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La palabra gaquecas
Cómo se escribe

Comó se escribe gaquecas o jaquecas?

Cual es errónea Jaquecas o Gaquecas?

La palabra correcta es Jaquecas. Sin Embargo Gaquecas se trata de un error ortográfico.

El Error ortográfico detectado en el termino gaquecas es que hay un Intercambio de las letras g;j con respecto la palabra correcta la palabra jaquecas

Más información sobre la palabra Jaquecas en internet

Jaquecas en la RAE.
Jaquecas en Word Reference.
Jaquecas en la wikipedia.
Sinonimos de Jaquecas.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Jaquecas

Cómo se escribe jaquecas o jaquecaz?
Cómo se escribe jaquecas o gaquecas?


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El Español es una gran familia

Reglas relacionadas con los errores de g;j

Las Reglas Ortográficas de la G

Las palabras que contienen el grupo de letras -gen- se escriben con g.

Observa los ejemplos: origen, genio, general.

Excepciones: berenjena, ajeno.

Se escriben con g o con j las palabras derivadas de otra que lleva g o j.

Por ejemplo: - de caja formamos: cajón, cajita, cajero...

- de ligero formamos: ligereza, aligerado, ligerísimo...

Se escriben con g las palabras terminadas en -ogía, -ógico, -ógica.

Por ejemplo: neurología, neurológico, neurológica.

Se escriben con g las palabras que tienen los grupos -agi-, -igi. Por ejemplo: digiere.

Excepciones: las palabras derivadas de otra que lleva j. Por ejemplo: bajito (derivada de bajo), hijito

(derivada de hijo).

Se escriben con g las palabras que empiezan por geo- y legi-, y con j las palabras que empiezan por

eje-. Por ejemplo: geografía, legión, ejército.

Excepción: lejía.

Los verbos cuyos infinitivos terminan en -ger, -gir se escriben con g delante de e y de i en todos sus

tiempos. Por ejemplo: cogemos, cogiste (del verbo coger); elijes, eligieron (del verbo elegir).

Excepciones: tejer, destejer, crujir.

Las Reglas Ortográficas de La J

Se escriben con j las palabras que terminan en -aje. Por ejemplo: lenguaje, viaje.

Se escriben con j los tiempos de los verbos que llevan esta letra en su infinitivo. Por ejemplo:

viajemos, viajáis (del verbo viajar); trabajábamos, trabajemos (del verbo trabajar).

Hay una serie de verbos que no tienen g ni j en sus infinitivos y que se escriben en sus tiempos

verbales con j delante de e y de i. Por ejemplo: dije (infinitivo decir), traje (infinitivo traer).


Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras g;j

Algunas Frases de libros en las que aparece jaquecas

La palabra jaquecas puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1641
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Ninguno de los tres se parecía a los otros dos ni en el semblante ni en la complexión, y sólo con muy buena voluntad se les encontraba el aire de familia. De esta heterogeneidad de las tres caras vino sin duda la maliciosa versión de que los tales eran hijos de diferentes padres. Podía ser calumnia, podía no serlo; pero debe decirse para que el lector vaya formando juicio. Algo tenían de común, ahora que recuerdo, y era que todos padecían de fuertes y molestísimas jaquecas. Juan Pablo era guapo, simpático y muy bien plantado, de buena estatura, ameno y fácil en el decir, de inteligencia flexible y despierta. Nicolás era desgarbado, vulgarote, la cara encendida y agujereada como un cedazo a causa de la viruela, y tan peludo, que le salían mechones por la nariz y por las orejas. Maximiliano era raquítico, de naturaleza pobre y linfática, absolutamente privado de gracias personales. Como que había nacido de siete meses y luego se le criaron con biberón y con una cabra. ...

En la línea 1658
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Al entrar el año de 1874, tenía Maximiliano veinticinco y no representaba aún más de veinte. Carecía de bigote, pero no de granos que le salían en diferentes puntos de la cara. A los veintitrés años tuvo una fiebre nerviosa que puso en peligro su vida; pero cuando salió de ella parecía un poco más fuerte; ya no era su respiración tan fatigosa ni sus corizas tan tenaces, y hasta los condenados raigones de sus muelas parecían más civilizados. No usaba ya el ioduro tan a pasto ni el canuto de brea, y sólo las jaquecas persistían, como esos amigos machacones cuya visita periódica causa espanto. Juan Pablo estaba entonces en el Cuartel Real, y doña Lupe dejaba a Maximiliano en libertad, porque le creía inaccesible a los vicios por razón de su pobreza física, de su natural apático y de la timidez que era el resultado de aquellas desventajas. Y además de libertad, dábale su tía algún dinero para sus placeres de mozo, segura de que no había de gastarlo sino con mucho pulso. Inclinábase el chico a economizar, y tenía una hucha de barro en la cual iba metiendo las monedas de plata y algún centén de oro que le daban sus hermanos cuando venían a Madrid. En la ropa era muy mirado, y gustaba de hacerse trajes baratos y de moda, que cuidaba como a las niñas de sus ojos. De esto le sobrevino alguna presunción, y gracias a ella su figura no parecía tan mala como era realmente. Tenía su buena capa de embozos colorados; por la noche se liaba en ella, metíase en el tranvía y se iba a dar una vuelta hasta las once, rara vez hasta las doce. Por aquel tiempo se mudó doña Lupe a Chamberí, buscando siempre casas baratas, y Maximiliano fue perdiendo poco a poco la ilusión de los alumnos de Estado Mayor. ...

En la línea 1787
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Otro velo… Maximiliano se vio precisado a echar otro velo… «Cállate, hazme el favor de callarte» le dijo, pensando que, según iba saliendo la historia, necesitaba lo menos una pieza de tul. Pero ella siguió narrando. Pues como iba diciendo, el tal joven salió también un buen punto. Una mañana, mientras ella dormía, le empeñó todas sus alhajas, para jugar. Y aquí paz… Vino después un viejo que le daba mucho dinero y la llevó a París donde se engalanó y afinó extraordinariamente su gusto para vestirse. ¡Viejo más cuco!… Había sido general carcunda en la otra guerra, y trataba mucho con gente de sotana. Era muy vicioso y le daba muchas jaquecas con tantismas incumbencias como tenía. Un día se quemó ella y le plantó en la calle. Sucesor, Camps, que le puso casa con gran rumbo. Parecía hombre muy rico; pero luego resultó que era un trampa-larga. Antes de venir a Madrid le dio a ella olor de chubasco, y a poco de estar aquí vio que se venía la tempestad encima. Camps traía recomendaciones para el director del Tesoro, y quiso cobrar unos pagarés falsos de fusiles que se suponían comprados por el Gobierno. Una noche entró en casa muy enfurruñado, trincó una maleta pequeña, llenola de ropa, pidió a Fortunata todo el dinero que tenía y dijo que iba al Escorial. Escorial fue, que no ha vuelto a parecer. Lo demás bien lo sabía Maximiliano… El sucesor de Camps había sido él, y ya se le conocía en cierto resplandor de sus ojos el orgullo que la herencia le produjera. Porque bien claro lo había dicho Fortunata. ¡Gracias a Dios que encontraba en su camino una persona decente! ...

En la línea 1793
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pasaba Maximiliano allí todo el tiempo de que podía disponer. Por la noche estaba hasta las doce y a veces hasta la una, no faltando ni aun cuando se veía acometido de sus terribles jaquecas. La sorpresa y confusión que a doña Lupe causaba esto no hay para qué decirlas, y no se satisfacía con las explicaciones que su sobrinito daba. «Aquí hay gato encerrado—decía la astuta señora—, o en términos más claros, gata encerrada». ...

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