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La palabra mirava
Cómo se escribe

Comó se escribe mirava o miraba?

Cual es errónea Miraba o Mirava?

La palabra correcta es Miraba. Sin Embargo Mirava se trata de un error ortográfico.

El Error ortográfico detectado en el termino mirava es que hay un Intercambio de las letras b;v con respecto la palabra correcta la palabra miraba


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece miraba

La palabra miraba puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 849
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y Batiste seguía pensando en su campo, sentado ante la mesilla enana, rodeado de toda su familia menuda, que a la luz del candil miraba con avaricia una cazuela humeante de bacalao con patatas. ...

En la línea 1108
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Las que ya habían llenado sus cántaros sentábanse en los bordes de la balsa, con las piernas colgando sobre el agua, encogiéndose luego con escandalizados chillidos cada vez que algún muchacho bajaba a beber y miraba a lo alto. ...

En la línea 1303
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El matrimonio se miraba, sonriendo. ...

En la línea 1323
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Yo lo pongo todo: mi sabiduría, mis libros -y miraba las tres cartillas, que iba recogiendo su mujer cuidadosamente para guardarlas en la vieja cómoda-, y ustedes no traen nada. ...

En la línea 103
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Fermín, obligado a seguirles silencioso y encogido como un doméstico en su marcha lenta por entre los toneles, miraba a don Pablo. ...

En la línea 135
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Te digo, Fermín, que soy más republicano que tú y que de todo corazón estaría con aquellos buenos señores que conocí de niño, a los que miraba la gente como unos descamisados, siendo excelentes personas... ¡Pero el Salvatierra de ahora! ¡Y todos vosotros, los jovenzuelos que le escucháis, mequetrefes que os parece poco ser republicanos y habláis de la igualdad, y de repartirlo todo, y decís que la religión es cosa de viejas!... ...

En la línea 258
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Eran inútiles los consuelos de la niña. ¡Cualquier día olvidaba él a su protector, al que le había sacado de la miseria! Aquel golpe era de los de prueba: únicamente podía compararse al dolor que le produciría la muerte de su héroe don Fernando. María de la Luz, para animarle, sacaba del fondo de un armario alguna botella de las que se dejaban los señoritos cuando iban a la viña, y el capataz miraba con ojos llorosos el líquido dorado de la copa. Pero al llenar ésta por tercera o cuarta vez, su tristeza tomaba un acento de dulce resignación: --¡Lo que somos! Hoy tú... mañana yo. ...

En la línea 275
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El mozo era de los de caballería y no se limitaba a entrar tabaco. Los judíos de Gibraltar le hacían crédito, y su alazán trotaba llevando a la grupa fardos de sedas y de vistosos pañolones de China. Ante el absorto padrino y su hija María de la Luz, que le miraba fijamente con sus ojos de brasa, el muchacho sacaba a puñados las monedas de oro, las libras inglesas, como si fuesen ochavos, y acababa por extraer de las alforjas algún pañuelo vistoso o puntilla complicada, para hacer regalo de ello a la hija del capataz. ...

En la línea 294
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¿Qué diría mi señor padre, que tanto me ha recomendado respetar al cardenal, si me supiera en compañía de semejantes paganos?Por eso, como puede supo nerse sin que yo lo diga, D'Artagnan no osaba entregarse a la conversación; sólo miraba con todos sus ojos, escuchando con todos sus oídos, tendiendo ávidamente sus cinco sen tidos para no perderse nada, y, pese a su confianza en las recomenda-ciones pater nas, se sentía llevado por sus gustos y arrastrado por sus instintos a celebrar más que a censurar las cosas inauditas que allí pa saban. ...

En la línea 961
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Porthos y Aramis estaban tan ocupados con su partido y Athos los miraba con tanta atención que no vieron siquiera salir a su joven compañero, que, como había dicho al guardia de Su Eminencia, se detuvo en la puerta; un momento después, éste bajaba a su vez. ...

En la línea 1237
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... A veces, en medio de una comida, cuando todos con la incitación del vino y el calor de la conversación, creían que había aún para dos o tres horas de permanencia en la mesa, Aramis miraba a su reloj, se levantaba con una graciosa sonrisa y se despedía de la compañía para ir, decía él, a consultar a un casuista con el que tenía cita. ...

En la línea 1761
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... D'Artagnan, siguiendo la extraña costumbre de la época, miraba a Paris como en campaña, y esto ni más ni menos que en Flandes: el español allá lejos, la mujer aquí. ...

En la línea 1637
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Había algo extraño en todo su continente; pero lo más chocante era la tranquilidad con que seguía andando sin ocuparse de mí, aunque, naturalmente, se daba cuenta de mi proximidad; miraba con fijeza al camino delante de sí, salvo cuando alzaba su ancha faz y clavaba sus grandes ojos en la luna, que ya brillaba con fuerza en el cielo. ...

En la línea 2783
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Muy cerca de una de estas hoyas estaba sentada una mujer, como de treinta años, vestida a lo labrador, con pulcritud; miraba fijamente al agua, arrojando a ella, de vez en cuando, flores y ramitas. ...

En la línea 3807
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... «No—me respondieron—, y por eso tiene todo el mundo tantos deseos de ir; otra cosa sería si representaran en una lengua que todos entendieran.» A la mañana siguiente hallábame sentado, para desayunarme, en un vasto aposento que miraba a la _Plaza Mayor_ de Vigo. ...

En la línea 3973
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Encontré alguna gente, hombres y mujeres, que me miraba sorprendida, maravillándose probablemente de que una persona como yo anduviese sin guía por tales sitios. ...

En la línea 1111
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Todo lo miraba Sancho, admirado del ardimiento de su señor, y decía entre sí: -Sin duda este mi amo es tan valiente y esforzado como él dice. ...

En la línea 1702
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y aun esto tan de cuando en cuando, que osaré jurar con verdad que en doce años que ha que la quiero más que a la lumbre destos ojos que han de comer la tierra, no la he visto cuatro veces; y aun podrá ser que destas cuatro veces no hubiese ella echado de ver la una que la miraba: tal es el recato y encerramiento con que sus padres, Lorenzo Corchuelo, y su madre, Aldonza Nogales, la han criado. ...

En la línea 1810
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Paróse Sancho Panza a rascar la cabeza para traer a la memoria la carta, y ya se ponía sobre un pie, y ya sobre otro; unas veces miraba al suelo, otras al cielo; y, al cabo de haberse roído la mitad de la yema de un dedo, teniendo suspensos a los que esperaban que ya la dijese, dijo al cabo de grandísimo rato: -Por Dios, señor licenciado, que los diablos lleven la cosa que de la carta se me acuerda; aunque en el principio decía: «Alta y sobajada señora». ...

En la línea 2367
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pero, ¿dónde se hallará amigo tan discreto y tan leal y verdadero como aquí Lotario le pide? No lo sé yo, por cierto; sólo Lotario era éste, que con toda solicitud y advertimiento miraba por la honra de su amigo y procuraba dezmar, frisar y acortar los días del concierto del ir a su casa, porque no pareciese mal al vulgo ocioso y a los ojos vagabundos y maliciosos la entrada de un mozo rico, gentilhombre y bien nacido, y de las buenas partes que él pensaba que tenía, en la casa de una mujer tan hermosa como Camila; que, puesto que su bondad y valor podía poner freno a toda maldiciente lengua, todavía no quería poner en duda su crédito ni el de su amigo, y por esto los más de los días del concierto los ocupaba y entretenía en otras cosas, que él daba a entender ser inexcusables. ...

En la línea 445
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Ella le miraba en la iglesia y suspiraba. ...

En la línea 512
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Mientras se hablaba de lo mucho bueno que había en la catedral y el lugareño se pasmaba y su señora repetía aquellas admiraciones, Obdulia se miraba como podía, en las altas cornucopias. ...

En la línea 586
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Como el interlocutor solía ser más alto, para verle la cara Ripamilán torcía la cabeza y miraba con un ojo solo, como también hacen las aves de corral con frecuencia. ...

En la línea 1069
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Desde aquel día el hombre la miraba con llamaradas en los ojos, y sonreía, y en cuanto salía de la habitación el aya le pedía besos a ella, pero nunca quiso dárselos. ...

En la línea 1131
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Y al decir esto miraba el tronco enorme apoyado en la mesa. ...

En la línea 1266
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Y al decir esto miraba sus ropas con satisfacción, como si se encontrase dentro de ellas mejor que cuando vestía su uniforme doctoral. ...

En la línea 1692
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pero el telegrafista, un jovenzuelo de ojos maliciosos, le miraba sonriente, y se adivinaba en su sonrisa algo que tal vez tenía relación con el despacho. ...

En la línea 34
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Creció Bárbara en una atmósfera saturada de olor de sándalo, y las fragancias orientales, juntamente con los vivos colores de la pañolería chinesca, dieron acento poderoso a las impresiones de su niñez. Como se recuerda a las personas más queridas de la familia, así vivieron y viven siempre con dulce memoria en la mente de Barbarita los dos maniquís de tamaño natural vestidos de mandarín que había en la tienda y en los cuales sus ojos aprendieron a ver. La primera cosa que excitó la atención naciente de la niña, cuando estaba en brazos de su niñera, fueron estos dos pasmarotes de semblante lelo y desabrido, y sus magníficos trajes morados. También había por allí una persona a quien la niña miraba mucho, y que la miraba a ella con ojos dulces y cuajados de candoroso chino. Era el retrato de Ayún, de cuerpo entero y tamaño natural, dibujado y pintado con dureza, pero con gran expresión. Mal conocido es en España el nombre de este peregrino artista, aunque sus obras han estado y están a la vista de todo el mundo, y nos son familiares como si fueran obra nuestra. Es el ingenio bordador de los pañuelos de Manila, el inventor del tipo de rameado más vistoso y elegante, el poeta fecundísimo de esos madrigales de crespón compuestos con flores y rimados con pájaros. A este ilustre chino deben las españolas el hermosísimo y característico chal que tanto favorece su belleza, el mantón de Manila, al mismo tiempo señoril y popular, pues lo han llevado en sus hombros la gran señora y la gitana. Envolverse en él es como vestirse con un cuadro. La industria moderna no inventará nada que iguale a la ingenua poesía del mantón, salpicado de flores, flexible, pegadizo y mate, con aquel fleco que tiene algo de los enredos del sueño y aquella brillantez de color que iluminaba las muchedumbres en los tiempos en que su uso era general. Esta prenda hermosa se va desterrando, y sólo el pueblo la conserva con admirable instinto. Lo saca de las arcas en las grandes épocas de la vida, en los bautizos y en las bodas, como se da al viento un himno de alegría en el cual hay una estrofa para la patria. El mantón sería una prenda vulgar si tuviera la ciencia del diseño; no lo es por conservar el carácter de las artes primitivas y populares; es como la leyenda, como los cuentos de la infancia, candoroso y rico de color, fácilmente comprensible y refractario a los cambios de la moda. ...

En la línea 51
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Muchas veces había visto la hija de Arnaiz al chico de Santa Cruz; pero nunca le pasó por las mientes que sería su marido, porque el tal, no sólo no le había dicho nunca media palabra de amores, sino que ni siquiera la miraba como miran los que pretenden ser mirados. Baldomero era juicioso, muy bien parecido, fornido y de buen color, cortísimo de genio, sosón como una calabaza, y de tan pocas palabras que se podían contar siempre que hablaba. Su timidez no decía bien con su corpulencia. Tenía un mirar leal y cariñoso, como el de un gran perro de aguas. ...

En la línea 52
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pasaba por la honestidad misma, iba a misa todos los días que lo mandaba la Iglesia, rezaba el rosario con la familia, trabajaba diez horas diarias o más en el escritorio sin levantar cabeza, y no gastaba el dinero que le daban sus papás. A pesar de estas raras dotes, Barbarita, si alguna vez le encontraba en la calle o en la tienda de Arnaiz o en la casa, lo que acontecía muy pocas veces, le miraba con el mismo interés con que se puede mirar una saca de carbón o un fardo de tejidos. Así es que se quedó como quien ve visiones cuando su madre, cierto día de precepto, al volver de la iglesia de Santa Cruz, donde ambas confesaron y comulgaron, le propuso el casamiento con Baldomerito. Y no empleó para esto circunloquios ni diplomacias de palabra, sino que se fue al asunto con estilo llano y decidido. ¡Ah, la línea recta de los Trujillos… ! ...

En la línea 67
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... En este interesante periodo de la crianza del heredero, desde el 45 para acá, sufrió la casa de Santa Cruz la transformación impuesta por los tiempos, y que fue puramente externa, continuando inalterada en lo esencial. En el escritorio y en el almacén aparecieron los primeros mecheros de gas hacia el año 49, y el famoso velón de cuatro luces recibió tan tremenda bofetada de la dura mano del progreso, que no se le volvió a ver más por ninguna parte. En la caja habían entrado ya los primeros billetes del Banco de San Fernando, que sólo se usaban para el pago de letras, pues el público los miraba aún con malos ojos. Se hablaba aún de talegas, y la operación de contar cualquier cantidad era obra para que la desempeñara Pitágoras u otro gran aritmético, pues con los doblones y ochentines, las pesetas catalanas, los duros españoles, los de veintiuno y cuartillo, las onzas, las pesetas columnarias y las monedas macuquinas, se armaba un belén espantoso. ...

En la línea 270
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Siempre que cruzaba con ellos alguna muchacha hermosa, o siquiera linda, su madre miraba a Augusto con el rabillo del ojo. ...

En la línea 848
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Hubo un silencio. Víctor miraba al suelo. ...

En la línea 1571
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Y el espejo le miraba de un modo extraño. Rosario pensaba: «Este hombre no me parece como los demás; debe de estar loco.» ...

En la línea 1806
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... El pobre Augusto creyó derretirse. Por lo menos se le derritió la fuerza toda de los brazos, empezó la estancia a convertirse en niebla a sus ojos; pensó: «¿Estaré soñando?», y se encontró con que Mauricio, de pie ya y frente a él, le miraba con una socarrona sonrisa: ...

En la línea 187
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... No era yo el menos atento a bordo, sin que me incitara a ello el atractivo del dinero. Concedía tan sólo algunos minutos a las comidas y algunas horas al sueño para, indiferente al sol o a la lluvia, pasar todo mi tiempo sobre el puente. Unas veces inclinado sobre la batayola del castillo y otras apoyado en el coronamiento de popa, yo devoraba con ávida mirada la espumosa estela que blanqueaba el mar hasta el límite de la mirada. ¡Cuántas veces compartí la emoción del estado mayor y de la tripulación cuando una caprichosa ballena elevaba su oscuro lomo sobre las olas! Cuando eso sucedía, se poblaba el puente de la fragata en un instante. Las escotillas vomitaban un torrente de marineros y oficiales, que, sobrecogidos de emoción, observaban los movimientos del cetáceo. Yo miraba, miraba hasta agotar mi retina y quedarme ciego, lo que le hacía decirme a Conseil, siempre flemático, en tono sereno: ...

En la línea 187
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... No era yo el menos atento a bordo, sin que me incitara a ello el atractivo del dinero. Concedía tan sólo algunos minutos a las comidas y algunas horas al sueño para, indiferente al sol o a la lluvia, pasar todo mi tiempo sobre el puente. Unas veces inclinado sobre la batayola del castillo y otras apoyado en el coronamiento de popa, yo devoraba con ávida mirada la espumosa estela que blanqueaba el mar hasta el límite de la mirada. ¡Cuántas veces compartí la emoción del estado mayor y de la tripulación cuando una caprichosa ballena elevaba su oscuro lomo sobre las olas! Cuando eso sucedía, se poblaba el puente de la fragata en un instante. Las escotillas vomitaban un torrente de marineros y oficiales, que, sobrecogidos de emoción, observaban los movimientos del cetáceo. Yo miraba, miraba hasta agotar mi retina y quedarme ciego, lo que le hacía decirme a Conseil, siempre flemático, en tono sereno: ...

En la línea 202
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... La fragata se hallaba entonces a 31º 15' de latitud Norte y 136º 42' de longitud Este. Las tierras del Japón distaban menos de doscientas millas a sotavento. Se acercaba ya la noche, acababan de dar las ocho. Grandes nubarrones velaban el disco lunar, entonces en su primer cuarto. La mar ondulaba apaciblemente bajo la roda de la fragata. Yo me hallaba a proa, apoyado en la batayola de estribor. A mi lado, Consed miraba el horizonte. La tripulación, encaramada a los obenques, escrutaba el horizonte que iba reduciéndose y oscureciéndose poco a poco. Los oficiales escudriñaban la creciente oscuridad con sus catalejos de noche. De vez en cuando el oscuro océano resplandecía fugazmente bajo un rayo de luna entre dos nubes. Luego, el rayo de luz se desvanecía de nuevo en las tinieblas. ...

En la línea 357
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Conseil comenzó a remolcarme. De vez en cuando levantaba la cabeza, miraba ante sí y profería un grito de reconocimiento al que respondía la voz, cada vez más cercana. Yo apenas podía oírla, llegado ya al límite de mis fuerzas. Notaba cómo se me iban separando los dedos; mis manos no me obedecían ya y me negaban un punto de apoyo; la boca, abierta convulsivamente, se llenaba de agua; el frío me invadía hasta los huesos. Levanté la cabeza por última vez y me hundí… En ese instante, choqué con un cuerpo duro, y me agarré a él. Sentí cómo me retiraban y me sacaban a la superficie. Mis pulmones se descongestionaron, y me desvanecí… ...

En la línea 69
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Mis pensamientos tomaron otra dirección mientras miraba desconsolado el fuego. En aquel momento me pareció ver ante los vengadores carbones que no tenía más remedio que cometer un robo en aquella casa para llevar al fugitivo de los marjales, al que tenía un hierro en la pierna, y por temor a aquel joven misterioso, una lima y algunos alimentos. ...

En la línea 71
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Y se dedicó a preparar los cachivaches del té, en tanto que Joe me miraba por encima de su pierna, como si, mentalmente, se imaginara y calculara la pareja que haríamos los dos en las dolorosas circunstancias previstas por mi hermana. Después de eso se acarició la patilla y los rubios rizos del lado derecho de su cara, en tanto que observaba a la señora Joe con sus azules ojos, como solía hacer en los momentos tempestuosos. ...

En la línea 81
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Mientras tanto, mi hermana, que se había encolerizado ya, se dirigió a Joe y, agarrándole por las dos patillas, le golpeó la cabeza contra la pared varias veces, en tanto que yo, sentado en un rincón, miraba muy asustado. ...

En la línea 146
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Muchas veces había contemplado mientras comía a un gran perro que teníamos, y ahora observaba la mayor semejanza entre el modo de comer del animal y el de aquel hombre. Éste tomaba grandes y repentinos bocados, exactamente del mismo modo que el perro. Se tragaba cada bocado demasiado pronto y demasiado aprisa; y luego miraba de lado, como si temiese que de cualquier dirección pudiera llegar alguien para disputarle lo que estaba comiendo. Estaba demasiado asustado para saborear tranquilamente el pastel, y creí que si alguien se presentase a disputarle la comida, sería capaz de acometerlo a mordiscos. En todo eso se portaba igual que el perro. ...

En la línea 120
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑De esto hace cinco semanas. Pues sí, cuando Catalina Ivanovna y Sonetchka se enteraron de lo de mi empleo, me sentí como transportado al paraíso. Antes, cuando tenía que permanecer acostado, se me miraba como a una bestia y no oía más que injurias; ahora andaban de puntillas y hacían callar a los niños. «¡Silencio! Simón Zaharevitch ha trabajado mucho y está cansado. Hay que dejarlo descansar.» Me daban café antes de salir para el despacho, e incluso nata. Compraban nata de verdad, ¿sabe usted?, lo que no comprendo es de dónde pudieron sacar los once rublos y medio que se gastaron en aprovisionar mi guardarropa. Botas, soberbios puños, todo un uniforme en perfecto estado, por once rublos y cincuenta kopeks. En mi primera jornada de trabajo, al volver a casa al mediodía, ¿qué es lo que vieron mis ojos? Catalina Ivanovna había preparado dos platos: sopa y lechón en salsa, manjar del que ni siquiera teníamos idea. Vestidos no tiene, ni siquiera uno. Sin embargo, se había compuesto como para ir de visita. Aun no teniendo ropa, se había arreglado. Ellas saben arreglarse con nada. Un peinado gracioso, un cuello blanco y muy limpio, unos puños, y parecía otra; estaba más joven y más bonita. Sonetchka, mi paloma, sólo pensaba en ayudarnos con su dinero, pero nos dijo: «Me parece que ahora no es conveniente que os venga a ver con frecuencia. Vendré alguna vez de noche, cuando nadie pueda verme.» ¿Comprende, comprende usted? Después de comer me fui a acostar, y entonces Catalina Ivanovna no pudo contenerse. Hacía apenas una semana había tenido una violenta disputa con Amalia Ivanovna, la dueña de la casa; sin embargo, la invitó a tomar café. Estuvieron dos horas charlando en voz baja. ...

En la línea 302
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El agente no comprendía. Le miraba con los ojos muy abiertos. ...

En la línea 507
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Esta feliz casualidad le enardeció extraordinariamente. Ya en la calle, echó a andar tranquilamente, sin apresurarse, con objeto de no despertar sospechas. Apenas miraba a los transeúntes y, desde luego, no fijaba su vista en ninguno; su deseo era pasar lo más inadvertido posible. ...

En la línea 592
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raskolnikof miraba aterrado el cerrojo, que se agitaba dentro de la hembrilla, dando la impresión de que iba a saltar de un momento a otro. Un siniestro horror se apoderó de él. ...

En la línea 27
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Me expresaba en francés. El general me miraba fijamente, no sabiendo si debía enfadarse o sólo mostrar sorpresa por mi falta de tacto. ...

En la línea 191
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Todo lo cual era verosímil. Al dar estas explicaciones miraba a Paulina, pero no pude leer nada en su rostro. ...

En la línea 299
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¿Ve usted a esa señora gorda? —exclamó Paulina—. Es la baronesa Wurmenheim. Se halla aquí desde hace tres días. Mire usted a su marido; ese prusiano alto y seco con un bastón en la mano. ¿Recuerda cómo nos miraba anteayer? Vaya inmediatamente a su encuentro, aborde a la baronesa, quítese el sombrero y dígale algo en francés. ...

En la línea 311
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... No puedo comprender, no comprendo lo que es esa mujer. Es bonita, sí, es bonita según parece. Hace perder la cabeza también a los demás. Es alta y esbelta, muy delgada. Tengo la impresión de que se podría hacer con ella un paquetito o doblarla. Sus pies son largos y estrechos, obsesionantes. Positivamente obsesionantes. Tiene los cabellos de un tono rojizo y ojos de gata. ¡Pero qué orgullo, qué arrogancia en su mirada! Hace cuatro meses, poco después de mi llegada, tuvo una noche, en el salón, con Des Grieux, una conversación larga y animada. Y le miraba de un modo… que luego, una vez en mi cuarto, me hube de imaginar que ella le había abofeteado… Desde aquella noche la amo. ...

En la línea 87
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Menester es confesar, sin embargo, que le quedaban de lo que en otro tiempo había poseído seis cubiertos de plata y un cucharón, que la señora Magloire miraba con cierta satisfacción todos los días relucir espléndidamente sobre el blanco mantel de gruesa tela. Y como procuramos pintar aquí al obispo de D. tal cual era, debemos añadir que más de una vez había dicho: 'Renunciaría difícilmente a comer con cubiertos que no fuesen de plata'. ...

En la línea 228
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Mientras hablaba había dejado el saco y el palo en un rincón, guardado su pasaporte en el bolsillo y tomado asiento. La señorita Baptistina lo miraba con dulzura. ...

En la línea 813
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Cada vez que la mujer pasaba por delante de él, le arrojaba con una bocanada de humo de su cigarro algún apóstrofe que él creía chistoso y agudo, como: '¡Qué fea eres! No tienes dientes'. La mujer, triste espectro vestido, que iba y venía sobre la nieve, no le respondía, ni siquiera lo miraba, y no por eso recorría con menos regularidad su paseo. ...

En la línea 874
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... La joven sentía una extraña emoción. Escuchaba aturdida, miraba atónita y a cada palabra que decía Magdalena, sentía deshacerse en su interior las horribles tinieblas del odio, y nacer en su corazón algo consolador, inefable, algo que era alegría, confianza, amor. ...

En la línea 183
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Me miraba sin hablar. ...

En la línea 235
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Agitábase ya Lucía en su asiento, y echando abajo el chal escocés e incorporándose, se frotaba asombrada los ojos con los nudillos, a la manera de las criaturas soñolientas. Tenía revuelto y aplastado el pelo, y muy encendido el lado del rostro sobre que reposara; una trenza suelta le descendía por el hombro, y, destrenzándose por la punta, ondeaba en tres mechones. Arrugada la blanca enagua, se insubordinaba bajo el vestido de paño; un lazo de un zapato se había desatado, flotando y cubriendo el empeine del pie. Lucía miraba en derredor con ojos vagos e inciertos; estaba seria y atónita. ...

En la línea 262
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Hecho lo cual, se sentó en el rincón, y bajando el vidrio, respiró con ansia el vivificante fresco matinal. Lucía, secando sus ojos del segundo llanto vertido en el curso de tan pocas horas, sentía extraordinaria inquietud de una parte, de otra inexplicable contentamiento. La acción del viajero le causaba el gozo íntimo que suelen los rasgos generosos en las almas no gastadas aún. Moríase por darle las gracias, y no osaba hacerlo. Él, entretanto, miraba amanecer, con la misma atención que si fuese el más nuevo y entretenido espectáculo del mundo. Al fin se resolvió la niña a atreverse, y con balbuciente labio dijo la mayor tontería que en aquel caso decir pudiera (como suele suceder a cuantos piensan mucho y preparan anticipadamente un principio de diálogo). ...

En la línea 279
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... El viajero la miraba, empezando a comprender el enigma. La niña le daba la clave de la mujer. ...

En la línea 361
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Pues es lástima -contestó el vasco, mientras Lucía le miraba risueña-. Harían ustedes una pareja, que ya, ya… Ni escogidos. Sólo que la señorita… ...

En la línea 464
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Picaporte, despierto ya, miraba y no podía creer que atravesaba el país de los indios en un tren del 'Great Peninsular Railway'. Esto te parecía inverosímil, y, sin embargo, nada más positivo. La locomotora, dirigida por el brazo de un maquinista inglés y caldeada con hulla inglesa, despedía el humo sobre las plantaciones de algodón, café, moscada, clavillo y pimienta. El vapor se contorneaba en espirales alrededor de los grupos de palmeras, entre las cuales aparecían pintorescos bungalows y algunos viharis, especie de monasterios abandonados, y templos maravillosos enriquecidos por la inagotable ornamentación de la arquitectura hindú. Después, habia inmensas extensiones de tierra que se dibujaban hasta perderse de vista; juncales donde no faltaban ni las serpientes ni los tigres espantados por los resoplidos del tren y, por último, selvas perdidas por el trazado del camino, frecuentadas todavía por elefantes que miraban con ojo pensativo pasar el disparado convoy. ...

En la línea 557
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Sir Francis miraba toda esta pompa con aire singularmente triste, y volviéndose hacia el guía le dijo: ...

En la línea 853
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Fix miraba con atención a su interlocutor, que le mostraba el semblante más amable del mundo, y adoptó el partido de reirse de él. Pero éste, que estaba de gracia, le preguntó si su oficio le producía mucho. ...

En la línea 963
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Y el agente, sacando un papel de la cartera, enseñó a su compañero un nombramiento firmado por el director de la policía central. Picaporte miraba atónito a Fix, sin poder articular una sola palabra. ...


El Español es una gran familia

Reglas relacionadas con los errores de b;v

Las Reglas Ortográficas de la B

Regla 1 de la B

Detrás de m se escribe siempre b.

Por ejemplo:

sombrío
temblando
asombroso.

Regla 2 de la B

Se escriben con b las palabras que empiezan con las sílabas bu-, bur- y bus-.

Por ejemplo: bujía, burbuja, busqué.

Regla 3 de la B

Se escribe b a continuación de la sílaba al- de inicio de palabra.

Por ejemplo: albanés, albergar.

Excepciones: Álvaro, alvéolo.

Regla 4 de la B

Las palabras que terminan en -bundo o -bunda y -bilidad se escriben con b.

Por ejemplo: vagabundo, nauseabundo, amabilidad, sociabilidad.

Excepciones: movilidad y civilidad.

Regla 5 de la B

Se escriben con b las terminaciones del pretérito imperfecto de indicativo de los verbos de la primera conjugación y también el pretérito imperfecto de indicativo del verbo ir.

Ejemplos: desplazaban, iba, faltaba, estaba, llegaba, miraba, observaban, levantaba, etc.

Regla 6 de la B

Se escriben con b, en todos sus tiempos, los verbos deber, beber, caber, haber y saber.

Regla 7 de la B

Se escribe con b los verbos acabados en -buir y en -bir. Por ejemplo: contribuir, imbuir, subir, recibir, etc.

Excepciones: hervir, servir y vivir, y sus derivados.

Las Reglas Ortográficas de la V

Regla 1 de la V Se escriben con v el presente de indicativo, subjuntivo e imperativo del verbo ir, así como el pretérito perfecto simple y el pretérito imperfecto de subjuntivo de los verbos tener, estar, andar y sus derivados. Por ejemplo: estuviera o estuviese.

Regla 2 de la V Se escriben con v los adjetivos que terminan en -ava, -ave, -avo, -eva, -eve, -evo, -iva, -ivo.

Por ejemplo: octava, grave, bravo, nueva, leve, longevo, cautiva, primitivo.

Regla 3 de la V Detrás de d y de b también se escribe v. Por ejemplo: advertencia, subvención.

Regla 4 de la V Las palabras que empiezan por di- se escriben con v.

Por ejemplo: divertir, división.

Excepciones: dibujo y sus derivados.

Regla 5 de la V Detrás de n se escribe v. Por ejemplo: enviar, invento.


Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras b;v

Errores Ortográficos típicos con la palabra Miraba

Cómo se escribe miraba o mirraba?
Cómo se escribe miraba o mirava?

Más información sobre la palabra Miraba en internet

Miraba en la RAE.
Miraba en Word Reference.
Miraba en la wikipedia.
Sinonimos de Miraba.

Palabras parecidas a miraba

La palabra menuda
La palabra rodeado
La palabra enana
La palabra llamar
La palabra sorbo
La palabra pidiendo
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