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La palabra pazado
Cómo se escribe

Comó se escribe pazado o pasado?

Cual es errónea Pasado o Pazado?

La palabra correcta es Pasado. Sin Embargo Pazado se trata de un error ortográfico.

El Error ortográfico detectado en el termino pazado es que hay un Intercambio de las letras s;z con respecto la palabra correcta la palabra pasado

Más información sobre la palabra Pasado en internet

Pasado en la RAE.
Pasado en Word Reference.
Pasado en la wikipedia.
Sinonimos de Pasado.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Pasado

Cómo se escribe pasado o pazado?


El Español es una gran familia


Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras s;z

Reglas relacionadas con los errores de s;z

Las Reglas Ortográficas de la S

Se escribe s al final de las palabras llanas.
Ejemplos: telas, andamos, penas
Excepciones: alférez, cáliz, lápiz

Se escriben con s los vocablos compuestos y derivados de otros que también se escriben con esta letra.
Ejemplos: pesar / pesado, sensible / insensibilidad

Se escribe con s las terminaciones -esa, -isa que signifiquen dignidades u oficios de mujeres.
Ejemplos: princesa, poetisa

Se escriben con s los adjetivos que terminan en -aso, -eso, -oso, -uso.
Ejemplos: escaso, travieso, perezoso, difuso

Se escribe con s las terminaciones -ísimo, -ísima.
Ejemplos: altísimo, grandísima

Se escribe con s la terminación -sión cuando corresponde a una palabra que lleva esa letra, o cuando otra palabra derivada lleva -sor, -sivo, -sible,-eso.
Ejemplos: compresor, compresión, expreso, expresivo, expresión.

Se escribe s en la terminación de algunos adjetivos gentilicios singulares.
Ejemplos: inglés, portugués, francés, danés, irlandés.

Se escriben s con las sílabas iniciales des-, dis-.
Ejemplos: desinterés, discriminación.

Se escribe s en las terminaciones -esto, -esta.
Ejemplos: detesto, orquesta.

Las Reglas Ortográficas de la Z

Se escribe z y no c delante de a, o y u.

Se escriben con z las terminaciones -azo, -aza.

Ejemplos: pedazo, terraza

Se escriben con z los sustantivos derivados que terminan en las voces: -anza, -eza, -ez.

Ejemplos: esperanza, grandeza, honradez

La X y la S

Algunas Frases de libros en las que aparece pasado

La palabra pasado puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 143
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Después de hablar del triste pasado, la curiosidad despierta de Rosario fué preguntando por todos los de allá, y acabó en Pepeta. ...

En la línea 230
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Cinco o seis generaciones de Barrets habían pasado su vida labrando la misma tierra, volviéndola al revés, medicinando sus entrañas con ardoroso estiércol, cuidando de que no decreciera su jugo vital, acariciando y peinando con el azadón y la reja todos aquellos terrones, de los cuales no había uno que no estuviera regado con el sudor y la sangre de la familia. ...

En la línea 231
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Mucho quería el labrador a su mujer, y hasta le perdonaba la tontería de haberle dado cuatro hijas y ningún hijo que le ayudase en sus tareas; no amaba menos a las cuatro muchachas, unos ángeles de Dios, que se pasaban el día cantando, cosiendo a la puerta de la barraca, y algunas veces se metían en los campos para descansar un poco a su pobre padre; pero la pasión suprema del tío Barret, el amor de sus amores, eran aquellas tierras, sobre las cuales había pasado monótona y silenciosa la historia de su familia. ...

En la línea 419
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Ya alcanzaba a contemplar su huerta, ya se reía del miedo pasado, cuando vió saltar del bancal de cáñamo al propio Barret, y le pareció un enorme demonio, con la cara roja, los brazos extendidos, impidiéndole toda fuga, acorralándolo en el borde de la acequia, que corría paralela al camino. ...

En la línea 14
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Al llegar a Jerez, después de permanecer algunos días en Madrid entre los periodistas y los antiguos compañeros de vida política, que le habían conseguido el indulto sin hacer caso de su resistencia a aceptarlo, Salvatierra se dirigió en busca de los amigos que aún le restaban fieles. Había pasado el domingo en una pequeña viña que tenía cerca de Jerez un corredor de vinos, antiguo compañero de armas del período de la Revolución. Todos los admiradores habían acudido al enterarse del regreso de don Fernando. Llegaban viejos arrumbadores de las bodegas, que de muchachos habían marchado a las órdenes de Salvatierra por las asperezas de la inmediata serranía, disparando su escopeta por la República Federal: jóvenes braceros del campo que adoraban al don Fermín de la segunda época, hablando del reparto de las tierras y de los absurdos irritantes de la propiedad. ...

En la línea 36
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Montenegro temía que su jefe supiera a aquellas horas dónde había pasado el domingo. Conocía las costumbres de la casa: el espionaje a que se dedicaban los empleados para ganarse el afecto de don Pablo. Varias veces notó que don Ramón, el jefe de la oficina y director de la publicidad, le miraba con cierto asombro. Debía estar enterado de la reunión; pero a éste no le tenía miedo. Conocía su pasado: su juventud, transcurrida en los bajos fondos del periodismo de Madrid, batallando contra todo lo existente, sin conquistar un mendrugo de pan para la vejez, hasta que, cansado de la lucha, acosado por el hambre, y bajo el pesimismo del fracaso y la miseria, se había refugiado en el escritorio de Dupont para redactar los anuncios originales y los pomposos catálogos que popularizaban los productos de la casa. Don Ramón, por sus anuncios y sus alardes de religiosidad, era la persona de confianza de Dupont el mayor; pero Montenegro no le temía, conociendo las creencias del pasado que aún perduraban en él. ...

En la línea 36
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Montenegro temía que su jefe supiera a aquellas horas dónde había pasado el domingo. Conocía las costumbres de la casa: el espionaje a que se dedicaban los empleados para ganarse el afecto de don Pablo. Varias veces notó que don Ramón, el jefe de la oficina y director de la publicidad, le miraba con cierto asombro. Debía estar enterado de la reunión; pero a éste no le tenía miedo. Conocía su pasado: su juventud, transcurrida en los bajos fondos del periodismo de Madrid, batallando contra todo lo existente, sin conquistar un mendrugo de pan para la vejez, hasta que, cansado de la lucha, acosado por el hambre, y bajo el pesimismo del fracaso y la miseria, se había refugiado en el escritorio de Dupont para redactar los anuncios originales y los pomposos catálogos que popularizaban los productos de la casa. Don Ramón, por sus anuncios y sus alardes de religiosidad, era la persona de confianza de Dupont el mayor; pero Montenegro no le temía, conociendo las creencias del pasado que aún perduraban en él. ...

En la línea 36
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Montenegro temía que su jefe supiera a aquellas horas dónde había pasado el domingo. Conocía las costumbres de la casa: el espionaje a que se dedicaban los empleados para ganarse el afecto de don Pablo. Varias veces notó que don Ramón, el jefe de la oficina y director de la publicidad, le miraba con cierto asombro. Debía estar enterado de la reunión; pero a éste no le tenía miedo. Conocía su pasado: su juventud, transcurrida en los bajos fondos del periodismo de Madrid, batallando contra todo lo existente, sin conquistar un mendrugo de pan para la vejez, hasta que, cansado de la lucha, acosado por el hambre, y bajo el pesimismo del fracaso y la miseria, se había refugiado en el escritorio de Dupont para redactar los anuncios originales y los pomposos catálogos que popularizaban los productos de la casa. Don Ramón, por sus anuncios y sus alardes de religiosidad, era la persona de confianza de Dupont el mayor; pero Montenegro no le temía, conociendo las creencias del pasado que aún perduraban en él. ...

En la línea 234
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Tras ello, contento por la forma en que se había conducido en Meung sin remordimientos por el pasado, confiando en el presente y lleno de esperanza en el porvenir, se acostó y se durmió con el sueño del valiente. ...

En la línea 277
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Cuando había pasado un grupo, entonces respiraba con más libertad; pero comprendía que se volvían para mirarlo y, por primera vez en su vida, D'Artagnan, que hast a aquel día había tenido una buena opinión de sí mismo, se sintió ridículo. ...

En la línea 448
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... D'Artagnan entonces dio su nombre, y el señor de Tréville, trayendo a su memoria de golpe todos sus recuerdos del presente y del pasado, se puso al corriente de la situación. ...

En la línea 1022
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Hacia las seis, el señor de Tréville anunció que se veía obligado a ir al Louvre; pero como la hora de la audiencia concedida por Su Ma jestad había pasado, en lugar de solicitar la entrada por la escalera pequeña, se plantó con los cuatro hombres en la antecámara. ...

En la línea 339
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Mas de trecientos años han pasado ya desde que el inmortal Legaspi fijó en aquellas apartadas rejiones el estandarte de la cruz, y se conquistaron para España aquellas Islas [23]. ...

En la línea 359
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Los portes de las cartas, ó sea la tarifa de sus precios, tambien han sufrido variaciones en distintas épocas, y siempre en aumento progresivo en favor de la renta; pues que á fines del pasado siglo las tarifas marcaban un peso por onza, y dos reales plata fuerte por cada carta sencilla ó que no llegase á media onza; y en el dia la tarifa marca de porte doce reales plata fuerte por cada onza, y cuatro reales idem idem por carta sencilla; más en esto no hay por qué detenerse; los portes se pagan como está mandado últimamente, y de ello no hay reclamacion alguna. ...

En la línea 397
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... A fines del siglo pasado, ó sea desde 1792 á 1797, los productos de la citada administracion apenas llegarían á 7671 p. ...

En la línea 421
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Facultada asi la direccion, y penetrada de la necesidad de establecer la administracion de correos de Filipinas de un modo mas conforme al servicio público é intereses de la renta, que el del sistema que actualmente las rije; en 12 de Octubre próximo pasado representó á S. ...

En la línea 480
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Los hijos del robo habían pasado por allí muy poco antes. ...

En la línea 841
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Me parece execrable la conducta de los liberales de Madrid, que asesinaron el año pasado a los indefensos padres, por cuyas solicitud y sabiduría se han desarrollado dos de los más brillantes talentos de la España actual: Toreno y Martínez de la Rosa, gala de la causa liberal y de la literatura moderna de su país... ...

En la línea 909
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Los dueños de la posada de este lugar me conocían bien, por haber pasado dos noches bajo su techo; y al verme aparecer de nuevo me dieron la bienvenida con mucha amabilidad. ...

En la línea 1068
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Ochenta años han pasado sobre mí desde el temblor de tierra, y entonces ya tenía yo más edad que usted tiene ahora.» Miré con asombro a tan extraordinaria mujer, y apenas podía dar crédito a sus palabras. ...

En la línea 237
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Andrés se partió algo mohíno, jurando de ir a buscar al valeroso don Quijote de la Mancha y contalle punto por punto lo que había pasado, y que se lo había de pagar con las setenas. ...

En la línea 263
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... El labrador estaba admirado oyendo aquellos disparates; y, quitándole la visera, que ya estaba hecha pedazos de los palos, le limpió el rostro, que le tenía cubierto de polvo; y apenas le hubo limpiado, cuando le conoció y le dijo: -Señor Quijana -que así se debía de llamar cuando él tenía juicio y no había pasado de hidalgo sosegado a caballero andante-, ¿quién ha puesto a vuestra merced desta suerte? Pero él seguía con su romance a cuanto le preguntaba. ...

En la línea 509
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y ansí me parece a mí, pues, cuando pudiera y debiera estender la pluma en las alabanzas de tan buen caballero, parece que de industria las pasa en silencio: cosa mal hecha y peor pensada, habiendo y debiendo ser los historiadores puntuales, verdaderos y no nada apasionados, y que ni el interés ni el miedo, el rancor ni la afición, no les hagan torcer del camino de la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir. ...

En la línea 708
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Con todo eso -replicó el caminante-, me queda un escrúpulo, y es que muchas veces he leído que se traban palabras entre dos andantes caballeros, y, de una en otra, se les viene a encender la cólera, y a volver los caballos y tomar una buena pieza del campo, y luego, sin más ni más, a todo el correr dellos, se vuelven a encontrar; y, en mitad de la corrida, se encomiendan a sus damas; y lo que suele suceder del encuentro es que el uno cae por las ancas del caballo, pasado con la lanza del contrario de parte a parte, y al otro le viene también que, a no tenerse a las crines del suyo, no pudiera dejar de venir al suelo. ...

En la línea 78
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 13 de abril.- Al cabo de tres días de viaje llegamos a Socego, hacienda del Señor Manuel Figuireda, pariente de uno de nuestros compañeros de camino. La casa, muy sencilla y parecida a una granja, conviene admirablemente para este clima. En el salón, sillones dorados y sofás contrastan muchísimo con las paredes enlucidas con cal, el techo inclinado y las ventanas desprovistas de vidrios. La casahabitación, los graneros, las cuadras y los talleres para los negros, a quienes se les han enseñado diferentes oficios, forman una especie de plaza cuadrangular, en medio de la cual se seca una inmensa pila de café. Estas varias construcciones están en lo alto de un cerrillo que domina los campos cultivados, rodeándoles por todas partes un espeso bosque. El café constituye el principal producto de esta parte del país; supónese que cada planta produce anualmente dos libras de grano (906 gramos), pero algunas producen hasta ocho libras. También se cultiva en gran cantidad el manioc o casave. Todas las partes de esta planta tienen su empleo; los caballos comen las hojas y los tallos; muélense las raíces y se convierten en una especie de pasta, que se prensa hasta la desecación; luego se cuece en el horno, y forma entonces una especie de harina, que constituye el principal alimento del Brasil. Hecho curioso, pero muy conocido; el jugo que se extrae de esa planta tan nutritiva es un veneno violento; hace algunos años murió por haberlo bebido una vaca de esta hacienda. El señor Figuireda me dice que el año pasado plantó un saco de frijoles (feijao) y tres sacos de arroz; los frijoles produjeron el 80 por 1, y el arroz el 320 por l. Un admirable rebaño vacuno vaga por los pastizales; y hay tanta caza en los bosques, que en cada uno de los tres días anteriores a nuestra llegada, mataron un ciervo esta abundancia trasciende a la mesa; entonces los invitados se doblan realmente bajo la carga (si la mesa misma está en estado de resistirla), pues es preciso probar de cada plato. Un día hice los cálculos más sabihondos para conseguir probarlo todo; y pensaba salir victorioso de la prueba cuando, con profundo terror mío, vi llegar un pavo y un cochinillo asados. Durante la comida, un hombre está constantemente ocupado en echar del comedor a un gran número de perros y de negritos, que tratan de colarse allí en cuanto encuentran ocasión. Aparte de la idea de esclavitud, hay algo delicioso en esa vida patriarcal; tan en absoluto separado e independiente se está del resto del mundo. ...

En la línea 95
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Ocupábame a menudo en estudiar las nubes que viniendo del mar iban a estrellarse, digámoslo así, contra la parte más alta del Corcovado. Como casi todas las montañas, cuando quedan así ocultas en parte por las nubes, el Corcovado parece elevarse a una altura mucho mayor de la que tiene en realidad, o sea de 2.300 pies (690 metros). Mister Daniell, en sus ensayos meteorológicos, ha hecho observar que una nube aparece algunas veces fija en la cima de una montaña, mientras el viento sigue soplando. El mismo fenómeno se presentaba aquí bajo un aspecto un poco diferente. En efecto, veíase la nube encorvarse y pasar con rapidez por encima de la cúspide, sin que la parte fija en la falda de la montaña pareciese aumentar ni disminuir. Poníase el sol, y una suave brisa del sur que iba a dar contra el lado meridional de la roca, volvía a levantarse para ir a confundirse con la corriente superior de aire frío conforme se condensaban los vapores; pero a medida que las nubes ligeras habían pasado sobre la cima y se encontraban sometidas a la influencia de la atmósfera más cálida y septentrional, inmediatamente se disolvían. ...

En la línea 205
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Un hombre que vivía en una de esas «estancias» cuando uno de los ataques, me refirió cómo habían pasado las cosas. Prevenidos con tiempo los habitantes, pudieron meter todo el ganado vacuno y caballar en el corral1 que rodeaba la casa y montar algunos cañoncitos. Los indios (araucanos de Chile meridional), en número de varios centenares, y perfectamente disciplinados, aparecieron bien pronto sobre una colina próxima, divididos en dos columnas; apeáronse de los caballos, se quitaron los mantos de pieles y avanzaron desnudos por completo en son de ataque. La única arma de un indio consiste en un bambú (chuzo) muy largo, adornado con plumas de avestruz y terminado por una punta de lanza muy acerada. Mi acompañante aún parecía sentir profundo terror al recordar aquellos sucesos. Así que llegó cerca de la estancia, el cacique Pincheira intimó a los sitiados a la rendición, amenazándoles, de lo contrario, con la muerte. Como en todas las circunstancias hubiera sido ese el resultado de la entrada de los indios, respondióseles con una descarga de fusilería. Los indios, sin asustarse, se aproximaron a la empalizada del corral; pero, con gran sorpresa suya, advirtieron que las estacas estaban clavadas unas a otras, en vez de estar atadas con tiras de cuero como de costumbre, y en vano intentaron abrir brecha con los cuchillos. ...

En la línea 222
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Pocas horas después de haber pasado del primer pozo, vemos un árbol famoso que los indios reverencian como el altar de Walleechu. Este árbol se eleva sobre una altura en medio de la llanada; por eso se ve desde una gran distancia. En cuanto lo ven los indios, expresan su adoración con grandes gritos. El árbol es poco alto, tiene numerosas ramas y está lleno de espinas; el tronco tiene un diámetro de unos tres pies, al nivel del suelo. Está aislado, y hasta es el primer árbol que hemos visto desde hace mucho tiempo. Después encontramos algunos otros de la misma especie, pero son muy raros. Estamos en invierno, y por eso el árbol no tiene hojas; pero en su lugar cuelgan innumerables hilos, de donde penden las ofrendas, consistentes en cigarros, pan, carne, retales de tela, etc. Los indios pobres, que no tienen nada mejor que ofrecer, se contentan con sacar un hilo de su poncho y atarlo al árbol. Los más ricos tienen la costumbre de verter espíritu de granos y mate en cierto agujero; después se colocan debajo del árbol y se ponen a fumar, cuidando de echar el humo al aire; con esto piensan proporcionar la más dulce satisfacción a Walleechu. Para completar la escena, vense en derredor del árbol los blancos esqueletos de los caballos sacrificados en honor del dios. Todos los indios, sean cuales fueren su edad y su sexo, hacen por lo menos una ofrenda; entonces quedan persuadidos de que sus caballos se volverán infatigables y de que su felicidad será perfecta. El gaucho que me contaba todo esto, añadía que en tiempo de paz había presenciado a menudo esta escena; y que él y sus acompañantes tenían la costumbre de aguardar a que los indios se hubiesen alejado, para ir a apoderarse de las ofrendas hechas a Walleechu. ...

En la línea 133
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... Le contó lo que había pasado y le dijo: -Te amo como a nadie en el mundo; ven conmigo al castillo de mi padre; serás mi mujer. ...

En la línea 265
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Prefería las más veces recrear el espíritu contemplando lo pasado en lo más remoto del recuerdo; su niñez le enternecía, su juventud le disgustaba como el recuerdo de una mujer que fue muy querida, que nos hizo cometer mil locuras y que hoy nos parece digna de olvido y desprecio. ...

En la línea 603
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y había pasado el romanticismo, pero el género pastoril no había vuelto, ni los epigramas causaban efecto por maliciosos que fueran. ...

En la línea 604
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... No era don Cayetano uno de tantos canónigos laudatores temporis acti, como decía él; no alababa el tiempo pasado por sistema, pero en punto a poesía era preciso confesar que la revolución no había traído nada bueno. ...

En la línea 723
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Había averiguado que doña Olvido, la orgullosa hija única de Páez, uno de los más ricos americanos de La Colonia había pasado, tiempo atrás, del confesonario de Ripamilán al de don Fermín. ...

En la línea 42
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Rosaura, más tenaz en sus desvíos, lo trataba fríamente, esforzándose por hacer ver a todos que este hombre sólo era ya para ella uno de tantos visitantes. El pasado estaba muerto y bien muerto. Borja, en cambio, sentíase atraído por el irresistible agradador. Si su nombre le infundía celos, su presencia real no despertaba en su ánimo ninguna desconfianza, y hasta le inspiraba cierta conmiseración simpática. ...

En la línea 58
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Se encontraban en este mundo personajes de importancia auténtica: hombres políticos venidos a menos, con la nostalgia de la autoridad perdida; individuos de familias destronadas; magnates del dinero que descansaban unos meses a orillas del Mediterráneo Y en torno a este grupo selecto, una inquieta marea de duquesas y marquesas de diversos reinos, sobre cuyo pasado se contaban picantes historias; princesas rusas que se mantenían vendiendo sus últimas alhajas y abrigos de armiño; aventureras que se hacían tolerar por una amabilidad reptilesca; antiguas cocottes que habían afirmado su posición casándose con algún millonario viejo poco antes de morir éste. ...

En la línea 83
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... A Urdaneta no lo nombraba. Prescindía de este antecesor como si lo ignorase, por lo mismo que era única realidad. Quería conocer a los otros, cuyo número agrandaba o achicaba, al capricho de sus celos. Estos otros eran el misterio con su cruel atracción, el pasado de Rosaura, vacío y oscuro, que necesitaba poblar de espectros para su propio sufrimiento y el de su amante. ...

En la línea 98
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Rosaura se acordó igualmente de los olvidados Bustamantes. Don Arístides y su familia habían pasado por la Costa Azul cuando ella viajaba lejos con Claudio. El embajador le había enviado al principio, desde Roma, varías cartas describiendo en estilo pomposo las fiestas dadas en su palacio, las invitaciones y honores de que era objeto, apremiándola para que le hiciese una visita y participase de tanto esplendor. Luego, tenaz silencio. ...

En la línea 83
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El ingeniero remó directamente hacia estos escollos, adivinando que eran las crestas de invisibles murallas formadas por el coral. Más allá existirían tal vez tierras firmes. Avanzó con precaución a través de las aguas alborotadas, sufriendo violentas sacudidas sobre tres líneas de olas, que casi le hicieron zozobrar. Pero una vez pasado tal obstáculo, se vio en un inmenso y tranquilo circo de agua. ...

En la línea 152
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - No, usted es otra cosa -dijo el profesor-; usted es un gentleman, y su buen aspecto, así como lo que llevamos inquirido acerca de su pasado, han sido la causa de que le perdonemos la vida… por el momento. ...

En la línea 162
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Y yo pude afirmar además, de un modo concluyente, que es usted un verdadero gentleman, porque he ordenado a dos de mis secretarios que volviesen las hojas de un libro más grande que mi persona, con tapas de cuero negro, que nuestra grúa sacó de uno de sus bolsillos. He podido leer rápidamente algunas de dichas hojas. En la primera, nada interesante: nombres y fechas solamente; pero en otras he visto muchas líneas desiguales que representan un alto pensamiento poético. Indudablemente, el Gentleman-Montaña ha pasado por una universidad. En nuestro país, solo un hombre de estudios puede hacer buenos versos. Los de usted, gigantesco gentleman, me permitirá que le diga que son regulares nada más y por ningún concepto extraordinarios. Se resienten de su origen: les falta delicadeza; son, en una palabra, versos de hombre, y bien sabido es que el hombre, condenado eternamente a la grosería y al egoísmo por su propia naturaleza, puede dar muy poco de sí en una materia tan delicada como es la poesía. ...

En la línea 387
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Así era el Imperio de Liliput, cuando siglo y medio después de la llegada del primer Hombre Montaña se inicio la serie de acontecimientos históricos que acabaron por cambiar su fisonomía. Un naúfrago gigante que había pasado algún tiempo entre nosotros tuvo ocasión de volver a su tierra natal valiéndose de un bote en armonía con su talla que la marea arrastró hasta nuestras costas. Al emprender su viaje de regreso no iba solo. Un liliputiense se marcho también; unos dicen que de acuerdo con el gigante; otros, y son los más, suponen que se escondió en la enorme barca con el deseo de conocer el mundo de los Hombres-Montañas. ...

En la línea 15
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Cuando comunicaba sus temores a D. Baldomero, este se echaba a reír y le decía: «El chico es de buena índole. Déjale que se divierta y que la corra. Los jóvenes del día necesitan despabilarse y ver mucho mundo. No son estos tiempos como los míos, en que no la corría ningún chico del comercio, y nos tenían a todos metidos en un puño hasta que nos casaban. ¡Qué costumbres aquellas tan diferentes de las de ahora! La civilización, hija, es mucho cuento. ¿Qué padre le daría hoy un par de bofetadas a un hijo de veinte años por haberse puesto las botas nuevas en día de trabajo? ¿Ni cómo te atreverías hoy a proponerle a un mocetón de estos que rece el rosario con la familia? Hoy los jóvenes disfrutan de una libertad y de una iniciativa para divertirse que no gozaban los de antaño. Y no creas, no creas que por esto son peores. Y si me apuras, te diré que conviene que los chicos no sean tan encogidos como los de entonces. Me acuerdo de cuando yo era pollo. ¡Dios mío, qué soso era! Ya tenía veinticinco años, y no sabía decir a una mujer o señora sino que usted lo pase bien, y de ahí no me sacaba nadie. Como que me había pasado en la tienda y en el almacén toda la niñez y lo mejor de mi juventud. Mi padre era una fiera; no me perdonaba nada. Así me crié, así salí yo, con unas ideas de rectitud y unos hábitos de trabajo, que ya ya… Por eso bendigo hoy los coscorrones que fueron mis verdaderos maestros. Pero en lo referente a sociedad, yo era un salvaje. Como mis padres no me permitían más compañía que la de otros muchachones tan ñoños como yo, no sabía ninguna suerte de travesuras, ni había visto a una mujer más que por el forro, ni entendía de ningún juego, ni podía hablar de nada que fuera mundano y corriente. Los domingos, mi mamá tenía que ponerme la corbata y encasquetarme el sombrero, porque todas las prendas del día de fiesta parecían querer escapárseme del cuerpo. Tú bien te acuerdas. Anda, que también te has reído de mí. Cuando mis padres me hablaron… así, a boca de jarro, de que me iba a casar contigo, ¡me corrió un frío por todo el espinazo… ! Todavía me acuerdo del miedo que te tenía. Nuestros padres nos dieron esto amasado y cocido. Nos casaron como se casa a los gatos, y punto concluido. Salió bien; pero hay tantos casos en que esta manera de hacer familias sale malditamente… ¡Qué risa! Lo que me daba más miedo cuando mi madre me habló de casarme, fue el compromiso en que estaba de hablar contigo… No tenía más remedio que decirte algo… ¡Caramba, qué sudores pasé! 'Pero yo ¿qué le voy a decir, si lo único que sé es que usted lo pase bien, y en saliendo de ahí soy hombre perdido… ?'. ...

En la línea 24
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Don Baldomero Santa Cruz era hijo de otro D. Baldomero Santa Cruz que en el siglo pasado tuvo ya tienda de paños del Reino en la calle de la Sal, en el mismo local que después ocupó D. Mauro Requejo. Había empezado el padre por la más humilde jerarquía comercial, y a fuerza de trabajo, constancia y orden, el hortera de 1796 tenía, por los años del 10 al 15, uno de los más reputados establecimientos de la Corte en pañería nacional y extranjera. Don Baldomero II, que así es forzoso llamarle para distinguirle del fundador de la dinastía, heredó en 1848 el copioso almacén, el sólido crédito y la respetabilísima firma de D. Baldomero I, y continuando las tradiciones de la casa por espacio de veinte años más, retirose de los negocios con un capital sano y limpio de quince millones de reales, después de traspasar la casa a dos muchachos que servían en ella, el uno pariente suyo y el otro de su mujer. La casa se denominó desde entonces Sobrinos de Santa Cruz, y a estos sobrinos, D. Baldomero y Barbarita les llamaban familiarmente los Chicos. ...

En la línea 69
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... También la casa de Gumersindo Arnaiz, hermano de Barbarita, ha pasado por grandes crisis y mudanzas desde que murió D. Bonifacio. Dos años después del casamiento de su hermana con Santa Cruz, casó Gumersindo con Isabel Cordero, hija de D. Benigno Cordero, mujer de gran disposición, que supo ver claro en el negocio de tiendas y ha sido la salvadora de aquel acreditado establecimiento. Comprometido éste del 40 al 45, por los últimos errores del difunto Arnaiz, se defendió con los mahones, aquellas telas ligeras y frescas que tanto se usaron hasta el 54. El género de China decaía visiblemente. Las galeras aceleradas iban trayendo a Madrid cada día con más presteza las novedades parisienses, y se apuntaba la invasión lenta y tiránica de los medios colores, que pretenden ser signo de cultura. La sociedad española empezaba a presumir de seria; es decir, a vestirse lúgubremente, y el alegre imperio de los colorines se derrumbaba de un modo indudable. Como se habían ido las capas rojas, se fueron los pañuelos de Manila. La aristocracia los cedía con desdén a la clase media, y esta, que también quería ser aristócrata, entregábalos al pueblo, último y fiel adepto de los matices vivos. Aquel encanto de los ojos, aquel prodigio de color, remedo de la naturaleza sonriente, encendida por el sol de Mediodía, empezó a perder terreno, aunque el pueblo, con instinto de colorista y poeta, defendía la prenda española como defendió el parque de Monteleón y los reductos de Zaragoza. Poco a poco iba cayendo el chal de los hombros de las mujeres hermosas, porque la sociedad se empeñaba en parecer grave, y para ser grave nada mejor que envolverse en tintas de tristeza. Estamos bajo la influencia del Norte de Europa, y ese maldito Norte nos impone los grises que toma de su ahumado cielo. El sombrero de copa da mucha respetabilidad a la fisonomía, y raro es el hombre que no se cree importante sólo con llevar sobre la cabeza un cañón de chimenea. Las señoras no se tienen por tales si no van vestidas de color de hollín, ceniza, rapé, verde botella o pasa de corinto. Los tonos vivos las encanallan, porque el pueblo ama el rojo bermellón, el amarillo tila, el cadmio y el verde forraje; y está tan arraigado en la plebe el sentimiento del color, que la seriedad no ha podido establecer su imperio sino transigiendo. El pueblo ha aceptado el oscuro de las capas, imponiendo el rojo de las vueltas; ha consentido las capotas, conservando las mantillas y los pañuelos chillones para la cabeza; ha transigido con los gabanes y aun con el polisón, a cambio de las toquillas de gama clara, en que domina el celeste, el rosa y el amarillo de Nápoles. El crespón es el que ha ido decayendo desde 1840, no sólo por la citada evolución de la seriedad europea, que nos ha cogido de medio a medio, sino por causas económicas a las que no podíamos sustraernos. ...

En la línea 165
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Lo peor del caso era que nunca le había pasado por las mientes casarse con Jacinta, a quien siempre miró más como hermana que como prima. Siendo ambos de muy corta edad (ella tenía un año y meses menos que él) habían dormido juntos, y habían derramado lágrimas y acusádose mutuamente por haber secuestrado él las muñecas de ella, y haber ella arrojado a la lumbre, para que se derritieran, los soldaditos de él. Juan la hacía rabiar, descomponiéndole la casa de muñecas, ¡anda!, y Jacinta se vengaba arrojando en su barreño de agua los caballos de Juan para que se ahogaran… ¡anda! Por un rey mago, negro por más señas, hubo unos dramas que acabaron en leña por partida doble, es decir, que Barbarita azotaba alternadamente uno y otro par de nalgas como el que toca los timbales; y todo porque Jacinta le había cortado la cola al camello del rey negro; cola de cerda, no vayan a creer… «Envidiosa». «Acusón»… Ya tenían ambos la edad en que un misterioso respeto les prohibía darse besos, y se trataban con vivo cariño fraternal. Jacinta iba todos los martes y viernes a pasar el día entero en casa de Barbarita, y esta no tenía inconveniente en dejar solos largos ratos a su hijo y a su sobrina; porque si cada cual en sí tenía el desarrollo moral que era propio de sus veinte años, uno frente a otro continuaban en la edad del pavo, muy lejos de sospechar que su destino les aproximaría cuando menos lo pensasen. ...

En la línea 739
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Cuando al fin terminó el yantar y salió Tom en medio de su brillante séquito, con los oídos ensordecidos por el clamor de las trompetas, de los tambores y miles de aclamaciones, se dijo que, si ya había pasado lo peor, que era comer en público, sería una experiencia que sin inconveniente soportaría varias veces cada día, si con ello podía liberarse de algunos de los más terribles requerimientos de su oficio regio. ...

En la línea 959
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Ha pasado ya la medianoche. No vaya a ser que grite, si por acaso pasa alguien. ...

En la línea 972
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –No debo permitir más tiempo este éxtasis. La noche ha pasado ya. No tengo más que un momento, sólo un momento… ¡Ojalá hubiera durado un año! Semilla del despojador de la Iglesia, cierra esos ojos que van a morir. Si temes levantar la vista… ...

En la línea 1024
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Esperó y acechó pacientemente, al parecer, pero por dentro consumido por los nervios, hasta que hubo pasado la mujer y la ocasión estuvo en su punto. Entonces dijo en voz baja: ...

En la línea 378
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... »¡Qué vida esta, Orfeo, qué vida, sobre todo desde que murió mi madre! Cada hora me llega empujada por las horas que le precedieron; no he conocido el porvenir. Y ahora que empiezo a vislumbrarlo me parece se me va a convertir en pasado. Eugenia es ya casi un recuerdo para mí. Estos días que pasan… este día, este eterno día que pasa… deslizándose en niebla de aburrimiento. Hoy como ayer, mañana como hoy. Mira, Orfeo, mira la ceniza que dejó mi padre en aquel cenicero… ...

En la línea 379
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... »Esta es la revelación de la eternidad, Orfeo, de la terrible eternidad. Cuando el hombre se queda a solas y cierra los ojos al porvenir, al ensueño, se le revela el abismo pavoroso de la eternidad. La eternidad no es porvenir. Cuando morimos nos da la muerte media vuelta en nuestra órbita y emprendemos la marcha hacia atrás, hacia el pasado, hacia lo que fue. Y así, sin término, devanando la madeja de nuestro destino, deshaciendo todo el infinito que en una eternidad nos ha hecho, caminando a la nada, sin llegar nunca a ella, pues que ella nunca fue. ...

En la línea 451
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –¡Tú, la del pasado! ¡Esta es, digo, la mujer del porvenir! ¡Claro, no en balde me ha estado oyendo disertar un día y otro sobre la sociedad futura y la mujer del porvenir; no en balde le he inculcado las emancipadoras doctrinas del anarquismo… sin bombas! ...

En la línea 569
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –No; verás, verás si logro explicártelo. Tú estabas enamorado, sin saberlo por supuesto, de la mujer, del abstracto, no de esta ni de aquella; al ver a Eugenia, ese abstracto se concretó y la mujer se hizo una mujer y te enamoraste de ella, y ahora vas de ella, sin dejarla, a casi todas las mujeres, y te enamoras de la colectividad, del género. Has pasado, pues, de lo abstracto a lo concreto y de lo concreto a lo genérico, de la mujer a una mujer y de una mujer a las mujeres. ...

En la línea 1833
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Le creo, Yáñez! —exclamó la muchacha—. ¿Qué importa que haya sido tan atroz su pasado? Yo haré de él otro hombre. Abandonaré mi isla y él abandonará Mompracem e iremos tan lejos que no volverán a oír hablar de nosotros. Viviremos juntos, olvidados de todos, pero felices y nadie sabrá nunca que el marido de la Perla de Labuán es el antiguo Tigre de la Malasia. ¡Sí, seré su esposa y lo amaré siempre! ...

En la línea 1955
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —No llores, amor mío -le decía-, yo te haré feliz. Nos iremos lejos de estas islas, enterraremos el pasado y jamás volveremos a oír hablar de mis piratas ni de Mompracem. Mi gloria, mi poderío, mis sangrientas venganzas, mi temido nombre, todo lo olvidaré por ti. Refrenaré los ímpetus de mi salvaje naturaleza, abandonaré el mar del que me creía el amo. Te daré una nueva isla, más alegre, porque te amo. ...

En la línea 31
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... En la época en que se produjeron estos acontecimientos me hallaba yo de regreso de una exploración científica emprendida en las malas tierras de Nebraska, en los Estados Unidos. En mi calidad de profesor suplente del Museo de Historia Natural de París, el gobierno francés me había delegado a esa expedición. Tras haber pasado seis meses en Nebraska, llegué a Nueva York, cargado de preciosas colecciones, hacia finales de marzo. Mi regreso a Francia estaba fijado para los primeros días de mayo. En espera del momento de partir, me ocupaba en clasificar mis riquezas mineralógicas, botánicas y zoológicas. Fue entonces cuando se produjo el incidente del Scotia. ...

En la línea 137
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... ¿Cual era la opinión de Ned Land sobre la cuestión del monstruo marino? Debo confesar que no creía apenas en el unicornio y que era el único a bordo que no compartía la convicción general. Incluso evitaba hablar del tema, sobre el que le abordé un día. Era el 30 de julio, es decir, a las tres semanas de nuestra partida, y la fragata se hallaba a la altura del cabo Blanco, a treinta millas a sotavento de las costas de la Patagonia. Habíamos pasado ya el trópico de Capricornio, y el estrecho de Magallanes se abría a menos de setecientas millas al sur. Antes de ocho días, el Abraham Lincoln se hallaría en aguas del Pacífico. ...

En la línea 192
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -¡Bah! -respondía-, no hay nada, señor Aronnax, y aunque existiese ese animal, ¿qué posibilidades tenemos de verlo, corriendo, como lo estamos haciendo, a la aventura? Se ha dicho que se vio a esa bestia en los altos mares del Pacífico, lo que estoy dispuesto a admitir, pero han pasado ya más de dos meses desde ese hallazgo, y a juzgar por el temperamento de su narval no parece gustarle enmohecerse en los mismos parajes. Parece estar dotado de una prodigiosa facilidad de desplazamiento. Y usted sabe mejor que yo, señor profesor, que la naturaleza no hace nada sin sentido; por eso, no habría dado a un animal lento por constitución la facultad de moverse rápidamente si no tuviera la necesidad de utilizar esa facultad. Luego, si la bestia existe, debe estar ya lejos. ...

En la línea 227
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Jadeábamos, sumidos en el silencio y la inmovilidad, más por el estupor que por el pánico. El animal se nos acercaba con facilidad. Dio luego una vuelta a la fragata cuya marcha era entonces de catorce nudos y la envolvió en su resplandor eléctrico como en una polvareda luminosa. Se alejó después a unas dos o tres millas, dejando una estela fosforescente comparable a los torbellinos de vapor que exhala la locomotora de un expreso. De repente, desde los oscuros límites del horizonte, a los que había ido a buscar impulso, el monstruo se lanzó hacia el Abraham Lincoln con una impresionante rapidez, se detuvo bruscamente a unos veinte pies de sus cintas, y se apagó, no abismándose en las aguas, puesto que su resplandor no sufrió ninguna degradación, sino súbitamente y como si la fuente de su brillante efluvio se hubiera extinguido de repente. Luego reapareció al otro lado del navío, ya fuera por haber dado la vuelta en torno al mismo o por haber pasado por debajo de su casco. En cualquier momento podía producirse una colisión de nefastos efectos para nosotros. ...

En la línea 347
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Una noche estaba sentado en el rincón de la chimenea, con mi pizarra, haciendo extraordinarios esfuerzos para escribir una carta a Joe. Me parece que eso fue cosa de un año después de nuestra caza del hombre por los marjales, porque había pasado ya bastante tiempo y a la sazón corría el invierno y helaba. Con el alfabeto junto al hogar y a mis pies para poder consultar, logré, en una o dos horas, dibujar esta epístola: ...

En la línea 393
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Cuando hubo pasado esta escena emocionante, Joe continuó diciendo: ...

En la línea 749
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... El sonido de una campana distante, combinado con el eco de una llamada o de un grito que resonó en el corredor por el cual yo había pasado, interrumpió y fue causa de que Estella me dijera: ...

En la línea 782
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — ¿De manera que ya han pasado todos esos días? - dijo, sin mostrarse sorprendida ni asombrada. ...

En la línea 87
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Señor ‑siguió diciendo en tono solemne‑, la pobreza no es un vicio: esto es una verdad incuestionable. Pero también es cierto que la embriaguez no es una virtud, cosa que lamento. Ahora bien, señor; la miseria sí que es un vicio. En la pobreza, uno conserva la nobleza de sus sentimientos innatos; en la indigencia, nadie puede conservar nada noble. Con el indigente no se emplea el bastón, sino la escoba, pues así se le humilla más, para arrojarlo de la sociedad humana. Y esto es justo, porque el indigente se ultraja a sí mismo. He aquí el origen de la embriaguez, señor. El mes pasado, el señor Lebeziatnikof golpeó a mi mujer, y mi mujer, señor, no es como yo en modo alguno. ¿Comprende? Permítame hacerle una pregunta. Simple curiosidad. ¿Ha pasado usted alguna noche en el Neva, en una barca de heno? ...

En la línea 92
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¿Que por qué no estoy en una oficina, señor? ‑dijo Marmeladof, dirigiéndose a Raskolnikof, como si la pregunta la hubiera hecho éste‑ ¿Dice usted que por qué no trabajo en una oficina? ¿Cree usted que esta impotencia no es un sufrimiento para mí? ¿Cree usted que no sufrí cuando el señor Lebeziatnikof golpeó a mi mujer el mes pasado, en un momento en que yo estaba borracho perdido? Dígame, joven: ¿no se ha visto usted en el caso… en el caso de tener que pedir un préstamo sin esperanza? ...

En la línea 169
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Hacía quince días que su patrona no le enviaba la comida, y ni siquiera le había pasado por la imaginación ir a pedirle explicaciones, aunque se quedaba sin comer. Nastasia, la cocinera y única sirvienta de la casa, estaba encantada con la actitud del inquilino, cuya habitación había dejado de barrer y limpiar hacía tiempo. Sólo por excepción entraba en la buhardilla a pasar la escoba. Ella fue la que lo despertó aquella mañana. ...

En la línea 210
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Yo estaba desesperada, pero ¿qué podía hacer? Por otra parte, yo no sabía toda la verdad. El mal estaba en que Dunetchka, al entrar el año pasado en casa de los Svidrigailof como institutriz, había pedido por adelantado la importante cantidad de cien rublos, comprometiéndose a devolverlos con sus honorarios. Por lo tanto, no podía dejar la plaza hasta haber saldado la deuda. Dunia (ahora ya puedo explicártelo todo, mi querido Rodia) había pedido esta suma especialmente para poder enviarte los sesenta rublos que entonces necesitabas con tanta urgencia y que, efectivamente, te mandamos el año pasado. Entonces te engañamos diciéndote que el dinero lo tenía ahorrado Dunia. No era verdad; la verdad es la que te voy a contar ahora, en primer lugar porque nuestra suerte ha cambiado de pronto por la voluntad de Dios, y también porque así tendrás una prueba de lo mucho que te quiere tu hermana y de la grandeza de su corazón. ...

En la línea 149
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Además, me he enterado, por casualidad, de una parte de un secreto de familia. El francés sacó efectivamente de apuros al general el año pasado, facilitándole treinta mil rublos para completar la suma que éste debía al Estado, cuando presentó la dimisión de su empleo. Naturalmente, el general se halla a merced suya, pero ahora, sobretodo ahora, es la señorita Blanche la que desempeña el principal papel en todo eso. Estoy seguro de no equivocarme. ...

En la línea 919
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Según, dicen, ella tiene un montón de dinero que presta a interés y aumenta el capital. No te acuso, Praskovia. Tú no eres quien envió los telegramas, y del pasado no me quiero acordar. Sé que tienes mal carácter. Eres una verdadera avispa, pequeña. Cuando picas, envenenas. Pero tengo lástima de ti, pues yo quería mucho a Catalina, tu madre. Pues bien, ¿quieres? Abandona todo esto y ven conmigo. Creo que no está bien que vivas ahora con el general. ...

En la línea 940
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Fui a mi habitación y me tendí en la cama. Permanecí así una media hora, sin duda, echado de espaldas, las manos tras la nuca. La catástrofe se había desencadenado y era necesario reflexionar. Resolví hablar seriamente con Paulina. ¿Era, pues, verdad eso del francés? ¿Qué podía haber pasado entre los dos? ¡Paulina y Des Grieux! ¡Señor, sería posible! ...

En la línea 965
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Todo aquello fue algo extraño, tumultuoso, y hasta trágico para mí. Al menos las sigo considerando así hasta el momento actual, aunque, desde otro punto de vista, y sobre todo juzgando según el torbellino en que me agitaba entonces, sean a lo más un poco excepcionales. Pero lo que me parece más milagroso es el modo cómo me he comportado respecto a esos acontecimientos. ¡No consigo todavía comprenderlo! Todo eso pasó volando, como un sueño —incluso mi pasión—. Sin embargo, era una pasión fuerte y sincera… pero ¿qué ha sido de ella? No queda nada, hasta el punto que algunas veces se me ocurre la siguiente idea: “¿No habré perdido la cabeza y pasado todo ese período en algún manicomio? ¿Quizá me hallo en él todavía, de modo que ‘todo eso no existe' y continúa no existiendo, no es más que una ilusión…?” ...

En la línea 216
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Me llamo Jean Valjean: soy presidiario. He pasado en presidio diecinueve años. Estoy libre desde hace cuatro días y me dirijo a Pontarlier. Vengo caminando desde Tolón. Hoy anduve doce leguas a pie. Esta tarde, al llegar a esta ciudad, entré en una posada, de la cual me despidieron a causa de mi pasaporte amarillo, que había presentado en la alcaldía, como es preciso hacerlo. Fui a otra posada, y me echaron fuera lo mismo que en la primera. Nadie quiere recibirme. He ido a la cárcel y el carcelero no me abrió. Me metí en una perrera, y el perro me mordió. Parece que sabía quién era yo. Me fui al campo para dormir al cielo raso; pero ni aun eso me fue posible, porque creí que iba a llover y que no habría un buen Dios que impidiera la lluvia; y volví a entrar en la ciudad para buscar en ella el quicio de una puerta. Iba a echarme ahí en la plaza sobre una piedra, cuando una buena mujer me ha señalado vuestra casa, y me ha dicho: llamad ahí. He llamado: ¿Qué casa es ésta? ¿Una posada? Tengo dinero. Ciento nueve francos y quince sueldos que he ganado en presidio con mi trabajo en diecinueve años. Pagaré. Estoy muy cansado y tengo hambre: ¿queréis que me quede? ...

En la línea 247
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - ¡Ah, señor cura! -exclamó el viajero-. Antes de entrar aquí tenía mucha hambre; pero sois tan bueno, que ahora no sé lo que tengo. El hambre se me ha pasado. ...

En la línea 290
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... ¿Qué había pasado en su alma? ...

En la línea 308
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... ¿Tenía conciencia el presidiario de todo lo que había pasado en él, y de todas las emociones que experimentaba? Preguntas profundas y obscuras para que este hombre rudo a ignorante pudiera responder. Había demasiada ignorancia en Jean Valjean para que, aun después de tanta desgracia, no quedase mucha vaguedad en su espíritu. Ni aun sabía exactamente lo que por él pasaba. Jean Valjean estaba en las tinieblas; sufría en las tinieblas; odiaba en las tinieblas. Vivía habitualmente en esta sombra, a tientas, como un ciego, como un soñador. Solamente a intervalos recibía súbitamente, de sí mismo o del exterior, un impulso de cólera, un aumento de padecimiento, un pálido y rápido relámpago que iluminaba toda su alma y que le mostraba, entre los resplandores de una luz horrible, los negros precipicios y las sombrías perspectivas de su destino. ...

En la línea 100
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Una mañana, a orillas del Pelly, cuando estaban colocando los arreos, Dolly, que nunca había destacado en nada, se volvió loca de repente. El anuncio de -su estado fue un prolongado y desgarrador aullido que a los demás perros les puso los pelos de punta, tras lo cual se abalanzó directamente sobre Buck. Él nunca había visto a un perro volverse rabioso ni tenía motivos para tener miedo a la enfermedad; pero presintió el horror y huyó presa del pánico. Salió disparado en línea recta, con Dolly, que jadeaba y echaba espuma, pisándole los talones; ni ella podía darle alcance, tanto era el terror que lo poseía, ni él lograba distanciarla, tal era la locura de ella. Como una exhalación, Buck se adentró en el monte del centro de la isla, alcanzó el extremo opuesto, atravesó un cauce lleno de hielo rugoso en dirección a otra isla, llegó a una tercera, giró hacia el río principal y, en su desesperación, empezó a cruzarlo. Y todo el tiempo, aunque no la veía, la oía gruñir a sólo un cuerpo por detrás. François lo llamó desde quinientos metros de distancia y Buck volvió sobre sus pasos, siempre con un cuerpo de ventaja, jadeando penosamente y con toda su esperanza puesta en François. El guía tenía el hacha preparada en la mano y, cuando hubo pasado Buck, la descargó sobre el cráneo de la enloquecida Dolly. ...

En la línea 123
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Pero Buck tenía una cualidad que suplía la corpulencia, y era la imaginación. Luchaba por instinto, pero también era capaz de pelear con raciocinio. Atacó como si intentase el anterior truco del hombro, pero en el último instante se agachó sobre la nieve y sus dientes apresaron la pata delantera izquierda de Spitz. Hubo un crujido de hueso que se quiebra, y el perro blanco le hizo frente con tres patas. Por tres veces intentó Buck derribarlo, y después repitió el último truco y le quebró a Spitz la otra pata delantera. Éste, pese al dolor y a su precario estado, luchó desesperadamente por mantenerse en pie. Veía que el círculo silencioso, del que se elevaba el vaho plateado de las respiraciones, se aproximaba a él con los ojos brillantes y la lengua afuera, tal y como había visto en el pasado círculos similares cercando a adversarios vencidos. ...

En la línea 166
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... A los treinta días de haber salido de Dawson, el correo de Salt Water, con Buck y sus compañeros al frente, llegó a Skaguay. Estaban en un estado lamentable, agotados y exhaustos. El peso de Buck se había reducido de sesenta y cinco a cincuenta kilos. El resto de los perros, aun pesando menos, habían perdido relativamente más peso que él. Pike, el tramposo, que se había pasado la vida fingiendo y que tantas veces había logrado hacer creer que tenía una pata herida, cojeaba ahora de verdad. Sol-leks andaba paticojo, y Dub tenía una paletilla dislocada. ...

En la línea 171
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck los observó con aprensión mientras acababan de desmontar la tienda y cargaban el trineo. Lo hacían todo con gran despliegue de gestos, pero sin un método eficaz. La tienda fue enrollada formando un bulto tres veces más voluminoso de lo que podía haber sido. Guardaron los platos de lata sin fregarlos. Mercedes revoloteaba continuamente saliendo al paso a los hombres y no paraba de charlar haciéndoles reproches y dándoles consejos. Cuando ya habían colocado una bolsa con ropa en la parte delantera del trineo, Mercedes sugirió que debería ir en la de atrás; y una vez puesta allí la bolsa y quedar tapada por otros dos bultos, descubrió que le había pasado por alto guardar unas prendas que sólo podían ir en ella, así que hubo que descargarla otra vez. ...

En la línea 44
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... »El alma, al encarnar, olvida toda su larga historia anterior, que, según parece, no le serviría de estímulo sino de desconsuelo, y haría imposible sus relaciones con muchos de sus semejantes, pues es de clavo pasado que el interfecto no soportaría la vista de su asesino, el marido engañado la de su infiel, el comerciante la de su cajero ladrón; e inconcuso que quien en otras vidas tropezó y cayó, perdería en la actual con este recuerdo la moral para regenerarse. El alma, pues, come “la flor de loto”, pero no olvida en realidad ciertas cosas, según afirman los teorizantes. ...

En la línea 198
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... -No ha sido nada, ya estoy bien; ¿te ha pasado a ti algo por el estilo? ...

En la línea 206
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... »El doctor Wilde recuerda de un estudiante de Medicina, alumno de la Salpetriere, quien, para preparar su tesis sobre el fenómeno referido (Paramesis ou fausse reconnaissance) publicó en 1897 un cuestionario de 36 artículos, con el fin de saber en qué circunstancias físicas y morales y con ocasión de qué accidentes las personas que le respondieran habían experimentado esa extraña impresión, en virtud de la cual, el mismo hecho se les había presentado como pasado y presente al propio tiempo, teniendo ellas además la clara visión de lo que iba a suceder, como si lo recordaran de golpe (cita a Dickens). ...

En la línea 212
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Hícela gracia de una explicación de mi docto amigo Wilde, según el cual el hecho de la doble vista anacrónica del mismo objeto en el pasado y en el presente, depende del pasaje al sensorio común, por dos vías diferentes, de una misma percepción, alojándose primero la que llegaba antes, transmitida directamente por el nervio óptico, y después la que hubiera recorrido vías combinadas: de esta suerte la primera sería más antigua con relación a la otra. ...

En la línea 297
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Lucía esperaba que la hablasen, y su mirada lo pedía. Pero como el viajero no pareciese dispuesto a realizar sus esperanzas, se resolvió ella, pasado algún tiempo, a volver a la carga, exclamando: ...

En la línea 307
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -No, porque como él no lo sabe, y como han pasado horas y ya estará andando quizá para unirse a usted, y no podremos avisarle, y el tren se detiene brevísimos momentos en esas estaciones… no me parece acertado. Además, que tendrían ustedes acaso que quedarse los dos en una estación mezquina, esperando otro tren… Ese recurso no es aceptable. ...

En la línea 412
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Así que el batir de la puerta hubo anunciado a Lucía que estaba sola del todo, y que sus ojos se fijaron en la habitación desconocida, mal alumbrada por las bujías, desvaneciósele la especie de mareo del viaje; recordó su cuartico de León, sencillo, pero primoroso como una taza de plata, con su pila, sus santos, sus matas de reseda, su costurero y su armario de cedro, monumental y atestado de ropa limpia. Vinósele también a la memoria su padre, Carmela, Rosarito, todo el dulce pasado. Sintiose entonces triste, muy triste; la asaltaron miedos y terrores indefinibles, pero fortísimos; pareciole su situación extraña y peligrosa, preñado de amenazas el presente, obscuro el porvenir. Dejose caer en una butaca y clavó en las luces la mirada fija y vacía de los que se absorben en penosa meditación. ...

En la línea 762
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... A un tiempo comenzaron Pilar y Miranda la temporada termal, si bien con método tan distinto como lo requería la diferencia de sus males. Miranda hubo de beber las aguas hirvientes y enérgicas de la Reja-Grande, sometiéndose a la vez a un complicado sistema de afusiones locales, baños y duchas, mientras la anémica absorbía a pequeñas dosis la picante linfa, gaseosa y ferruginosa del manantial de las Señoras. Estableciose desde entonces una lucha perenne entre Pilar y los que la acompañaban. Eran necesarios esfuerzos heroicos para contenerla e impedir que hiciese la vida de las bañistas del gran tono, que ocupaban el día entero en lucir trajes y divertirse. Desde este punto de vista, fue funesta a Pilar la presencia en Vichy de seis u ocho españolas conocidas que aún aprovechaban allí el fin de la estación. Era pasado ya lo mejor y más brillante de ésta; las corridas, el tiro de pichón, las grandes excursiones en calesas y ómnibus al Borbonés, comenzadas en Agosto, concluían en los primeros días de Septiembre. Pero quedaban aún los conciertos en el Parque, el gran paseo por la avenida pavimentada de asfalto, las fiestas nocturnas en el Casino, el teatro, que, próximo a cerrarse, se veía más concurrido cada vez. Pilar se moría por reunirse a la docena de compatriotas de distinción que revoloteaban en el efímero torbellino de los placeres termales. El médico de consulta a quien se habían dirigido en Vichy, al par que recomendaba las distracciones a Miranda, prohibía severamente a la anémica todo género de excitación, encargándole mucho que procurase aprovechar el carácter semi rural de la villa para hacer vida de campo en lo posible, acostándose con las gallinas y madrugando con el sol. Exigía este régimen mucha constancia y, sobre todo, una persona que, continuamente al lado de la rebelde enferma, no descuidase ni un segundo el obligarla a seguir las prescripciones del facultativo. Ni Miranda ni Perico servían para el caso. Miranda cubría las formas sociales exhortando a Pilar a «cuidarse» y «no hacer tonterías», todo ello dicho con el calor ficticio que muestran los egoístas cuando se trata de la salud ajena. Perico se enojaba de ver a su hermana echando en saco roto las advertencias del doctor, cosa que podía alargar la cura, y por ende la estancia en Vichy, pero no era capaz de vigilarla y de atender a que cumpliese las órdenes recibidas. Decíale a veces: ...

En la línea 252
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Y Fix refirió lo que había pasado entre el criado y él con motivo del pasaporte. ...

En la línea 596
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Este valiente indio expuso entonces algunos pormenores sobre la víctima. Era una india de célebre belleza y de raza parsi, hija de ricos comercianes de Bombay. Había recibido en esta ciudad una educación absolutamente inglesa y por sus modales y su instrucción hubiera pasado por europea. Se llamaba Aouida. ...

En la línea 868
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... En cuanto a Picaporte, bien se puede presumir a que cólera se entregaría durante ese tiempo de prueba. ¡Hasta entonces todo había marchado bien! La tierra y el agua parecían haber estado a disposición de su amo. Vapores y ferrocarriles, todo le obedecía. El viento y el vapor se habían concertado para favorecer su viaje. ¿Había llegado la hora de los desengaños? Picaporte, como si debieran salir de su bolsillo, no vivía las veinte mil libras de la apuesta ya. Aquella tempestad lo exasperaba, la ráfaga lo enfurecía, y de buen grado hubiera azotado a aquel mar tan desobediente. ¡Pobre mozo! Fix le ocultó cuidadosamente su satisfacción personal, e hizo bien, porque, si Picaporte hubiera adivinado la alegría secreta de Fix, éste lo hubiera pasado mal. ...

En la línea 1278
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -¡Corriente! -dijo para sí, después de pasado el primer momento de ira-. El mandamiento no sirve para aquí, pero me servirá en Inglaterra. Ese bribón tiene trazas de volver a su patria, creyendo haber desorientado a la policía. Bien. Le seguiré hasta allí. En cuanto al dinero, Dios quiera que le quede algo, porque en viajes, primas, procesos, multas, elefantes y gastos de toda clase, mi hombre ha dejado ya más de cinco mil libras por el camino. En fin de cuentas, el banco es rico. ...


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