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La palabra parrtirr
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Comó se escribe parrtirr o partir?

Cual es errónea Partir o Parrtirr?

La palabra correcta es Partir. Sin Embargo Parrtirr se trata de un error ortográfico.

La falta ortográfica detectada en la palabra parrtirr es que se ha eliminado o se ha añadido la letra r a la palabra partir

Más información sobre la palabra Partir en internet

Partir en la RAE.
Partir en Word Reference.
Partir en la wikipedia.
Sinonimos de Partir.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Partir

Cómo se escribe partir o parrtirr?

Algunas Frases de libros en las que aparece partir

La palabra partir puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 398
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y sacaba de su faja el curvo acero puro y brillante: una herramienta de fino temple y corte sutilísimo, que, según afirmaba Barret, podía partir en el aire un papel de fumar. ...

En la línea 1883
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Había algo mejor -y esto lo pensaba Batiste sonriendo-: él no debía partir el producto satisfaciendo arrendamiento alguno, pues tenía franquicia por dos años. ...

En la línea 213
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¡Oh, la vida dura de continuos riesgos, la necesidad de ganarse el pan luchando con la oscuridad, con las tempestades y con el hombre, que era el peor de los enemigos! Un ruido a lo lejos, una voz, el aleteo de los pajarracos nocturnos, el chillido de las alimañas invisibles, el ladrido de un perro, les hacían ocultarse, tenderse en el suelo entre los jarales punzantes, sofocados por el peso de la mochila. Al partir del campo fronterizo de Gibraltar pagaban por trasponer la línea del resguardo. Los venales encargados de la vigilancia les imponían contribución según su clase: tantas pesetas a los mochileros, tantos duros a la gente de a caballo. Partían todos al mismo tiempo, después de depositar la ofrenda en ciertas manos que salían de unas mangas con galones de oro, y peones y jinetes, todo el ejército del contrabando, abríase como el varillaje de un abanico en la sombra de la noche, tomando distintos caminos para esparcirse por Andalucía. Pero quedaba lo difícil: el peligro de tropezar con las rondas volantes que no habían participado del soborno y se esforzaban por cortar el paso a los defraudadores y hacer buena presa de sus cargas. Los caballistas infundían miedo porque contestaban a tiros al ¡quién vive!, y eran los indefensos mochileros los que sufrían toda la persecución. ...

En la línea 1262
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Capítulo VIII Una intriga de corteSin embargo, las cuarenta pistolas del rey Luis XIII, como todas las cosas de este mundo, después de haber tenido un comienzo habían tenido un fin, y a partir de ese fin nuestros cuatro compañeros habían caído en apuros. ...

En la línea 1590
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... » -Está bien, que cada cual se retire ahora a su casa -dijo D'Artag nan como si no hubiera hecho otra cosa en toda su vida que ordenar-, y atención, porque a partir de este momento, henos aquí enfrentados al card enal. ...

En la línea 2487
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Vitray -dijo-, vais a partir inmediatamente para Londres. ...

En la línea 2504
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Athos, que nada había dicho hasta entonces por miedo a que D'Artagnan, inquieto a su vez no hubiera tenido el tiempo que necesitaba, Athos declaró a partir de ese momento que se llamaba Athos y no D'Ar tagan . ...

En la línea 380
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... En diciendo esto nos estrechamos la mano, y, al partir, le dije que no había pasaje de la Biblia tan difícil de entender como las mismas notas puestas para aclararla, y que nunca hubiese sido escrita si no bastara a iluminar por sí sola el entendimiento de toda clase de personas. ...

En la línea 1307
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Una mañana, cuando Antonio ensillaba el macho y se disponía a partir, supuse yo, por los negocios de Egipto, le dije: —Esta casa es muy extraña, y no lo es menos la gente que vive en ella. ...

En la línea 1707
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Continuamos hablando casi toda la noche; a la mañana siguiente me dispuse a partir, pero mi compañero me aconsejó que me quedase allí todo el día. ...

En la línea 2756
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... —Se susurra que no somos cristianos—respondió—y han venido para persignarse al vernos partir. ...

En la línea 1883
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... ¿Pude yo prevenir esta traición? ¿Pude, por ventura, caer en imaginarla? No, por cierto; antes, con grandísimo gusto, me ofrecí a partir luego, contento de la buena compra hecha. ...

En la línea 2032
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Díjele, al partir, a don Fernando que por el mesmo camino de aquélla podía verme otras noches, pues ya era suya, hasta que, cuando él quisiese, aquel hecho se publicase. ...

En la línea 4108
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Pues, ¿no sería vuesa merced -replicó ella- uno de los que a pie quedo sirviesen a su rey y señor, estándose en la corte? -Mira, amiga -respondió don Quijote-: no todos los caballeros pueden ser cortesanos, ni todos los cortesanos pueden ni deben ser caballeros andantes: de todos ha de haber en el mundo; y, aunque todos seamos caballeros, va mucha diferencia de los unos a los otros; porque los cortesanos, sin salir de sus aposentos ni de los umbrales de la corte, se pasean por todo el mundo, mirando un mapa, sin costarles blanca, ni padecer calor ni frío, hambre ni sed; pero nosotros, los caballeros andantes verdaderos, al sol, al frío, al aire, a las inclemencias del cielo, de noche y de día, a pie y a caballo, medimos toda la tierra con nuestros mismos pies; y no solamente conocemos los enemigos pintados, sino en su mismo ser, y en todo trance y en toda ocasión los acometemos, sin mirar en niñerías, ni en las leyes de los desafíos; si lleva, o no lleva, más corta la lanza, o la espada; si trae sobre sí reliquias, o algún engaño encubierto; si se ha de partir y hacer tajadas el sol, o no, con otras ceremonias deste jaez, que se usan en los desafíos particulares de persona a persona, que tú no sabes y yo sí. ...

En la línea 4550
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Sancho, que vio partir a su amo para tomar carrera, no quiso quedar solo con el narigudo, temiendo que con solo un pasagonzalo con aquellas narices en las suyas sería acabada la pendencia suya, quedando del golpe, o del miedo, tendido en el suelo, y fuese tras su amo, asido a una acción de Rocinante; y, cuando le pareció que ya era tiempo que volviese, le dijo: -Suplico a vuesa merced, señor mío, que antes que vuelva a encontrarse me ayude a subir sobre aquel alcornoque, de donde podré ver más a mi sabor, mejor que desde el suelo, el gallardo encuentro que vuesa merced ha de hacer con este caballero. ...

En la línea 328
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Pocos días después, vi partir otro destacamento de esos soldados, análogos a bandidos, que iban de expedición contra una tribu de indios acampados junto a las Salinas Pequeñas. Un cacique prisionero fue quien hizo traición a éstos, indicando la presencia de dicha tribu. El español que trajo la orden de marchar era un hombre muy inteligente. Me dio algunos detalles acerca del último encuentro al cual había asistido. ...

En la línea 341
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 8 de septiembre 1833.- Me convengo con un gaucho para que me acompañe durante mi viaje hasta Buenos Aires; me cuesta no poco trabajo encontrar uno. Ya es un padre que no quiere dejar partir a su hijo; ya vienen a participarme que otro, que parecía dispuesto a ir conmigo, es tan cobarde que si ve a lo lejos un avestruz lo tomará por un indio y huirá inmediatamente. Desde Bahía Blanca a Buenos Aires hay unas 400 millas (640 kilómetros), y así siempre se atraviesa un país deshabitado. Salimos una mañana muy temprano. Después de una ascensión de algunos centenares de pies, para salir de la hondonada de verde césped donde se asienta Bahía Blanca, entramos en una extensa llanura desolada. Está cubierta de restos de rocas calcáreas y arcillosas, pero el clima es tan seco que apenas se ven algunas matas de hierba marchita, sin un solo árbol, sin un solo tallar que rompa su monotonía. El tiempo es hermoso, pero la atmósfera está muy caliginosa. Creía yo que ese estado atmosférico presagiaba una tormenta; el gaucho me 19 Azara duda que los indios de las Pampas hayan usado nunca los arcos y las flechas dijo que ese estado se debe al incendio de la llanura a una gran distancia en el interior. ...

En la línea 425
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 2 de octubre.- Cruzamos Corunda; los admirables jardines que la rodean hacen de ella uno de los pueblos más bonitos que he visto en mi vida. A partir de ese punto, hasta Santa Fe, el camino deja de ser seguro. El lado occidental del Paraná, subiendo hacia el norte, deja de estar habitado; por eso los indios hacen frecuentes algaradas y asesinan a todos los viajeros que encuentran. Por otra parte, la naturaleza del país favorece muchísimo para tales expediciones, pues termina la pradera y la sustituye una especie de bosque de mimosas. Pasamos por delante de algunas casas que han sido saqueadas y desde entonces permanecen desiertas: Vemos también un espectáculo que causa la satisfacción más intensa a mis guías: el esqueleto de un indio colgando de la rama de un árbol; aún penden de los huesos tiras de piel seca. ...

En la línea 468
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 16 de octubre.- Pocas leguas más abajo de Rosario comienza en la orilla occidental del Paraná una línea de escarpes verticales que se extiende hasta más allá de San Nicolás; por eso, más bien parece estarse en el mar que en un río. Estando las márgenes del Paraná formadas por tierras muy blandas, las aguas son fangosas, lo cual disminuye la belleza de ese río. El Uruguay, por el contrario, corre a través de una país granítico; así, sus aguas son mucho más claras. Cuando estos dos ríos se reúnen para formar el río de la Plata, durante largo tiempo se pueden distinguir las aguas de ambos por su matiz negro y rojo. Por la noche, el viento se hace poco favorable, sin embargo, como de costumbre, nos detenemos inmediatamente; al otro día reina un viento muy fuerte, pero con buena dirección para nosotros; sin embargo, el patrón está muy reacio para pensar en partir. Habíaseme dicho en Bajada que era un hombre difícil de emocionarse; no me engañaron, pues soporta todos los aplazamientos con admirable resignación. Es un viejo español establecido desde hace mucho tiempo en este país. ...

En la línea 13764
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y cantó: Lasciami, lasciami oh lasciami partir. ...

En la línea 376
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Los últimos meses de Calixto III se compartían entre la cruzada y la sucesión al reino de Nápoles. Reclamó en una Bula como feudo vacante «el reino de Sicilia desde el Faro acá» o sea Nápoles, a partir del estrecho de Mesina. Don Pedro Luis empezó a alistar tropas de voluntarlos para hacer una demostración bélica contra dicho reino. ...

En la línea 447
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Tú eres digna de un dios de un héroe; yo no soy más que un mortal lleno de debilidades, y el corazón del hombre es siempre cambiante. A tu lado hay demasiada felicidad para mí; una paz olímpica. Y tal vez por eso mismo necesito la lucha, el sufrimiento, y te digo como el poeta, en las delicias de la Venusberg: «Diosa, te amo… Déjame partir.» ...

En la línea 467
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Insúltame; lo merezco. Despréciame: soy un perturbado… Pero deja que me marche. La felicidad perpetua que gozo aquí me parece una esclavitud, y ser libre es ahora mi único deseo. Siento vergüenza al pensar lo mal que colocaste tu cariño. Me conozco; soy un Ingrato, un miserable; mas para bien tuyo te repito mi suplica: «Diosa, déjame partir.» ...

En la línea 685
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... A partir de este viaje, empezó Rodrigo de Borja a tropezar con la influencia, cada vez más grande, del cardenal Juliano de la Royere. Los dos eran igualmente hábiles, de carácter enérgico y pocos escrúpulos, con arréalo a la política de entonces, pero Borja llevaba la ventaja de su serenidad majestuosa, su valor tranquilo, su cautela, que le hacía contenerse a tiempo y no decir palabras irreparables. Juliano era más impetuoso, y parecía repulsivo a muchos por sus cóleras sombrías y sus venganzas. Adivinando Borja que Rovere preparaba su candidatura para el Papado, empezó también. a pensar en su próxima persona como aspirante a la tiara. ...

En la línea 226
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Gentleman -volvió a decir Flimnap-, ha llegado el momento más difícil para mí. Vamos a partir para la capital, y necesito recordarle que la continuación de su existencia no es aun cosa segura. Falta saber que opinión formarán de usted las altas personalidades del Consejo Ejecutivo. Pero yo tengo cierta confianza, porque el corazón justo y fuerte de las mujeres es siempre piadoso con la debilidad y la ignorancia del hombre. Además, cuento con la buena impresión que producirá su aspecto. ...

En la línea 235
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Los tripulantes de las máquinas voladoras se unieron a esta ovación haciendo evolucionar sus quiméricas bestias en torno del rostro de Gillespie. Pasaban tan cerca, que este tuvo que echar atrás su cabeza por dos veces, temiendo que le cortase la nariz una de aquellas alas escamosas con sus puntas agudas como cuchillos. Las muchachas del casquete dorado y larga pluma saludaban con risas los movimientos inquietos del gigante. Pero una orden venida de abajo acabo con estos juegos, restableciendo el silencio. Todavía la traductora rugió su última orden, antes de partir. ...

En la línea 249
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... A partir de este momento la nube fue tomando para él contornos fijos. Salieron poco a poco de la vaporosa vaguedad grandes palacios blancos, torres con cúpulas brillantes, toda una metrópoli altísima, en la que los edificios parecían de proporciones desmesuradas, sin duda porque sus pequeños habitantes, por la ley del contraste, sentían el ansia de lo enorme. ...

En la línea 330
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Poco a poco cesaron los estornudos y pudo reanudarse el desfile. A partir de este incidente, pareció que el público había perdido todo interés por los objetos del gigante. Avanzaron dos portadores, uno tras del otro, llevando un fuerte palo sobre sus hombros y colgando de tal sostén el reloj de bolsillo del Hombre-Montaña. Los oyentes más cultos no necesitaron las explicaciones del inventario. Cuantos habían leído la historia del país estaban enterados de como era esta máquina primitiva de medir el tiempo que todos los colosos traían en sus visitas. ...

En la línea 1153
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Adoración se pegaba a doña Jacinta desde que la veía entrar. Era como una idolatría el cariño de aquella chicuela. Quedábase estática y lela delante de la señorita, devorándola con sus ojos, y si esta le cogía la cara o le daba un beso, la pobre niña temblaba de emoción y parecía que le entraba fiebre. Su manera de expresar lo que sentía era dar de cabezadas contra el cuerpo de su ídolo, metiendo la cabeza entre los pliegues del mantón y apretando como si quisiera abrir con ella un hueco. Ver partir a doña Jacinta era quedarse Adoración sin alma, y Severiana tenía que ponerse seria para hacerla entrar en razón. Aquel día le llevó la dama unas botitas muy lindas, y prometió llevarle otras prendas, pendientes y una sortija con un diamante fino del tamaño de un garbanzo; más grande todavía, del tamaño de una avellana. ...

En la línea 4081
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Cuando pasó a decir a Severiana que estaba servida, esta había concluido de limpiar la sala. Como había tan mal olor allí, trajeron una paletada de carbones encendidos, y echando un puñado de espliego, la pasearon por toda la casa, desde el pasillo hasta la cocina. Después del sahumerio, Fortunata entró a ver a Mauricia, a quien encontró muy mal, en un estado de decaimiento y postración muy visibles. El médico, que llegó entonces, la examinó detenidamente, observando hinchazón en las piernas y en el vientre. La parálisis agitante crecía de una manera aterradora. Antes de partir, el doctor habló con Guillermina en la sala, diciéndole que aquello no podía menos de acabar mal, y que a todo tirar, tiraría dos días… Acercábase Fortunata para enterarse de esto, cuando vio entrar inesperadamente a una persona cuya presencia le hizo el efecto de una descarga eléctrica. ...

En la línea 5470
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... El interés con que doña Lupe esperaba noticias de la pájara mala y de si sacaba bien o mal el pollo, no podrá ser comprendido sin tener en cuenta las grandes ideas que en aquellos días despuntaban en el caletre de la insigne señora. Su entendimiento excelso sugeríale determinaciones para todos los casos, y medios de armonizar los hechos con los principios en la medida de lo posible. Era su lema que debemos partir siempre de la realidad de las cosas, y sacrificar lo mejor a lo bueno, y lo bueno a lo posible. Esto lo había aprendido en la experiencia de los negocios, la cual se aplica con éxito a los asuntos morales, del mismo modo que el ejercicio de las matemáticas y la agilidad gimnástica que dan al entendimiento, facilitan el estudio de la filosofía. ...

En la línea 1322
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Ordenaba la presencia de milady Isabel y milady Juana Grey cuando quería jugar o platicar, y las despedía cuando se fatigaba de ellas, con el aire del que está familiarizada con tales actos. Ya no lo confundía el que estos encumbrados personajes le besaran la mano al partir. ...

En la línea 57
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Grande fue la emoción causada por la noticia. No se concedieron ni veinticuatro horas de plazo al comandante Farragut. Sus víveres estaban a bordo. Sus pañoles desbordaban de carbón. La tripulación contratada estaba al completo. No había más que encender los fuegos, calentar y zarpar. No se le habría perdonado una media jornada de retraso. El comandante Farragut no deseaba otra cosa que partir. ...

En la línea 195
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Por fin nos hallábamos en el escenario de la última aparición del monstruo. A partir de entonces puede decirse que ya no se vivía a bordo. Los corazones latían furiosamente, incubando futuros aneurismas incurables. La tripulación entera sufría una sobreexcitación nerviosa de la que yo no podría dar una pálida idea. No se comía ni se dormía. Veinte veces al día, un error de apreciación, una ilusión óptica de algún marinero encaramado a una cofa, causaban un súbito alboroto, y estas emociones, veinte veces repetidas, nos mantenían en un estado de eretismo demasiado violento para no provocar una próxima recesión. Y, en efecto, la reacción no tardó en producirse. Durante tres meses, tres meses de los que cada día duraba un siglo, el Abraham Lincoln surcó todos los mares septentrionales del Pacífico, corriendo tras de las ballenas señaladas, procediendo a bruscos cambios de rumbo, virando súbitamente de uno a otro bordo, parando repentinamente sus máquinas, forzando o reduciendo el vapor alternativamente, con riesgo de desnivelar su maquinaria, y sin dejar un punto inexplorado desde las costas del Japón a las de América. ¡Y nada! ¡Nada más que la inmensidad de las olas desiertas! Nada que se asemejara a un narval gigantesco, ni a un islote submarino, ni a un resto de naufragio, ni a un escollo fugaz ni a nada sobrenatural. ...

En la línea 342
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Hacia la una de la mañana me sentía ya totalmente extenuado, con los miembros rígidos por el efecto de unos violentos calambres. Conseil tuvo que sostenerme, y a partir de ese momento nuestra conservación pesó exclusivamente sobre él. Pronto oí jadear al pobre muchacho. Su respiración se tornó corta y rápida, y eso me hizo comprender que no podría resistir ya mucho más tiempo. ...

En la línea 579
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Ahora, permítame acabar lo que quiero decirle. Yo le conozco, señor Aronnax. Si no sus compañeros, usted, al menos, no tendrá tantos motivos de lamentarse del azar que le ha ligado a mi suerte. Entre los libros que sirven a mis estudios favoritos hallará usted el que ha publicado sobre los grandes fondos marinos. Lo he leído a menudo. Ha llevado usted su obra tan lejos como le permitía la ciencia terrestre. Pero no sabe usted todo, no lo ha visto usted todo. Déjeme decirle, señor profesor, que no lamentará usted el tiempo que pase aquí a bordo. Va a viajar usted por el país de las maravillas. El asombro y la estupefacción serán su estado de ánimo habitual de aquí en adelante. No se cansará fácilmente del espectáculo incesantemente ofrecido a sus ojos. Voy a volver a ver, en una nueva vuelta al mundo submarino (que, ¿quién sabe?, quizá sea la última), todo lo que he podido estudiar en los fondos marinos tantas veces recorridos, y usted será mi compañero de estudios. A partir de hoy entra usted en un nuevo elemento, verá usted lo que no ha visto aún hombre alguno (pues yo y los míos ya no contamos), y nuestro planeta, gracias a mí, va a entregarle sus últimos secretos. ...

En la línea 436
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Dichas estas palabras, se arrojó sobre mí como un águila sobre un cabrito, y a partir de aquel momento mi rostro fue sumergido varias veces en agua, enjabonado, sobado, secado con toallas, aporreado, atormentado y rascado hasta que casi perdí el sentido. Y aquí viene bien observar que tal vez soy la persona que conoce mejor, en el mundo entero, el efecto desagradable de una sortija de boda cuando roza brutalmente contra un cuerpo humano. ...

En la línea 900
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... En el rellano, muy grande, que había entre la estancia de la señorita Havisham y la otra en que estaba la gran mesa vi una silla de jardín, provista de ruedas, y que otra persona podía empujar por el respaldo. Había sido colocada allí a partir de mi última visita, y aquel mismo día uno de mis deberes fue el de pasear a la señorita Havisham en aquella silla de ruedas, eso en cuanto se hubo cansado de andar, apoyada en su bastón y en mi hombro, por su propia estancia y por la inmediata en que había la mesa. Hacíamos una y otra vez este recorrido, que a veces llegaba a durar hasta tres horas sin parar. Insensiblemente menciono ya esos paseos como muy numerosos, porque pronto se convino que yo iría a casa de la señorita Havisham todos los días alternados, al mediodía, para dedicarme a dicho menester, y ahora puedo calcular que así transcurrieron de ocho a diez meses. ...

En la línea 918
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Yo me sorprendí al observar que entonaba esta canción mientras empujaba la silla con ruedas por la estancia. Y ocurrió que fue tan de su gusto, que empezó a cantarla a su vez y en voz tan baja como si la entonara en sueños. A partir de aquel momento fue ya costumbre nuestra el cantarla mientras íbamos de un lado a otro, y muchas veces Estella se unía a nosotros, mas nuestras voces eran tan quedas, aunque cantábamos los tres a coro, que en la vieja casa hacíamos mucho menos ruido que el producido por un pequeño soplo de aire. ...

En la línea 1123
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Confieso que esperaba que mi hermana le acusara y que sentí el mayor desencanto al comprobar que no ocurría tal cosa. Ella manifestó el mayor deseo de reconciliarse con él y mostró la mayor satisfacción por tenerlo delante; además indicó que le diésemos algo que beber. Le observaba con la mayor atención, como deseosa de cerciorarse de que aceptaba de buena gana aquella acogida, y exteriorizó cuanto le fue posible el deseo de congraciarse con él, cual pudiera hacerlo un niño que quiere ponerse a bien con un maestro de mal carácter. A partir de entonces, raro era el día en que mi hermana dejaba de dibujar el martillo en la pizarra y que Orlick no apareciese andando encorvado, para permanecer un rato ante ella, como si no supiese más que yo mismo qué pensar de todo aquello. ...

En la línea 234
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Procuraré vivir cerca de vosotros, pues aún tengo que decirte lo más agradable, Rodia. Precisamente por serlo lo he dejado para el final de la carta. Has de saber, querido hijo, que seguramente nos volveremos a reunir los tres muy pronto, y podremos abrazarnos tras una separación de tres años. Está completamente decidido que Dunia y yo nos traslademos a Petersburgo. No puedo decirte la fecha exacta de nuestra salida, pero puedo asegurarte que está muy próxima: tal vez no tardemos más de ocho días en partir. Todo depende de Piotr Petrovitch, que nos avisará cuando tenga casa. Por ciertas razones, desea que la boda se celebre cuanto antes, lo más tarde antes de la cuaresma de la Asunción. ...

En la línea 354
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Todos suben a la carreta de Mikolka entre bromas y risas. Ya hay seis arriba, y todavía queda espacio libre. En vista de ello, hacen subir a una campesina de cara rubicunda, con muchos bordados en el vestido y muchas cuentas de colores en el tocado. No cesa de partir y comer avellanas entre risas burlonas. ...

En la línea 355
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... La muchedumbre que rodea a la carreta ríe también. Y, verdaderamente, ¿cómo no reírse ante la idea de que tan escuálido animal pueda llevar al galope semejante carga? Dos de los jóvenes que están en la carreta se proveen de látigos para ayudar a Mikolka. Se oye el grito de ¡Arre! y el caballo tira con todas sus fuerzas. Pero no sólo no consigue galopar, sino que apenas logra avanzar al paso. Patalea, gime, encorva el lomo bajo la granizada de latigazos. Las risas redoblan en la carreta y entre la multitud que la ve partir. Mikolka se enfurece y se ensaña en la pobre bestia, obstinado en verla galopar. ...

En la línea 2594
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «La vieja no significa nada -se dijo fogosamente‑. Esto tal vez sea un error, pero no se trata de ella. La vieja ha sido sólo un accidente. Yo quería salvar el escollo rápidamente, de un salto. No he matado a un ser humano, sino un principio. Y el principio lo he matado, pero el salto no lo he sabido dar. Me he quedado a la parte de aquí; lo único que he sabido ha sido matar. Y ni siquiera esto lo he hecho bien del todo, al parecer… Un principio… ¿Por qué ese idiota de Rasumikhine atacará a los socialistas? Son personas laboriosas, hombres de negocios que se preocupan por el bienestar general… Sin embargo, sólo se vive una vez, y yo no quiero esperar esa felicidad universal. Ante todo, quiero vivir. Si no sintiese este deseo, sería preferible no tener vida. Al fin y al cabo, lo único que he hecho ha sido negarme a pasar por delante de una madre hambrienta, con mi rublo bien guardado en el bolsillo, esperando la llegada de la felicidad universal. Yo aporto, por decirlo así, mi piedra al edificio común, y esto es suficiente para que me sienta en paz… ¿Por qué, por qué me dejasteis partir? Tengo un tiempo determinado de vida y quiero también… ¡Ah! Yo no soy más que un gusano atiborrado de estética. Sí, un verdadero gusano y nada más.» ...

En la línea 1023
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Me miró con aire pensativo, pero creo que no me había comprendido siquiera. Hice alusión a Paulina Alexandrovna, a los niños. El contestó muy aprisa. “¡Sí, sí!”, pero comenzó en seguida a hablar del príncipe que iba a partir con Blanche y… ...

En la línea 1049
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... “Mademoiselle —escribía Des Grieux—, circunstancias desagradables me obligan a partir inmediatamente. ...

En la línea 1095
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... A partir de aquel momento ya no puedo recordar la cuantía de mis posturas ni la serie de mis ganancias. ...

En la línea 338
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Al día siguiente de su libertad, en Grasse, vio delante de la puerta de una destilería de flores de naranjo algunos hombres que descargaban unos fardos. Ofreció su trabajo. Era necesario y fue aceptado. Se puso a trabajar. Era inteligente, robusto, ágil, trabajaba muy bien; su empleador parecía estar contento. Pero pasó un gendarme, lo observó y le pidió sus papeles. Le fue preciso mostrar el pasaporte amarillo. Hecho esto, volvió a su trabajo. Un momento antes había preguntado a un compañero cuánto ganaba al día; 'treinta sueldos', le había respondido. Llegó la tarde, y como debía partir al día siguiente por la mañana, se presentó al dueño y le rogó que le pagase. Este no pronunció una palabra, y le entregó quince sueldos. Reclamó y le respondieron: 'Bastante es eso para ti'. Insistió. El dueño lo miró fijamente, y le dijo: '¡Cuidado con la cárcel!' ...

En la línea 71
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... A Buck lo habían colocado a propósito entre Dave y Sol-leks para que pudiese aprender de ellos. Si él era un buen alumno, competentes eran sus maestros, que nunca lo dejaban persistir en el error y reforzaban sus enseñanzas con sus afilados dïentes. Dave era justo y muy sagaz. Nunca mordía a Buck sin motivo y nunca dejaba de hacerlo cuando hacía falta. Como lo respaldaba el látigo de François, Buck encontró que le salía más barato enmendarse que rebelarse. En una ocasión, durante un breve alto, quedó enredado en las correas y demoró la salida; Dave y Sol-leks se abalanzaron sobre él y le administraron una buena paliza. La consecuencia fue un enredo todavía peor, pero a partir de aquel momento Buck tuvo buen cuidado de mantener las correas en orden; y antes de que se acabara el día tenía tan dominada la maniobra que sus mentores casi dejaron de vigilarle. El látigo de François restallaba con menos frecuencia, y Perrault le hizo a Buck el honor de levantarle las patas para examinárselas con cuidado. ...

En la línea 99
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Las patas de Buck no eran tan resistentes y duras como las de los huskies. Las suyas se habían ablandado a lo largo de muchas generaciones a partir del día en que su último antepasado salvaje fue domesticado por un cavernícola o un hombre del río. Durante todo el día cojeaba con dolor y, una vez armado el campamento, se dejaba caer como muerto. A pesar del hambre, ni se movía para ir a buscar su ración de pescado, y François tenía que llevársela. También todas las noches después de la cena, dedicaba media hora a frotarle a Buck las plantas de los pies, y hasta sacrificó la parte más alta de sus mocasines para hacerle unos a Buck. Aquello le supuso un gran alivio y provocó incluso una mueca parecida a una sonrisa en el rostro curtido de Perrault una mañana en que, habiendo François olvidado los mocasines, Buck se tumbó de espaldas, agitando las cuatro patas en el aire, y se negó en redondo a moverse sin ellos. Con el tiempo, las patas se le endurecieron y aquel tosco calzado fue olvidado para siempre. ...

En la línea 151
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... A Buck aquello no le gustaba, pero resistía bien el esfuerzo movido por el mismo orgullo que Dave y Sol-leks ponían en el trabajo, y se ocupaba de que los demás, con orgullo o sin él, colaboraran con la parte que les tocaba. Era una vida monótona que funcionaba con la regularidad de una máquina. Los días eran todos iguales. Todas las mañanas, a una hora determinada, entraban en acción los cocineros, se encendían las hogueras y se desayunaba. Luego, mientras unos levantaban el campamento, otros enganchaban a los perros, y, una hora antes de que el cielo oscureciera anunciando el amanecer, se habían puesto en marcha. Por la noche se instalaba el campamento. Unos montaban las tiendas, otros cortaban la leña y las ramas de pino para los jergones, y otros acarreaban agua o hielo para los cocineros. También se daba de comer a los perros. Para ellos, aquél era el hecho más importante del día, aunque después de comer y durante una o dos horas, les gustaba vagar todos juntos (eran más de un centenar) sin nada que hacer por los alrededores del campamento. Algunos eran valientes luchadores, pero, después de tres peleas con los más fieros, Buck adquirió la posición dominante, y a partir de entonces, cuando erizaba el pelo y enseñaba los dientes, los demás se apartaban de su camino. ...

En la línea 153
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... A veces, en su ensoñación, tumbado y pestañeando, tenía la impresión de que las llamas eran de otro fuego y de que junto a él veía a un individuo distinto del cocinero mestizo que tenía delante. Este otro hombre tenía las piernas más cortas y los brazos más largos, músculos fibrosos y nudosos en lugar de redondeados y prominentes. El cabello de este hombre era largo y enmarañado y, bajo él, su cráneo retrocedía hacia atrás a partir de los ojos. Emitía unos sonidos extraños y parecía tenerle pavor a la oscuridad, que escudriñaba continuamente aferrando en la mano, suspendida a medio camino entre la rodilla y el pie, un garrote con una pesada piedra en el extremo. Estaba casi desnudo, y una andrajosa piel chamuscada le colgaba de la espalda, pero un vello espeso le cubría el cuerpo. En algunas zonas, como el pecho y los hombros, y por la parte exterior de los brazos y los muslos, el vello estaba tan apelmazado que más parecía una piel gruesa. No tenía el tronco erguido, sino que desde las caderas se inclinaba hacia adelante sobre unas piernas que se doblaban por las rodillas. Había en aquel cuerpo una agilidad, o elasticidad, casi felina, y tenía la actitud alerta de quien vive en constante temor y sobresalto por lo que ve y lo que no ve. ...

En la línea 1630
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Imposible. Si queréis partir, al coche. ...

En la línea 1697
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Al partir el 'China' se llevaba, al parecer, la última esperanza de Phileas Fogg. ...


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Las Reglas Ortográficas de la R y la RR

Entre vocales, se escribe r cuando su sonido es suave, y rr, cuando es fuerte aunque sea una palabra derivada o compuesta que en su forma simple lleve r inicial. Por ejemplo: ligeras, horrores, antirreglamentario.

En castellano no es posible usar más de dos r


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