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La palabra izkierda
Cómo se escribe

Comó se escribe izkierda o izquierda?

Cual es errónea Izquierda o Izkierda?

La palabra correcta es Izquierda. Sin Embargo Izkierda se trata de un error ortográfico.

El Error ortográfico detectado en el termino izkierda es que hay un Intercambio de las letras k;q con respecto la palabra correcta la palabra izquierda

Más información sobre la palabra Izquierda en internet

Izquierda en la RAE.
Izquierda en Word Reference.
Izquierda en la wikipedia.
Sinonimos de Izquierda.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Izquierda

Cómo se escribe izquierda o hizquierda?
Cómo se escribe izquierda o izkierda?
Cómo se escribe izquierda o izquierrda?
Cómo se escribe izquierda o isquierda?


la Ortografía es divertida


El Español es una gran familia

Reglas relacionadas con los errores de k;q

Las Reglas Ortográficas de la K

Regla 1.- K La letra K es muy escasa en castellano y solo aparece dos tipos de palabras, en los vocablos con prefijo de kilo-

Ejemplos: kilómetro kilogramo kilotón kilohertzio ...

Regla 2.- K La otra fuente de palabras que usan k son los prestamos linguisticos de otros idiomas como

por ejemplo en káiser kárate kurdo

Regla 3.- K En general el sonido K (de queso o camino) se transcribe con c ante las vocales 'a', 'o', 'u' y con qu ante 'e' o 'i'

carne coche cuello queso quince

Las Reglas Ortográficas de la Q

Regla 1.- Regla general La letra Q es poco usada en castellano y siempre va acompañada de que o qui, aunque la u no se pronuncia

La mayorias de las palabras que usan k son los prestamos linguisticos de otros idiomas

Ejemplos de palabras con Que :

aeroparque anaquel arique arqueología arquero arquetipo arranque asquerosidad ataque aunque banqueta banquete bosque cheque desembarque desemboque desempaque desenfoque desmarque dique disloque embarque empaque enfoque estanque maqueta quebrar queja quemadura quemar querer querubín queso.

Excepciones casi todas prestamos extranjeros: bróker búnker cricket hacker hockey karaoke kelvin kendo keniata marketing sketch.

Ejemplos de palabras con Qui : adquirir adquisición alquilar alquimia anarquista aniquilación aniquilar arquitectura esquimal quiebra quietud quijada química quince quincena quincuagésima
Excepciones: aikido bikini kilo kilobyte kilocaloría kilociclo kilogramo kilohercio kilolitro kilometraje kilometrar kilómetro kilovatio kilovoltio kimono kindergarten kiosco kiwi overbooking parking ranking vikingo.

Regla 2.- Plurales de cLos plurales de las palabras de origen extranjero que terminan en c. Ejemplos:

frac – fraques cuello vivac – vivaques clac – claques

Regla 3 .- Doble grafía Existen palabras que tienen doble grafía se escriben con K, pero se pueden usar tambien la Q dos grafías. Ejemplos: kiosco – quioscov fakir – faquir kimono – quimono kilogramo – quilogramo.


Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras k;q

Algunas Frases de libros en las que aparece izquierda

La palabra izquierda puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1033
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La muchacha no contestaba; seguía su marcha con el contoneo airoso de las hilanderas, la cesta en la cadera izquierda y el brazo derecho cortando el aire con un vaivén de péndulo. ...

En la línea 834
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --_Asperges... Asperges..._--y dio hisopazos a derecha e izquierda. ...

En la línea 839
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Athos, herido d e nuevo por Cahusac, palidecía a ojos vistas, pero no retrocedía un ápice: se había limitado a cambiar de mano su espa da, y se batía con la izquierda. ...

En la línea 1668
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¿Y por quién? ¿Lo sabéis? ¡Oh, si lo sabéis, decídm elo!-Por un hombre de cuarenta a cuarenta y cinco años, de pelo ne gro, de tez morena, con una cicatriz en la sien izquierda. ...

En la línea 1793
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Llegado al cabo de la callejuela, D'Artagnan torció a la izquierda. ...

En la línea 2311
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Sin embargo, como al mirar en torno suyo no viese ningún objeto amenazador, como nada indicase que corría un peligro real, como la banqueta estaba convenientemente blanda, como la pared estaba re cubierta de hermoso cuero de Córdoba, como grandes cortinas de da masco rojo flotaban ante la ventana, retenidas por alzapaños de oro, comprendió poco a poco que su terror era exagerado, y comenzó a mover la cabeza de derecha a izquierda y de arriba abajo. ...

En la línea 459
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Respondióme que los caminos estaban muy malos (quería decir que abundaban los ladrones) y que aquellos hombres iban armados así para su defensa; muy poco después torcieron a la izquierda, en dirección de Palmella. ...

En la línea 492
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Una enorme fogata, alimentada por el tronco de un alcornoque, ardía en un fogón bajo, a la izquierda de la entrada de la espaciosa cocina. ...

En la línea 531
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... A su izquierda había un saco, por cuya boca asomaban las cabezas de dos o tres animales bastante extraños; a su derecha se agazapaba un lobezno gruñón que estaba domesticando. ...

En la línea 915
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... A mano izquierda había una iglesia, bien conservada y destinada aún al culto; pero no pude verla, porque la puerta estaba cerrada con llave y no vi por allí a nadie que pudiera abrirla. ...

En la línea 2123
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, diciendo esto, tenía abrazado por la rodilla de la pierna izquierda a don Quijote; el cual, espantado de lo que veía y oía decir y hacer aquel hombre, se le puso a mirar con atención, y, al fin, le conoció y quedó como espantado de verle, y hizo grande fuerza por apearse; mas el cura no lo consintió, por lo cual don Quijote decía: -Déjeme vuestra merced, señor licenciado, que no es razón que yo esté a caballo, y una tan reverenda persona como vuestra merced esté a pie. ...

En la línea 3428
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, apenas se hubo certificado, cuando, recogiendo su pergamino, en la izquierda tomó el mandamiento, y con la derecha asió a don Quijote del cuello fuertemente, que no le dejaba alentar, y a grandes voces decía: -¡Favor a la Santa Hermandad! Y, para que se vea que lo pido de veras, léase este mandamiento, donde se contiene que se prenda a este salteador de caminos. ...

En la línea 5380
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Tentóse Sancho, y, llegando con la mano bonitamente y con tiento hacia la corva izquierda, alzó la cabeza y miró a su amo, y dijo: -O la experiencia es falsa, o no hemos llegado adonde vuesa merced dice, ni con muchas leguas. ...

En la línea 5410
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... En la mano izquierda traía un azor, señal que dio a entender a don Quijote ser aquélla alguna gran señora, que debía serlo de todos aquellos cazadores, como era la verdad; y así, dijo a Sancho: -Corre, hijo Sancho, y di a aquella señora del palafrén y del azor que yo, el Caballero de los Leones, besa las manos a su gran fermosura, y que si su grandeza me da licencia, se las iré a besar, y a servirla en cuanto mis fuerzas pudieren y su alteza me mandare. ...

En la línea 255
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Sus ojos no se apartaban un instante del horizonte, escudriñándolo con cuidado. Su imperturbable sangre fría acabó por parecerme una verdadera broma, y le pregunté por qué no nos volvíamos al fuerte. Su respuesta me intranquilizó un poco: «Volveremos, dijo, pero de modo que vayamos junto a un pantano; pondremos allí a galope a nuestros caballos y nos llevarán hasta donde puedan; después nos confiaremos a nuestras piernas; de este modo no hay peligro». Confieso que, no sintiéndome muy convencido, le apremié a caminar más deprisa. «No, me respondió, mientras ellos no aceleren el paso». Nos poníamos a galopar en cuanto una desigualdad del terreno nos ocultaba a los enemigos, pero cuando estábamos a la vista de ellos íbamos al paso. Por fin llegamos a un valle, y volviendo a la izquierda nos dirigimos rápidamente a galope tendido al pie de una colina; entonces me hizo tenerle el caballo, hizo acostarse a los perros y se adelantó arrastrándose a gatas para reconocer al pretenso enemigo. Permaneció algún tiempo en esa postura, y a la postre, riéndose a carcajadas, exclamó: «Mujeres!». Acababa de reconocer a la esposa y a la cuñada del hijo del mayor de la plaza, que iban buscando huevos de avestruz. He descrito la conducta de este hombre porque todos sus actos estaban dictados por el convencimiento de que teníamos indios al frente. Sin embargo, tan pronto como hubo descubierto su absurdo error, me dio un sin fin de buenas razones para probarme que no podían ser indios, razones que un momento antes había olvidado en absoluto. Entonces nos encaminamos sosegadamente a Punta Alta, 7 Voyage dans l'Ameiique meridionale, por M.A. D'Orbigny, part ...

En la línea 276
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... El doctor Andrew Smith, que a la cabeza de su arriesgada expedición consiguió atravesar el trópico de Capricornio, me advierte que, considerada en junto la parte meridional del África, no cabe duda de que es un país estéril. Hay hermosos bosques en las costas del sur y en las del sudeste; pero, casi con esas únicas excepciones, a menudo se viaja días enteros a través de extensas llanuras donde la vegetación es muy rara y muy pobre. Es dificilísimo formarse una idea exacta de los diferentes grados de fertilidad comparada; pero no creo alejarme de la verdad si digo que la cantidad de vegetación existente en un momento dado 3 en la Gran Bretaña es quizá diez veces superior a la que existe en una superficie igual del interior del África meridional. El hecho de que carretas tiradas por bueyes pueden recorrer este país en todas direcciones, excepto por junto a la costa, y de que apenas se necesita de vez en cuando detenerse a lo sumo media hora para abrirles paso a través de los matorrales, da excelente idea de la pobreza de la vegetación. Por otra parte, si examinamos los animales que habitan en esas grandes llanuras, llegamos bien pronto a la conclusión de que su número es extraordinario y todos de tamaños fabulosos. En efecto, bástenos enumerar: el elefante; tres especies de rinocerontes (cinco según el doctor Smith); el hipopótamo; la jirafa; el Bos cafer, tan grande como los mayores toros; el tapir, apenas inferior en tamaño; dos especies de cebras; el quaccha; dos especies de Gnous y varias especies de antílopes que alcanzan mayor desarrollo que estos últimos animales. Pudiera suponerse que, aun cuando las especies sean numerosas, los individuos que las representan sólo existen en cortísimo número. Pues bien; gracias a la atención del doctor Smith, puedo probar que no sucede nada de eso. Me advierte que en el 240 de latitud vio en un día de marcha, con su carreta tirada por bueyes y sin alejarse mucho ni a derecha ni a izquierda, entre 100 y 150 rinocerontes pertenecientes a tres especies; el mismo día vio varios rebaños de jirafas como de un centenar de individuos; y, aunque no vio elefantes, los hay en ese distrito. A la distancia como de una hora de camino de su campamento de la noche anterior, sus hombres habían matado ocho hipopótamos en el mismo lugar y habían visto otros muchos. En ese mismo río había también numerosos cocodrilos. Por supuesto, esa reunión de tantos animales grandes en un mismo sitio es un hecho excepcional; pero, a lo menos, prueba que deben de existir en crecido número. El doctor Smith añade que el país atravesado aquel día «era bastante pobre en hierbas, que había algunos matorrales de unos cuatro pies de altura y muy pocos árboles, a lo sumo algunas mimosas». Las carretas pudieron avanzar casi en línea recta. ...

En la línea 359
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 11 de septiembre.- Nos dirigimos a la tercera «posta», en compañía del teniente que la mandaba. Dícese que hay 15 leguas entre las dos postas, pero sólo es una suposición y por lo común se exagera un poco. El camino tiene poco interés; continuamente se cruza una llanura seca, cubierta de césped; por nuestra izquierda, a una distancia variable, hay uña fila de montecillos que atravesamos en el momento de llegar a la posta. Encontramos también un inmenso rebaño de bueyes y de caballos, custodiado por quince soldados que nos dicen haber perdido ya muchos animales. En efecto, es muy difícil hacer a éstos atravesar las llanuras; porque si durante la noche se acerca a la piara un puma, o aunque sea una zorra, nada puede impedir que los caballos enloquecidos se dispersen en todas direcciones; el mismo efecto les produce una tempestad. Hace poco tiempo salió de Buenos Aires un oficial con 500 caballos y sólo tenía 20 cuando se reunió al ejército. ...

En la línea 646
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Poco hay que decir respecto a la zoología de estas islas. Ya he descrito el buitre o Polyborus. Hay, además, halcones, búhos y algunos pajarillos terrestres; gran número de aves acuáticas, que si hemos de creer los relatos de los antiguos navegantes, eran antes mucho más numerosas todavía. Observaba yo un día un cuervo marino que gozaba con un pez que había cogido. Ocho veces sucesivas dejó escapar su presa sumergiéndose enseguida tras el desgraciado pez, y aunque estuviera el agua muy profunda volvía con él a la superficie. En el Jardín Zoológico he visto una nutria tratar a un pez de la misma manera, es decir, como los gatos juegan con los ratones, únicos ejemplos que conozco de tan refinada crueldad en la madre naturaleza. Otro día me coloqué entre un pájaro bobo (Attenodites termesa) y el agua, y me divertí mucho observando sus costumbres. Era un pájaro muy bravo y se batía conmigo para rechazarme; hasta que logró alcanzar el mar. Tenía que darle fuertes golpes para detenerlo: cuando avanzaba un paso no era posible hacerlo retroceder y tomaba un aspecto muy resuelto, curiosísimo de ver; movía la cabeza de derecha a izquierda, de la manera más extraña y como si no pudiera ver más que por la base y parte anterior de los ojos llámase de ordinario este pájaro, pájaro-burro, porque acostumbra cuando está a orillas del mar a echar la cabeza hacia atrás y prorrumpe en unos gritos que se parecen hasta confundirse a los rebuznos de un asno: al contrario, cuando está en el mar y no se le hostiga, lanza una nota profunda, solemne, que con frecuencia se oye por las noches. ...

En la línea 1623
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... A la izquierda los tomillares acompañaban el camino hasta la cumbre, coronada por pinos entre cuyas ramas el viento imitaba como un eco la queja inextinguible del océano. ...

En la línea 6037
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Con la mano izquierda sujetaba, como con un clavo romano, los pliegues del manteo, que caía con gracia camino del suelo, deteniéndose en brillante montón de tela negra sobre la falda de color cereza de la siempre llamativa Obdulia Fandiño; quien a los pies de la Marquesa y a los pies del Arcediano, sentada en un taburete histórico (robado al salón arqueológico del Marqués) se inclinaba más graciosa que recatada y honesta sobre el regazo de su noble amiga. ...

En la línea 6253
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Detrás de Ana apareció Mesía, que traía la mejilla izquierda algo encendida y se atusaba el rubio y sedoso bigote. ...

En la línea 6335
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Se sentaron los convidados: no hubo más sillas destinadas que las de la derecha e izquierda respectivas de los amos de la casa. ...

En la línea 223
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Tomó por la izquierda, y por la izquierda doblaban los cirios desapareciendo. ...

En la línea 223
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Tomó por la izquierda, y por la izquierda doblaban los cirios desapareciendo. ...

En la línea 982
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Aceptó que Carlos entrase en la ciudad con sus tropas, pero a condición de mantenerlas en la ribera izquierda del Tíber. En los últimos días de diciembre, algunas fracciones del ejército invasor se alojaron en Roma, fuera de la llamada Ciudad Leonina, cometiendo iguales atropellos que en las otras poblaciones italianas, especialmente en la persecución de las mujeres. ...

En la línea 547
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Al quedar de pie sobre un muslo del Hombre-Montaña, indicó con gestos su deseo de colocarse más en alto para hablarle. El gigante lo tomó entonces con dos dedos de su mano izquierda, lo depositó en la palma abierta de su mano derecha y lo fue subiendo lentamente, hasta muy cerca de su rostro. Esta ascensión desordenó las envolturas del hombre velado, quedando su rostro al descubierto. ...

En la línea 1262
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Una agradable sorpresa le conmovió entonces de tal modo, que por instinto hubo de tomar al pigmeo entre dos dedos de su mano izquierda para que no se cayese de la mano derecha… . Lo que el creía un hombre era miss Margaret Haynes que venía a visitarle. ...

En la línea 1424
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La traductora saludó quitándose el casquete alado, mientras apoyaba su mano izquierda en la empuñadura de su espada. ...

En la línea 281
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Jacinta no tenía ninguna especie de erudición. Había leído muy pocos libros. Era completamente ignorante en cuestiones de geografía artística; y sin embargo, apreciaba la poesía de aquella región costera mediterránea que se desarrolló ante sus ojos al ir de Barcelona a Valencia. Los pueblecitos marinos desfilaban a la izquierda de la vía, colocados entre el mar azul y una vegetación espléndida. A trozos, el paisaje azuleaba con la plateada hoja de los olivos; más allá las viñas lo alegraban con la verde gala del pámpano. La vela triangular de las embarcaciones, las casitas bajas y blancas, la ausencia de tejados puntiagudos y el predominio de la línea horizontal en las construcciones, traían al pensamiento de Santa Cruz ideas de arte y naturaleza helénica. Siguiendo las rutinas a que se dan los que han leído algunos libros, habló también de Constantino, de Grecia, de las barras de Aragón y de los pececillos que las tenían pintadas en el lomo. Era de cajón sacar a relucir las colonias fenicias, cosa de que Jacinta no entendía palotada, ni le hacía falta. Después vinieron Prócida y las Vísperas Sicilianas, D. Jaime de Aragón, Roger de Flor y el Imperio de Oriente, el duque de Osuna y Nápoles, Venecia y el marqués de Bedmar, Massanielo, los Borgias, Lepanto, D. Juan de Austria, las galeras y los piratas, Cervantes y los padres de la Merced. ...

En la línea 423
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La casa era tan grande, que los dos matrimonios vivían en ella holgadamente y les sobraba espacio. Tenían un salón algo anticuado, con tres balcones. Seguía por la izquierda el gabinete de Barbarita, luego otro aposento, después la alcoba. A la derecha del salón estaba el despacho de Juanito, así llamado no porque este tuviese nada que despachar allí, sino porque había mesa con tintero y dos hermosas librerías. Era una habitación muy bien puesta y cómoda. El gabinetito de Jacinta, inmediato a esta pieza, era la estancia más bonita y elegante de la casa y la única tapizada con tela; todas las demás lo estaban con colgadura de papel, de un arte dudoso, dominando los grises y tórtola con oro. Veíanse en esta pieza algunas acuarelas muy lindas compradas por Juanito, y dos o tres óleos ligeros, todo selecto y de regulares firmas, porque Santa Cruz tenía buen gusto dentro del gusto vigente. Los muebles eran de raso o de felpa y seda combinadas con arreglo a la moda, siendo de notar que lo que allí se veía no chocaba por original ni tampoco por rutinario. Seguía luego la alcoba del matrimonio joven, la cual se distinguía principalmente de la paterna en que en esta había lecho común y los jóvenes los tenían separados. Sus dos camas de palosanto eran muy elegantes, con pabellones de seda azul. La de los padres parecía un andamiaje de caoba con cabecera de morrión y columnas como las de un sagrario de Jueves Santo. La alcoba de los pollos se comunicaba con habitaciones de servicio, y le seguían dos grandes piezas que Jacinta destinaba a los niños… cuando Dios se los diera. Hallábanse amuebladas con lo que iba sobrando de los aposentos que se ponían de nuevo, y su aspecto era por demás heterogéneo. Pero el arreglo definitivo de estas habitaciones vacantes existía completo en la imaginación de Jacinta, quien ya tenía previstos hasta los últimos detalles de todo lo que se había de poner allí cuando el caso llegara. ...

En la línea 886
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Se sale usted a la Ronda… tira usted para abajo, dejando a la izquierda la fábrica del gas. ¿Entiende usted?… ¿Sabe usted la estación de las Pulgas? Bueno, pues antes de llegar a ella hay una casa en construcción… Está concluida la obra de fábrica y ahora están armando una chimenea muy larga, porque va a ser sierra mecánica… ¿Se va usted enterando? No tiene pérdida. Pues entra usted y pregunta por el guarda de la obra, que se llama Pacheco… lo mismito que yo. Usted le dice: «Vengo por los ladrillos de doña Guillermina». Ido repitió, como los chicos que aprenden una lección: ...

En la línea 964
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Izquierdo miró al patio donde jugaban varios chicos, y no viéndole por ninguna parte, soltó un gruñido. Cerca del 17, en uno de los ángulos del corredor había un grupo de cinco o seis personas entre grandes y chicos, en el centro del cual estaba un niño como de diez años, ciego, sentado en una banqueta y tocando la guitarra. Su brazo era muy pequeño para alcanzar el extremo del mango. Tocaba al revés, pisando las cuerdas con la derecha y rasgueando con la izquierda, puesta la guitarra sobre las rodillas, boca y cuerdas hacia arriba. ...

En la línea 384
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... En una mesa más baja tomaron asiento los grandes de la corte, con otros huéspedes de noble condición, y los magnates de la ciudad. Los comunes ocuparon sus lugares en multitud de mesas en el piso principal del salón. Desde su aventajado lugar, los gigantes Gog y Magog, antiguos guardianes de la ciudad, contemplaban el espectáculo con ojos familiarizados con él desde tiempos inmemoriales. Se oyó un toque de clarín y una proclama, y un despensero gordo apareció por la pared izquierda, seguido de sus ayudantes, que llevaban con impresionante solemnidad un regio solomillo de buey, humeante y dispuesto a ser trinchado. ...

En la línea 733
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... 'Vienen primero barones, condes y caballeros de la Jarretera, todos ricamente vestidos y con la cabeza descubierta. Sigue después el canciller, entre otros dos personajes, uno de los cuales lleva el cetro real y el otro la espada de Estado en su vaina roja, cubierta de flores de lis y oro y con la punta hacia arriba. Luego viene el mismo rey, a quien al aparecer saludan doce trompetas y muchos tambores, con gran estruendo de las salvas, mientras en las galerías se levantan todos de sus asientos: –¡Dios salve al rey!– Vienen luego los nobles de su corte, y a su derecha e izquierda marcha su guardia de honor, sus cincuenta caballeros pensionarios, con doradas hachas de combate.' ...

En la línea 789
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Avanzaron los aludidos, se quitaron los harapos y dejaron al descubierto las espaldas, cruzadas de antiguas costuras dejadas por el látigo. Uno se levantó el pelo y enseñó en donde antaño tuvo la oreja izquierda; otro enseñó una marca en el hombro, la letra V, y una oreja mutilada. El tercero dijo: ...

En la línea 1071
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... No miraban ni a derecha ni a izquierda ni prestaban atención a nuestros personajes, a quienes parecían no ver siquiera. Eduardo VI se preguntó si el espectáculo de un rey camino de la cárcel habría sido contemplado alguna vez con tan sorprendente indiferencia. No tardó el alguacil en llegar a un mercado desierto, que se dispuso a cruzar, mas cuando llegó al centro de él, Hendon le puso la mano en el hombro y le dijo en voz bajá: ...

En la línea 627
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Subió a la ventana y saltó en medio de una espesa cortina de trepadoras que lo ocultaron por completo. Unos sesenta soldados avanzaban lentamente hacia la casa, con los fusiles preparados para hacer fuego. Sandokán, que seguía emboscado como un tigre, el sable en la mano derecha y el kriss en la izquierda, no respiraba ni se movía. El único movimiento que hacía era levantar la cabeza para mirar hacia la ventana donde estaba Mariana. ...

En la línea 1935
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... El lord lanzó un rugido. Con una pistola en la mano izquierda y el sable en la derecha, se fue como un rayo hacia Mariana. ...

En la línea 722
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Capitán Nemo, compruebo los resultados, sin tratar de explicármelos. He visto al Nautilus maniobrar ante el Abraham Lincoln y sé a qué atenerme acerca de su velocidad. Pero no basta moverse. Hay que saber adónde se va. Hay que poder dirigirse a la derecha o a la izquierda, hacia arriba o hacia abajo. ¿Cómo hace usted para alcanzar las grandes profundidades en las que debe hallar una resistencia creciente, evaluada en centenares de atmósferas? ¿Cómo hace para subir a la superficie del océano? Y, por último, ¿cómo puede mantenerse en el lugar que le convenga? ¿Soy indiscreto al formularle tales preguntas? ...

En la línea 1409
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Sí, Conseil, pero en vez de estar enrollada de derecha a izquierda, lo está de izquierda a derecha. ...

En la línea 1409
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Sí, Conseil, pero en vez de estar enrollada de derecha a izquierda, lo está de izquierda a derecha. ...

En la línea 1415
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Y era para estar emocionado. Sabido es, en efecto, y así lo han señalado los naturalistas, que la tendencia diestra es una ley de la naturaleza. Los astros y sus satélites efectúan sus movimientos de traslación y de rotación de derecha a izquierda. El hombre se sirve mucho más a menudo de su mano derecha que de la izquierda, y, consecuentemente, sus instrumentos y sus aparatos, escaleras, cerraduras, resortes de los relojes, etc., están concebidos para el uso de la mano derecha. La naturaleza ha seguido generalmente esta ley para el enrollamiento de sus conchas. Todas lo hacen a la derecha, y cuando, por azar, sus espiras lo hacen al contrario, los aficionados las pagan a precio de oro. ...

En la línea 165
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — ¿No aquí? - exclamó el hombre golpeándose la mejilla izquierda con la palma de la mano. ...

En la línea 245
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Fue el sargento quien me había hablado, pero ahora miraba a los comensales como si les ofreciera las esposas con la mano derecha, en tanto que apoyaba la izquierda en mi hombro. ...

En la línea 407
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Pues bien - dijo éste, tomando el hierro con la mano izquierda a fin de acariciarse la patilla, ademán que me hacía perder todas las esperanzas cuando lo advertía en él -, tu hermana es una mujer que tiene cabeza, una magnífica cabeza. ...

En la línea 876
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — ¡Leyes de la lucha! - dijo mientras dejaba de apoyarse en su pierna izquierda para hacerlo sobre la derecha -. Ante todo, las reglas. - Y al decirlo cambió de postura -. Ven al terreno y observa los preliminares. ...

En la línea 503
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Al llegar a la entrada se detuvo indeciso. La idea de irse a pasear sin rumbo no le seducía; la de volver a su habitación, todavía menos. «¡Haber perdido una ocasión tan magnífica!», murmuró, todavía inmóvil y vacilante, ante la oscura garita del portero, cuya puerta estaba abierta. De pronto se estremeció. En el interior de la garita, a dos pasos de él, debajo de un banco que había a la izquierda, brillaba un objeto… Raskolnikof miró en torno de él. Nadie. Se acercó a la puerta andando de puntillas, bajó los dos escalones que había en el umbral y llamó al portero con voz apagada. ...

En la línea 645
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Nadie en la escalera; nadie en el portal. Salió rápidamente y dobló hacia la izquierda. ...

En la línea 686
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... En este momento, un rayo de sol iluminó su bota izquierda, y Raskolnikof descubrió, a través de un agujero del calzado, una mancha acusadora en el calcetín. Se quitó la bota y comprobó que, en efecto, era una mancha de sangre: toda la puntera del calcetín estaba manchada… «Pero ¿qué hacer? ¿Dónde tirar los calcetines, los flecos, el bolsillo… ?» ...

En la línea 802
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑En mi casa no hay escándalos ni pendencias, señor capitán ‑se apresuró a decir tan pronto como le fue posible (hablaba el ruso fácilmente, pero con notorio acento alemán)‑. Ni el menor escándalo ‑ella decía «echkándalo»‑. Lo que ocurrió fue que un caballero llegó embriagado a mi casa… Se lo voy a contar todo, señor capitán. La culpa no fue mía. Mi casa es una casa seria, tan seria como yo, señor capitán. Yo no quería «echkándalos»… Él vino como una cuba y pidió tres botellas ‑la alemana decía «potellas»‑. Después levantó las piernas y empezó a tocar el piano con los pies, cosa que está fuera de lugar en una casa seria como la mía. Y acabó por romper el piano, lo cual no me parece ni medio bien. Así se lo dije, y él cogió la botella y empezó a repartir botellazos a derecha e izquierda. Entonces llamé al portero, y cuando Karl llegó, él se fue hacia Karl y le dio un puñetazo en un ojo. También recibió Enriqueta. En cuanto a mí, me dio cinco bofetadas. En vista de esta forma de conducirse, tan impropia de una casa seria, señor capitán, yo empecé a protestar a gritos, y él abrió la ventana que da al canal y empezó a gruñir como un cerdo. ¿Comprende, señor capitán? ¡Se puso a hacer el cerdo en la ventana! Entonces, Karl empezó a tirarle de los faldones del frac para apartarlo de la ventana y… , se lo confieso, señor capitán… , se le quedó un faldón en las manos. Entonces empezó a gritar diciendo que man muss pagarle quince rublos de indemnización, y yo, señor capitán, le di cinco rublos por seis Rock. Como usted ve, no es un cliente deseable. Le doy mi palabra, señor capitán, de que todo el escándalo lo armó él. Y, además, me amenazó con contar en los periódicos toda la historia de mi vida. ...

En la línea 655
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Allí, a la izquierda, en la otra mitad de la mesa, entre los jugadores, había una joven dama acompañada de un enano. Ignoro si este enano era su pariente o si le llevaba para llamar la atención. Había visto a esa dama todos los días en el casino, a la una de la tarde. Ya la conocían allí e inmediatamente le acercaban una silla. Sacaba un puñado de oro de su bolso, algunos billetes de mil francos, y empezaba a jugar despacito, anotando los números con un lápiz, tratando de averiguar el sistema según el cual se agrupan las suertes. Arriesgaba importantes posturas, y cuando había ganado mil, dos mil, y algunas veces tres mil francos… se retiraba inmediatamente. ...

En la línea 971
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Potapytch permaneció todo aquel tiempo a su lado, en el casino. Los polacos que asesoraban el juego de la abuela fueron relevados varias veces. Comenzó la abuela por despedir a aquel a quien la víspera había tirado de los pelos y tomó otro que demostró ser casi peor. Arrojó al segundo polaco para volver a tomar al primero, que no se había marchado a pesar de su mala suerte y no había cesado de rondar tras el sillón de lapavi. Entonces la abuela cayó en una verdadera desesperación. El segundo polaco despedido no quería marcharse a ningún precio. Uno se instaló a la derecha y otro a la izquierda. ...

En la línea 981
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Y cuando la abuela, ya despojada de cuanto tenía, volvió a las ocho de la noche al hotel, tres o cuatro polacos no se decidían a abandonarla. Corrían a derecha e izquierda del sillón, vociferaban, aseguraban, con volubilidad, que ella les había engañado y les debía una compensación. Llegaron hasta la puerta del hotel, de donde los echaron a empujones. Según los cálculos de Potapytch, la abuela perdió en aquel día noventa mil rubios, sin contar el dinero perdido la víspera. Todos sus valores —obligaciones al cinco por ciento, rentas del Estado, acciones— desaparecieron unos tras otros. ...

En la línea 982
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Me causaba extrañeza que se hubiese podido mantener firme en el sillón ocho horas seguidas. Pero, según Potapytch, había realizado grandes ganancias y entonces se abandonaba a una nueva esperanza que impedía que se marchase. Por otra parte, los jugadores saben perfectamente que se puede estar sentado veinticuatro horas seguidas jugando a las cartas sin desviar la mirada ni a la derecha ni a la izquierda. Aquel mismo día pasaron igualmente en nuestro hotel cosas decisivas. ...

En la línea 365
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Al cabo de algunos instantes levantó el brazo izquierdo hasta la frente, y se quitó la gorra; después dejó caer el brazo con lentitud y volvió a su meditación con la gorra en la mano izquierda, la barra en la derecha y los cabellos erizados sobre su tenebrosa frente. ...

En la línea 1103
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Nadie hizo caso de él. Las miradas se fijaban en un punto único, en un banco de madera que se encontraba cerca de una puertecilla a la izquierda del presidente. En aquel banco había un hombre entre dos gendarmes. ...

En la línea 123
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Pero Buck tenía una cualidad que suplía la corpulencia, y era la imaginación. Luchaba por instinto, pero también era capaz de pelear con raciocinio. Atacó como si intentase el anterior truco del hombro, pero en el último instante se agachó sobre la nieve y sus dientes apresaron la pata delantera izquierda de Spitz. Hubo un crujido de hueso que se quiebra, y el perro blanco le hizo frente con tres patas. Por tres veces intentó Buck derribarlo, y después repitió el último truco y le quebró a Spitz la otra pata delantera. Éste, pese al dolor y a su precario estado, luchó desesperadamente por mantenerse en pie. Veía que el círculo silencioso, del que se elevaba el vaho plateado de las respiraciones, se aproximaba a él con los ojos brillantes y la lengua afuera, tal y como había visto en el pasado círculos similares cercando a adversarios vencidos. ...

En la línea 288
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... -¡A la izquierda! -ordenó Thornton. ...

En la línea 289
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck repitió la maniobra, esta vez hacia la izquierda. El crujido se convirtió en chasquido, el trineo osciló y los patines se movieron deslizándose unos centímetros hacia un lado. El trineo se había despegado. Los hombres contenían el aliento, inconscientemente. ...

En la línea 301
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Pero ningún ser viviente había saqueado la sede del tesoro, y los muertos, muertos estaban; por esta razón, John Thornton, Pete y Hans, con Buck y otra media docena de perros, pusieron rumbo al este por un camino desconocido, con el objetivo de alcanzar el éxito donde otros hombres y perros, tan buenos como ellos, habían fracasado. Recorrieron en el trineo unos ciento treinta kilómetros por el territorio del Yukón, giraron a la izquierda para continuar por el río Stewart, dejaron atrás el Mayo y el McQuestion, y siguieron adelante hasta que el Stewart se convirtió en un riachuelo que se abría paso entre los erguidos picos que marcaban el espinazo del continente. ...

En la línea 385
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Acontecía que los pícaros de los túneles se solazaban en taparles adrede los mejores puntos de vista de la ruta. Que aparecía un otero, risueño, un grupo de frondosos árboles, una amena vega, ¡paf! el túnel. Y se quedaban inmóviles al vidrio, sin osar hablar, ni moverse, cual si de pronto entrasen en una iglesia. Algo familiarizada Lucía ya con el calor, interesábanle mucho los accidentes de paisaje que a uno y otro lado del tren se extendían. Le agradaron las fábricas de fósforos, altas, enyesadas, limpias, con su gran letrero en la frente; y en Hernani batió palmas al divisar a la izquierda un magnífico parque inglés, con sus macizos de flores resaltando sobre el verde césped, y sus coníferas elegantes, de ramaje simétrico y péndulo. En Pasajes, tras de la monotonía fatigosa de las montañas reposaron al fin los ojos, viendo extenderse el mar azul, un tanto rizado, mientras los buques, fondeados en la bahía, se columpiaban con oscilación imperceptible, y una brisa marina, acre y salitrosa, estremecía las cortinillas de tafetán del coche, aventando el sudor de la frente de los cansados viajeros. Lucía se quedó embobada ante el Océano, nunca de ella visto hasta entonces, y cuando el túnel -de sopetón y sin pedir permiso- cubrió el espectáculo con negro velo, permaneció de codos en la ventanilla, absorta, las pupilas dilatadas, entreabiertos de admiración los labios. ...

En la línea 785
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... A la vuelta solían las amigas hallar el puente más animado que a la ida. Era el momento en que tornaba de sus expediciones campestres la gente de Vichy y los bañistas, y abundaban los jinetes, llevando sus monturas al paso, luciendo los pantalones de punto y las abrochadas polainas, sobre las cuales relucía la nota brillante del estribo y del espolín. Algún sociable, semejante a ligera canoa, corría arrastrado por su gallardo tronco de jacas bien iguales, bien lustrosas de pelo y lucias de cascos, y ufano de su elegante tripulación; entreveíanse un instante anchas pamelas de paja muy florecidas de filas y amapolas, trajes claros, encajes y cintas, sombrillas de percal de gayos colorines, rostros alegres, con la alegría del buen tono, que está siempre a diapasón más bajo que la de la gente llana. Esta gozaban los expedicionarios de a pie, en su mayor parte familias felices, que ostentaban satisfechas la librea de la áurea mediocridad, y aun de la sencilla pobreza: el padre, obeso, cano, rubicundo, redingote gris o marrón, al hombro larguísima caña de pescar; la hija, vestido de lana obscura, sombrerillo de negra paja con una sola flor, en la izquierda el cestito de los anzuelos y demás enseres piscatorios, y llevando de la diestra al hermanito, a quien pantalones y chaqueta quedaron ya muy cortos, y que luce la caña de las botinas, y levanta orgulloso el cubo donde flotan los simples peces víctimas del mortífero pasatiempo de su padre. ...

En la línea 148
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -¿Y el equipaje? -dijo Picaporte, moviendo, sin saber lo que hacía, su cabeza de derecha a izquierda y viceversa. ...

En la línea 694
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Todo este panorama desfiló como un relámpago, y con frecuencia una nube de vapor blanco ocultó sus pormenores. Apenas pudieron los viajeros entrever el fuerte de Chunar, a veinte millas al sur de Benazepur y sus importanes fábricas de agua de rosa; el sepulcro de lord Cornwallis, que se eleva sobre la orilla izquierda del Ganges; la ciudad fortificada de Buxar, Putna, gran población industrial y mercantil, donde existe el principal mercado del opio de la India; Monglar, ciudad, más que europea, inglesa como Manchester o Birmingham, nombradas por sus fundiciones de hierro y sus fábricas de armas blancas, y cuyas altas chimeneas parecían tiznar con su negro humo el cielo de Brahma, ¡verdadera mancha en el país de los sueños! ...

En la línea 1362
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... El 'Pacific Railroad' tiene muchas ramificaciones en su trayecto por los estados de Iowa, Kansas, Colorado y Oregón. Al salir de Omaha, marcha por la orilla izquierda del río 'Platter' atraviesa los terrenos de Laramie y las montañas Wahsatch, da vuelta al lago Salado, llega a 'Lake Salt City', capital de los mormones, penetra en el valle de la Tuilla, recoite el desierto americano, los montes de Cedar y Humboldt, el río Humboldt, la Sierra Nevada, y baja por Sacramento hasta el Pacífico, sin que este trazado tenga pendientes mayores de doce pies por mil aun en el trayecto de las montañas Rocosas. ...

En la línea 1505
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Durante la noche se dejó a la izquierda del campamento de Walbab. El 'Lodge Pole Crek' discurría paralelamente a la vía, siguiendo sus aguas la frontera rectilínea común a los Estados de Wyoming y de Colorado. A las once entraban en Nebraska, pasaban cerca de Sedgwick, y tocaban en Julesburgh, situado en el brazo meridional del río Platte. ...

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