyó en el hombro del Primer Lord de las Jaurías para recobrar las perdidas fuerzas, mientras traían otras medias nuevas sin carrera ninguna. ...
En la línea 235
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Echóse a la calle, y muy pronto el corazón le tocó a rebato. «¡Calla –se dijo–, si yo la había visto, si yo la conocía hace mucho tiempo; sí, su imagen me es casi innata… ! ¡Madre mía, ampárame!» Y al pasar junto a él, al cruzarse con él Eugenia, la saludó aún más con los ojos que con el sombrero. ...
En la línea 293
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –¡Pichín mío! ¡mi Pichincito! ¡Vamos, cálmate! ¿Gusta usted pasar, caballero? ...
En la línea 457
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Yo creo –añadió la tía– que no por esto que acaba de pasar debe usted ceder en sus pretensiones… ...
En la línea 606
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Bueno, pues ahora siéntese usted –y cuando estuvieron sentados prosiguió ella–: Le esperaba cualquier día y di orden a la criada de que aunque no estuviesen mis tíos, como sucede algunas tardes, le hiciese a usted pasar y me avisara. Así como así, deseaba que hablásemos a solas. ...
En la línea 462
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Al pasar las horas, la conversación se hizo animadísima; discutían acerca de tigres, cacerías, piratas, barcos. únicamente el oficial de marina estaba silencioso y parecía muy ocupado en estudiar a Sandokán, pues no apartaba de él la vista ni un solo instante. ...
En la línea 1408
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Por él podríamos saber dónde están los soldados y por qué parte podríamos pasar. ...
En la línea 1702
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Te aconsejo que lo dejes pasar sin molestarlo —dijo Yáñez. ...
En la línea 2345
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¿Lo dejaremos pasar? ...
En la línea 183
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... La fragata corrió a lo largo de la costa sudeste de América con una prodigiosa rapidez. El 3 de julio nos hallábamos a la entrada del estrecho de Magallanes, a la altura del cabo de las Vírgenes. Pero el comandante Farragut no quiso adentrarse en ese paso sinuoso y maniobró para doblar el cabo de Hornos, decisión que mereció la unánime aprobación de lo tripulación, ante la improbabilidad de encontrar al narval en ese angosto estrecho. Fueron muchos los marineros que opinaban que el monstruo no podía pasar por él, que «era demasiado grande para eso». ...
En la línea 187
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... No era yo el menos atento a bordo, sin que me incitara a ello el atractivo del dinero. Concedía tan sólo algunos minutos a las comidas y algunas horas al sueño para, indiferente al sol o a la lluvia, pasar todo mi tiempo sobre el puente. Unas veces inclinado sobre la batayola del castillo y otras apoyado en el coronamiento de popa, yo devoraba con ávida mirada la espumosa estela que blanqueaba el mar hasta el límite de la mirada. ¡Cuántas veces compartí la emoción del estado mayor y de la tripulación cuando una caprichosa ballena elevaba su oscuro lomo sobre las olas! Cuando eso sucedía, se poblaba el puente de la fragata en un instante. Las escotillas vomitaban un torrente de marineros y oficiales, que, sobrecogidos de emoción, observaban los movimientos del cetáceo. Yo miraba, miraba hasta agotar mi retina y quedarme ciego, lo que le hacía decirme a Conseil, siempre flemático, en tono sereno: ...
En la línea 335
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Posiblemente respondió Conseil, con la mayor tranquilidad . Pero aún tenemos unas cuantas horas por delante, y en unas horas pueden pasar muchas cosas. ...
En la línea 346
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Quise gritar. ¡Para qué, a tal distancia! Mis labios hinchados no dejaron pasar ningún sonido. Conseil pudo articular algunas palabras, y gritar repetidas veces: ...
En la línea 63
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — ¿En el cementerio? - repitió mi hermana -. ¡Como si no te hubiera avisado, desde hace mucho tiempo, de que no vayas allí a pasar el rato! ¿Sabes quién te ha criado as mano»? ...
En la línea 257
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — No está mal - dijo el sargento, reflexionando -. Aunque me vea obligado a pasar aquí dos horas, tendré tiempo. ¿A qué distancia estamos de los marjales? Creo que a cosa de poco más de una milla. ...
En la línea 342
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... En la época en que solía pasar algunos ratos en el cementerio leyendo las lápidas sepulcrales de la familia, apenas tenía la suficiente instrucción para poder deletrearlas. A pesar de su sencillo significado, no las entendía muy correctamente, porque leía «Esposa del de arriba» como una referencia complementaria con respecto a la exaltación de mi padre a un mundo mejor; y si alguno de mis difuntos parientes hubiese sido señalado con la indicación de que estaba «abajo», no tengo duda de que habría formado muy mala opinión de aquel miembro de la familia. Tampoco eran muy exactas mis nociones teológicas aprendidas en el catecismo, porque recuerdo perfectamente que el consejo de que debía «andar del mismo modo, durante todos los días de mi vida» me imponía la obligación de atravesar el pueblo, desde nuestra casa, en una dirección determinada, sin desviarme nunca para ir a casa del constructor de carros o hacia el molino. ...
En la línea 558
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Tras el extremo más lejano de la fábrica de cerveza había un lozano jardín con una cerca muy vieja, no tan alta que yo no pudiera asomarme a ella para mirar al otro lado. Me asomé y vi que el lozano jardín pertenecía a la casa y que en él abundaban los hierbajos, por entre los cuales aparecía un sendero, como si alguien tuviese costumbre de pasear por allí. También vi que Estella se alejaba de mí en aquel momento; pero la joven parecía estar en todas partes, porque cuando me dejé vencer por la tentación ofrecida por los barriles y empecé a andar por encima de ellos, también la vi haciendo lo mismo en el extremo opuesto del patio lleno de cascotes. En aquel momento me volvía la espalda y sostenía su bonito cabello castaño extendido, con las dos manos, sin mirar alrededor; de este modo desapareció de mi vista. Así, pues, en la misma fábrica de cerveza con lo cual quiero indicar el edificio grande, alto y enlosado, en el que, en otro tiempo, hicieron la cerveza y donde había aún los utensilios apropiados para el caso , cuando yo entré por vez primera, algo deprimido por su tétrico aspecto y me quedé cerca de la puerta, mirando alrededor de mí, la vi pasar por entre los hornos apagados, subir por una ligera escalera de hierro y salir a una alta galería exterior, cual si se dirigiera hacia el cielo. ...
En la línea 4
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... En el fondo, se mofaba de la patrona y de todas las intenciones que pudiera abrigar contra él, pero detenerse en la escalera para oír sandeces y vulgaridades, recriminaciones, quejas, amenazas, y tener que contestar con evasivas, excusas, embustes… No, más valía deslizarse por la escalera como un gato para pasar inadvertido y desaparecer. ...
En la línea 6
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «¡Que me inquieten semejantes menudencias cuando tengo en proyecto un negocio tan audaz! ‑pensó con una sonrisa extraña‑. Sí, el hombre lo tiene todo al alcance de la mano, y, como buen holgazán, deja que todo pase ante sus mismas narices… Esto es ya un axioma… Es chocante que lo que más temor inspira a los hombres sea aquello que les aparta de sus costumbres. Sí, eso es lo que más los altera… ¡Pero esto ya es demasiado divagar! Mientras divago, no hago nada. Y también podría decir que no hacer nada es lo que me lleva a divagar. Hace ya un mes que tengo la costumbre de hablar conmigo mismo, de pasar días enteros echado en mi rincón, pensando… Tonterías… Porque ¿qué necesidad tengo yo de dar este paso? ¿Soy verdaderamente capaz de hacer… 'eso'? ¿Es que, por lo menos, lo he pensado en serio? De ningún modo: todo ha sido un juego de mi imaginación, una fantasía que me divierte… Un juego, sí; nada más que un juego.» ...
En la línea 28
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... La vieja no contestó; parecía reflexionar. Después indicó al visitante la puerta de su habitación, mientras se apartaba para dejarle pasar. ...
En la línea 121
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »‑Simón Zaharevitch ‑dijo Catalina Ivanovna‑ tiene ahora un empleo y recibe un sueldo. Se ha presentado a su excelencia, y su excelencia ha salido de su despacho, ha tendido la mano a Simón Zaharevitch, ha dicho a todos los demás que esperasen y lo ha hecho pasar delante de todos. ¿Comprende, comprende usted? 'Naturalmente ‑le ha dicho su excelencia‑, me acuerdo de sus servicios, Simón Zaharevitch, y, aunque usted no se portó como es debido, su promesa de no reincidir y, por otra parte, el hecho de que aquí ha ido todo mal durante su ausencia (¿se da usted cuenta de lo que esto significa?), me induce a creer en su palabra.' ...
En la línea 35
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¡Cómo! ¡En el preciso momento que está hablando con un Cardenal! —exclamó el cura, retrocediendo asustado hacia la puerta y extendiendo los brazos como para hacerme comprender que estaba dispuesto a morir antes de dejarme pasar. ...
En la línea 585
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Al pasar aquella revista, la abuela hacía detener el sillón, designaba algún objeto del mobiliario y hacía preguntas inesperadas aloberkellner, que sonreía respetuoso, pero ya con cierto temor. ...
En la línea 628
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¿Es que te da vergüenza? Entonces quédate aquí, podemos pasar sin ti. ¡Un general, valiente cosa! También yo soy generala. ¿Por qué me habéis de seguir todos? Con que me acompañe Alexei Ivanovitch basta. ...
En la línea 694
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —“Oui, madame” —confirmó, cortésmente, el croupier—; tampoco ninguna postura individual puede pasar de cuatro mil florines. Es el reglamento. ...
En la línea 81
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Ya dijimos que la casa que habitaba tenía sólo dos pisos. En el bajo había tres piezas, otras tres en el alto, encima un desván, y detrás de la casa, el jardín; el obispo habitaba el bajo. La primera pieza, que daba a la calle, le servía de comedor; la segunda, de dormitorio, y de oratorio la tercera. No se podía salir del oratorio sin pasar por el dormitorio, ni de éste sin pasar por el comedor. En el fondo del oratorio había una alcoba cerrada, con una cama para cuando llegaba algún huésped. El obispo solía ofrecer esta cama a los curas de aldea, cuyos asuntos parroquiales los llevaban a D. ...
En la línea 153
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Caminó algún tiempo a la ventura por calles que no conocía, olvidando el cansancio, como sucede cuando el ánimo está triste. De pronto se sintió aguijoneado por el hambre; la noche se acercaba. Miró en derredor para ver si descubría alguna humilde taberna donde pasar la noche. ...
En la línea 282
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Un domingo por la noche Maubert Isabeau, panadero de la plaza de la Iglesia, se disponía a acostarse cuando oyó un golpe violento en la puerta y en la vidriera de su tienda. Acudió, y llegó a tiempo de ver pasar un brazo a través del agujero hecho en la vidriera por un puñetazo. El brazo cogió un pan y se retiró. Isabeau salió apresuradamente; el ladrón huyó a todo correr pero Isabeau corrió también y lo detuvo. El ladrón había tirado el pan, pero tenía aún el brazo ensangrentado. Era Jean Valjean. ...
En la línea 471
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Señor cura: ¿habéis visto pasar a un muchacho? ...
En la línea 109
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Pero la oportunidad no se presentó, y así, una tarde gris llegaron a Dawson con la gran pelea todavía pendiente. Había allí multitud de hombres e incontables perros, a todos los cuales Buck encontró trabajando. Al parecer, el que los perros trabajasen pertenecía al orden natural de las cosas. En largas traíllas se los veía pasar en ambas direcciones por la calle principal durante todo el día, y, de noche, sus campanillas continuaban aún tintineando. Transportaban la leña, así como troncos para la construcción de cabañas, acarreaban materiales a las minas y realizaban todos aquellos trabajos que en Santa Clara correspondían a los caballos. Buck encontró ocasionalmente algún perro sureño, pero la gran mayoría eran mezcla de husky y de lobo. Todas las noches, regularmente (a las nueve, a las doce, a las tres), elevaban un canto nocturno, una especie de extraña y sobrecogedora sinfonía a la que Buck se incorporaba con deleite. ...
En la línea 170
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck oyó el regateo, vio pasar el dinero de las manos del hombre y a las del agente del gobierno, y se dio cuenta de que el mestizo escocés y los conductores de trineos del correo desaparecían de su vida como había ocurrido con Perrault y François y con los que los habían precedido. Lo que Buck vio en el campamento al que los llevaron los nuevos dueños fue abandono y suciedad, una tienda a medio desmontar, platos sin fregar y un desorden general; vio también a una mujer, a quien los hombres llamaban «Mercedes». Era la mujer de Charles y la hermana de Hal: toda una familia… ...
En la línea 255
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck había saltado al agua al instante; y tras cubrir unos doscientos cincuenta kilómetros, dio alcance a Thornton envuelto en un furioso torbellino. Cuando sintió que el hombre se agarraba de su cola, Buck se dirigió a nado a la orilla, desplegando su formidable energía. Pero el avance hacia la margen era lento, y la corriente, increíblemente rápida. Desde un poco más lejos llegaba el ominoso estruendo del lugar donde la corriente cobraba más ímpetu y saltaba convertida en remolinos y espuma por las rocas que la hendían como los dientes de un inmenso peine. La fuerza de arrastre del agua en el último tramo donde comenzaba a precipitarse era tremenda, y Thornton sabía que arrimarse a la orilla era imposible. Rozó una roca manoteando con furia, se magulló al pasar sobre otra y se dio violentamente contra una tercera. Se aferró con ambas manos a la superficie resbaladiza y, soltando a Buck, le gritó, por encima del estruendo de la agitada corriente: ...
En la línea 319
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Empezó a dormir fuera por las noches y a pasar días enteros lejos del campamento. Una vez cruzó la divisoria en la fuente del riachuelo y se internó en la comarca de los bosques y las corrientes. Estuvo una semana recorriéndola, buscando vanamente algún indicio reciente del hermano salvaje, matando para comer durante la marcha y andando con ese desenvuelto paso largo que según dicen nunca agota. Pescó un salmón en un ancho río que desembocaba en el mar por alguna parte y, en sus orillas, mató a un gran oso negro que, cegado por los mosquitos mientras pescaba, había caminado rugiendo por el bosque, incapacitado y terrible. Aun así, la pelea fue tremenda y puso en acción las dosis de ferocidad latentes en Buck. Y dos días más tarde, cuando volvió al mismo lugar y encontró a una docena de glotones disputándose los despojos de su víctima, los dispersó como si fueran paja; y los fugitivos dejaron atrás a dos de ellos que no volverían a disputar por nada. ...
En la línea 166
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Aquí, como cisnes, pasar, ...
En la línea 2
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Bastaría con lo dicho para prólogo y antecedentes de mi novela, que más no exige ni merece; pero ya que tengo la pluma en la mano, me entra comezón de tocar algunos puntos, si no indispensables, tampoco impertinentes aquí. A quien parezcan enojosos, queda el fácil arbitrio de saltarlos y pasar sin demora al primer capítulo de UN VIAJE DE NOVIOS, y plegue a Dios no se el antoje después peor que la enfermedad el remedio. ...
En la línea 323
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Al pasar por delante de Vitoria un recuerdo acudió a su mente. Se lo trajeron las largas alamedas que adornan y cercan la ciudad. ...
En la línea 342
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Le diré a usted… Siempre deseé casarme a gusto del viejecito, y no afligirlo con esos amoríos y esas locuras con que otras muchachas desazonan a sus padres… Mis amigas, digo algunas, veían pasar por delante de su ventana a un oficial de la guarnición… ¡zas! ya estaban todas derretidas, y carta va y carta viene… Yo me asombraba de eso de enamorarse así, por ver pasar a un hombre… Y como al fin nada se me daba de los que pasaban por la calle, y al señor de Miranda ya le conocía, y a padre le gustaba tanto… calculé: ¡mejor! así me libro de cuidados, ¿no es verdad? cierro los ojos, digo que sí y ya está hecho… Padre se pone muy contento y yo también. ...
En la línea 342
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Le diré a usted… Siempre deseé casarme a gusto del viejecito, y no afligirlo con esos amoríos y esas locuras con que otras muchachas desazonan a sus padres… Mis amigas, digo algunas, veían pasar por delante de su ventana a un oficial de la guarnición… ¡zas! ya estaban todas derretidas, y carta va y carta viene… Yo me asombraba de eso de enamorarse así, por ver pasar a un hombre… Y como al fin nada se me daba de los que pasaban por la calle, y al señor de Miranda ya le conocía, y a padre le gustaba tanto… calculé: ¡mejor! así me libro de cuidados, ¿no es verdad? cierro los ojos, digo que sí y ya está hecho… Padre se pone muy contento y yo también. ...
En la línea 349
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Señor -dijo al cónsul ; ya no abrigo duda ninguna. Tengo a mi hombre. Se hace pasar por un excéntrico que quiere dar la vuelta al mundo en ochenta días. ...
En la línea 385
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Así lo espero, señor Fix. ¡Ya comprenderéis que no es permitido a un hombre de entendimiento sano pasar la vida saltando de un vapor aun ferrocarril, y de un ferrocarril a un vapor, con el pretexto de dar la vuelta al mundo en ochenta días! No, toda esta gimnasia terminará en Bombay, no lo dudéis. ...
En la línea 435
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Después de haber visto ese carnaval parsi, Picaporte se dirigía a la estación, cuando al pasar por delante de la admirable pagoda de Malebar Hill tuvo la desventurada idea de visitarla por dentro. ...
En la línea 464
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Picaporte, despierto ya, miraba y no podía creer que atravesaba el país de los indios en un tren del 'Great Peninsular Railway'. Esto te parecía inverosímil, y, sin embargo, nada más positivo. La locomotora, dirigida por el brazo de un maquinista inglés y caldeada con hulla inglesa, despedía el humo sobre las plantaciones de algodón, café, moscada, clavillo y pimienta. El vapor se contorneaba en espirales alrededor de los grupos de palmeras, entre las cuales aparecían pintorescos bungalows y algunos viharis, especie de monasterios abandonados, y templos maravillosos enriquecidos por la inagotable ornamentación de la arquitectura hindú. Después, habia inmensas extensiones de tierra que se dibujaban hasta perderse de vista; juncales donde no faltaban ni las serpientes ni los tigres espantados por los resoplidos del tren y, por último, selvas perdidas por el trazado del camino, frecuentadas todavía por elefantes que miraban con ojo pensativo pasar el disparado convoy. ...

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