Cual es errónea Mozos o Mozoz?
La palabra correcta es Mozos. Sin Embargo Mozoz se trata de un error ortográfico.
El Error ortográfico detectado en el termino mozoz es que hay un Intercambio de las letras s;z con respecto la palabra correcta la palabra mozos
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Mozos en Word Reference.
Mozos en la wikipedia.
Sinonimos de Mozos.
Errores Ortográficos típicos con la palabra Mozos
Cómo se escribe mozos o mozoz?
Cómo se escribe mozos o mosos?
Algunas Frases de libros en las que aparece mozos
La palabra mozos puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 958
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... No fumaba; había entrado dos o tres veces en su vida en casa de Copa, y los domingos, si tenía algunas horas libres, en vez de estarse en la plaza de Alboraya puesto en cuclillas como los demás, viendo a los mozos guapos jugar a la pelota, íbase al campo, vagando sin rumbo por la enmarañada red de sendas, y si encontraba algún árbol cargado de pajaros, allí se quedaba embobado por el revoloteo y los chillidos de estos bohemios de la huerta. ...
En la línea 1931
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¡Vaya unos mozos de hierro que cría la huerta! El aguardiente pasaba por sus cuerpos como si fuese agua. ...
En la línea 247
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Había muerto como quien era: como un caballero cristiano, como una persona decente. La enfermedad mortal le había sorprendido en una de sus _juergas_ rodeado de mujeres y mozos de valor. La sangre del primer vómito se la habían limpiado las amigas con sus pañolones bordados de chinos y rosas fantásticas. Pero al ver próxima la muerte y oír los consejos de su hermana, que después de muchos años de ausencia se decidía a entrar en su casa, quiso «dar buen ejemplo», irse del mundo con la discreción que convenía a su rango. Y sacerdotes de todos hábitos y reglas llegaron hasta su lecho, apartando al sentarse una guitarra o una enagua olvidada; hablándole del cielo, en el que, seguramente, le guardaban un sitio de preferencia por los méritos de sus mayores. Las innumerables cofradías y hermandades de Jerez, en las cuales tenía el alegre noble un cargo hereditario, acompañaron al Viático; y al morir, su cadáver fue vestido de fraile, amontonándose sobre su pecho todas las medallas que la señora de Dupont juzgó de más eficacia para que aquel vividor no sufriese retraso ni entorpecimiento en su ascensión a la gloria eterna. ...
En la línea 407
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Los hombres empezaban de pequeños el aprendizaje de la fatiga aplastante, del hambre engañada. A la edad en que otros niños más felices iban a la escuela, ellos eran zagales de labranza por un real y los tres gazpachos. En verano servían de _rempujeros_, marchando tras las carretas, cargadas de mies, como los mastines que caminan a la zaga de los carros, recogiendo las espigas que se derramaban en el camino y esquivando los latigazos de los carreteros que los trataban como a las bestias. Después eran gañanes, trabajaban la tierra, entregándose a la faena con el entusiasmo de la juventud, con la necesidad de movimiento y el alarde fanfarrón de fuerza, propios del exceso de vida. Derrochaban su vigor con una generosidad que aprovechaban los amos. Estos preferían siempre para sus labores la inexperiencia de los mozos y de las muchachas. Y cuando aún no habían llegado a los treinta y cinco años se sentían viejos, agrietados por dentro, como si se desplomase su vida, y comenzaban a ver rechazados sus brazos en los cortijos. ...
En la línea 445
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Anda, que hoy tendrás buen despacho--le dijo _Zarandilla_.--Los mozos se pirran por tus papeles y tendrán en qué entretenerse mientras llueva. ...
En la línea 488
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Aquí tiene su mercé--decía el viejo--a toos los buenos mozos que fabrican los potrancos y las mulillas de Matanzuela. ...
En la línea 3419
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... A las cuatro de la mañana, se oyó un gran escándalo en las cua dras; Grimaud había querido despertar a los mozos de cuadra, y los mozos de cuadra le golpeaban. ...
En la línea 3419
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... A las cuatro de la mañana, se oyó un gran escándalo en las cua dras; Grimaud había querido despertar a los mozos de cuadra, y los mozos de cuadra le golpeaban. ...
En la línea 4348
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¿Y después?-En lugar de echar la carta a la posta, cosa que nunca es segura, aproveché la ocasión de uno de mis mozos que iba a Paris y le ordené entregársela a la duquesa en persona. ...
En la línea 4775
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¡A fe mía! Admiro esos tres magníficos caballos que los mozos de cuadra tienen de la brida; es un placer de príncipe viajar en seme jantes monturas. ...
En la línea 5231
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Al cerrar la noche llegó María Díaz, acompañada de dos mozos de cordel y de Francisco, todos cargados. ...
En la línea 259
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Donde se prosigue la narración de la desgracia de nuestro caballero Viendo, pues, que, en efeto, no podía menearse, acordó de acogerse a su ordinario remedio, que era pensar en algún paso de sus libros; y trújole su locura a la memoria aquel de Valdovinos y del marqués de Mantua, cuando Carloto le dejó herido en la montiña, historia sabida de los niños, no ignorada de los mozos, celebrada y aun creída de los viejos; y, con todo esto, no más verdadera que los milagros de Mahoma. ...
En la línea 452
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Detrás dellos venía un coche, con cuatro o cinco de a caballo que le acompañaban y dos mozos de mulas a pie. ...
En la línea 465
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Llegaron en esto dos mozos de los frailes y preguntáronle que por qué le desnudaba. ...
En la línea 467
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Los mozos, que no sabían de burlas, ni entendían aquello de despojos ni batallas, viendo que ya don Quijote estaba desviado de allí, hablando con las que en el coche venían, arremetieron con Sancho y dieron con él en el suelo; y, sin dejarle pelo en las barbas, le molieron a coces y le dejaron tendido en el suelo sin aliento ni sentido. ...
En la línea 5523
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¿Crees tú que no gozo yo mirándoos a ti y a don Custodio y al primo del ministro, tan buenos mozos, tan relucientes, tan lechuguinos con vuestro sombrero de teja cortito, abierto, felpudo. ...
En la línea 9447
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Anochecía, seguía lloviendo, los mozos de servicio encendían dos o tres luces de gas en el salón, y Quintanar conocía por esta seña y por el cansancio, que le arrancaba sudor copioso, que había hablado mucho; sentía entonces remordimientos, se apiadaba de Mesía, le agradecía en el alma su silencio y atención, y le invitaba muchas veces a tomar un vaso de cerveza alemana en su casa. ...
En la línea 9747
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y en el salón daba gritos, mientras los mozos colgaban los tapices de los balcones; hacía aspavientos, e invocaba la tolerancia religiosa, la libertad de cultos y hasta la sesión del juego de pelota. ...
En la línea 9787
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El café de la Paz era grande, frío; el gas amarillento y escaso parecía llenar de humo la atmósfera cargada con el de los cigarros y las cocinas; a la hora en que los dos amigos conferenciaban estaba desierto el salón; los mozos, de chaqueta negra y mandil blanco, dormitaban por los rincones. ...
En la línea 1642
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Cuando murió el padre de estos tres mozos, Nicolás, o sea el peludo (para que se les vaya distinguiendo), se fue a vivir a Toledo con su tío D. Mateo Zacarías Llorente, capellán de Doncellas Nobles, el cual le metió en el Seminario y le hizo sacerdote; Juan Pablo y Maximiliano se fueron a vivir con su tía paterna doña Guadalupe Rubín, viuda de Jáuregui, conocida vulgarmente por Doña Lupe la de los pavos, la cual vivió primero en el barrio de Salamanca y después en Chamberí, señora de tales circunstancias, que bien merece toda la atención que le voy a consagrar más adelante. En un pueblo de la Alcarria tenían los hermanos Rubín una tía materna, viuda, sin hijos y rica; mas como estaba vendiendo vidas, la herencia de esta señora no era más que una esperanza remota. ...
En la línea 2038
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La esposa de Torquemada estaba hecha tan a semejanza de este, que doña Lupe la oía y la trataba como al propio don Francisco. Y con el trato frecuente que las dos señoras tenían, doña Silvia llegó también a ejercer gran influencia sobre su amiga, imprimiendo en esta algunos rasgos de su fisonomía moral. Era hombruna, descarada y cuando se ponía en jarras hacía temblar a medio mundo. Más de una vez aguardó en la calle a un acreedor, con acecho de asesino apostado, para insultarle sin piedad delante de la gente que pasaba. A esto no llegó ni podía llegar la de Jáuregui, porque tenía ciertas delicadezas de índole y de educación que se sobreponían a sus enconos de usurera. Pero sí fueron juntas alguna vez a la casa de una infeliz viuda que les debía dinero, y después de apremiarla inútilmente para que les pagara, echaron miradas codiciosas hacia los muebles. Las dos harpías cambiaron breves palabras frente a la víctima, que por poco se muere del susto. «A usted le conviene esta copa-brasero—dijo doña Silvia—, y a mí aquella cómoda». Hicieron subir a los mozos de cordel y se llevaron los citados objetos, después de quitarle a la cómoda la ropa y a la copa el fuego. La deudora se avino a todo por perder de vista a las dos infernales mujeres que tanto pavor le causaban. ...
En la línea 2043
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Hallábase doña Lupe, en el fondo de su alma, inclinada a la transacción lenta que imponían las circunstancias; mas no quiso dar su brazo a torcer ni dejar de mostrar una inflexibilidad prudente, hasta tanto que viniese Juan Pablo y hablaran tía y sobrino de la inaudita novedad que había en la familia. Una mañana, cuando Maximiliano estaba aún en la cama no bien dormido ni despierto, sintió ruido en la escalera y en los pasillos. Oyó primero patadas y gritos de mozos que subían baúles, después la voz de su hermano Juan Pablo; y lo mismo fue oírla, que sentir renovado en su alma aquel pícaro miedo que parecía vencido. ...
En la línea 2044
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... No tenía malditas ganas de levantarse. Oyó a su tía regateando con los mozos por si eran tres o eran dos y medio. Después, le pareció que Juan Pablo y su tía hablaban en el comedor. ¡Si le estaría contando aquello… ! Seguramente, porque su tía era muy novelera, y no le gustaba de que ciertas cosas se le enranciaran dentro del cuerpo. Oyó luego que su hermano se lavaba en el cuarto inmediato, y cuando doña Lupe entró para llevarle toallas, cuchichearon largo rato. Maximiliano calculó que probablemente hablarían de la herencia; pero no las tenía todas consigo. Trataba de darse ánimos considerando que su hermano era el más simpático de la familia, el de más talento y el que mejor se hacía cargo de las cosas. ...
En la línea 553
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Aproveché la oportunidad de estar solo en el patio para mirar mis bastas manos y mi grosero calzado. La opinión que me produjeron tales accesorios no fue nada favorable. Nunca me habían preocupado, pero ahora sí me molestaban como cosas ordinarias y vulgares. Decidí preguntar a Joe por qué me enseñó a llamar «mozos» a aquellos naipes cuyo verdadero nombre era el de «sotas». Y deseé que Joe hubiese recibido mejor educación, porque así habría podido transmitírmela. ...
En la línea 565
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Se echó a reír con burla, me dio un empujón para hacerme salir y cerró la puerta a mi espalda. Yo me marché directamente a casa del señor Pumblechook, y me satisfizo mucho no encontrarle en casa. Por consiguiente, después de decirle al empleado el día en que tenía que volver a casa de la señorita Havisham, emprendí el camino para recorrer las cuatro millas que me separaban de nuestra fragua. Mientras andaba iba reflexionando en todo lo que había visto, rebelándome con toda mi alma por el hecho de ser un aldeano ordinariote, lamentando que mis manos fuesen tan bastas y mis zapatos tan groseros. También me censuraba por la vergonzosa costumbre de llamar «mozos» a las sotas y por ser mucho más ignorante de lo que me figuraba la noche anterior, así como porque mi vida era peor y más baja de lo que había supuesto. ...
En la línea 643
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Lo ignoro, Joe - contesté soltando la manga de la camisa y sentándome en las cenizas, a sus pies y con la cabeza inclinada al suelo -. Pero me habría gustado mucho que no me hubieses enseñado a llamar «mozos» a las sotas y también que mis botas fuesen menos ordinarias y mis manos menos bastas. ...
En la línea 369
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Dos mozos se destacan de la masa de espectadores, empuñan cada uno un látigo y empiezan a golpear al pobre animal, uno por la derecha y otro por la izquierda. ...
En la línea 58
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Antes de haberse recobrado de la conmoción que le provocó la trágica muerte de Curly, Buck experimentó otra peor. François le sujetó al cuerpo un aparejo de correas y hebillas. Era un arnés como el que había visto que, allá en la finca, los mozos de cuadra colocaban a los caballos. Y tal como había visto trabajar a los caballos fue puesto él a trabajar, tirando del trineo para llevar a François hasta el bosque que bordeaba el valle y regresar con una carga de leña. Aunque su dignidad resultó gravemente herida al verse convertido en animal de carga, fue lo bastante sensato como para no rebelarse. Se metió de lleno en la tarea y se esforzó al máximo, por más que todo le parecía nuevo y extraño. François era severo, exigía obediencia total y gracias a su látigo la lograba en el acto; por su parte, Dave, que era un experimentado perro zaguero, mordía las nalgas de Buck cada vez que cometía un error. Spitz, que era el que guiaba, era igualmente experimentado, pero como no siempre podía acercarse a Buck, le lanzaba de vez en cuando gruñidos de reproche o echaba astutamente su peso sobre las riendas para forzarlo a seguir el rumbo correcto. Buck aprendía con facilidad y, bajo la tutela conjunta de sus dos colegas y de François, realizó notables progresos. Antes de regresar al campamento ya sabía que ante un «¡so!» tenía que detenerse y ante un «¡arre!», avanzar, no le costaba trazar las curvas con amplitud y mantenerse lejos del zaguero cuando, en una pendiente, el trineo cargado se le venía encima pisándole los talones. ...
En la línea 214
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Extinguido ya la mayor parte del alumbrado en el fondín, sólo ardía una bomba en cada cuádruple mechero; los mozos charlaban sentados en los rincones, o conducían perezosamente a la cocina obeliscos de platos grasientos y sucios, y montones de arrugadas servilletas. En la mesa grande, casi vacía, se alzaban solitarios los altos floreros, y a la luz escasa era lúgubre la mancha blanca del enorme mantel, semejante a un sudario. Sobre el mostrador, un quinqué de petróleo despedía en torno un círculo de claridad anaranjada, concreta, y el amo del establecimiento -sirviéndole de pupitre la tableta de mármol-, escribía guarismos en una gran agenda. Miranda, azorado, se llegó a él, acercándose mucho, tocándole casi: ...
En la línea 215
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Caballero… -preguntó con voz anhelante- ¿ha visto usted por ahí… han recogido los mozos?… ...
En la línea 223
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Basta, basta -dijo el fondista, que tomó de un cajón del mostrador la preciosa prenda, entregándola honradamente a su poseedor legítimo. El cual, no parándose a reconocerla, se la colgó en un abrir y cerrar de ojos, sepultó la mano en el bolsillo del chaleco, y sacando un puñado de monedas de plata, las desparramó sobre el mármol, exclamando: «para los mozos.» La acción fue tan rápida, que algunas rodaron, y después de danzar sobre la lisa superficie, vinieron a aplanarse con sonoro tañido. Aún duraba el argentino repique y ya Miranda volaba. En su aturdimiento no acertaba con la puerta. ...
En la línea 224
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Que sale el tren, caballero -le gritaron los mozos-. Por aquí… por aquí… ...
En la línea 919
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Unos treinta consumidores ocupaban en la gran sala unas mesetas de junco tejido. Los unos vaciaban pintas de cerveza inglesa, ale o porter, los otros, copas de licores alcohólicos, gin o brandy. Además, la mayor parte de ellos fumaba en largas pipas de barro colorado, llenas de bolitas de opio mezclado con esencia de rosa. Después, de vez en cuando, algún fumador enervado caía bajo la mesa; y los mozos, tomándolo por los pies y la cabeza, lo llevaban al tinglado para que allí durmiera tranquilamente. Estaban allí colocados como treinta de éstos, embriagados, unos junto a otros en el último grado de embrutecimiento. ...
En la línea 1151
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Algunos instantes después que Fix salió del fumadero, dos mozos habían recogido a Picaporte, profundamente dormido, y lo habían acostado sobre la tarima reservada a los fumadores. Pero, tres horas más tarde, Picaporte, perseguido hasta en sus pesadillas por una idea fija, se despertaba y luchaba contra la acción enervante del narcótico. El pensamiento de su deber no cumplido sacudía su entorpecimiento. Bajaba de aquella tarima de ebrios, y apoyándose, vacilante, en las paredes, cayendo y levantándose, pero siempre impelido por una especie de instinto, salía del fumadero gritando como en suefíos: ¡el 'Carnatic', el 'Carnatic'! ...
En la línea 1182
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... En las calles, todo era movimiento y agitación incesante; bonzos que pasaban en procesión, tocando sus monótonos tamboriles; yakuninos, oficiales de la aduana o de la policía; con sombreros puntiagudos incrustados de laca y dos sables en el cinto; soldados vestidos de percalina azul con rayas blancas y armados con fusiles de percusión, hombres de armas del mikado, metidos en su justillo de seda, con loriga y cota de malla, y otros muchos militares de diversas condiciones, porque en el Japón la profesión de soldado es tan distinguida como despreciada en China. Y después, hermanos postulares, peregrinos de larga vestidura, simples paisanos de cabellera suelta, negra como el ébano, cabeza abultada, busto largo, piernas delgadas, estatura baja, tez teñida, desde los sombríos matices cobrizos hasta el blanco mate, pero nunca amarillo como los chinos, de quienes se diferenciaban los japoneses esencialmente. Y, por último, entre carruajes, palanquines, mozos de cuerda, carretillas de velamen, 'norimones' con caja maqueada, 'cangos' (suaves y verdaderas literas de bambú), se veía circular a cortos pasos y con pie hiquito, calzado con zapatos de lienzo, sandalias de paja o zuecos de madera labrada, algunas mujeres poco bonitas, de ojos encogidos, pecho deprimido, dientes ennegrecidos a usanza del día, pero que llevaban con elegancia el traje nacional, llamado 'kimono', especie de bata cruzada con una banda de seda, cuya ancha cintura formaba atrás un extravagante lazo, que las modernas parisienges han copiado, al parecer, de las japonesas. ...
Reglas relacionadas con los errores de s;z
Las Reglas Ortográficas de la S
Se escribe s al final de las palabras llanas.
Ejemplos: telas, andamos, penas
Excepciones: alférez, cáliz, lápiz
Se escriben con s los vocablos compuestos y derivados de otros que también se escriben con esta letra.
Ejemplos: pesar / pesado, sensible / insensibilidad
Se escribe con s las terminaciones -esa, -isa que signifiquen dignidades u oficios de mujeres.
Ejemplos: princesa, poetisa
Se escriben con s los adjetivos que terminan en -aso, -eso, -oso, -uso.
Ejemplos: escaso, travieso, perezoso, difuso
Se escribe con s las terminaciones -ísimo, -ísima.
Ejemplos: altísimo, grandísima
Se escribe con s la terminación -sión cuando corresponde a una palabra que lleva esa letra, o cuando otra palabra derivada lleva -sor, -sivo, -sible,-eso.
Ejemplos: compresor, compresión, expreso, expresivo, expresión.
Se escribe s en la terminación de algunos adjetivos gentilicios singulares.
Ejemplos: inglés, portugués, francés, danés, irlandés.
Se escriben s con las sílabas iniciales des-, dis-.
Ejemplos: desinterés, discriminación.
Se escribe s en las terminaciones -esto, -esta.
Ejemplos: detesto, orquesta.
Las Reglas Ortográficas de la Z
Se escribe z y no c delante de a, o y u.
Se escriben con z las terminaciones -azo, -aza.
Ejemplos: pedazo, terraza
Se escriben con z los sustantivos derivados que terminan en las voces: -anza, -eza, -ez.
Ejemplos: esperanza, grandeza, honradez
La X y la S
Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras s;z

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