Cómo se escribe.org.es

La palabra innumeravles
Cómo se escribe

Comó se escribe innumeravles o innumerables?

Cual es errónea Innumerables o Innumeravles?

La palabra correcta es Innumerables. Sin Embargo Innumeravles se trata de un error ortográfico.

El Error ortográfico detectado en el termino innumeravles es que hay un Intercambio de las letras b;v con respecto la palabra correcta la palabra innumerables

Más información sobre la palabra Innumerables en internet

Innumerables en la RAE.
Innumerables en Word Reference.
Innumerables en la wikipedia.
Sinonimos de Innumerables.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Innumerables

Cómo se escribe innumerables o hinnumerables?
Cómo se escribe innumerables o innumerrables?
Cómo se escribe innumerables o innumerablez?
Cómo se escribe innumerables o innumeravles?


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece innumerables

La palabra innumerables puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 539
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Aquellas eran tierras: siempre verdes, con las entrañas incansables engendrando una cosecha tras otra, circulando el agua roja a todas horas como vivificante sangre por las innumerables acequias regadoras que surcaban su superficie como una complicada red de venas y arterias; fecundas hasta alimentar familias enteras con cuadros que, por lo pequeños, parecían pañuelos de follaje. ...

En la línea 673
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Arriba, al final de la portada, abríase, como gigantesca flor cubierta de alambrado, el rosetón de colores que daba luz a la iglesia, y en la parte baja, en la base de las columnas adornadas con escudos de Aragón, la piedra estaba gastada, las aristas y los follajes, borrosos por el frote de innumerables generaciones. ...

En la línea 1965
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Junto a la puerta principal estaba el mostrador, mugriento y pegajoso; detrás de él, la triple fila de pequeños toneles, coronada por almenas de botellas conteniendo los diversos e innumerables líquidos del establecimiento. ...

En la línea 548
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El aspecto de la gañanía, el amontonamiento de la gente, evocó en la memoria de Salvatierra el recuerdo del presidio. Las mismas paredes enjalbegadas, pero aquí menos blancas, ahumadas por el vaho nauseabundo del combustible animal, rezumando grasa por el continuo roce de los cuerpos sucios. Iguales escarpias en los muros, y colgando de ellas todo el ajuar de la miseria, alforjas, mantas, jergones destripados, blusas multicolores, sombreros mugrientos, zapatos pesados de innumerables remiendos con clavos agudos. ...

En la línea 585
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Acudían a él, con avidez de enfermos, los viejos gañanes de cara apergaminada y barbas recias, brillando en sus ojos el consuelo del alcohol. Los jóvenes sacaban de la faja las monedas de cobre, después de largos titubeos, y bebían, justificando mentalmente este gasto extraordinario con el absurdo pensamiento de que al día siguiente no habían de trabajar. Algunas muchachas, de sueltos ademanes, avanzaban cautelosas, con paso de gatas, hasta confundirse con los grupos de los mozos, chillando cuando éstos las ofrecían una copa después de innumerables pellizcos y restregones de brutal deseo. ...

En la línea 1343
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Los acompañantes de Dupont, en mangas de camisa, alineaban bajo las arcadas las innumerables botellas traídas de Jerez. ...

En la línea 1588
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Dupont únicamente rechazaba de Roma el título de nobleza. Sus amigos de allá ponían a disposición de él toda la heráldica: conde, marqués, duque, lo que quisiera. Hasta príncipe lo haría el Santo Padre por la gracia de Dios; y en cuanto al título, si no le gustaba su apellido no tenía más que echar mano a cualquiera de los innumerables santos del calendario. ...

En la línea 940
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Donde se prosiguen los innumerables trabajos que el bravo don Quijote y su buen escudero Sancho Panza pasaron en la venta que, por su mal, pensó que era castillo Había ya vuelto en este tiempo de su parasismo don Quijote, y, con el mesmo tono de voz con que el día antes había llamado a su escudero, cuando estaba tendido en el val de las estacas, le comenzó a llamar, diciendo: -Sancho amigo, ¿duermes? ¿Duermes, amigo Sancho? -¿Qué tengo de dormir, pesia a mí -respondió Sancho, lleno de pesadumbre y de despecho-; que no parece sino que todos los diablos han andado conmigo esta noche? -Puédeslo creer ansí, sin duda -respondió don Quijote-, porque, o yo sé poco, o este castillo es encantado. ...

En la línea 1020
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... ¿Ves aquella polvareda que allí se levanta, Sancho? Pues toda es cuajada de un copiosísimo ejército que de diversas e innumerables gentes por allí viene marchando. ...

En la línea 4128
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pues con saber, como sé, los innumerables trabajos que son anejos al andante caballería, sé también los infinitos bienes que se alcanzan con ella; y sé que la senda de la virtud es muy estrecha, y el camino del vicio, ancho y espacioso; y sé que sus fines y paraderos son diferentes, porque el del vicio, dilatado y espacioso, acaba en la muerte, y el de la virtud, angosto y trabajoso, acaba en vida, y no en vida que se acaba, sino en la que no tendrá fin; y sé, como dice el gran poeta castellano nuestro, que Por estas asperezas se camina de la inmortalidad al alto asiento, do nunca arriba quien de allí declina. ...

En la línea 4612
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... ¡Bendito sea el cielo!, que con esa historia, que vuesa merced dice que está impresa, de sus altas y verdaderas caballerías, se habrán puesto en olvido las innumerables de los fingidos caballeros andantes, de que estaba lleno el mundo, tan en daño de las buenas costumbres y tan en perjuicio y descrédito de las buenas historias. ...

En la línea 135
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Está construida como todas las de este país, cruzándose las calles en ángulo recto y con una gran plaza en el centro, cuya extensión hace resaltar aún más el escaso número de habitantes. Apenas hay algo de comercio; las exportaciones se limitan a algunas pieles y algunas cabezas de ganado vivo. La población se compone principalmente de propietarios, algunos tenderos y los artesanos necesarios, tales como herreros y carpinteros, que ejecutan todos los trabajos en un radio de 50 millas. La población está separada del río por una hilera de colinas de arena como de una milla de anchura (1.609 metros); la rodea por las otras partes una planicie ligeramente ondulada y cubierta por una capa uniforme de hermoso césped, el cual ramonean innumerables rebaños de ganado vacuno, lanar y caballar. Hay muy pocas tierras cultivadas, hasta en los alrededores más próximos a la población. Algunos setos de cactus y de agaves indican los sitios donde se ha sembrado un poco de trigo o de maíz. El terreno conserva el mismo carácter en casi toda la extensión de la margen septentrional del Plata; la única diferencia consiste quizá en que las colinas de granito son aquí un poco más elevadas. ...

En la línea 222
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Pocas horas después de haber pasado del primer pozo, vemos un árbol famoso que los indios reverencian como el altar de Walleechu. Este árbol se eleva sobre una altura en medio de la llanada; por eso se ve desde una gran distancia. En cuanto lo ven los indios, expresan su adoración con grandes gritos. El árbol es poco alto, tiene numerosas ramas y está lleno de espinas; el tronco tiene un diámetro de unos tres pies, al nivel del suelo. Está aislado, y hasta es el primer árbol que hemos visto desde hace mucho tiempo. Después encontramos algunos otros de la misma especie, pero son muy raros. Estamos en invierno, y por eso el árbol no tiene hojas; pero en su lugar cuelgan innumerables hilos, de donde penden las ofrendas, consistentes en cigarros, pan, carne, retales de tela, etc. Los indios pobres, que no tienen nada mejor que ofrecer, se contentan con sacar un hilo de su poncho y atarlo al árbol. Los más ricos tienen la costumbre de verter espíritu de granos y mate en cierto agujero; después se colocan debajo del árbol y se ponen a fumar, cuidando de echar el humo al aire; con esto piensan proporcionar la más dulce satisfacción a Walleechu. Para completar la escena, vense en derredor del árbol los blancos esqueletos de los caballos sacrificados en honor del dios. Todos los indios, sean cuales fueren su edad y su sexo, hacen por lo menos una ofrenda; entonces quedan persuadidos de que sus caballos se volverán infatigables y de que su felicidad será perfecta. El gaucho que me contaba todo esto, añadía que en tiempo de paz había presenciado a menudo esta escena; y que él y sus acompañantes tenían la costumbre de aguardar a que los indios se hubiesen alejado, para ir a apoderarse de las ofrendas hechas a Walleechu. ...

En la línea 400
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Según los principios tan bien expuestos por M. Lyell, pocos países han sufrido modificaciones más notables desde el año 1535, en que desembarcó el primer colono con 72 caballos en las orillas del Plata. Los innumerables rebaños de ganado caballar, vacuno y lanar no sólo han modificado el carácter de la vegetación, sino que también han rechazado de todas partes y hecho casi desaparecer al guanaco, el ciervo y el avestruz. También han debido producirse otros cambios; el cerdo salvaje reemplaza muy probablemente al pecarí en muchos sitios; puede oírse a manadas de perros salvajes aullar en los bosques que cubren los bordes de los ríos menos frecuentados; y la rata común, convertida en un animal grande y feroz, habita en las colinas peñascosas. ...

En la línea 434
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... En el sedimento de las Pampas, junto a Bajada, he hallado el caparazón óseo de un animal gigantesco parecido al armadillo; cuando ese caparazón quedó limpio de la tierra que lo llenaba, hubiérase dicho que era un gran caldero. También he hallado en el mismo lugar dientes de. Toxodon y de Mastodonte y un diente de caballo, todos ellos teñidos del color del sedimento y; cayéndose hechos polvo: Este diente de caballo me interesaba mucho3, e hice las averiguaciones más minuciosas para convencerme bien de que había quedado sepulto en la misma época que los demás fósiles; ignoraba yo entonces que un diente análogo estaba escondido en la ganga de los fósiles que recogí en Bahía Blanca; tampoco sabía entonces que en la América del Norte se encuentran por todas partes restos de caballo. Mister Lyell trajo últimamente de los Estados Unidos un diente de caballo. Tiene interés advertir que el profesor Owen no ha podido encontrar en ninguna especie fósil o reciente, una curva ligera pero muy extraña que caracteriza a ese diente, hasta que se le ocurrió compararlo con el mío; el profesor ha dado al caballo americano el nombre de Equus curvidens. ¿No es un hecho maravilloso en la historia de los mamíferos que un caballo indígena haya habitado en la América meridional, puesto que ha desaparecido para ser reemplazado más tarde por las innumerables hordas descendientes de algunos animales introducidos por los colonos españoles? La existencia en la América meridional de un caballo fósil, de mastodonte, quizás de un elefante4 y de un rumiante de cuernos huecos, descubierto por los señores Lund y Clausen en las cavernas del Brasil, constituye un hecho de mucho interés desde el punto de vista de la distribución de los animales. Si dividimos hoy la América, no 3 Es casi inútil adevertir aquí que en América no existía el caballo en tiempos de Colón. ...

En la línea 1241
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Sabiendo que los Orsinis eran los autores más o menos directos de la muerte del duque, no mató a ninguno de ellos. También Juliano de la Rovere, su eterno adversario, y otros, cardenales no menos hostiles, estuvieron repetidas veces a merced de su voluntad, pudiendo vengarse en sus personas, y, sin embargo, el Papa de los innumerables asesinatos y del terrible veneno de los Borgias no atentó contra su existencia, ni siquiera alteró su bienestar encarcelándolos. ...

En la línea 609
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -¡Sí! ¡Lo amo! ¡El mar es todo! Cubre las siete décimas partes del globo terrestre. Su aliento es puro y sano. Es el inmenso desierto en el que el hombre no está nunca solo, pues siente estremecerse la vida en torno suyo. El mar es el vehículo de una sobrenatural y prodigiosa existencia; es movimiento y amor; es el infinito viviente, como ha dicho uno de sus poetas. Y, en efecto, señor profesor, la naturaleza se manifiesta en él con sus tres reinos: el mineral, el vegetal y el animal. Este último está en él ampliamente representado por los cuatro grupos de zoófitos, por tres clases de articulados, por cinco de moluscos, por tres de vertebrados, los mamíferos, los reptiles y esas innumerables legiones de peces, orden infinito de animales que cuenta con más de trece mil especies de las que tan sólo una décima parte pertenece al agua dulce. El mar es el vasto receptáculo de la naturaleza. Fue por el mar por lo que comenzó el globo, y quién sabe si no terminará por él. En el mar está la suprema tranquilidad. El mar no pertenece a los déspotas. En su superficie pueden todavía ejercer sus derechos inicuos, batirse, pelearse, devorarse, transportar a ella todos los horrores terrestres. Pero a treinta pies de profundidad, su poder cesa, su influencia se apaga, su potencia desaparece. ¡Ah! ¡Viva usted, señor, en el seno de los mares, viva en ellos! Solamente ahí está la independencia. ¡Ahí no reconozco dueño ni señor! ¡Ahí yo soy libre! ...

En la línea 2650
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Y debo confesar, a fuerza de franqueza, que no me disgustaba tan aventurada excursión. La belleza de esas regiones nuevas me maravillaba hasta lo indecible. Los hielos cobraban formas soberbias. Aquí, su conjunto tomaba el aspecto de una ciudad oriental con sus alminares y sus innumerables mezquitas. Allá, una ciudad derruida como si hubiera sido abatida por una convulsión del suelo. Aspectos incesantemente variados por los oblicuos rayos del sol, o perdidos en las brumas grises en medio de los vendavales de nieve. Y por todas partes formidables detonaciones, desmoronamientos y derrumbamientos de icebergs que cambiaban el decorado como el paisaje de un diorama. ...

En la línea 801
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Los paseantes comenzaban a retirarse, y el leve crujido de la arena revelaba sus pasos lejanos. Pero ambas amigas acostumbraban, como suele decirse, llevarse las llaves del parque, porque justamente a la puesta del sol era cuando Lucía lo encontraba más hermoso, en aquella melancólica estación otoñal. Bajos ya y moribundos los rayos solares, caían casi horizontalmente sobre los pradillos de hierba, inflamándolos en tonos ardientes como de oro en fusión. Los obscuros conos del alerce cortaban este océano de luz, en el cual se prolongaban sus sombras. Deshojábanse los plátanos y castaños de Indias, y de cuando en cuando caía, con golpe seco y mate, algún erizo, que, abriéndose, dejaba rodar la reluciente castaña. En las grandes canastillas, que se destacaban sobre el fondo de césped, las pálidas eglantinas, a la menor brisa otoñal, soltaban sus frágiles pétalos, las verbenas se arrastraban lánguidas, como cansadas de vivir, descomponiendo con sus caprichosos tallos la forma oval del macizo; los ageratos se erguían, todos llovidos de estrellas azules y los peregrinos colios lucían sus exóticos matices, sus coloraciones metálicas y sus hojas atigradas, semejantes a escamas de reptil, ya blancas con manchas negras, ya verdes con vetas carne, ya amaranto obscuro cebradas de rosa cobrizo. Profundo estremecimiento, precursor del invierno, atravesaba por la Naturaleza toda, y dijérase que antes de morir, quería vestirse sus más ricas galas: así la viña virgen tenía tan espléndido traje de púrpura, y el álamo blanco elevaba con tal coquetería el penacho de cándidos airones de su copa; así la coralina se adornaba con innumerables sartas y zarcillos de sangriento coral, y las cinias recorrían toda la escala de los colores vivos con sus festoneadas enaguas. El maíz listado sacudía su brial de seda verde y blanca a rayas, con melodioso susurro, y allá en las lindes de la pradera bañada por el sol, unos arbolillos tiernos inclinaban su joven copa. De tal suerte mullían las hojas secas el piso de las calles, que se enterraba Lucía hasta el tobillo, con placer. El roce de su traje producía en ellas un ruido continuo, rápido, parecido a la respiración jadeante de alguien que la siguiera; y presa de pueril temor, volvía a veces el rostro atrás, riéndose al convencerse de su ilusión. Hojas había muy diferentes entre sí: unas, obscuras, en descomposición, vueltas ya casi mantillo: otras secas, quebradizas, encogidas; otras amarillas, o aun algo verdosas, húmedas todavía, con los jugos del tronco que las sustentara. Hacíase la alfombra más tupida al acercarse a los parajes sombríos del borde del estanque, cuya superficie rielaba como cristal ondulado, estremeciéndose al leve paso del aura vespertina, y rizándose en mil ondas chiquitas en choque continuo las unas con las otras. ...

En la línea 928
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Lucía pidió casi de rodillas a Pilar que renunciase al peligroso goce que anhelaba. Era precisamente la ocasión más crítica; Duhamel esperaba que la Naturaleza, ayudada por el método, venciese en la lucha, y acaso quince días de voluntad y tesón decidiesen el triunfo. Pero no hubo medio de persuadir a la anémica. Pasó el día en un acceso de fiebre registrando su guardarropa; al anochecer, salió del brazo de Miranda; llevaba un traje que hasta entonces no había usado por ligero y veraniego en demasía, una túnica de gasa blanca sembrada de claveles de todos colores; pendía de su cintura el espejillo; en sus orejas brillaban los solitarios, y detrás del rodete, con española gracia, ostentaba un haz de claveles. Así compuesta y encendida de calentura y vanidoso placer, parecía hasta hermosa, a despecho de sus pecas y de la pobreza de sus tejidos devastados por la anemia. Tuvo, pues, gran éxito en el Casino; puede decirse que compartió el cetro de la noche con la sueca y con el lord inglés estrafalario, del cual se contaba que tenía alfombrada con tapiz turco la cuadra de sus caballos y baldosado de piedra el salón de recibir. Gozosa y atendida, veía Pilar una fiesta de las Mil y una noches en el Casino constelado de innumerables mecheros de gas, en el aire tibio poblado con las armonías de la magnifica orquesta, en el salón de baile donde los amorcillos juguetones del techo se bañaban en el vaho dorado de las luces. Jiménez, el marquesito de Cañahejas y Monsieur Anatole, se disputaron el placer de bailar con ella. Miranda reclamó un rigodón, y para colmo de dicha y victoria, las Amézagas se reconcomían mirando de reojo el espejillo, dije que sólo brillaba sobre dos faldas: la de Pilar y la de la sueca. Fue, en suma, uno de esos momentos únicos en la vida de una niña vanidosa, en que el orgullo halagado origina tan dulces impresiones, que casi emula otros goces más íntimos y profundos, eternamente ignotos para semejantes criaturas. Pilar bailó con todas sus parejas como si de cada una de ellas estuviese muy prendada; tanto brillaban sus ojos y tal expansión revelaba su actitud. Perico no pudo menos de decirle sotto voce: ...

En la línea 1033
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Llegaron a la gran capital de la república francesa en una mañana nebulosa y turbia, y los asaltaron en la estación innumerables comisionados de las fondas, señalando cada cual al respectivo ómnibus, y pugnando por llevarse consigo a la gente. Encarose uno de estos tales con Miranda y mostrando el rostro atezado, que cruzaba un mediano chirlo, dijo en buen castellano: ...


El Español es una gran familia

Reglas relacionadas con los errores de b;v

Las Reglas Ortográficas de la B

Regla 1 de la B

Detrás de m se escribe siempre b.

Por ejemplo:

sombrío
temblando
asombroso.

Regla 2 de la B

Se escriben con b las palabras que empiezan con las sílabas bu-, bur- y bus-.

Por ejemplo: bujía, burbuja, busqué.

Regla 3 de la B

Se escribe b a continuación de la sílaba al- de inicio de palabra.

Por ejemplo: albanés, albergar.

Excepciones: Álvaro, alvéolo.

Regla 4 de la B

Las palabras que terminan en -bundo o -bunda y -bilidad se escriben con b.

Por ejemplo: vagabundo, nauseabundo, amabilidad, sociabilidad.

Excepciones: movilidad y civilidad.

Regla 5 de la B

Se escriben con b las terminaciones del pretérito imperfecto de indicativo de los verbos de la primera conjugación y también el pretérito imperfecto de indicativo del verbo ir.

Ejemplos: desplazaban, iba, faltaba, estaba, llegaba, miraba, observaban, levantaba, etc.

Regla 6 de la B

Se escriben con b, en todos sus tiempos, los verbos deber, beber, caber, haber y saber.

Regla 7 de la B

Se escribe con b los verbos acabados en -buir y en -bir. Por ejemplo: contribuir, imbuir, subir, recibir, etc.

Excepciones: hervir, servir y vivir, y sus derivados.

Las Reglas Ortográficas de la V

Regla 1 de la V Se escriben con v el presente de indicativo, subjuntivo e imperativo del verbo ir, así como el pretérito perfecto simple y el pretérito imperfecto de subjuntivo de los verbos tener, estar, andar y sus derivados. Por ejemplo: estuviera o estuviese.

Regla 2 de la V Se escriben con v los adjetivos que terminan en -ava, -ave, -avo, -eva, -eve, -evo, -iva, -ivo.

Por ejemplo: octava, grave, bravo, nueva, leve, longevo, cautiva, primitivo.

Regla 3 de la V Detrás de d y de b también se escribe v. Por ejemplo: advertencia, subvención.

Regla 4 de la V Las palabras que empiezan por di- se escriben con v.

Por ejemplo: divertir, división.

Excepciones: dibujo y sus derivados.

Regla 5 de la V Detrás de n se escribe v. Por ejemplo: enviar, invento.


Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras b;v

Palabras parecidas a innumerables

La palabra cosecha
La palabra feraz
La palabra viejas
La palabra transcurrido
La palabra hermosas
La palabra conservar
La palabra obligaban

Webs amigas:

Ciclos Fp de Administración y Finanzas en Barcelona . Ciclos Fp de Automoción en Almería . Ciclos Fp de informática en Segovia . - Apartamentos en Caños De Meca Caños Corporativa