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La palabra muco
Cómo se escribe

Comó se escribe muco o mucho?

Cual es errónea Mucho o Muco?

La palabra correcta es Mucho. Sin Embargo Muco se trata de un error ortográfico.

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Más información sobre la palabra Mucho en internet

Mucho en la RAE.
Mucho en Word Reference.
Mucho en la wikipedia.
Sinonimos de Mucho.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Mucho

Cómo se escribe mucho o muco?

Algunas Frases de libros en las que aparece mucho

La palabra mucho puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 163
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y subió veloz por la escalerilla, después de recomendar mucho a Pepeta que pasase alguna vez por allí para recordar juntas las cosas de la huerta. ...

En la línea 233
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Antes, mucho antes, había sido el propietario de todo aquello un gran señor, que al morir depositó sus pecados y sus fincas en el seno de la comunidad; y ahora, ¡ay!, pertenecían a don Salvador, un vejete de Valencia, que era el tormento del tío Barret, pues hasta en sueños se le aparecía. ...

En la línea 298
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Lo sentía mucho; pero él también era pobre. ...

En la línea 306
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Lo sentía mucho, pero no podía hacer otra cosa. ...

En la línea 64
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Pues que no beban, ¡porra!, que nos dejen tranquilos, sin exigirnos que disfracemos nuestros vinos; los guardaremos almacenados para que envejezcan tranquilamente, y estoy seguro de que algún día nos harán justicia viniendo a buscarlos de rodillas... Esto ha cambiado mucho. La Inglaterra debe de estar perdida. No necesito que me lo digas; demasiado lo veo yo aquí recibiendo visitas. Antes venían menos ingleses a la bodega; pero los viajeros eran gentes de distinción: _lores_ y _loresas_, los que menos. Daba gloria ver con qué aire de señorío se _apimplaban_. ¡Copa de aquí, para hacer un pedido! ¡copa de allá, para comparar!, y así iban por la bodega, serios como sacerdotes, hasta que a la salida tenían que tumbarlos en el calesín para llevarles a la fonda. ...

En la línea 105
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Fermín le temía sin odiarle. Veía en él un enfermo, «un degenerado», capaz de los mayores extravagancias por su exaltación religiosa. Para Dupont, el amo lo era por derecho divino, como los antiguos reyes. Dios quería que existiesen pobres y ricos, y los de abajo debían obedecer a los de arriba, porque así lo ordenaba una jerarquía social de origen celeste. No era tacaño en asuntos de dinero, antes bien, se mostraba generoso en la remuneración de los servicios, aunque su largueza tenía mucho de veleidosa e intermitente, fijándose más en el aspecto simpático de las personas que en sus méritos. Algunas veces, al encontrar en la calle a obreros despedidos de sus bodegas, indignábase porque no le saludaban. «¡Tú!--decía imperiosamente;--aunque no estés en mi casa, tu deber es saludarme siempre, porque fui tu amo». ...

En la línea 129
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Don Fernando Salvatierra--dijo con voz trémula, haciendo esfuerzos por contener su indignación--fue mi maestro y le debo mucho. Además, es el mejor amigo de mi padre, y yo sería un desagradecido sin entrañas si no fuese a verle después de sus desgracias. ...

En la línea 233
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El señor Fermín, influido por sus antiguos respetos a las jerarquías históricas, admiraba a aquel noble y alegre vividor. Estaba devorando los últimos restos de la gran fortuna de su familia, y había influido en el casamiento de su hermana con Dupont, para tener así un refugio cuando le llegase la hora de la total ruina. Su nobleza era de lo más antiguo de Jerez. El pendón de las Navas de Tolosa que sacaban con gran pompa de la casa municipal en determinadas fiestas, lo había ganado a golpes de hacha uno de sus ascendientes. Su título de marqués llevaba el nombre del santo patrón de la ciudad. En su estirpe figuraban toda clase de glorias: amigos de monarcas; Adelantados que infundían miedo a la morisma; virreyes de las Indias, santos arzobispos, almirantes de las galeras reales; pero el alegre marqués daba de barato tantos honores y tan preclaros ascendientes, pensando que hubiera sido mejor para él poseer una fortuna como la de su cuñado Dupont, aunque sin las obligaciones y trabajos de éste. Vivía en un caserón señorial, último resto de una fortaleza sarracena, restaurada y transformada por sus abuelos. En los salones, casi vacíos, sólo quedaban como recuerdos del antiguo esplendor algunos tapices astrosos, cuadros negruzcos con santos ensangrentados en posturas horripilantes, sillerías de estilo Imperio con la seda deshilachada; todo lo que no habían querido los corredores de antigüedades de Sevilla, a los que llamaba el marqués en sus momentos de apuro. Lo demás, trípticos y tablas, espadas y armaduras de los Torreroel de la Reconquista, las riquezas exóticas traídas de las Indias por los virreyes, y los regalos que varios monarcas de Europa habían hecho a sus abuelos, embajadores que dejaron en las cortes más famosas el recuerdo de su fastuosidad principesca, todo había ido desapareciendo después de noches terribles en que la fortuna le volvía la espalda en la mesa de juego, consolándose de su desgracia con _juergas_ estruendosas, de las que hablaba Jerez durante mucho tiempo. ...

En la línea 129
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... ¿Qué es eso de vivir por término medio? Yo, sí, pienso vivir mucho, tanto como el más pintado de nuestros ilustres ascendientes; pero no pienso vivir por término medio, sino todo entero, como salí del vientre de mi madre. ...

En la línea 228
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Cuervo, además de tener asegurado el pan de cada día, se sentía hombre de influencia; muchos personajes de provincias y algunos de la corte que tenían en Laguna residencia de verano estimaban a Cuervo en lo mucho que valía y a una recomendación suya atendían muchas veces antes que a la de un elector con docenas de votos. ...

En la línea 328
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... En la cocina, en quintana, en el huerto, señales alegres del próximo festín; mucho hervor de pucheros, la gran olla en medio del hogar, como dirigiendo el concierto de bajos profundos de los respetables cacharros, cuyas tapas palpitaban a la lumbre; la cocinera de encargo, la especialista, Pepa la Tuerta, del color de un tizón arrogante, malhumorada, sin contestar a los saludos, activa y enérgica, dirigiendo a los improvisados marmitones y a la maritornes de por vida; postrimeros ayes de algún volátil, víctima propiciatoria, que habría de estar guisado a la hora de la cena; espectáculo suculento, aunque trágico, de patos y gallinas sumidos en crueles calderos, asomando picos y patas, como en son de protesta, entre las llamas, o bien dignos, solemnes, en su silencio de muerte, atravesados por instrumentos que recuerdan la tiranía romana y la Inquisición; supinos sobre aparatos de hierro que son símbolos del martirio, capones y perdices más tostados que otra cosa, que parecen testigos de una fe que los hombres somos incapaces de explicarnos; allá fuera restos de la res descuartizada; las pieles de los conejos, el testuz del carnero, las escamas de los pescados, las plumas de las aves, las conchas de los mariscos, los desperdicios, de las legumbres; y por todas partes, buen olor, un ruido de cucharas y vajillas que es una esperanza del estómago; cristal que se lava, plata que se friega, platos que se limpian. ...

En la línea 335
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Así es la aldea; mucho estrépito. ...

En la línea 55
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Y pese a los edictos, las ordenanzas y los arrestos, vedle capitán de los mosqueteros, es decir, jefe de una legión de Césares a quien el rey hace mucho caso y a quien el señor cardenal teme, precisamente él que, como todos saben, no teme a nada. ...

En la línea 238
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Era el amigo del rey, que honraba mucho, como todos saben, la memoria de su padre Enrique IV. ...

En la línea 240
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Era mucho para el honor, pero mediano para el bienestar. ...

En la línea 314
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Por hábito, hablaba poco y lentamente, saluda ba mucho, reía sin estrépito mostrando sus dientes, que tenía hermosos y de los que, como del resto de su persona, parecía tener el mayor cuidado. ...

En la línea 64
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Demostrados los muchos y graves obstáculos que se oponen para que la administracion de justicia en Filipinas sea tan pronta cual es de desear ante el tribunal superior, ó sea de segunda y tercera instancia, se sigue manifestar los mas graves que median en los juzgados inferiores, pues aunque distintos en mucho á los enunciados, no son ni menos graves y dignos de la atencion del Gobierno como aquellos, y de la consideracion de los Cuerpos colejisladores en su dia, para que se procure removerlos en cuanto ser pueda, y al darse la ley especial para nuestras provincias de Ultramar, se tengan presentes y en lo que el Gobierno haya dejado de hacer, se perfeccione la obra, y queden removidos completamente, empezando una nueva marcha mas análoga y propia de los adelantos de aquellas provincias, y que les facilite consumar la rejeneracion perfecta de un ramo tan importante como el de que se trata, y sacar de él los frutos que todos apetecen y corresponde. ...

En la línea 83
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Tambien es preciso advertir que hay provincias con quienes por remotas y de poca utilidad para el comercio en jeneral, apenas habia otro medio de comunicacion que los barcos del alcalde; pero generalizado ya el comercio de cabotaje, es de necesidad destruir en un todo en las provincias de las Islas ese sistema absurdo y perjudicial (que lo es ya y mucho) de alcaldes y correjidores comerciantes, y variarlo, como se dirá; porque solo personas instruidas en lejislacion, en máximas de buen gobierno, en principios de justicia, y en los de una buena educacion y prudencia, son las que pueden administrar bien y pronta justicia en sus distritos; dedicarse á la estadistica de unos paises, que despues de tres siglos que los poseemos, están poco menos que incógnitos; promover los medios de regularizar las poblaciones y hermosearlas; formar planes de útil reforma y fomento en la agricultura, industria y navegacion, y procurar la paz y sosiego de las Islas, para la conservacion y propia prosperidad, por medios mas sólidos y estables que los hasta aqui conocidos, pues las luces é ilustracion de aquellas provincias asi lo demandan, y la justicia lo aconseja. ...

En la línea 108
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Entre lo que importe este abono y el sueldo señalado, es seguro no se grave al tesoro público de ningun modo, pues reunidas ambas asignaciones, no llegan ni con mucho en las mas de las provincias á lo que hoy perciben de haber los alcaldes mayores y correjidores que no administran justicia, porque por mas buenos deseos que se les suponga, su ignorancia en las fórmulas judiciales y sus ocupaciones mercantiles no se lo permiten. ...

En la línea 173
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Quítese de una vez ese comercio á los jueces de las provincias, y el tesoro público ganará mucho, y no menos los pueblos oprimidos por su autoridad, quienes solo asi verán en sus alcaldes y correjidores unos padres desvelados por su bien y felicidad, dedicados esclusivamente al cumplimiento de su ministerio, el cual bien servido facilitará á los indios toda la felicidad y abundancia de que pueden gozar si se les reforma el sistema de juzgados, como se ha indicado en la primera parte sobre administracion de justicia, porque las circunstancias de los pueblos, su poblacion y riqueza naciente asi lo exijen ya, para destruir los obstáculos que se oponen al desarrollo de tan interesantes objetos en toda estension. ...

En la línea 129
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Lo primero que publicó fué su obra sobre gitanos, en la que había trabajado mucho durante su permanencia en España. ...

En la línea 166
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... En la mañana del 26 de julio de 1881, el matrimonio se fué a Lowestoft a sus asuntos, dejando a Borrow completamente solo; mucho les rogó que no se fueran, porque se sentía morir; pero le dijeron que ya otras veces había expresado igual temor sin fundamento alguno. ...

En la línea 252
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Esto es decir mucho, muchísimo; porque España ha sufrido lo que Nápoles no ha tenido nunca que sufrir, y, sin embargo, su suerte ha sido muy diferente de la de Nápoles. ...

En la línea 263
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Dejó de ser el verdugo y se convirtió en el banquero de Roma; y los pobres españoles, que siempre estiman como un privilegio pagar cuentas ajenas, miraron durante mucho tiempo como una gran ventura que les permitieran saciar la rapaz avidez de Roma, que durante el siglo pasado sacó, probablemente, de España más dinero que de todo el resto de la cristiandad. ...

En la línea 29
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Oyendo lo cual mi amigo, dándose una palmada en la frente y disparando en una carga de risa, me dijo: -Por Dios, hermano, que agora me acabo de desengañar de un engaño en que he estado todo el mucho tiempo que ha que os conozco, en el cual siempre os he tenido por discreto y prudente en todas vuestras aciones. ...

En la línea 93
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo don Quijote de la Mancha En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. ...

En la línea 107
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... En resolución, él se enfrascó tanto en su letura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio. ...

En la línea 111
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Decía mucho bien del gigante Morgante, porque, con ser de aquella generación gigantea, que todos son soberbios y descomedidos, él solo era afable y bien criado. ...

En la línea 26
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... El paisaje que rodea a Santo Domingo tiene una belleza que se está muy lejos de esperar, cuando se considera el carácter triste y sombrío del resto de la isla. Este pueblo está en el fondo de un valle rodeado de altas murallas descantilladas de lavas en estratos. Esos peñascos negros forman un contraste notable con el verde de nuestra vegetación que costea a un arroyuelo de un agua clarísima. Llegamos por casualidad un día de fiesta mayor y hay un inmenso gentío en el pueblo. De vuelta nos juntamos con un grupo de unas veinte negritas vestidas con mucho gusto; turbantes y grandes chales de colores vistosos hacen resaltar su piel negra y su ropa interior, tan blanca como la nieve. En cuanto nos acercamos a ellas, se vuelven, tiran los chales al suelo y se ponen a cantar coti mucha energía una canción salvaje y llevan el compás dándose golpes con las manos en las piernas. Las echamos unas cuantas monedas de vMtem, que reciben con carcajadas, y las dejamos en el momento en que prosiguen su canto con más brío aún que antes. ...

En la línea 28
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... costas. La dirección del viento en el instante de caer ese polvo, y el hecho de que siempre caiga durante el mes en que el harmattán eleva a inmensas alturas de la atmósfera espesas nubes de polvo, nos autorizan para afirmar que viene del África. Y, sin embargo (¡hecho muy singular!), aunque el profesor Ehrenberg conoce varias especies de infusorios peculiares del África, no encuentra ni una sola de esas especies en el polvo que le remití; por el contrario, encuentra en él dos especies que hasta ahora sólo se han descubierto en la América del Sur. Este polvo cae en tal cantidad, que todo lo ensucia a bordo y ofende a los ojos; algunas veces hasta oscurece la atmósfera, tanto, que se han perdido buques y estrellado contra la costa. Con frecuencia cae sobre barcos que navegan a varios centenares de millas de la costa de África, hasta más de 1.000 millas (1.600 kilómetros), y en puntos distantes más de 1.600 millas en dirección de norte a sur. Me ha sorprendido hallar en el polvo recogido a bordo de un barco, a 300 millas (480 kilómetros) de tierra, partículas de piedra de una milésima de pulgada cuadrada, mezcladas con materias más finas. En vista de ese hecho no cabe sorprenderse de la diseminación de los espórulos, mucho más pequeños y mucho más ligeros de las plantas criptógamas. ...

En la línea 28
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... costas. La dirección del viento en el instante de caer ese polvo, y el hecho de que siempre caiga durante el mes en que el harmattán eleva a inmensas alturas de la atmósfera espesas nubes de polvo, nos autorizan para afirmar que viene del África. Y, sin embargo (¡hecho muy singular!), aunque el profesor Ehrenberg conoce varias especies de infusorios peculiares del África, no encuentra ni una sola de esas especies en el polvo que le remití; por el contrario, encuentra en él dos especies que hasta ahora sólo se han descubierto en la América del Sur. Este polvo cae en tal cantidad, que todo lo ensucia a bordo y ofende a los ojos; algunas veces hasta oscurece la atmósfera, tanto, que se han perdido buques y estrellado contra la costa. Con frecuencia cae sobre barcos que navegan a varios centenares de millas de la costa de África, hasta más de 1.000 millas (1.600 kilómetros), y en puntos distantes más de 1.600 millas en dirección de norte a sur. Me ha sorprendido hallar en el polvo recogido a bordo de un barco, a 300 millas (480 kilómetros) de tierra, partículas de piedra de una milésima de pulgada cuadrada, mezcladas con materias más finas. En vista de ese hecho no cabe sorprenderse de la diseminación de los espórulos, mucho más pequeños y mucho más ligeros de las plantas criptógamas. ...

En la línea 31
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... En efecto, forman líneas de dunas menos altas, pero que avanzan mucho más lejos que las lavas antiguas; por tanto, la altura relativa de las dumas indica en cierto modo la antigüedad de las lavas. ...

En la línea 55
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... Pero, pasando los bosques, en la casa de los enanos, la linda Blancanieves lo es mucho más. ...

En la línea 69
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... Poco después, a la noche, los siete enanos regresaron a la casa y se asustaron mucho al ver a Blancanieves en el suelo, inmóvil. ...

En la línea 73
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... ¡Ten mucho cuidado y no dejes entrar a nadie cuando no estamos cerca! Cuando la reina volvió a su casa se puso frente al espejo y preguntó: ¡Espejito, espejito, de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región? Entonces, como la vez anterior, respondió: La Reina es la más hermosa de este lugar, Pero pasando los bosques, en la casa de los enanos, la linda Blancanieves lo es mucho más. ...

En la línea 73
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... ¡Ten mucho cuidado y no dejes entrar a nadie cuando no estamos cerca! Cuando la reina volvió a su casa se puso frente al espejo y preguntó: ¡Espejito, espejito, de mi habitación! ¿Quién es la más hermosa de esta región? Entonces, como la vez anterior, respondió: La Reina es la más hermosa de este lugar, Pero pasando los bosques, en la casa de los enanos, la linda Blancanieves lo es mucho más. ...

En la línea 39
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Cierto que nuestro esfuerzo para integrar el sistema no podía tener en Francia el eco que aquí tuvo la interpretación seca y descarnada de las purezas e impurezas del natural, porque Francia poderosa impone su ley en todas las artes; nosotros no somos nada en el mundo, y las voces que aquí damos, por mucho que quieran elevarse, no salen de la estrechez de esta pobre casa. ...

En la línea 48
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Desarróllase la acción de La Regenta en la ciudad que bien podríamos llamar patria de su autor, aunque no nació en ella, pues en Vetusta tiene Clarín sus raíces atávicas y en Vetusta moran todos sus afectos, así los que están sepultados como los que risueños y alegres viven, brindando esperanzas; en Vetusta ha transcurrido la mayor parte de su existencia; allí se inició su vocación literaria; en aquella soledad melancólica y apacible aprendió lo mucho que sabe en cosas literarias y filosóficas: allí estuvieron sus maestros, allí están sus discípulos. ...

En la línea 90
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Su obra es grande y rica, y el que esto escribe no acertaría a encerrarla en una clara síntesis, por mucho empeño que en ello pusiera. ...

En la línea 227
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Celedonio que en alguna ocasión, aprovechando un descuido, había mirado por el anteojo del Provisor, sabía que era de poderosa atracción; desde los segundos corredores, mucho más altos que el campanario, había él visto perfectamente a la Regenta, una guapísima señora, pasearse, leyendo un libro, por su huerta que se llamaba el Parque de los Ozores; sí, señor, la había visto como si pudiera tocarla con la mano, y eso que su palacio estaba en la rinconada de la Plaza Nueva, bastante lejos de la torre, pues tenía en medio de la plazuela de la catedral, la calle de la Rúa y la de San Pelayo. ...

En la línea 109
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Su madre, la viuda, disimulaba también, porque si el caprichoso galán dejaba a su hija el desengaño podía hacerla mucho mal; la enfermedad, acaso oculta, podía reaparecer, tal vez incurable. ...

En la línea 191
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Juan no se sublevaba, pero le dolía mucho. ...

En la línea 48
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... «No venga, general-doctor—le escribían sus íntimos—. Esto ha cambiado mucho. La gente ya no aclama su nombre; y si viene, tal vez lo perjudiquen.» ...

En la línea 57
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Era un amontonamiento internacional, en el que figuraban desocupados de todos los países; gentes de historia novelesca las más de las veces, sin ninguna instrucción sólida, hablando numerosos Idiomas y habiendo viajado mucho para ver superficialmente las naciones e interesarse sólo por sus gran-des hoteles y sus altas clases sociales. ...

En la línea 65
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El amigo de madame Pineda se daba cuenta del concepto que tenían de él muchos hombres y mujeres con los que hablaba en comidas y bailes. Sólo decían que era simpático y distinguido; pero Claudio leía algo más en el silencio continuador de tales palabras. Como la viuda argentina era rica, tal vez le creían protegido por sus amorosas larguezas. Esto no era pecado ni defecto entre las gentes de dicho mundo. Casi aumentaba a los ojos de las señoras el valor de un hombre dándole el atractivo de una alhaja cara, de todo objeto de lujo que cuesta mucho dinero. ...

En la línea 117
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Cuando su sobrino le habló de la viuda de Pineda, dueña de una villa muy elegante en el camino de Montecarlo, gran dama que deseaba conocerlo por lo mucho que había oído hablar de él, tosió el canónigo con cierta malicia, queriendo dar a entender que no le era completamente ignorada dicha señora. ...

En la línea 86
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Media hora después, al volver a hundir el remo, creyó tocar una roca; pero siguió avanzando mucho tiempo, sin que la quilla del bote rozase ningún obstáculo. Empezaba a ocultarse el sol cuando llegó cerca de tierra, y fue siguiendo su contorno a unos cincuenta metros de distancia. Iba en busca de una bahía pequeña o de la desembocadura de un riachuelo para poder desembarcar, conservando su bote. ...

En la línea 106
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pasó mucho tiempo sin que la oscuridad volviera a cortarse con la menor raya de luz, y Edwin sintió el desencanto de un público cuando se convence de que es inútil esperar la continuación de un espectáculo. Volvió a tenderse, buscando otra vez el sueño; pero, al descansar la cabeza en la hierba, oyó junto a sus orejas unos trotecillos medrosos y unos gritos de susto. Hasta sintió en su cogote el roce de varios animalejos que parecían haberse librado casualmente por unos milímetros de morir aplastados. ...

En la línea 144
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - ¡Oh, Liliput! -exclamó-. ¿Quién se acuerda de ese nombre? Pertenece a la historia antigua; quedó olvidado para siempre. Si usted pudiese hablar nuestro idioma, preguntaría por Liliput a los miles de seres que nos escuchan en este momento sin entendernos, y ninguno comprendería el significado de tal palabra. Nuestra tierra se ha transformado mucho. ...

En la línea 207
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pero Gillespie estaba pensativo desde mucho antes. Se dispuso a obedecer la orden y luego se detuvo para mirar con una expresión interrogante a la universitaria. ...

En la línea 14
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Presentose en aquellos días al simpático joven la coyuntura de hacer su primer viaje a París, adonde iban Villalonga y Federico Ruiz comisionados por el Gobierno, el uno a comprar máquinas de agricultura, el otro a adquirir aparatos de astronomía. A D. Baldomero le pareció muy bien el viaje del chico, para que viese mundo; y Barbarita no se opuso, aunque le mortificaba mucho la idea de que su hijo correría en la capital de Francia temporales más recios que los de Madrid. A la pena de no verle uníase el temor de que le sorbieran aquellos gabachos y gabachas, tan diestros en desplumar al forastero y en maleficiar a los jóvenes más juiciosos. Bien se sabía ella que allá hilaban muy fino en esto de explotar las debilidades humanas, y que Madrid era, comparado en esta materia con París de Francia, un lugar de abstinencia y mortificación. Tan triste se puso un día pensando en estas cosas y tan al vivo se le representaban la próxima perdición de su querido hijo y las redes en que inexperto caía, que salió de su casa resuelta a implorar la misericordia divina del modo más solemne, conforme a sus grandes medios de fortuna. Primero se le ocurrió encargar muchas misas al cura de San Ginés, y no pareciéndole esto bastante, discurrió mandar poner de Manifiesto la Divina Majestad todo el tiempo que el niño estuviese en París. Ya dentro de la Iglesia, pensó que lo del Manifiesto era un lujo desmedido y por lo mismo quizá irreverente. No, guardaría el recurso gordo para los casos graves de enfermedad o peligro de muerte. Pero en lo de las misas sí que no se volvió atrás, y encargó la mar de ellas, repartiendo además aquella semana más limosnas que de costumbre. ...

En la línea 15
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Cuando comunicaba sus temores a D. Baldomero, este se echaba a reír y le decía: «El chico es de buena índole. Déjale que se divierta y que la corra. Los jóvenes del día necesitan despabilarse y ver mucho mundo. No son estos tiempos como los míos, en que no la corría ningún chico del comercio, y nos tenían a todos metidos en un puño hasta que nos casaban. ¡Qué costumbres aquellas tan diferentes de las de ahora! La civilización, hija, es mucho cuento. ¿Qué padre le daría hoy un par de bofetadas a un hijo de veinte años por haberse puesto las botas nuevas en día de trabajo? ¿Ni cómo te atreverías hoy a proponerle a un mocetón de estos que rece el rosario con la familia? Hoy los jóvenes disfrutan de una libertad y de una iniciativa para divertirse que no gozaban los de antaño. Y no creas, no creas que por esto son peores. Y si me apuras, te diré que conviene que los chicos no sean tan encogidos como los de entonces. Me acuerdo de cuando yo era pollo. ¡Dios mío, qué soso era! Ya tenía veinticinco años, y no sabía decir a una mujer o señora sino que usted lo pase bien, y de ahí no me sacaba nadie. Como que me había pasado en la tienda y en el almacén toda la niñez y lo mejor de mi juventud. Mi padre era una fiera; no me perdonaba nada. Así me crié, así salí yo, con unas ideas de rectitud y unos hábitos de trabajo, que ya ya… Por eso bendigo hoy los coscorrones que fueron mis verdaderos maestros. Pero en lo referente a sociedad, yo era un salvaje. Como mis padres no me permitían más compañía que la de otros muchachones tan ñoños como yo, no sabía ninguna suerte de travesuras, ni había visto a una mujer más que por el forro, ni entendía de ningún juego, ni podía hablar de nada que fuera mundano y corriente. Los domingos, mi mamá tenía que ponerme la corbata y encasquetarme el sombrero, porque todas las prendas del día de fiesta parecían querer escapárseme del cuerpo. Tú bien te acuerdas. Anda, que también te has reído de mí. Cuando mis padres me hablaron… así, a boca de jarro, de que me iba a casar contigo, ¡me corrió un frío por todo el espinazo… ! Todavía me acuerdo del miedo que te tenía. Nuestros padres nos dieron esto amasado y cocido. Nos casaron como se casa a los gatos, y punto concluido. Salió bien; pero hay tantos casos en que esta manera de hacer familias sale malditamente… ¡Qué risa! Lo que me daba más miedo cuando mi madre me habló de casarme, fue el compromiso en que estaba de hablar contigo… No tenía más remedio que decirte algo… ¡Caramba, qué sudores pasé! 'Pero yo ¿qué le voy a decir, si lo único que sé es que usted lo pase bien, y en saliendo de ahí soy hombre perdido… ?'. ...

En la línea 15
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Cuando comunicaba sus temores a D. Baldomero, este se echaba a reír y le decía: «El chico es de buena índole. Déjale que se divierta y que la corra. Los jóvenes del día necesitan despabilarse y ver mucho mundo. No son estos tiempos como los míos, en que no la corría ningún chico del comercio, y nos tenían a todos metidos en un puño hasta que nos casaban. ¡Qué costumbres aquellas tan diferentes de las de ahora! La civilización, hija, es mucho cuento. ¿Qué padre le daría hoy un par de bofetadas a un hijo de veinte años por haberse puesto las botas nuevas en día de trabajo? ¿Ni cómo te atreverías hoy a proponerle a un mocetón de estos que rece el rosario con la familia? Hoy los jóvenes disfrutan de una libertad y de una iniciativa para divertirse que no gozaban los de antaño. Y no creas, no creas que por esto son peores. Y si me apuras, te diré que conviene que los chicos no sean tan encogidos como los de entonces. Me acuerdo de cuando yo era pollo. ¡Dios mío, qué soso era! Ya tenía veinticinco años, y no sabía decir a una mujer o señora sino que usted lo pase bien, y de ahí no me sacaba nadie. Como que me había pasado en la tienda y en el almacén toda la niñez y lo mejor de mi juventud. Mi padre era una fiera; no me perdonaba nada. Así me crié, así salí yo, con unas ideas de rectitud y unos hábitos de trabajo, que ya ya… Por eso bendigo hoy los coscorrones que fueron mis verdaderos maestros. Pero en lo referente a sociedad, yo era un salvaje. Como mis padres no me permitían más compañía que la de otros muchachones tan ñoños como yo, no sabía ninguna suerte de travesuras, ni había visto a una mujer más que por el forro, ni entendía de ningún juego, ni podía hablar de nada que fuera mundano y corriente. Los domingos, mi mamá tenía que ponerme la corbata y encasquetarme el sombrero, porque todas las prendas del día de fiesta parecían querer escapárseme del cuerpo. Tú bien te acuerdas. Anda, que también te has reído de mí. Cuando mis padres me hablaron… así, a boca de jarro, de que me iba a casar contigo, ¡me corrió un frío por todo el espinazo… ! Todavía me acuerdo del miedo que te tenía. Nuestros padres nos dieron esto amasado y cocido. Nos casaron como se casa a los gatos, y punto concluido. Salió bien; pero hay tantos casos en que esta manera de hacer familias sale malditamente… ¡Qué risa! Lo que me daba más miedo cuando mi madre me habló de casarme, fue el compromiso en que estaba de hablar contigo… No tenía más remedio que decirte algo… ¡Caramba, qué sudores pasé! 'Pero yo ¿qué le voy a decir, si lo único que sé es que usted lo pase bien, y en saliendo de ahí soy hombre perdido… ?'. ...

En la línea 34
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Creció Bárbara en una atmósfera saturada de olor de sándalo, y las fragancias orientales, juntamente con los vivos colores de la pañolería chinesca, dieron acento poderoso a las impresiones de su niñez. Como se recuerda a las personas más queridas de la familia, así vivieron y viven siempre con dulce memoria en la mente de Barbarita los dos maniquís de tamaño natural vestidos de mandarín que había en la tienda y en los cuales sus ojos aprendieron a ver. La primera cosa que excitó la atención naciente de la niña, cuando estaba en brazos de su niñera, fueron estos dos pasmarotes de semblante lelo y desabrido, y sus magníficos trajes morados. También había por allí una persona a quien la niña miraba mucho, y que la miraba a ella con ojos dulces y cuajados de candoroso chino. Era el retrato de Ayún, de cuerpo entero y tamaño natural, dibujado y pintado con dureza, pero con gran expresión. Mal conocido es en España el nombre de este peregrino artista, aunque sus obras han estado y están a la vista de todo el mundo, y nos son familiares como si fueran obra nuestra. Es el ingenio bordador de los pañuelos de Manila, el inventor del tipo de rameado más vistoso y elegante, el poeta fecundísimo de esos madrigales de crespón compuestos con flores y rimados con pájaros. A este ilustre chino deben las españolas el hermosísimo y característico chal que tanto favorece su belleza, el mantón de Manila, al mismo tiempo señoril y popular, pues lo han llevado en sus hombros la gran señora y la gitana. Envolverse en él es como vestirse con un cuadro. La industria moderna no inventará nada que iguale a la ingenua poesía del mantón, salpicado de flores, flexible, pegadizo y mate, con aquel fleco que tiene algo de los enredos del sueño y aquella brillantez de color que iluminaba las muchedumbres en los tiempos en que su uso era general. Esta prenda hermosa se va desterrando, y sólo el pueblo la conserva con admirable instinto. Lo saca de las arcas en las grandes épocas de la vida, en los bautizos y en las bodas, como se da al viento un himno de alegría en el cual hay una estrofa para la patria. El mantón sería una prenda vulgar si tuviera la ciencia del diseño; no lo es por conservar el carácter de las artes primitivas y populares; es como la leyenda, como los cuentos de la infancia, candoroso y rico de color, fácilmente comprensible y refractario a los cambios de la moda. ...

En la línea 109
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Esto lo disfrutaron mucho, según lo testificaron las risas. El joven que había hablado el primero gritó a sus compañeros: ...

En la línea 130
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Al cabo de media hora se le ocurrió de pronto que el príncipe llevaba mucho tiempo ausente, y al instante comenzó a sentirse solo. Pronto se dio a escuchar anheloso y cesó de entretenerse con las preciosas cosas que lo rodeaban. Se incomodó, luego se sintió desazonado e inquieto. Si apareciera alguien y lo sorprendiera con las ropas del príncipe, sin que éste se hallara presenté para dar explicaciones, ¿no lo ahorcarían primero, para averiguar después lo ocurrido? Había oído decir que los grandes eran muy estrictos con las cosas pequeñas. Sus temores fueron creciendo más y más; al fin abrió temblando la puerta de la antecámara, resuelto a huir en busca del príncipe, y, con él, de protección y libertad. Seis magníficos caballeros de servicio y dos jóvenes pajes de elevada condición, vestidos como mariposas, se pusieron en pie al punto y le hicieran grandes reverencias. El niño retrocedió velozmente y cerró la puerta diciéndose: ...

En la línea 160
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Premie Dios tu bondad, ¡oh, rey mío!, y te guarde mucho tiempo para bien de tu reino. ...

En la línea 219
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Sí, por cierto, señora, y Su Majestad la reina le ha animado mucho en lo tocante al estado de Su Majestad, ¿no es así, mi señor? ...

En la línea 84
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Con mucho gusto. ...

En la línea 106
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Pero ¿es que crees que solo tienen quehaceres los agentes de bolsa? La vida es mucho más compleja de lo que tú te figuras. ...

En la línea 182
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... A la piadosa mención de su madre Augusto dejó las cartas sobre la mesa, y su espíritu quedó un momento en suspenso. Muchas veces su madre, aquella dulce señora, hija del infortunio, le había dicho: « Yo no puedo vivir ya mucho, hijo mío; tu padre me está llamando. Acaso le hago a él más falta que a ti. Así que yo me vaya de este mundo y te quedes solo en él tú cásate, cásate cuanto antes. Trae a esta casa dueña y señora. Y no es que yo no tenga confianza en nuestros antiguos y fieles servidores, no. Pero trae ama a la casa. Y que sea ama de casa, hijo mío, que sea ama. Hazla dueña de tu corazón, de tu bolsa, de tu despensa, de tu cocina y de tus resoluciones. Busca una mujer de gobierno, que sepa querer… y gobernarte.» ...

En la línea 235
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Echóse a la calle, y muy pronto el corazón le tocó a rebato. «¡Calla –se dijo–, si yo la había visto, si yo la conocía hace mucho tiempo; sí, su imagen me es casi innata… ! ¡Madre mía, ampárame!» Y al pasar junto a él, al cruzarse con él Eugenia, la saludó aún más con los ojos que con el sombrero. ...

En la línea 106
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Era una de esas naves pesadas llamadas juncos, de formas sin gracia y de dudosa solidez, que se usan mucho en los mares de la China. Apenas advirtió la presencia de los sospechosos paraos, contra los cuales no podía competir en velocidad, se detuvo y arboló una gran bandera. Al verla, Sandokán dio un salto adelante. ...

En la línea 378
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... ¿Qué le importaba que en Mompracem lo lloraran por muerto? ¿Qué le importaba su fiel Yáñez, cuando Mariana comenzaba a corresponderle? ¿Qué le importaba no experimentar las emociones terribles de las batallas, si ella le hacía sentir emociones mucho más sublimes? ¿Qué le importaba que lo descubrieran y que lo mataran, si todavía respiraba el mismo aire que respiraba Mariana? ...

En la línea 392
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Con un movimiento rápido abrió la ventana. Estuvo mucho tiempo absorto, y cuando volvió a la realidad ya no estaba Mariana en el parque. Comenzó a pasearse a lo largo de la habitación, con los brazos cruzados sobre el pecho y la cabeza inclinada, sumido en sombríos pensamientos. ...

En la línea 464
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Dígame, príncipe, ¿hace mucho tiempo que llegó a Labuán? ...

En la línea 110
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El acondicionamiento interior de la fragata respondía a sus cualidades náuticas. Me satisfizo mucho mi camarote, situado a popa y contiguo al cuarto de los oficiales. ...

En la línea 135
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Poco a poco, Ned se aficionó a hablar conmigo. A mí me gustaba mucho oírle el relato de sus aventuras en los mares polares. Narraba sus lances de pesca y sus combates, con una gran poesía natural. Sus relatos tomaban una forma épica que me llevaba a creer estar oyendo a un Homero canadiense cantando la Ilíada de las regiones hiperbóreas. ...

En la línea 198
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Sin embargo, no podía prolongarse mucho más tiempo esa búsqueda inútil. El Abraham Lincoln no tenía nada que reprocharse, pues había hecho todo lo posible por lograrlo. Nunca una tripulación de un buque de la marina norteamericana había dado más muestras de celo y de paciencia, y en ningún caso podía imputársele la responsabilidad de fracaso. Ya no quedaba más que regresar, y así se le comunicó al comandante, quien se mantuvo firme en su intención de persistir en su empeño. Los marineros no ocultaron entonces su descontento, de lo que se resintió el servicio, sin que ello quiera decir que se produjese una rebelión a bordo. Después de un razonable período de obstinación, el comandante Farragut, al igual que Colón en otro tiempo, pidió tres días de paciencia. Si en ese plazo no apareciera el monstruo, el timonel daría tres vueltas de rueda y el Abraham Lincoln pondría rumbo a los mares de Europa. ...

En la línea 342
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Hacia la una de la mañana me sentía ya totalmente extenuado, con los miembros rígidos por el efecto de unos violentos calambres. Conseil tuvo que sostenerme, y a partir de ese momento nuestra conservación pesó exclusivamente sobre él. Pronto oí jadear al pobre muchacho. Su respiración se tornó corta y rápida, y eso me hizo comprender que no podría resistir ya mucho más tiempo. ...

En la línea 37
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Mañana por la mañana, temprano, me traerás esa lima y víveres. Me lo entregarás todo a mí, junto a la vieja Batería que se ve allá. Harás eso y no te atreverás a decir una palabra ni a hacer la menor señal que dé a entender que has visto a una persona como yo o parecida a mí; si lo haces así, te permitiré seguir viviendo. Si no haces lo que te mando o hablas con alguien de lo que ha ocurrido aquí, por poco que sea, te aseguro que te arrancaré el corazón y el hígado, los asaré y me los comeré. He de advertirte que no estoy solo, como tal vez te has figurado. Hay un joven oculto conmigo, en comparación con el cual yo soy un ángel. Este joven está oyendo ahora lo que te digo, y tiene un modo secreto y peculiar de apoderarse de los muchachos y de arrancarles el corazón y el hígado. Es en vano que un muchacho trate de esconderse o de rehuir a ese joven. Por mucho que cierre su puerta y se meta en la cama o se tape la cabeza, creyéndose que está seguro y cómodo, el joven en cuestión se introduce suavemente en la casa, se acerca a él y lo destroza en un abrir y cerrar de ojos. En estos momentos, y con grandes dificultades, estoy conteniendo a ese joven para que no te haga daño. Créeme que me cuesta mucho evitar que te destroce. Y ahora, ¿qué dices? ...

En la línea 37
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Mañana por la mañana, temprano, me traerás esa lima y víveres. Me lo entregarás todo a mí, junto a la vieja Batería que se ve allá. Harás eso y no te atreverás a decir una palabra ni a hacer la menor señal que dé a entender que has visto a una persona como yo o parecida a mí; si lo haces así, te permitiré seguir viviendo. Si no haces lo que te mando o hablas con alguien de lo que ha ocurrido aquí, por poco que sea, te aseguro que te arrancaré el corazón y el hígado, los asaré y me los comeré. He de advertirte que no estoy solo, como tal vez te has figurado. Hay un joven oculto conmigo, en comparación con el cual yo soy un ángel. Este joven está oyendo ahora lo que te digo, y tiene un modo secreto y peculiar de apoderarse de los muchachos y de arrancarles el corazón y el hígado. Es en vano que un muchacho trate de esconderse o de rehuir a ese joven. Por mucho que cierre su puerta y se meta en la cama o se tape la cabeza, creyéndose que está seguro y cómodo, el joven en cuestión se introduce suavemente en la casa, se acerca a él y lo destroza en un abrir y cerrar de ojos. En estos momentos, y con grandes dificultades, estoy conteniendo a ese joven para que no te haga daño. Créeme que me cuesta mucho evitar que te destroce. Y ahora, ¿qué dices? ...

En la línea 50
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Mi hermana, la señora Joe, tenía el cabello y los ojos negros y el cutis tan rojizo, que muchas veces yo mismo me preguntaba si se lavaría con un rallador en vez de con jabón. Era alta y casi siempre llevaba un delantal basto, atado por detrás con dos cintas y provisto por delante de un peto inexpugnable, pues estaba lleno de alfileres y de agujas. Se envanecía mucho de llevar tal delantal, y ello constituía uno de los reproches que dirigía a Joe. A pesar de cuyo envanecimiento, yo no veía la razón de que lo llevara. ...

En la línea 57
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — ¿Hace mucho rato, Joe? ...

En la línea 132
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¿Compadecerme? ¿Por qué me han de compadecer? ‑bramó de pronto Marmeladof, levantándose, abriendo los brazos con un gesto de exaltación, como si sólo esperase este momento‑. ¿Por qué me han de compadecer?, me preguntas. Tienes razón: no merezco que nadie me compadezca; lo que merezco es que me crucifiquen. ¡Sí, la cruz, no la compasión… ! ¡Crucifícame, juez! ¡Hazlo y, al crucificarme, ten piedad del crucificado! Yo mismo me encaminaré al suplicio, pues tengo sed de dolor y de lágrimas, no de alegría. ¿Crees acaso, comerciante, que la media botella me ha proporcionado algún placer? Sólo dolor, dolor y lágrimas he buscado en el fondo de este frasco… Sí, dolor y lágrimas… Y los he encontrado, y los he saboreado. Pero nosotros no podemos recibir la piedad sino de Aquel que ha sido piadoso con todos los hombres; de Aquel que todo lo comprende, del único, de nuestro único Juez. Él vendrá el día del Juicio y preguntará: «¿Dónde está esa joven que se ha sacrificado por una madrastra tísica y cruel y por unos niños que no son sus hermanos? ¿Dónde está esa joven que ha tenido piedad de su padre y no ha vuelto la cara con horror ante ese bebedor despreciable?» Y dirá a Sonia: «Ven. Yo te perdoné… , te perdoné… , y ahora te redimo de todos tus pecados, porque tú has amado mucho.» Sí, Él perdonará a mi Sonia, Él la perdonará, yo sé que Él la perdonará. Lo he sentido en mi corazón hace unas horas, cuando estaba en su casa… Todos seremos juzgados por Él, los buenos y los malos. Y nosotros oiremos también su verbo. Él nos dirá: «Acercaos, acercaos también vosotros, los bebedores; acercaos, débiles y desvergonzadas criaturas.» Y todos avanzaremos sin temor y nos detendremos ante Él. Y Él dirá: «¡Sois unos cerdos, lleváis el sello de la bestia y como bestias sois, pero venid conmigo también!» Entonces, los inteligentes y los austeros se volverán hacia Él y exclamarán: «Señor, ¿por qué recibes a éstos?» Y Él responderá: «Los recibo, ¡oh sabios!, los recibo, ¡oh personas sensatas!, porque ninguno de ellos se ha considerado jamás digno de este favor.» Y Él nos tenderá sus divinos brazos y nosotros nos arrojaremos en ellos, deshechos en lágrimas… , y lo comprenderemos todo, entonces lo comprenderemos todo… , y entonces todos comprenderán… También comprenderá Catalina Ivanovna… ¡Señor, venga a nos el reino! ...

En la línea 167
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Al día siguiente se despertó tarde, después de un sueño intranquilo que no le había procurado descanso alguno. Se despertó de pésimo humor y paseó por su buhardilla una mirada hostil. La habitación no tenía más de seis pasos de largo y ofrecía el aspecto más miserable, con su papel amarillo y polvoriento, despegado a trozos, y tan baja de techo, que un hombre que rebasara sólo en unos centímetros la estatura media no habría estado allí a sus anchas, pues le habría cohibido el temor de dar con la cabeza en el techo. Los muebles estaban en armonía con el local. Consistían en tres sillas viejas, más o menos cojas; una mesa pintada, que estaba en un rincón y sobre la cual se veían, como tirados, algunos cuadernos y libros tan cubiertos de polvo que bastaba verlos para deducir que no los habían tocado hacía mucho tiempo, y, en fin, un largo y extraño diván que ocupaba casi toda la longitud y la mitad de la anchura de la pieza y que estaba tapizado de una indiana hecha jirones. Éste era el lecho de Raskolnikof, que solía acostarse completamente vestido y sin más mantas que su vieja capa de estudiante. Como almohada utilizaba un pequeño cojín, bajo el cual colocaba, para hacerlo un poco más alto, toda su ropa blanca, tanto la limpia como la sucia. Ante el diván había una mesita. ...

En la línea 190
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¿Has ganado mucho con tus meditaciones? ‑preguntó cuando al fin pudo hablar. ...

En la línea 204
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Un minuto después tenía la carta en la mano. Como había supuesto, era de su madre, pues procedía del distrito de R***. Estaba pálido. Hacía mucho tiempo que no había recibido ninguna carta; pero la emoción que agitaba su corazón en aquel momento obedecía a otra causa. ...

En la línea 33
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Vi cómo el introductor se deshacía en reverencias. Repetí entonces mi petición y él me reiteró —mucho más secamente esta vez—que debía aguardar. Pasado un momento, un recién llegado, austríaco al parecer, fue igualmente conducido, sin hacerlo esperar, al primer piso. Muy molesto me dirigí al cura y le declaré, perentoriamente, que puesto que Monseñor recibía, podía perfectamente ocuparse de mi asunto. El cura retrocedió, asombrado. ¿Cómo un insignificante ruso osaba ponerse al nivel de los visitantes de Monseñor? De la manera más insolente del mundo, como si estuviese muy satisfecho de poderme humillar, me miró de cabeza a pies y exclamó: —¿Cree usted, pues, que Monseñor va a dejar su café para recibirle? ...

En la línea 34
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Fui entonces yo, quien, a mi vez, exclamé en voz mucho más alta que la suya: —¡Me tiene sin cuidado el café de vuestro Monseñor! ¡Escupiría en su taza! Si usted no resuelve inmediatamente el asunto de mi pasaporte, iré a verlo a él en persona. ...

En la línea 47
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Naturalmente, en seguida hablamos de negocios. Paulina se molestó mucho al ver que no le entregaba más que setecientos florines. Estaba persuadida de que en París habría podido empeñar sus diamantes por dos mil florines o tal vez más. ...

En la línea 56
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Sí, la pobre abuelita me quería mucho; pero, ¿por qué se figura usted eso? ...

En la línea 79
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Hacía durar sus sotanas mucho tiempo, y como no quería que nadie lo notase, nunca se presentaba en público sino con su traje de obispo, lo cual en verano le molestaba un poco. ...

En la línea 249
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - ¿Habéis padecido mucho? ...

En la línea 512
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Amor pasajero para él; pasión para ella. Las calles del Barrio Latino, que hormiguean de estudiantes y modistillas, vieron el principio de este sueño. Fantina había huido mucho tiempo de Tholomyès, pero de modo que siempre lo encontraba en los laberintos del Panteón, donde empiezan y terminan tantas aventuras. ...

En la línea 536
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - No tardéis mucho -murmuró Fantina-, os esperamos. ...

En la línea 59
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... -Tres perros mucho buenos -le comentó François a Perrault-. El Buck tirar como demonio. Yo enseñarle deprisa. ...

En la línea 73
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Ese día hicieron setenta kilómetros sobre suelo firme; pero al siguiente, y durante muchos días más, tuvieron que abrirse camino con mayor es fuerzo y tardando mucho más tiempo. Por lo general, Perrault iba delante apretando la nieve con raquetas en los pies para facilitar el desplazamiento del equipo. François, que guiaba el trineo desde la parte delantera, intercambiaba a veces el puesto con su compañero, aunque no siempre. Perrault tenía prisa y se jactaba de conocer bien el hielo, una pericia indispensable, porque en otoño el hielo era muy delgado y si había corriente de agua no cuajaba en absoluto. ...

En la línea 113
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... La alteración de la disciplina afectó también las relaciones entre los demás perros. Se peleaban más que nunca, hasta el punto de que a veces el campamento era un inmenso alboroto de aullidos. Sólo Dave y Sol-leks permanecían al margen, aunque con aquellas riñas permanentes se volvieron irritables. François blasfemaba y lanzaba extraños y brutales juramentos al tiempo que se tiraba de los pelos y daba furiosas e inútiles patadas a la nieve que cubría el suelo. Su látigo resollaba continuamente entre los perros, pero no servía de mucho. En cuanto volvía la espalda, se agarraban otra vez. Con el látigo respaldaba a Spitz, mientras que Buck estaba de parte del resto del equipo. François sabía que era el que estaba detrás de todo aquello, y Buck sabía que lo sabía, pero era demasiado listo para dejarse sorprender. Trabajaba con ahínco, pues el trabajo se le había convertido en un placer; pero un placer aún mayor era provocar arteramente una pelea entre sus compañeros que acababa enmarañando las riendas. ...

En la línea 142
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... A pesar de haberle dedicado tantos elogios, mucho antes de acabar la jornada, François descubrió que había infravalorado a Buck, quien al primer salto asumió los deberes del liderazgo: y en materia de criterio, rapidez mental y acción inmediata, se reveló superior incluso a Spitz, a quien François siempre había considerado insuperable. ...

En la línea 63
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... En otros periodos de su extraña vida, la joven ha quedado imposibilitada para andar; pero entonces parecía algo más inteligente, y ponía a las personas y a las cosas nombres extraños, enteramente a su capricho. Se denominaba a sí misma “una cosa”, decía no tener boca y llamaba blanco al color negro y rojo al verde. Un día que el doctor la pidió que anduviese, replicó: “¿Anda?, ¿qué es eso?, ¿qué significa anda?”. Su tercera personalidad era idéntica a la de una niña que empieza leer y escribir; en este estado la agradaban mucho las tormentas, y siendo de ordinario muy pacífica, en ocasiones mordía sus propias ropas, diciendo que un “hombre malo se había apoderado de ella. ...

En la línea 75
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Félida II tenía un perrito que quería mucho; Félida I lo arrojaba de su lado como a un intruso. ...

En la línea 148
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... -¿Estaremos mucho tiempo en el coche? -me preguntaba. ...

En la línea 150
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... -Eso, eso quiero yo, que estemos mucho tiempo. ...

En la línea 3
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Tiene cada época sus luchas literarias, que a veces son batallas en toda la línea -como la empeñada entre clasicismo y romanticismo- y otras se concretan a un terreno parcial. O mucho me equivoco o este terreno es hoy la novela y el drama, y en el extranjero, la novela sobre todo. Reina en la poesía lírica, por ejemplo, libertad tal, que raya en anarquía, sin que nadie de ello se espante, mientras la escuela de noveladores franceses que enarbolan la bandera realista o naturalista, es asunto de encarnizada discusión y suscita tan agrias censuras como acaloradas defensas. Sus productos recorren el globo, mal traducidos, peor arreglados, pero con segura venta y número de ediciones incalculable. Es de buen gusto horrorizarse de tales engendros, y certísimo que el que más se horroriza no será por ventura el que menos los lea. Para el experto en cuestiones de letras, todo ello indica algo original y característico, fase nueva de un género literario, un signo de vitalidad, y por tal concepto, más reclama detenido examen que sempiterno desprecio o ciego encomio. ...

En la línea 5
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Puesto lo cual, cumple añadir que el discutido género francés novísimo me parece una dirección realista, pero errada y torcida en bastantes respectos. Hay realismos de realismos, y pienso que a ese le falta o más bien le sobra algo para alardear de género de buena ley y durable influjo en las letras. El gusto malsano del público ha pervertido a los escritores con oro y aplauso, y ellos toman por acierto suyo lo que no es sino bellaquería e indelicadeza de los lectores. No son las novelas naturalistas que mayor boga y venta alcanzaron, las más perfectas y reales; sino las que describen costumbres más licenciosas, cuadros más libres y cargados de color. ¿Qué mucho que los autores repitan la dosis? Yes que antes se llega a la celebridad con escándalo y talento, que con talento solo; y aun suple a veces al talento el escándalo. Zola mismo lo dice: el número de ediciones de un libro no arguye mérito, sino éxito. ...

En la línea 15
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Ni más ni menos que en los países de abanico cuyas mitológicas pinturas representan nupcias, se notaba allí que el séquito de la novia lo componían hembras, y sólo individuos del sexo fuerte formaban el del novio. Advertíase asimismo gran diferencia entre la condición social de uno y otro cortejo. La escolta de la novia, mucho más numerosa, parecía poblado hormiguero: viejas y mozas llevaban el sacramental traje de negra lana, que viene a ser como uniforme de ceremonia para la mujer de clase inferior, no exenta, sin embargo, de ribetes señoriles: que el pueblo conserva aun el privilegio de vestirse de alegres colores en las circunstancias regocijadas y festivas. Entre aquellas hormigas humanas habíalas de pocos años y buen palmito, risueñas unas y alborotadas con la boda, otras quejumbrosicas y encendidos los ojos de llorar, con la despedida. Media docena de maduras dueñas las autorizaban, sacando de entre el velo del manto la nariz, y girando a todas partes sus pupilas llenas de experiencia y malicia. Todo el racimo de amigas se apiñaba en torno de la nueva esposa, manifestando la pueril y ávida curiosidad que despierta en las multitudes el espectáculo de las situaciones supremas de la existencia. Se estaban comiendo a miradas a la que mil veces vieran, a la que ya de memoria sabían: a la novia, que con el traje de camino se les figuraba otra mujer, diversísima de la conocida hasta entonces. Contaría la heroína de la fiesta unos diez y ocho años: aparentaba menos, atendiendo al mohín infantil de su boca y al redondo contorno de sus mejillas, y más, consideradas las ya florecientes curvas de su talle, y la plenitud de robustez y vida de toda su persona. Nada de hombros altos y estrechos, nada de inverosímiles caderas como las que se ven en los grabados de figurines, que traen a la memoria la muñeca rellena de serrín y paja; sino una mujer conforme, no al tipo convencional de la moda de una época, pero al tipo eterno de la forma femenina, tal cual la quisieron natura y arte. Acaso esta superioridad física perjudicaba un tanto al efecto del caprichoso atavío de viaje de la niña: tal vez se requería un cuerpo más plano, líneas más duras en los brazos y cuello, para llevar con el conveniente desenfado el traje semimasculino, de paño marrón, y la toca de paja burda, en cuyo casco se posaba, abiertas las alas, sobre un nido de plumas, tornasolado colibrí. Notábase bien que eran nuevas para la novia tales extrañezas de ropaje, y que la ceñida y plegada falda, el casaquín que modelaba exactamente su busto le estorbaban, como suele estorbar a las doncellas en el primer baile la desnudez del escote: que hay en toda moda peregrina algo de impúdico para la mujer de modestas costumbres. Además, el molde era estrecho para encerrar la bella estatua, que amenazaba romperlo a cada instante, no precisamente con el volumen, sino más bien con la libertad y soltura de sus juveniles movimientos. No se desmentía en tan lucido ejemplar la raza del recio y fornido anciano, del padre que allí se estaba derecho, sin apartar de su hija los ojos. El viejo, alto, recto y firme, como un poste del telégrafo, y un jesuita bajo y de edad mediana, eran los únicos varones que descollaban entre el consabido hormiguero femenil. ...

En la línea 16
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Al novio le rodeaban hasta media docena de amigos: y si el séquito de la novia era el eslabón que une a clase media y pueblo, el del novio tocaba en esa frontera, en España tan indeterminada como vasta, que enlaza a la mesocracia con la gente de alto copete. Cierta gravedad oficial, la tez marchita y como ahumada por los reverberos, no sé qué inexplicable matiz de satisfacción optimista, la edad tirando a madura, signos eran que denotaban hombres llegados a la meta de las humanas aspiraciones en los países decadentes: el ingreso en las oficinas del Estado. Uno de ellos llevaba la voz, y los demás le manifestaban singular deferencia en sus ademanes. Animaba aquel grupo una jovialidad retozona, contenida por el empaque burocrático: hervía también allí la curiosidad, menos ingenua y descarada, pero más aguda y epigramática que en el hormiguero de las amigas. Había discretos cuchicheos, familiaridades de café indicadas por un movimiento o un codazo, risas instantáneamente reprimidas, aires de inteligencia, puntas de puros arrojadas al suelo con marcialidad, brazos que se unían como en confidencia tácita. La mancha clara del sobretodo gris del novio se destacaba entre las negras levitas, y su estatura aventajada dominaba también las de los circunstantes. Medio siglo menos un lustro, victoriosamente combatido por un sastre, y mucho aliño y cuidado de tocador; las espaldas queriendo arquearse un tanto sin permiso de su dueño; un rostro de palidez trasnochadora, sobre el cual se recortaban, con la crudeza de rayas de tinta, las guías del engomado bigote; cabellos cuya raridad se advertía aún bajo el ala tersa del hongo de fieltro ceniza; marchita y abolsada y floja la piel de las ojeras; terroso el párpado y plúmbea la pupila, pero aún gallarda la apostura y esmeradamente conservados los imponentes restos de lo que antaño fue un buen mozo, esto se veía en el desposado. Quizás ayudaba el mismo primor del traje a patentizar la madurez de los años: el luengo sobretodo ceñía demasiado el talle, no muy esbelto ya; el fieltro, ladeado gentilmente, pedía a gritos las mejillas y sienes de un mancebo. Pero así y todo, entre aquella colección de vulgares figuras de provincia, tenía la del novio no sé qué tufillo cortesano, cierto desenfado de hombre hecho a la vida ancha y fácil de los grandes centros, y la soltura de quien no conoce escrúpulos, ni se para en barras cuando el propio interés está en juego. Hasta se distinguía del grupo de sus amigos, por la reserva de buen género con que acogía las insinuaciones y bromas sotto voce, tan adecuadas al carácter mesocrático de la boda. ...

En la línea 10
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Lo cierto era que desde hacía largos años Phileas Fogg no había dejado Londres. Los que tenían el honor de conocerle más a fondo que los demás, atestiguaban que -excepción hecha del camino diariamente recorrido por él desde su casa al club- nadie podía pretender haberio visto en otra parte. Era su único pasatiempo leer los periódicos y jugar al whist. Solía ganar a ese silencioso juego, tan apropiado a su natural, pero sus beneficios nunca entraban en su bolsillo, que figuraban por una suma respetable en su presupuesto de caridad. Por lo demás- bueno es consignarlo-, míster Fogg, evidentemente jugaba por jugar, no por ganar. Para él, el juego era un combate, una lucha contra una dificultad; pero lucha sin movimiento y sin fatigas, condiciones ambas que convenían mucho a su carácter. ...

En la línea 34
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Phileas Fogg era de aquellas personas matemáticamente exactas que nunca precipitadas y siempre dispuestas, economizan sus pasos y sus movimientos. Atajando siempre, nunca daba un paso de más. No perdía una mirada dirigiéndola al techo. No se permitía ningún gesto superfluo. Jamás se le vio ni conmovido ni alterado. Era el hombre menos apresurado del mundo, pero siempre llegaba a tiempo. Pero, desde luego, se comprenderá que tenía que vivir solo y, por decirlo así, aislado de toda relación social. Sabía que en la vida hay que dedicar mucho al rozamiento, y como el rozamiento entorpece, no se rozaba con nadie. ...

En la línea 67
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... El honorable Gualterio Ralph no quería dudar del resultado de las investigaciones, creyendo que la prima ofrecida debía avivar extraordinariamente el celo y la inteligencia de los agentes. Pero su colega Andrés Stuart distaba mucho de abrigar igual confianza. La discusión continuó por consiguiente entre aquellos caballeros que se habían sentado en la mesa de whist, Stuart delante de Fianagan, Falientin delante de Phileas Fogg. Durante el juego, los jugadores no hablaban, pero, entre los robos, la conversación interrumpida adquiría más animación. ...

En la línea 231
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Después de esta reflexión, que dio mucho que pensar al agente, el cónsul regresó a su despacho, situado allí cerca. El inspector de policía se quedó solo, entregado a una impaciencia nerviosa y con el extraiío presentimiento de que el ladrón debía estar a bordo del 'Mongolia'; y en verdad, si el tunante había salido de Inglaterra con intención de irse al Nuevo Mundo, debía haber obtenido la preferencia del camino de la India, menos vigilado o más difícil de vigilar que el Atlántico. ...


El Español es una gran familia

Reglas relacionadas con los errores de h

Las Reglas Ortográficas de la H

Regla 1 de la H Se escribe con h todos los tiempos de los verbos que la llevan en sus infinitivos. Observa estas formas verbales: has, hay, habría, hubiera, han, he (el verbo haber), haces, hago, hace (del verbo hacer), hablar, hablemos (del verbo hablar).

Regla 2 de la H Se escriben con h las palabras que empiezan con la sílaba hum- seguida de vocal. Observa estas palabras: humanos, humano.

Se escriben con h las palabras que empiezan por hue-. Por ejemplo: huevo, hueco.

Regla 3 de la H Se escriben con h las palabra que empiezan por hidro- `agua', hiper- `superioridad', o `exceso', hipo `debajo de' o `escasez de'. Por ejemplo: hidrografía, hipertensión, hipotensión.

Regla 4 de la H Se escriben con h las palabras que empiezan por hecto- `ciento', hepta- `siete', hexa- `seis', hemi- `medio', homo- `igual', hemat- `sangre', que a veces adopta las formas hem-, hemo-, y hema-, helio-`sol'. Por ejemplo: hectómetro, heptasílaba, hexámetro, hemisferio, homónimo, hemorragia, helioscopio.

Regla 5 de la H Los derivados de palabras que llevan h también se escriben con dicha letra.

Por ejemplo: habilidad, habilitado e inhábil (derivados de hábil).

Excepciones: - óvulo, ovario, oval... (de huevo)

- oquedad (de hueco)

- orfandad, orfanato (de huérfano)

- osario, óseo, osificar, osamenta (de hueso)


Mira que burrada ortográfica hemos encontrado con la letra h


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