Cual es errónea Memoria o Memorria?
La palabra correcta es Memoria. Sin Embargo Memorria se trata de un error ortográfico.
La falta ortográfica detectada en la palabra memorria es que se ha eliminado o se ha añadido la letra r a la palabra memoria
Más información sobre la palabra Memoria en internet
Memoria en la RAE.
Memoria en Word Reference.
Memoria en la wikipedia.
Sinonimos de Memoria.

la Ortografía es divertida

El Español es una gran familia
Reglas relacionadas con los errores de r
Las Reglas Ortográficas de la R y la RR
Entre vocales, se escribe r cuando su sonido es suave, y rr, cuando es fuerte aunque sea una palabra derivada o compuesta que en su forma simple lleve r inicial. Por ejemplo: ligeras, horrores, antirreglamentario.
En castellano no es posible usar más de dos r
Mira que burrada ortográfica hemos encontrado con la letra r
Algunas Frases de libros en las que aparece memoria
La palabra memoria puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 696
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Los jueces guardaban las declaraciones de los testigos en su memoria y sentenciaban inmediatamente, con la tranquilidad del que sabe que sus decisiones han de ser cumplidas. ...
En la línea 793
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Miró con cariño sus ojazos azules, su cara sonrosada cubierta por un vello rubio, y buscó en su memoria quién podría ser este mozo. ...
En la línea 972
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y la muchacha, como si estuviera hilando un capullo, agarraba estos cabos sueltos de su memoria y tiraba y tiraba, recordando todo lo de su existencia que tenía relación con Tonet: la primera vez que lo vió, y su compasiva simpatía por las burlas de las hilanderas, que él soportaba cabizbajo y tímido, como si estas arpias en banda le inspirasen miedo; después, los frecuentes encuentros en el camino y las miradas fijas del muchacho que parecían querer decirle algo. ...
En la línea 1545
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El niño quedó abandonado en el camón del estudi, revolviéndose con los ojos empañados por la enfermedad y balando débilmente: ¡Mare! ¡Mare! Teresa, mientras tanto, examinaba con rostro grave la compra de su marido, calculando detenidamente si aquello valía treinta duros; la hija buscaba diferencias entre la nueva bestia y el Morrut, de feliz memoria; los dos pequeños, con repentina confianza, tirábanle de la cola y le acariciaban el vientre, rogando en vano al hermano mayor que los subiera sobre su blanco lomo. ...
En la línea 240
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El marqués de San Dionisio mostrábase satisfecho de sus alardes de fuerza, de la rudeza de sus bromas, que terminaban casi siempre con lesiones de los compañeros. Cuando le llamaban bruto con acento de admiración, sonreía orgulloso de su raza. Bruto, sí: como lo habían sido sus mejores abuelos: como lo fueron siempre los caballeros de Jerez, espejo de la nobleza andaluza, arrogantes jinetes formados en dos siglos de batalla diaria y continua algarada en tierras de moros, pues por algo Jerez se llamaba de la Frontera. Y recapitulando en su memoria lo que había leído u oído sobre la historia de los suyos, reíase de Carlos V el gran Emperador, que, al pasar por Jerez, había querido correr unas lanzas con los jinetes famosos de la tierra que no gustaban de combates de puro juego, tomándolos en serio como si aún luchasen con moros. En el primer encuentro le rasgaron la ropilla al emperador; en el segundo le hicieron sangre, y la emperatriz, que estaba en los tablados, llamó muy asustada a su esposo, rogándole que reservase su lanza para gentes menos rudas que los caballeros jerezanos. ...
En la línea 440
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Rafael miraba al acompañante del buhonero creyendo reconocerle, pero sin determinar en su memoria quién era. Caminaba con las manos en los bolsillos, el cuello de la chaqueta levantado y el sombrero sobre las cejas, chorreando agua por todos los extremos de su traje, encogiéndose estremecido de frío, sin una manta como su camarada. Pero, a pesar de esto, marchaba sin precipitación como si no le molestasen la lluvia y el viento que combatían su débil persona. ...
En la línea 548
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El aspecto de la gañanía, el amontonamiento de la gente, evocó en la memoria de Salvatierra el recuerdo del presidio. Las mismas paredes enjalbegadas, pero aquí menos blancas, ahumadas por el vaho nauseabundo del combustible animal, rezumando grasa por el continuo roce de los cuerpos sucios. Iguales escarpias en los muros, y colgando de ellas todo el ajuar de la miseria, alforjas, mantas, jergones destripados, blusas multicolores, sombreros mugrientos, zapatos pesados de innumerables remiendos con clavos agudos. ...
En la línea 752
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Fermín hizo un gesto afirmativo y sonrió, como si adivinase lo que iba a decirle don Ramón. Se sabía de memoria los períodos oratorios de los prospectos de la casa, apreciados por don Pablo como las muestras más gloriosas de la literatura profana. ...
En la línea 109
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... A pesar de esto, su excelente memoria conservaba casi todo el Nebrija sin entender palabra, muchos versos y cerca de medio misal romano. ...
En la línea 306
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... «Sin duda, hablaba de memoria; repetía lo que había oído. ...
En la línea 448
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... D'Artagnan entonces dio su nombre, y el señor de Tréville, trayendo a su memoria de golpe todos sus recuerdos del presente y del pasado, se puso al corriente de la situación. ...
En la línea 457
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Señor -dijo D'Artagnan-, al dejar Tarbes y venir hacia aquí, me proponía pediros, en recuerdo de esa amistad cuya memoria no habéis perdido, una casaca de mosquetero; pero después de cuanto he visto desde hace dos horas, comprendo que un favor semejante se ría enorme, y tiemblo de no merecerlo. ...
En la línea 2572
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Sí, sire; sí, ése es, y Vuestra Ma jestad tiene buena memoria. ...
En la línea 3978
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... El cardenal tiene la memoria tenaz y la mano larga; creedme, os jugará una mala pasada. ...
En la línea 6
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Mas no habiendo tomado la pluma para entrar en tal cuestion, me separo de ella, y paso á mi intento, que no es otro que dar en una pequeña memoria razonada, alguna idea y noticia de lo que son nuestras Islas Filipinas, con el laudable objeto de que en mi memoria y gratos recuerdos de aquellas Islas, vean sus habitantes todos mi gratitud y deseos de contribuir á su prosperidad, por la que me interesaré siempre mas de lo que puedo encarecer. ...
En la línea 6
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Mas no habiendo tomado la pluma para entrar en tal cuestion, me separo de ella, y paso á mi intento, que no es otro que dar en una pequeña memoria razonada, alguna idea y noticia de lo que son nuestras Islas Filipinas, con el laudable objeto de que en mi memoria y gratos recuerdos de aquellas Islas, vean sus habitantes todos mi gratitud y deseos de contribuir á su prosperidad, por la que me interesaré siempre mas de lo que puedo encarecer. ...
En la línea 18
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Animado yo, y deseoso porque fines tan interesantes se realicen, me he determinado á formar esta pequeña memoria, con el doble objeto de dar alguna noticia del estado que tenian las Filipinas á mi salida de ellas, y presentando algunos de los muchos obstáculos que se oponen al desarrollo de su prosperidad y riqueza, y los medios que pudieran emplearse para destruirlos, escitar los mayores talentos de otros, que con mas tiempo para ocuparse de esta importante materia, puedan mas minuciosamente y con mas precision, estender sus observaciones sobre el asunto, para influir en el ánimo del ilustrado Gobierno que hoy rije los destinos de la patria, y proporcionar por este medio las útiles reformas que el estado de las provincias de Filipinas reclama, para avanzar en su prosperidad y engrandecimiento. ...
En la línea 177
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Aqui es donde precisamente es indispensable dispensar al autor de esta memoria, como suplica, toda induljencia por protestar como lo hace que su ánimo no es lastimar en lo mas mínimo el carácter, concepto y opinion de ningun empleado en particular; pues su plan solo se reduce á manifestar el impulso que las rentas podrian tener, é indicar que con el aumento progresivo de empleados que han tenido aquellas oficinas de veinte años acá, si continúa, muy en breve no bastarán los ingresos del tesoro para satisfacer sueldos, pensiones, retiros y demas gravámenes con que se sobrecarga aquel erario, y se empobrece asi como al pais; por lo que es de necesidad atender con tiempo á este daño y cortarle, para no esponerse á esperimentar las funestas consecuencias que pudiera traer, y que pocos habrá dejen de conocerlas. ...
En la línea 298
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Para componerlo me he valido de ciertos diarios que fuí escribiendo durante mi estancia en España y de numerosas cartas escritas a mis amigos de Inglaterra, que han tenido después la bondad de restituírmelas; sin embargo, la mayor parte de él, consistente en descripciones de lugares y escenas, en bosquejos de caracteres, etcétera, se la debo a mi memoria. ...
En la línea 354
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Tivoli, sitio pintoresco y bello, se borra con rapidez de la memoria de cuantos ven el Paraíso portugués. ...
En la línea 977
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... ¿Qué memoria queda de las razas druídicas? ¡Hela aquí, en ese rimero de piedra eterna! Llegamos a Arroyolos a cosa de las siete de la noche. ...
En la línea 3124
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El suceso trajo a mi memoria la pradera y el sendero que tentaron a Cristián cuando seguía el angosto camino del cielo, y que acabaron por llevarle a los dominios del gigante Desesperado. ...
En la línea 121
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y así, después de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su memoria e imaginación, al fin le vino a llamar Rocinante: nombre, a su parecer, alto, sonoro y significativo de lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo. ...
En la línea 129
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Mas, apenas se vio en el campo, cuando le asaltó un pensamiento terrible, y tal, que por poco le hiciera dejar la comenzada empresa; y fue que le vino a la memoria que no era armado caballero, y que, conforme a ley de caballería, ni podía ni debía tomar armas con ningún caballero; y, puesto que lo fuera, había de llevar armas blancas, como novel caballero, sin empresa en el escudo, hasta que por su esfuerzo la ganase. ...
En la línea 134
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y añadió diciendo: -Dichosa edad, y siglo dichoso aquel adonde saldrán a luz las famosas hazañas mías, dignas de entallarse en bronces, esculpirse en mármoles y pintarse en tablas para memoria en lo futuro. ...
En la línea 204
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Mas, viniéndole a la memoria los consejos de su huésped cerca de las prevenciones tan necesarias que había de llevar consigo, especial la de los dineros y camisas, determinó volver a su casa y acomodarse de todo, y de un escudero, haciendo cuenta de recebir a un labrador vecino suyo, que era pobre y con hijos, pero muy a propósito para el oficio escuderil de la caballería. ...
En la línea 676
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 20 de diciembre.- El capitán Fitz-Roy le da el nombre de Sir J. Banks a una colina de unos 1.500 pies de elevación que forma uno de los costados de la bahía en que nos hallamos, en memoria de la desgraciada excursión que costó la vida a dos de sus tripulantes y de donde el doctor Solander creyó no regresar. La tempestad de nieve, causa de su infortunio, se desencadenó en pleno enero, que corresponde a nuestro mes de junio, ¡y esto en la latitud de Durham! Deseaba yo mucho llegar a la cumbre de esta montaña para recoger algunas plantas alpestres; porque en las tierras bajas hay muy pocas flores de todas las especies. Seguimos hasta el origen del torrente que ya había yo recorrido la víspera, y a partir de este punto nos vimos obligados a abrirnos paso a través de los árboles. Como consecuencia de la altura en que brotan y de los vientos que reinan en estas alturas son estos árboles gruesos, achaparrados y torcidos en todas direcciones. Llegamos al fin a lo que desde abajo habíamos tomado por un hermoso tapiz de verde césped, y nos encontramos, por desgracia, conque era una masa compacta de pequeños abedules de cuatro a cinco pies de altura. Con seguridad estaban tan espesos como las franjas de bojes de nuestros jardines, y en la imposibilidad de abrirnos camino por entre los árboles nos vimos obligados a caminar por encima. ...
En la línea 707
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Pasamos la noche cerca del punto de unión del estrecho de Ponsonby con el canal del Beagle. Una reducida familia de fueguenses, tranquilos e inofensivos, habita la pequeña ansa donde hemos desembarcado; enseguida vienen a unirse con nosotros alrededor de nuestro fuego. Aunque todos estábamos bien vestidos y a pesar de hallarnos cerca de la lumbre, estábamos muy lejos de sentir calor; y sin embargo, estos salvajes, completamente desnudos y mucho más distantes que nosotros de las brasas, sudaban a chorros, con gran sorpresa nuestra, lo confieso. De todas maneras parecían muy contentos de hallarse cerca de nosotros, y aprendieron de memoria la letra de una canción de los marineros; pero siempre cantaban algo retrasados, produciendo un efecto muy extraño. ...
En la línea 1295
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... más se borrará de mi memoria el recuerdo de este espectáculo admirable ...
En la línea 1361
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 20 de febrero.- Día memorable en los anales de Valdivia, porque hoy se ha sentido el más violento terremoto de que hay memoria aquí ...
En la línea 559
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Yo sé las inscripciones de memoria. ...
En la línea 765
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Don Cayetano contuvo su verbosidad, comprendió que algo deseaba decirle el Magistral, que estorbaba Glocester; recordó de repente que él también quería hablar al Provisor, y como en casos tales no se mordía la lengua, cortó la conversación diciendo: —¡Ah! ¡pícara memoria! don Fermín, una palabra, con permiso del señor Arcediano. ...
En la línea 977
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Después, casi siempre, había tenido grandes contrariedades en la vida, pero ya despreciaba su memoria; una porción de necios se habían conjurado contra ella; todo aquello le repugnaba recordarlo; pero su pena de niña, la injusticia de acostarla sin sueño, sin cuentos, sin caricias, sin luz, la sublevaba todavía y le inspiraba una dulcísima lástima de sí misma. ...
En la línea 1001
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Cuando era niña, pero ya confesaba, siempre que el libro de examen decía pase la memoria por los lugares que ha recorrido, se acordaba sin querer de la barca de Trébol, de aquel gran pecado que había cometido, sin saberlo ella, la noche que pasó dentro de la barca con aquel Germán, su amigo. ...
En la línea 6
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Nunca volvería a ver a esta pobre casa, y, sin embargo, se alzaba en su recuerdo más grande y majestuosa que todos los edificios históricos admirados en sus viajes. Tenía olvidado el nombre de aquella humilde mujer que facilitó, sin saberlo, la aproximación de ellos dos; pero su imagen persistía en su memoria, con el resplandor dulce y atractivo que envuelve a los grandes favorecedores de nuestro pasado. ...
En la línea 97
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La carta del canónigo puso en pie en la memoria de Claudio tres figuras sólo entrevistas durante los últimos meses como fugaces e indecisos fantasmas: el embajador Bustamante. su cuñada doña Nati y la dulce Estela. Esta última, sin embargo, persistía en su recuerdo, según sus propias palabras, «como un perfume lejano de violeta adormecida entre hojas». ...
En la línea 133
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Se acordaba Rosaura repentinamente de una doméstica del canónigo, que Claudio había nombrado muchas veces. El joven la distinguía de las otras por su habilidad para contarle historias de santos y demonios, que amenizaban su niñez. Admirábase Figueras de la memoria prodigiosa de esta señora, capaz de retener el nombre de una oscura criada. ...
En la línea 216
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... ¿Por qué seguir aquí, oyendo la charla apasionada de este erudito, sinceramente indignado por la injusticia póstuma infligida a la memoria de unos seres que habían dejado de existir cuatrocientos años antes?… ...
En la línea 290
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Su galantería de mujer bien educada le obligó a permanecer de pie, para no privar de asiento a los seres débiles y masculinos de larga túnica y amplio manto que habían venido a presenciar la fiesta. La gloria del profesor iba acompañada de una nueva visión de la existencia. Nunca le había parecido la vida tan hermosa y atrayente. Todas aquellas matronas de barba canosa y brazos algo velludos, graves y señoriles, con la majestad de la madre de familia, no podían conocerle por la razón de que él había rehuido hasta entonces las dulzuras y placeres de la vida social. Nadie podía adivinar en su persona al célebre profesor Flimnap, tan alabado por todos los periódicos. Después hizo memoria de que en la misma mañana los diarios más importantes habían publicado su retrato, y procuro ocultar el rostro cada vez que un hombre se echaba atrás el velo para mirarle con vaga curiosidad. ...
En la línea 478
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Además, le revelaré que todos estos hombres forzudos son descendientes de los militares y los personajes masculinos que monopolizaban el poder antes de la Revolución. Ahora viven aparte, formando una casta especial, y, ¿por qué no decirlo?, están sometidos a la esclavitud, y solo la muerte puede librarles de ella. No lo hacemos por venganza, sino por necesidad y conveniencia. Ya le dije que nuestra Revolución (semejante en esto a todas las revoluciones de los hombres) ha tenido que valerse de ciertos medios antihumanos, que benefician a la mayoría. La casta de los vencidos vigorosos se reproduce de un modo alarmante, como todo lo que pertenece a un género inferior. Pero no crea que nos infunde miedo. Nuestra ciencia ha encontrado el medio de extirpar a estos hombres la memoria y la ambición. Los hijos resultan más estúpidos y más forzudos que los padres. Pasadas unas cuantas generaciones, estas máquinas de músculos, sin iniciativa ni voluntad, resultarán perfectas. ...
En la línea 493
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - No tema eso, gentleman. Ya le he hablado de nuestra ciencia, y con la misma ligereza que extirpa la voluntad y la memoria a los esclavos forzudos, puede extirpar también otras cosas. Crea usted que esos hombres de la cimitarra, a pesar de su aspecto terrible, solo piensan en comer y en conservar su caballo limpio y brillante. ...
En la línea 500
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - ¿Y nadie guarda memoria de cómo fueron los poderosos medios destructivos antes del triunfo de las mujeres?… ...
En la línea 65
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Mientras estudió la segunda enseñanza en el colegio de Masarnau, donde estaba a media pensión, su mamá le repasaba las lecciones todas las noches, se las metía en el cerebro a puñados y a empujones, como se mete la lana en un cojín. Ved por dónde aquella señora se convirtió en sibila, intérprete de toda la ciencia humana, pues le descifraba al niño los puntos oscuros que en los libros había, y aclaraba todas sus dudas, allá como Dios le daba a entender. Para manifestar hasta dónde llegaba la sabiduría enciclopédica de doña Bárbara, estimulada por el amor materno, baste decir que también le traducía los temas de latín, aunque en su vida había ella sabido palotada de esta lengua. Verdad que era traducción libre, mejor dicho, liberal, casi demagógica. Pero Fedro y Cicerón no se hubieran incomodado si estuvieran oyendo por encima del hombro de la maestra, la cual sacaba inmenso partido de lo poco que el discípulo sabía. También le cultivaba la memoria, descargándosela de fárrago inútil, y le hacía ver claros los problemas de aritmética elemental, valiéndose de garbanzos o judías, pues de otro modo no andaba ella muy a gusto por aquellos derroteros. Para la Historia Natural, solía la maestra llamar en su auxilio al león del Retiro, y únicamente en la Química se quedaban los dos parados, mirándose el uno al otro, concluyendo ella por meterle en la memoria las fórmulas, después de observar que estas cosas no las entienden más que los boticarios, y que todo se reduce a si se pone más o menos cantidad de agua del pozo. Total: que cuando Juan se hizo bachiller en Artes, Barbarita declaraba riendo que con estos teje-manejes se había vuelto, sin saberlo, una doña Beatriz Galindo para latines y una catedrática universal. ...
En la línea 65
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Mientras estudió la segunda enseñanza en el colegio de Masarnau, donde estaba a media pensión, su mamá le repasaba las lecciones todas las noches, se las metía en el cerebro a puñados y a empujones, como se mete la lana en un cojín. Ved por dónde aquella señora se convirtió en sibila, intérprete de toda la ciencia humana, pues le descifraba al niño los puntos oscuros que en los libros había, y aclaraba todas sus dudas, allá como Dios le daba a entender. Para manifestar hasta dónde llegaba la sabiduría enciclopédica de doña Bárbara, estimulada por el amor materno, baste decir que también le traducía los temas de latín, aunque en su vida había ella sabido palotada de esta lengua. Verdad que era traducción libre, mejor dicho, liberal, casi demagógica. Pero Fedro y Cicerón no se hubieran incomodado si estuvieran oyendo por encima del hombro de la maestra, la cual sacaba inmenso partido de lo poco que el discípulo sabía. También le cultivaba la memoria, descargándosela de fárrago inútil, y le hacía ver claros los problemas de aritmética elemental, valiéndose de garbanzos o judías, pues de otro modo no andaba ella muy a gusto por aquellos derroteros. Para la Historia Natural, solía la maestra llamar en su auxilio al león del Retiro, y únicamente en la Química se quedaban los dos parados, mirándose el uno al otro, concluyendo ella por meterle en la memoria las fórmulas, después de observar que estas cosas no las entienden más que los boticarios, y que todo se reduce a si se pone más o menos cantidad de agua del pozo. Total: que cuando Juan se hizo bachiller en Artes, Barbarita declaraba riendo que con estos teje-manejes se había vuelto, sin saberlo, una doña Beatriz Galindo para latines y una catedrática universal. ...
En la línea 86
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Casose luego la mayor, llamada Benigna en memoria de su abuelito el héroe de Boteros. Esta sí que fue buena boda. El novio era Ramón Villuendas, hijo mayor del célebre cambiante de la calle de Toledo; gran casa, fortuna sólida. Era ya viudo con dos chiquillos, y su parentela ofrecía variedad chocante en orden de riqueza. Su tío D. Cayetano Villuendas estaba casado con Eulalia hermana del marqués de Casa-Muñoz, y poseía muchos millones; en cambio, había un Villuendas tabernero y otro que tenía un tenducho de percales y bayetas llamado El Buen Gusto. El parentesco de los Villuendas pobres con los ricos no se veía muy claro; pero parientes eran y muchos de ellos se trataban y se tuteaban. ...
En la línea 106
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Fuera del platicar, Estupiñá no tenía ningún vicio, ni se juntó jamás con personas ordinarias y de baja estofa. Una sola vez en su vida tuvo que ver con gente de mala ralea, con motivo del bautizo del chico de un sobrino suyo, que estaba casado con una tablajera. Entonces le ocurrió un lance desagradable del cual se acordó y avergonzó toda su vida; y fue que el pillete del sobrinito, confabulado con sus amigotes, logró embriagarle, dándole subrepticiamente un Chinchón capaz de marear a una piedra. Fue una borrachera estúpida, la primera y última de su vida; y el recuerdo de la degradación de aquella noche le entristecía siempre que repuntaba en su memoria. ¡Infames, burlar así a quien era la misma sobriedad! Me le hicieron beber con engaño evidente aquellas nefandas copas, y después no vacilaron en escarnecerle con tanta crueldad como grosería. Pidiéronle que cantara la Pitita, y hay motivos para creer que la cantó, aunque él lo niega en redondo. En medio del desconcierto de sus sentidos, tuvo conciencia del estado en que le habían puesto, y el decoro le sugirió la idea de la fuga. Echose fuera del local pensando que el aire de la noche le despejaría la cabeza; pero aunque sintió algún alivio, sus facultades y sentidos continuaban sujetos a los más garrafales errores. Al llegar a la esquina de la Cava de San Miguel, vio al sereno; mejor dicho, lo que vio fue el farol del sereno, que andaba hacia la rinconada de la calle de Cuchilleros. Creyó que era el Viático, y arrodillándose y descubriéndose, según tenía por costumbre, rezó una corta oración y dijo: «¡que Dios le dé lo que mejor le convenga!». Las carcajadas de sus soeces burladores, que le habían seguido, le volvieron a su acuerdo, y conocido el error, se metió a escape en su casa, que a dos pasos estaba. Durmió, y al día siguiente como si tal cosa. Pero sentía un remordimiento vivísimo que por algún tiempo le hacía suspirar y quedarse meditabundo. Nada afligía tanto su honrado corazón como la idea de que Barbarita se enterara de aquel chasco del Viático. Afortunadamente, o no lo supo, o si lo supo no se dio nunca por entendida. ...
En la línea 203
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Ordena Su Majestad que, por graves y poderosas razones de Estado, Su Gracia el príncipe oculte su enfermedad por todos los medios que estén a su alcance, hasta que pase y Su Gracia vuelva a estar como estaba antes; es decir, que no deberá negar a nadie que es el verdadero príncipe y heredero de la grandeza de Inglaterra, que deberá conservar su dignidad de príncipe y recibir, sin palabra ni signo de protesta, la reverencia y observancia que se le deben por acertada y añeja costumbre; que deberá dejar de de hablarle a ninguno de ese nacimiento y vida de baja condición que su enfermedad ha creado pn las malsanas imaginaciones de una fantasía obsesionada; que habrá de procurar con diligencia traer de nuevo a su memoria los rostro que solía conocer, y cuando no lo consiga deberá guardar silencio, sin revelar con gestos de sorpresa, u otras señales, que los ha olvidado; que en las ceremonias de Estado, cuando quiera que se sienta perplejo en cuanto a lo que debe hacer y las palabras que debe decir, no habrá de mostrar la menor inquietud a los espectadores curiosos, sino pedir consejo en tal materia a lord Hertford, o a su humilde servidor, que tenemos mandato del rey de ponernos a su servicio atentos a su llamado, hasta que ésta orden se anule. Esto dice Su Majestad el rey, que envía sus saludos a Su Alteza Real y ruega que Dios quiera en su misericordia sanar a Vuestra Alteza prontamente y conservarle ahora y siempre en su bendita protección. ...
En la línea 209
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Te flaquea aún la memoria y has demostrado sorpresa; pero no te apures, porque esto no persistirá, sino que desaparecerá conforme tu dolencia mejore. Milord de Hertford te habla de la fiesta de la ciudad, a la cual Su Majestad el rey prometió hace unos dos meses que asistiría Tu Alteza. ¿Lo recuerdas ahora? ...
En la línea 210
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Me duele confesar que se me fue de la memoria –contestó Tom con voz vacilante, y sonrojóse de nuevo. ...
En la línea 212
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Os ruego, señoras, que no déis muestras de observar sus rarezas ni mostréis sorpresa cuando le falte la memoria; os dolerá notar cómo se turba con cualquier fruslería. ...
En la línea 201
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Vamos, habla, Liduvina… ¡por la memoria de mi madre!… ...
En la línea 1229
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Le juro a usted, don Augusto, le juro por la santa memoria de mi santa madre que esté en gloria, le juro… ...
En la línea 2100
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Aquella misma noche se partió Augusto de esta ciudad de Salamanca adonde vino a verme. Fuese con la sentencia de muerte sobre el corazón y convencido de que no le sería ya hacedero, aunque lo intentara, suicidarse. El pobrecillo, recordando mi sentencia, procuraba alargar lo más posible su vuelta a su casa, pero una misteriosa atracción, un impulso íntimo le arrastraba a ella. Su viaje fue lamentable. Iba en el tren contando los minutos, pero contándolos al pie de la letra: uno, dos, tres, cuatro… Todas sus desventuras, todo el triste ensueño de sus amores con Eugenia y con Rosario, toda la historia tragicómica de su frustrado casamiento habíanse borrado de su memoria o habíanse más bien fundido en una niebla. Apenas si sentía el contacto del asiento sobre que descansaba ni el peso de su propio cuerpo. «¿Será verdad que no existo realmente? —se decía— ¿tendrá razón este hombre al decir que no soy más que un producto de su fantasía, un puro ente de ficción?» ...
En la línea 623
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Te lo juro por la memoria de mi madre. ...
En la línea 678
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Calla, Giro Batol! ¡No me traigas a la memoria recuerdos terribles! ...
En la línea 525
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... La ira del canadiense fue creciendo durante las dos horas siguientes. Ned Land llamaba y gritaba, pero en vano. Sordas eran las paredes de acero. Yo no oía el menor ruido en el interior del barco, que parecía muerto. No se movía, pues de hacerlo hubiera sentido los estremecimientos del casco bajo la impulsión de la hélice. Sumergido sin duda en los abismos de las aguas, no pertenecía ya a la tierra. El silencio era espantoso. No me atrevía a estimar la duración de nuestro abandono, de nuestro aislamiento en el fondo de aquella celda. Las esperanzas que me había hecho concebir nuestra entrevista con el comandante iban disipándose poco a poco. La dulzura de la mirada de aquel hombre, la expresión generosa de su fisonomía, la nobleza de su porte, iban desapareciendo de mi memoria. Volvía a ver al enigmático personaje, sí, pero tal como debía ser, necesariamente implacable y cruel. Me lo imaginaba fuera de la humanidad, inaccesible a todo sentimiento de piedad, un implacable enemigo de sus semejantes, a los que debía profesar un odio imperecedero. ...
En la línea 642
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Estos músicos -respondió el capitán Nemo -son contemporáneos de Orfeo, pues las diferencias cronológicas se borran en la memoria de los muertos, y yo estoy muerto, señor profesor, tan muerto como aquéllos de sus amigos que descansan a seis pies bajo tierra. ...
En la línea 648
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Un conquiliólogo un poco nervioso se hubiera pasmado y vuelto loco de alegría ante otras vitrinas, más numerosas, en las que se hallaban clasificadas las muestras de la división de los moluscos. Vi una colección de un valor inestimable, para cuya descripción completa me falta tiempo. Por ello, y a título de memoria solamente, citaré el elegante martillo real del océano índico, cuyas regulares manchas blancas destacaban vivamente sobre el fondo rojo y marrón; un espóndilo imperial de vivos colores, todo erizado de espinas, raro espécimen en los museos europeos y cuyo valor estimé en unos veinte mil francos; un martillo común de los mares de la Nueva Holanda, de difícil obtención pese a su nombre; berberechos exóticos del Senegal, frágiles conchas blancas bivalvas que un soplo destruiría como una pompa de jabón; algunas variedades de las regaderas de Java, especie de tubos calcáreos festoneados de repliegues foliáceos, muy buscados por los aficionados; toda una serie de trocos, unos de color amarillento verdoso, pescados en los mares de América, y otros, de un marrón rojizo, habitantes de los mares de Nueva Holanda, o procedentes del golfo de México y notables por su concha imbricada; esteléridos hallados en los mares australes, y, por último, el más raro de todos, el magnífico espolón de Nueva Zelanda; admirables tellinas sulfuradas, preciosas especies de citereas y de venus; el botón trencillado de las costas de Tranquebar; el turbo marmóreo de nácar resplandeciente; los papagayos verdes de los mares de China; el cono casi desconocido del género Coenodulli; todas las variedades de porcelanas que sirven de moneda en la India y en África; la «Gloria del mar», la más preciosa concha de las Indias orientales; en fin, litorinas, delfinulas, turritelas, jantinas, óvulas, volutas, olivas, mitras, cascos, púrpuras, bucínidos, arpas, rocas, tritones, ceritios, husos, estrombos, pteróceras, patelas, hiálicos, cleodoras, conchas tan finas como delicadas que la ciencia ha bautizado con sus nombres más encantadores. ...
En la línea 1066
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -He aquí algunos -respondí-, o por lo menos los que me vienen ahora a la memoria. Si no me equivoco, se ha hallado una profundidad media de ocho mil doscientos metros en el Atlántico Norte y de dos mil quinientos metros en el Mediterráneo. Los sondeos más notables efectuados en el Atlántico Sur, cerca de los treinta y cinco grados, han dado doce mil metros, catorce mil noventa y un metros y quince mil ciento cuarenta y nueve metros. En resumen, se estima que si el fondo del mar estuviera nivelado su profundidad media sería de unos siete kilómetros. ...
En la línea 1019
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Como era demasiado talludo para concurrir a la sala de la tía abuela del señor Wopsle, terminó mi educación a las órdenes de aquella absurda señora. Ello no ocurrió, sin embargo, hasta que Biddy no me hubo transmitido todos sus conocimientos, desde el catálogo de precios hasta una canción cómica que un día compró por medio penique. Apenas tenía significado para mí, pero, sin embargo, en mi deseo de adquirir conocimientos, me la aprendí de memoria con la mayor gravedad. ...
En la línea 1118
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Mucho después de la desaparición de los policías, mi hermana estaba muy enferma en la cama. Habíase perturbado enormemente su retina, de modo que veía los objetos multiplicados y a veces se empeñaba en coger imaginarias tazas de té y vasos de vino, tomándolos por realidades. El oído y la memoria los conservaba bastante buenos, pero sus palabras resultaban ininteligibles. Cuando, por fin, se recobró bastante para poder ser transportada a la planta baja, fue necesario ponerle al lado mi pizarra, con objeto de que pudiese indicar por escrito lo que no podía mencionar verbalmente. Y como escribía muy mal y pronunciaba peor, aun cuando estaba sana, y, por otra parte, Joe era un mal lector, se originaban tremendas complicaciones entre ellos, que yo era el llamado a resolver. El hecho de que le sirviera carnero en vez de medicina, la confusión entre el té y Joe, o entre el panadero y el tocino, eran los más fáciles de mis propios errores. ...
En la línea 1401
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Dije al señor Pumblechook que había dado orden de que mandasen mi traje a su casa, y él se quedó estático de admiración al ver que le distinguía de tal modo. Le expliqué mis deseos de evitar los chismes y la admiración de mi pueblo, y puso en las mismas nubes mi previsión. Expresó su convicción de que nadie más que él mismo era digno de mi confianza… y me dio la mano otra vez. Luego me preguntó tiernamente si me acordaba de nuestros juegos infantiles, cuando me proponía sumas y cómo los dos convinimos en que yo entrase de aprendiz con Joe; también hizo memoria de que él siempre fue mi preferido y mi amigo más querido. Pero, aunque yo hubiese bebido diez veces el vino que había ingerido, a pesar de eso nunca me habría convencido de que sus relaciones conmigo fueron las que aseguraba; en lo más profundo de mi corazón habría rechazado indignado aquella idea. Sin embargo, me acuerdo que llegué a convencerme de que había juzgado mal a aquel hombre, que resultaba ser práctico y bondadoso. ...
En la línea 1675
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Calculando moderadamente, aquel domingo hacía ya varios meses que dejé a Joe y a Biddy. El espacio interpuesto entre ellos y yo se aumentó igualmente en mi memoria, y nuestros marjales se me aparecían más distantes cada vez. ...
En la línea 334
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raskolnikof tuvo un sueño horrible. Volvió a verse en el pueblo donde vivió con su familia cuando era niño. Tiene siete años y pasea con su padre por los alrededores de la pequeña población, ya en pleno campo. Está nublado, el calor es bochornoso, el paisaje es exactamente igual al que él conserva en la memoria. Es más, su sueño le muestra detalles que ya había olvidado. El panorama del pueblo se ofrece enteramente a la vista. Ni un solo árbol, ni siquiera un sauce blanco en los contornos. Únicamente a lo lejos, en el horizonte, en los confines del cielo, por decirlo así, se ve la mancha oscura de un bosque. ...
En la línea 434
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Pero, desde hacía algún tiempo, Raskolnikof era un hombre dominado por las supersticiones. Incluso era fácil descubrir en él los signos indelebles de esta debilidad. En el asunto que tanto le preocupaba se sentía especialmente inclinado a ver coincidencias sorprendentes, fuerzas extrañas y misteriosas. El invierno anterior, un estudiante amigo suyo llamado Pokorev le había dado, poco antes de regresar a Karkov, la dirección de la vieja Alena Ivanovna, por si tenía que empeñar algo. Pasó mucho tiempo sin que tuviera necesidad de ir a visitarla, pues con sus lecciones podía ir viviendo mal que bien. Pero, hacía seis semanas, había acudido a su memoria la dirección de la vieja. Tenía dos cosas para empeñar: un viejo reloj de plata de su padre y un anillo con tres piedrecillas rojas que su hermana le había entregado en el momento de separarse, para que tuviera un recuerdo de ella. Decidió empeñar el anillo. Cuando vio a Alena Ivanovna, aunque no sabía nada de ella, sintió una repugnancia invencible. ...
En la línea 600
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¡Qué mala memoria! Anteayer le gané tres partidas de billar, una tras otra, en el Gambrinus. ...
En la línea 667
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Se sentó y, de pronto, acudió a su memoria todo lo ocurrido. ...
En la línea 348
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Ignoro si la baronesa de Wurmenheim tendrá en cuenta este hecho cuando le presente mis excusas —pues tengo intención de hacerlo—. Creo que no, tanto más cuanto que, según tengo entendido, se está ya abusando de esta circunstancia en el mundo jurídico; en los procesos criminales los abogados han justificado frecuentemente a sus clientes alegando su inconsciencia en el momento del crimen, que constituye, según ellos, como una enfermedad. “Ha matado y no se acuerda ya de nada. “ Y figúrese usted, general, que la Medicina les da la razón… Afirma, en efecto, que existe una demencia temporal durante la cual el individuo pierde, si no completamente, al menos casi completamente la memoria. Pero el barón y la baronesa son gentes de la vieja generación, y además, junkers prusianos. Ignoran, por consiguiente, este progreso de la Medicina legal. Y, por lo tanto, no admitirán mis explicaciones. ¿Qué opina usted, general? ...
En la línea 480
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Sí, era ella misma, la imponente y rica Antonina Vassilievna Tarassevitchev, gran propietaria y gran dama moscovita; la babulinka, a la que se habían mandado tantos telegramas, moribunda de setenta y cinco años que no se decidía a morir y que de pronto nos llegaba en carne y hueso, como caída del cielo. Allí estaba, conducida en su sillón, como siempre, desde hacía cinco años, con su gesto avispado, irascible, satisfecha de sí misma, erguida en su asiento, dando gritos imperiosos, regañando a todo el mundo… En una palabra, exactamente la misma Antonina Vassilievna que yo había tenido el honor de ver dos veces, desde que entré de preceptor en casa del general. Era natural que me quedase ante ella fulminado de estupor. Sus ojos de lince me habían visto a la distancia de cien pasos; me había reconocido y llamado por mi nombre y apellido, pues estaba dotada de una memoria prodigiosa. ...
En la línea 308
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Al parecer, el rasgo más común de aquel mundo era el miedo. Observando al hombre dormido junto al fuego, con la cabeza entre las rodillas res guardada por las manos entrelazadas, Buck lo veía agitarse y despertar con frecuencia sobresaltado, lanzar una mirada temerosa a la oscuridad y entonces echar más leña a la hoguera. Si iban por la orilla de un mar, donde el hombre recogía moluscos y se los comía al momento, los dos lo hacían con la mirada alerta ante un peligro oculto, listos para correr como el viento al menor atisbo. Por el bosque avanzaban sin ruido, Buck pegado a los talones del hombre velludo, atentos y vigilantes los dos, tensas las orejas y temblorosas las aletas de la nariz, pues el oído y el olfato del hombre eran tan agudos como los de Buck. El hombre era capaz de trepar a los árboles y desplazarse con la misma rapidez que por el suelo, columpiándose de rama en rama, separadas a veces por más de tres metros, soltándose y volviéndose a agarrar, sin caer nunca ni errar jamás el asidero. En realidad parecía estar tan a sus anchas entre los árboles como en tierra, y a Buck le venían a la memoria noches de vigilia al pie de un árbol, donde, encaramado a una rama, dormía el hombre velludo. ...
En la línea 340
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Se hizo la noche y una luna llena se elevó por encima de los árboles hasta lo alto del cielo, iluminando la tierra, que quedó bañada de una claridad fantasmal. Y, con la llegada de la noche, Buck, pensativo y afligido junto a la laguna, sintió el despertar de una vida nueva en la selva, una vida distinta de la que habían vivido los yeehat. Se puso de pie, escuchando y husmeando. Desde muy lejos le llegó débilmente, empujado por el viento, un penetrante aullido, al que respondió un coro de aullidos semejantes. Poco a poco los aullidos se fueron haciendo más claros y cercanos. De nuevo, Buck supo que los había oído en aquel otro mundo que vivía en su memoria. Se dirigió al centro del claro del bosque y escuchó. Era la llamada, la llamada tantas veces oída, que sonaba más atractiva e imperiosa que nunca. Y más que nunca estuvo dispuesto a obedecer. John Thornton había muerto. El último vínculo se había roto. Ni el hombre ni sus lazos lo retenían ya. ...
En la línea 41
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... No creía que fuese hacedero en mucho tiempo -en años- que Luisa recobrase la memoria de su pasada existencia, pero en cambio era posible reeducarla para la vida, como a una niña. Cabía enseñarla nociones simples, darla lecciones de cosas, sin fatigar su cerebro; seguir con ella en el campo, en un sitio sano y apartado, un procedimiento análogo al de los Kindergartens. ...
En la línea 47
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... »Renace ahora… Nada recuerda de su vida pasada; hasta ignora que tuvo una hija. Pero su memoria, que procederá como instinto mientras no cure de la amnesia, hará, así lo espero, que experimente simpatías por usted. ...
En la línea 54
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... «Su memoria -me había dicho el doctor- procederá como instinto, mientras no cure de la amnesia». ...
En la línea 69
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Un hombre puede ser visto bajo dos aspectos muy diferentes; un profesor de matemáticas durante su clase no deja ver más que una parte de sí mismo y hasta él olvida, momentáneamente, todo lo que se halla fuera del grupo de sus conocimientos especiales. Pero yo supongo que salido de su clase, es un buen músico. La familia le verá con más frecuencia bajo el aspecto de un violinista. Imaginad ahora que a consecuencia de un accidente cualquiera este hombre pierda todo recuerdo de la música. No queda entonces más que el matemático. Le habláis de su violín y no os comprende. Nunca lo ha tocado. Pero al cabo de algunos días, la memoria del músico reaparece y, en cambio, el grupo de recuerdos matemáticos se ha borrado. Tal es el aspecto -no digo la explicación sino el aspecto-, bajo el cual puede presentarse cierto fenómeno conocido con el nombre de división de la personalidad. ...
En la línea 15
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Ni más ni menos que en los países de abanico cuyas mitológicas pinturas representan nupcias, se notaba allí que el séquito de la novia lo componían hembras, y sólo individuos del sexo fuerte formaban el del novio. Advertíase asimismo gran diferencia entre la condición social de uno y otro cortejo. La escolta de la novia, mucho más numerosa, parecía poblado hormiguero: viejas y mozas llevaban el sacramental traje de negra lana, que viene a ser como uniforme de ceremonia para la mujer de clase inferior, no exenta, sin embargo, de ribetes señoriles: que el pueblo conserva aun el privilegio de vestirse de alegres colores en las circunstancias regocijadas y festivas. Entre aquellas hormigas humanas habíalas de pocos años y buen palmito, risueñas unas y alborotadas con la boda, otras quejumbrosicas y encendidos los ojos de llorar, con la despedida. Media docena de maduras dueñas las autorizaban, sacando de entre el velo del manto la nariz, y girando a todas partes sus pupilas llenas de experiencia y malicia. Todo el racimo de amigas se apiñaba en torno de la nueva esposa, manifestando la pueril y ávida curiosidad que despierta en las multitudes el espectáculo de las situaciones supremas de la existencia. Se estaban comiendo a miradas a la que mil veces vieran, a la que ya de memoria sabían: a la novia, que con el traje de camino se les figuraba otra mujer, diversísima de la conocida hasta entonces. Contaría la heroína de la fiesta unos diez y ocho años: aparentaba menos, atendiendo al mohín infantil de su boca y al redondo contorno de sus mejillas, y más, consideradas las ya florecientes curvas de su talle, y la plenitud de robustez y vida de toda su persona. Nada de hombros altos y estrechos, nada de inverosímiles caderas como las que se ven en los grabados de figurines, que traen a la memoria la muñeca rellena de serrín y paja; sino una mujer conforme, no al tipo convencional de la moda de una época, pero al tipo eterno de la forma femenina, tal cual la quisieron natura y arte. Acaso esta superioridad física perjudicaba un tanto al efecto del caprichoso atavío de viaje de la niña: tal vez se requería un cuerpo más plano, líneas más duras en los brazos y cuello, para llevar con el conveniente desenfado el traje semimasculino, de paño marrón, y la toca de paja burda, en cuyo casco se posaba, abiertas las alas, sobre un nido de plumas, tornasolado colibrí. Notábase bien que eran nuevas para la novia tales extrañezas de ropaje, y que la ceñida y plegada falda, el casaquín que modelaba exactamente su busto le estorbaban, como suele estorbar a las doncellas en el primer baile la desnudez del escote: que hay en toda moda peregrina algo de impúdico para la mujer de modestas costumbres. Además, el molde era estrecho para encerrar la bella estatua, que amenazaba romperlo a cada instante, no precisamente con el volumen, sino más bien con la libertad y soltura de sus juveniles movimientos. No se desmentía en tan lucido ejemplar la raza del recio y fornido anciano, del padre que allí se estaba derecho, sin apartar de su hija los ojos. El viejo, alto, recto y firme, como un poste del telégrafo, y un jesuita bajo y de edad mediana, eran los únicos varones que descollaban entre el consabido hormiguero femenil. ...
En la línea 112
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Con tan alto patrocinio se presentó Miranda en la pacífica morada del feudatario colmenarista, siendo en efecto recibido cual lo exigía el venir de tal persona recomendado. Naturalmente se propuso no aparecer al pronto como candidato a la mano de Lucía. Sobre ser indelicadeza, fuera carencia de tacto; y además pretendía Miranda ante todo estudiar el terreno que pisaba. Halló ser verdad cuanto le había anunciado el prohombre y aun algo más en lo tocante a bienes de fortuna: vio una casa chapada a la antigua, tosca y popular en sus usos, pero honrada en todo, y un caudal sólido y seguro, diariamente acrecido por la celosa administración del señor Joaquín y su sencillez y parsimonia. Es cierto que el bueno del Leonés pareció a Miranda hombre de tediosa compañía, en todo vulgar e infeliz, corto de alcances, con sus ribetes de mentecato, pero hubo de sufrirlo, y aun de acomodarse a las ideas del viejo, tanto que éste llegó a no poder tomar café ni leer El Progreso Nacional, órgano de Colmenar, sin la salsa de los sabrosos comentarios que Miranda hacía a cada fondo, a cada suelto y gacetilla. Sabía Miranda de memoria el reverso, la cara interna de la política, y explicaba desenfadadamente las solapadas alusiones, las reticencias hábiles, las sátiras finas que en todo periódico importante abundan y son eterno logogrifo para el cándido suscritor provinciano. De suerte que desde su intimidad con Miranda, gozaba el señor Joaquín el hondo placer de la iniciación y miraba por cima del hombro a sus correligionarios leoneses, no admitidos en el santuario de la política reservada. Además de estos gustos que a la relación con Miranda debía, esponjábase el buen viejo -que ya sabemos cuán poco tenía de filósofo- cuando le encontraban las gentes mano a mano con tan bien portado caballero, íntimo del gobernador y familiar comensal de las gentes más encopetadas de la ciudad. ...
En la línea 412
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Así que el batir de la puerta hubo anunciado a Lucía que estaba sola del todo, y que sus ojos se fijaron en la habitación desconocida, mal alumbrada por las bujías, desvaneciósele la especie de mareo del viaje; recordó su cuartico de León, sencillo, pero primoroso como una taza de plata, con su pila, sus santos, sus matas de reseda, su costurero y su armario de cedro, monumental y atestado de ropa limpia. Vinósele también a la memoria su padre, Carmela, Rosarito, todo el dulce pasado. Sintiose entonces triste, muy triste; la asaltaron miedos y terrores indefinibles, pero fortísimos; pareciole su situación extraña y peligrosa, preñado de amenazas el presente, obscuro el porvenir. Dejose caer en una butaca y clavó en las luces la mirada fija y vacía de los que se absorben en penosa meditación. ...
En la línea 703
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Cual si a aquella voz vibrante se despertase la memoria del desdichado hijo, volvió pies atrás, fue derecho a Lucía, y sin pronunciar palabra cogiole las dos manos, y las prensó entre las suyas, con enérgico y mudo apretón. Así se estuvieron breves segundos sin acertar a decirse una frase de despedida. Lucía quiso hablar; pero parecíale que un dogal muy suave, de seda, se ceñía a su garganta, estrangulándola cada vez más. De improviso la soltó Artegui; ella respiró, adosándose a la pared, aturdida… Cuando miró en torno, no estaba en la habitación sino Gonzalvo, que leía entre dientes el telegrama, olvidado por su dueño sobre la mesa. ...
En la línea 1361
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... En 1862 fue cuando, a pesar de la oposición de los diputados del Sur, que querían una línea más meridional, se fijó el trazado del ferrocarril entre los 41 y 42 grados de latitud. El presidente Lincoin, de tan sentida memoria, fijó, por sí mismo, en el Estado de Nebraska, la ciudad de Omaha, como cabeza de línea del nuevo camino. Los trabajos comenzaron en seguida, y se prosiguieron con esa actividad americana, que no es papelera ni oficinesca. La rapidez de la mano de obra no debía, en modo alguno, perjudicar la buena ejecución del camino. En el llano se avanzaba a razón de milla y media por día. Una locomotora, rodando sobre los raíles de la víspera, traía los del día siguiente y corría sobre ellos a medida que se iban colocando. ...
Errores Ortográficos típicos con la palabra Memoria
Cómo se escribe memoria o memorria?
Palabras parecidas a memoria
La palabra guardias
La palabra plumas
La palabra acostumbradas
La palabra ausencia
La palabra honrados
La palabra inmediatamente
La palabra cambio
Webs amigas:
Playas de Torremolinos . Ciclos Fp de informática en Cáceres . Ciclos Fp de informática en Valladolid . - Hotel Cantabria Milagros