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La palabra havlando
Cómo se escribe

Comó se escribe havlando o hablando?

Cual es errónea Hablando o Havlando?

La palabra correcta es Hablando. Sin Embargo Havlando se trata de un error ortográfico.

El Error ortográfico detectado en el termino havlando es que hay un Intercambio de las letras b;v con respecto la palabra correcta la palabra hablando

Errores Ortográficos típicos con la palabra Hablando

Cómo se escribe hablando o havlando?
Cómo se escribe hablando o ablando?


la Ortografía es divertida


El Español es una gran familia


Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras b;v

Reglas relacionadas con los errores de b;v

Las Reglas Ortográficas de la B

Regla 1 de la B

Detrás de m se escribe siempre b.

Por ejemplo:

sombrío
temblando
asombroso.

Regla 2 de la B

Se escriben con b las palabras que empiezan con las sílabas bu-, bur- y bus-.

Por ejemplo: bujía, burbuja, busqué.

Regla 3 de la B

Se escribe b a continuación de la sílaba al- de inicio de palabra.

Por ejemplo: albanés, albergar.

Excepciones: Álvaro, alvéolo.

Regla 4 de la B

Las palabras que terminan en -bundo o -bunda y -bilidad se escriben con b.

Por ejemplo: vagabundo, nauseabundo, amabilidad, sociabilidad.

Excepciones: movilidad y civilidad.

Regla 5 de la B

Se escriben con b las terminaciones del pretérito imperfecto de indicativo de los verbos de la primera conjugación y también el pretérito imperfecto de indicativo del verbo ir.

Ejemplos: desplazaban, iba, faltaba, estaba, llegaba, miraba, observaban, levantaba, etc.

Regla 6 de la B

Se escriben con b, en todos sus tiempos, los verbos deber, beber, caber, haber y saber.

Regla 7 de la B

Se escribe con b los verbos acabados en -buir y en -bir. Por ejemplo: contribuir, imbuir, subir, recibir, etc.

Excepciones: hervir, servir y vivir, y sus derivados.

Las Reglas Ortográficas de la V

Regla 1 de la V Se escriben con v el presente de indicativo, subjuntivo e imperativo del verbo ir, así como el pretérito perfecto simple y el pretérito imperfecto de subjuntivo de los verbos tener, estar, andar y sus derivados. Por ejemplo: estuviera o estuviese.

Regla 2 de la V Se escriben con v los adjetivos que terminan en -ava, -ave, -avo, -eva, -eve, -evo, -iva, -ivo.

Por ejemplo: octava, grave, bravo, nueva, leve, longevo, cautiva, primitivo.

Regla 3 de la V Detrás de d y de b también se escribe v. Por ejemplo: advertencia, subvención.

Regla 4 de la V Las palabras que empiezan por di- se escriben con v.

Por ejemplo: divertir, división.

Excepciones: dibujo y sus derivados.

Regla 5 de la V Detrás de n se escribe v. Por ejemplo: enviar, invento.

Algunas Frases de libros en las que aparece hablando

La palabra hablando puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 400
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El viejo aún estuvo más de una hora en la taberna, hablando a solas, advirtiendo que la cabeza se le iba; hasta que, molesto por la dura mirada de los dueños, que adivinaban su estado, sintió una vaga impresión de vergüenza y salió sin saludar, andando con paso inseguro. ...

En la línea 494
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Los hacían entrar, los convidaban a beber y luego les iban hablando al oído con la cara ceñuda y el acento paternal, bondadoso, como quien aconseja a un niño que evite el peligro. ...

En la línea 667
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Toda la huerta que tenía agravios que vengar estaba allí, gesticulante y ceñuda, hablando de sus derechos, impaciente por soltar ante los síndicos o jueces de las siete acequias el interminable rosario de sus quejas. ...

En la línea 1112
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Aquellos ángeles morenos, que tan mansamente cantaban gozos y letrillas en la iglesia de Alboraya al celebrarse las fiestas de las solteras, enardecíanse a solas y matizaban su conversación con votos de carretera, hablando de cosas internas con el aplomo de una comadrona. ...

En la línea 14
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Al llegar a Jerez, después de permanecer algunos días en Madrid entre los periodistas y los antiguos compañeros de vida política, que le habían conseguido el indulto sin hacer caso de su resistencia a aceptarlo, Salvatierra se dirigió en busca de los amigos que aún le restaban fieles. Había pasado el domingo en una pequeña viña que tenía cerca de Jerez un corredor de vinos, antiguo compañero de armas del período de la Revolución. Todos los admiradores habían acudido al enterarse del regreso de don Fernando. Llegaban viejos arrumbadores de las bodegas, que de muchachos habían marchado a las órdenes de Salvatierra por las asperezas de la inmediata serranía, disparando su escopeta por la República Federal: jóvenes braceros del campo que adoraban al don Fermín de la segunda época, hablando del reparto de las tierras y de los absurdos irritantes de la propiedad. ...

En la línea 102
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y le volvió la espalda para seguir hablando a los forasteros de su tesoro de vinos. ...

En la línea 119
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pero pasando de la ternura a la cólera, con su vehemencia de impulsivo, se fijó en Fermín, como si hasta entonces, hablando de la fiesta, se hubiese olvidado de él. ...

En la línea 121
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y siguió hablando a Montenegro en tono amenazador. Tal vez era de él la culpa, ya que toleraba desobediencias en su escritorio. Tenía dos empleados herejes, un francés y un noruego encargados de la correspondencia extranjera, los cuales, con el pretexto de no ser católicos, daban el mal ejemplo no asistiendo a las fiestas del domingo. ...

En la línea 95
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¡Vamos, vamos, queri do, estáis loco!Luego, en voz baja y como si estuviera hablando consigo mismo:-Es enojoso -prosiguió-. ...

En la línea 614
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¡Ah, precisamente ahí está!D'Artagnan, mientras caminaba monologando, había llegado a unos pocos pasos del palacio D'Aiguillon y ante este palacio había visto a Aramis hablando alegremente con tresgentileshombres de la guardia del rey. ...

En la línea 699
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... - prosiguió Athos hablando a medias para sí mismo, a medias paraD'Artagnan-, vaya, pero si os mato daré la im presión de un traganiños!-No demasiado, señor -respondió D 'Artagnan con un saludo que no carecía de dignidad-; no demasiado, pues que me hacéis el honor de sacar la espada contra mí con una herida que debe molestaros mucho. ...

En la línea 2902
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Ya ves el destinatario -añadió la reina hablando tan bajo que apenas podía oírse lo que decía: A Milord el duque de Buckingham, en Londres. ...

En la línea 1328
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Empiezo a creer que estoy hablando con un _lilipendi_. ...

En la línea 1429
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Antonio y los otros gitanos se quedaron sentados y hablando alrededor de la hoguera. ...

En la línea 1466
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Quedó muy contento con el precio que le pagué, y me invitó a tomar una _copita_; acepté, y hablando estábamos, sentados a la mesa, cuando llegó el nacional con mi pasaporte en la mano, sentándose a nuestro lado. ...

En la línea 1707
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Continuamos hablando casi toda la noche; a la mañana siguiente me dispuse a partir, pero mi compañero me aconsejó que me quedase allí todo el día. ...

En la línea 273
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... ¡Desventurada de mí!, que me doy a entender, y así es ello la verdad como nací para morir, que estos malditos libros de caballerías que él tiene y suele leer tan de ordinario le han vuelto el juicio; que ahora me acuerdo haberle oído decir muchas veces, hablando entre sí, que quería hacerse caballero andante e irse a buscar las aventuras por esos mundos. ...

En la línea 427
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, hablando en la pasada aventura, siguieron el camino del Puerto Lápice, porque allí decía don Quijote que no era posible dejar de hallarse muchas y diversas aventuras, por ser lugar muy pasajero; sino que iba muy pesaroso por haberle faltado la lanza; y, diciéndoselo a su escudero, le dijo: -Yo me acuerdo haber leído que un caballero español, llamado Diego Pérez de Vargas, habiéndosele en una batalla roto la espada, desgajó de una encina un pesado ramo o tronco, y con él hizo tales cosas aquel día, y machacó tantos moros, que le quedó por sobrenombre Machuca, y así él como sus decendientes se llamaron, desde aquel día en adelante, Vargas y Machuca. ...

En la línea 467
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Los mozos, que no sabían de burlas, ni entendían aquello de despojos ni batallas, viendo que ya don Quijote estaba desviado de allí, hablando con las que en el coche venían, arremetieron con Sancho y dieron con él en el suelo; y, sin dejarle pelo en las barbas, le molieron a coces y le dejaron tendido en el suelo sin aliento ni sentido. ...

En la línea 469
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Don Quijote estaba, como se ha dicho, hablando con la señora del coche, diciéndole: -La vuestra fermosura, señora mía, puede facer de su persona lo que más le viniere en talante, porque ya la soberbia de vuestros robadores yace por el suelo, derribada por este mi fuerte brazo; y, porque no penéis por saber el nombre de vuestro libertador, sabed que yo me llamo don Quijote de la Mancha, caballero andante y aventurero, y cautivo de la sin par y hermosa doña Dulcinea del Toboso; y, en pago del beneficio que de mí habéis recebido, no quiero otra cosa sino que volváis al Toboso, y que de mi parte os presentéis ante esta señora y le digáis lo que por vuestra libertad he fecho. ...

En la línea 582
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ¿Cómo explicar la extinción del caballo? ¿Han faltado los pastos en esas llanuras recorridas después por millones de caballos descendientes de los animales importados por los españoles? ¿Han acaparado las especies nuevamente introducidas el alimento de las grandes razas anteriores? ¿Podemos creer que el capibara haya monopolizado los alimentos del toxodon, el guanaco de los macranchinia, los pequeños desdentados actuales, los de sus numerosos prototipos gigantescos? No hay de seguro, en la larga historia del mundo, fenómeno más extraño que las inmensas exterminaciones, tan a menudo repetidas, de sus habitantes. Si examinamos, no obstante, este problema bajo otro punto de vista, parecerá tal vez menos oscuro. Olvidamos demasiado lo poco que conocernos las condiciones de existencia de cada animal; no pensamos que algún freno trabaja constantemente para impedir la multiplicación demasiado rápida de todos los seres organizados que viven en estado natural. Por término medio, la cantidad de alimento permanece constante; la propagación de los animales tiende, por el contrario, a establecerse en proporción geométrica Pueden demostrarse los sorprendentes efectos de esta rapidez de propagación por lo que sucede con los animales europeos que han recobrado la vida salvaje en América Todo animal en estado natural se reproduce con regularidad; y sin embargo, en una especie fijada por largo tiempo, se hace necesariamente imposible un gran crecimiento en número, y es preciso que obre un freno de esta o de la otra manera. Es, sin embargo, muy raro que podamos decir, con certeza, hablando de tal o cual especie, en qué período de la vida, o en qué época del año, o en qué intervalos, cortos o largos, comienza a obrar este freno o cuál es su verdadera naturaleza. De aquí proviene, sin duda, que tan poco nos sorprende el ver que de dos especies muy semejantes por sus costumbres sea una muy rara y la otra abundante en la misma región, o que una especie abunda en una región, y otra que ocupa la misma posición en la economía de la naturaleza abunda en una región próxima que difiere muy poco por sus condiciones generales. Si se pregunta la causa de estas modificaciones, inmediatamente se contesta que provienen de ligeras diferencias en el clima, en la alimentación o en el número de enemigos. Pero rara vez podemos, aun admitiendo que podamos alguna, indicar la causa precisa y el modo de acción del freno. ...

En la línea 602
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Hoy he matado un cóndor. Medía ocho pies y medio de extremo a extremo de las alas y cuatro pies desde el pico a la cola. Sabido es que la habitación de este pájaro, geográficamente hablando, es muy extensa. En la costa occidental de la América del Sur se le encuentra en las cordilleras desde el Estrecho de Magallanes hasta los 80 de latitud norte del Ecuador. En la costa de la Patagonia su límite septentrional es el escarpado cantil que se encuentra cerca de la desembocadura del río Negro. En este punto se ha separado el cóndor cerca de cuatrocientas millas de la gran línea central de la habitación en los Andes. Más al sur se encuentra con bastante frecuencia el cóndor en los inmensos precipicios que rodean el Puerto Deseado; sin embargo, se aventuran muy poco hasta las orillas del mar. Estos pájaros frecuentan también una línea de elevados cerros inmediatos a la desembocadura del Santa Cruz y se los encuentra sobre el río a unas ochenta millas del mar, en los puntos en que los límites del valle afectan la forma de precipicios perpendiculares. Estos hechos parecen probar que el cóndor habita de preferencia los acantilados tallados a pico. En Chile habita el cóndor la mayor parte del año en las orillas del Pacífico, y por la noche van varios de estos pájaros a posarse juntos sobre el mismo árbol; pero a principios del verano se retiran a los lugares más inaccesibles de las cordilleras para reproducirse con toda seguridad. ...

En la línea 665
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... A la mañana siguiente, envía el capitán una patrulla a tierra para abrir comunicaciones con los indígenas. Llegados al alcance de la voz, uno de los cuatro salvajes que presencian nuestro desembarco, se adelanta a recibirnos y comienza a gritar cuanto podía para indicarnos el punto donde debíamos tomar tierra. Tan pronto como desembarcamos parecieron un tanto alarmados los salvajes, pero siguieron hablando y haciendo gestos con mucha rapidez. Este fue, sin duda, el espectáculo más curioso e interesante a que he asistido en mi vida. No me figuraba cuán enorme es la diferencia que separa al hombre salvaje del hombre civilizado; diferencia, en verdad, mayor que la que existe entre el animal silvestre y el doméstico; lo que se explica por ser susceptible el hombre de realizar mayores progresos. Nuestro principal interlocutor, un viejo, parecía ser el jefe de la familia; con él estaban tres valientes mocetones muy vigorosos y de una estatura de seis pies próximamente: habían retirado a las mujeres y a los niños. Estos fueguenses forman muy marcado contraste con la miserable y desmedrada raza que habita más al oeste y parecen próximos parientes de los famosos patagones del estrecho de Magallanes. Su único traje consiste en una capa hecha de la piel de un guanaco, con el pelo hacia afuera; se echan esta capa sobre los hombres y su persona queda así tan cubierta como desnuda. Su piel es de color rojo cobrizo sucio. ...

En la línea 733
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Si un presente destinado a una canoa caía cerca de otra, se le entregaba en el acto a su legítimo poseedor. La joven fueguense que Mr. Low llevaba a bordo se encendía en cólera cuando se la llamaba embustera; lo que prueba que comprendía el alcance del insulto que se le dirigía. Esta vez, como todas, nos ha sorprendido en extremo que los salvajes paren muy poco o nada la atención en muchas cosas cuya utilidad debían comprender. Cosas muy sencillas, tales como la belleza de las telas rojas o la de los vidrios azules; la falta de mujeres entre nosotros, el cuidado que poníamos en lavarnos, excitaban mucho más su admiración que un objeto grandioso o complicado, nuestro barco, por ejemplo. Bougainville observa con razón, hablando de estos pueblos, que tratan «las obras maestras de la industria humana como las leyes de la naturaleza y sus fenómenos». ...

En la línea 1166
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —¿Verdad? —Sí, hijita mía, sí; pero debes descansar; te exaltas hablando. ...

En la línea 2292
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Todos los que habían producido en Ana algún efecto, aunque no grande, hablando con los ojos, eran cualquier cosa menos proporciones. ...

En la línea 2751
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Estaba hablando con los señores del dominó en la sala contigua. ...

En la línea 2788
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Pero hoy por hoy, en el actual momento histórico —el de Pernueces se crecía hablando de esto —la moralidad de nuestras familias es el mejor escudo. ...

En la línea 196
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — Dejemos aparte a Calixto Tercero, el primer Papa Borgia, varón de puras costumbres, al que sólo se atreven a criticar algunos por haber abierto el camino de los altos honores eclesiásticos a su sobrino, el futuro Alejandro Sexto… Yo no digo que Rodrigo de Borja, su hijo César y otros parientes fuesen santos ni modelos de virtud. Eran hombres de su época y vivieron con arreglo al ambiente de entonces. Antes que ellos naciesen ya existía la corrupción italiana dentro de la cual se desenvolvieron. Lo que a mí me Indigna es que muchos de sus contemporáneos supriman con hipocresía, el ambiente general de la época, hablando de ciertos hechos de los Borgias (indudablemente censurables) como si fuesen casos aislados, y callándose lo que hacían al mismo tiempo centenares y centenares de personajes más corrompidos que aquéllos. Todos se acuerdan de César Borgia príncipe hispanoitaliano como de un monstruo único, y nadie alude a Segismundo Malatesta y demás condottieri, feroces como osos y sin el aliciente de la elegancia en los gestos que tenia el otro. A nuestro Alejandro Sexto, uno de los papas que mejor defendieron los intereses de la Iglesia, lo hacen aparecer como un gozador vulgar o como un personaje de melodrama, envenenando a las gentes por gusto. ...

En la línea 199
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El canónigo dejó de mirar a su sobrino y siguió hablando, como si los árboles y las plantas floridas que lo rodeaban formasen un auditorio enorme. ...

En la línea 324
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — Son cerca de las cuatro. ¡Cómo pasa el tiempo escuchando a don Baltasar!… Debo irme; me esperan… Adiós. Nos veremos cuando vuelva usted de Roma… Porque espero que a su regreso se detendrá unos días en esta casa. Ahí se quedan ustedes hablando de cosas tan Interesantes. ...

En la línea 401
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... A continuación de aquellos días pasados con don Baltasar hablando horas y horas en español—Idioma que siempre había moldeado su pensamiento—, sintió renacer antiguos fervores que le dieron cierta superioridad sobre las gentes frívolas tratadas a diario. Durante la noche, componía versos mentalmente, como en los entusiásticos y crédulos años de su adolescencia. Figueras era su antigua vida (¡quién lo hubiera sospechado días antes!), y le atormentaba un deseo imperioso de irse tras de él. ...

En la línea 201
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Hubo un largo silencio después de las palabras poco cordiales cruzadas entre los dos. Pero la doctora no parecía tenaz en sus rencores y siguió hablando: ...

En la línea 263
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Los periodistas de la capital iban detrás de él pidiéndole interviús, y hasta lo adulaban, hablando con entusiasmo de varios libros profesionales que llevaba publicados y nadie había leído. Personas que le miraban siempre con menosprecio hacían detener en la calle su automóvil universitario en figura de lechuza. ...

En la línea 279
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Al entrar al día siguiente en el despacho del jefe mensual del gobierno, vio con alegría que el doctor Momaren, el Padre de los Maestros, estaba hablando con el supremo magistrado. Flimnap, antes de dar cuenta al presidente de todos sus trabajos, ofreció a Momaren varias hojas de papel con la traducción de los versos de Gillespie. El Padre de los Maestros, colocándose ante los ojos unas gafas redondas, empezó su lectura junto a una ventana. Cuando Flimnap acabó su informe sobre los trabajos para la instalación del gigante, el personaje universitario se aproximó conservando los papeles en su diestra. ...

En la línea 511
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Ahora empiezan a fundar círculos hombrunos, en los que discuten sobre su estado presente y forjan planes de emancipación, hablando pestes contra las mujeres. Ya existen dos clubes de esta clase, sólidamente constituidos, uno de solteros y otro de casados. ...

En la línea 434
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... ¿A quién pediría socorro? «Deogracias» gritó llamando al portero. Felizmente, el portero estaba en la esquina de la calle de la Paz hablando con un conductor del coche-correo, y al punto oyó la voz de su señorita. En cuatro trancos se puso a su lado. ...

En la línea 516
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Las tres señoras estuvieron un momento solas, hablando de aquel proyecto de Guillermina, que seguía cose que te cose, ayudada por Jacinta. Hacía algún tiempo que a esta se le había despertado vivo entusiasmo por las empresas de la Pacheco, y a más de reservarle todo el dinero que podía, se picaba los dedos cosiendo para ella durante largas horas. Es que sentía un cierto consuelo en confeccionar ropas de niño y en suponer que aquellas mangas iban a abrigar bracitos desnudos. Ya había hecho dos visitas al asilo de la calle de Alburquerque y acompañado una vez a Guillermina en sus excursiones a las miserables zahúrdas donde viven los pobres de la Inclusa y Hospital. ...

En la línea 602
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Jacinta se desbarataba de risa, y el Delfín hablando con un poco de seriedad, prosiguió: «Bien sabes que no soy callejero… A fe que te puedes quejar. Maridos conozco que cuando ponen el pie en la calle, del tirón se están tres días sin parecer por la casa. Estos podrían tomarme a mí por modelo». ...

En la línea 781
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Jacinta, entre tanto, había salido un rato de la alcoba. En el salón vio a varias personas, Casa-Muñoz, Ramón Villuendas, D. Valeriano Ruiz-Ochoa y alguien más, hablando de política con tal expresión de terror, que más bien parecían conspiradores. En el gabinete de Barbarita y en el rincón de costumbre halló a Guillermina haciendo obra de media con hilo crudo. En el ratito que estuvo sola con ella, la enteró del plan que tenía para la mañana siguiente. Irían juntas a la calle de Mira el Río, porque Jacinta tenía un interés particular en socorrer a la familia de aquel pasmarote que hace las suscriciones. «Ya le contaré a usted; tenemos que hablar largo». Ambas estuvieron de cuchicheo un buen cuarto de hora, hasta que vieron aparecer a Barbarita. ...

En la línea 776
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Siguieron hablando, y en el curso de la conversación apareció que 'Juan Hobbs' no era ni con mucho nuevo recluta, sino que en tiempos pasados se había adiestrado en la cuadrilla. Refirióles su última hazaña, y cuando dijo que 'por accidente' había matado a un hombre, expresaron todos su aprobación, y al añadir el bellaco que el hombre era cura, fue aplaudido por todos y con todos tuvo que beber. Conocidos antiguos le saludaban con alegría y los novatos se sentían orgullosos de estrecharle la mano. Preguntáronle por qué había permanecido apartado tantos meses, y él respondió ...

En la línea 927
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... El anciano, sin dejar de dar pasos de un lado a otro, terminó de hablar en voz alta y empezó a musitar. El rey aprovechó esta ocasión para exponer su caso, con una elocuencia inspirada por la inquietud y el temor, mas el ermitaño siguió hablando entre dientes. y sin prestarle atención. De pronto se acercó al rey y le dijo con impresionante acento: ...

En la línea 950
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Duerme; duerme profundamente –dijo–. Y el ceño desapareció de su frente, cediendo a una expresión de satisfacción malvada. El rostro del dormido niño se iluminaba con una sonrisa. El ermitaño refunfuñó: –Su corazón es felíz–. Y se alejó. Furtivamente empezó a dar vueltas, buscando algo por todas partes, deteniéndose a veces a escuchar, y a veces volteando a su alrededor para echar una mirada rápida a la cama, y hablando sin cesar entre dientes. Por fin encontró, lo que necesitaba: un enorme cuchillo mohoso y una piedra de afilar. Se acuclilló junto al fuego y empezó a afilar el cuchillo suavemente sin dejar de musitar, refunfuñar y rezongar… ...

En la línea 996
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... El rey oyó que ambos salían hablando y que sus pisadas expiraban muy pronto, y se quedó solo en un terrible silencio de mal agüero. Parecióle un siglo el tiempo que pasó hasta que se acercaron de nuevo los pasos y las voces, y esta vez oyó además otro ruido, al parecer el de los cascos de un caballo. Luego oyó decir a Hendon: ...

En la línea 299
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Augusto pensó en la huida, pero el amor a Eugenia le contuvo. El otro prosiguió hablando, en esperanto también. ...

En la línea 916
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Me parece, tía, que está usted hablando por hablar… ...

En la línea 1388
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Sí, tiene usted razón –le decía don Antonio a Augusto aquella tarde, en el Casino, hablando a solas, en un rinconcito–, tiene usted razón, hay un misterio doloroso, dolorosisímo en mi vida. Usted ha adivinado algo. Pocas veces ha visitado usted mi pobre hogar… ¿hogar?, pero habrá notado… ...

En la línea 1866
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –¡Qué sé yo!… Porque, hablando de otra cosa, ¿qué le pasará a un hombre cuando otro le quita la mujer a que pretendía y se la lleva? ...

En la línea 536
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El comandante, apoyado en el ángulo de la mesa, cruzado de brazos, nos observaba con una profunda atención. ¿Dudaba de si debía proseguir hablando? Cabía creer que lamentaba haber pronunciado aquellas palabras en francés. ...

En la línea 540
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El hombre prosiguió hablando en estos términos: ...

En la línea 1192
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Eran las tres de la tarde y la marea alcanzaba ya casi la pleamar. El Nautilus se acercó a aquella isla, todavía intacta en mi memoria con su hilera de pandanes. Navegábamos a unas dos millas de la isla, cuando, súbitamente, un choque me derribó. El Nautilus acababa de tocar en un escollo, y quedó inmovilizado tras bascular ligeramente a babor. Cuando me reincorporé, vi en la plataforma al capitán Nemo y a su segundo examinando la situación del barco y hablando en su incomprensible idioma. ...

En la línea 2465
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El mar de los Sargazos, hablando propiamente, cubre toda la parte sumergida de la Atlántida. Algunos autores han llegado incluso a mantener que las espesas hierbas de las que está sembrado las ha arrancado de las praderas de ese antiguo continente. Es más probable, sin embargo, que esas masas herbáceas, algas y fucos, arrancadas de las orillas de Europa y América, hayan sido arrastradas hasta esa zona por el Gulf Stream. Ésa fue una de las razones que llevaron a Colón a suponer la existencia de un nuevo mundo. Cuando los navíos del audaz explorador llegaron al mar de los Sargazos, navegaron no sin dificultad en medio de estas hierbas que detenían su marcha, con gran espanto de las tripulaciones, y perdieron tres semanas en atravesarlas. ...

En la línea 435
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — No, Joe - añadió mi hermana, todavía en tono de reproche, mientras él se pasaba el dorso de la mano por la nariz, con aire de querer excusarse , todavía, aunque creas lo contrario, no conoces el caso. Es posible que te lo figures, pero aún no sabes nada, Joe. Y digo que no lo sabes, porque ignoras que el tío Pumblechook, con mayor amabilidad y mayor bondad de la que puedo expresar, con objeto de que el muchacho haga su fortuna yendo a casa de la señorita Havisham, se ha prestado a llevárselo esta misma noche a la ciudad, en su propio carruaje, para que duerma en su casa y llevarlo mañana por la mañana a casa de la señorita Havisham, dejándolo en sus manos. Pero ¿qué hago? - exclamó mi hermana quitándose el gorro con repentina desesperación -. Aquí estoy hablando sin parar, mientras el tío Pumblechook se espera y la yegua se enfría en la puerta, sin pensar que ese muchacho está lleno de suciedad, de pies a cabeza. ...

En la línea 621
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Si me hubiesen dirigido más preguntas, sin duda alguna me habría hecho traición yo mismo, porque ya estaba a punto de mencionar que en el patio había un globo, y tal vez habría vacilado al decirlo, porque mis cualidades inventivas estaban indecisas entre afirmar la existencia de aquel aparato extraño o de un oso en la fábrica de cerveza. Pero ellos estaban tan ocupados en discutir las maravillas que yo ofreciera a su consideración, que eludí el peligro de seguir hablando. La discusión estaba empeñada todavía cuando Joe volvió de su trabajo para tomar una taza de té. Y mi hermana, más para expansionarse que como atención hacia él, le refirió mis pretendidas aventuras. ...

En la línea 1314
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Imposible decir el trabajo que le costó a Biddy tratar de dar a mi hermana alguna idea de lo sucedido. Según creo, tales esfuerzos fracasaron por completo. La enferma se echó a reír y meneó la cabeza muchas veces, y hasta, imitando a Biddy, repitió las palabras «Pip» y «riqueza». Pero dudo de que comprendiese siquiera lo que decía, lo cual da a entender que no tenía ninguna confianza en la claridad de su mente. Nunca lo habría creído de no haberme ocurrido, pero el caso es que mientras Joe y Biddy recobraban su habitual alegría, yo me ponía cada vez más triste. Desde luego, no porque estuviera disgustado de mi fortuna; pero es posible que, aun sin saberlo, hubiese estado disgustado conmigo mismo. Sea lo que fuere, estaba sentado con el codo apoyado en la rodilla y la cara sobre la mano, mirando al fuego mientras mis dos compañeros seguían hablando de mi marcha, de lo que harían sin mí y de todo lo referente al cambio. Y cada vez que sorprendía a uno de ellos mirándome, cosa que no hacían con tanto agrado (y me miraban con frecuencia, especialmente Biddy), me sentía ofendido igual que si expresasen alguna desconfianza en mí. Aunque bien sabe Dios que no lo dieron a entender con palabras ni con signos. En tales ocasiones, yo me levantaba y me iba a mirar a la puerta, porque la de nuestra cocina daba al exterior de la casa y permanecía abierta durante las noches de verano para ventilar la habitación. Las estrellas hacia las cuales yo levantaba mis ojos me parecían pobres y humildes por el hecho de que brillasen sobre los rústicos objetos entre los cuales había pasado mi vida. ...

En la línea 1326
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Entonces se quedó ante la puerta, inmediatamente debajo de mí, fumando la pipa, y estaba también Biddy hablando en voz baja con él. Comprendí que trataban de mí, porque pude oír varias veces que ambos pronunciaban mi nombre en tono cariñoso. Yo no habría escuchado más aunque me hubiese sido posible oír mejor, y por eso me retiré de la ventana y me senté en la silla que tenía junto a la cama, sintiéndome muy triste y raro en aquella primera noche de mi brillante fortuna, que, por extraño que parezca, era la más solitaria y desdichada que había pasado en mi vida. ...

En la línea 194
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Seguía hablando como a la fuerza y parecía responder a sus propios pensamientos. ...

En la línea 415
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Cuando salía de casa sin rumbo fijo, Raskolnikof frecuentaba esta plaza y las callejas de los alrededores. Sus andrajos no atraían miradas desdeñosas: allí podía presentarse uno vestido de cualquier modo, sin temor a llamar la atención. En la esquina del callejón K***, un matrimonio de comerciantes vendía artículos de mercería expuestos en dos mesas: carretes de hilo, ovillos de algodón, pañuelos de indiana… También se estaban preparando para marcharse. Su retraso se debía a que se habían entretenido hablando con una conocida que se había acercado al puesto. Esta conocida era Elisabeth Ivanovna, o Lisbeth, como la solían llamar, hermana de Alena Ivanovna, viuda de un registrador, la vieja Alena, la usurera cuya casa había visitado Raskolnikof el día anterior para empeñar su reloj y hacer un «ensayo». Hacía tiempo que tenía noticias de esta Lisbeth, y también ella conocía un poco a Raskolnikof. ...

En la línea 458
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¡Claro que no! Estoy hablando en nombre de la justicia. No se trata de mí. ...

En la línea 460
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raskolnikof se sentía profundamente agitado. Ciertamente, aquello no eran más que palabras, una conversación de las más corrientes sostenida por gente joven. Más de una vez había oído charlas análogas, con algunas variantes y sobre temas distintos. Pero ¿por qué había oído expresar tales pensamientos en el momento mismo en que ideas idénticas habían germinado en su cerebro? ¿Y por qué, cuando acababa de salir de casa de Alena Ivanovna con aquella idea embrionaria en su mente, había ido a sentarse al lado de unas personas que estaban hablando de la vieja? ...

En la línea 194
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Presumo que hubo ayer noche una discusión borrascosa con el francés. Estuvieron encerrados mucho tiempo, hablando acaloradamente. Al salir, el francés parecía estar furibundo, y esta mañana, muy temprano, ha visitado de nuevo al general, sin duda para reanudar la conversación de la víspera. ...

En la línea 1012
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Al entrar vi que estaba en el centro de la habitación, con las piernas separadas, la cabeza baja, y hablando solo, en voz alta. En cuanto me hubo visto se lanzó hacia mí, casi gritando, de modo que retrocedí instintivamente y quise huir. Pero me cogió las manos y me llevó hacia el diván. Sentóse allí, y a mí me hizo sentar en una butaca ante él, y, sin soltar mis manos, con labios pálidos y temblorosos, con lágrimas en sus ojos, dijo con voz suplicante: —¡Alexei Ivanovitch, sálveme! ¡Sálveme, tenga piedad de mí! ...

En la línea 522
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Aquel día parecía una aurora continua. Las cuatro alegres parejas resplandecían al sol en el campo, entre las flores y los árboles. En aquella felicidad común, hablando, cantando, corriendo, bailando, persiguiendo mariposas, cogiendo campanillas, mojando sus botas en las hierbas altas y húmedas, recibían a cada momento los besos de todos, excepto Fantina que permanecía encerrada en su vaga resistencia pensativa y respetable. ...

En la línea 700
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Por algunas palabras sueltas escapadas a Javert, se adivinaba que había buscado secretamente las huellas y antecedentes que Magdalena hubiera podido dejar en otras partes. Parecía saber que había tomado determinados informes sobre cierta familia que había desaparecido. Una vez dijo hablando consigo mismo: 'Creo que lo he cogido'. ...

En la línea 883
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Fantina tuvo muchísima fiebre, pasó paste de la noche delirando y hablando en voz alta, hasta que terminó por quedarse dormida. ...

En la línea 1203
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Ella no podía calmarse y siguió hablando y haciendo planes. ...

En la línea 237
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... -¡Válgame Dios!: ¡si casi estás hablando! ...

Más información sobre la palabra Hablando en internet

Hablando en la RAE.
Hablando en Word Reference.
Hablando en la wikipedia.
Sinonimos de Hablando.

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